Amor de madre 04

María Dolores sigue disfrutando con su madre.En esta parte pierde la virginidad que le queda.

Amor de madre (04).

A la mañana siguiente era sábado y las dos se despertaron tarde, estaban agotadas después de la sesión de sexo que habían tenido la noche anterior. La primera en abrir los ojos fue Carolina, que con cuidado de no despertar a su hija se levantó y fue al baño donde después de orinar se dirigió al bidé y se limpio el coño. Lo tenía lleno de fluidos y de restos de sangre del desvirgamiento de su hija.

—Lo de anoche, fue increíble, —pensó al tiempo que se secaba con una toalla.

Volvió a la habitación, y sin hacer ruido se vistió y se fue a la cocina a preparar el desayuno.

En la habitación, mientras tanto, María Dolores se había despertado hacía unos minutos y recordaba con agrado lo que había sucedido durante la noche, había sido algo increíble, por fin había dejado de ser virgen, y todo había sido extraordinario. Recordaba con todo lujo de detalles lo ocurrido, como su madre la había excitado, como se había puesto sobre ella y le había introducido el vibrador en su húmedo coño, y como después de estar metiéndoselo y sacándoselo como si fuera su amante, las dos habían explotado en un orgasmo prodigioso.

Como cada mañana permaneció en la cama un rato con los ojos abiertos, pero ya no pensando en la desgracia que la mantenía atornillada a una silla de ruedas, si no en lo afortunada que era por tener una madre así, que la había hecho gozar hasta límites inconcebibles para ella.

Sin embargo esta mañana no aguataría mucho en la cama, tenía necesidad de ir al baño así que decidió llamar a su madre.

—Mamá, —gritó desde la cama.

En pocos segundo apareció en la puerta su madre que le sonrió, como todas las mañanas, pero en la sonrisa había hoy algo más que amor de madre y compasión por lo que sufría su hija. Había orgullo por lo hecho y alegría por su hija.

—Buenos días, dormilona, —dijo al tiempo que se agachaba y le daba un beso en los labios.

—Mamá necesito hacer pis, porfa...

—Muy bien, hija, muy bien, —dijo volviendo de golpe a la realidad de las limitaciones que sufría su hija. Pero enseguida se sobrepuso, y se juró que ella trataría de hacerle más llevadera la cruz que cargaba.

Con cuidado depositó a su hija en el inodoro donde vació la vejiga. Su madre se fijó en su pubis y lo vio lleno de restos resecos de sangre y fluidos corporales, entonces una sonrisa se dibujó en su boca.

—Qué ocurre, mamá.

—Nada hija, estaba pensando en lo que ocurrió anoche.

Aquello sonrojó a María Dolores, aunque su madre no supo definir si fue por la vergüenza o por la excitación. Mientras pensaba esto abrió el grifo de la ducha y preparó un baño para su hija. Después de que esta terminara de orinar su madre la metió con cuidado en la bañera y la lavó a conciencia, eliminando los restos de la batalla nocturna.

—Mi niña ya es una mujercita, —le decía mientras pasaba la mano enjabonada por su poblado pubis despojándola de los restos de sangre y fluidos.

María Dolores sonreía y se dejaba hacer pues empezaba a notar los primeros síntomas de la excitación. Pero su madre no se dio cuenta y dejó de limpiarla.

—Mamá por favor sigue, "limpiándome" ahí, —dijo con tono de súplica.

Carolina sonrió y enjuagó el pubis de su hija y empezó a masturbarla. En poco tiempo María Dolores empezó a notar los efectos. Su vagina se calentaba y el placer comenzaba a acumularse, en pocos minutos empezó a notar como oleadas de placer la acometían y como el orgasmo se aproximaba irremediablemente. Ella echaba para atrás su cabeza relajándose y dejando hacer a las manos expertas de su madre, que frotaba su excitado clítoris.

—Uhmmmm, mamá que bien, que gusto, —gemía en voz baja María Dolores ante el trabajo manual de su madre. El agua tibia y la calentura que tenía hicieron el resto.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, no pares, no pares, —gimió cerrando los ojos ante la inminencia del orgasmo.

—Ya, ya, me corro ya no puedo más, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhh, ahhhh ¡mammmmmmmmmmmma¡, —proclamó con un suspiro de satisfacción final cuando el cuerpo retomaba la normalidad una vez había experimentado aquel volcán de sensaciones.

Su madre, sentada en el borde de la bañera, la acariciaba el cabello, mientras ella permanecía relajada con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en la pared del baño.

—Mamá, —dijo después de unos instantes, —creo que soy una salida, ja, ja, ja.

—Si mi amor, yo también lo creo, si sigues así vas a criar muy mala fama, —contestó divertida Carolina.

Esta llevó su mano a través del cuerpo de su hija pasando por sus pechos y llegando de nuevo al pubis enrollando entre sus dedos el vello que allí crecía salvaje.

—Cariño quieres que te lo arregle, —dijo sin dejar de juguetear con el pelo.

—De acuerdo, mamá.

Carolina sacó a su hija de la bañera y la puso en su silla desnuda y mojada, y se fue un instante a por lo necesario.

—Muy bien, allá vamos. ¿Cómo lo quieres?, —preguntó como si fuera una peluquera que atiende a una clienta.

—Pues..., —dudó un instante antes de contestar —depilado del todo.

—¿Estás segura, mi amor?, no lo prefieres como lo tengo yo, con una matita de pelo, —dijo al tiempo que se subía la falda del vestido y mostraba impúdicamente su pubis recortado.

—Bueno, es que me gusta más depilado, —dijo después de contemplar durante un instante la entrepierna de su madre.

—Y tú que sabes, ¿acaso has visto alguno?, —preguntó divertida su madre, dejando caer la falda, cubriendo su desnudez.

—Ehh, si.

Aquello dejó a Carolina patidifusa, había muchas cosas de su hija que no conocía.

—Hace un tiempo, mi monitora de rehabilitación, se estaba cambiando en el vestuario mientras yo la esperaba y pude vérselo cuando se ponía las bragas.

—Pues entonces no se hable más, depiladito, como el coño de un bebé, ja, ja, ja.

Carolina buscó en el mueble de debajo del lavabo y sacó unas tiras de cera fría con las que ella se depilaba normalmente. Eran para pieles sensibles y valdrían para el pubis de su hija.

Primero recortó el vello con una tijera hasta que quedó lo suficientemente corto para que la cera hiciera su trabajo, después abrió la cera y la aplicó sobre la zona, tirando de ella, y arrastrando el vello tras de sí. La ventaja de María Dolores es que no sentía dolor y podía ir más rápido. En poco tiempo había terminado y su pubis estaba suave como el culito de un bebé.

—Bueno pues ya está, ahora vamos a la cama y termino con el perineo y los pelitos que tienes en el culo.

En un par de minutos había terminado de depilar a su hija que se veía estupenda. Tumbada bocabajo, con las piernas abiertas, mostraba sin pudor alguno su coño y culo a su madre que no podía dejar de mirarla.

Con decisión se acercó de nuevo a su hija y empezó a pasar su dedo índice por el cerradito coño de su hija.

—Uhmmmm, que suave ha quedado, —sin embargo aquello era algo más que una comprobación de un trabajo bien hecho, deseaba comerle el coño a su hija y eso es lo que iba a hacer con la aprobación de María Dolores que estaba deseando que su madre la lamiera.

Carolina cogió una almohada y la situó en el vientre de su hija levantando su culo, quedando en la posición ideal para sus propósitos. Se inclinó y arrimó su boca a la entrepierna de María Dolores, y empezó a pasar la lengua por el clítoris de su hija.

—Oh si mamá, oh sigue no pares, —gimió al sentir como la lengua de su madre recorría su coño, resucitando a un excitado clítoris.

Carolina se aplicaba con entusiasmo en su tarea, notando la suavidad del coño de su hija, su lengua recorría toda la raja desde el clítoris hasta la frontera con el ano, notando como esta se comenzaba a humedecer. Con cuidado comenzó a introducir uno de su dedos en el culo de su hija y lo movía acompasadamente mientras la lengua no dejaba de recorrer su coño que ya empezaba a humedecerse.

—Ahhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhh, mamá, si, si, sigue, no pares, si, no pares, es estupendo, —gemía jadeando María Dolores, notando como su coño se inundaba debido al trabajo que su madre le estaba haciendo con la lengua, al tiempo que notaba como la presión del dedo en su ano la excitaba increíblemente. Sabía que si seguía así no tardaría mucho en correrse, y antes quería probar una cosa nueva.

—Mama, mama, para, para por favor, —dijo a punto de correrse.

—Que pasa mi amor, —contestó una sorprendida Carolina, que sin embargo no sacó el dedo del culo de su hija.

—Quiero que me folles como anoche, pero, —dudo un instante, —por el culo.

Carolina no dijo nada, no sabía que decir, su hija estaba totalmente fuera de sí.

—Por favor mamá, quiero que me desvirgues también por el culo como hiciste anoche por el coño.

Su madre se había retirado de su lado y se había quitado el vestido que la cubría y ya estaba colocándose el arnés con el vibrador, auque esta vez no vibraría pues tenía las baterías agotadas. Se había hecho la promesa así mismas de atender cualquier demanda de su hija, y eso es lo que iba a hacer, si quería que la desvirgara analmente, lo haría, y procuraría que fuera una experiencia muy placentera, como ella sabía que podía ser.

Una vez que la polla de plástico estuvo bien ajustada en la cintura de Carolina, esta se dirigió de nuevo al baño, y tomo el bote de aceite corporal, con la que se hidrataba después de la ducha. En la habitación su hija permanecía bocabajo con las piernas abiertas y el culo ligeramente elevado por la almohada que tenía debajo, sin embargo para sus fines necesitaba levantarlo más. Así tomó el resto de cojines que había en la cama y los colocó debajo de su hija, quedando esta casi en la posición del perrito, aunque por supuesto sus brazos descansaban a lo largo de su cuerpo, y el tronco sobre el colchón.

Carolina se colocó detrás de su hija y con cuidado retomó la tarea que estaba haciendo anteriormente, volvió a introducir el dedo anular en el ano, ya más dilatado, de su hija y con la lengua volvió a excitar el húmedo clítoris.

—¡Ay, mamá!, eres la mejor, noto algo en el culo, ahhhhhh, ahhhhhhhhhhhh.

Carolina introdujo un segundo dedo y comenzó a verter aceite sobre ellos introduciéndolo y lubricando el esfínter. Con gran facilidad introdujo un tercer dedo y comenzó a moverlos como si se tratara de un pene que la penetraba.

—Oh hija es increíble, —dijo sin dejar de masturbar analmente a su hija, —es increíble lo flexible que tienes el culo.

—Ahhhhhh, si mamá, pero métemelo ya, lo necesito, ya no puedo más estoy ardiendo.

Su madre no la hizo caso, sabía que para que la penetración anal fuera satisfactoria debía hacerse un trabajo previo de dilatación y lubricación, y continuó durante unos instantes con esta tarea.

—Muy bien, hija, —dijo al tiempo que extraía los tres dedos del ahora dilatado ano de su hija.

Carolina se colocó de rodillas con la polla apuntado al trasero de su hija, que espera ansiosa ser taladrada por su madre. Con cuidado tomó con la mano derecha el falo de plástico y lo condujo a la entrada trasera de María Dolores. Con la mano izquierda apartó los glúteos y dejó a la vista el sonrojado orificio esfínter de su hija, que estaba ligeramente abierto gracias a la dilatación. De él escurría un hilillo de lubricante, lo que ayudaría a la penetración.

—¿Preparada?.

—Siii, por favor, hazlo ya, —contestó con la voz excitada.

Con cuidado pero con firmeza Carolina comenzó a empujar su cadera contra el ano de su hija, notando como el vibrador entraba poco a poco pero sin detenerse. Entraba con gran suavidad, a lo que ayudaba el baño de aceite que le había dado al juguete, que brillaba.

—Mamá lo noto, lo noto, nota presión en mi culo, creo que me voy a cagar.

—No te preocupes hija es normal, es la sensación que se tiene al ser sodomizada, —contestó Carolina, sabiendo que esa sensación pasaría en cuanto comenzara a embestirla.

En un par de minutos el arnés rozaba el culo de María Dolores, que había engullido sin dificultad los dieciocho centímetros de plástico que simulaban una polla. Allí permaneció unos minutos mientras que su hija se adaptaba al intruso que invadía su esfínter. Al mismo tiempo introdujo su mano entre las almohadas que levantaban el culo y el cuerpo de su hija dirigiéndose a su coño, y comenzó a excitarlo nuevamente.

—Oh, mamá, muchas gracias, es increíble.

—De nada mi amor, sabes que haría cualquier cosa por ti, no me importa lo que piensen los demás.

A medida que la excitación inundaba nuevamente la vagina de María Dolores, su madre comenzó con extrema delicadeza a mover su cadera adelante y atrás, sacando y metiendo el falo de plástico en el estrecho culo de su hija. Esta estaba excitadísima, notaba la presión en el interior de su cuerpo, aunque no podía decir que le proporcionara placer, por lo menos no el mismo que le proporcionaba cuando era penetrada por su coño. Sin embargo la hábil mano de su madre le estimulaba su clítoris que ya había descubierto que a pesar de su parálisis era extremadamente sensible.

—Ahhhhhh, mamá sigue no pares, más rápido, fóllame más rápido, —dijo totalmente fuera de sí.

Carolina aumentó el ritmo de la penetración, notando como sus dedos comenzaban a rebozarse con los jugos que manaban del interior de su hija, al tiempo que empezaba a notar los efectos del roce del arnés sobre su clítoris, notaba como empezaba a concentrarse el placer y como se humedecía la zona, estaba empezando a excitarse.

—Ahhh, mamá sigue, sigue, me voy a correr, sigue, sigue.

—Ya lo noto, estás empapada mi amor, aguanta un poco, —dijo bajando su torso y depositando un beso en la insensible y sudorosa espalda de su hija.

—No puedo, no puedo, ahhhhhh, ahhhhhhhhhhh, me voy a correr, noto como me viene.

Carolina aceleró la embestidas, y redobló la manipulación del clítoris de su hija, que se había hinchado enormemente.

—AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, me corro, ya no puedo más, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, mamá, mamá me corrooooooooooooo, ahhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhh.

A pesar de la explosión Carolina seguía penetrando el ano de su hija hasta que instantes después fue ella la que estalló en un prodigioso orgasmo.

—Ahhhhhhhhhhh, ahhhhhh, hija, me corro, aguanta un poco, me corro, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhh, Dios es increíble, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhh.

Agotada por el esfuerzo, Carolina se desplomó sobre la espalda de su hija, con el dildo aún en su interior, notando como su hija respiraba con dificultad, jadeando como ella después de este polvo matutino.

Así estuvieron unos minutos, hasta que Carolina se salió de dentro de su hija. Esta no pudo contener unos sonoros pedos que fueron acompañados de restos de excremento.

—Lo siento, —dijo avergonzada.

—No te preocupes es normal, que después de darte por culo tengas gases, —contestó mientras que sin ningún reparo recogía con un pañuelo de papel la caca que había expulsado su hija. Con el mismo pañuelo limpió el ano sucio por la mierda que se había salido durante la sodomización, y se había extendido por toda la entrada trasera de su hija.

—La próxima vez, que lo hagamos, tendré que hacerte un lavado anal antes, pero ha sido maravilloso, —dijo al tiempo que se deshacía del vibrador también llenos de excrementos. Retiró los cojines de debajo de su hija y la dio la vuelta quedando bocaarriba en la cama las dos.

—Ha sido increíble mamá, —dijo después de unos minutos de silencio.

—Si la verdad que ha estado muy bien, a mi también me ha gustado, y si tu has disfrutado mejor.

—Oye mamá.

—¿Si?, mi amor.

—Con papá también lo hacías.

—¿El qué?, ¿dejarme dar por el culo?, pues claro, yo a tu padre no le negaba nada, era el hombre más maravilloso del mundo.

—Y ¿te gustaba?.

—La verdad es que sí, tu padre era muy cuidadoso, y era muy placentero. Solo la primera vez me dolió un poco al principio pero fue algo pasajero y luego fue estupendo. Bueno tú ya lo sabes ¿no?.

—Si, ha sido estupendo, aunque no he notado mucho en el culo, la sensación de tener algo dentro y como me tocabas mi vagina ha sido estupendo.

—Ya he notado como te has corrido en mis manos, eres una salidilla mi amor, —dijo sonriendo al tiempo que depositaba un beso en los labios de su hija.

Después de un rato en la cama, Carolina llevó de nuevo a su hija al baño donde la volvió a lavar, prestando especial atención a su culo donde aún quedaban algunos restos de excremento.

Una vez seca y vestida las dos se dirigieron a la cocina donde desayunaron. Hoy tenían todo el día para ellas no había ni profesores ni rehabilitación.

—¿Qué vamos a hacer hoy mamá?, —preguntó con una sonrisa pícara en la cara.

Su madre la entendió a la primera, y estaba dispuesta a hacer lo que ella quisiera, pero antes tenían que ir de compras.

—Lo que tú quieras, cariño, pero tenemos que ir de compras al súper.

—De acuerdo mamá, pero por la tarde nos quedamos en casa, ¿vale?.

Carolina sabía lo que significaba ese "pero por la tarde nos quedamos en casa", y estaba de acuerdo. Se acercó a su hija y la dio un beso maternal en una de sus mejillas.

—Está bien, esta tarde haremos lo que tú quieras.

A las doce y media, después de arreglarse las dos salieron de casa en el coche adaptado, hacía las afueras donde estaba una gran zona comercial. Iban allí por las facilidades de aparcamiento y porque los pasillos de estos establecimientos era bastante anchos para la silla de María Dolores.

Hicieron una compra importante, y fueron a comer a uno de los restaurantes que allí había, era casi ya una tradición, cada vez que iban a comprar comían allí. Hoy eligieron, bueno María Dolores eligió, un Kentucky Fried Chicken , que aunque no era muy del agrado de Carolina esta aceptó, como siempre, la elección de su hija.

Pidieron su raciones y se sentaron en una mesa especialmente adaptada para los minusválidos. Carolina mientras daba de comer a su hija, picoteaba su menú que no era lo que más le gustaba del mundo, y más de la mitad de su comida terminó en la papelera.

—Hola, María Dolores, —dijo un chico de pie delante de la mesa donde las dos hacían una breve sobremesa.

María Dolores alzó la vista y enseguida reconoció al joven.

—¡Ah¡ hola, Pablo, ¿qué haces aquí?, —preguntó sonrojándose.

—Pues nada, aquí con unos colegas que hemos venido a tomar algo.

—Ah, qué bien, —dijo con algo de tristeza.

Su madre se dio cuenta de a que a su hija le gustaba aquel chico, y no era de extrañar, la verdad es que era muy atractivo. Pelo moreno y corto, con un par de extensiones de cuero, que le daban un toque alternativo, alto y delgado, aunque se notaba que hacía ejercicio, vestía ropas anchas como de surfero y lucía un espléndido bronceado.

María Dolores se dio cuenta de que su madre los observaba.

—Uhmm, por cierto esta es mi madre, Carolina, él es Pablo uno de los terapeutas del centro.

—Encantada, —dijo al tiempo que se levantaba y le daba dos besos, poniendo su mano en su bíceps, corroborando la primera impresión de que hacía ejercicio.

—Creía que conocía a todos los terapeutas del centro.

—Solo llevo un par de meses trabajando allí.

—Ya veo, y qué tal se porta mi hija.

—¡Mamá!, —murmuró avergonzada.

—Muy bien, es de las mejores alumnas, hace todo lo que le decimos.

Los tres permanecieron unos segundos en un incómodo silencio hasta que Pablo empezó a despedirse.

—Bueno tengo que irme que me están esperando.

—Si, nosotras también nos vamos ya, que luego hace mucho calor, —respondió Carolina.

—Nos vemos el lunes.

—Si, hasta el lunes Pablo.

Y se despidieron con dos besos que pusieron a María Dolores colorada como un tomate. Cuando este se alejó de la mesa que ocupaban madre e hija, las dos guardaron un rato silencio.

—Parece un chico agradable, —dijo Carolina, rompiendo por fin el incómodo silencio que se había producido.

—Si, bueno, solo es amable.

—Además es muy guapo.

—¡Mamá!, —dijo sonrojándose de nuevo María Dolores, que temía que su madre se diera cuenta, cosa que ya era evidente.

—¿Quéee?, solo digo que es un chico atractivo.

María Dolores agachó la cabeza abochornada por lo que estaba diciendo su madre. Esta jamás le había hecho este tipo de comentarios, pero desde hacía un par de días su relación había cambiado y Carolina se había vuelto más desinhibida.

—No me digas que no te gusta.

Aquello si que dejó anonadada a María Dolores, que no sabía que responder. Era evidente que Pablo era muy atractivo y que a ella le atraía, pero era muy difícil que lo reconociera porque era una atracción que jamás sería correspondida, y había aprendido que era mejor no desear ese tipo de cosas para luego no llevarse desilusiones. Ella sabía que todo el mundo era amable con ella por qué estaba paralizada, y eso producía pena en la gente, pero jamás ningún chico la había invitado a salir, y por tanto ella había dejado de hacerse ilusiones en ese terreno.

—Si, y ¿qué más da que sea atractivo?, él jamás se fijará en mi, —dijo casi con lágrimas en los ojos.

Carolina se arrepintió inmediatamente de haber sido tan directa.

—Perdóname hija, no me di cuenta, —dijo al tiempo que se levantaba y acariciaba su preciosa cara.

—No pasa nada mamá, hace mucho tiempo que sé que no voy a tener nunca novio y hasta antesdeayer pensaba que ... ya sabes, que nunca me acostaría con nadie, —dijo bajando la voz, y sonriendo nuevamente.

Las dos guardaron silencio un rato hasta que Carolina vio que eran las tres y media.

—Bueno, ¿nos vamos a casa, y nos acostamos a siesta?.

—Si, pero yo preferiría acostarme contigo, —dijo sonriendo nuevamente María Dolores, que parecía que había olvidado la metedura de pata de su madre.

—Eso se puede arreglar, —contestó Carolina sonriendo a su vez, deseando que su hija dejase de pensar en que nadie la quería, y por qué no decirlo porque ella también deseaba acostarse con su hija, además había planeado algo nuevo para que su hija fuera la parte activa en su relación.

PD. Gracias por los comentarios a los relatos anteriores, como veis he tomado alguna de vuestras sugerencias. Seguid comentando y sugiriendo.

CONTINUARÁ AQUILEXX