Amor de otoño. Amor de primavera (parte 2)
Segunda parte y final de la historia entre Francisco y Nathalie. Me alegra volver.
El despertador sonó con fuerza, arrancándole de los brazos de Morfeo. De un manotazo lo apagó y bostezando se levantó. Siguió la rutina diaria. Primero hacer pis, después una ducha rápida y seguidamente afeitarse.
Pasándose la maquinilla por la cara, se miró al espejo. Ya tenía arruguitas. Ya se notaban las entradas de su cabello. Su cuerpo se empezaba a poner fofo. Estaba claro que ya había llegado a la cima de su vida y ahora todo el camino era hacia abajo. Nathalie volvió a su cabeza.
¿Qué veía ella en él? Con lo hermosa que era podría tener al hombre que deseara. A cualquier joven de su edad, fuerte, musculado, guapo. Pero ella lo deseaba a él. Aquella hermosa criatura lo deseaba. Se sonrió a sí mismo en el espejo.
-¡Toma ya!
Se tomó un café y salió hacia su trabajo. Era funcionario en el ayuntamiento, jefe de la Unidad de Compras.
Se fijó en las mujeres compañeras de trabajo. Hizo memoria y no recordaba que ninguna hubiese intentado nunca nada con él. Quizás por ser jefe, quizás por estar casado. Pero cuando se separó tampoco ninguna le había mirado con otros ojos. Él tampoco jamás había dado pie a nada.
¿Alguna de ellas lo consideraba atractivo? Ninguna era tan joven como Nathalie. Ni tan hermosa. Y esa joven hermosa lo deseaba a él. La sonrisa volvió a su cara.
-¡Toma ya!
-¿Qué, don Francisco? ´- le preguntó una de las auxiliares.
-Oh, No nada, nada, Marga.
Se metió en su despacho dispuesto a trabajar.
Sobre las doce sonó el teléfono de su mesa.
-Diga.
-Don Francisco - sonó la voz de Marga - una señorita desea verle.
-¿Una señorita?
-Nathalie González.
El corazón le dio un vuelvo. Ella estaba allí.
-Ha...hágala pasar, Marga.
-Sí don Francisco.
Se levantó y se acercó a la puerta. Marga la abrió.
-La Srta. González.
-Buenos días, don Francisco - dijo Nathalie, solemne.
-Bu...buenos días, Srta... González.
Marga cerró la puerta, dejándolos solos. Se miraron, sin hablar, unos segundos. Él fue el primero en romper el silencio.
-¿Pero qué haces aquí?
-Necesitaba verte. No te puedo sacar de mi cabeza. ¿Tú has pensado en mí?
-Sí...he pensado en ti.
-¿Qué pensaste? - preguntó Nathalie, acercándose a él.
-Yo...
Se quedó delante de él, mirándole con sus bellos ojos. Miró sus labios, deseando que se acercaran a los suyos y la besara. Pero no se movieron. Francisco estaba petrificado. Así que Nathalie, poniéndose de puntillas, acercó sus labios a los de él. Los juntó, pero no recibió respuesta.
-Por favor, Francisco. Bésame.
Los ojos de Nathalie estaban acuosos. El hombre al que amaba se quedaba quieto, sin hacer nada por besarla. Probó otra vez. Juntó los labios y le besó.
Esta vez sí que notó una tímida respuesta, que bastó para hacerla estremecer de pies a cabeza. Cerró los ojos y se pegó a su amado, que por fin se decidió a besarla de verdad. La abrazó, notando su delicado y cálido cuerpo contra él. Ambos abrieron sus bocas y buscaron el uno la lengua del otro.
Nathalie se sentía flotar. Los fuertes brazos de Francisco la rodeaban con fuerza. Sus labios le quemaban en los suyos. Sentía mariposillas revoloteando por su barriga. Lo abrazó con fuerza ella también, apoyando su cabeza contra su pecho. Se estremeció cuando él le acarició el cabello con suavidad.
-Tenía que verte, que sentirte, Francisco. No he dejado ni un segundo de pensar en ti. Te amo.
Él siguió acariciando su suave cabello. Estaba abrumado. Aquella chiquilla lo amaba. Cuando creía que nadie más llegaría a amarlo, aparecía ella. Pero su cabeza le decía una y otra vez que aquello no estaba bien. Por quien era ella, pero sobre todo, por su edad.
-¿A qué hora sales? - dijo Nathalie.
-A las 3.
-¿Me invitas a comer? - preguntó, mirándole con sus preciosos ojos y batiéndole sus pestañas.
-Cla...claro. Quedamos a las 3:10 en la calle
-Vale. Francisco... ¿Te gusto?
-Claro que me gustas. Eres una mujer preciosa.
Ella le sonrió, feliz. Francisco dio un respingo cuando la mano de Nathalie le cogió la polla, a medio levantar.
-Ummm, ya sé que quiero de postre.
Le dio un último beso, sin soltarle la polla, y se fue, dejándolo de pie, con una sonrisa en la cara, y la polla dura.
Volvió a su mesa, pero ya no se pudo concentrar en el trabajo. No se quitaba a Nathalie de la cabeza. Comerían juntos, y después...después aquella hermosura de joven volvería a ser suya.
+++++
Le encontró a la salida de la empresa. Francisco temió que ella se lanzara a por él y lo besara delante de todo el mundo, pero Nathalie se comportó. Aunque en el fondo quizás le hubiese gustado que ella lo hiciese. Que lo rodease con sus brazos y le diese un morreo de película delante de todos. Presumir ante el resto de los 'machos' de tener la mejor 'hembra'.
En cuanto se alejaron un poco y no había nadie por los alrededores, pasó. Nathalie se lanzó sobre él y le dio un morreo de libro.
-Te deseo, mi amor. Pasemos de la comida y vamos directamente a por el postre - le susurró la chica.
Él también la deseaba. La cogió de la mano y caminaron hacia su coche. Le abrió la puerta y después se subió él. Todo el camino hacia la casa de Francisco Nathalie estuvo con su cabeza apoyada en el hombro de su amado. Aprovecharon los semáforos en rojo para besarse.
Subiendo el ascensor se besaron y abrazaron. Nathalie sentía contra su barriga la excitación de Francisco. Ella misma sentía como ardía entre sus piernas. Las manos de él le acariciaban sus sensibles pechos.
Cuando entraron en la casa y la puerta se cerró, se empezaron a desnudar el uno al otro, caminando hacia el dormitorio. Para cuando llegaron, ambos estaban desnudos. Sin separar sus bocas cayeron sobre la cama.
Francisco recorrió con sus manos el cuerpo de Nathalie. Era tan suave, tan cálido. Era una delicia pasar los dedos por aquella sedosa piel. Los pezones los encontró duros como piedras. Los besó y los lamió, haciendo estremecer a la chica. Llevó una mano entre las piernas de ella, donde descubrió su mojado coñito. Lo recorrió con dos dedos, frotando el clítoris con las yemas de sus dedos. Ella arqueó la espalda sobre la cama.
-Agggg, mi amor... Cómo te deseo...No puedo más....fóllame... mi vida...
Francisco se subió sobre ella y le metió lentamente, pero sin parar, toda su polla. Se quedó luego quieto mirándola, sintiendo alrededor de su miembro los espasmos vaginales de ella.
-Ummm Natita...eres tan...hermosa
Ella le sonrió, sintiéndose llena. Lo rodeó con las piernas y lo atrajo aún más hacia ella. Cuando él empezó a moverse, Nathalie comenzó a gemir de puro placer. Estiró el cuello y Francisco se lo besó, se lo lamió... se lo mordió, haciéndola gemir aún con más fuerza.
El hombre se apoyó con las manos en la cama, para poder incorporarse un poco. Así tuvo una completa visión de la mujer que gozaba debajo de él. La miró, sin dejar de penetrarla. Ella tenía los ojos cerrados y se mordía el labio inferior.
Francisco se preguntó... ¿Era aquello real? ¿De verdad todo eso le estaba pasando? Las sensaciones de su cuerpo le decían que sí. Que todo era completamente real, aunque su mente se resistiera a creerlo. Aquellos ojos que se abrieron y lo miraron con amor eran de verdad. Aquellos finos labios eran reales. Se agachó y los besó, aumentando el ritmo de la follada.
Nathalie miró a su amado, y también se preguntó si era real. ¿Era posible que todo el placer que estaba sintiendo en ese momento se lo estuviera dando el hombre que siempre había amado? La dura polla que entraba y salía de ella cada vez más rápido le decía que sí. Que era completamente real.
Como real era el orgasmo que atravesó su cuerpo, obligándola a tensar cada fibra de su cuerpo y a apretar los dientes. La polla no dejó de barrenarla ni un segundo durante su largo e intenso orgasmo. Solo se paró cuando ella quedó relajada.
Francisco se salió de ella. Nathalie creyó que todo había terminado. Iba a decir algo cuando él la besó en la boca. Después la besó en el cuello. Lentamente bajó hasta una de sus clavículas, la cual fue besada con mimo. Los siguientes en recibir besos y lamidas fueron sus pezones.
Empezó a estremecerse cuando la besó en la barriguita, después... en su pubis. Cerró los ojos y abrió las piernas, dispuesta a gozar de la sabia boca de su amado Francisco. Éste se acomodó entre ellas y contempló el precioso coñito de la joven antes de empezar a besarlo, a lamerlo.
-Dios...mi amor....que placer me da tu boquita...Cómeme...cómeme toda...
Francisco se ayudó de dos dedos para separar los labios vaginales y exponer el clítoris. Lo sorbió entre sus labios y oyó gemir a Nathalie. La sintió estremecerse cuando con la punta de la lengua lo acarició. Empezó a trazar círculos a su alrededor con la lengua al tiempo que metía dos dedos dentro de la mojada vagina. Ella no pudo resistirlo más de diez segundos y se corrió, levantado las caderas de la cama y pegando su coño contra la increíble boca.
Le siguió dando besitos, pero ahora por los bordes de su coñito, evitando las zonas sensibles. Nathalie jadeaba, con los ojos cerrados, y le acariciaba suavemente el cabello. Al poco, Francisco se acostó junto a ella y la besó. Nathalie chupó la lengua que tanto placer le había dado. Llevó una de sus manos a la polla que la había llenado de gozo. La encontró dura. La acarició.
-¿Y tú mi amor?
-¿Yo qué? - le respondió él con una sonrisa.
-¿No te... corres?
Francisco no le respondió. Se limitó a sonreír y le acarició la cara. Le pasó los dedos por la frente, por las mejillas, sobre los labios. Ella comprendió.
-¿Deseas correrte en mi cara?
-Ujummmm
-¿Por qué no me lo pides? Haría cualquier cosa por ti.
-Natita... deseo correrse sobre tu preciosa carita.
-¿Cómo el otro día?
-Sí. Pero...mejor ven.
Se levantaron de la cama. Francisco cogió, como la ocasión anterior, una almohada, pero esta vez se dirigió hacia el armario. Abrió la puerta y la cara interna era un gran espejo. Delante de dicho espejo puso la almohada y le pidió a Nathalie que se arrodillara de perfil. Ella lo hizo. La polla le quedó en frente de la cara.
Se miró en el espejo.
-¿Quieres mirarme a través del espejo? - preguntó, ligeramente sonrojada, alargando una mano y cogiendo la dura polla.
-Ummm, sí. Y que te mires tú.
Ya no tuvo que hacerle más indicaciones. Nathalie empezó una lenta y sensual mamada. Sus ojos iban de los de él a su propia imagen en el espejo. Se pasó la polla por la cara, y le gustó mirarse a sí misma mientras lo hacía. Le gustó ver como la polla de su amado entraba y salía de su boca, mientras él gemía de placer.
Agarraba la polla y la masturbaba, mirando fijamente a los ojos de Francisco: Otras veces la soltaba y era solo su boca la que actuaba. Él no dejaba de mirarla, ya fuera directamente o través del espejo, el cual le ofrecía un ángulo distinto de la misma acción.
Nathalie lo chupaba cada vez con mayor intensidad. Se agarró con las manos a las nalgas de Francisco y tiró de él, tratando de meterse toda la polla en la boca. No lo consiguió, pero lo siguió intentando.
El orgasmo de Francisco se aproximaba. Iba a ser uno de los fuertes, intensos. Su cuerpo se empezó a tensar y relajar. Nathalie adivinó que se acercaba el momento y redobló sus esfuerzos. Cuando supo que Francisco estaba ya a punto de correrse, se agachó un poquito, cogió la polla con la mano y lo masturbó con fuerza.
-Córrete mi amor. Córrete en mi cara. Llénamela de tu lechita....
Francisco estalló. Su polla empezó a disparar chorro tras chorro de espesa leche que salía a presión de su polla, cayendo sobre la sonriente cara de Nathalie, que la movía para repartir el semen por todas partes. Cuando la polla dejó de manar, abrió los ojos y le sonrió a su hombre. Se miró en el espejo. Estaba cubierta de semen. En su frente, en ambas mejillas, sobre los labios. Francisco jadeaba, aún con espasmos.
-Ummmm, mira como me has dejado, mi vida.
Francisco la contempló. Era la viva imagen de la lujuria. Preciosa, cubierta de semen, que goteaba un poco sobre sus pechos. La polla agarrada. Y sonriendo. Siempre sonriendo.
Se arrodilló frente a ella y la besó con pasión. Restregaron sus caras el uno contra el otro, repartiéndose el fruto del placer del hombre.
-Te amo, Francisco. Con toda mi alma.
Él no supo que decir. Aquella chica lo dejaba sin palabras. Se limitó a besarla. Al rato, se levantaron. Francisco le acarició los pechos para esparcir el semen que le había caído.
-Ummmm, si sigues acariciándome así, me vas a poner cachonda otra vez. Y tengo hambre. Mucha hambre... de comida - dijo, traviesa.
-Vamos
Fueron a la cocina, desnudos. Nathalie se sentó a mirar como Francisco preparaba algo rápido para comer. Tenía prevista comida solo para él, así que preparó unos apetitosos sándwiches de los que dieron buena cuenta.
Durante la comida no dejaron de mirarse. De besarse. De sonreírse. El corazón de Nathalie latía con fuerza. Era, simplemente, feliz. Solo deseaba una cosa. Estar así para siempre. A su lado.
Desnudos, fueron al salón. Francisco se sentó y Nathalie se recostó sobre él. Se besaron con dulzura, acariciando sus cuerpos lentamente. La mano de Nathalie consiguió que la polla creciera. Con la boca pegada a la de él subió y bajó la mano. Le gustaba sentirla dura, palpitando. Como palpitaba ya su propio coñito.
-¿Me deseas, Francisco?
-Con todo mi ser, Natita.
-Ummmm, y yo a ti, mi amor.
Despacito, sin prisas, Nathalie se subió sobre su amado y se sentó sobre él, haciendo desaparecer dentro de ella la dura estaca. Sin separar su boca de la de Francisco, comenzó a moverse, lentamente. Subía... bajaba, besaba. Las manos del hombre recorrieron su espalda, sus nalgas, acariciaron sus pechos. Cuando ella estiró el cuello hacia atrás, él acercó su boca a uno de los pezones y lo chupó. Le gustaba mucho sentirse deseado por ella, cada segundo. Disfrutaba dándole placer.
El orgasmo de Nathalie fue intenso, pero pausado. Largo. Sentada sobre Francisco se corrió con los ojos cerrados, contrayendo su vagina alrededor de la polla que la invadía. Después, reposó su cabeza en el pecho del hombre. El retumbar de su corazón la calmó, como si de un mantra se tratara.
Tan a gusto estaba, tan tranquila, que al poco, se durmió. Francisco sintió su suave respiración. Tratando de no despertarla, la acostó a su lado. Su polla sintió el repentino frío tras abandonar el cálido nido en donde había estado. Estaba brillante, llena de los jugos de la mujer. La miró a ella.
-Qué hermosa eres, Nathalie - susurró.
La chica durmió plácidamente. Él veló su sueño. Le acariciaba las piernas, de piel cálida y suave. Poco a poco cerró los ojos y se durmió también.
+++++
Los despertó el sonido del teléfono de Nathalie. Ella se levantó a cogerlo. Miró el número y vio que era su padre.
-Hola papi.
-¿Dónde andas?
-Estoy con... Isabel - mintió.
-Pues podrías avisar. Estábamos preocupados.
-Lo siento. Se nos fue el santo al cielo.
-¿No te habrás olvidado de lo de esta noche, no?
-Oh, claro que no.
Sí que se había olvidado. Su padre había organizado una cena familiar. Ellos, los abuelos y poco más. Miró a Francisco. No deseaba ir a esa cena. Deseaba quedarse con él.
-Pues no tardes.
-Vale. Ya voy. Besos
Colgó y se acercó a Francisco, que seguía sentado en el sofá.
-Uf, me había olvidado de la cena familiar. Que rollo. Me gustaría quedarme contigo, pero no puedo, tengo que irme.
-No pasa nada, Natita, lo entiendo.
Ella se echó sobre él. Lo abrazó.
-Es que soy tan feliz a tu lado, mi amor.
Se empezaron a besar otra vez. Él la llenó de caricias. Ella notó como la polla se ponía cada vez más dura. La agarró con la mano.
-Ummm, mi vida. Fóllame. Fóllame ya. Lléname de ti. Quiero sentirte conmigo toda la noche.
La tumbó en el sofá, boca arriba. Nathalie abrió sus piernas, en una clara invitación que él aceptó. La penetró y empezó a moverse, follándola con pasión.
-Aggggg, dios...que placer....mi amor...cómo te siento dentro de mí.
-Y a mí cómo me gusta sentirme dentro de ti.
Se comieron las bocas el uno al otro. Nathalie lo rodeó con sus piernas para atraerlo hacia ella, para que le clavara la polla bien a fondo.
Cuando la hermosa joven estalló en un intenso orgasmo, las contracciones de aquel estrecho coñito precipitaron el orgasmo de Francisco, que se corrió a borbotones en lo más profundo de ella.
Las estuvo besando largos minutos, sin bajarse de ella.
-Será mejor que nos vayamos. No se vaya a enfadar tu padre.
-Sí. Será lo mejor.
Se vistieron y Francisco la acercó a su casa. La dejó, como la otra vez, antes, para que nadie los viera. Se dieron un último beso.
-Hasta pronto, mi amor. Te amo.
Esas dos palabras, "Te amo", retumbaban en la cabeza de Francisco mientras miraba como la chica corría hacia su casa. ¿Cómo era posible que lo amase? Él no había hecho nada. Nunca lo pretendió. Eren dos palabras que le hacían sentir, por una parte, muy bien. Despertar esos sentimientos en una preciosa mujer, tan joven... Pero por otra parte, lo asustaban. Quien era ella, la diferencia de edad. Temía que todo se le fuera de las manos.
Arrancó y volvió a su casa.
Esa noche le costó dormirse. Su cabeza bullía de pensamientos encontrados. Deseo... Miedo.
+++++
Al día siguiente, ella le esperaba a la salida de la oficina. Y al otro. Y al otro. Francisco salía y la buscaba con la mirada. Ella le saludaba discretamente. Él no se daba cuenta, pero su corazón latía con fuerza cuando la veía. Se subía al coche, se besaban con pasión y se dirigían a la casa de Francisco.
Él preparaba comida para los dos. Comía siempre desnudos, mirándose, tocándose. La mayoría de las veces no terminaban. Nathalie se subía sobre él y lo cabalgaba con pasión hasta sentir como la llenaba con caliente semen. Luego dormían la siesta, abrazados.
A Francisco le encantaba despertarse y tenerla a su lado. Se pasaba minutos mirándola, sin decir nada. Acariciándola con suavidad. Ella abría los ojos, le sonreía. Abría sus brazos y él la tomaba entre los suyos.
Cuando la penetraba, ella siempre estaba mojada. La follaba despacito, mirando su lindo rostro crisparse por el placer. Le encantaba verla estallar. Hablaban. Reían. Solo había un momento en el que él se quedaba sin palabras. Sin saber que decir. Cuando Nathalie le miraba a los ojos y le decía esa dos palabras. "Te amo". Simplemente la miraba y la besaba.
El viernes por la tarde, Nathalie se despertó al sentir como algo le rozaba entre las piernas. Abrió los ojos y descubrió a Francisco con la cabeza entre ellas. Se estremeció cuando él lamió la rajita de su coño de abajo a arriba.
-Agggg, mi vida... que rico.
-Me encanta tu coñito, Natita. Es tan rico...y tan precioso.
-¿Precioso?
-El más lindo que he visto en mi vida.
-¿Y has visto muchos, bribón?
-Jeje, la verdad es que no tantos como me hubiese gustado.
-Capullo. Calla y... cómeme.
Durante los siguientes 20 minutos eso fue lo que Francisco hizo. Comerle el coñito con pasión a la joven mujer, que no dejó de acariciar su cabello, de gemir, de apretarle contra ella.
Nathalie perdió la cuenta de los orgasmos que la sabia boca de Francisco le regaló esa tarde. Cuando ya no pudo más, cuando quedó tan sensible que las caricias empezaron a molestarle, le separó la cabeza. Él la miró desde entre sus piernas, con la cara brillante.
-Ya no más, mi amor. Ya no puedo más.
Francisco se acostó a su lado y la besó.
-¿Sabes que eres la cosita más linda del mundo? - le dijo.
-Te amo, Francisco.
Ella notó como él se quedó unos instantes sin saber qué hacer. Después, la besó con pasión. Nathalie notó contra sus muslos la dura polla. Hasta ella llevó una mano y la agarró. Movió la mano arriba y abajo, a lo largo de la rígida estaca.
-¿Quieres correrte en mi carita, mi amor?
-Con todo mi ser - respondió.
-Pues venga. Ponte sobre mí. Fóllame la boca. Y lléname la cara con tu lechita.
Francisco le puso dos almohadas bajo la cabeza. Se puso sobre ella, arrodillado con una pierna a cada lado. Acercó su polla a la tentadora boca de la chica y disfrutó. De sus labios, de sus ojos mirándole. De sus caricias en la espalda y en las nalgas. De la serpenteante lengua.
Se apoyó con las manos en la pared, se echó hacia adelante y moviendo sus caderas metió y sacó su polla de la caliente boca de Nathalie.
Nathalie gozaba mucho cuando él le acariciaba su culito con los dedos, cuando se lo follaba con uno. Lentamente acercó uno de sus dedos al ano de Francisco y lo acarició, esperando su reacción.
-Agggg, Natita... qué placer... Eres...maravillosa...
Apretó el dedo y lo empezó a introducir. Francisco gimió más fuerte, sin dejar de mirar a la chica que tanto placer le estaba dando.
Nathalie solo le miraba, le chupaba. Sorbía. Mamaba. Empujaba su dedo. Todo para darle el máximo placer a su amado. Con alegría vio como la cara de Francisco se empezaba a tensar. Sus movimientos se hicieron más intensos, hasta que con un gemido, le sacó la polla de la boca,
Nathalie cerró los ojos. Sonrió. La polla tuvo un espasmo y de la punta salió disparado un inmenso chorro espeso y blanco que impactó sobre el ofrecido rostro. Otro espasmo y un segundo latigazo se sumó al primero, seguido de un tercero y un cuarto. Sin respirar, con cada fibra de su cuerpo tensa, Francisco miraba como se corría sobre la cara de Nathalie.
Se quedó quieto, jadeando. Ella abrió los ojos. Abrió la boca y lamió la punta de la polla, al tiempo que le sacaba el dedo de su culito.
¿Era aquello real? ¿Se había corrido realmente sobre aquel hermoso rostro? ¿O no sería todo fruto de su imaginación?
-Te quiero, Francisco. Te amo.
Era real. Era real.
Se acostó de nuevo a su lado y se la comió a besos. Se ayudó de los dedos y de la lengua para limpiarle la cara de su semen. Lo compartieron, abrazados, pegados.
Francisco se acostó boca arriba. Ella apoyó su cabeza en su pecho.
-Soy tan feliz a tu lado. Eres maravilloso.
-¿Yo? Soy normal. Uno más.
-Eres mi...'más'.
Nathalie deseaba algo. El corazón empezó a latirle. ¿Y sí él no lo deseaba? ¿Y si se cansaba de ella?
-¿Sabes una cosa? - preguntó, con algo de miedo en la voz.
-Dime, Natita.
-Me encantaría pasar el fin de semana contigo. Dormir contigo. Despertarme contigo.
Temió que él le dijera que no. Que no podía ser.
-A mí también me gustaría, Natita.
-¿De verdad? - le preguntó, con lagrimas en los ojos.
-De verdad.
La cabeza de Nathalie empezó a trabajar a toda prisa. En segundos trazó un plan. Se levantó corriendo y cogió su móvil. Marcó el número de Isabel.
-Vaya. La hija pródiga ha vuelto. ¿Dónde te has metido toda la semana?
-Con él.
-Ummmmm. Te habrás hartado de follar, ¿eh?
-Sí. Pero no es solo follar. Es estar a su lado.
-Joder. Pues sí que estás pillada.
-Completamente pillada.
-Le dejé.
-¿A Luis? Oh, lo siento. ¿Estás bien?
-No tonta. Que le dejé correrse en mi cara.
-¿Sí? jaja. ¿Y qué tal?
-Pues...sucio. Me dejó hecha una pena. Me cayó leche en un ojo y lo tuve irritado casi un día. Uf, como picaba.
-Jajajaja.
-Sí, ríete, ríete. Se acabaron las lechadas para mí.
-Jajajaja. Pero seguro que a Luis le encantó.
-Jeje, Sí. Se quedó loquito, loquito. Hasta más cariñoso que de costumbre.
-Pues mujer. Dale ese gusto más veces. ¡Solo recuerda cerrar los ojos! Jajajaja
-Capulla. ¿Qué? ¿Nos vemos esta noche?
-Para eso te llamaba. Necesito que me cubras otra vez.
-Joder.
-Venga mujer. Quiero pasar todo el fin de semana con él. Le voy a decir a mis padres que me quedaré los dos días en tu casa.
-Te van a pillar.
-Dime que sí.
-Tú misma. Pero si te pillan a mí no me metas en líos.
-Tranquila. Todo está controlado.
-¿Y no nos veremos ni un poquito? Nos tomamos unas copas y así me presentas a esa maravilla de hombre.
-Bueno, a lo mejor. Ya te llamo. Recuerda, si te preguntan, estaré en tu casa.
-Ok.
-Chao.
-Chao.
Corriendo, dando saltitos, Nathalie volvió a la cama. Se tiró sobre ella y se abalanzó sobre Francisco.
-Hecho mi amor. Me quedaré contigo hasta el domingo.
-Ummmmm. Ven aquí.
Se fundieron en un beso, lleno de deseo y de pasión.
-Uy, necesito ropas y algunas cosas. ¿Me acercas a casa?
-Claro.
Se vistieron y la acercó hasta la casa. Esperó en el coche mientras ella entraba.
A Nathalie no le costó nada obtener el permiso de sus padres. Confiaban en ella. Era una buena chica, responsable. Ya era una mujer adulta y se merecía pasárselo bien después de titularse.
Subió corriendo a su cuarto y metió lo necesario en una pequeña mochila. Ropa, muda limpia, su cepillo de dientes.
-Chaooo. Hasta el domingo, mami. Chao papi.
-Pásalo bien, tesoro.
-Seguro.
Caminó con paso rápido la manzana que le separaba del coche. Se subió y agarrada del brazo de Francisco, volvieron a la casa de éste.
Cenaron. Vieron la tele. Se besaron. Se acariciaron. Sobre las doce se fueron a la cama, en donde se volvieron a besarse, a acariciarse. Nathalie abrió sus piernas. Francisco se puso entre ellas y la folló lentamente, sin prisas, hasta estallar profundamente dentro de ella.
A oscuras acarició su cabello hasta que su respiración le indicó que se había dormido. Cerró los ojos y también se durmió.
+++++
Abrió los ojos el sábado por la mañana, temprano. No habían bajado la persiana y el sol iluminada la habitación. Notó el calor del cuerpo de Nathalie.
Miró hacia ella. Estaba boca abajo, aún dormida. Admiró su bella espalda. Sus estrechas caderas. Y su precioso culito. Se maravilló de la suavidad de su piel cuando le acarició la espalda.
Siguió bajando hasta llegar a las redondas nalgas. Las recorrió con sus dedos. Cuando se acercó y le dio un beso en el cuello, ella despertó.
-Ummm, buenos días, mi amor - dijo Nathalie en un susurro.
-Buenos días, Natita.
Lentamente, Francisco fue bajando por aquel delicioso cuerpo. Besaba cada centímetro, siguiendo la línea de la columna vertebral, pero desviándose cada poco hacia los lados. Nathalie siguió con los ojos cerrados, sintiendo aquellos suaves besos que le erizaban la piel.
Los labios llegaron al nacimiento de las sugerentes nalgas. Las besó y lamió, arrancando pequeños gemidos a la chica, que notaba como su coñito se mojaba más y más. Nathalie cerró los puños cuando la lengua de Francisco recorrió la rajita que separaba las dos turgentes masas de carne.
-Aggggg, mi amor.
Con la ayuda de las manos, él separó las nalgas y buscó con la lengua el pequeño agujerito que allí se escondía. Nathalie volvió a gemir.
-Ummmm, Francisco... qué rico.
La siguió besando, lamiendo, chupando. Nathalie nunca había sentido una caricia tan íntima. Le gustó sentir la lengua lamer su culito. El calor del aliento de su amado. Empezó a contorsionarse lentamente, buscando la suave lengua que le daba tanto placer en lugares insospechados.
Francisco se separó un poco para mirar. Antes sus ojos tenía el precioso culito de Nathalie. Redondo, con forma de pera. Un culito muy tentador. Acercó el dedo índice de su mano derecha y con la yema acarició el cerrado pero lubricado ano.
-¿Te gusta?
-Uf, sí. Es una sensación muy rica.
Presionó. La punta del dedo se introdujo en el culito. Ella arqueó su cuerpo.
-Agggggg, dios...Mi amor... ¿Qué me haces?
Él no contestó. Acercó su boca y besó una de las nalgas a medida que presionaba, metiendo poco a poco el dedo dentro de ella. Cuando llegó a la mitad, al segundo nudillo, paró y empezó a sacarlo, pera seguidamente volver a meterlo. Nathalie movía sus caderas, sintiendo un inesperado placer.
-Me estás... follando el culito.... Mi amor, me estás follando el culito.
-Sí, Natita. Y parece que te gusta.
-Me encanta.... agggggg
Francisco notó el olor del coñito de la chica. Miró y comprobó que brillaba, que estaba rezumando jugos. Movió el dedo más rápido y Nathalie gimió más fuerte, apretando las manos y atrapando las sábanas con ellas.
La polla de Francisco parecía que iba a estallar de lo dura que estaba. La notaba aplastada bajo él.
-Natita, te voy a follar el culito.
-Ummm, pero si ya... lo estás haciendo.
-Te lo voy a follar con mi polla.
-Aggggggggg, ¿Con tu polla? ¿Me vas a follar el culito con tu polla?
-Sí
-Es muy grande...Me...
-Lo deseo. Deseo tu culito.
El dedo le estaba dando placer. Mucho placer. Y él lo deseaba. Era suya, por entero.
-Mi amor, sabes que soy tuya. Hazme lo que quieras. Clávame tu polla en el culito si ese es tu deseo.
Besó su nalga derecha al tiempo que le metía todo el dedo dentro. Nathalie apretó los dientes, llena de placer.
-¿Tienes alguna crema, Natita?
-Sí, en la mochila tengo crema para las manos.
-No te muevas.
Nathalie no se movió. No abrió los ojos. Se quedó quieta, esperando. Notó como Francisco abandonaba la cama. Oyó la cremallera de su mochila. Y como él regresaba. No vio como él abría el bote de crema y se echaba en los dedos. Gimió cuando volvió a sentir su cerrado culito acariciado, ahora con la algo fría crema, que enseguida se calentó. Notó como el dedo volvía a entrar. Ahora, lubricado con la crema, resbaló suavemente hasta el fondo.
-Ummmm, Francisco... me gusta...más...más...
Le folló unos segundos con un dedo. Lo sacó, dejando dentro solo la punta y añadió el dedo corazón. No le costó nada enterrar los dos. Nathalie levantó las caderas.
-Aggggg, dios....mi amor. Me llenas.
La fue dilatando. Metiendo los dos dedos, rotándolos, esparciendo la crema. Ella gemía de placer, meneando el precioso culito. La polla de Francisco saltaba de excitación. Se echó crema en la mano libre y la esparció por la polla.
Se subió sobre la chica, con las rodillas a ambos lados de su cuerpo. Se agachó y la besó en el cuello.
-¿Estás lista?
-Sí. Estoy lista para ti. Gózame.
Francisco admiró unos segundos el perfecto culito que iba a desvirgar, que iba a ser suyo, Acercó su dura polla y la apoyó contra el apretado orificio. Empezó a empujar. La punta de su polla no tuvo problemas para romper la resistencia y se coló dentro. Nathalie aferró las sábanas con sus dedos y se estremeció de pies a cabeza.
-Aggggggggggg
¿Te duele?
-Un... poco... pero sigue....no te pares...fóllame.
Siguió empujando, enterrando poco a polla toda su polla dentro del apretado culito de Nathalie. Fue despacio, pero sin detenerse. Solo paró cuando su pubis chocó contras las nalgas.
-Natita...ya...tienes toda mi polla dentro de ti.
-La...siento... dios Francisco. Me siento totalmente llena de ti.
Sin moverse acarició su espalda, besó su cuello. Fue ella la primera en moverse, en empezar a rotar las caderas.
-Ummm, me gusta... Siiiii, me gusta. Fóllame mi amor... Folla mi culito.
Nathalie sentía un ligero dolor, pero el placer lo superaba. Placer que aumentó cuando Francisco empezó a moverse, a meter y sacar su polla de aquel culo perfecto. Segundo a segundo fue follándola más profundamente, más intensamente. Los dos se llenaron de placer. Los jugos del coñito de la chica mojaron las sábanas. No dejó de moverse, de buscar con sus caderas la polla que la taladraba.
-Agggg. ¿Te gusta mi culito? ¿Te gusta... follarme el culito?
-Sí, me encanta. Eres....tan preciosa, tan caliente, tan sensual.
-Mi amor, quiero sentirlo. Quiero sentir como te corres dentro de mí, como me llenas con tu lecha calentita.
Francisco aumentó aún más el ritmo, arrancando gemidos y pequeños gritos a la joven. La folló cada vez con más intensidad hasta que notó que se iba a correr.
-Ya... Natita...ya me voy a correr....dentro de tu culito....
-Siiiiiiiiiiiiiiiiii dámelo todo....
Las últimas estocadas fueron salvajes. Hasta que él dio un último empujón, le clavó la polla hasta el fondo y empezó a correrse intensamente. Nathalie lo sintió. Notó las contracciones de la polla, la tensión del cuerpo de él y los potentes chorros hirvientes que la llenaban por dentro.
Apretó los dientes. Cerró los puños y se corrió con él, gozando intensamente de las sensaciones que los envolvieron a los dos.
Francisco cayó, agotado, sudando, sobre la espalda de Nathalie. Se acostó a su lado, abrazándola con fuerza, besándola con ternura. Ella se dejó abrazar, feliz. Inmensamente feliz.
Se quedaron unos minutos abrazados, sin decir nada. Solo sintiéndose.
-¿Nos damos una duchita antes del desayuno? - preguntó él.
-Vale.
El agua caliente cayó sobre los cuerpos abrazados, que no se dejaron de besar y acariciar. Nathalie gozó de los besos, de los sabios dedos. Rio cuando la enjabonó y le hizo cosquillas. Y se corrió cuando Francisco la masturbó. Sus gemidos se ahogaron en la boca de su amado. Francisco tuvo que sostenerla porque ella se quedó sin fuerzas por el intenso placer.
Desayunaron y después fueron a dar un paseo. Había mercadillo y Nathalie fue de puesto en puesto, contenta, feliz. Francisco la miraba. No se cansaba de mirarla. Era tan fresca, tan llena de vitalidad. La felicidad de ella se la contagiaba y el mismo se sentía dichoso y lleno de vida... incluso mejor que cuando era adolescente. Le compró algunos pendientes y pulseras. Ella se abrazaba y le besaba.
Al principio él se sentía un poco incómodo con esos besos y abrazos. Notaba las miradas de la gente. Le miraban igual que él hubiese mirado si una preciosa joven se besase con un hombre como él. Además, temía que alguien conocido los reconociera. A ella no parecía importarle que la vieran besarle. Estaba tan feliz de estar con él que nada más le importaba.
A media mañana el calor apretó, así que se sentaron en una terracita, a la sombra, para tomar algo fresco y un aperitivo.
-Camarero, por favor - llamó Francisco, levantando la mano.
-Buenos días. Dígame caballero.
-Buenos días. Me trae una cerveza y... - miró hacia Nathalie, esperando que ella dijese lo que quería.
El camarero, mirando a la preciosa joven, se adelantó.
-¿Y para su hija?
-No es mi hija - respondió serio, Francisco.
-Oh, disculpe. Pensé que...
-Yo quiero una Coca-Cola - dijo divertida, Nathalie.
-Y algo para picar, ca...marero - añadió Francisco, que casi le dice capullo.
El camarero se marchó. Francisco se quedó con cara seria. Ella le miró y se rio.
-Jajaja. No pongas esa cara.
-Joder. Si es que es normal. Podría ser tu padre.
-Pero no lo eres. Eres el hombre a que amo.
-Ya... pero noto como nos miran.
-¿Y te importa?
-Pues... no. Bueno, un poco.
-Jajajaja.
Nathalie vio como el camarero se acercaba con el pedido. Se levantó un poco y le dio un impresionante beso a Francisco, metiéndole la lengua casi hasta la campanilla. No dejó de besarlo mientras el camarero les servía las bebidas. Cuando se marchó, volvió a sentarse.
-Jajajaja. Ahora sí que nos miran. - dijo ella, riendo sin parar.
Medio sonrojado, Francisco rió con ella...
Después del aperitivo volvieron a pasear. Sus manos se tocaron. Ella esperaba que él se la cogiera, pero no lo hizo. Así que ella se la cogió. Francisco no la soltó.
Volvieron a la casa de Francisco y para comer pidieron comida china. Antes de la siesta hubo más placer para los dos. Sobre todo para Nathalie. Francisco sabía como llevarla una y otra vez a la cúspide del placer. Era un amante maravilloso.
+++++
Nathalie se despertó. Abrazada a Francisco, que dormía a su lado. Le acarició el pecho, ligeramente velludo. Cerró los ojos. Se empezó a imaginar como podría ser su vida. Su vida junto a él. Es lo que deseaba. Que todos los días fueran como ese día.
Solo había una cosa que la preocupaba. Su padre. Sabía que no se tomaría bien la relación que tenía y pretendía seguir teniendo con Francisco, su amigo. Pero tendría que aceptarlo. Ya era una mujer, tomaba sus propias decisiones. Pero temía ese momento, cuando su padre lo supiera. Por su madre temía menos.
"Pero bueno. Cuando llegue el momento, ya se verá", se dijo
-Despierta, dormilón - le susurró, zarandeándolo ligeramente.
-¿Umm?
-¿Dónde me vas a llevar hoy?
-¿Quieres salir?
-Claro. Es sábado. Marcha, marcha.
-Natita... que ya no estoy para esos trotes.
-Anda, no seas bobo. Que no eres tan... viejito.
-Nos quedamos y vemos una peli.
-No no. Venga. Solo un ratito. No volveremos tarde, te lo prometo.
-Bueeeno.
-Bieeeennn. Voy a arreglarme.
Francisco se quedó mirando como la chica saltaba de la cama y se metía en el baño, con su mochila. Ese 'arreglarme' significaba, como mínimo, una hora.
Hora en la que tuvo tiempo para pensar en lo que se estaba metiendo. Recordó al maldito camarero. Las miradas de la gente. Se acordó de su amigo Iván. Todo le decía que terminara con aquello. Todo estaba en su contra. Pero recordó los bellos ojos de Nathalie. La suavidad de su piel. Como se le iluminaba el rostro cuando reía. Su gemidos de placer. Había pasado con ella una maravillosa semana. La más feliz que recordaba de toda su vida.
"Qué coño. Voy a salir con ella y me lo voy a pasar de puta madre".
Cuando la vio salir, vestida, ligeramente maquillada, se quedó pasmado mirándola.
-Natita...estás... preciosa.
-¿Te gusto? - dijo ella, girando sobre sí misma para que él la viera.
-Wow. Esta noche no te van a quitar ojo de encima.
-Solo me importan las miradas de dos ojos. Los tuyos.
-Ahora me toca arreglarme a mí.
Una ducha rápida, un afeitado y en menos de 15 minutos estaba listo. Pensó en ponerse traje y corbata, pero desechó la idea. Eligió chaqueta de sport.
-Ummm, tú también estás muy guapo.
-Gracias, Srta. ¿Nos vamos?
-Nos vamos.
La llevó a cenar a un distinguido restaurante. No rehuyó su mano sobre la mesa. Se la agarró con fuerza. No dejó de mirarla.
Sobre las 11 de la noche fueron a un pub tranquilo que él solía frecuentar antes. Música suave y ambiente tranquilo, sobre todo a esas horas. En un rincón pidieron unas copas y se besaron, sin importarles las miradas.
-Isabel quiere conocerte
-¿Isabel? ¿Tú amiga?
-Sí.
-Uf.
-¿Qué?
-No sé si será buena idea.
-Tranquilo. Es de fiar. Nos está cubriendo.
-Ya. Pues... no sé.
Una cosa era que desconocidos los vieran juntos. Pero una amiga de ella.
-Venga, no seas bobo. Es muy simpática. Mi mejor amiga.
-Vale.
-Chupi.
Nathalie sacó su móvil y llamó a Isabel.
-Hola caracola - le dijo.
-Hola caraculo - respondió Isabel.
-Jajaja. ¿Dónde estás?
-En casa. Ya iba a salir con la panda.
-Estoy con él tomando una copa.
-Vaya. ¿Por qué no os venís los dos al antro con nosotros?
El antro era en donde solían quedar para empezar la noche. Un sitio atestado, ruidoso, con la música a todo volumen. Nathalie sabía que a Francisco no le gustaría mucho. Además, en la panda había mucho bocaza.
-No, mejor no. Vente tú, sola, aquí, y te lo presento.
-¿Dónde es aquí?
-El pub Cindirella.
-Pero si es un muermo, para carrozas.
-Estaremos aquí un rato más. Si quieres vienes, si no... tú misma.
-'Ta bien. Puede más mi curiosidad que la muermez del sitio. Voy.
-Hasta ahora.
Colgó.
-Pues ya viene, mi amor.
-Uf.
-Jajajaja. Tranquilo.
Isabel cogió un taxi y tardó como 20 minutos en llegar al sitio. Había estado allí un par de veces, pero era demasiado tranquilo para su gusto. Entró y cuando sus ojos se acostumbraron a la débil luz interior, se puso a buscar a su amiga.
Miró hacia la barra. Allí vio a alguien conocido. Era ese amigo del padre de Nathalie. Francisco. Se dijo que era una casualidad encontrarlo allí, que se llamara como el chico de su amiga. La buscó y la encontró al fondo, sentada en una mesa. Sola.
"No puede ser...No puede...., se dijo mientras seguía con la mirada a ese Francisco. Vio como se acercaba a la mesa de Nathalie, como dejaba las copas y...como la besaba.
"Coño. ¡Pero si puede ser su padre!". Estaba asombrada.
Nathalie la vio, la saludó y vino corriendo hacia ella.
-Holaaaaaaaaaa Isabelita.
-Estás loca.
-¿Loca? ¿Por?
-¿Tu Francisco es ese Francisco? - dijo, señalando hacia la mesa
- Ese es, sí. Antes de que digas nada, sí. Podría ser mi padre. Pero no lo es.
-Joder, Nathalie. Se va a liar. Cuando tu padre se entere, te mata. Bueno, a ti no, pero a él, lo mata.
-No es para tanto. Pero no dirás nada, ¿Verdad?
-Por mí no lo sabrá.
Nathalie la cogió de la mano y la acercó a la mesa.
-Francisco, te presento a Isabel, mi mejor amiga y nuestra encubridora.
Francisco se levantó. ¿Qué hacía? ¿Le daba dos besos?
Isabel le miró. ¿Qué hacer? A cualquier otro amigo de Nathalie le hubiese dado dos besos. Pero ahora no sabía si dárselos a Francisco o estrecharle la mano.
-Encantado, Isabel.
-Igualmente, Francisco.
Nathalie, al ver a aquellos dos pasmarotes, intervino.
-Mi amor. Puedes darle un beso. No me pondré celosa.
-Oh, claro
Le dio un beso en cada mejilla y se sentaron.
-Nathalie me dijo que bebías cubata. Te traje uno - dijo Francisco.
-Ah, gracias. Lo necesito.
Isabel cogió el vaso y le dio un buen trago.
-Así que tú eres el amante misterioso.
-Sí, eso parece.
-Pues vaya.
-Imagino que no esperabas algo así.
-Para nada. Ha sido toda una sorpresa.
-¿No recuerdas que hace años te dije que me gustaba una amigo de papá? - dijo Nathalie.
-Ummm, sí. Pero eso fue hace muuuucho tiempo.
-Pues lo amo desde hace muuuucho tiempo.
Nathalie cogió entre sus manos una de las manos de Francisco. Isabel los miraba.
Se fijó más en Francisco. No era feo. No estaba mal, pare su edad. Pero a ella no le atraían los hombres tan maduros. Parecía que a su amiga, sí.
Empezaron hablar. Francisco era simpático, de fácil conversación, y divertido. Las hizo reír a las dos con sus ocurrencias. Isabel llegó a olvidarse de quién era y empezó a verlo como el nuevo chico de Nathalie.
Pidieron otra ronda y siguieron hablando. Nathalie insistió en bailar y sacó, a regañadientes a Francisco a la pista. La música era lenta y bailaron abrazados. Isabel, desde su asiento, los miraba.
Vio como Nathalie cerraba los ojos. Como se mecía con él. Como le miraba. Hasta casi notó como se estremeció cuando él le acarició un hombro. Vio el amor en los ojos de su amiga.
Volvieron cogidos de la mano.
-Uy, que me meo -dijo Nathalie - ¿Me acompañas, Isabel?
-No... yo no tengo ganas.
Francisco se extrañó. Es bien sabido que las mujeres siempre van al baño de dos en dos, tengan o no tengan ganas. Se sentó en la mesa
Cuando Nathalie se marchó, Isabel se encaró con él.
-¿Qué estás haciendo?
-¿Yo? Nada.
-Conozco muy bien a Nathalie. Y sé que está muy enamorada de ti.
-Lo sé.
-Como le hagas daño, me las pagarás.
-No es esa mi intención.
-¿Y cuál es tu intención? ¿Follarte a una linda jovencita? ¿Presumir delante de tus amigos?
-No soy de esos. Esto me ha cogido totalmente por sorpresa.
-¿Por qué no lo dejaste antes de que empezara?
-No lo sé, la verdad. No he dejado de comerme el coco. Por más que me digo que es imposible, que todo esto no tiene futuro...
-¿Qué?
-Me mira y olvido todo eso.
-Cuando se entere su familia se va a armar.
-Bueno, espero que no lo sepan.
-Ella querrá seguir. Se sabrá.
Francisco se quedó callado. Había pensado en que quizás podrían seguir como estaban, viéndose a escondidas. Si nadie lo sabía, nada pasaría. Pero quizás Isabel tuviese razón. Al final, se sabría
-¿De qué habláis? - preguntó Nathalie al regresar.
-De nada. Bueno, yo me voy. Que la panda se va a desmadrar si no los controlo.
-Nosotros también nos vamos.
Francisco pagó las consumiciones y salieron del local. Insistió en acercar a Isabel al sitio en el que había quedado con sus amigos. El Antro, creyó oírle decir. Pero cuando la dejó en el lugar, el cartel del local ponía otro nombre. Hasta allí llegaba el sonido de dentro.
Isabel se bajó y le dio a Nathalie un beso metiendo la cabeza por la ventanilla.
-Gracias por traerme, Francisco.
-De nada. Un placer.
Vieron como se alejaba y se metía en el local. Cuando abrió la puerta, el sonido los golpeó.
-¿No te apetece ir con tus amigos? - preguntó Francisco.
Nathalie se giró. Le miró fijamente a los ojos y le puso una mano sobre la polla.
-No. Quiero que me lleves a tu casa y me folles bien follada.
Francisco arrancó el coche y se puso en camino. Nathalie no dejó de acariciarle la polla, notando como se ponía dura. Le bajó la cremallera y se la sacó.
-Me encanta tu polla, mi amor. Conduce con cuidado - le dijo, quitándose el cinturón y bajando lentamente la cabeza hasta meterse la polla en la boca.
A esas horas no había mucho tráfico. Francisco acarició el cabello de la chica con la mano derecha. Gozó de la lenta y placentera mamada que la cálida boca le hacía. Oía el sonido de succión y rechupeteo que ella exageraba a propósito. Nathalie también gemía. Se había metido la mano derecha por debajo de la falda, por dentro de las bragas, y se pasaba lentamente los dedos a lo largo de su mojado coñito.
-Agggg, Natita. Qué boquita tienes.
Ella notó como la polla se endurecía más y más. Él apretaba, se tensaba. Ella se la sacó un momento de la boca.
-No te corras. Quiero que me vuelvas a llenar el culito antes de dormir.
-Ummm, eso...no...ayuda
Francisco se concentraba en la carretera, en el placer que sentía y en no correrse.
Le costó, pero consiguió llegar a su garaje de una pieza. Protestó cuando se fue a guardar la polla en el pantalón y ella no le dejó.
-Pero Natita. Nos puede ver alguien.
-Shhhhhhh, yo me encargo.
Salieron del coche. Ella le agarró por la polla y se pararon frente a la puerta del ascensor. Mientras esperaban, se besaban. Francisco gemía por la suave paja que ella le hacía, sin dejar de vigilar por si algún coche entraba en el garaje.
Cuando el ascensor llegó, ella se puso delante de él, por si alguien bajaba. Pero estaba vació. Entraron y empezaron a subir.
El escaso minuto que duró la ascensión se los pasó Francisco casi sin respirar, mirando hacia abajo, en donde una arrodillada Nathalie se pasaba su polla por la cara, lamiéndola, mirándole a los ojos.
-Si no quieres que me corra, no sigas así.
-¿Es que no tienes aguante?
Dos pisos más y le hubiese llenado la preciosa carita con una abundante ración de semen. La parada del ascensor lo salvó.
Nathalie se levantó, le agarró la polla y casi lo arrastró hasta la puerta de la casa. Francisco abrió y entraron.
Entre besos y caricias se desnudaron el uno al otro. Cuando llegaron a la habitación ya estaban desnudos.
Nathalie vio cumplido su deseo. Se durmió abrazada por su amado, con el culito lleno de caliente lechita.
Cuando el domingo por la noche él la llevó a su casa, Nathalie no pudo evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas. Deseaba tanto estar con él.
-Tranquila, Natita - la calmó Francisco, secándole las lágrimas con los dedos.
Él tampoco quería que el día acabara ni que ella se fuera.
+++++
La siguiente semana fue igual a la anterior. Comían juntos, se pasaban la tarde juntos. Tardes llenas de placer. Francisco se encontraba con miles de sorpresas por toda la casa, corazones con lápiz labial en el espejo del baño, notitas en el refrigerador con te amo, y hasta sus bragas bajo la almohada... le encantaba encontrar algo de ella por donde sea que pasara. Dejó de sentirse solo incluso cuando ella no estaba. Mensajes de Nathalie al celular mandándole fotos que se habían tomado juntos. Su casa ahora estaba iluminada de alegría
El fin de semana Nathalie no pudo volver a usar el mismo engaño que la vez anterior. Se sintió frustrada, pero se pasó el máximo tiempo posible con él. Solo a su lado era plenamente feliz.
Unos días después, por la mañana, Francisco recibió una llamada en su móvil particular. Cuando vio de quien era se le heló la sangre. Era Iván. Se quedó mirando el nombre en la pequeña pantalla, con miedo a contestar. Sonaba y sonaba.
Al final, contestó.
-Hola Iván.
-Hola Francisco. ¿Qué tal?
-Bien. ¿Y tú? ¿Todo bien?
-Sí. Bueno, no. Estoy preocupado por Nathalie
Francisco se tensó.
-¿Le ha pasado algo?
-Es que....Oye. ¿Tienes tiempo para un café?
-Claro.
-Estoy por la zona. Nos vemos en la cafetería de enfrente de tu oficina en 10 minutos.
-Vale. Hasta ahora.
Cerró los ojos. Notó a Iván preocupado, pero no parecía que fuese con él. Quizás fuera por otra cosa. ¿Pero qué otra cosa podría tener preocupado a su amigo?
A los 10 minutos bajó a la calle y cruzó hasta la cafetería. Iván ya estaba sentado. Se sentó a su lado.
-¿Qué pasa con tu hija?
-Está saliendo con alguien.
-Bueno, eso es normal. ¿No?
-Desde que volvió de la universidad casi no está en casa. Se pasa la tarde fuera, y los fines de semana no le vemos el pelo.
-Hombre, que es una chica joven. Es normal que quiera divertirse.
-Un amigo mío la voy hace dos días. Se estaba besando con un hombre.
Francisco sintió escalofríos. No podía ser otro más que él. No se separaban.
-Iván, Nathalie ya es una mujer adulta. Ella...
-¿No lo entiendes? No era un chico. Era un hombre. De nuestra edad. ¿Qué hacía mi hija abrazada a un tipo que podría ser su padre? Dios...no lo entiendo.
Francisco notó sudor en las manos. No veía escapatoria posible. Tarde o temprano Iván se enteraría. Y por como estaba, sabía que su amistad se acabaría.
-Todos sacrificios que he hecho para educarla, para darle una carrera. Y ahora mira como me lo paga.
-Creo que estás exagerando, Iván. Deberías hablar con ella.
-Lo he intentado, pero no me dice nada. Solo que es su vida, que ya es mayorcita.
-Lo es.
-Pero si aún es una niña. Como me tope con el tipo ese lo muelo a golpes. Se ha aprovechado de mi hija, de su inocencia.
¿Cómo decirle a su amigo que no había sido así? ¿Cómo decirle que su niña no era tan inocente como él pensaba?
-Tranquilo hombre. Nathalie es una buena chica. Quizás... quizás ame a ese hombre.
-¿Amarlo? ¿Cómo puede amar a alguien así? Y si fuera así, si ella estuviese enamorada de ese hombre.... ¿Qué pasa con él? ¿Cómo puede ser tan canalla como para aprovecharse de eso? ¿Qué futuro le espera a mi Nathalie con...ese?
Francisco no supo que contestar. Eres preguntas que él mismo no dejaba de hacerse. Apretó los puños. Respiró hondo. Se armó de valor.
.-Soy yo - dijo.
-¿Tú qué?
-Yo... soy ese hombre. El que ha estado saliendo con tu hija.
Iván se quedó mirándole con una expresión de incredulidad en la cara. Oyó las palabras, pero no las comprendió. No le entraban en la cabeza.
-¿Tú...?
-No es lo que piensas, Iván. Pasó, simplemente. No fue mi intención, pero pasó. Nathalie es una gran mujer.
La sangre de Iván empezó a hervir. Su mejor amigo, por el que lo hubiese dado todo, lo había traicionado. Había mancillado lo que más quería.
Francisco vio como el rostro de Iván se fue enrojeciendo. Iba a estallar de ira.
-Tranquilo Iván, por favor.
-¿Tranquilo? Eres un hijo de Puta Francisco. ¿Pero si podría ser tu hija? ¿Cómo has podido?
-Ya te dije que pasó. No fue mi intención.
Vio como Iván cerraba con fuerza los puños. Su amigo estaba a punto de golpearle.
-¿No fue tu intención? ¿No fue tu intención acostarte con mi hija?
-Yo... no lo busqué. Pero...joder Iván. No pude resistirme a ella.
-¿Qué? ¿Me vas a decir encima que fue ella?
Iván ya no pudo más. Lanzó con fuerza su puño derecho contra la cara de Francisco, dispuesto a partirle la cara a aquel desgraciado, pero en el último segundo se arrepintió.
-Eres un desgraciado. Te prohíbo que vuelvas a ver a mi hija. Para mí estás muerto.
Se levantó y se marchó. Francisco, encogido, miró a su amigo darle la espalda. Para siempre. Se dio cuenta de que los clientes de la cafetería le miraban. La discusión fue acalorada.
Triste volvió a su oficina, pero el resto de la mañana no hizo nada. Solo pensar. Pensar y pensar.
A las 3 de la tarde salió. Nathalie, como siempre, le esperaba. Desde que la vio, supo que ella ya lo sabía. Cuando se acercó comprobó que ella tenía los ojos rojos, signo de haber estado llorando.
Hasta ese día ella siempre había sido discreta cuando iba a esperarlo a la salida del trabajo. Pero en esa ocasión no pudo reprimirse y se abrazó a él con fuerza, empezando a llorar.
-Mi amor... Mi padre. Ha sido horrible.
El quiso abrazarla. Pero se quedó quieto. Sus compañeros estarían mirando.
-Me ha dicho que lo sabía todo. Ha sido muy cruel contigo. Traté de explicarle, pero no me oía.
-Vino esta mañana a verme. Alguien le dijo que te había visto con un hombre. Yo...no pude más. Se lo confesé.
Ella le miró con los ojos llenos de lágrimas.
-Bueno, algún día tenía que enterarse, mi vida. Ahora ya está hecho. Tendrá que aceptarlo.
Nathalie vio algo en la mirada de Francisco. Algo iba mal.
-¿Qué te pasa? - le preguntó.
-Tenemos que hablar, Nathalie.
¿Nathalie? ¿No la llamaba Natita? Se empezó a asustar.
Caminaron hacia el coche. Se subieron. Ella, a la espera de lo que él tenía que decirle. Él, buscando las palabras.
-Nathalie. Eres una chica...una mujer maravillosa...
-Mi amor...no...No sigas.
-Tengo que hacerlo. Te mereces algo mejor que yo.
-No quiero nada mejor que tú. Te quiero a ti.
-Nuestra relación no tiene futuro. Tienes toda la vida por delante. Yo no soy más que un... viejo. Quizás ahora no, pero en pocos años seré un... abuelo, y tú aún serás una mujer joven. Atada, lastrada por mí.
-Eso no me importa. Es mi decisión. Solo deseo pasar mi vida junto a ti.
Francisco seguía buscando argumentos.
-Ahora noto como nos miran, Nathalie. La gente solo ve a una preciosa joven con un hombre mayor. En pocos años la diferencia será a un más palpable. Te sentirás mal al estar conmigo.
-Jamás. Yo te amo. Lo eres todo para mí.
-Llegarás a odiarme. Lo sé. Por no haberte dejado vivir.
-Pero es que no concibo la vida sin ti.
-Nathalie. Vive. Disfruta. Encuentra a un buen chico con el que formar una familia. Un chico de tu edad, con el que compartir toda tu vida.
-Ya encontré a esa persona. Eres tú.
-No. Yo no lo soy. No puedo seguir contigo. Lo siento. Siento haberme dejado llevar por tu belleza, por mi... deseo hacia ti. Nunca debimos llegar tan lejos.
-Francisco...mi amor... no me hagas esto. Por favor...no me dejes.
Las lágrimas que cayeron por las mejillas de Nathalie le rompieron el corazón a Francisco, pero estaba decido. Llevaba toda la mañana pensando, y no veía otra solución. Ella quizás ahora le odiaría, pero estaba seguro que en poco tiempo se olvidaría de él, que reharía su vida y que sería feliz.
-Lo siento, Nathalie. Pero tengo que terminar esto. Algo que nunca debió haber empezado. Espero que algún día me perdones.
Ella se quedó mirándole. Se quería morir. Primero su padre y ahora Francisco, le partían el corazón. Se secó las lágrimas y respiró hondo.
-¿Es tu última palabra? - preguntó.
-Sí. Estoy decidido. Adiós Nathalie.
Nathalie, lentamente, abrió la puerta del coche, sacó una pierna, dispuesta a bajarse. Miró fijamente a los ojos a Francisco.
-Solo has hablado de mí, de los demás. No has dicho ni una palabra sobre ti. Sobre lo que tú quieres.
-Deseo que seas feliz. Y a mi lado no lo será.
-Eres un cobarde, Francisco. Adiós.
Terminó de bajarse del coche, cerró la puerta y se alejó, sin mirar atrás. Francisco no vio su cara, rota por el dolor. No notó que su cuerpo temblaba y que le costaba caminar, a pesar de tratar de mostrar compostura.
Ella tampoco vio como Francisco se secaba sus propias lágrimas.
+++++
Después de mucho tiempo, Francisco volvió a comer solo. Aunque no probó bocado. Se puso el plato y se quedó mirándolo. No levantó la vista. No miró hacia donde ella estaría sentada, después de haberse dado placer el uno al otro.
Solo podía pensar en sus ojos llenos de lágrimas. En como le miraba. En lo que estaría sufriendo por su culpa. Y sobre todo, en sus últimas palabras. "Eres un cobarde". "Eres un cobarde".
Sonó su móvil. Había recibido un mensaje. Sabía que sería de ella. Trató de no abrirlo. Tenía que terminar ya. Pero no se resistió.
"Te quiero con toda mi alma. Siempre te querré. Sé feliz".
Ahora, en la soledad de su cocina, Francisco no pudo más y se derrumbó. Ahora fueron sus mejillas las que se llenaron de lágrimas. Ella se despedía. Todo había acabado.
Se fue a ver la tele, tratando de dormir. Le costó, pero al final, lo consiguió, aunque fue un sueño agitado.
Se despertó solo. La casa en silencio. Su primer impulso fue mover el brazo, buscarla con la mano. Pero ella, por supuesto, ya no estaba. Encontró unas bragas suyas bajo la almohada y casi se le saltan las lágrimas.
Esa noche consiguió comer algo. Después de ver la tele, sin prestar mucha atención, se fue a la cama. La cama en la que tantas veces había estado con ella. En la que tantos placer sintió. Tantos besos, tantos abrazos.
Una cama, que ahora, estaba fría, solitaria.
+++++
El día siguiente no fue un buen día. Solo podía pensar en Nathalie. En como estaría. En si ya le odiaría. ¿Sufría por él?
"Todo pasará. Todo volverá a ser como antes. Antes de ella".
Pero no pasó. Día a día no hacía más que pensar en ella. Las huellas de los corazones en el espejo se la recordaban a cada momento. Miró la foto que ella le imprimió de los dos juntos. Pensó en romperle, pero se decidió por guardarla en una gaveta.
El primer fin de semana solo no aguantó quedarse en su casa. Salió a pasear, a despejarse. A tratar de no pensar en ella.
Temía acostarse en su cama. Si cerraba los ojos casi podía oírla respirar a su lado. Casi podía sentir el peso de su cabeza sobre su pecho, el calor de piel.
"Todo pasará"
No pasó. Jamás se había sentido así. Tan solo. Tan perdido. No se quitaba a Nathalie de la cabeza.
"Eres un cobarde".
Recordaba su cuerpo, su joven cuerpo, su belleza. El inmenso placer que ella le daba con su boca, con sus manos. Como se ofrecía por entero a sus deseos, sin negarle nunca nada.
Pero eso solo era deseo físico. Eso era algo secundario. Lo que más recordaba, lo que más anhelaba eran otras cosas. Su preciosa sonrisa. Pasear con ella cogidos de la mano. Ver la tele juntos, acariciando su sedoso cabello. Acostarse con ella, no para tener sexo, sino simplemente para dormir, abrazados.
La echaba tanto de menos.
"Nathalie...Natita...mi amor. Te necesito"
"Todo pasará".
+++++
Pasaron casi dos semanas desde aquel fatídico día. No había vuelto a saber de ella, pero no se la había sacado ni un segundo de la cabeza. Seguían retumbando aquellas palabras, cuando ella le llamó cobarde. Seguía diciéndose que todo pasaría, pero todo seguía igual.
"Tienes razón, Nathalie. Soy un cobarde. Ahora que no te tengo sé lo que quiero. Te quiero a ti. Pero soy un cobarde. Un estúpido cobarde"
Se despertó un sábado por la mañana. Se levantó y se miró en el espejo. Se miró.
-Cobarde. Cobarde. Sabes lo que quieres. Sabes lo que deseas. Cógelo. No seas estúpido. Solo se vive una vez. No vas a tener más oportunidades de ser feliz. Y solo serás feliz con ella.
Se duchó, se afeitó, se vistió y salió de su casa. Cogió el coche y se fue derechito hacia la casa de Nathalie. No se paró una manzana antes. Se paró justo en la puerta de su casa. Se apeó del coche y tocó al timbre.
Cuando la madre de Nathalie abrió la puerta y le vio allí, se quedó sin habla.
-Quiero ver a Nathalie.
-¿Có...Cómo?
-Qué quiero ver a Nathalie. No me iré de aquí sin verla.
La puerta se terminó de abrir y apareció Iván.
-¿Qué coño haces tú aquí? Lárgate o te...
-Calla, Iván. Esto no tiene que ver contigo. Estuviste a punto de darme un puñetazo en la cafetería, y en aquel momento lo hubiese aceptado. Pero ahora no. Ahora, como no me dejes ver a Nathalie de inmediato, el que te dará el puñetazo seré yo.
-Vete. Te he dicho que te largues.
-Espera papá.
Era la voz de Nathalie, que apareció por el pasillo. A Francisco se le iluminó la cara, le latió con fuerza el corazón.
-Nathalie. Déjame hablar contigo. Solo será un momento.
La mujer de Iván lo cogió del brazo.
-Déjalo Iván. Déjalos hablar.
Lo cogió del brazo y se lo llevó de allí. Nathalie, seria, se acercó a Francisco.
-¿Qué quieres, Francisco?
La miró. Era tan hermosa. ¡Qué estúpido había sido!
-Vengo a pedirte perdón, Nathalie.
-¿Otra vez? Ya lo hiciste cuando me dejaste.
-Me llamaste cobarde. Lo soy. Lo fui.
Se acercó a ella. La miró a los ojos. Nathalie trató de disimular el temblor que recorrió su cuerpo.
-Sí, cobarde, estúpido. Imbécil. Todo lo que se te ocurra. Por no haberme dado cuenta de lo que tenía contigo. Solo me fijaba en los demás. En tu padre. En lo que pensarían sobre nosotros. Solo cuando no te tenía empecé a pensar en mí. En lo que yo quiero. En lo que yo deseo.
-¿Y qué quieres, Francisco? - preguntó, con un nudo en la garganta.
Se acercó más. Sus cuerpos casi se rozaban.
-Te quiero a ti, Natita. Con toda mi alma. A la mierda los demás. Te quiero, y quiero vivir contigo el resto de mi vida.
La abrazó y la besó. Nathalie se abrazó a él con tal fuerza que casi no lo dejó respirar. Se agarró a su cuello, él la levantó y giraron, giraron y giraron.
-Mi amor. Pasé tanto miedo cuando me dejaste. Creí que no te volvería a ver.
-¿Me perdonarás por ser tan bobo?
-¿Bobo? Eres un capullo, pero...Eso ya pasó. - dijo con una ligera sonrisa en los labios.
-Quiero que vengas a vivir conmigo. Ya. Para siempre.
Ella no pudo reprimir las lágrimas. De pura felicidad. La besó. Ella le besó. Se abrazaron otra vez.
-Espera aquí. Cogeré lo imprescindible y ya volveré a por el resto de mis cosas.
Francisco esperó a que Nathalie volviera. Ella, flotando de felicidad, metió en una maleta las cosas que más necesitaba. No podía dejar de llorar. Todo lo que lloró en esos días de intensa pena, lo lloró ahora de pura felicidad.
La vio volver, con una radiante sonrisa en la cara. Le dio la maleta.
-Espera. Tengo que despedirme de...ellos.
Esperó otra vez. Tal y como esperaba, Iván no se lo tomó bien. Francisco lo oyó gritarle a Nathalie. Oyó los llantos de su madre.
-Es mi vida, papá. Yo decido como la quiero vivir.
-Si sales por esa puerta... si te vas con él, jamás vuelvas aquí. Para mí dejarás de existir.
-Te quiero papa. Lo lamento, pero no renunciaré a Francisco. Adiós.
Regresó junto a su amado.
-¿Todo bien?
-Sí. Ya se les pasará. Vamos. Llévame a... casa.
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Esa noche, los dos estaban desnudos en la cama. La primera noche del resto de sus vidas. Francisco estaba sobre ella, haciéndole el amor. Las bocas pegadas, las lenguas entrelazadas. Nathalie le acariciaba las espalda con sus dedos, sintiendo la dura polla entrar y salir de ella, despacio, sin prisas. Tenían todo el tiempo del mundo en sus manos.
-Te amo - dijo ella.
-Te amo - le respondió, por fin. No se cansó de repetírselo hasta que se durmieron.
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EPÍLOGO: Tres años después.
Nathalie estaba acostada en la cama del hospital. Francisco estaba a su lado, cogiéndole la mano. En ese momento entró la enfermera con su hijo en brazos. Se lo dio a la emocionada madre.
-Es precioso, Natita. Nuestro hijo es precioso.
-Es igualito a ti. Un hombrecito bien parecido.
Ella lo miró. Tan pequeño. Fruto del amor. Después, miró a Francisco. Él vio tristeza en sus ojos.
-¿Ha venido? - preguntó ella.
-No. Lo siento.
Los ojos se le aguaron. Había pensado que su padre dejaría su odio de lado e iría a ver a su nieto. Pero no era así. Había cumplido su palabra. No había vuelto a verla desde que se fue de casa.
-Tu madre sí ha venido.
-Dile que pase.
La madre entró, miró a Francisco y desvió la vista. Miró a su hija, a la que no veía desde hacía tres largos años. Estaba preciosa. La veía llena de felicidad. Y en sus brazos, un bebé, envuelto en sábanas. Su nieto. Se quedó quieta.
-Hola mamá.
-Hola...Nathalie
Todo el sufrimiento que Nathalie había tenido por como sus padres la habían rechazado se disipó cuando vio a su madre allí.
-Acércate, mamá. Ven a conocer a tu nieto.
Despacio, la madre se acercó. Nathalie cogió a su hijo y lo puso en los brazos de su madre. Ésta comenzó a llorar cuando vio aquella nueva vida, aquel precioso bebé. Reconoció en él a su hija. Y a su padre, Francisco.
-Nathalie. Es precioso. Lo miró largos segundos y se lo devolvió a su hija.
¿Por qué se había dejado llevar por el odio de su marido? Eso le había costado perder a su hija. Perderse su vida. Su embarazo.
La veía feliz. Francisco la hacía feliz. ¿Qué más puede pedir una madre para su hija?
-Nathalie...yo... lo siento. Fui una...
-Shhhh - dijo Nathalie, cogiéndole una mano a su madre - No digas nada. Que hayas venido es suficiente para mí.
Francisco salió de la habitación, dejando a su amada Natita abrazada a su madre. Se sintió feliz por ellas. Si solo Iván no fuera tan cabezota. Se sentó en un sofá a esperar.
A los pocos minutos, la madre de Natalie salió. Él pensó que se iría, pero se acercó a él. Se levantó. Y para su sorpresa, ella le cogió las manos.
-Gracias por llamarme, Francisco. Y perdóname por... todo.
-¿Cómo está él?
-Bien.
-¿Lo sabe?
-Sí, lo sabe. Pero... él...
-Ya.
Le soltó la mano. Le miró a los ojos.
-Ella es feliz. Eso es lo único que ahora me importa. Adiós.
La vio alejarse. Francisco volvió a la habitación. Nathalie le cantaba una nana al bebé.
-Mi amor... Mi madre ha venido. Soy tan tan feliz.
Se cogieron de la mano y se pasaron el resto de la tarde mirando dormir al bebé.
Al día siguiente le dieron el alta a Nathalie. Los tres salieron del hospital y se subieron al coche. Francisco arrancó. A su lado, Nathalie no dejaba de mirar a su hijo.
Cuando levantó la vista, se dio cuenta de que ese no era el camino de su casa.
-¿Dónde vamos, mi amor? - le preguntó a Francisco.
-A acabar con esto de una vez. De una vez por todas.
Entonces se dio cuenta de hacia donde se dirigían. Iban a casa de su padre. Se empezó a poner nerviosa.
Francisco aparcó en la puerta. Se bajó, dio la vuelta, abrió la puerta de Nathalie.
-Déjame a nuestro hijo. Espera aquí.
Cogió al bebé y se acercó a la puerta. Tocó el timbre. Como hacía tres años, abrió la madre de Nathalie, la cual se sorprendió al ver a Francisco, con su nieto en brazos.
-¿Está Iván?
-S..Sí. En el salón.
Sin pedir permiso, entró en la casa y se dirigió hacia el salón. Allí, viendo la tele, estaba Iván. Cuando éste vio Francisco, se levantó como un resorte.
-¿Pero qué coño haces tú aquí? Sal inmediatamente de mi casa.
-No, Iván. Ahora te vas a callar y me vas a escuchar.
-Que te vayas.
En ese momento entró en el salón la madre.
-Iván, por una vez, cállate y siéntate.
Con los ojos abiertos como platos, Iván se sentó.
-Iván...Piensa de mí lo que quieras. No me hables, no me mires. Haz como si no existiera. Pero por favor, no ignores a tu hija. La estás destrozando por dentro. Y no ignores a tu nieto.
Iván no se había dado cuenta de lo que Francisco llevaba en brazos. Y cuando lo vio, sintió un estremecimiento recorrerle de arriba a abajo. Se quedó quieto mirando como Francisco se acercaba a él.
-Este es tu nieto. El hijo de tu hija. Un niño necesita a su abuelo.
Como hiciera Nathalie con su madre, Francisco le puso en los brazos al bebé. Iván lo cogió y al mirarlo, fue como si mirara a Nathalie, a su adorada Nathalie.
-Oh... dios...es...precioso. Es...mi nieto.
Le cogió las manitas. El bebé se aferró con fuerza a uno de sus dedos. Iván levantó la vista. En la puerta del salón, mirándole, estaba Nathalie.
-Hola papá.
-Nathalie. Mi niña.
Nathalie salió corriendo y se abrazó a su padre, con fuerza. Su madre se sumó al abrazo. Francisco se separó y dejó a los tres abrazados.
La madre de Nathalie vio como Francisco salía por la puerta, hacia la salida. Fue hacia él. Lo alcanzó ya fuera de la casa.
-¿Dónde vas, Francisco?
-Voy a...casa. Dile a Nathalie que me llame cuando quiera que venga a recogerla.
-Espera aquí un momento, por favor.
Esperó mientras la madre de Nathalie entraba en la casa. Un par de minutos después, Salió Iván. Francisco se tensó.
-Ya me voy. Por favor, Iván, no vuelvas a separarte de tu hija.
Iván se acercó a él. Los dos hombres se miraron. Iván fue el primero en hablar.
-¿Cómo hace un hombre para pedirle a su mejor amigo perdón por haber sido un verdadero idiota?
Francisco levantó la mano, abriéndola. Iván se la estrechó con la suya. Se miraron y se abrazaron.
FIN