Amor de madre 06

De cómo María Dolores dio por culo por primera vez a su madre.

Amor de madre 06.

Durante los siguientes días follaron todos los días, no dejaban escapar ninguna oportunidad para darse placer mutuamente. El sexo entre madre e hija se estaba convirtiendo en una rutina, de la cual las dos gozaban enormemente.

Pasaron las semanas y llegó el verano, María Dolores tenía un mes de vacaciones en la rehabilitación, y Carolina y ella se pasaban el día follando como dos adolescentes. La verdad que para Carolina aquel ritmo era agotador, se encontraba cansada casi todo el día debido a las maratonianas sesiones de sexo que tenía con su hija, había incluso perdido peso. Para María Dolores sin embargo todo era poco, por ella estaría follando todo el día, era como una adolescente salida que estaba constantemente cachonda y deseando que su madre le diera el placer que durante tanto tiempo se le había negado.

El culo, el coño y la boca de ambas eran continuamente penetradas con los vibradores, cosa que las dos agradecían con sonoros orgasmos y abundantes corridas. Carolina tenía miedo de que algún vecino les oyera, pero afortunadamente el chalet donde vivían tenía muros gruesos y los gritos de placer no salían de allí.

Carolina había desvirgado a su hija tanto del coño como del culo, y esta ya la había correspondido.

Unos días después de que María Dolores se follara a su madre, y mientras esta le estaba dando una ración de dedo en su suave vagina...

—Mammá, uhhhmmmm, que bueno, esto es estupendo, no se como he podido vivir sin esto hasta ahora.

—Lo se cariño, yo no se como no me di cuenta antes de tus necesidades, pero ahora disfruta del momento y de lo que te hace tú mamá.

La corrida era inminente, María Dolores ya tenía la suficiente experiencia como para saber cuando el orgasmo estaba cercano, notaba como le palpitaba el coño por dentro y como se le aceleraba el pulso. Notaba también como se le encendía la cara y como los pezones se le ponían erectos.

—Ahhhhhhhhhhhhh, me voy a correr, mamá, no pares ahora, no pares, ahhhhhhhh, ahhhhhh.

Su madre acompañaba la excitación del clítoris con la introducción de un par de dedos en la húmeda vagina de su hija y notaba las contracciones previas al orgasmos. Ella también sabía ya identificar la proximidad del clímax de su hija.

—Córrete hija, córrete en la mano de mamá, dáselo a mami.

—¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!, —estalló María Dolores, —ahhhhhhh, ahhhh, si, si me corroooooo, ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhh.

El orgasmos duró unos segundos, y vino acompañado de una abundante emisión de flujo vaginal, cosa que Carolina ya se había fijado. Ella no tenía unas corridas tan abundantes como su hija, pero le encantaba que su hija disfrutase tanto con ella.

Carolina se echó al lado de su hija en la cama, y a los pocos minutos, cuando su hija se había calmado un poco, esta le dijo.

—Mamá.

—Dime hija, —le contestó volteándose para mirarla a los ojos.

—Es que... me da un poco de vergüenza pedírtelo...

—No seas tonta cariño, después de todo lo que hemos hecho juntas no entiendo como te puede dar vergüenza todavía pedirme algo.

—Bueno es que... me gustaría darte por el culo, —dijo de seguido y bajando el tono de voz.

A Carolina le sorprendió un poco la petición de su hija, y no sabía si ella quería que la dieran por culo. Bien es cierto que Carlos, su difunto esposo, la había follado por el culo, pero de eso hacía ya mucho tiempo, y no sabía si le dolería.

—Si no quieres no pasa nada mamá, —se apresuró a decir María Dolores ante el silencia de su madre.

—No, no es que no quiera, mi amor, —respondió dándole un fraternal beso en la frente a su hija, —es que hace mucho tiempo que no lo hago por ahí.

—Por eso mamá, quiero que sientas lo mismo que yo cuando me lo haces, es algo maravilloso. Y como hace tanto tiempo... es como si yo también te desvirgara a ti.

El razonamiento de su hija la sorprendió y acabó con las dudas.

—De acuerdo hija, lo vamos a hacer. Pero antes tengo que hacerme un lavado anal, para no ensuciar.

Con decisión Carolina fue al baño, donde tenía todo lo necesario. A María Dolores le hacía lavados anales periódicos para evitara que las heces se acumulasen en su intestino, y por eso tenía todo los necesario para ello. En esencia era lo mismo que una lavativa con la diferencia que solo usaba agua tibia, no hacía falta más. La introducía en su interior mediante un jeringa grande y la dejaba actuar durante unos minutos.

Carolina se metió en la bañera, y llenó la jeringa con agua tibia, tomó el tubo de vaselina y echó un poco en la punta de la jeringa y con el dedo corazón se dilató y lubricó ligeramente su ano. Se arrodilló en la bañera y apoyó la mano izquierda en el suelo de esta, dirigiendo con la derecha la jeringa a su ano. La introdujo con cuidado en él y apretó el émbolo hasta el final, haciendo que toda el agua penetrara en ella. Era una sensación extraña, no exactamente desagradable, incluso si lo pensaba bien era hasta cierto punto agradable, notaba como el líquido tibio entraba en su interior y llegaba a su vientre.

Permaneció con el culo apretado un rato, hasta que notó que ya no podía aguantar más. Rápidamente salió de la bañera y por poco no le da tiempo a sentarse en la taza del inodoro antes de que un estallido de mierda y agua saliese de su interior.

—Ahhhhhhhhhhhhhhh, —gimió a notar como todo aquello era expulsado de su interior, acompañado de una sinfonía de gases. Estuvo poco tiempo, y se puso otra lavativa para asegurarse de que lo había a expulsado todo, la cual salió casi limpia.

Se limpió con un papel y tiró de la cadena. Antes de irse tomó el tubo de vaselina y, con ayuda de los dedos, introdujo en su esfínter una buena cantidad para tenerlo bien lubricado. Tenía cierto miedo a que la penetración le doliera y no quería decepcionar a su hija, sin embargo la sensación que tuvo al introducirse el dedo corazón y moverlo hacia delante y hacia atrás fue muy placentera, estaba segura de que disfrutaría de la cogida que le iba a dar su hija. Notaba el culo bastante cerrado debido a la falta de práctica, pero era tan flexible como antes y no tardó en notar que este ya no ofrecía resistencia a un segundo dedo que entró sin apenas esfuerzo.

Se detuvo con un enorme esfuerzo porque aquello le estaba gustando demasiado, y notaba como de su ano empezaba a manar la vaselina licuada debido a la fricción de sus dedos y al calor que empezaba a emanar de su interior.

—Ya estoy aquí cariño, —dijo de manera sensual, apoyada en la jamba de la puerta, sosteniendo en su mano el otro arnés con el vibrador ya colocado.

—Uffffffff, ya era hora, pensé que te habías arrepentido.

Aquello hizo gracia a Carolina que no pudo evitar sonreír ante lo que su hija le decía, le parecía mentira que solo unos días atrás su niña estuviese sufriendo porque su madre no se dio cuenta de sus necesidades.

Se acercó y besó con pasión los labios de su hija, que respondió introduciendo su húmeda lengua en la boca de su madre. Colocó a María Dolores el arnés y procedió lamerlo y chuparlo como si su hija fuera un hombre y ella le estuviese haciendo una mamada..

—Sigue, sigue, cariño, —dijo María Dolores impostando la voz como si fuera la de un hombre.

Carolina no pudo evitar carcajearse por la ocurrencia de su hija, y por poco se ahoga con la saliva.

—A tu padre le encantaba que se la chupara antes de darme por el culo, decía que era casi lo mejor del sexo anal conmigo.

—No me extraña, mamá, yo no soy un tío y solo de verte como lo haces me estoy poniendo toda cachonda.

—A ti no te hace falta que yo te la chupe para que te pongas "toda cachonda" me parece que te he convertido en una salida ninfómana, ja, ja, ja.

Continuó chupando un rato más hasta que consideró que el vibrador estaba lo suficientemente lubricado.

—Bueno ya está.

Carolina se incorporó y se colocó encima del pene que surgía de entre las piernas de su hija, que miraba expectante y deseosa como su madre iba descendiendo sobre ella para empalarse.

Con cuidado, una vez que notó el suave tacto del látex, y ayudándose de su mano derecha situó el vibrador en su entrada trasera, aquella que había permanecido cerrada desde hacía más de diez años.

Allá voy cariño, —le dijo a su hija mirándola a los ojos, al tiempo que hacía fuerza para penetrarse.

—Te quiero mamá, —le respondió cuando el vibrador traspasó el umbral del culo de su madre.

—Ahhhhhhhhhhhh, —gimió esta al notar como el esfínter se le abría para dejar paso a aquel intruso de plástico. Entraba sin ningún problema la saliva y la vaselina hacían su tamaño, pero lo más importante era su calentura, notaba el calor de su ano y sabía que aquel sería un polvo magnífico, como con Carlos.

Notaba como se abría pasa a través del estrecho canal. Notaba como le llenaba su esfínter, como las paredes de su intestino lo abrazaban y se adaptaba a la forma cilíndrica que lo invadía de manera pacífica.

Al tiempo María Dolores notaba como el arnés ejercía presión sobre su clítoris a medida que su madre dejaba caer su cuerpo sobre su falo de plástico. Era algo maravilloso.

En unos instantes el culo de Carolina había engullido el vibrador sin ningún contratiempo. Lo notaba muy dentro de ella y ... le gustaba, le encantaba la sensación, que hacía tanto tiempo que no recordaba, era casi como la primera vez con Carlos, el temor del principio, y la plenitud y satisfacción de la penetración.

Llevando la mano izquierda a su culo la deslizó hasta que alcanzó la base del falo que la penetraba. Estaba todo dentro, podía notar en su pubis el suave cuero del arnés, y apenas quedaba un dedo fuera de su culo. Con habilidad conectó la vibración y por poco explota en un orgasmo, al notar como a las paredes de su esfínter le eran transferidas las ondas procedentes de aquel artilugio maravilloso.

—Uhmmmmmmmmmmmmmmmm, es increíble, —gimió, cerrando los ojos, concentrándose en las sensaciones que se producían en su interior.

—Mamá, es estupendo, notó como vibra en mi clítoris, no se lo que voy a aguantar, ahhhhh, ahhhh, no se si aguantaré mucho más.

Carolina no perdió el tiempo y comenzó a cabalgar a su hija, subía y bajaba al tiempo acariciaba con delicadeza los erectos pezones de esta, que no podría aguantar durante mucho más tiempo aquellas sensaciones.

—Mamá, ¡ahhhhhhhhh! me corro, ya no puedo más, me muero, me muero, ¡ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!, ¡ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh! me corro, me cooooooooooooorrrooooooo, —estalló en un prodigioso orgasmo. La vibración había sido superior a las fuerzas de la aún inexperta María Dolores.

—Lo siento mamá no he podido evitarlo, —dijo un poco apenada por no haberle podido proporcionado un orgasmo a su madre.

—No te preocupes hija, —dijo al tiempo que se sacaba el consolador de su culo.

—No mamá, tu sigue, no quiero que te quedes a medias.

—¡Mi niña!, que buena que es, pero de verdad que no hace falta, yo me hago ahora un dedo y ya está.

—No mamá, móntame otra vez, quiero darte el orgasmo que mereces por lo bien que te portas conmigo.

Aquellas palabras humedecieron los ojos de Carolina, que casi llorando de emoción se volvió a insertar el consolador en su dilatado y húmedo culo. Enseguida la vibración la transportó a un mundo de sensaciones placenteras, y mirando a los ojos a su hija le dijo.

—Gracias.

Enseguida reinició la cabalgadura sobre el vibrante cilindro que era abrazado por su esfínter como si una parte de su cuerpo fuese. El placer empezó a llegarle por oleadas, era impresionante, era tal y como lo recordaba con su marido, incluso mejor.

María Dolores debido a sus dos orgasmos notaba cierta molestia en su clítoris, el cual estaba irritado, pero no se quejaba, quería que su madre se corriera encima de ella, y sabía que si mostraba algún síntoma de incomodidad su madre no seguiría.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, que gusto, hija, ahhhhhh, me voy a correr.

Notaba como los fluidos le resbalaban por su vagina y como el consolador entraba y salía de su ano arrastrando tras de sí los restos de la vaselina licuada. Sabía que el orgasmos estaba cerca, no lo podría demorar mucho tiempo más, estaba a punto de correrse siendo porculizada por su hija.

Y fue este pensamiento el que la hizo estallar en un prodigioso orgasmo.

—¡Ahhhhhhhhhhhhhhhh!, ¡ahhhhhhhhhhhh!, me corro, hija me corro, ahhhhhhhh!, ya no puedo más, ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!, —gimió de placer, corriéndose al tiempo que su espalda se arqueaba al sentir la electricidad que se trasmitía por su columna vertebral al notar como el vibrador le llegaba a lo más hondo de su ser.

Agotada se echó hacia delante cayendo sobre el sudoroso cuerpo de su hija, que la miraba con asombro. Notaba como el vibrador continuaba en su interior. Con un hábil movimiento de cadera se lo extrajo sin necesidad de levantarse y con la mano derecha lo apagó, haciéndose un silencio casi total.

Las dos estuvieron unos minutos sin hablar, con los ojos cerrados y concentradas en regular su respiración y su ritmo cardiaco, que poco a poco volvía a la normalidad.

—Muchas gracias, mamá.

Carolina izó la cabeza y miró a su hija a los ojos, viendo en ella felicidad y dicha, —no, gracias a ti, no sabía lo que necesitaba esto, y tú me lo has dados, gracias, —respondió y besó en los labios a su hija. Se echó a su lado y las dos se quedaron dormidas con una sonrisa en los labios.

Su culo y coño fueron follados desde ese día por su hija siempre que a esta le apetecía, y la verdad es que Carolina lo disfrutaba mucho y María Dolores mucho más. No había día en que no follaran al menos un par de veces, solo descansaban cuando a Carolina le venía el periodo, esos día hacía disfrutar a su hija con la boca o con los dedos.

Todos los años en verano, Carolina organiza las vacaciones. Siempre iban al Norte, a un hotel que estaba adaptado a las necesidades de su hija. Sin embargo este año, no podrían ir porque el hotel estaba de reformas y no abrirían en toda la temporada.

A María Dolores no le importó mucho ella deseaba quedarse en casa y follar con su madre, pero esta necesitaba como nunca un descanso.

Por suerte Carmen le dijo a Carolina que la Asociación iba a ofertar este año unos días en la playa, en un hotel adaptado y con personal de la misma Asociación. A Carolina le pareció perfecto, podría desconectar durante unos días y no pasarse el día follando sin parar, aunque debía reconocer que sino fuera por lo cansada que estaba, ella también, al igual que su hija, estaría todo el día follando con ella. Además en el hotel compartirían habitación y por las noches ya se sabe..., pensó.

—Uff, estoy agotada cariño, creó que me voy a deshidratar si sigo corriéndome de esta manera.

—Que exagerada eres mamá, ja, ja.

La noche de sexo había sido tan placentera como las anteriores, sin embargo el calor las había hecho sudar como nunca, y Carolina estaba realmente agotada, no se podría mover ni que en ello le fuera la vida. Y María Dolores a pesar de su respuesta estaba también acalorada y notaba su cuerpo perlado del sudor de ambas.

—Cariño, —le dijo una vez recuperado el resuello—, sabes que este año el hotel al que vamos todos los años esta cerrado, pero me ha dicho Carmen que la Asociación organiza unas vacaciones en la playa.

—¿Vamos a ir de vacaciones?—, preguntó un tanto desilusionada Carolina, pensando que aquello significaban quince días de abstinencia a los que no estaba dispuesta.

—Claro, —respondió sorprendida su madre, ante la pregunta de su hija— como todos los años, ¿no te apetece?.

—No sé mamá, es que...—contestó dejando la frase inacabada pensando en como podría aguantar, ahora que lo había probado, sin sexo.

Carolina se dio cuenta de la preocupación de su hija, y la tranquilizó.

—No te preocupes cariño, podemos seguir teniendo sexo en el hotel, solo que no lo podremos hacer a todas horas.

—Pero mamá, —protestó ligeramente María Dolores—, es que a mi me gusta hacerlo todo el rato.

—Ja, ja, ja, —se rió Carolina ante la calentura que demostraba su hija,—ya lo se cariño, no hace falta que lo digas, pero —dijo ya en serio— mi amor, la verdad es que estoy agotada, tú eres una adolescente que ha descubierto el sexo tardíamente, y desea recuperar el tiempo perdido, pero yo ya tengo una edad y la verdad es que no puedo seguir tu ritmo.

María Dolores entendió lo que su madre le decía y comprendió que había sido una egoísta por haber pensado solo en su satisfacción y no haber considerado las necesidades de su madre que se había sacrificado por ella, sobreponiéndose a sus tabúes morales.

—Vale mamá, pero prométeme que follaremos todas las noches, —contestó sonriendo mirando a la cara de su madre.

—De acuerdo cariño, prometido, follaremos todas las noches como dos adolescentes salidas, pero deberás controlar los gritos que das, porque las paredes de los hoteles son de papel.

Ambas rieron ante la conversación que habían tenido, habían negociado las relaciones sexuales que madre e hija iban a tener durante las vacaciones.

A la mañana siguiente Carolina llamó a su amiga y esta se hizo cargo de todo. Carmen además de ser una buena amiga y confidente era miembro de la directiva de la Asociación.

—Oye Carmen, por cierto, qué cuidadores van a ir con los chicos.

—Aún no lo sabemos, pero es probable que vayan tres o cuatro.

—¿Tan pocos?,— se sorprendió.

—Si, pero no te preocupes, el hotel tiene personal capacitado, y además con vosotras somos nueve personas las que vamos a ir.

—Yo pensaba que iríamos más gente.

—Si, pero es que lo hemos organizado muy tarde, y muchos socios ya tenían preparados sus viajes. Pero no te preocupes lo pasaremos bien, allí habrá más gente.

—Vale, vale, entonces lo dejo todo de tu cuenta ¿eh?.

—Si, no te preocupes. Oye cambiando de tema, por fin lo he hecho.

Carolina no sabía a lo que se refería.

—Ayer fui a... un sex shop, —dijo bajando el tono de voz.

—¡No me digas!, —se sorprendió.

La relación entre Carmen y Carolina se había hecho muy estrecha desde que le contó que su hija le había dicho a María Dolores, que ella y Pilar habían estado follando. No se lo dijo como reproche, pues María Dolores y ella también lo hacía e incluso habían, por lo que le había contado con posterioridad, llegado más lejos, incluyendo en su relación los consoladores, sino para que advirtiera a Pilar de la importancia de la discreción en este tipo de asuntos.

A Carmen le daba mucha vergüenza todavía el mantener relaciones con su hija y no se atrevía a llegar tan lejos como su amiga.

—A María Dolores le encanta que usemos el vibrador. Le encanta que, por decirlo de algún modo, me transforme en un hombre y la penetre, tanto por la vagina como por el culo.

—Yo con Pilar no he llegado tan lejos, ella se conforma con que la masturbe y le "coma el coño", como ella dice, aunque estoy segura de que le encantaría que usara algo más que mi lengua y los dedos. Pero no me atrevo a ir a comprar un consolador, me muero de la vergüenza.

—No seas tonta, a Pilar le encantará. Es cierto que se pasa un poco de vergüenza, pero luego..., uhhhmmm es algo increíble. Yo le regalé uno a María Dolores, y según ella es el mejor regalo que le han hecho nunca.

—No se, no se...

—Si fui a uno de la ciudad, y ¡es increíble la cantidad de cosas que hay!.

—Ja, ja, ja, si. A ver si ahora te vas a volver una adicta a los sex shops.

—No digas tonterías, no sabes la vergüenza que pasé. Dije que era para una amiga, pero yo creo que pensaron que era para mi.

—Bueno y a ti ¿qué más te da lo que piensen?. Compraste un arnés.

—No me atreví a tanto, ya solo faltaba que pensaran que además era lesbiana.

—Ja, ja, ja,— rió Carolina ante lo inocente que demostraba ser algunas veces su amiga.

—Poco a poco, yo no soy tan atrevida con tú.

—Bueno, bueno no te preocupes, si quieres pásate por casa, que yo te doy uno que tengo de sobra. Me lo regalaron con el que le compre a María Dolores, pero yo ya tenía uno.

—¿De verdad? ¿No te importa?.

—Qué no mujer. Pásate esta tarde por casa y tomamos un café.

—Vale de...., oh no, no puedo, no tengo con quién dejar a Pilar. Adela, su cuidadora está de vacaciones, y como yo voy a estar en casa pues no he contratado una sustituta.

—Bueno, pues tráetela también, luego podemos ir a dar una vuelta las cuatro.

—De acuerdo, ¿a qué hora nos pasamos?.

—A las cinco o cinco y media.

—Bueno, pues hasta esta tarde.

—Pobre Pilar, —dijo Carolina cuando colgó el teléfono.

—Si, su madre es un poco... paradita, —contestó María Dolores que había estado escuchando la conversación que había mantenido su madre con la madre de su amiga.

—No como yo ¿eh?, —respondió con una sonrisa en los labios y pasando su mano por los pechos, solo cubiertos por una camiseta de tirantes, de su hija.

Carmen y Carolina se contaban muchas de las experiencias que tenían con sus respectivas hijas, les servía de desahogo, y por qué no decirlo, para innovar en la cama. Aunque las aportaciones de Carmen habían sido más bien escasas por no decir nulas, si exceptuamos la primera de las conversaciones que tuvieron sobre el tema, donde le contó como había masturbado y comido el coño de su hija por primera vez, hacía unos cuantos meses.

Las hijas estaban al corriente también, y por eso María Dolores sabía que su amiga se tenía que conformar con poco, y que Carmen no se había quitado de encima aún una serie de prejuicios, que estaban interfiriendo en su relación.

—Si, la verdad es que tengo mucha suerte, uhmmmm, —gimió al tiempo que su madre pellizcaba unos de sus pezones.

—Pero parece que por fin van a avanzar, ayer fue a comprar un consolador, y parece que está dispuesta a usarlo con su hija.

—¡Qué bien!, me alegro por Pilar, que ya estaba empezando a desesperarse, ¿puedes creerte qué sea aún virgen?, no le ha metido ni siquiera los dedos...

—Bueno cariño, cada uno avanza a su ritmo, y no te creas que para mi ha sido fácil hacer lo que hacemos. He tenido que luchar contra la educación que he recibido y contra una serie de convenciones morales impuestas por la sociedad, que me impedían, en un principio, follar con mi hija.

—Por suerte, para mí, has superado los tabúes, uhmmmmm.

—No te creas que tanto, aún me cuesta, pero te veo tan feliz.... y además yo también disfruto, y hacía mucho tiempo que no gozaba del sexo de esta manera. Pero no se lo puedo contar a nadie, si exceptuamos a Carmen, no sé como reaccionaría la gente ante esto.

María Dolores cerró los ojos excitada por la conversación que estaban teniendo y deseaba que su madre la follara de nuevo.

Esta sabía lo que su hija quería, pero tenía que ir a comprar y empezar a hacer los preparativos del viaje. Sin embargo se agachó y con lascivia besó los labios de su hija, que los separaba esperando que la lengua de su madre entrara en su boca.

Mientras la besaba, su mano se deslizó desde su pecho, hasta el pantalón, desabrochándolo e introduciendo su mano hasta llegar a la suave raja de su hija, que no pudo contener un suspiro de excitación.

—Uno rapidito, que tenemos que ir a comprar.

—Vale mamá, pero date prisa porque estoy muy caliente.

Esta le bajó el pantalón que cubría su intimidad y comenzó a lamerle el coño como si fuera el más rico y deseado de los manjares. Poco tardó María Dolores en notar las primeras sensaciones que denotaban que el orgasmo se aproximaba. Sus pezones erectos por la excitación y por el manoseo al que estaba sometiéndolos su madre denotaban que no tardaría mucho en explotar.

—Ahhhhhhhh mamá me voy a correr, ya no aguanto más, ahhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Y entre gemidos de placer, provocados por la boca y lengua de su progenitora acabó en un magnífico orgasmo, que la dejó sudorosa y relajada, tratando de que su respiración volviera a la normalidad.

Carolina se levantó relamiéndose, recogiendo los restos que su hija había depositado en su boca y engulléndolos como el más rico de los néctares.

Quién se lo iba a decir a ella, hacía solo unos meses, que al día de hoy estaría tragándose la corrida de otra mujer, y para más inri, que esta mujer fuese su hija.

Con naturalidad se dirigió a la boca de su hija y la beso apasionadamente, introduciendo su lengua en la ansiosa boca de María Dolores, que se deleitó con el sabor que esta transportaba y que se había hecho tan común en los últimos meses.

—Bueno cariño, —dijo Carolina al cabo de un rato—, por ahora ya está bien, que tenemos que ir a comprar,— a pesar de que ella no se había podido desahogar y notaba que se había excitado con la comida de coño a su hija. Notaba como se le había humedecido y calentado la entrepierna, pero no tenía tiempo para darse una sesión dedo, así que trató de dejar de pensar en ello, —ya lo haré cuando vuelva de compra, si me da tiempo— pensó.

—De acuerdo, —contestó con desgana.

Las dos se cambiaron y fueron a comprar como todas las semanas, y a comer por ahí, aunque hoy debían darse un poco más de prisa porque Pilar y su hija vendrían a casa a tomar un café.

Continuará Aquilexx.