Amor de madre 05

Madre e hija continuan con su apasionada relación incestuosa. En esta ocasión la madre es follada por la hija...parapléjica

Amor de madre 05.

Madre e hija volvían a casa después de hacer la compra. Carolina conduciendo y María Dolores en la parte de atrás del coche adaptado, en su silla, pero ambas iban pensando en lo mismo. Cuando llegaran a casa volverían a follar como amantes, sin atender a los lazos de sangre que las unía, y que hacían, si cabe, más excitante la relación.

Carolina había abandonado sus reticencias morales al tiempo que veía la cara de satisfacción y felicidad de su hija, y además había descubierto que el sexo con María Dolores era extremadamente satisfactorio para ella, y no le estaba suponiendo ningún sacrificio. Sin embargo debía tener cuidado de que su hija no dijera nada, ya que sabía a ciencia cierta, que si esto se sabía la señalarían como un pervertida. Aún no había podido hablar con Carmen con respecto a lo que su hija le había contado a María Dolores, y realmente a pesar de haberse mostrado tan segura cuando su hija se lo contó, no sabía muy bien como enfrentarse a aquella situación. Era algo muy violento, ¿qué le iba a decir?, —oye Carmen, que tu hija le ha contado a la mía que te la follas. Realmente no sabía como afrontarlo, pero debía hacerlo porque aquello podía complicarles la vida a ellas.

María Dolores mientras tanto iba pensando en lo que harían cuando llegaran a casa, bueno más bien en lo que su madre le haría cuando llegaran a casa. Aquello la hizo sonreir, desde hacía dos días solo pensaba en el sexo, se encontraba excitada casi a cada momento y solo esperaba a que su madre la diera satisfacción. En dos días la había desvirgado por el coño y el culo y le había encantado en ambos casos, ahora solo deseaba que su madre se la follara de nuevo para volver a experimentar aquellas sensaciones que la hacían correrse como jamás se hubiese imaginado.

Este pensamiento le llevó a preguntarse el cómo sería follar con un hombre de verdad, con una polla de carne y hueso, y esto la condujo, no sabía muy bien por qué, a preguntarse como sería hacerlo con Pablo. Era un chico muy guapo y estaba muy bueno, aunque eso jamás lo reconocería delante de su madre, que sin embargo se había dado cuenta de su atractivo. Se lo imaginaba desnudo, de pie delante de ella, con su cuerpo musculado y bronceado, con una polla grande y dura, listo para penetrarla tantas veces como ella quisiera. Se imaginaba los gemidos de ambos cuando alcanzaran el orgasmo, y se preguntaba si sentiría el semen de él inundándole la vagina o el culo.

—Hija, hija, estás bien.

María Dolores despertó de su ensoñación, dándose cuenta de que habían llegado a casa.

—Ehmmm, si, si estoy bien, sólo pensaba.

—En qué pensabas cariño, —dijo al tiempo que hacía bajar la silla de María Dolores por la rampa del coche.

—Bueno, pues..., —dudó un momento— en lo buena que eres conmigo, —mintió.

Su madre se agachó y la besó en la coronilla, agradecida por las palabras de su hija.

—Solo hago lo que haría cualquier madre en nuestra circunstancia, hacer feliz a mi hija.

—Lo se, mamá, pero de todos modos gracias.

Carolina dejó a María Dolores en el salón y salió y entró varias veces a por las compras que habían hecho esa mañana. Hacía calor y notaba el olor picante del sudor, pero no era un olor desagradable, no era olor a sudor rancio, sino a sudor fresco. A veces este olor le recordaba a Carlos, cuando sudaba después de haber follado, y ahora empezaba a relacionarlo con su hija y ella en la misma situación.

Decidió ponerse algo más fresco, y fue a su habitación a quitarse la ropa. Se desprendió de su ropa interior y se puso el vestido de estar en casa y se fue al salón donde su hija esperaba impaciente acontecimientos.

María Dolores la miró cuando entró por la puerta y sonrió.

—¿Qué pasa cariño?, ¿de qué te ríes?.

—De nada, solo que con ese vestido se te marcan los pezones como si fueran dos cuernecillos.

Carolina bajó la vista y vió que era cierto, el vestido de algodón se le pegaba al pecho marcándose los pezones.

—Es verdad, y ¿sabes por qué es?.

María Dolores negó con la cabeza, divertida y pasándose la lengua por sus labios, expectante a lo que su madre haría.

—Es por qué no llevo sujetador, ¿ves?, —dijo alzándose el vestido y dejando a la vista su cuerpo desnudo.

—Eres un poco guarrilla, eh mamá, —respondió sonriendo.

—Si, la verdad que las mujeres de esta familia siempre hemos sido un poco salidas, ja ja.

La dos rieron por la desinhibición que ambas mostraban. Ya eran más que madre e hija, se habían convertido en confidentes, que se contarían todo lo que les pasara, todo lo que desearan. Eran amantes que se daban placer mutuamente, sin importarles lo que la gente pudiera decir, y donde la discapacidad de María Dolores no tenía importancia.

—Mamá, te quiero.

Aquello emocionó a Carolina, que dejó escapar un par de lágrimas de alegría.

—Lo se, hija, lo se, y yo a ti también, —respondió al tiempo que se acercaba a su hija y la besaba con pasión, abriendo con su húmeda lengua los secos labios de su hija e invadiendo su boca. Las dos se fundieron en un beso húmedo y caliente mientras que, con los ojos cerrados sentían como el mundo se detenía a su alrededor. En aquellos instantes no existía nada más que la una para la otra.

Con cuidado y sin dejar de besar a María Dolores, Carolina cogió a su hija y la tumbó en el suelo del salón. Aquello era algo nuevo, pero a las dos les excitaba la novedad. María Dolores se dejaba hacer sin decir nada, mientras su madre le iba quitando la ropa. Primero las zapatillas de deporte, después el calcetín del pie derecho el cual llevó a la boca, recorriendo cada uno de sus dedos con su lengua, a pesar de que sabía que su hija no sentía nada hizo lo mismo con el pie izquierdo. A continuación le sacó la camiseta que cubría su torso dejando al descubierto el sujetador donde ya se marcaban los excitados pezones. Sin dilación le desabrochó el pantalón dejando a la vista el tanga de su hija, del cual, a diferencia de otras veces, ya no asomaban pelos por los lados. Carolina notó el calor que emanaba del coño de su hija y vio una mancha en su braga que atestiguaba lo excitada que estaba.

Allí tumbada bocaarriba, solo en ropa interior, estaba María Dolores, preciosa, blanca y resplandeciente ante los amorosos ojos de su madre.

—No me mires así, que me da mucha vergüenza.

—Vamos hija, después de todo lo que hemos hecho, te da vergüenza que te mire, —contestó al tiempo que se quitaba el vestido mostrando su cuerpo desnudo, quedando expuesta a la mirada de su hija, que la contemplaba con ansia y lujuria.

Contoneando las caderas y exhibiéndose, como hacía años que no lo hacía, giró alrededor de su hija, que la seguía con la mirada, contemplando las contundentes formas de su madre. Aquel pecho, algo caído, pero estupendo para una mujer de su edad, un vientre plano que acababa en un pubis recortado, aquel culo estupendo, a pesar de la incipiente celulitis, que remataba a las dos piernas poderosas que sostenían su figura.

La excitación empezaba a inundar el salón con aquel agradable olor de hembra en celo. Madre e hija ya empezaban a reconocerse por el peculiar olor que expelían con la excitación, eran como animales que estaban en permanente celo, dispuestas a follar siempre que pudieran.

Carolina, después de varias vueltas exhibiéndose, colocó sus piernas una a cada lado del cuerpo de su hija, quedando encima de esta con las piernas abiertas, y ofreciéndole a María Dolores una nueva perspectiva de su feminidad.

Arrastrando los pies se situó sobre el pecho de su hija, que la contemplaba expectante y cada vez más excitada. Poco a poco se fue agachando quedando en cuclillas de igual manera como si fuese a mear. María Dolores podía oler el agradable aroma que desprendía el coño de su madre, deseaba llevárselo a la boca, pero por ahora era imposible para ella alcanzarlo.

—Mamá te lo quiero comer.

Esta no dijo nada, pero apoyó sus rodillas en el suelo y empujó sus caderas hacía la ansiosa boca de su hija.

Esta sin pensárselo se abalanzó hacia el manjar que su madre ponía a su alcance, y con gran maestría comenzó a lamerlo.

—Hija que bien lo haces, eres casi una experta, —decía ya con dificultad debido a la excitación. Echando para atrás su cuerpo, alcanzó con su mano derecha la tela que cubría el pubis de su hija, notando el calor que desprendía.

Mientras continuaba lamiendo el coño de su madre, esta introdujo su mano en el interior de la tanga de María Dolores que no tardó mucho en notar como su madre le trabajaba el clítoris.

—Ahhhhhhhh, hija, sigue no te detengas, sigue, es súper excitante, ahhhhhhhhhh, —gemía jadeante mientras su hija le comía el coño.

Maria Dolores a la vez empezaba a notar también los primeros síntomas de excitación, notaba como su vagina empezaba a aumentar de temperatura, y como espasmos cada vez más seguidos procedían de su interior. Sin embargo a pesar de esto no estaba dispuesta a dejar de dar satisfacción a su madre, de cuyo chumino comenzaba a manar ya un abundante fluido que ella engullía como si fuese el más dulce de las ambrosías.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me voy a correr, sigue no pares, más fuerte, —gritaba al tiempo que extraía la mano del interior de la braga de su hija y se agarraba con desesperación sus pechos llevándose los pezones a la boca, tratando de ahogar sus gemidos que anunciaban un inminente orgasmo.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me corro, me corro, ya no puedo más, siiiiiiiiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhh si, si, siiii, ahhhhhhhhhhhhhhhh, —gimió al tiempo que el orgasmo la golpeaba y recorría su cuerpo como si una corriente eléctrica la atravesase. Notó como de su cuerpo manaba la corrida, pero su hija no dejaba de lamer, lo que la llevó a un segundo orgasmo casi inmediato.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, hija es increíble, me viene otro, no te detengas ahora, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, si, Dios, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me corro, me corro otra vez, ahhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Por fin María Dolores fue reduciendo sus chupetones sobre el excitadísimo clítoris de su madre que poco a poco notaba como su cuerpo empezaba a recuperar la normalidad, aunque solo una normalidad relativa, pues notaba como sus pezones seguían erectos y como su coño aún palpitaba por la excitación sufrida.

Con cuidado se quitó de encima de su hija y se dejó caer junto a ella sobre el fresco suelo.

—Gracias hija, hacía tiempo que nadie me hacía un trabajo como este.

—De nada mamá, es lo menos que podía hacer, después de todo lo que tu estás haciendo por mí. Además espero que me recompenses, —respondió pícaramente, sabiendo que esto no había hecho más que empezar.

—Pues claro mi amor, —dijo al tiempo que se incorporaba y besaba con lujuria la boca de su hija, acariciando por encima del sostén sus pechos.

—Pero si todavía estás vestida. Bueno eso se soluciona rápido.

Con agilidad desabrochó el sujetador de su hija, desparramándose delante de ella sus bonitos y firmes pechos, que con rapidez se llevó a la boca acariciando sus pezones con la punta de su lengua. Estos ya estaban duros lo que denotaba la excitación de María Dolores. Mientras lamía sus pechos su mano derecha se dirigió a su coño cubierto por la tanga. Con decisión abandonó los pechos de su hija, y bajó la prenda que cubría su intimidad, apareciendo ante ella suave y húmedo debido a la excitación.

Pasó sus dedos sobre la raja de su hija, comprobando como estaba de mojada y caliente.

—Uhmmmmm, mamá....

Antes de que pudiera terminar la frase, los dedos de Carolina se habían introducido en su interior, mientras su lengua comenzaba a golpear sin piedad sobre el excitado clítoris.

Los dedos de Carolina entraba y salían sin ninguna dificultad del húmedo coño de su hija, que notaba como la lengua de su madre le recorría la vagina de abajo hacía arriba. A pesar de su poca experiencia sabía que no tardaría mucho en correrse.

—Ahhhhhh, mamá, sigue, no te detengas por favor, ahhhhh, ahhhhh.

Carolina no tenía ninguna intención de detenerse, notaba como el interior del coño de su hija empezaba a sufrir los primeros espasmos que anunciaban lo inminente del orgasmo.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me corro, me corro, ya no puedo más, si, si , me viene, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

María Dolores fue golpeada por un orgasmo prodigioso, notaba como su vagina se contraía con cada riada de placer. Notaba como su madre continuaba lamiendo su clítoris, y como el orgasmo se unía a otro, y otro, perdió la cuenta de los que tuvo. Apenas tenía ya fuerza para gritar su placer cuando su madre se retiró dejando que resbalaran los fluidos desde su coño hacía su culo y de ahí al suelo.

Carolina permaneció un rato así delante del coño de su hija mientras esta recuperaba el resuello, contemplando como manaban los flujos que ella había contribuido a producir.

—Ahora vengo mi amor, —dijo levantándose y dirigiéndose, contoneando su gran culo, a la puerta del salón.

María Dolores permanecía tumbada en el suelo del salón bañada en sudor y saboreando aún el dulce regusto del orgasmo que le había provocado su madre. Ella esperaba que esta hubiese ido a por su nuevo juguetito y que la follara como lo hizo anoche.

Su madre entró en silencio en el salón trayendo en la mano el vibrador colocado en su arnés. Esto hizo sonreír a María Dolores que veía así cumplido su deseo sin siquiera haberlo verbalizado.

Sin embargo los planes de Carolina eran otros. Lo había estado pensando después de comer, quería hacer que su hija se sintiera una parte activa en su relación y que así no se sintiese una inútil. Su idea era que fuese su hija la que se la follara a ella, no sería muy difícil, le colocaría el arnés y ella cabalgaría sobre el falo de plástico como si debajo estuviese su amante.

Carolina se agachó entre las piernas de su hija y las elevó como cuando le ponía un pañal.

—Pero mamá, ¿qué haces?, no me vas a follar, —preguntó decepcionada, una María Dolores que veía como sus deseos no iban a ser cumplidos.

—No, cariño, hoy me vas a follar tú a mí.

Aquello dejó a María Dolores descolocada, no sabía a lo que su madre se refería, hasta que comprendió lo que esta pretendía.

Con alguna dificultad logró ajustar el arnés a la cadera de su hija, quedando el vibrador en posición vertical listo para sus propósitos.

Una vez colocado Carolina se alejó contemplándolo, se veía extraño, era algo antinatural una mujer con una polla erecta entre las piernas. Pero a la vez era sumamente excitante y notaba como su coño se calentaba ante aquella visión.

La vibración del falo de plástico era muy suave pero lo suficiente para que el excitado clítoris de María Dolores volviera a experimentar unas sensaciones deliciosas.

—Oh mamá, noto como vibra, ahhhhhh, es increíble, no creo que pueda aguantar mucho así.

Su madre no dijo nada y se puso de rodillas delante del vibrador y lo roció con el aceite lubricante. Con sus manos recorrió el vibrante objeto y extendió el aceite por toda su superficie, mientras veía como la excitación de su hija aumentaba reflejándose en la cara.

—Ahhhhhh, mamá, que gusto, voy a volver a correrme, ahhhhhhhhh, Dios si, si.

Mientras su madre ya se había colocado en cuclillas sobre el dildo y con la mano derecha lo dirigía a su interior, notando las vibraciones a medida que este se introducía en su aún húmedo coño.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, —gimió a insertarlo totalmente en su interior, y haciendo chocar su pubis con el arnés que cubría el de su hija.

Sin dilación comenzó a cabalgar sobre el falo vibrante notando, como este enviaba oleadas de placer a su cerebro que no podía distinguir si esa sensación se la producía un trozo de plástico o la polla de algún hombre.

Sus manos agarraron el pecho duro y excitado de su hija que notaba como el placer se acumulaba en su entrepierna mientras su madre se insertaba una y otra vez con el falo que le había crecido. Sabía que no aguantaría mucho, pero deseaba esperar a que su madre también se corriera, alcanzando juntas el orgasmo.

—Mamá es maravilloso, ahhhhhhhh, es.... ahhhhhhhhhhhh Dios, me voy a correr, no voy a aguantar mucho más.

—Ahhhhhh, si hija, córrete, pero sigue, sigue follándote a tu madre, no te pares ahhhhhhhhhh, —jadeaba mientras su cuerpo cedía hacia delante haciendo que el juguete de plástico entrara aún más en su interior.

Con lujuria y pasión impropias de una madre besó a su hija, mientras continuaba cabalgándola cada vez con más fuerza, notaba próximo el clímax y deseaba alcanzarlo cuanto antes, ya no aguataba más aquella quemazón.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, mamá me corro, me corro, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, así así, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii oh Dios, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

María Dolores se corrió segundos antes de que un estallido de placer inundara el coño de Carolina, que como si una corriente eléctrica la hubiese atravesado izó su torso y arqueó la espalda.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me corroooooooo, ahhhhhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii... —gemía al tiempo que notaba como sus fluidos corría a lo largo del vibrador, que incansable continuaba moviéndose en su interior haciendo que el orgasmo se intensificara.

Madre e hija cruzaron sus miradas, aún unidas por el vibrador, y en sus ojos se reflejó el amor que sentían la una por la otra. Se habían corrido casi al unísono en un estallido esplendoroso que las había dejado jadeantes pero aún con ganas la una de la otra.

—Hija ha sido increíble, me he corrido como hacía mucho tiempo que no lo hacía.

—A mí también me ha gustado el poder follarte mamá, ha sido una sensación extraordinaria.

Carolina, con el falo aún insertado en su coño se inclinó y besó a su hija en la boca, la cual respondió inmediatamente con su lengua.

—Mamá, —empezó a hablar tras un largo y apasionado beso, —fóllame.

A pesar de los orgasmos conseguidos María Dolores quería más, y su madre estaba dispuesta a dárselo, porque ella también quería más. Necesitaba follarse a su hija, y notar como se corría cuando ella la penetra, necesitaba lamer y tragar los fluidos que estaban manando de su coño, y necesitaba hacer feliz a su hija.

En el salón ya flotaba un denso olor a hembra en celo que a las dos excitaba sobremanera, eran como animales que solo respondían a instintos primarios, y ahora al que respondían era al de buscar placer.

Carolina se extrajo el aún vibrante juguete de plástico y comprobó como de su coño surgía un pequeño manantial de fluidos que fueron a esparcirse por el arnés que cubría el pubis de su hija. Notaba la calentura de su entrepierna y como su clítoris palpitaba después del tremendo orgasmo que había disfrutado. Pero a pesar de todo quería más, necesitaba más sexo... sexo con su hija, la cual esperaba tumbada inmóvil a que ella le diera una nueva ración de placer prohibido.

Con gran habilidad le quitó el arnés con la polla de plástico a su hija y se lo colocó ella transformándose en un macho dispuesto a follarse a su hembra.

No hizo falta preliminares las dos estaban súper excitadas y con firmeza pero con suavidad Carolina insertó el vibrante objeto de látex en el interior húmedo y caliente de su hija.

—Ahhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhh, —gimió esta al sentirse invadida.

Con ritmo Carolina metía y sacaba su "polla" en el coño de su hija que jadeaba al notar como era penetrada y como las vibraciones excitaban su irritado clítoris. Ella por su parte notaba la vibración en su clítoris y no tardó mucho en correrse debido a la excitación anterior.

—Ahhhhhhhhhhhhhh, me corro hija me corro otra vez, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, —estalló en un nuevo y prodigioso orgasmos a los pocos minutos de haber comenzado a follarse a su hija. A pesar de esto continuó embistiendo el coño de esta, el cual ya estaba encharcado por los fluidos que manaban de su interior y que se juntaban a los que había expulsado con el anterior orgasmos. Los gemidos y jadeos se mezclaban con el sonido acuoso proveniente de las entrepierna de ambas mujeres.

El pene de plástico casi se salía del interior de María Dolores para volver a introducirse sin ninguna dificultad con un golpe de cadera de su madre. Sin embargo en una de estas la polla se salió del todo y en la siguiente embestida el pene se dirigió a la entrada equivocada. Debido a la posición de María Dolores, con las piernas abiertas y alzadas por los brazos de su madre, el vibrador entró hasta dentro.

—Lo siento cariño, —dijo alarmada, extrayendo el vibrador con rapidez del culo de su hija, que apenas había notado una ligera presión en su esfínter. Al extraer el juguete de plástico, el culo recuperó rápidamente su forma, pero el dildo arrastró tras de sí restos de heces de María Dolores.

—No me ha dolido mamá, sigue follándome, —jadeó excitadísima, viendo como la vibración en su clítoris había cesado.

—Lo siento cariño, pero hay que limpiar el consolador, porque sino puedes coger una infección, —dijo al tiempo que hacía ademán de levantarse para dirigirse al baño.

—Fóllame el culo, por favor, ya no puedo más.

Aquello dejó sorprendida a Carolina, no por el hecho de darla por el culo, ya lo había hecho ayer, pero si por la desesperada forma de pedirlo. Sin embargo la sorpresa duró poco, le encantaba que le hablaran así cuando follaban. Ya le gustaba cuando Carlos vivía, se excitaba que su marido usase lenguaje soez en la cama, e incluso en determinados momentos, cuando estaba a punto de correrse, le gustaba que la llamase puta o cosas por el estilo.

Sin decir una palabra, Carolina agarró el vibrador con la mano derecha y lo dirigió al estrecho canal trasero de su hija que lo esperaba con desesperación.

De su coño manaba fluido y su clítoris estaba enrojecido debido a la sesión de sexo que habían tenido hasta ahora.

Con firmeza Carolina empujó hacia delante su cadera e introdujo, esta vez poco a poco, el vibrador en el culo de su hija, que notaba como la presión aumentaba en aquella parte.

Una vez introducido del todo, Carolina comenzó a moverse, y a dar por culo a su hija, mientras que con la mano derecha la masturbaba, recuperando poco a poco esta la excitación anterior.

—Ahhhhhhhhhhhhhhh, mamá, sigue, sigue, es maravilloso, me voy a correr.

El nivel de excitación subió enseguida debido a la maestría de su madre que acompasaba los movimientos de cadera al toqueteo de su clítoris. Ella por su parte notaba también como se excitaba nuevamente, y como el placer la volvía invadir, no había duda se volvería a correr irremisiblemente.

Del culo de María Dolores, manaba un olor inconfundible, pero a ninguna de las dos les importaba, solo deseaban alcanzar el orgasmo y correrse nuevamente.

Gemidos y jadeos, se mezclaban con el chof, chof de la penetración, invadiendo el salón de una atmósfera muy excitante, a lo que ayudaba el olor a sexo, sudor, y excremento que manaba de los dos cuerpos fusionados, que retozaban como animales en el suelo.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, mamá me voy a correr ya no aguanto más no pares, ahhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhh, me corrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrooooooo, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, —estalló María Dolores, al tiempo que su madre explotaba nuevamente en un orgasmo que hizo que su coño chorrease de placer.

Carolina se derrumbó agotada, encima del cuerpo sudoroso de su hija, notando como el corazón de esta latía desbocado. El vibrador quedó en el interior de su hija, en un culo que se contraía y distendía abrazando con calidez el intruso que le proporcionaba tanto placer y que continuaba vibrando incansable, mientras madre e hija jadeaban agotadas la una encima de la otra.

Un minuto después, Carolina, aún respirando con dificultad, se incorporó y extrajo el consolador del interior de su hija, el cual arrastró tras de sí restos de excrementos que se habían adherido a él.

Nuevamente, y como había a pasado con su desvirgamiento anal, María Dolores no pudo contener los gases, que esta vez, vinieron acompañados de restos sólidos. Fue imposible para ella retenerlos a pesar de la vergüenza que sentía en ese momento, ella trataba de apretar el culo pero no podía, este aún no había recuperado su forma original y por él escapaban la heces.

—Lo siento mamá, —dijo al borde del llanto y girando la cabeza evitando los ojos de su madre.

—No te preocupes hija, es normal, que no puedas contener la caca, tienes el culo un poco abierto, —respondió al tiempo que se levantaba, con el arnés aún puesto y cogía a su hija llevándola al cuarto de baño. A pesar de que María Dolores no pudo evitar ensuciar a su madre, esta no mostró ningún rechazo por lo que estaba ocurriendo. En el baño sentó a su hija en el inodoro donde esta pudo desahogarse a gusto. Los pedos se mezclaban con los excrementos que caían en el water.

Mientras Carolina se había quitado el vibrador y lo había apagado, dejándolo dentro de un baño, y ahora se metía en la ducha donde se limpiaba bien, no solo los restos de caca de su hija sino sus propios fluidos que pringaban toda su arreglada entrepierna y parte de los muslos.

María Dolores estuvo un buen rato cagando tratando de hacer el menor ruido posible, pero era imposible, sus tripas estaban llenas de mierda y aire que debía expulsar.

—Tenías mucha caca, —dijo Carolina cuando salió de la ducha enrollada en una toalla, y con una sonrisa en los labios, lo que hizo que su hija no se sintiera tan mal.

—Lo siento mamá no he podio retenerla.

—No digas tonterías, no tienes que disculparte, la culpa ha sido mía por no preverlo. Además ¿cuánto tiempo hace que no ibas al water?, ¿dos, tres días?.

María Dolores se quedó pensando y recordó que no había echo de vientre desde que había empezado a mantener relaciones con su madre, no se había "acordado" de ese detalle, era normal, por tanto, la cantidad de caca que acumulaba.

Las palabras de su madre poco a poco empezaron a hacer efecto en ella a lo que se unió que ya no hacía ruidos indecorosos, había acabado el bochorno.

—La próxima vez te haré un lavado anal y así no habrá ningún contratiempo, ¿vale, cariño?, —dijo dando un cariñoso beso a su hija.

A María Dolores de vez en cuando su madre le hacía un lavado anal, debido a que no era capaz de expulsar todos los excrementos y se iban acumulando en su interior. Era algo que hacía cada mes aproximadamente, ahora también lo haría cuando fuese a follar con su madre, y a ella le pareció estupendamente.

Carolina primero limpió los restos de heces con papel higiénico y luego lavó a su hija, que a pesar de todo seguía un poco triste por lo que había ocurrido, aunque pronto se le pasó y empezó a rememorar lo bien que lo había pasado esa tarde, encadenando varios orgasmos y sobre todo follándose a su madre, la cual se había corrido cabalgándola como si ella fuera el mejor de los amantes.

Aquello había subido su autoestima, y para eso lo había hecho su madre, no quería que a pesar de sus limitaciones se sintiera una inútil, y durante un rato así había sido, había participado de forma activa en la relación que mantenía con su madre.

—¿Ya estás más calmada?, —le preguntó mientras la enjuagaba.

—Si, gracias mamá. Estaba pensando en lo bien que nos lo hemos pasado.

Aquello alegró a Carolina que veía como su hija se olvidaba del incidente.

—Pues esta noche si quieres...

—Uff, no sé mamá, estoy agotada, y noto raro ahí abajo, —dijo señalando con la cabeza a su entrepierna, mientras su madre la secaba.

Carolina miró el afeitado coño de su hija, y abrió sus labios, que a pesar de todo lo que habían soportado, seguían cerrados sobre sí mismo ocultando el interior de su hija.

—No me extraña, lo tienes muy rojo, está algo irritado, y el culo también —contestó su madre observando toda la zona enrojecida por la acción a la que había sido sometida, sabía que eso era normal. Ella cuando lo hizo por primera vez con su marido estuvo una semana con picor en la zona y solo una crema bálsamo calmaba la quemazón que sentía. —No te preocupes que esto tiene solución, —y le depositó un beso en su coño, comprobando su suavidad.

Del mueble del baño cogió una crema de aloe vera y se echó un poco en las manos extendiéndola por la vagina y ano de su hija que enseguida notó alivio. Ella también se aplicó la crema, ya que después de muchos años sin follar notaba que la necesitaba.

Eran las siete de la tarde, habían estado follando más de tres horas y estaban agotadas. Carolina preparó una merienda-cena y se acostaron las dos juntas como una pareja de amantes, desnudas sobre las sábanas de la cama que en otro momento fue donde Carolina durmió y folló con su marido, y que ahora veía como recuperaba el tiempo perdido... con su hija.

CONTINUARÁ AQUILEXX.