Amor de madre (10)
Relato de estas dos madres e hijas tan especiales. No hay relación incestuosa, por fin sexo con un hombre...
Amor de madre (10)
En esta nuevo capítulo de la serie, el sexo pasa a un segundo plano. No se producen relaciones incestuosas, pero he querido colgarlo en esta sección porque me parece que así es más fácil de localizarlo para los seguidores de las aventuras de estas dos madres e hijas tan especiales.
En él aparece un nuevo personaje, bueno no es nuevo... pero no quiero revelar más detalles, solo que no es el que todos estáis pensando, y madres e hijas mantienen una conversación muy emocionante. En definitiva es quizás el relato menos erótico de la serie, pero prometo compensaros con los siguientes. Muchas gracias por leerlo y me gustaría que lo comentaseis.
Esa noche las cuatro volvieron a disfrutar las unas de las otras, aunque las dos abnegadas madres se centraron en el placer de sus hijas dejando el suyo en un segundo plano. Fue una noche intensa en la que Pilar y María Dolores se corrieron incontables veces gracias a la labor que tanto Carolina como Carmen hacían. Los orgasmos acabaron por agotar a las cuatro que ya muy entrada la madrugada se durmieron en la cama de Carolina y María Dolores donde esa noche habían follado como adolescentes salidas.
A la mañana siguiente tenían que madrugar, era un día de fiesta para los padres, se llevaban a los chavales de excursión todo el día y los padres tenían absoluta libertad para hacer lo que quisieran sin preocuparse por sus hijas. A pesar de estar agotadas Pilar y María Dolores estaban ilusionadas con la excursión. Dada su situación tenían pocas ocasiones para salir sin sus madres, y aunque habían llegado a un grado de complicidad muy alto no dejaban de ser madres e hijas, ellas añoraban un poco de independencia, una independencia fingida, pero era lo que había y no querían dejar pasar las pocas oportunidades que tenían para afianzar esa independencia.
—Y qué vamos a hacer nosotras.
—Pues yo había pensado en ir al centro —respondió Pilar —el pueblo es muy bonito.
—De acuerdo, pero yo quiero echarme un rato la siesta, estoy agotada de lo de anoche.
—Si, yo también estoy algo cansada, pero es que las niñas disfrutan tanto...
—Bueno, las niñas y las madres —respondió Carolina riendo y dando una discreta palmada en el trasero de su amiga.
—Si, si, las madres también —correspondió con las risas.
La mañana transcurrió de manera muy agradable callejeando por el antiguo pueblo de pescadores que se había convertido en un foco de turismo desde los años setenta. La cantidad de turista no era mucho, pues el lugar era una zona de turismo familiar y las familias prefieren pasar el día en la playa y eran pocos los que se perdían entre las calles de aquel pueblo.
Allí, en las calles solitarias, las dos dieron rienda suelta a su amor, más bien lujuria, porque las dos estaban seguras de que aquello no era amor, era simplemente sexo, se besaban y se daban la mano como si de una pareja se tratase. Iban con cuidado no fuera a ser que les viera algún padre de los compañeros de sus hijas, pero tuvieron suerte en ese aspecto. Aún no estaban preparadas, y ninguna de las dos sabía si lo estaría alguna vez, para hacer público que mantenían una relación que iba más allá de la simple amistad.
Bueno en verdad solo habían podido acostarse una vez, pero estaban seguras de que en estas vacaciones lo harían más veces, y ahora que habían superado el ámbito familiar en sus relaciones incestuosas, no les resultaría difícil hacerlo delante de sus hijas, aunque el placer de estas siempre estaría por delante del suyo.
—Hola, ¿qué tal?
Las dos se giraron y vieron a Paco, el padre de Joaquín, que como ellas estaba contemplando la fachada de una casa típica de pescadores en la cual había una placa que hacía honor a un vecino ilustre de la villa.
—¡Ah! hola, Paco, pues muy bien, de turismo.
—Si, yo también he decidido que prefería salir a conocer el pueblo en vez de quedarme en el hotel o ir a la playa.
Estuvieron un rato apreciando los detalles de la fachada, en un silencio que por momentos se hacía tenso.
—¿Os apetece una cervecita?
Las dos se miraron, y ambas sabían que aquello acababa con su excursión romántica, pero la compañía de Paco era muy agradable y no querían que se levantaran sospechas.
—Vale —respondieron casi al unísono.
—Cuando venía para aquí he visto un bar que servían espetos de sardinas.
—¡Uhm! qué ricos, además yo ya voy teniendo hambre —afirmó Carolina, que en verdad tenía ganas de comer algo.
El sitio era muy agradable, la cerveza estaba helada y los espetos riquísimos. Además en muy poco tiempo se rompió el silencio y empezaron a hablar de esto y de aquello. De cómo les iba, de si trabajaban...
El tiempo pasó rápidamente, cuando quisieron darse cuenta eran más de las tres de la tarde, asi que decidieron quedarse a comer allí. La comida, al igual que las cervezas, transcurrió en un ambiente muy agradable.
—Me parece que no nos acostamos a siesta hoy —le dijo Pilar a Carolina aprovechado que se encontraban solas en el baño.
—Ya, pero bueno no importa, Paco es un hombre muy agradable.
—Y muy atractivo, ja, ja, ja.
—¿Quéee? —inquirió una sorprendida Carolina mientras orinaba en uno de los retretes —¿te gusta Paco?.
—Si, bueno, no tiene nada de malo, ¿no?
—No, no para nada, es solo que no es mi tipo. Es muy agradable pero creo que no saldría con él, por lo menos en serio.
—Pues yo creo que sí. Pero bueno no creo que pase nada, asi que...
—Y ¿por qué no?, tú no estás mal.
—¡Oh! Muchas gracias —respondió mientras se lavaba las manos con una sonrisa en los labios y mirando a su amiga que acaba de salir del retrete, a través del espejo.
—Y si a ti te gusta, no veo por que no podéis acabar juntos. Aunque esto supongo que significa que yo no te vuelva a tener —dijo en broma Carolina que posó sus manos en el trasero de su amiga y la besó en el cuello.
—¡Uhmm! —gimió Carmen al notar el contacto con su amiga —no digas eso, podemos montárnoslo los tres.
Las dos se rieron con ganas de la ocurrencia de Carmen.
—Bueno, para echar un polvo, si me vale —respondió Carolina, haciendo que las risas se repitieran.
—¿Sabes?, estoy mojando las bragas. Me estoy poniendo cachonda solo de pensarlo.
—Si, yo también —secundó Carolina —te imaginas comiéndome el coño mientras Paco te la clava hasta el fondo.
—Pchsssss, calla que me voy a poner mala.
—Me pregunto cómo la tendrá.
—Eres una guarra —respondió riendo de nuevo Carmen —y eso que no era tu tipo.
—¡Ya!, pero es que una está muy necesitada... —dijo al tiempo que se pegaba a los labios de su amiga besándose con una pasión desbordada.
—Pero... que sepas... que yo... lo vi primero —respondió entrecortadamente mientras Carolina acariciaba su pecho por encima de la camiseta de tirantes que llevaba puesta, lo que provocó que sus pezones se pusieran duros y se notaran a través de la tela de la camiseta.
—Mira como te has puesto —le dijo Carolina separándose de ella y apuntado a sus pechos.
—Y ¿ahora como salgo yo así? —respondió mirándose en el espejo sonriendo.
No pasó mucho tiempo para que las dos salieran del baño, riéndose de lo que acababa de ocurrir dentro. Paco las miraba pero no les preguntó nada. Además ellas no le dieron pie a pensar de que pasase algo, pues la comida continuó en un ambiente muy agradable, entre bromas y anécdotas de unos y otros.
Los tres volvieron a su hotel conversando animadamente. En la cabeza de Carolina no dejaba de rondar lo que su amiga le había confesado, y aunque egoístamente eso pudiera acabar con su relación, había decidido que haría de Celestina para ella, y además cabía la posibilidad de Carmen organizara un encuentro a tres, pensó sonriendo para ella misma.
—Os apetece un café —preguntó cuando llegaron al hotel.
—De acuerdo —respondió Paco, que agradecía mucho la compañía de las dos amigas. Desde que se quedó viudo había mantenido un celibato casi absoluto. Eran pocas las ocasiones que tenía para intimar con mujeres, pues su hijo le absorbía casi todo el tiempo, y era muy difícil hacerle ver a una mujer que su hijo era prioritario, y que no le podía dedicar todo el tiempo que ella quería. Pero con Carolina y Carmen era distinto, ellas estaban en su misma situación y aunque era poco probable que de allí saliese nada, solo la compañía merecía la pena.
—Yo creo que tú también le gustas —le dijo Carolina a su amiga aprovechado que Paco había ido a la barra a pedir los cafés.
—¿Tú crees?.
—Si, ¿no te has fijado? Durante la comida no ha dejado de mirarte de reojo.
—No sé...¿tú crees?...
Carmen no terminó la frase porque su acompañante volvía con los cafés.
—Bueno, chicos, —empezó a decir Carolina, tocándose la cabeza con la mano izquierda —os voy a tener que dejar solos.
Aquello hizo que Carmen le dirigiese una mira de sorpresa y de medio reproche, sabiendo que aquello no era más que una excusa para dejarlos solos.
—Me duele la cabeza, y voy a ver si me echo un rato y se me pasa.
—Te acompaño —dijo Carmen amagando con levantarse.
—Ni hablar, es solo un dolor de cabeza, vosotros tomaros el café tranquilamente, y ya nos vemos más tarde.
Despidiéndose con dos besos de ambos, se dirigió a su habitación dejado solos a su amiga y a Paco, con la esperanza de que pasara algo.
Carolina llegó a su habitación y se fue directamente al baño. Había decidido que se daría un baño relajante. Llenó la bañera con agua tibia, y echó en ella unas sales y bolas de aroma que el hotel ponía en los baños de las habitaciones. Mientras la bañera se llenaba, se fue quitando la ropa, y una vez desnuda se miró al espejo, contemplando su cuerpo. Se masajeó los pechos que llevaban todo el día aprisionados por el sujetador y le había hecho una marquita, comprobando que aquello le provocó una sensación muy agradable. No se había dado cuenta pero estaba cachonda, quizás llevaba así desde que había estado en el baño con Carmen, y podía notar y ver como sus pezones se ponían duros nada más entrar en contacto con ellos sus dedos.
Deslizó su mano por el vientre, comprobando que se mantenía plano y firme y la posó sobre su pubis, jugueteando con la matita de pelo que lo cubría, y comprobando que estaba húmeda.
—La verdad es que todavía estoy de muy buen ver —sonrió mirándose al espejo y sujetando sus pechos por la base elevándolos ligeramente.
—No creo que haya muchas mujeres que a mi edad puedan presumir de estas tetas y este culo —dijo al tiempo que posaba una de su manos en una nalga y se daba un ligero cachete, que contribuyó a encenderla aún más.
Sin más se metió en el agua, que estaba en su punto.
—¡Uhm, qué buena! —dijo mientras apoyaba la cabeza en una toalla doblada que había colocado en el borde de la bañera.
El agua cubrió todo su cuerpo haciendo que la tibieza de esta y el suave olor a vainilla de las sales incrementasen su excitación. Finalmente su mano recorrió su vientre y se deslizó hacia su entrepierna, donde comenzó a juguetear con el vello que allí crecía. Con la otra mano se acariciaba los pechos haciendo que su excitación creciera. Pero se trataba de una calentura tranquila, sin urgencia, no había prisa, sabía que nadie la molestaría y que era su momento, solo estaba ella y su placer, y por ello estaba súper relajada.
Los dedos recorrían su pubis, acariciando cada milímetro, haciendo aumentar la sensación de excitación que la invadía. Podía notar como su vagina estaba húmeda, podía apreciar con la yema de sus dedos el característico tacto resbaladizo de la excitación. Sus dedos se introdujeron ligeramente en ella y la acariciaban por dentro, recorriendo toda su raja de abajo a arriba, hasta llegar al clítoris que los recibía mandando impulsos placenteros a lo largo de todo su organismo.
La amplitud de la bañera le permitió abrir las piernas y que los dedos la penetraran profundamente.
—Ufffffff —gimió al notar como dos de ellos entraban en su interior y hacían que un escalofrío de placer la recorriera.
Movía los dedos con calma en su interior, recorriendo cada centímetro de su vagina, buscando los puntos más sensibles de ella, y tratando de llegar lo más hondo posible. Antes de meterse en la bañera había sopesado el ir a por uno de sus vibradores, pero desecho la idea porque deseaba sentir lo que estaba sintiendo, el calor y la humedad en sus dedos.
Mientras dos dedos se perdían en su interior, el dedo pulgar acariciaba con suavidad su clítoris que, erecto y fuera de su capucha, reclamaba su atención, la cual se la daba con sumo gusto pues enseguida fue correspondida con una multiplicación de las sensaciones placenteras que estaba empezando a sentir.
Sin embargo no quería correrse tan pronto. Deseaba prolongar aquella sensación tan placentera más tiempo, y además no tenía prisa, nadie la esperaba, su hija estaba bien atendida y su amiga, si todo iba bien, es posible que estuviese con Paco, así que decidió tomárselo con calma, y retiró el dedo del clítoris, relajándose un poco. Pero no sacó los dedos de su interior, le encantaba la sensación de sentirse llena, ahora con los dedos, pero también le encantaba cuando era el vibrador la que la penetraba.
Aquellos pensamientos hicieron que un espasmo de placer le recorriera la espalda, notando como el interior de su vagina se humedecía todavía más. Podía notar, a pesar de estar en la bañera, la humedad viscosa y caliente que de ella manaba. Sus dedos se movían despacio, recorriendo todo su interior, identificando cada pliegue, explorando cada recoveco, y buscando los puntos donde sabía que sentía más placer.
Nuevamente su dedo acarició el clítoris que respondió de inmediato enviando oleadas de placer hacia su cerebro. Carolina echó la cabeza para atrás cerrando los ojos y concentrando toda su atención en las sensaciones que estaba experimentando. Sabía muy bien cual iba a ser el desenlace, lo había experimentado muchas veces desde que su marido murió, el sexo solitario, hasta que empezó a acostarse con su hija, había sido su único consuelo durante largos años, pero ahora era distinto, no es que no tuviese otra cosa con la que disfrutar, estaba segura de que esta noche su hija querría su ración de sexo y quizás, si no tenía otra cosa mejor entre las piernas su amiga se uniría a ellas. Ahora se masturbaba porque le apetecía porque quería tener un momento para ella sola.
Ya no aguantaba más, quería correrse. Comenzó a mover con rapidez el dedo pulgar sobre su clítoris mientras los dedos índice y corazón se movían cada vez más frenéticamente en su interior. El orgasmo era cuestión de segundo, estaba en las puertas lo podía notar, su vagina se contraía rítmicamente y sus dedos se impregnaban cada vez más con sus fluidos. El clítoris estaba al rojo vivo, podía casi notar como hacía que el agua que la cubría hirviera.
—Uhmmmmmm —gimió mientras un orgasmo la sorprendía. Curvó la espalda ahogando los gemidos de placer. Los ahogaba hasta que se dio cuenta de que no tenía porque hacerlo.
—¡Ahhhhhhhhhhhhh!, me corro ¡ahhhhhhhhhh! —gimió sin importarle que le pudiera oir alguien, se estaba corriendo, no podía parar de frotar su clítoris mientras sus dedos trataban de moverse, atrapados en su caliente y húmedo coño.
El placer fue dando paso a esa sensación de desmadejamiento posterior al orgasmo, cuando parece que todas las fuerzas te abandonan y que todo tu cuerpo pesa como el plomo. Se dejó resbalar por la bañera hasta que su cabeza quedó sumergida en el agua todavía tibia de la bañera. Permaneció unos segundos sumergida, aislada de todo el mundo que la rodeaba y disfrutando de aquella sensación de ingravidez, similar a la que deben sentir los heroinómanos cuando se inyectan su dosis de veneno.
Emergió de debajo del agua a tomar aire. Estaba relajadísima, y decidió que se quedaría un rato más en la bañera. Echó de nuevo la cabeza para atrás y cerró los ojos, y sin darse cuenta se quedó dormida. El sueño la vencía por fin, y su cuerpo lo agradecía, necesitaba descansar.
—¡Ahhhhhhhhhh!, Dios, siiii.
Carolina abrió los ojos sobresaltada, no sabía muy bien donde estaba, algo le había despertado, y no sabía muy bien de donde procedía. El agua de la bañera estaba fría, auque la temperatura veraniega que hacía impedía que fuera una sensación desagradable, pero si se notaba entumecida.
—¡Ahhh!, ¡ahhhh!, siiiiiiiiiii, Dios.
Ahora estaba segura, no lo había soñado eran los gemidos que escuchaba lo que la habían sacado de su sueño.
—¿Cuánto tiempo había estado durmiendo? —pensaba, mientras podía escuchar claramente los gemidos y suspiros.
Se incorporó saliendo de la bañera y comprobando que tenía la piel de los dedos arrugada. Miró el reloj y comprobó que llevaba dormida más o menos una hora.
Salió del baño, y lo descubrió, los gemidos provenían de la habitación de Carmen. Aquello hizo sonreír a Carolina. Esperaba que aquello sucediera pero no tan pronto.
—No pierdes el tiempo ¿eh? —se dijo en voz baja, refiriéndose a la rapidez con la que su amiga se había decidido a acostarse con Paco. Porque imaginaba que era con Paco con quien su amiga estaba.
Los gemidos continuaban, acompañados del rítmico sonido de un polvo. Podía apreciar como rechinaban ligeramente el somier de la cama y como se marcaba un ritmo acelerado a las acometidas.
Se acercó con sigilo a la puerta que separa sus habitaciones y apoyó la mano en el picaporte, y lo giró, e.... increíble estaba abierta. Con cuidado comenzó a girarlo y a abrir la puerta. Con cuidado se asomó, y allí estaba su amiga a cuatro patas sobre la cama, de espaldas a ella y Paco follándosela agarrando sus caderas y embistiendo como un animal.
Aquello hizo que Carolina sintiese como el coño se le licuaba. Había salido del aseo sin taparse y estaba desnuda, aún mojada del baño, pero la humedad que notaba empezaba a generarse en su entrepierna no era del agua que acababa de abandonar. Ver a su amiga así le estaba poniendo a cien, y no pudo evitar dirigir una de las manos a su coño mientras continuaba observando cual voyeur el espectáculo que le estaban proporcionando a escasos metros.
La posición de su amiga y su amante le daba cierta seguridad, ambos de espaldas a la puerta, por lo que decidió entreabrir un poco más esta para facilitar su observación, tratando siempre de hacer el menos ruido posible.
Podía oír los gemidos de su amiga, pero también podía notar como sus dedos chapoteaban en su coño, estaba empapada y deseaba que en vez de su amiga fuese ella la que estaba siendo follada por aquel hombre. Hacía muchos años que en su coño no había entrado una polla, si exceptuamos las de plástico, pero la calidez y humanidad de un pene de carne y hueso hacía muchos años que no la sentía.
Paco agarraba por las caderas a Carmen, y empujaba hasta el fondo su polla, podía oir como su amiga gemía en cada envestida lo que hacía que su excitación aumentase más y más. Casi sin darse cuenta estaba masturbándose, masturbándose de una manera salvaje, moviendo rápido sus dedos sobre su clítoris, que no tardó en mandar las primeras señales de placer al cerebro de la pobre Carolina, que si no fuera porque permanecía agarrada al pomo de la puerta se hubiese caído. Sus piernas casi no podían soportarla, y sabía que si seguía así no tardaría mucho en correrse, pero le dio lo mismo, es lo que quería, correrse viendo como su amiga folla con el padre de un compañero de su hija.
La situación era de lo más excitante, se había convertido en una mirona. Con su marido de vez en cuando veían películas porno, que los excitaban enormemente y luego trataban de repetir lo que habían visto en la medida de lo posible, pero aquello era mejor que una película, era una escena de sexo en vivo y en directo, era como... como si estuviese actuando para ella.
Pudo notar como el orgasmo se precipitaba, como su vagina se contraía y como los fluidos se multiplicaban haciendo que casi le escurrieran por las piernas. Estalló el orgasmo, cerrando las piernas y aprisionando la mano entre medias, mientras trataba de continuar moviéndose sobre su clítoris que a pesar de ser el segundo orgasmo en poco tiempo no daba señales de estar cansado. Quería más y ella estaba dispuesta a dárselo.
Fue un orgasmo silencioso, agarrando con fuerza el pomo de la puerta, y evitando hacer ruido para no ser descubierta. Se aprovechó de los gemidos que provenían de la escena que le estaban dando su amiga y Paco, para camuflar los suyos.
Sin interrupción continuó tocándose, esta vez más calmada, más despacio mientras contemplaba como Paco continuaba follándose a su amiga, al tiempo que una mano de este se deslizaba hacia el coño de Carmen para acariciarla en lo más íntimo, haciendo que la reacción en forma de gemidos por parte de esta no se hicieran esperar, era de lo más excitante. Los dos continuaban en la misma posición, lo que para ella era una suerte porque le permitía observar toda la escena sin ser vista, y al mismo tiempo le permitía continuar masturbándose.
La situación de inseguridad, el poder ser descubierta en cualquier momento y el contemplar clandestinamente como su amiga follaba, le hacía aumentar una excitación ya de por si elevada.
Pensó en su hija con el vibrador puesto y ella cabalgándola, lo cual provocó que un escalofrío de placer le recorriera la espalda e hizo que la humedad, ya de por si abundante, aumentase en su coño.
—Es increíble —pensó —como siga así me voy a volver a correr.
Y así fue, en pocos minutos nuevamente se estaba retorciendo de placer mordiéndose el labio inferior para evitar gritar de placer.
En ese momento...
—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, me corro, me corro, ya no puedo más —gimió Pacó.
—Siiiii córrete, lléname con tu leche.
—Ahhhhhhhhhhhh, me corro, me corro ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
Paco se dejó caer sobre la espalda de Carmen agotado por el esfuerzo. No sabía muy bien si esta se había corrido, no había prestado atención, bastante tenía con estar concentrada para no gritar mientras ella se corría.
—Dios ha sido increíble —oyó decir a su amiga.
—Pero no te has corrido —le respondió Paco, al tiempo que salía del interior de su amiga. Llevaba puesto un condón que retiró con cuidado.
Por primera vez, Carolina pudo contemplar la polla de Paco. Estaba ya en retirada pero tenía un buen aparato. Ella no había visto muchos, bueno en verdad solo había visto el de su marido y el de los actores de las películas porno que veía con él, pero estaba segura de que era algo más grande que la de aquel.
—Lo que daría por tenerla dentro —se sorprendió pensándolo.
—No te preocupes, no me he corrido pero me ha encantado todo lo que me has hecho. Hacía muchos años que no follaba con... ningún hombre.
Aquel con... ningún hombre , hizo que Carolina sonriese pensando en las sesiones de sexo que tenía con su hija, y en ese momento un pensamiento pasó por su cabeza ¿haría Paco lo mismo con su hijo?, si ellas dos lo hacían con sus hijas, por qué no lo iban a hacer más gente, estaba segura de que aquello no era una rareza.
Paco no dijo nada, y aprovechando que Carmen mantenía el culo empinado se agachó y comenzó a pasar su lengua por el coño de esta.
—¿Qué hacessssssss?
—Terminarte —fue lo que contestó Paco antes de volver a sumergir su cabeza en el coño de Carmen, que gemía al notar como la lengua de su amante le recorría toda la raja.
Pasaron pocos segundos antes de que Carmen estallara en un ruidoso orgasmo.
—Me corro, me corro, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, siiiiiii, ahhhhhhhhhh.
Carolina abandonó su posición de observación cerrando con cuidado la puerta que separaba ambas habitaciones, y con una sonrisa y con una calentura enorme se dirigió a su armario para vestirse. Pensó en usar el vibrador, pero decidió que se reservaría para esta noche. Esta noche su hija o su amiga harían que se corriera, y disfrutaría de una noche de sexo salvaje, lo necesitaba.
En el bar del hotel estaban casi todos los padres. Estaba previsto que los chavales llegasen en pocos minutos. Solo faltaban Carmen y Paco, aunque lo que hizo que Carolina sonriera, hacía más de dos horas que los había dejado “solos”, y estaba segura de que no habían estado de conversación.
Por fin vio aparecer a su amiga saliendo del ascensor, junto a Paco. Nadie hubiese sospechado nada, un par de personas que bajan juntas del ascensor de un hotel, ocurría todo el tiempo. Sin embargo Carolina pudo ver reflejada en la cara de su amiga la satisfacción, era la cara que había contemplado innumerables veces en su hija después de correrse.
Ambos se separaron. Carmen se acercó a su amiga que le hacia gestos con la mano para que ocupase una de las sillas que estaban libres en la mesa que ocupaba.
—¿Qué? —preguntó Carmen sonriendo a su amiga.
—No he dicho nada.
—No hace falta, casi puedo leerte el pensamiento.
—¿Y...?, ¿no me lo vas a contar? —sonrió Carolina.
—¿El qué quieres que te cuente?.
—No sé, qué habéis estado haciendo Paco y tú, por ejemplo.
Carmen sonrió, una sonrisilla traviesa, y entonces sorprendió a su amiga.
—Si tú ya lo sabes ¿no?. ¿Te ha gustado lo que has visto? —dijo sonriendo, sin un atisbo de reproche en sus palabras.
La cara de Carolina reflejó la sorpresa que aquella pregunta le provocó, pero tampoco le importó mucho que su amiga le hubiese descubierto, de todas maneras se lo iba a contar.
—¿Lo sabías?, ¿sabías que estaba mirando?
—¡Pues claro!, y no veas como me ha excitado —respondió bajando el tono de voz —¿por qué crees que estaba la puerta abierta?.
—Eres una golfa, una golfa pervertida.
—Ya, bueno, pero no veas que manera de follar....
Carmen interrumpió su frase, acababan de llegar las niñas. Las dos se incorporaron para ir a recibirlas.
—Quiero que me cuentes todos los detalles.
Carmen asintió, en el momento en que llegaban a la altura de sus hijas.
—¡Pilar!, ¿qué tal lo habéis pasado?
—Muy bien —respondió al tiempo que recibía dos besos y un abrazo de su madre.
Carolina llevaba a cabo el mismo proceso con su hija, y el resto de padres igual. Ninguno en mayor o menor medida estaba acostumbrado a separarse mucho tiempo de sus hijos, y quien más quien menos no estaba tranquilo del todo dejando el cuidado de estos en manos de desconocidos.
La cena transcurrió sin incidentes, todos los chavales contaban a sus padres lo bien que le lo habían pasado navegando, y lo bonita que era la playa a la que los habían llevado.
Lo cierto es que estaban cansados y poco a poco fueron abandonando el salón para dirigirse cada uno a sus habitaciones. Pilar y María Dolores no eran una excepción.
—¿Tienes sueño cariño? —le preguntó Carolina a su hija que había comenzado a bostezar.
—Un poco, aunque yo creo que es más cansancio que sueño.
—Nosotras nos vamos a la habitación que Pilar está cansada.
—Si, nosotras también.
Las cuatro se subieron al ascensor y subieron a sus habitaciones. Pilar giró la cabeza hacia su amiga y con un movimiento leve de cabeza le hizo una señal.
—Mamá.
—Dime —contestó Carolina al tiempo que posaba una mano en el hombro de su hija.
—Pilar y yo hemos estado hablando sobre lo que hacemos, ya sabes...
—Siiii... —preguntaron casi al unísono Carmen y Carolina.
—Pues eso, que Pilar y yo estamos muy agradecidas por lo que hacéis por nosotras.
—No es nada, solo lamento no haberlo hecho antes.
—Y yo, —secundó Carmen mirando a su hija.
—Ya pero de todos modos queríamos que supieseis que sabemos el esfuerzo que ha supuesto para vosotras dar el paso —continuó Pilar —y que sabemos que habéis renunciado a buena parte de vuestra vida por atender nuestras necesidades.
Los ojos de las dos madres comenzaron a humedecerse por la declaración de sus hijas.
—Y queríamos que supieseis que estas vacaciones no solo deben ser para nosotras —prosiguió María Dolores —y que queremos que disfrutéis de ellas.
—Y lo hacemos —logró decir Carolina sin romper a llorar —hoy hemos estado de turismo y comiendo por ahí...
—No nos referimos a eso —cortó Pilar— queremos decir que sabemos que sois algo más que amigas.
Aquello sorprendió algo a las dos madres, que sin embargo no interrumpieron a sus hijas. Las dos eran conscientes de que sus hijas los sabían, pero no sabían como se lo tomarían.
—Y que queremos que disfrutéis vosotras también, la una de la otra.
—El darnos placer a nosotras —siguió María Dolores —hace que vosotras no disfrutéis plenamente, y eso ¡no es justo!, porque vosotras los dais todo y nosotras no podemos corresponderos en la misma medida.
—De verdad que no importa...—dijo Pilar, que no estaba pudiendo contener las lágrimas ante las palabras de su hija y de María Dolores.
—Ya sé que lo haces sin querer nada a cambió, pero queremos que las dos disfrutéis.
—Y por eso queremos que sepáis que no tenéis que ocultaros con nosotras y que cuando os apetezca estar juntas no tenéis que esperar a que no estemos o hacerlo a nuestras espaldas —remató María Dolores.
El ascensor hacía un rato que se había detenido en su planta, pero no habían bajado de él, lo cierto es que no se habían dando cuenta de que se había detenido.
—¡Oh!, hija —dijo Carmen abrazándose a María Dolores, llorando ya sin ningún reparo —no sé que decir.
—No tenéis que decir nada —respondió Pilar en nombre de las dos, que ya tampoco podían contener las lágrimas—, de verdad que es lo que queremos las dos, ¿verdad María Dolores?
Esta asintió con la cabeza mientras su madre se separaba de ella.
Las cuatro abandonaron el ascensor y se dirigieron hacia sus habitaciones y cuando estuvieron delante de las puertas...
—Y para empezar esta noche Pilar y yo, dormiremos en su habitación, y vosotras... —dijo señalando con la cabeza hacia la puerta que compartía con su madre, sin poder evitar sonreír a pesar de tener, al igual que sus tres acompañantes, los ojos arrasados de lágrimas.
—Bueno vosotras podéis dormir... o lo que queráis.
La afirmación de Pilar hizo que las cuatro rieran con ganas.
—Pero..., ¿y si necesitáis algo? —interrogó Carmen.
—Estamos pared con pared mamá, ¿cuánto tiempo crees que tardaríais en llegar si os llamamos?
—Supongo que no mucho —confirmó, tratando de buscar algún motivo que no les permitiese hacer lo que estaba deseando hacer.
—Venga Carmen, que las niñas lo han pensado todo bien. Yo por mi parte estoy tranquila, llevan todo el día solas por ahí, y no les ha pasado nada.
—Ya, pero....
—No hay peros —dijo María Dolores— venga llevarnos a la habitación, que estamos cansadas —dijo al tiempo que abría la boca bostezando.
Carmen y Carolina se miraron y en pocos segundo sonrieron y asintieron con la cabeza.
Tardaron una media hora en preparar a las niñas para acostarlas, la cama era grande, bueno en realidad eran dos camas de noventa juntas, y estarían bien las dos allí solas. Además era verdad que estaban cansadas, había sido un día lleno de emociones para ellas, y seguro que no tardarían en quedarse dormidas.
—¿Seguro que estaréis bien? —inquirió un tanto preocupada Carmen.
—¡Qué sí, mamá!, venga vete, que tengo mucho sueño y quiero dormirme, que mañana nos van a llevar a la playa y no quiero pasarme toda la mañana dormida.
—Que descanses cariño.
—Igual mamá —respondió María Dolores, mientras correspondía al beso que su madre le daba.
—Está bien cariño, que descanses tú también.
—Gracias mamá, igual —respondió Pilar.
—Y si necesitáis algo....
—¡Qué síiiiiiiiiiii! —respondieron al unísono Pilar y Carmen.
—Vale, vale —dijo sonriendo Carmen, mientras se inclinaba y besaba a su hija en la frente.
—Buenas noches a las dos —dijo Carolina mientras apagaba las luces.
—Buenas noches —respondieron María Dolores y Pilar.
Las dos madres se encontraron a solas en la habitación que hasta esa noche habían compartido Carolina y María Dolores, pero que esta noche sería el escenario de la pasión desatada de dos mujeres deseosas la una de la otra...
Continuará...
Pd. Es un poco cruel dejaros así, pero... ya sabéis, hay que mantener el interés. Os prometo que el siguiente capítulo estará muy pronto, y será un capítulo lleno de sexo y probablemente sea el último, aunque si os digo la verdad aún no está escrito el final. Por favor comentad los relatos nos sirve de mucho a los autores.
Muchas gracias.
Akilexx.