Amor Divino

Empieza una historia de amor entre una diosa y una mortal.

Amor Divino

En la antigüedad existían unos dioses, estos eran conocidos como los dioses olímpicos, después de la guerra contra los Titanes, llamada Titanomaquia, Zeus consiguió salvar a todos sus hermanos siendo la última Hestia la diosa considerada la diosa más joven y más vieja.

Hestia fue pretendida por varios dioses entre ellos Poseidón y Apollo, pero se rumorea que Ares también intento cortejarla, en vistas de las disputas que podían surgir, Hestia decidió permanecer virgen, su trabajo era el de cuidar del fuego sagrado del olimpo y a diferencia de su hermano pequeño Zeus nunca le intereso los problemas de la humanidad.

Hestia era una diosa pacífica, pero eso no significaba que no fuera poderosa, se le conocía como la diosa del hogar y la lumbre, sus mejores amigas eran sus sobrinas Atenea y Artemisa.

Artemisa era conocida como la diosa de la caza y Atenea la diosa de la sabiduría, pero un día Zeus comento a Hera que si su hermana mayor se entrenara para el combate, batiría a sus sobrinas sin ningún problema.

Los siglos fueron pasando y Hestia seguía cumpliendo con su deber y cuidaba de la llama sagrada del Olimpo, pero en una ocasión después de ver a su hermano Zeus volver a mirar hacia la tierra le pico la curiosidad, cuando vio que Zeus entraba en su templo Hestia se colocó en el mismo sitio donde se colocaba su hermano y empezó a mirar, lo que vio la dejo maravillada.

Los Mortales a los que nunca había dado importancia más haya de ser los juguetes de Zeus, empezó a comprender la fascinación que envolvía a su hermano, los dioses por ser inmortales no le daban importancia a la vida, pero los humanos al tener una vida finita, hacían las cosas con más pasión y ardor, cada vez que terminaba con su trabajo volvía a mirar y una de las veces Zeus la pillo mirando, no dijo nada, simplemente se dedicó a espiarla.

Hestia vio lo mejor del ser humano, la bondad, la gratitud, el altruismo, el sacrificio y el amor, esto último que nunca le atrajo en absoluto fue lo que más le llamo la atención, pero también vio la, pero de las caras del ser humano, la maldad, la crueldad, la desigualdad y se sintió horrorizada, hasta el punto de plantearse dejar ese juego y centrarse en su trabajo, eso cambio cuando la vio a ella.

Su nombre era Althea, era una doctora muy prestigiosa, había ganado muchos premios y tenía una gran reputación, eso no fue lo que más llamo la atención de Hestia, Althea cuando salía del hospital privado donde trabajaba, iba a una clínica donde atendían a las personas más desfavorecidas, pagando de su bolsillo la mayoría de los tratamientos que esa gente necesitaba.

Althea era una mujer de metro setenta con un cabello castaño ondulado unos ojos de color miel y unos pechos de tamaño medio, tenía una bonita figura y un rostro muy bello, Hestia empezó a notar algo en su sexo que nunca había sentido, como una especie de picor que la obligo a tocarse hasta que estallo en un orgasmo.

Tenía que conocerla, pero para ello necesitaría algo que ocultara su Arcanum (poder de los dioses) y sabía a quién acudir, a Hefesto si alguien podía ayudarle era él, mientras pensaba se miró al espejo, Hestia era pequeña, media un metro sesenta y tenía el cabello negro, ojos azules y unos pechos grandes, era una mujer muy hermosa.

HESTIA

Tengo que conocer a esa mujer, pero está prohibido que los dioses y los mortales se relacionen, si Zeus se entera se enfadara y me castigara, aunque sea mi hermano pequeño no de jade ser el rey de los dioses, pero estoy dispuesta a arriesgarme, me dirigiré a la forja de Hefesto y le comentaré mi problema, además de ser un genio de la herrería es un dios muy discreto.

Hestia- ¿Hola, Hefesto estás aquí?

Hefestos- Si, hola Hestia, ¿qué se te ofrece?

Hestia- tengo una consulta que hacerte.

Hefesto- Tú dirás.

Hestia- ¿Qué haría falta para contener y atar el Arcanum de un dios?

Hefesto- Metal de Adamantina.

Hestia- ¿El metal de los dioses?

Hefesto- Eso es, ¿a qué viene esta pregunta?

Hestia miro avergonzada al suelo y con valentía le contó todo a Hefesto, este entendiendo el problema decidió ayudarle.

Hefesto- veo que has cogido la misma afición que Zeus, sabes que las leyes lo prohíben no?

Hestia agacho la cabeza sabiendo que Hefesto no le ayudaría, tendría que pensar en otra forma de salir del Olimpo sin que nadie se entere.

Hefesto- Habla con Zeus, te comprenderá, si hay un dios que pueda entenderte es él, si te da permiso, yo forjare algo para contener tu Arcanum, ¿trato hecho?

Hestia- Sí.

Salí muy contenta de la forja de Hefesto, tenía miedo de hablar con Zeus, pero la esperanza de poder conocer a esa mujer que me hacía sentir eso tan especial, merecía la pena enfrentarse al rey de los dioses, con paso firme me dirigí al templo de Zeus.

Hestia- ¿Hermano estás aquí?

Zeus- Si, ¿Hestia ocurre algo?

Hestia- Tengo que pedirte un favor y no te va a gustar.

Zeus- ¿Tiene que ver con todo el tiempo que has estado espiando a la tierra?

Hestia- Sí, he visto a alguien muy interesante a la que querría conocer, ha despertado en mi sentimiento que ni los dioses lo han hecho.

Zeus- te ayudaré con unas condiciones.

Hestia- ¿Qué condiciones?

Zeus- Primero que hables con los demás dioses, segundo que tomes adiestramiento, en la tierra carecerás de tu Arcanum y necesitaras saber cuidar de ti misma y por último, tendrás que enseñar a alguien a cuidar de la llama sagrada, si cumples todo esto, por mí no habrá problema.

Llame a todos los dioses y les conté cuál era mi problema, estaba preparada para convencer al dios o diosa que no estaría de acuerdo, quitando Ares los demás estaban de acuerdo, Atenea y Artemisa fueron las primeras en apoyarme y Dionisio también lo hizo, como bien me dijo me lo debía por cederle uno de los doce asientos.

Apollo me dijo que él sé aria cargo de cuidar la llama sagrada, y Hera se encargaría de mi adiestramiento, Apollo aprendió rapidísimo, pero yo era una patosa con mi Arcanum, sabía que mi elemento era el fuego, pero en un momento de la lucha que estaba teniendo con Hera, convoque las llamas sagradas, de no llevar Hera un escudo forjado por Hefesto le habría hecho mucho daño.

Al fin termine, aprendí a defenderme y enseñe a Apollo a cuidar de la llama, ya estaba lista para hacer el viaje de mi vida, estaba muy emocionada, viaje a la forja de Hefesto y me estaba esperando, me entrego una caja con dos brazaletes de Adamantina, uno era para el brazo derecho y el otro para el pie izquierdo, en ellos había inscrito un hechizo, de esta manera podría aflojarlo un poco para usar una décima parte de mi Arcanum, suficiente para enfrentarme a seres mágicos que no fueran dioses.

Hefesto- Si no fuera suficiente y tendrías que disponer de todo tu poder, gritando la palabra Arcanum los brazaletes y su hechizo se romperán y tu poder se liberara, pero después tendrás que volver al Olimpo para siempre.

Hestia- ¿Por qué?

Hefesto- He usado los últimos pedazos de Adamantina que quedaban, La gastamos toda en la lucha contra los titanes, Lo siento Hestia.

Hestia- no lo sientas, me estáis dando la oportunidad de conocer a Althea, solo por eso os estaré agradecida por siempre.

Me despedí de todos y bajé hacia la tierra, esperaba no ser rechazada por esa mujer que había despertado tanto en mí.

ZEUS

Yo- ¿Qué opináis?

Hera- Está preparada, para ser pacífica ha aprendido muy rápido, además puede convocar las llamas sagradas a voluntad, tiene un poder equivalente al tuyo esposo mío.

Hefesto- Espero que no tenga que recurrir a todo su poder porque no podre forjarle más brazaletes.

Yo- No te preocupes por eso, lo tengo previsto.

HESTIA

No lo sabía, pero casi todo el Olimpo cuidaba de mis espaldas, Atenea y Artemisa estaban atentas por si tenían que intervenir, y mi hermano y Hera tenían un plan B.

Mire mis brazaletes y eran muy bonitos, Hefesto tenía muy buen gusto, los brazaletes eran plateados y tenían una inscripción en el idioma de los dioses con una letra bellísima, ahora necesitaba acercarme a Althea, pero como lo haría, los dioses somos invulnerables, no se me ocurrió otra idea que golpear la pared con mi mano para demostrarlo, al tener mi Arcanum sellado, era tan frágil como un mortal y mi mano daba fe de ello.

Ya tenía la excusa para acercarme a ella, esperaría que saliera del hospital y esperaría mi turno en esa pequeña clínica donde atendía a las personas necesitadas, me di cuenta de que mientras nosotros vivíamos muy bien en el Olimpo, en la tierra las personas pasaban muchas penurias, tal vez deberíamos hacer algo más que mirar.

Espere pacientemente mi turno y por fin llego, cuando la tuve delante era más hermosa aun, esos ojos de color miel me tenían hipnotizada y empecé a notar cierta humedad en mi entrepierna, no me había pasado en miles de años y últimamente lo estaba sintiendo muy a menudo.

Althea- ¿Cómo se ha hecho esto señorita?

No sabía que decir e improvise, me acordé que cada vez que Ares se enfadaba o se frustraba pegaba un puñetazo a algo, yo le contaría algo parecido.

Yo- Un mal día en el trabajo, me he frustrado y la pared me ha podido.

Althea sonrió, yo también lo hice mientras me ponía como un tomate.

Althea- ¿Cómo se llama?, así podré dirigirme a usted por su nombre.

Yo- Hestia.

Althea sonrió, le hizo mucha gracia mi nombre, eso me preocupo y si no le gustaba pues sí que empezábamos bien.

Yo- ¿No le gusta mi nombre?

Althea- me gusta mucho, tiene el mismo nombre de la diosa de la mitología griega del hogar y la lumbre.

Yo- Le gusta mucho la mitología griega, soy una experta.

Como para no serlo, llevaba viviéndola miles de años, podría contarle cosas que la dejarían sin habla, bueno no me iría mucho de la lengua no seria que Zeus se arrepintiera y me obligara a volver.

Althea- Si muchísimo, tengo libros, me he visto todos los documentales, yo nací en Grecia aunque me mude de pequeña, todo lo que tenga que ver con mi país me interesa mucho.

Yo- Si quiere algún día podemos tomarnos un café, yo soy profesora de historia antigua en la universidad, si algún día tiene tiempo pásese a ver una de mis clases.

Althea- Lo haré con mucho gusto.

Yo- No me ha dicho su nombre.

Althea- Althea así me llamo.

Yo- Bonito nombre.

Nos despedimos, pero noté que eso mismo que me pasaba a mí con ella a ella le pasaba conmigo, o por lo menos eso quería creer, no sé cómo lo había conseguido, pero Zeus me consiguió ese puesto en la universidad, cuando me hicieron la entrevista me preguntaron si tenía experiencia, de miles de años estuve a punto de contestar, pero el currículo que me preparo Hermes hablo por mí.

Al día siguiente mientras daba mi clase, pude ver como la doctora entraba vestida con un vestido blanco de gasa que se le ceñía al cuerpo, estaba guapísima, por un momento me despisto de lo que estaba explicando, pero me rehice enseguida, de lo que me di cuenta es que puso mucha más atención que los demás estudiantes, la juventud e hoy en día se estaba echando a perder, cuando termino la clase me acerque a ella.

Yo- ¿Le ha gustado?

Althea- Tutéame por favor.

Yo- Así lo aré.

Althea- Me ha encantado, parecía que te supieras todos los libros que se han escrito, si no supiera que es imposible, pensaría que eres la mismísima Hestia.

Me atraganté, no podía descubrirme tan pronto, si eso pasaba estaría acabada.

Althea- Me he tomado unos días libres en el hospital que me debían y me gustaría invitarte a cenar, conozco un restaurante Griego buenísimo.

Yo- ¿Muy bien, te recojo, me recoges?

Althea- Recógeme en la clínica donde estuviste ayer, hoy termino antes y el restaurante queda muy cerca.

Yo- muy bien ahí te recojo entonces, lo estoy deseando.

Althea- Yo también.

La cara que puso y la forma de decírmelo me derritieron, me fallaron asta las piernas, luego tendría que aguantar a mi hermano que seguro que estaría atento a todo lo que hacia.

Me preparé para la ocasión, me puse uno de los vestidos que me dio Afrodita que hacían juego con mis ojos y mis brazaletes y me fui a buscar a Althea, le espere fuera y cuando salió, me quede sin habla, que preciosidad.

Empezaba a pensar que era una diosa que se había extraviado miles de años atrás, estaba guapísima, la cena estuvo muy buena y la conversación con Althea inmejorable, me pregunto por los brazaletes, le gustaron mucho, yo le dije que fue un regalo de mi hermano y mi cuñada, no era toda la verdad, pero tampoco era mentira.

Acompañe a Althea a su casa, vivía en una casa bastante grande, mi templo tampoco es que fuera gran cosa para ser el Olimpo, así que esa casa me gusto mucho, cunado entramos me dijo.

Althea- ¿Quieres algo de beber?

Yo- Lo mismo que tú.

Mi frase acabó allí, al darme la vuelta Althea poso sus labios sobre los míos, era mi primer beso y me puse nerviosa, imaginaos yo todo una diosa como un flan, menos mal que aprendo rápido, se me quedo mirando a los ojos y me dijo.

Althea- Cuando miro tus ojos azules me pareciera estar viendo todo el universo.

Yo- ¿Te gustan?

Althea- Mucho.

Mientras decía eso, se deshizo de su vestido y me enseño su cuerpo en todo su esplendor, tenía su sexo velludo como el mío, pero mejor cuidado, Afrodita tendría que haberme avisado de ese detalle, también me fije que lo tenía muy brillante, no perdí el tiempo y yo también me despoje de todo menos de los brazaletes.

Althea se sentó en el sofá con las piernas abiertas en claro ofrecimiento y yo no me hice de rogar, iba a poner en práctica todo lo que Afrodita me había enseñado, pero decidí hacerlo a mi manera, cuando hundí mi lengua en su sexo fue una experiencia increíble su olor y su sabor me tenían cautivada, era mejor que la ambrosía, Althea empezó a gemir cada vez más fuerte, me apretaba contra su sexo y además ella misma se restregaba contra mí, al final estallo en un grito y en un gran orgasmo.

Su cara de satisfacción me dejo claro que había disfrutado, entonces me cogió del brazo y me beso, rebañando con su lengua los flujos que aún quedaban en la comisura de mis labios, me sentó en el sofá y me hizo ponerme en su misma postura, miro mi velludo coño y se relamió, como era virgen no le prestaba demasiada atención, si me lo recorte un poco, pero viendo el suyo lo recortaría mejor, a ella eso pareció no importarle porque estaba devorando el coño de una diosa con una gula increíble, eso que sentía por primera vez no podía explicarlo con palabras.

Empecé a sentir un gran placer y me temblaron hasta las piernas, menos mal que estaba sentada en el sofá que si no me hubiera caído al suelo, fue increíble mereció la pena haber guardado mi virginidad durante miles de años para perderla con ella.

Nos volvimos a besar y me pidió que me quedara a pasar la noche con ella, fue una noche increíble, volvimos a hacer el amor dos veces más hasta que se durmió abrazada a mí.

Yo sin embargo no me dormí, los brazaletes contenían mi Arcanum, pero podía sentir la magia y esa noche en el restaurante y después en la calle la sentí intensamente en un par de hombres.

Eso solo podía indicar una cosa, Ares andaba cerca, solo él usa esa magia violenta y belicosa, estaría atenta, llegado el momento protegería a Althea con todo mi Arcanum si hiciera falta.

Continuará.