Amor de otoño. Amor de primavera (parte 1)
Un hombre que entra en el otoño de su vida. Una mujer que comienza su primavera. Para Nathalie
Francisco estaba sentado en su mesa cuando sonó su móvil. En la pantalla salió el nombre de Iván, su mejor amigo.
-Hombre Iván. ¿Cómo va todo?
-Hola Paco. Pues muy bien. Ya tengo una abogada en la familia.
-¿Eh?
-Nathalie, hombre. Que acaba de terminar la carrera.
-Coño. Enhorabuena Iván.
-No hay padre más orgulloso que yo.
-Jeje, da gracias a que salió a su madre y no a ti.
-Jajaja. Sí, desde luego.
Francisco hizo memoria. Nathalie era la hija mayor de Iván. Hacía años que no la veía, pues se fue a estudiar fuera. Recordaba a una muchacha muy hermosa, llena de juventud, aunque algo tímida.
-Paco, te llamaba porque el sábado voy a darle una fiesta a mi flamante licenciada en Derecho. Tú prácticamente la has visto crecer. ¿Te apuntas?
-Claro. Allí estaré.
-Perfecto. Cuento contigo, pues. Sobre las dos.
-Oye, ¿Hay que ir arreglado o informal?
-Voy a hacer una barbacoa. Informal.
-Vale. Nos vemos. Chao.
-Chao
+++++
El sábado Francisco se dirigió a la casa de su amigo. Vivía en las afueras, en un coqueto chalecito con un amplio jardín en el que habían hecho innumerables barbacoas. Iván se enorgullecía de preparar los mejores chorizos del lugar.
Cuando llegó, ya había bastante gente. Muchos conocidos, los amigos del grupo. Familiares de Iván y muchos jóvenes, sin duda amigos de Nathalie. Reconoció a algunos que no veía desde hacía mucho. En cinco años habían cambiado bastante.
-Ey, Paco. Aquí - le gritó Iván cuando lo vio.
Francisco se acercó. Al lado de Iván había una preciosa joven.
-Mira Paco mi lindo tesoro. ¿Te acuerdas de Paco, Nathy?
-Claro. Hola Francisco.
-Hola Nathalie. Enhorabuena.
-Gracias.
Francisco se sorprendió cuando Nathalie se acercó y le dio dos besos. La miró. La linda muchacha que recordaba se había convertido en una preciosa mujer. Sus ojos eran los mismos que recordaba. Aquellos que se apartaban cuando él la miraba.
Ahora no se apartaron. Le miraban fijamente mientras ella sonreía. Fueron varios segundos de intensa mirada.
-Nathalie, ven a saludar a la tía Josefina - le gritó su madre desde la otra punta del jardín.
La miró alejarse. Los ajustados vaqueros dibujaban una perfecta figura. Sus ojos se clavaron en el perfecto culito de la chica.
-Está preciosa, ¿Verdad? - preguntó Iván.
-Se ha convertido en toda una mujer, desde luego.
-Ah, el tiempo... Pasa volando. La miro y me siento viejo.
-¿Viejo? ¿Cómo viejo? Solo tenemos 43 años.
-La tuve con 20 años. La verdad es que el tiempo me ha pasado muy rápido. Ayer me miraba y decía 'gugu' con una sonrisa al verme y hoy...
Iván no pudo seguir. Se le hizo un nudo en la garganta.
-¿Y cómo va Pedro? - preguntó Francisco por el otro hijo de su amigo.
-Bien, bien. No tanto como su hermana, pero va sacando las asignaturas.
-¿Qué estaba haciendo?
-Ni idea. Una de esas carreras nuevas. Técnico en nosequé. Bueno, te dejo. Voy a saludar a la gente.
Iván se alejó y Francisco se acercó a la mesa en donde estaban las bebidas. Se sirvió una coca-cola a la cual echó un chorrito generoso de ron. Estuvo un rato hablando con la gente.
-Siento lo de Rosa - le dijo una voz de mujer.
-¿Cómo? - respondió Francisco girándose y encontrándose con Nathalie
-Lo de Rosa. Me enteré que os separasteis.
-Sí, bueno. Las cosas no iban bien desde hacía mucho.
Nathalie lo miraba con un vaso de refresco en la mano. Francisco la miró de arriba a abajo sin darse cuenta.
-Veo que me sigues mirando como hacías antes - dijo ella.
-¿Antes?
-Sí. Antes de irme a estudiar. Cuando venías a casa me daba cuenta de que me mirabas.
-Uf, no lo recuerdo - mintió Francisco.
-Yo sí.
Enseguida Francisco se dio cuenta de que Nathalie había cambiado. Físicamente había dejado de ser una niña. Pero su carácter también había cambiado. Antes era retraída, callada. Ahora le miraba a los ojos y aguantaba la mirada.
-Así que te miraba... ¡Pero si no eras más que una niña!
-¿Te parezco ahora una niña?
-Desde luego que no. Te has convertido en toda una mujer.
-¿Sabes una cosa?
-Dime.
-Me gustaba que me miraras.
Francisco no esperaba que ella fuera tan directa. Lo tenía descolocado. Una amiga de Nathalie que vino corriendo y se la llevó arrastrándola de un brazo lo salvó. Se quedó mirando como ella se alejaba. Se quedó mirándola a los ojos. Ella le sonrió.
El olor a carne a la brasa se extendió por el jardín. Todos se fueron acercando a la barbacoa en donde un exultante Iván les servía chuletas y chorizos. Después añadían ensaladas varias, salsas y otros complementos. La gente se fue sentando a comer en las mesas dispuestas. Francisco se sentó junto a los amigos de la pandilla. Buscó a Nathalie con la mirada y la vio sentada en otra mesa con sus amigos. Sus ojos se encontraron varias veces.
"Joder, esa chiquilla me está poniendo nervioso", pensó Francisco.
Rato después sintió necesidad de hacer pis y se levantó. Entró en la casa y fue al baño principal, pero estaba ocupado, así que cruzó la cocina para ir al baño de servicio. Orinó, se lavó las manos y cuando abrió la puerta, allí estaba ella.
-Ah! Hola. ¿Pis? - le preguntó a la chica.
-No.
Antes de que se diera cuenta, ella entró en el baño y cerró la puerta. Francisco se quedó sorprendido. Ella dio un paso hacia él y él un paso hacia atrás.
-¿Me tienes miedo, Francisco?
-No... no... Pero no deberíamos estar aquí.
-Cuando venías a casa y me mirabas de aquella forma me gustaba mucho. Se me encendían las mejillas y el corazón se me aceleraba.
-Nathalie....
-Creo que estaba locamente enamorada de ti.
Ella dio un paso más. Él no se movió.
-Cuando me fui a estudiar traté de olvidarte. Creí haberlo conseguido, pero hoy, al verte, mi corazón se puso a latir como loco otra vez.
Un paso más y la chica quedó casi pegada al estupefacto Francisco. Ella era un poco más bajita que él y levantaba la cabeza para mirarle a los ojos. Se puso de puntillas despacito, acercando su boca a la de él, que seguía sin reaccionar. Sus labios se juntaron y Nathalie cerró los ojos. Pegó su cuerpo al de él.
Francisco por fin reaccionó. Aquello estaba mal. La separó tirando de ella suavemente por los hombros. Nathalie seguía con los ojos cerrados y los abrió lentamente. Sus labios finos estaban ligeramente entreabiertos. La miró. Los ojos de ella brillaban. Sus mejillas ligeramente sonrosadas. Era la cosa más linda que había visto en su vida.
Fue ahora la boca de Francisco la que se acercó a la boca de Nathalie. El beso se tornó apasionado. Si antes la separó con delicadeza de él, ahora la atrajo hacia sí con fuerza. Las bocas se abrieron y las lenguas se entrelazaron. La agarró por la fina cintura y la pegó aún más a su cuerpo. Ella empezó a mecerse, sin despegar su boca de la él.
El fresco aroma que desprendía la joven, su ligero cuerpo restregándose contra él, hicieron que Francisco comenzara a excitarse. Nathalie notó la creciente dureza contra su vientre y más se frotó. Ella misma también se empezó a excitar. Lentamente, llevó su mano hasta la bragueta de Francisco y acarició la zona.
-Ummm, se te está poniendo dura. ¿Es por mí? - preguntó con voz mimosa.
Francisco sentía la mano de Nathalie apretar su ya dura polla. La miró una vez más. Y, de repente, la separó de él. Casi con brusquedad.
-Nathalie.... esto no está bien.
-¿Por qué no? - preguntó ella apretando la mano alrededor de su polla.
Francisco le quitó la mano y salió del baño a toda prisa. La cabeza le daba vueltas. Volvió al patio. El ruido, las risas, el olor a comida, todo junto, lo marearon. Tenía que salir de allí. A lo lejos vio a su amigo y se acercó a él.
-Bueno, Iván. Gracias por todo. Me voy ya.
-¿Ya? Pero si ahora empieza la tarde.
-Lo siento. No me encuentro bien. Quizás esté incubando algo.
-Bueno, cuídate. Gracias por venir.
Iván le dio un fuerte abrazo. Francisco lo apreciaba mucho. Pero acababa de besar a su hija. Y ella le había tocado la polla.
-Despídeme de todos. Nos vemos.
Cuando salía por la puerta, miró hacia la casa. En ese momento, Nathalie salía al patio. Se miraron unos segundos. Francisco salió a la calle y se dirigió hacia su coche.
+++++
Se pasó la tarde en su salón, viendo la tele sin mirarla. No se quitaba la imagen de Nathalie de la cabeza. La suavidad de su piel, su calidez. Su exquisito perfume, su belleza. Sus finos labios, sus mejillas sonrosadas. El brillo de sus ojos. Y su mano, acariciándole.
Pero aquello no podía ser. Era la hija de su mejor amigo. La conocía desde niña. Aunque ahora era una mujer, comparada con él, era aún una chiquilla. Le llevaba 20 años. Pensó que podría ser su padre.
Sobre las ocho de la noche sonó el timbre. Se extrañó. No solía tener visitas, y menos un sábado a esas horas. Cuando abrió la puerta, el corazón le latió con fuerza.
Era ella.
-Nathalie.
-¿Por qué saliste corriendo?
-Yo... lo siento. Estuvo mal.
-¿Por qué mal?
-Eres la hija de mi amigo.
-¿Y?
-Eres...eres demasiado joven. Podría ser tu padre.
-No eres mi padre.
Nathalie dio un paso hacia Francisco. Él no se movió. Se quedaron los dos mirándose. La mente de Francisco luchaba. Parte de su cerebro le decía que aquello era una locura. Que sacase de su casa a aquella mujer y cerrase la puerta. La otra parte de su cerebro le decía que no fuese tonto. Que cogiese lo que se le ofrecía.
Los dos pasos que quedaban para que sus bocas quedasen la una al alcance de la otra los dio él. Sus cuerpos se pegaron y sus bocas se juntaron en otro beso apasionado. Sin separarse un milímetro caminaron lentamente hasta entrar en la casa. Ella puso las manos en su nuca, como temiendo que él volviera a salir corriendo. Francisco cerró la puerta con un pie y llevó sus manos hasta el tentador culito de la joven, apretándola contra él. Nathalie gimió en su boca.
Las bocas entreabiertas eran testigos del trasiego de lenguas, las cuales iban de una boca a la otra. Él gimió cuando la mano de Nathalie volvió a posarse sobre su polla.
-Otra vez la tienes dura. ¿Te gusto? - preguntó, ligeramente ruborizada
-Claro que me gustas. ¿Cómo no me ibas a gustar?
Francisco se estremeció cuando la mano de Nathalie le bajó la bragueta. Se quedó petrificado, casi sin respirar cuando ella, mirándole fijamente a los ojos metió la mano dentro del pantalón, le bajó el calzoncillo para sacarle la dura polla.
-¿Estás segura de esto?
-Completamente segura - respondió la joven bajando lentamente, sin despegar sus ojos de los de él. - Llevo mucho tiempo deseándolo.
Nathalie se arrodilló frente a Francisco. Tenía su polla agarrada con una mano. La miró. El corazón de Francisco galopó en su pecho cuando ella acercó su boca y besó la punta, con mimo. Tenía un rubor en las mejillas, pero sus ojos eran puro deseo.
-Ummm... Nathalie...
Él aún no se podía creer que aquella hermosa muchacha estuviese arrodilladla y besándole la polla. No se podía creer que ella le empezara a dar besos y lamidas a lo largo de toda su dureza. Pero cuando ella abrió la boca y le empezó a chupar la polla, el intenso placer lo convenció. Aquello era real. Aquella caliente boca era real.
-Aggg, dios, Nathalie....que placer.
Ella se sintió orgullosa de darle placer a aquel hombre que llevaba tanto tiempo deseando. Se esmeró en provocarle el máximo placer con su boca. Lentamente se fue metiendo la polla dentro, todo lo que pudo. Con su mano derecha acarició delicadamente los huevos, succionando, tragando. En los ojos de Francisco veía reflejado el intenso placer que él sentía.
Él llevaba mucho tiempo sin sexo. Solo esporádicas masturbaciones en la soledad de su cama. Y ahora aquella mujer le estaba llevando inexorablemente a un arrollador orgasmo. Llevó sus manos a su sedoso cabello y lo acarició, entrecerrando los ojos, pero sin apartarlos de su bello rostro, de la sensual boca que engullía una y otra vez su polla.
-Ummm, Nathalie... para...para o...
-¿O qué?
-Oh...Nathalie... si no paras... me correré.
-¿Sí? ¿Te correrás si sigo chupándote la polla? - le preguntó, mimosa, moviendo su mano arriba y abajo.
Aquello fue demasiado para Francisco. No pudo aguantar más y su cuerpo se tensó. Cada fibra de sus músculos se endureció y estalló de repente. De su polla salió un potente chorro de semen que se estrelló contra una desprevenida Nathalie. Le cubrió la cara desde los labios hasta una de las cejas.
El segundo disparo no la cogió por sorpresa. Rápidamente se metió la polla en la boca y los siguientes chorros de espeso semen cayeron todos sobre su lengua. Los fue tragando a medida que salían. Francisco la miraba sin respirar, sin moverse. Únicamente su polla era la que tenía espasmos. Cada espasmo era placer disparado en la boca de la chica.
Fue un orgasmo largo, intenso. Francisco no recordaba haberse corrido así en mucho tiempo. Los bellos ojos de Nathalie, el sonido de su garganta tragando su semen... todo hizo que el placer se multiplicara.
Cuando por fin respiró, empezó a jadear. Nathalie seguía con su polla en la boca, chupando ahora suavemente. Su cara marcada por el primer chorro de semen. Lentamente, Ella se sacó la polla de la boca y la besó, con mimo.
-Vaya, creo que te ha gustado...
Francisco cayó de rodillas frente a la chica.
-¿Gustarme? No creo haberme corrido tan rápido en la vida. No había echado tanto semen jamás.
-¿Es porque te gusto?
-Es porque...
La miró. Los ojos le brillaban. Tenía aún agarrada su polla con la mano y la pajeaba lentamente. Estaba muy sexy con su leche en la cara. Acercó su boca y la besó. Ella tenía un sabor salado en la boca. Entrelazaron las lenguas. Francisco llevó sus manos a sus pequeños pechos y los acarició, haciéndola estremecer.
-Ummmm, Francisco...estoy muy cachonda. Te deseo... Necesito sentirte ¿Me vas a follar?
-No.
Ella se separó y lo miró, extrañada.
-¿Cómo que no?
-No. Primero te voy a comer entera.
-Ummmmmmm - gimió Nathalie, estremeciéndose de pies a cabeza.
Francisco recogió con el pulgar el semen que aún quedaba en la cara de ella. Lo miró. Ella lo miró, sonrió y le chupó el dedo. Él se levantó y la ayudó a ella. Se besaron otra vez. Nathalie no soltó la polla ni un instante. Ni siquiera cuando Francisco la guió hasta su dormitorio.
Se quedaron de pie junto a la cama. Francisco le acarició con ternura las mejillas. Ella sonrió. Lentamente, fue bajando la mano hasta la camisa. Le desabrochó el primer botón y le dio un beso. Las manos bajaron hasta el siguiente botón y la volvió a besar. Así, botón a botón, beso a beso, desabrochó toda la camisa y la abrió. Nathalie jadeaba, con los ojos entrecerrados y la mano tapándose la boca.
Francisco contempló el hermoso cuerpo de la mujer. Lo recorrió con las yemas de sus dedos, haciendo que Nathalie sintiera como pequeñas descargas eléctricas por todo el cuerpo. Las manos terminaron abarcando los pechos.
-Son pequeñas, lo siento - dijo, algo avergonzada.
-Son preciosas.
Él acercó su boca a los pechos y los besó, ambos. Diestramente, metió sus manos por la espalda y desabrochó el sujetador. Era sin tirantes y lo dejó caer al suelo. Miró los dos lindos pechos de la chica. Eran muy apetecibles. Sus labios buscaron el pezón derecho y lo besó, lo lamió, lo chupó. Nathalie gimió de placer. Sus pechos eran muy sensibles, y Francisco se los besaba muy rico.
Cambió de pezón, tratándolo igual a que al otro. Nathalie le cogió la cabeza con las manos y lo apretó contra ella. Estaba cada vez más excitada. Sus bragas estaban empapadas. Su coñito echaba fuego.
-Por favor...fóllame ya....fóllame.... Francisco.
-Espera....no hay prisa
Le quitó la camisa y la miró. Era muy hermosa. Tan joven.... Mirándola a los ojos le desabrochó el botón del pantalón. Seguidamente, despacito, sin dejar de mirarla, le bajó la cremallera, tirando después de los ajustados pantalones. Se arrodilló para poder bajarlos del todo y quitárselos. Frente a sus ojos quedaron las braguitas de la chica. Allí acercó la boca y la besó en el pubis. Podía sentir como con cada beso, con cada caricia, como Nathalie temblaba, gemía, suspiraba...
Aspiró y se llenó de su aroma. Aroma a mujer excitada. Ella volvió a cogerle la cabeza y apretarla contra ella. La besó una y otra vez en su Monte de Venus. Nathalie temblaba.
El temblor aumentó cuando Francisco llevó las manos a sus caderas y le empezó a bajar las bragas, para descubrir su vello púbico. Le gustó encontrarlo. Prefería a las mujeres así, naturales. Las bragas cayeron al suelo y ella las lanzó a un lado con los pies.
Francisco se levantó y s separó un poco. Ahora la miró de arriba a abajo, completamente desnuda.
-Nathalie... eres tan linda. Tan...preciosa.
-¿Lo dices de verdad? - preguntó ella, dudando aún de su propia belleza.
-Eras la cosita más bella que he visto en mi vida.
El corazón de Nathalie latía con fuerza. Y cada latido retumbaba en sus sienes, y en su coño. Se lo volvió a suplicar.
-No puedo más. Te deseo tanto. Fóllame....fóllame por favor.
La hizo callar poniéndole un dedo en los labios. Se pegó a su cuerpo y la besó con pasión. Recorrió su espalda, de piel suave y fina, hasta llegar a las nalgas. Las amasó, las sobó a placer. Tenía un culito precioso con el pantalón de vaquero. Ahora que lo tenía desnudo entre sus manos le pareció divino. Ella se retorció contra su cuerpo, deseosa, suplicante.
Nathalie sintió la dura polla contra su barriga. La buscó con la mano y deseó tenerla dentro, bien clavada en su encharcado coño, pero él parecía querer torturarla, negándole ese placer. Se estremeció y abrió los ojos cuando los dedos de Francisco recorrieron la rajita de su culo y la acariciaron. Sintió un placer desconocido cuando él le acarició el cerrado anito con la yema de un dedo. Gimió en su boca.
Francisco dejó su mano izquierda acariciando el culo de la muchacha, y llevó la derecha hacia adelante, hasta meterla entre las piernas. Se sorprendió al comprobar lo mojada que ella estaba.
-Ummm, Nathalie. Pero si estás empapada.
-Agggg, Francisco.... estoy chorreando por ti. Fóllame de una vez. - le imploró.
-No. Aún no.
La empezó a masturbar. Encontró su clítoris lo frotó con sus dedos, al tiempo que trazaba círculos alrededor de su cerrado anito. Nathalie gimió de placer en su boca, meneó las caderas, llena de placer. Placer que aumentó exponencialmente cuando Francisco la masturbó más intensamente, yendo de su clítoris a su vagina.
Placer que no resistió cuando la punta del dedo que acariciaba su culo presionó y entró. Nunca le habían hecho nada parecido. Se agarró con fuerza a aquel hombre y se corrió, apretando los dientes. Todo su cuerpo fue recorrido por intensas descargas de placer. Él no dejó de frotar ni un momento. Solo se paró cuando el cuerpo de la joven se quedó flojo, sin fuerzas, sostenida únicamente por él.
La cogió en brazos y la llevó a la cama, acostándola boca arriba. Volvió a mirarla. Con admiración, con deseo. Jamás imaginó que volvería a estar en la cama con una mujer como ella. Tan... joven. Ella le miraba, recuperando la respiración. La besó, acariciando su barriguita. La sintió estremecerse cuando acercó su mano otra vez a su coño. Pero no eran sus dedos los que la harían correr la segunda vez.
Besó sus labios, sus mejillas. Llegó a su cuello, el cual Nathalie ofreció girando la cabeza. Bajó por el cuello hasta los hombros. Lentamente, llegó a los pechos, los cuales volvió a lamer, a besar, a chupar. Los pezones, duros como diamantes, fueron mordidos con suavidad. Mordisquitos que arrancaron gemidos de placer a la muchacha.
Siguió bajando, lentamente. No se olvidó del ombligo. La hizo reír y encogerse llena de cosquillas cuando lo lamió. Bajó un poco más y besó su pubis. Nathalie quedó expectante. Francisco le hizo abrir las piernas y se colocó boca abajo entre ellas.
-Ummm, Natalie. Tienes un coñito precioso.
Era la primera vez que le decían algo así. Se ruborizó pero se sintió bien. Y gimió cuando él le dio un lametazo a lo largo de toda la rajita de su coño.
-Agggg, y sabe aún mejor... ¡Qué rico!
Había estado con algunos hombres, todos jóvenes, como ella. De entre ellos, alguno la besó y lamió entre las piernas. Pero fue algo rápido, un par de besos y lamidas que apenas le hicieron conocer ese placer. Por el contrario, le hicieron sentir incómoda, queriendo que eso pasara pronto. Temió que ahora fuese igual. Pero cuando Francisco empezó a comerle el coño, supo lo que era el placer de verdad. La lengua serpenteaba por toda la zona. Los labios besaban atrapaban. La lengua no se estaba quieta.
Su segundo orgasmo, arrollador, intenso, lo tuvo cuando él atrapó su clítoris entre sus labios y lo golpeó suavemente con la punta de la lengua. Los dedos se le aferraron con fuerza a la nuca del hombre, presionando contra ella. Los gemidos se hicieron más y más fuertes. La reacción de ella animó a Francisco a seguir. Él lamió, besó, chupó, arrastrándola a otro orgasmo. En pocos minutos volvió a correrse en la boca de aquel maravilloso hombre, sintiendo la lengua entrando y saliendo de su coñito mientras la nariz frotaba sobre su clítoris.
Su cuarto orgasmo fue tan intenso que casi le hizo perder el sentido. Su espalda se separó de la cama. Los dedos se le agarrotaron. Sus pulmones se vaciaron de aire y su coño llenó la cara de Francisco de abundante jugos. Sintió que se moría y resucitaba lentamente.
Se quedó quieta, sin fuerzas. Él le besaba ahora la cara interna de los muslos, con mucho mimo. Nathalie se quedó con los ojos cerrados, recuperándose del más intenso placer de toda su vida. Creyó que todo había terminado, pero se equivocó. Francisco se incorporó, se desnudó con rapidez, se subió sobre ella y le clavó la polla de un solo golpe hasta el fondo de su coño.
-¿No querías que te follara?
No habló. No gimió. Se sintió más llena que nunca. Aquella polla estaba hecha a medida para su coño. Solo le miró y lo rodeó con sus piernas. Francisco la besó. Si antes él probó el sabor de su semen de la boca de ella, ahora ella probó el sabor de su coño de la boca de él. Ella respondió y se comieron la boca en un intenso beso. Tan intenso y profundo que hasta sus almas se besaron. Gimió suavemente al sentir la polla entrando y saliendo de ella lentamente, rozando las paredes de su vagina, llenándola como nunca fue llenada.
Entrelazaron sus manos. Miradas, besos, gemidos. Placer. Infinito placer. Francisco aceleró el movimiento de sus caderas, aumentado el placer de ambos.
-Aggg, dios... sí...sí...no dejes de follarme....más...más...
Arremetió contra ella cada vez más fuerte. La cama entera se movía al ritmo de la intensa follada. Francisco no dejó de mirarla. De mirar a aquel bello ángel que gemía de placer y le pedía más y más. Se alegró de la suerte que había tenido de poder gozar de un cuerpo así. Nathalie se entregó completamente. Lo rodeó con mucha firmeza con sus piernas. Lo deseaba dentro de ella para siempre.
Hacía mucho tiempo que no se corría dos veces tan seguidas, pero Nathalie lo excitaba tanto que notó las señales de la inminente llagada de su orgasmo.
-Nathalie... me vas hacer correr otra vez... eres...maravillosa.
-Umm, sí sí, córrete conmigo. Lléname de ti.
-¿Seguro?
-´Quiero sentir tu leche dentro, Francisco. Córrete dentro de mí.
Esa fue la señal que él esperaba. La folló con más fuerza aún hasta que le clavó la polla hasta el fondo y se empezó a correr. Natalie notó las contracciones de la dura polla y el repentino calor, y con un grito ahogado se corrió con él. Se fundieron en puro placer. El coño de Nathalie también se contrajo alrededor de la polla, y lo siguió haciendo unos segundos más después de que Francisco terminara de correrse. Estuvieron unos minutos sin hablar, casi sin moverse. El único sonido era el de sus respiraciones.
Francisco abrió los ojos lentamente. Ella aún los tenía cerrados.
¿Cómo aquella preciosa y joven mujer había querido acostarse con él? Era... viejo. Su cuerpo empezaba a deteriorarse. Pero ella abrió los ojos y le miró. Sonrió. Él vio como esos penetrantes ojos color miel se llenaron de lágrimas. Una cayó por su mejilla.
-¿Qué te pasa? ¿Te lastimé?- le preguntó.
-Claro que no. Es que soy feliz, Francisco. Ha sido tan... intenso. Nunca nadie me había dado tanto placer. Nunca nadie...me había follado como tú. No te imaginas cuanto tiempo llevo deseando esto. - respondió, con las mejillas encendidas.
Le secó las lágrimas y la besó. Se acostó a su lado. Nathalie apoyó su cabeza en su hombro. Una de sus manos jugueteó con el vello de su pecho. Francisco la rodeó con el brazo. Ella empezó a hablar, bajito.
-Siempre que me mirabas, yo me derretía. ¿Por qué nunca me dijiste nada?
-Estaba casado. Eres la hija de mi mejor amigo. Y... eras menor.
-Ya no lo soy. Ya soy toda una mujer.
-Sí. Toda una... joven mujer.
-Siempre deseé que tú fueras el primero. Si me lo hubieses pedido, habría sido tuya, toda tuya.
Francisco le acarició el pelo. Era tan tierna. Recordó aquellos tiempos. La vio crecer. La vio desarrollarse, convertirse en una chica hermosa. Cuando iba a casa de su amigo la miraba. Claro que la miraba. ¿Cómo no iba a mirar a aquella cosita tan linda que se ruborizaba ligeramente cuando lo hacía? Cuando le asaltaban pensamientos inadecuados, los apartaba. Aún no era una mujer, y aunque lo fuera, era la hija de Iván. Estaba casado.
Y ahora, la tenía desnuda entre sus brazos.
-¿Tienes hambre? Yo me muero de hambre. Apenas comí nada en la barbacoa - preguntó Francisco.
-Claro, saliste corriendo.
-Me asustaste.
-Jajaja. ¿Yooo?
-Sí, tú.
-Yo tampoco comí mucho. No hice más que buscarte.
-Pues vamos a ver que tengo en la cocina
Se levantaron de la cama. Nathalie se puso la camisa de él, pero sin abrochársela, y las bragas. Eso le daba un aspecto más sensual. Él se puso los calzoncillos y se puso una camiseta que sacó del armario.
Nathalie se sentó en una de las sillas de la cocina, mirando como Francisco preparaba algo para cenar. Miró al hombre del que llevaba enamorada toda la vida. No eran ningún jovencito. No tenía el cuerpo fibroso y musculado de sus amigos. Pero a ella no le interesaba ninguno de esos jovencitos. Ninguno la había hecho gozar tanto como él. Sintió que se empezaba a excitar otra vez. Notó que la humedad volvía a su coño, mezclándose con el semen que aún la llenaba.
Él la miraba de vez en cuando. Le sonreía. Vio como ella jugaba con la camisa, hasta abrirla y mostrarle sus pechos. En la mirada de ella había deseo de él. Francisco siguió preparando la cena. Cuando volvió a mirarla, ella abrió sus piernas lentamente, ofreciéndole una magnífica visión de su precioso coñito. Se quedó mirándola, embobado, sintiendo como su polla crecía en sus calzoncillos.
Ella, cuando notó que tenía su atención, pícaramente, se empezó a acariciar el pecho.
-Francisco... estoy cachonda otra vez. ¿Te vas a hacer de rogar como antes o me vas a follar ya?
-Pero chiquilla, que no soy superman. Necesito reponerme.
-Ummm, pues tu polla - dijo, señalando el evidente bulto de sus calzoncillos - dice lo contrario,
Francisco se miró. Su polla formaba un más que respetable bulto en sus calzoncillos. Sabía que sería casi imposible volver a correrse otra vez, pero sí que podía darle una lección a aquella muchachita.
-¿Así que quieres que te folle, no?
-Ummmm, si....lo deseo.
Se acercó a ella, se bajó los calzoncillos y su polla saltó dura, desafiante. Cogió a Nathalie por el brazo y la hizo levantar. La llevó hasta el pollete de la cocina. Subiéndola por las caderas la sentó sobre el frío mármol, al borde. Con una mano le apartó las bragas y con la otra dirigió su polla hasta el coño. Se la clavó de una estocada hasta el fondo.
-Aggggggggggg, dios....Francisco....
Sujetándole los muslos empezó una furiosa follada, que hacía que los pechos de Nathalie saltaran al compás de las poderosas embestidas. Ella, con las manos apoyadas en el mármol gemía de placer al sentir su coño lleno con aquella dura polla. Los ojos de Francisco iban de la cara de Nathalie a su coño. Veía como su polla entraba y salía de su acogedora cueva, brillante, llena de una mezcla de semen y jugos vaginales.
La folló con fuerza hasta hacerla reventar en un explosivo orgasmo, que la hizo apretar los dientes. Francisco no se paró. Siguió follándola. Quería hacerle ver que a pesar de su edad todavía podía satisfacer a una mujer. Quería también convencerse a sí mismo que aún era capaz. Le clavó la polla una y otra vez haciendo que ella se retorciera con un orgasmo tras otro. Sentía alrededor de su polla todas y cada una de las contracciones de la vagina de la bella muchacha. Se sintió poderoso. Hacía gozar a la joven muchacha, reafirmando su hombría.
Cuando la notó quedarse sin fuerzas, paró. Le dejó la polla dentro y la besó. Ella apenas respondió al beso. No podía, sus músculos no le respondían. Estaba agotada. El sudor perlaba su frente. Lentamente, le sacó la polla. Estaba brillante, llena de jugos.
-Y ahora, cenemos - dijo él, subiéndose los calzoncillos.
La ayudó a bajarse del pollete. Ella se agarró a su cuello y le besó.
-Casi me matas de placer....Pero...tú no te has corrido.
-No puedo, preciosa. Necesito reponer... fuerzas.
Nathalie llevó su mano hasta la polla y la acarició.
-Ummm, pero si la tienes como una piedra.
-Sí. Pero comamos. ¿No dijiste que tenías hambre?
Ella le miró a los ojos y le apretó la polla con la mano.
-Creo que aquí tienes algo que puedo...comerme. - le dijo, sensualmente
-Después... Ahora comamos. De verdad que me muero de hambre.
-Bueeeeno.
Le soltó la polla y se sentó en la mesa de la cocina. Francisco puso los platos y se dispusieron a cenar.
Comieron mirándose, lanzándose besitos, como dos colegiales haciéndose mil bromas. Los ojos de Francisco iban de vez en cuando hacia los pechos de la muchacha, que sonreía y se abría la camisa provocativamente. Ella cortaba la carne en trocitos y se los llevaba a la boca. A algunos les daba un besito antes de comérselos. Él la miraba, embelesado.
-Llámame Natita.
-¿Qué?
-Que me llames Natita. No me gusta mucho Nathalie. Así me llaman los profesores y mi padre cuando me echa la bronca. Mis amigos me llaman Nathy. Pero quiero que tú me llames Natita.
-Me gusta Natita. Es tierno.
Ella, mirándole con su carita más angelical, subió su pie a lo largo de la pierna de él y lo llevó hasta la polla. La acarició.
-¿Te parezco tierna? - le preguntó recorriéndole el tronco de la polla con los dedos.
-Muy tierna.
-¿Te gusto así, tierna?
Se las arregló para bajarle el calzoncillo y liberar la dura estaca. Siguió cenando y acariciándolo. Él comía con gula, gimiendo de vez en cuando.
-Sí sigues así, te voy a follar otra vez, Natita.
-No - dijo ella con una sonrisa traviesa.
-¿Cómo que no?
-Ahora te voy a follar yo.
Se levantó. Se quitó las bragas y se acercó a Francisco. Le giró la silla y se subió sobre él, de cara. Se sentó sobre la polla y se la clavó hasta el fondo de su caliente coño.
-Aggggggggggg....ummm tu polla....Es lo más delicioso que he probado jamás. Me vuelve loquita tu polla.
Empezó a cabalgarlo. Él llevó sus manos a sus pechos y los acarició, para después acercar su boca y chuparle los pezones, dándoles suaves mordiscos que no hicieron más que aumentar la excitación de la mujer. Las manos del hombre acariciaron la suave y sensible espalda, para después bajar hasta las tentadoras nalgas. Las acarició, las sobó. Recorrió con un dedo la caliente rajita y arrancó gemidos a la mujer cuando le frotó el anito con la yema de dos dedos.
-Ummm, Francisco... ¿Qué me haces? ¡Qué rico! dios...
Buscó la boca de aquel maravilloso hombre. Lo besó con pasión hasta dejarlo sin aliento. Enredó su lengua con la de él, sin dejar de subir y bajar a lo largo de su polla. Deseaba volver a sentir su leche llenarla. Deseaba devolverle un poco del inmenso placer que él no dejaba de darle.
-Aggg.... mi vida...córrete. Dame tu lechita...la necesito...
A pesar de desearlo, el orgasmo no aparecía. El intenso placer no era suficiente para hacerlo estallar. Fue más que suficiente para Nathalie, que se agarró con fuerza a su cabeza y se corrió temblando de pies a cabeza. Quedó agotada, sudando, quieta sobre él, que la acariciaba con dulzura y le daba tiernos besitos en la frente.
-¿Es que no te gusto? - le preguntó ella, triste por no poder darle el placer que quería darle.
-Claro que me gustas. ¿No notas mi polla dura llenando tu coñito?
-Pero...no logro que te corras.
-Mi niña... la edad no perdona. Ya te dije que necesito más tiempo.
Nathalie no se dio por vencida. Tenía que conseguirlo. Tenía que hacer gozar a su amado.
Se levantó y miró su polla. Dura, apuntando al techo.
-Ven - le dijo, tendiéndole la mano.
Francisco se la tomó y la siguió. Cuando habían entrado en la casa Nathalie había visto el salón. Hacia allí lo llevó. Le pidió que se sentara en un cómodo sofá. Ella se arrodilló entre sus piernas.
-Te voy a chupar la polla y no voy a parar hasta que me des tu lechita. ¿Entendido?
-Natita...pero...
-Shhhhh, sin peros.
Francisco no iba a olvidar jamás lo que pasó a continuación. Nathalie se acercó lentamente a la polla. No era una experta. No era algo que hubiese hecho mucho antes y jamás supo si lo había hecho bien o mal. Pero ahora se esforzó en conseguir que él se corriera y puso todo su empeño en ello. Besó la polla por todas partes. Lamió, chupó. Se la pasó sensualmente por su hermosa cara. Usó sus delicadas manos para pajearle mientras su boca se metía, de uno en uno, sus huevos en la boca. Ella observaba sus reacciones y actuaba en consecuencia, aprendiendo de las reacciones de él.
Comprobó que él gemía más fuerte cuando usaba solo la boca. Cuando le miraba a los ojos y se metía lentamente la polla, enredando su lengua alrededor. Se mordía el labio cuando ella recorría en círculos la punta, con los ojos entornados.
-¿Te gusta? ¿Te gusta como tu niña te chupa la polla?
-Ummm, Natita...me encanta. Me tienes loquito.
-¿Sí? ¿Me darás lechita?
-Agggg, no sé....yo quiero...quiero darte.
-Pues dame...dámela toda.
Se metió la polla en la boca y empezó a subir y bajar la cabeza, mamando con fuerza, mirándole. Francisco gemía cada vez más fuerte. Ante sus ojos aquella muchacha le estaba haciendo la que era sin duda la mejor mamada de su vida. No solo estimulaba su polla, sino su cerebro. El rubor en sus mejillas, el brillo chispeante de sus ojitos que nunca se apartaban de él, y la voluntad de querer complacerlo. Notó, con asombro, que si seguía un poco más lo lograría. Conseguiría hacerlo correr.
-Natita...dios....no pares...no pares....creo que...me correré.
Las palabras de Francisco hicieron que ella redoblase sus esfuerzos. Con la mano izquierda abarcó los huevos, con la derecha acompañó a su boca, que cada vez permitía entrar la polla un poco más. A los pocos minutos, Francisco estalló. Se corrió con uno de los orgasmos más intensos de su vida, aunque apenas salió semen. Su espalda se arqueó sobre el sofá, apretó los dientes y gozó.
Natalie estaba feliz. Su amado al fin tenía el placer que se merecía. Con mimo le dio besitos a la polla, que perdió su dureza poco a poco.
-Uf, me has dejado para el arrastre, Natita. Completamente vacío.
-Jaja. Pero seguro que estos - dijo sosteniendo sus huevos con una mano - se llenan otra vez.
-No lo dudes.
Francisco se incorporó y la besó. Con la mano acarició le acarició su linda carita. En ese momento sonó un móvil. Era el de ella. Fue a buscarlo y contestó.
-¿Dónde andas? - preguntó Isabel, su mejor amiga
-Hola Isabel. Ya te contaré.
-Nos vemos a las 12 junto al centro comercial. Esta noche nos vamos de fiestaaaaaaaaaa.
-Uf...yo... no tengo ganas.
-¿Cómo que no?
-No. Tengo otros...planes. Oye, me tienes que hacer un favor.
-¿Cual?
-Le voy a decir a mi madre que hoy saldremos y que me quedaré en tu casa. Cúbreme las espaldas.
-Ah, pillina. ¿Quién es él? ¿Lo conozco?
-Ya hablaremos. ¿Me cubres, no?
-Claro, tonta. Ya me contarás. Pásalo bien. Chao.
-Chao.
Francisco había escuchado la conversación. ¿Significaba eso que ella quería...?
-¿Me puedo quedar esta noche contigo? - le preguntó ella.
Él se quedó unos segundos sin saber qué decir. En pocas horas aquella joven mujer había aparecido de repente en su vida y le había dado una de las tardes de sexo más placenteras que recordaba. Tan bella, tan... joven. Ahora le pedía quedarse a dormir con él. ¿Qué hacer? Sería muy agradable pasar la noche sintiendo su calor, pero... A su mente acudió la imagen de su amigo. ¿Qué pensaría de él si se llegase a enterar?
-¿Aquí...? ¿A dormir?
-Sí, aquí, contigo. A dormir o... lo que surja- le dijo con un pícara sonrisa.
-Pero...Natita... si no puedo con mi alma. Me has dejado hecho polvo.
-Bobo. Que yo también estoy agotada. ¿Puedo? ¿Me dejas dormir contigo?
-Bueno, sí.
Ella fue corriendo y se echó en sus brazos. Lo rodeó con los suyos con fuerza. El corazón le latía como loco en su pecho. Era feliz. Él también la abrazó. No lo sabía, pero su corazón latía como el de ella.
¿Era todo aquello real? ¿No estaría soñando?
-Bien...son las 9:30. ¿Qué sueles hacer un sábado por la noche? - preguntó él.
-Pues cuando no tenía que estudiar, salir de macha toooda la noche.
Francisco dio un respingo. No estaba ya para andar trasnochado por esas calles. Ella lo notó.
-Jajaja, tranquilo. Solo quiero estar contigo. Nos quedaremos aquí y vemos alguna película.
-Ah, bien. Me gusta el plan.
Media hora después Francisco estaba sentado en el sofá. Nathalie acostada a su lado, apoyando su cabeza en uno de los hombres de él. Poco a poco se fue recostando y terminó con su cabeza apoyada sobre el regazo de él, que le acariciaba el cabello. Vieron una película y sobre las doce se fueron a dormir.
Desde su separación Francisco no había dormido con ninguna mujer. Le prestó un pijama, que ella se puso delante de él. Volvió a admirar su joven y bello cuerpo. Ella después se metió en la cama.
-¿En qué lado duermes tú? - preguntó ella.
-En ese.
-Uy.
Se movió hacia el otro lado y él se metió en la cama. Enseguida ella se abrazó al hombre, poniendo la cabeza sobre su pecho y rodeándolo con un brazo y una de sus piernas.
Ninguno dijo nada. Ella, feliz de estar abrazada a él. Él, feliz de tener a alguien a su lado. Se pasaron un buen rato así, acompasando sus respiraciones. Nathalie se dio la vuelta. Francisco se quedó boca arriba.
-¿No me abrazas?
Él apagó la luz, se giró hacia ella y pegó su cuerpo al suyo. Ahora fue él quien la rodeo a ella con sus brazos y entrelazaron los dedos de una mano, que descansó sobre la cadera de Nathalie. Ella cerró los ojos. Nunca se había sentido tan a gusto como en ese momento. Tembló de pies a cabeza cuando él le dio un beso en el cuello, cerca de la oreja.
-Buenas noches, Natita.
-Buenas noches, Francisco.
A la mente de Nathalie regresaron los recuerdos. Recordó como su corazón latía cuando Francisco venía de visita. El calor de sus mejillas cuando él la miraba. La humedad entre sus piernas por la noche, en su cama, cuando pensaba en él. Salió con un par de chicos. Pero con ninguno sintió el cosquilleo en el estómago que Francisco le provocaba. Y con ninguno había gozado del sexo como esa tarde con él, quizás porque a ninguno lo quiso realmente. Tenerlo a su lado, abrazándola, era todo lo que siempre había deseado. Ahora lo tenía.
-Francisco...
-Dime Natita.
-Yo....te quiero. Siempre te he querido.
Se quedó quieta. Esperando que él dijera algo. Pero se quedó callado. Solo le dio otro beso en el cuello. Cerró los ojos y se dispuso a dormir.
A él, sin embargo, le costó conciliar el sueño. ¿Cómo asimilar todo lo que estaba pasando? La hija de su amigo. Una chica hermosa, deseable, que lo atraía sexualmente de una manera poderosa, acabada de decirle que le quería. Pero... la hija de Iván, pensó nuevamente. Su amigo de toda la vida.
Pero estaba tan llena de vida. No recordaba haberse sentido así con ninguna otra mujer. Era como si con ella se olvidase de su propia edad.
Aquello no podía ser. Todo estaba en su contra. La diferencia de edad. Quien era ella. Le dio vueltas y vueltas a esas ideas, hasta que el sueño le venció.
+++++
Nathalie fue la primera en despertarse. Al principio no sabía en donde estaba. Pero la suave respiración del hombre al que estaba abrazada le recordó donde.
Se levantó sin hacer ruido y se fue al baño a hacer pis. Regresó y se quedó mirando a Francisco desde la puerta. Dormía plácidamente, un poco despeinado. Contempló a su primer verdadero amor. Ella no veía a un hombre que casi le doblaba la edad. Solo veía al hombre que amaba, al único que había amado en su vida. Al hombre que deseaba.
Se acercó a la cama y se volvió a costar. Siguió mirándolo. Acercó su boca a la de él y le besó, con ternura. Empezó a acariciarle el pecho, aumentando la presión de sus labios sobre los de él. La mano fue bajando lentamente hasta llagar al pantalón del pijama. Se metió por dentro y se llenó la mano con su polla.
Estaba fláccida. La empezó a acariciar y con alegría notó como se empezaba a endurecer. Los besos fueron ahora intensos.
Francisco se despertó. Alguien le besaba. Alguien le acariciaba la polla.
-Buenos días, Natita.
-Buenos días... mi amor.
Abrieron sus bocas y entrelazaron sus lenguas. La polla estaba ya plenamente erecta. Nathalie la recorría arriba y abajo con su mano.
-Ummmm, ¿Ya has 'repuesto' fuerzas? - le preguntó
-Creo que sí.
-¿Me vas a follar?
-¿Tú quieres que te folle?
-Sí....tengo el coñito ardiendo, Francisco. Ardiendo de deseo por ti.
-¿A ver?
Él llevó una mano hacia el coño de Nathalie. Como ella hacía, metió su mano por debajo y le acarició la rajita. La encontró caliente, mojada. Ella gimió en su boca cuando frotó su clítoris con dos dedos.
Se masturbaron el uno al otro, sin separar sus bocas. Ella no pudo aguantar tanto placer y se corrió, cerrando las piernas y atrapando la mano que la acariciaba entre ellas. Francisco notó las contracciones de sus músculos.
El orgasmo, lejos de aplacarla, hizo que Natalie quisiera más. Ahora solo deseaba sentir su polla dentro de ella. Se quitó el pantalón de su pijama, le bajó el de él hasta medio muslo y se subió sobre su amado. Mantuvo la polla hacia arriba y se sentó sobre ella.
El aire salió de su garganta en forma de gemido mientras la dura polla se clavaba en su coño. Se quedó unos instantes quieta, simplemente sintiendo su coño lleno. Después empezó a moverse. Primero en círculos, haciendo que la dura barra frotara las paredes de su coño y frotando su clítoris contra el pubis de su hombre. Después empezó a subir y bajar, metiendo y sacando la polla.
Francisco la miraba. Notaba en su polla el calor de su apretado coñito. Llevó las manos a sus pechos y los acarició sobre el pijama, pero enseguida lo desabrochó y sus manos recorrieron la cálida y suave piel. Ella no dejaba de gemir, de contonear su cuerpo.
-Agggg, mi vida...cómo me gusta sentirme llena de ti....Tu polla...que gustito me da tu polla...
Lo cabalgó cada vez más intensamente, cada vez sintiendo más placer. Hasta que todo se juntó y fue atravesada de pies a cabeza por un intenso orgasmo. Echó la cabeza hacia atrás, con los dientes apretados y el cuerpo tenso y temblando de placer. Él le frotaba los pezones, haciendo que el placer se irradiara también desde sus pechos. Su coño tenía espasmos que Francisco sentía en su polla.
Segundos después, cuando la tensión del orgasmo cedió, Nathalie cayó hacia adelante. Se quedó sobre el pecho de Francisco, jadeando. Él acarició su espalda con suavidad, haciéndola estremecer.
-Jamás...jamás había deseado a nadie como te deseo a ti, Francisco.
Se incorporó un poco y se miraron a los ojos. Se sonrieron. Nathalie movió un poco las caderas. Su coño estaba aún atravesado por la dura polla.
-Aún no me has dado mi lechita. ¿No me la he ganado? ¿O es que acaso no te gusto?
-Claro que sí.
-Dime que deseas. Dime como quieres que tu niña te complazca.
La miró. Tan hermosa. Con el cabello alborotado, las mejillas sonrosadas. Sintió un poco de vergüenza. No se atrevió a pedírselo así, con ella mirándole a los ojos. La tomó por la cabeza y la atrajo hacia él. Le susurró su deseo al oído.
Ella levantó la cabeza otra vez. Volvió a mirarle.
-¿Eso deseas?
-Sí, Natita. Eso deseo. - respondió, ligeramente sonrojado.
-¿Así que quieres correrte en mi carita?
La polla tuvo un espasmo que ella notó.
-Uf, si, Natita. Deseo correrme en tu preciosa carita.
-Nunca me lo han hecho. Bueno, tú ayer... un poquito.
-Estabas preciosa. ¿Me dejarás volver a hacerlo?
-Puedes hacer conmigo todo lo que desees, Francisco. Soy toda tuya. Si quieres correrte sobre mí, hazlo mi amor.
Se besaron con pasión. Nathalie se levantó, notándose vacía cuando la polla abandonó su coñito.
-¿Cómo me pongo?
Francisco se levantó y cogió una almohada. La puso a sus pies. Ella comprendió y se arrodilló sobre la mullida almohada. La polla, brillante con los jugos de su coño, quedó a la altura de su boca. Solo tuvo que abrirla, acercarse y empezar a chupar la barra de carne.
Francisco se quedó quieto, mirando el sensual espectáculo que le ofrecía la bella joven, arrodillada a sus pies y chupándole la polla.
-¿Lo hago bien? - preguntó ella.
-Ummm, muy bien Natita. No pares.
-Enséñame Francisco. Dime como hacerlo bien. Dime como hacerlo como a ti te gusta. Enseña a tu niña a chuparte la polla.
Bajo su guía, Nathalie le pasó la lengua a lo largo de todo el tronco de la polla. Le chupó uno a uno los huevos. Se pasó la polla por toda la cara. Se quedó quieta para que él le follara la boca. Los gemidos de placer del él la excitaban. Su coño se mojaba y mojaba
-Ummmm, Francisco: Me encanta chuparte la polla. Me pone muy cachonda,
-Aggg, Natita.... ¿Estás cachonda?
-Sí, sí. Me arde otra vez el coño.
-Tócate. Acaríciate mientras no dejas de chuparme la polla.
Ella llevó la mano derecha a su coño y se empezó a frotar. La izquierda fue a sus sensibles pechos y se los acaricio. Sentía la polla entrar y salir de su boca. Miraba el placer reflejado en el rostro de Francisco. Un placer intenso que hacía jadear al hombre. Ella misma empezó a jadear, aunque con la boca llena apenas podía.
Nathalie vio como Francisco empezó a entrecerrar los ojos y a gemir con más fuerza. Estaba a punto de correrse. Se iba a correr sobre su cara. Se la iba a llenar de su leche. Recordó lo que sintió el día anterior, cuando él estrelló su primer chorro de leche en su cara. Ahora iba a volver a sentirlo, pero multiplicado.
El hombre notó como su cuerpo empezaba a tensarse. Se iba a correr en breves segundos. Aceleró su velocidad, follando la boca de la chica con más intensidad, hasta que el primer espasmo de su orgasmo se disparó. Le sacó la polla de la boca y con un potente chorro de espesa leche salió disparado de la punta de su polla para impactar sobre la cara de Nathalie. Ella cerró los ojos y se quedó atenta a los disparos. Uno a uno lo sintió golpear en su cara. Notó su calor, su viscosa consistencia. Dos...tres.... cuatro....cinco...hasta seis chorros de semen cubrieron toda su cara.
Y con el último, cuando se estrelló contra su mejilla derecha el último chorro de la leche de Francisco, ella se corrió, apretando los dientes, levantando la cara, con los ojos fuertemente cerrados. Los dos se quedaron algunos segundos quietos, jadeando. Él, mirando, gozando de la sensual visión de la bella muchacha cubierta de su semen. Ella, sintiendo el calor sobre su rostro. Sabía que él la estaba mirando.
Lentamente abrió los ojos. Se encontró con los de él, que la miraba con adoración. Le sonrió. Las mejillas ahora le ardían.
-¿Estoy guapa?
-Estás... preciosa. Ven - le dijo, tendiéndole una mano.
La llevó frente al espejo de la cómoda. Se puso detrás de ella y le acarició los brazos.
-Mírate.
Nathalie vio su imagen reflejada en el espejo. Había visto fotos y videos de chicas así, con semen en la cara. Nunca le habían gustado especialmente, pero ahora, con Francisco detrás de ella, mirándola, acariciándola con mimo, le pareció muy erótico. A él le había gustado hacerlo. Y a ella le agradó complacerlo.
-¿Y ahora? ¿Me quedo así todo el día?
-Jajaja. No. ¿Nos damos una duchita?
-Vale.
Ella se giró. Francisco siguió mirándola. Era tan hermosa. Y tan sensual con marcada con su esencia. Acercó la boca a la de ella, que recorrió parte del camino y se besaron. Riendo se fueron quitando las pocas prendas que les quedaban y se metieron en la ducha. Bajo la cálida lluvia de agua se abrazaron y se besaron.
Se enjabonaron el uno al otro y se aclararon entre risas. Nathalie le cogió la semi erecta polla con una mano.
-Francisco.... quiero comerme un buen churro - le dijo mirándole fijamente a los ojos.
-Mujer, déjame descansar un poco. Me vas a matar.
-Jajaja. No hombre. Que me muero de hambre. Invítame a chocolate con churros.
-Ah, vale. jajaja.
+++++
Ella se sentó en la mesa mientras Francisco iba a la barra a pedir churros y chocolate para dos. Desde allí la miró. Se dio cuenta de que no era el único que la miraba. Unas mesas más allá un grupo de chicos no le quitaban ojo a la bella joven. Después de pedir se sentó a su lado y ella le cogió las manos. Los chicos de la mesa seguían mirándola. Y ahora también a él.
-Esos chicos no dejan de mirarte.
-Lo sé. Son unos... inmaduros. Jeje, también te miran a ti.
-Sí. Con envidia.
Natalie miró hacia los chicos. Y entonces hizo algo que dejó petrificado a Francisco. Se incorporó un poco sobre la mesa, se acercó a él y le dio un impresionante beso en la boca, metiéndole la lengua bien a fondo. Tanto los chicos como Francisco se quedaron sin habla. Ella, simplemente, se volvió a sentar, sonriendo.
Después del desayuno, Francisco se ofreció a llevarla a su casa. Ella aceptó.
Francisco condujo hacia la casa de Iván. Paró una manzana antes.
-¿No me dejas en la puerta?
-Mejor no. No quiero que tu padre te vea bajar de mi coche.
-¿Por qué no?
-No quiero que piense cosas raras.
-¿Raras? ¿Como por ejemplo que te has follado a su hijita?
-Joder... Sí. Precisamente eso.
-Jajajaja, tonto. Ya soy mayorcita. Yo decido quien me folla.
-Ya. Pero no quiero que él sepa nada.
-¿No me vas a dar ni un beso antes de irme?
Francisco le dio un beso rápido, temiendo que alguien los viera. Ella no se conformó y se tiró sobre él, besándole con pasión. Llegó incluso a ponerle la mano sobre la polla y le sobó el paquete.
-¿Estás loca? Quita, quita.
-Sí, estoy loca. Por ti.
Le dio un último beso y se bajó del coche. Francisco se quedó mirando como ella se alejaba calle abajo. Dio la vuelta y volvió a su casa.
+++++
Francisco se pasó el resto de la mañana y la tarde solo. De vez en cuando se acordaba de Nathalie, de Natita. Se llevó los dedos a los labios y recordó el beso que ella le dio en la churrería. Recordó las caras que pusieron aquel grupito de chicos.
Sonrió. ¡Qué chica! Tan llena de vida, tan llena de juventud. Llevaba tiempo solo. No se había planteado tener una relación con otra mujer, al menos por ahora. Pero desde luego, jamás se imaginó tener una relación con una de la edad de Nathalie. Sin embargo, jamás olvidaría ese sábado.
Cerró y se dispuso a ver la tele hasta que le venciese el sueño y acostarse.
+++++
Nathalie flotaba. Todo había sido tan distinto con Francisco. El sexo que había tenido hasta ahora no se podía comparar con lo que había sentido con él. Fue intenso. Se sentía llena de deseo por él. Quería complacerlo en todo. Tantos años de anhelos se habían materializado en ese maravilloso sábado.
Tenía que compartirlo con alguien. No podía con su madre. Por supuesto menos con su padre. Así que llamó a Isabel.
-Hola, Caracola - le dijo.
-Hola. Mira guapa. me lo vas a contar todo. Con pelos y señales.
-Ummm, Isabel. Antes lo sabía, pero ahora estoy segura. Estoy enamorada.
-¿Pero quién es?
-Un hombre maravilloso.
-¿Está bueno?
-A mi me encanta.
-¿Que tal folla?
-Uf, Isabel. Nunca había gozado tanto con nadie.
-¿Me vas a decir de una vez quién es ese chico misterioso?
El corazón de Nathalie latió con fuerza. Quería decírselo. Decírselo al mundo. Pero algo se lo impidió.
-Se llama...Francisco.
-¿Estaba en la fiesta de ayer?
-Sí.
-Ummm, Francisco...Francisco...
Isabel se puso a repasar mentalmente a los invitados. Conocía a muchos, pero también había muchos a los que no conocía. No recordó a ningún Francisco conocido. Bueno, sí. Había uno. Un amigo del padre de Nathalie. Pero ese no contaba. Era un viejo.
Nathalie esperaba que su amiga atara cabos. Que fuese ella la que lo dijese.
-Pues no caigo, Naty. Espero que me lo presentes pronto.
-Ya veremos.
Estuvieron un rato hablando. Nathalie le contó a su mejor amiga todo. Siempre se lo contaban todo.
-¿En tu cara?
-Sí.
-¡Coño!
-Sí, también en el coño.
-Jajajaja. Oye. ¿Y qué tal? Luis lleva meses queriendo hacérmelo pero no le dejo. Lo encuentro... sucio.
-Yo pensaba eso. Pero la verdad es que me gustó mucho darle ese placer. Ver como disfrutó conmigo. Deberías dejar que Luis te deje bien pringosa.
-Jajajaja. Ya veremos, ya veremos.
-Bueno guapa, te dejo, que vamos a comer.
-Chao.
Nathalie no se sacó a Francisco de la cabeza en toda la tarde.
Por la noche ya no pudo más. Tenía que hablar con él. Oír su voz. Sabía donde vivía porque había ido algunas veces a su casa de pequeña. Pero no sabía su teléfono. Sin que su padre se diese cuente le cogió el móvil y buscó en los contactos. Lo encontró, devolvió el móvil.
Les dio las buenas noches a sus padres, diciéndoles que estaba cansada y que se iba a dormir. Se fue a su habitación, cerrando la puerta.
Le llamó con su móvil. El corazón le latía con fuerza.
-¿Sí?
-Hola Francisco.
-¿Nathalie?
-Sí. ¿Cómo estás?
-Bien. ¿Y tú?
-Mal. No te puedo sacar de mi cabeza. ¿Sabes una cosa?
-Dime.
-Me...arde del coño. Estoy muy mojada. Te deseo, Francisco.
La polla de él se empezó a poner dura, levantando el fino pijama. Aquella chica lo ponía a cien solo con su voz. Se sacó la polla, que terminó de ponerse dura en su mano.
-Ummm, así que estás mojadita.
-Sí, empapada. Francisco....aggggg, me estoy tocando el coñito.
-Natita, cómo me pones. Tengo la polla dura. Y me la estoy tocando.
-¿Sí? ¿Te haces una pajita?
-Sí. Me estoy haciendo una pajita, para ti.
-Y yo... ummmm, para ti.
Estuvieron unos minutos oyéndose jadear al uno al otro. Pero ella deseaba más. Lo deseaba a él, no a su voz.
-Francisco...ven...ven a follarme.
-Natita...no puede ser. Es... tarde...
-No importa. Ven...fóllame...te necesito dentro de mí - le imploraba, enterrando dos dedos en su coño.
La polla de Francisco babeaba de deseo. ¿Qué le pasaba? ¿Era tonto? ¿Una maravillosa, preciosa y sensual joven le pedía que fuera a follársela y él decía que era tarde?
-¿Dónde estás?
-En mi cama.
-Ahí no podemos...
-Ven. Me escabulliré por la ventana. Recógeme donde me dejaste esta mañana.
-Vale. Tardo 15 minutos.
-Ummmm... ¿Vas a venir a follarme?
-Ya me estoy vistiendo.
-Aggggg, no... tardes.
Francisco se puso lo primero que encontró y salió corriendo. Aquello era una locura, una maravillosa locura. Algo que no había hecho ni de joven, supuesta edad para cometer locuras.
Nathalie siguió tumbada en su cama, frotando con intensidad su clítoris y pellizcando sus duros pezones. Cuando estaba a punto de correrse, paró. Deseaba correrse con él.
Se levantó de la cama y se cambió de ropa. Apagó la luz y sin hacer ruido salió por la ventana. No era la primera vez que se escapaba así de su casa. Nunca la pillaron. Agachada, pegada a los setos del jardín, rodeó la casa y salió a la calle. Con una última mirada a la casa vio a su padre y a su madre tumbados en el salón viendo la tele.
Caminó por la calle, desierta a esas horas, iluminada solo por las farolas. Llegó al punto de la cita, nerviosa, frotándose las más. Vio las luces de un coche acercarse y se estremeció, pero el coche siguió de largo. No era él.
El siguiente coche paró. Ella se acercó y abrió la puerta.
-Sube, rápido -le urgió Francisco.
Ella se subió al coche y se abalanzó sobre el hombre. Lo besó con pasión. Él le devolvió el beso al tiempo que le acariciaba la espalda. Bajó por el fino vestido hasta el culo de la chica. Nathalie se había puesto una falda corta, así que a Francisco no le costó nada meter sus manos por debajo y llevarlas a las nalgas.
-Vaya, pero si no llevas bragas.
-No, no quiero barreras.
-Yo tampoco llevo calzoncillos.
Mirándole a los ojos, Nathalie llevó su mano hasta la polla. La encontró dura. El pantalón de él era finito y pudo sentirla muy bien. Metiéndole la lengua en la boca, le bajó la cremallera y le sacó la polla.
-Umm qué dura la tienes. Ya no puedo más. Fóllame.
-Espera Natita. Busquemos un sitio más tranquilo.
-No. aquí. A estas horas no pasa nadie.
-Pero...Natita.
Francisco no pudo seguir hablando. Estaba atrapado por el cinturón de seguridad. Ella, ágilmente se subió en su regazo y se sentó sobre la polla. Se la clavó hasta el fondo de un solo empujón y se corrió. Se quedó quieta, con el cuerpo recorrido por el placer, los músculos agarrotados y su coño palpitando alrededor de la dura polla. Francisco notaba los espasmos que abrazaban su polla.
Nathalie no quedó satisfecha. Se abrió el vestido y llevó las manos de Francisco a sus desnudos pechos. Comenzó a cabalgarlo, rotando las caderas, subiendo y bajando a lo largo de la polla. Con los ojos cerrados se sintieron el uno al otro. Francisco abarcaba sus pechos con ambas manos. Atrapaba sus pezones entre sus dedos. Y buscaba su lengua con la suya.
Un par de coches pasaron junto a ellos, pero ninguno se dio cuenta. En ese momento el mundo era solo ellos dos, sus gemidos, su placer. Los cristales del coche comenzaron a empeñarse por el calor que sus cuerpos emanaban.
Un segundo orgasmo atravesó el cuerpo de la chica, que ni así dejó de moverse y comerle la boca a su amante entre sensuales gemidos.
-Agggg Francisco...dios...qué bien me follas...no pares...sigue...
-Pero...ummm si eres tú la que me folla a mí.
A veces la cabeza de Nathalie chocaba con el techo del coche. Buscó con ahínco su tercer orgasmo. Pero esa vez quería que él la acompañara.
-Córrete conmigo, mi amor. Córrete dentro de mí. Lléname con tu lechita.
-Ahhhh, sí sí... Natita. Me tienes a punto...no puedo aguantar más.
-No te aguantes...Déjate... ir...Dámelo todo....todo...necesito sentirte.
Francisco cerró los ojos, se tensó y su polla empezó a lanzar su caliente carga en lo más profundo del coño de Nathalie, que al sentirlo, se corrió con él. Fue un intenso orgasmo compartido, que los fundió a los dos en puro placer.
No dejaron de mirarse. Él se quedó jadeando. Ella aún con los últimos espasmos de su orgasmo. Y después, relajación. Nathalie apoyó su cabeza en el hombre de Francisco. Los dos jadeando. El llevó sus manos al cabello de la chica y se lo acarició. Ella cerró los ojos y en sus labios se dibujó una sonrisa. Acercó esos labios al cuello de él y le dio un tierno beso. Le susurró:
-Te quiero.
Francisco no dijo nada. Se quedó acariciándole el pelo. Estuvieron así algunos minutos.
-¿Sabes? Me guste sentir mi coñito lleno de ti. Esta noche dormiré con tu esencia dentro de mí.
Francisco le sonrió.
Volvieron a besarse, ahora con más calma. La polla de Francisco seguía dura, clavada en el cálido nido que era el coño de Nathalie.
-Tengo que volver, no se vayan a dar cuenta.
-Sí, será lo mejor.
Se levantó, notando como la polla se salía de su coño. También notó como algo líquido se salía.
-Uy.
Llevó su mano hacia su coño y recogió en la palma parte de lo que se salía. La puso entre ambos. A la luz de la farola más cercana la mezcla de semen y jugos vaginales brilló. Mirando a Francisco, acercó la mano a su boca y se lamió la palma, recogiendo con la lengua todo lo que tenía. Lo saboreó y se lo tragó.
-Ummmm, me encanta tu lechita, Francisco. Podría volverme adicta a ella.
Francisco solo pudo hacer una cosa. Acercar su boca a la boca de ella y besar la mujer más sexy y caliente que había conocido nunca. La besó con toda su pasión, notando el salado sabor de la boca de ella.
Nathalie le dio un último beso antes de bajarse del coche. Francisco, en silencio, se quedó mirando como ella desaparecía en la noche.
Antes de arrancar, se guardó la polla y regresó a su casa.
Nathalie, tal como había salido, entró. Se quitó la ropa y se metió desnuda en la cama. Juntó las piernas. No quería que el semen que le quedaba dentro se saliese. Antes de dormirse, cogió su móvil y le mandó un mensaje a Francisco:
"Buenas noches mi amor. Espero que sueñes conmigo. Yo ya lo estoy haciendo contigo. Te amo".
Se durmió con una sonrisa en los labios.
Lejos de allí, acostado en su propia cama, él leyó el mensaje. Pensó en ella. En sus ojos mirándole. En sus jadeos. En sus besos. En su suave y cálido cuerpo. La deseaba como no había deseado nunca a ninguna mujer.
Se tocó la polla, dura. Empezó a subir y bajar la mano. Toda su mente estaba ocupada por ella. Recordó como esa misma mañana ella se había arrodillado delante de él y le había chupado la polla hasta hacerlo correr sobre su preciosa carita. Empezó a pensar locuras.
¿Tendría ella su móvil encendido? ¿Y si le mandaba un sms? Si ella respondía, podría decirle que no podía dormir. Que la deseaba. Que necesitaba sentir su boca alrededor de su polla. Le diría que iría a su casa y que como ella hizo, entraría a hurtadillas por su ventana y que se la follaría en su cama. Y que después, a la luz de le mesilla de noche, se correría en su linda carita.
Le dio vueltas y vueltas a la idea. Llegó incluso a coger su móvil y buscar el teléfono de ella. Pero se arrepintió. Su lado sensato ganó la batalla y apartó la loca idea de su cabeza. Pero a ella no la apartó. Siguió imaginándola hasta que no pudo más y se corrió en su mano, jadeando contra la almohada, como si alguien en su solitaria casa pudiera oírle.