Amor entre hombres
El que ha sido el más íntimo de mis amigos...
Amor entre hombres
Todo empezó hace años con el que ha sido el más íntimo de mis amigos.
Formábamos parte de una pandilla, todos aficionados al excursionismo, que practicábamos todos los fines de semana. No sé por qué será, pero aun siendo totalmente opuestos de caracter y aficiones - a excepción de la que nos era común - éramos los que más congeniábamos, hasta el punto que siempre íbamos juntos a todas partes y si pasaba un solo día
sin vernos parecía que había transcurrido una eternidad. He de reconocer que en cierta manera yo amaba a Miguel, pero por aquel entonces ese amor yo lo confundía con el sentimiento de la verdadera amistad.
Llegó un fin de semana en el que salimos los dos solos de excursión, era verano, tres días de puente que no olvidaré. Anochecía el segundo día cuando, acampados cerca de un riachuelo, tomamos un último baño antes de dormir. Perdí por un momento el conocimiento cuando noté que Miguel se abrazaba a mí, sentí una extraña y a la vez nueva sensación al notar su cuerpo pegado al mío, pero discretamente le eludí al tiempo que una enorme confusión se apoderaba de mí. Salimos del agua, hacía un calor terrible. Yo no me atrevía a abrir la boca. Miguel se dispuso a hacer
un poco de café y empezó a hablar. Entonces me propuso que nos quitáramos el bañador para así sentirnos más libres en medio de la naturaleza. Accedí y no podeis imaginar la maravillosa sensación que sentí en aquella calurosa noche de verano. Discretamente observaba yo a Miguel y al tiempo que me deleitaba viendo su cuerpo desnudo bañado por la luz de la Luna, sin darme cuenta, mi pene se irguió. Lo mismo le sucedió a él, que cuando me trajo el café se sentó a mi lado y me dió un beso en la mejilla.
Podeís imaginaros lo que yo sentía en aquel momento. Mi corazón latía como un caballo a galope y si me pinchan no me sacan sangre...
Miguel habló, habló y habló. Teníamos entonces 20 años. Se confesó homosexual, que había llevado una vida muy alborotada dentro de su ambiente, pero que como aquella gente no le convencía decidió apartarse y por ello se unió a nuestro grupo buscando una evasión mediante el excursionismo. Me dijo que desde hacía mucho tiempo estaba locamente enamorado de mí y que no podía callarlo, que me necesitaba y pedía mi comprensión. Yo había estado varias veces con chicas nunca se me pasó por la cabeza hacer el amor con un chico. Lo cierto es que cuando Miguel me abrazó nuevamente sentí por mi cuerpo la más maravillosa sensación que nunca había experimentado y me entregué a él. No quiero extenderme en aquel acto sexual, pero entre otras cosas le penetré y él me penetró a mí. Luego, en la tienda, nos dispusimos a dormir y amanecimos los dos abrazados y ebrios de amor. Cuando me vestí no
sabía cómo mirarle a la cara. Apenas hablamos el día del regreso y por la noche en casa no podía conciliar el sueño. Recuerdo que me masturbé dos veces.
Cuando me encontré con Miguel al día siguiente le dije que lo que sucedió había sido una aventura que mejor sería olvidarla, y que siguiéramos como amigos, pero que en lo sucesivo nada de sexo.
Mi amigo palideció y se puso a llorar. Yo sentía compasión por él, pero le aclaré que a mí me gustaban las chicas y que si bien disfruté haciendo el amor con él, como no lo consideraba "normal" no quería volverlo a hacer.
Nuestras relaciones se fueron enfriando por mi parte, y no sé por qué, pues he de reconocer que lo deseaba y lo amaba, aunque estos sentimientos los escondía y me remordían la conciencia. Varias veces él me propuso hacer sexo y siempre me negué. Con unos meses de diferencia fuimos a la "mili". El me escribía muy correctamente y yo le contestaba. He de decir aquí que su carta era siempre la más esperada.
Como yo no quería caer en los tentáculos de la homosexualidad, en uno de mis permisos conocí a una chica y empecé a salir con ella. Me gustaba, pero no la quería. Cuando acabé la "mili" formalicé mis relaciones y prácticamente dejé a la pandilla de siempre.
Cuando Miguel se licenció vino a verme y al enterarse de que tenía novia se puso a llorar al tiempo que me recriminaba el que siendo su mejor amigo le hubiera callado mi noviazgo. La verdad es que no supe cómo decírselo antes y prefería que se enterara por sí mismo.
No obstante, me veía a menudo con Miguel cuya forma de vida iba de mal en peor, pues se estaba degradando cada vez más dentro de su ambiente, bebía cada vez más y se emborrachaba a menudo. Pronto cayó en la droga. Miguel seguía amándome y decía que no podía vivir sin por lo menos verme. Yo hacía lo que podía aconsejándole de mil
maneras para que cambiara de vida y que me olvidara en ese aspecto. Incluso quise que tuviera amistad con mi novia, lo que fue algo más que imposible, pues creo que cuanto más la veía más la odiaba.
Poco a poco me fuí convenciendo de que mi atracción hacia Miguel había sido como una enfermedad y a fuerza de costumbre fui queriendo cada vez más a mi novia. Pronto llegó la decisión de casarnos, y cuando los preparativos, buscar piso, muebles, etc, notaba ya que el estado de Miguel se ensombrecía cada vez más. Vino el día de la boda, y la noche antes hice la despedida de soltero con varios amigos.
Cuando terminamos en la discoteca, nos despedimos y quedamos Miguel y yo solos. Fué entonces cuando, regresando a casa con él en su coche, me pidió que hiciéramos el amor como despedida. No supe decirle que no, quizá porque yo iba un poco ebrio. Nos fuimos al apartamento de un amigo suyo y allí me entregué a él con la misma pasión que la primera vez.
Hubiera deseado que aquellos momentos fueran eterno, pero cuando terminamos le dije que aquello era definitivo. Que yo deseaba vivir para la que sería mi mujer y no quería traicionarla. Miguel contestó que lo aceptaba, que le había hecho ya feliz al máximo y que no deseaba nada más en la vida. Me mostró el mayor agradecimiento que nadie jamás pueda mostrar y nos despedimos hasta la boda a la que estaba invitado.
El día siguiente me extrañé que Miguel no viniera a casa antes de ir a la iglesia para la boda. Una vez allí observé que no estaba presente y, aturdido, estaba más pendiente de si venía que de la misma ceremonia. Miguel no se presentó.
Por la tarde, después de la fiesta, mi mujer y yo nos fuimos al piso he hicimos el amor por primera vez, pues ella
siempre quiso mantenerse virgen hasta ese día. Yo estuve entre violento y aturdido, y a decir verdad, mi mente estaba con Miguel hasta el punto de que para correrme tuve que pensar en él. Nos fuimos de viaje de novios y lo pasamos bien. Cumplimenté a mi mujer al máximo posible y en el fondo me sentía bien en mis inicios del matrimonio. Pasamos veinte días de viaje y aunque, como digo, me sentía bien con mi esposa, siempre venía Miguel a mi mente.
Regresamos del viaje y cuando llegamos a casa me encontré con la triste noticia de que Miguel se había suicidado dos días después de mi boda.
Cuando regresé al trabajo, un compañero, homosexual y a la vez amigo de Miguel, me entregó una carta suya, cuyo texto, grabado en mi cerebro para el resto de mi vida, decía así:
"Amigo, mi buen y amado amigo:
Cuando recibas esta carta habré ya abandonado el mundo, la recibes por medio de (...) quien es de toda mi confianza y nada sabe de nuestras relaciones. Sólo unas breves palabras para expresarte todo mi agradecimiento por todo cuanto has hecho por mí. Te has casado y has hecho lo normal que cabía esperar de tí. Sólo te deseo felicidad. Mi vida ya no
tenía cabida en este mundo y he decidido marcharme. Hubiera sido demasiado el tormento de verme consumir poco a poco amándote desmedidamente y no pudiéndote tener. Verte por la calle con tu mujer y un día no muy lejano
con tus hijos, esos hijos que yo jamás te habría podido dar. Me voy amigo, pero me voy feliz porque mi cuerpo respira todavía tu aliento y mi piel irá a la tumba empapada de tu sudor. Si hay vida más allá ten en cuenta que desde la inmensidad velaré por tí, y que allí te estaré esperando para que un día nos encontremos entrelazados en ese gran abrazo de universal amor sin distinción de sexo. Adiós, amigo, y sé feliz junto a la mujer que el destino te ha señalado.
Siempre, Miguel."
De todo esto hace ya cuatro años y cada vez me doy más cuenta de cuánto he amado a Miguel y de cuánto le amo. No me acepto como homosexual y la verdad es que, cuando veo una revista me excito con las fotos de mujeres, me excita mi mujer, pero cuando hago el amor se interpone Miguel y para eyacular debo imaginarme que estoy con él. Tenemos ya un niño y una niña que son la alegría de la casa pero, tengo un vacío dentro de mi:
Me falta Miguel.