Amor especial

Él está de pie, frente a un muro y apoyado en el mismo, ya que sus manos están ligadas con una cinta de tela blanca, que a su vez se encuentra atada a un gancho que esta tiene, haciendo que tenga que mantener los brazos levantados y muy cerca de la pared. Relato de amor entre dos hombres, donde se manifiesta de manera inusual entre las relaciones homosexuales, hombre travestido, atado, azotado y penetrado analmente con la mano además de….

Amor especial

Él está de pie, frente a un muro y apoyado en el mismo, ya que sus manos están ligadas con una cinta de tela blanca, que a su vez se encuentra atada a un gancho que esta tiene, haciendo que tenga que mantener los brazos levantados y muy cerca de la pared.

Lleva una camiseta oscura, una falda de color blanco, tan corta y levantada que permite ver unas bragas blancas por encima de unas medias negras que cubren unas piernas estilizadas. Es un hombre maduro con un cuerpo de cintura para abajo, que la ropa, haría confundir su edad y sexo.

Junto a él hay otro hombre, el mismo que lo ha atado y que ahora se recrea en la imagen que tiene junto a sí. No deja de mirarlo y su mano derecha comienza acariciarle la pierna, despacio, desde los tobillos hasta donde la media termina en liga y deja la pierna al descubierto. Más arriba, recreándose en el borde de las braguitas y en las nalgas que estas cubren.

Después le sube la faldita por detrás, sujetándosela en la cintura y permitiendo que el culo le quede solo cubierto por las bragas. Lo acaricia y le da un azote con la mano. El hombre atado gime, pero el otro no deja de azotarlo. Un golpe tras otro en cada nalga y con cada chasquido un quejido del hombre azotado, que ya, no pudiendo más, comienza a llorar con el castigo.

_. No, no por favor- grita y llora con cada azote, pero el otro hombre, aunque alguna vez con el semblante entristecido, no para de azotarlo.

_. Por favor, déjalo ya- dice en un momento el hombre castigado y el otro, ya que esta era la clave convenida, deja de azotarlo y también llorando, comienza a besar delicadamente la zona que antes laceraba.

El hombre atado comienza a sentir alivio con los besos y caricias, y poco a poco placer. Ha cambiado el llanto por gemidos y convulsiones y la parte de frente de las bragas comienza abultarse por el pene en erección.

El otro hombre dirige hacía allí su mano, mientras no deja de besar y acariciar la zona castigada.

Aparta un poco la braga, dejando el miembro completamente libre y tira del hacía atrás, poniéndolo para abajo cómo si fuera la ubre de un mamífero que hubiera que ordeñar y así, comienza a frotarlo arriba y abajo. Le está masturbando cómo si lo ordeñara y sigue besando la parte de la braga que tapa los glúteos. Poco después, mientras aún lo masturba, retira un poco la braga, dejando el ano al descubierto y allí empieza a lamer y besar haciendo que los gemidos del otro sean cada vez más roncos e intensos. El hombre atado no puede más y eyacula con un fuerte grito. El otro sigue masturbando y besando, lo que hace que no pierda la excitación.

En un instante, cuando ve que ya ha dilatado, introduce un dedo en el ano, para volver a sacarlo y meter otro, luego otro y después todo lo que puede de la mano, haciendo que el hombre suelte un grito de dolor y placer.

Luego solo es placer. Casi toda la mano entra y sale de su ano, en tanto que la otra no deja de tirar de su miembro hacia abajo, haciendo que vuelva a llegar al orgasmo. Otra eyaculación que esta vez ha sido compartida.

El otro hombre, que aún estaba vestido, se quita la ropa para ver como esta se ha manchado de semen, pero aún sigue erecto y excitado.

Ya desnudo y de pie, se junta contra el otro. Su pene se introduce despacio en el ano del hombre a la vez que sus manos comienzan acariciarlo por todo el cuerpo y su boca le besa cuello, hombros y labios cuando el otro vuelve hacia él la cara.

Se escuchan gemidos de los dos y sin prisa, despacio, suavemente, ambos se están amando. Uno penetra, besa, acaricia, cuando el otro se agita y se mueve intensificando el placer que ambos sienten.

En un momento en que no pueden más, las descargas son mutuas y los gritos y temblores son al unísono.

Luego el hombre lo desata. Le coloca la ropa y lo abraza. El otro lo mira agradecido. Cierra los ojos y su boca se junta con la suya en un cálido beso.

Un beso y un abrazo que ninguno quiere concluir y que indican que el amor aún no ha terminado.