Amor de madre 03

Sigue la pasión entre Carolina y María Dolores. En este capítulo María Dolores, por fin, es desvirgada. Se agradecen los comentarios.

Amor de madre (03).

—Dios mío mamá, ¡que historia!, me has puesto cachonda. Creo que he mojado las sábanas y todo.

—Ja, ja, ja, si yo también me he excitado al recordarlo y sobre todo al contártelo, es tan... tan tabú.

—Mamá, por favor, puedes.... —dijo María Dolores señalándose con la vista la entrepierna.

—Estás un poco salida... mi amor —respondió su madre con una sonrisa en los labios que denotaba que aquello no era ningún reproche y que estaba deseando volver a follar con su hija.

—Lo se mamá pero es que son veintidós años de abstinencia, —se rió María Dolores.

Madre e hija se fundieron en un beso apasionado mientras que Carolina introducía una de sus manos por debajo de la falda de su hija y comprobaba que estaba empapada.

Separándose de ella, con delicadeza la recostó en la cama, y metió una almohada debajo de sus riñones abriendo las piernas de su hija, en la entrepierna apareció aquel pubis peludo y húmedo que desde hacía veinticuatro horas la traía por el camino de la lujuria.

Sin preámbulos Carolina se abalanzó sobre la vagina de su hija y comenzó a lamerla como si fuera un animal sediento. El coño de María Dolores estaba ya húmedo y el sabor agridulce de este empezaba a estallar en las papilas gustativas de su madre, que en la vida se habría imaginado entre las piernas de otra mujer y mucho menos de su hija.

—¡¡Oh... mamá!!, que gusto, me encanta que me lo chupes, sigue, no pares, no pares por favor.

Carolina no tenía ninguna intención de detenerse, lamía con furia el pequeño clítoris de su hija que, a pesar de su parálisis, era extremadamente sensible, lo que se demostraba con los orgasmos que había tenido ayer, y por la humedad que crecía en su vagina a medida que Carolina lo excitaba con su boca.

Como pudo Carolina se desprendió de su vestido e hizo lo mismo con el de su hija sin dejar de estimularla, las dos estaban ahora desnudas, María Dolores tumbada boca arriba con las piernas abiertas y totalmente quieta, y Carolina encima de ella besándola lujuriosamente en la boca mientras que introducía su mano derecha entre los dos pubis, ahora pegados el uno con el otro, y masturbaba a su hija, aprovechando el roce para estimularse ella también. Su boca abandonó la de su hija dejando un rastro de saliva tras de sí, y se dirigió a sus pechos los cuales comenzó a succionar como si fuera una un bebé en busca de su ración de alimento.

—Ahhh, ahhh, Dios mío, ahhh, —eran los únicos sonidos que se oían en aquella habitación, madre e hija disfrutaban como colegialas de sus cuerpos.

—Mamá, mamá, ahhhhh, ahhhh.

—¿Qué mi amor? —contestó Carolina retirando su boca un momento de los deliciosos pechos de su hija, sin dejar de masturbarla con los dedos, y tratando de controlar su excitación que estaba llegando también a cotas que ya no recordaba.

—Qui...ero.... —decía entrecortadamente por la excitación María Dolores —quiero comerte el coño... ahhh, ahhhhhhhhhh.

Aquello sorprendió a Carolina, no la petición, si no la forma de pedirlo, tan directo y usando ese lenguaje tan soez, pero que la excitaba sobremanera. Por un instante detuvo la mano con la que excitaba a su hija, pero solo fue un instante ya que deseaba, en lo más profundo de su inconsciente, que su hija le comiera el coño.

—Me encantaría, cariño, —dijo Carolina dejando de masturbar la húmeda y caliente entrepierna de su hija, que estaba a punto de alcanzar el orgasmo. Dirigió sus manos a la cabeza de su hija para acariciar su corto y precioso pelo a la vez que la besaba con ternura en los labios.

Se levantó de la cama, exponiéndose ante los ansiosos ojos de su hija, sonrojada por la excitación. A continuación se subió de nuevo a la cama y se tumbó encima ella poniendo el coño a la altura de su boca a al vez que ella hacía lo propio, era un 69 perfecto, quedando las vaginas de cada una a la altura de la boca de la otra.

Carolina comenzó a lamer el coño de su hija que volvió a excitarse inmediatamente.

—Vamos cariño, haz que tu madre se corra, —dijo usando ella también un lenguaje premeditadamente soez para provocar la excitación de su hija.

Sin pensárselo acercó su cabeza al pubis de su madre y con curiosidad sacó la lengua y le dio un lametón, como una perrita que lame leche de su cuenco.

Después de unos segundos de indecisión, María Dolores pegó su boca como una ventosa a la vagina de su madre y con una pericia inesperada empezó a lamer el jugoso y húmedo coño que tenía ante sus ojos, mientras Carolina continuaba con pasión una tarea análoga en el coño de su hija.

—Ahhh, uhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhh, —sonidos guturales y suspiros era lo que se oía ante el frenesí de placer que ambas se estaban proporcionando, la habitación se llenó de palabras ininteligibles más propias del mundo animal que del humano, y de olores que hacía muchos años que no la impregnaban.

María Dolores no aguantó más.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, me corro, me corro, ahhhhhhhhhhhhhhhh, ¡ya no puedo maáaaaaaaaaaasssssss! —estalló al tiempo que echaba para atrás su cabeza y dejaba de saborear el coño de su madre, que estaba inundado de fluidos a punto de alcanzar también el orgasmo, y que lo consiguió gracias a que sustituyó rápidamente la boca de su hija por sus dedos, que enseguida se llenaron de sus fluidos.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, Dios, es increíble, ¡me coooooooooooooooorrrrrrrroooooo!.

Los dos coños se inundaron de fluidos, María Dolores notó como del coño de su madre salía un fluido semitransparente que cayó en su cara, quedando rebozada por la corrida de su madre que había empezado a engullir la corrida del su coño.

Esta se bajó de encima de su hija y se situó de rodillas entre las piernas de su hija con el culo levantado que se reflejaba en el espejo, continuando la comida de coño que la estaba volviendo loca de placer.

—Ahhhhh, ahhhh, ahhhhhh, Dios por favor, ¡oh Dios!, ahhhhhhh —gemía María Dolores mientras notaba como oleadas de placer la golpeaban sin piedad.

Carolina mientras tanto no dejaba de masturbarse y notaba como los fluidos se le deslizaban por sus dedos y caían sobre las sábanas, hacía una eternidad que no se corría de aquella manera.

Sin dejar de masturbar a su hija, que había cerrado los ojos debido a los orgasmos continuos que la asolaban, dirigió su lengua al cerrado ano de su hija y comenzó a lamerlo con cuidado pues no sabía como reaccionaría esta. Sin embargo María Dolores no tenía sensibilidad en esta zona y no se enteró de lo que su madre le estaba haciendo. A pesar de la evidente falta de sensibilidad Carolina continuó humedeciendo la zona, como tantas veces había hecho su marido con ella antes de practicar sexo anal.

Mientras, los dedos de Carolina continuaban excitando a María Dolores, esta estaba en un estado de excitación tal que le parecía que volaba.

Con cuidado, usando la lubricación del coño de su hija introdujo el dejo anular de la mano izquierda en su ano, mientras que con la derecha frotaba el clítoris de María Dolores.

—¿Qué haces, mamá? —María Dolores notaba la presión en su ano y como algo se introducía en él. Era una sensación extraña, como cuando tenía ganas de hacer de vientre pero era sumamente agradable al mezclarse con las sensaciones provenientes de su coño.

—Chisttttt, no te preocupes mi amor, y disfruta.

El dedo se introdujo hasta el fondo en el estrecho y humedecido orificio y allí lo mantuvo Carolina un momento hasta que consideró que el culo de su hija estaba adaptado a aquel intruso. Comenzó a moverlo con delicadeza acompasándolo con los dedos que introducía en el coño de su hija, que pronto apartó cualquier inquietud y se abandonó a las nuevas sensaciones que estaba experimentando.

Entre gemidos y suspiros de placer, Carolina masturbaba a su hija mientras dos dedos se perdían en el interior de su esfínter provocando en María Dolores oleadas de placer.

—Ahhhhhhhhh, ahhhhhhh, si, si, sigue mamá, ahhhhh, uhhhhhh, ahhhhhhhhh.

La lengua de Carolina se esmeraba en el coño y culo de su hija que no podría aguantar mucho más antes de correrse, ella lo notaba por los espasmos que sufría su virgen vagina, y que cada vez eran más continuos.

—¡AHHHHHHHHHHHHHH!, me corrooooooooooo mamá, ahhhhhhhhhhhhh, Dios ya no puedo más, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii —explotó en un grito de placer al tiempo que su coño se inundaba nuevamente con los fluidos que demostraban que su orgasmo había sido prodigioso.

Carolina fue ralentizando sus movimientos hasta que con delicadeza extrajo los dedos del cuerpo de su hija viendo enseguida como de su coño escurrían los restos de su corrida, que eran inmediatamente devorados por ella.

—Oh, mamá, ha sido...., ha sido increíble —dijo con la respiración agitada debido al esfuerzo realizado a lo largo de la sesión de sexo.

—Si ha sido increíble, a mi también me ha gustado mucho.

Sin embargo Carolina notaba una sensación de picazón en su entrepierna debido a que solo se había podido correr una vez, y la excitación de su hija y los orgasmos de esta la habían puesto cachonda de nuevo y no había podido darse satisfacción debido a que había estado atendiendo las necesidades de su hija.

Con total naturalidad se sentó en la cama apoyando la espalda en el cabecero y abrió el cajón de la mesilla sacando su vibrador. Entre madre e hija se había establecido una complicidad tal que la acción la hizo automáticamente sin importarle lo que su hija pudiera pensar de ella.

En un principio María Dolores no se dio cuenta de lo que su madre estaba haciendo ya que estaba tan cansada que había cerrado los ojos y casi se había dormido. Pero pronto empezó a escuchar un zumbido que procedía de su derecha. Cuando giró la cabeza vio a su madre sentada en la cama, con las piernas recogidas y abiertas y con las manos metidas entre ellas. No podía creer lo que se estaba viendo.

Carolina se giró y miró con deseo a su hija que no salía de su asombro por lo que estaba contemplando, aunque después de lo que habían estado haciendo estos dos últimos días no debía sorprenderle lo más mínimo.

—Lo necesito, estoy muy caliente —dijo Carolina con un sonrisa en la cara mientras seguía con su tarea.

María Dolores no dijo nada se quedó allí mirando como una tonta como su madre se daba satisfacción con un vibrador, mientras esta suspiraba de placer ante el efecto de la máquina en su clítoris. No tardó mucho en sufrir los primeros espasmos de placer debido a su excitación.

—Ahhhhhhh, ahhhhhhh, si, si —gemía, mientras el consolador se perdía en su interior. Con la mano que tenía libre empezó a tocar el pecho de su hija lo que le proporcionó el empujón definitivo para alcanzar el orgasmo.

—AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, me corrooooooooooooo.

Fue un orgasmo magnífico, notaba como el coño le escurría, y como su cuerpo se relajaba después de la tensión. Se deslizó por la cama hasta tumbarse al lado de su hija que estaba anonadada ante lo que acababa de ver. Las dos permanecieron en silencio durante un rato, Carolina con los ojos cerrados y tratando de restablecer el ritmo de su respiración, y su hija boquiabierta la miraba mientras su madre se recuperaba.

Al cabo de unos minutos Carolina abrió los ojos y se giró para quedar enfrentada a su hija que aún la miraba con una mezcla de incredulidad y excitación. Con delicadeza le pasó un brazo por encima del pecho y la abrazó quedando las dos de lado, mirándose a los ojos, hasta que rompieron a reír.

—¡Pero mamá!, cómo.... ¿desde cuándo tienes eso ahí?.

—Bueno hija, es que una tiene sus necesidades. Me lo compré hará.... unos cinco años.

—¿Y..., y lo usas mucho? —preguntó de manera pícara.

—De vez en cuando, si, un par de veces por semana quizás.

—Que cochina eres —dijo riéndose María Dolores acompañada de la sonrisa de su madre.—¿Por qué no me lo dijiste antes?.

—Bueno... es que no sabía que esto iba a pasar, y además no me he acordado de él hasta que no te corriste la última vez, pero si quieres.... —dijo alzándolo y deslizándolo por entre el pecho de su hija.

Sin embargo Carolina se detuvo a la altura del vientre de María Dolores porque en ese momento se dio cuenta de la hora que era, estaba a punto de llegar la profesora de esta y no quería que nadie sospechara lo que estaba ocurriendo.

—No me había dado cuenta de lo tarde que es, va a llegar Elena y no quiero que sospeche nada.

—Pero mamá —protestó María Dolores, que veía como se desvanecía la oportunidad de probar un vibrador.

—Ni pero ni nada, debemos hacer una vida lo más normal posible, si no esto no se repetirá nunca más.

María Dolores no dijo nada más, sabía que su madre tenía razón y que lo mejor era llevar su aventura con la mayor discreción posible, nadie debía saberlo, ni siquiera... su mejor amiga Pilar.

El tiempo transcurrió más despacio de lo habitual para María Dolores, pero también para su madre, que decidió salir de compras mientras su hija estudiaba. Esta estuvo distraída toda la mañana y apenas prestó atención a las clases, si le hubiesen preguntado no habría sabido responder si había estudiado matemáticas o historia.

Elena se dio cuenta de su dispersión pero no sospechó nada, lo achacó a una mala mañana y no le dio la mayor importancia.

A las dos, como cada día Carolina dio de comer a su hija, y luego comió ella. Ninguna de las dos habló de lo que había ocurrido estos dos últimos días, pero no hacía falta, estaba claro que ninguna se arrepentía de lo que había pasado. María Dolores estaba feliz, se le notaba en la cara, estaba radiante, y risueña, incluso no protestó cuando su madre la echó en la cama para que durmiese la siesta como todas las tardes, hoy estaba agotada y necesitaba descansar. Y Carolina estaba feliz, no solo por lo bien que se lo había pasado, que también, si no porque su hija estaba feliz, y eso era para ella lo más importante en esta vida, haría cualquier cosa para que su hija olvidara, aunque solo fuese por unos instantes, la cruz que tendría que arrastrar durante toda su vida.

Carolina también descabezó en el sillón del salón delante de la televisión, hoy no vio la telenovela, estaba, igual que su hija, muy cansada, y es que desde hacía más de diez años no tenía una sesión de sexo tan intensa como la que había tenido esta mañana.

—Mamá.

—Dime hija —contestó Carolina mientras arreglaba a su hija después de la siesta.

—Esto que hemos hecho..., ya sabes... el sexo, no es nada malo ¿verdad?.

Esto pilló a Carolina desprevenida, no esperaba que su hija se hiciese esa reflexión, es más pensó que debería, como madre, haberla hecho ella antes, pero a parte de las dudas iniciales no se había vuelto a plantear que lo que estaban haciendo era algo malo, ni inmoral, ni nada por el estilo, pero debía reconocer, que a lo mejor, la situación, que al principio no era más que un sacrificio por su hija, se había convertido en un algo muy agradable y placentero, y que esto había tapado las posibles implicaciones morales y éticas que suponía, y que su hija tenía algo de razón al plantearse aquel dilema moral.

—No lo sé hija, no lo se, de verdad, —se sinceró— pero yo lo que sé es que tú estás feliz, ¿verdad?.

—Si —sonrió María Dolores.

—Pues eso es lo más importante, lo demás es secundario. Lo que hacemos, en circunstancias normales, no sería aceptable, pero nuestras circunstancias son extraordinarias y por tanto tomamos actuamos de una manera que a muchas personas le parecerá condenable, pero eso a nosotras no debe importarnos, porque yo haría lo que fuera para hacerte feliz, y solo lamento no haberlo hecho antes, solo Dios sabe lo que tienes que haber sufrido estos años tratando de luchar contra la naturaleza, que te ha ido transformando en una preciosa mujercita, con todas sus necesidades.

—Gracias mamá, —dijo con lágrimas en los ojos. Pero lágrimas de alegría por la relación que estaba naciendo entre su madre y ella, y que nunca imaginó que pudiera ser tan profunda.

Carolina siguió vistiendo a su hija y durante un rato ninguna de las dos dijo nada, hasta que María Dolores rompió de nuevo el silencio.

—¿Sabes una cosa, mamá?.

—El qué hija.

—Que a Pilar, ya sabes mi amiga del centro de rehabilitación, su madre también le hace esto.

—¿Qué?, que la viste, —Carolina no sabía a lo que se refería, — ya me lo imaginaba cariño.

—No, tonta, lo del sexo, —respondió María Dolores, pensando que su madre se burlaba de ella.

Aquello dejó a Carolina paralizada, cómo era posible que su hija supiese eso.

—¿Cómo sabes tú eso? —preguntó seria Carolina.

—Bueno...—dijo María Dolores un tanto preocupada por el tono que había usado su madre— ella me lo dijo ayer.

Aquello no le gustaba nada a Carolina.

—Y, ¿qué te contó exactamente? —continuó Carolina con el tono serio en la voz.

María Dolores ya no sabía que hacer, se daba cuenta de que había metido la pata contándole eso a su madre, pero ya no había nada que hacer. Le contó lo que Carmen ya le había contado a su madre la tarde anterior mientras ellas estaban en rehabilitación.

Las dos permanecieron en silencio durante unos momentos.

—Hija, no estoy enfadada contigo, solo es que me sorprende que Pilar te haya contado esas cosas.

—Lo sé mamá, a mi también me sorprendió cuando me lo contó, pero ahora que me ha ocurrido a mí comprendo porque estaba tan feliz ayer.

—Prométeme que tú no dirás nada, que será nuestro secreto, por lo menos hasta que hable con su madre de esto.

—No mamá, no se lo puedes contar a su madre, le prometí que no diría nada a nadie.

—No te preocupes hija, su madre ya me lo había contado a mí.

Aquello dejó sin palabras a María Dolores.

—Así que, ¿tú ya lo sabías?.

—Si, pero pensé que Pilar no diría nada. —Carolina se dio cuenta de que su hija estaba arrepentida de habérselo contado, así que para quitarle hierro al asunto...

—Por cierto te he comprado un regalo esta mañana.

La cara de su hija cambió, una sonrisa volvió a iluminar su rostro. —¿Sí?, qué es.

—¡Ah no!, hasta esta noche no te lo daré, ahora vamos a salir a pasear que llevas todo el día encerrada en casa y eso no es bueno.

—Jo, mamá, dame una pista al menos.

—Nada, hasta esta noche no —dijo mientras sentaba a su hija en la silla de ruedas.

A pesar de esto a Carolina no se le quitaba de la cabeza lo que su hija le había contado y debía hablar con Carmen para que hablara con su hija.

Estuvieron en el Parque del Marqués, próximo a su casa, a María Dolores le gustaba ir allí, le recordaba a cuando era niña, y podía correr por sus jardines. Ella y su madre se sentaron en el césped debajo de un enorme chopo que les proporcionaba sombra. Era un sitio muy bonito, un gran parque atravesado longitudinalmente por un paseo salpicado de fuentes que daban frescor. A los lados del paseo había un gran extensión de césped, siempre muy recortado, y una gran cantidad de árboles que proporcionaban sombra. Ninguna de las dos dijo mucho mientras estaban allí, cada una pensaba en lo que había pasado entre ellas, y después de analizarlo ninguna de las dos se arrepentía.

María Dolores, a pesar de todo lo que había disfrutado, estaba segura de que ella no era lesbiana, que a ella lo que le gustaban era los hombres, pero nunca pensó, que acostarse con otra mujer, y menos con su madre, fuese a ser tan placentero.

Carolina, por su parte, jamás había tenido una relación lésbica, y solo se había acostado con su marido Carlos, pero la experiencia le había parecido muy satisfactoria y excitante y ahora empezaba a plantearse si eso querría decir que era bisexual. Llegó a la conclusión de que no, de que esto no sería capaz de hacerlo con otra mujer y que solo lo hacía por que su hija lo necesitaba, aunque debía reconocer que ella también, inesperadamente, había disfrutado.

Allí estuvieron hasta, que bien entrada la tarde, se volvieron a casa. Carolina dejó a su hija en el salón con la televisión encendida, y ella fue a su cuarto a cambiarse.

Cuando se quitó la ropa se miró en el espejo que cubría una de las puertas del armario situado enfrente de su cama y contempló su pubis, ahora arreglado. Esta mañana, cuando salió mientras su hija estudiaba, había ido a depilarse después de mucho tiempo. Antes, cuando su marido vivía, era algo habitual, pero desde que este se murió apenas se había arreglado, y solo lo recortaba de tarde en tarde cuando los pelos ya eran demasiado largos y se salían por los bordes de su bragas.

Le habían recortado las ingles y eliminado el exceso de vello que cubría su coño. No se había depilado del todo, como estaba de moda ahora, le parecía excesivo, y a Carlos nunca le gustaron los "chochos pelones", como él los llamaba. No pudo evitar pasarse una mano por encima de su mata y notar lo agradable que era, y que a pesar de haberse corrido varias veces esa mañana su conejo estaba húmedo pensando en lo que previsiblemente pasaría más tarde.

Dejó de pensar en ello y se enfundó el vestido que usaba para estar en casa, sin ponerse ropa interior lo que hacía que se marcaran sus pezones que debido al roce con la tela se pusieron duros de inmediato.

Cenaron las dos y llevó a su hija al baño, donde hizo sus necesidades. Y después se fueron al salón donde vieron un rato la tele, aunque ninguna de las dos le prestó demasiada atención, estaban las dos excitadas por lo que había pasado, y sobre todo por lo que pasaría esta noche, sobre todo Carolina que tenía una sorpresa para su hija, que esperaba que le gustase tanto como le excitaba a ella.

Por fin ambas se miraron, dejando de prestar atención a la televisión. Carolina acercó su boca a la de su hija y se fundieron en un lascivo beso. Se notaba que las dos mujeres estaban excitadas y deseosas la una de la otra.

—Vamos cariño a la habitación, que estaremos más cómodas.

María Dolores se dejó hacer, cogiéndola su madre para transportarla a su habitación.

—Mamá, ¿y mi sorpresa?.

Carolina sonrió ante la pregunta de su hija

—No seas impaciente mi amor, —dijo al tiempo que inclinaba su cabeza para besarla con pasión nuevamente.

Con cuidado la depositó en la cama y se quitó el vestido, mostrándose desnuda ante su hija, que la recorrió con la mirada hasta que llegó a su pubis y vio la labor de peluquería que su madre se había hecho allí.

—Ahí va, mamá, ¡te has arreglado el coño!.

A Carolina le encantaba que su hija usara ese lenguaje cuando iban a follar y también le gustó que se hubiese fijado en como se había arreglado el pubis.

—Si, ¿te gusta?, cariño, —dijo acercándose y tocándose impúdicamente el vello de su pubis, excitándose casi inmediatamente.

—Me encanta, ¿podrías hacerme a mi lo mismo? por favor...

Carolina sonrió ante la petición de su hija, ella ya lo había pensado y estaba segura de que María Dolores le pediría que le arreglase el coño en cuanto se lo viese a ella, y es más no le vendría mal, ya que si iba a seguir manteniendo relaciones con ella, era más cómodo que tuviera el coño arreglado o incluso depilado, para que los trabajos orales fueran más higiénicos.

—Claro que sí mi amor, pero hoy no, esperaremos a mañana, ¿de acuerdo?.

María Dolores asintió, mientras su madre se aproximó a ella y empezó a desnudarla, algo sencillo por la ropa que llevaba. En menos de dos minutos las dos estaban desnudas contemplándose la una a la otra.

Carolina comenzó a tocar el cuerpo inerme de su hija pasando las manos por sus pechos, haciendo hincapié en sus pezones. Eran unos pezones perfectos, ni muy grandes ni muy pequeños, acorde con el tamaño de sus tetas, de color rosa oscuro, que contrastaban con el blanco níveo de su cuerpo y de sus senos. Sin poder resistirse Carolina se inclinó y se los llevó a la boca succionando hasta que, a pesar de la falta de sensibilidad de su hija, notó como estos se ponían erectos. Ella sabía que el contacto físico, a pesar de no sentirlo, a su hija le gustaba y por eso se dedicó a pasar su lengua por todo el cuerpo desnudo de ella dejando a su paso un rastro de saliva. Cuando estaba cerca de su pubis notó el calor que desprendía este, señal inequívoca de que su hija estaba excitada. Sin embargo regresó por el mismo camino para desembocar en su boca, donde las dos se fundieron en un profundo beso, acariciando cada una la lengua de la otra con la suya, fundiéndose en un solo ser, que provocó que ambas tuvieran un orgasmo delicioso.

—Uhhhhhhhhhhh, mamá, que bien.

—Si cariño a mi también me encanta, —decían entre beso y beso.

Carolina fue descendiendo nuevamente por el cuerpo de su hija, llegando, esta vez si al húmedo objeto de deseo, donde deposito un suave beso, siguiendo su camino por las piernas, hasta desembocar en los dedos de los pies, los cuales lamió, como jamás había hecho.

—Mamá por favor, necesito que lo hagas ya, estoy ardiendo.

—Ya lo veo cariño, —dijo Carolina al tiempo que pasaba un par de dedos por la abertura vaginal de su hija, comprobando que estaba muy mojada.

Sin embargo, en lugar de continuar masturbándola, como María Dolores esperaba y necesitaba, Carolina se levantó y se dirigió hacia el armario que había enfrente de la cama.

—Mamá, por favor, ya no puedo más, —gemía excitadísima, ante la tortura a la que la estaba sometiendo su madre.

—Chiiiiiiist, calma, hija, calma, —dijo con un tono sensual su madre, que buscaba algo en uno de los cajones del armario.

Por fin dejó de buscar y de nuevo se dirigió a la cama donde permanecía inmóvil e impaciente su hija, esperando que su madre le quitara la calentura que la asolaba.

—Bueno cariño, —comenzó a decir Carolina cuando estaba junto a su hija de nuevo —ya te dije esta mañana que tenía una sorpresa para ti.

—Dámela luego, mamá, ahora necesito que me masturbes, por favor.

Carolina sonrió ante la respuesta de su hija.

—¿Estás segura que no quieres tu regalo?, —dijo Carolina empezando a pasar un consolador por el pecho de su hija.

María Dolores miró lo que su madre pasaba suavemente, ahora, por el pezón de su pecho derecho, y vio un objeto cilíndrico de unos dieciocho centímetros de largo, de color rosa chillón, que terminaba en una puta redondeada, y que vibraba haciendo que sus pechos ondulasen.

—¡Oh mamá!, ¿es para mí?, —preguntó con una mezcla de sorpresa y excitación.

—Si, claro, pero si no quieres que lo use...

—¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!, si quiero que lo uses, por favor...

Carolina sonrió ante el entusiasmo de su hija, y continuó jugueteando con el vibrador sobre el cuerpo de su hija. Ella estaba a la izquierda de María Dolores y manejaba el juguete con la mano izquierda mientras que la derecha la usaba para apoyar su cabeza, su hija tumbada boca arriba esperaba las novedades que su madre introduciría.

Por fin el vibrador llegó a la zona más sensible de María Dolores, y se entretuvo allí un rato, arrancando de ella varios gemidos de placer al notar como esa máquina excitaba su clítoris.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhh, mamá, sigue, sigue, no pares por favor.

—¿Te gusta, tu regalo?.

Esta no pudo responder pues una oleada de placer la asaltó, provocando un gemido.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, es increíble, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ya, ya, oh Dios, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

Los fluidos rezumaban de su coño, que se contraía con los espasmos provocados por las sensaciones que le proporcionan el nuevo juguete que su madre había incorporado a su relación. Las sensaciones que María Dolores sentía multiplicaban a las que había sentido hasta ahora, la vibración multiplicaba el placer que sentía, no podía creer lo que estaba experimentando en su insensible cuerpo

—Ahhhhhhhhhhhhh, ahhhhh, —gemía, mientras su madre seguía estimulado su clítoris con el nuevo juguete.

Carolina, mientras tanto, con su mano derecha se había empezado a tocar su arreglado coño, sintiendo como sus dedos se pringaban con sus fluidos que manaban de su interior, lubricando su vagina.

—Mamá, sigue, sigue, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhh, no pares, sigue, siiiiiiiiiiiiiiiiiii, siiiiiiiiiiiiiiiii, me voy a correr ya no puedo aguantar más, ahhhhhhhhhh, me voyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, siiiiiii, siiiii, mamá, mamá, ahhhhhhhhhhhhhhhh.

Carolina continuaba pasando el vibrador por el clítoris hinchado y rojo de su hija, que se corría como una perra en celo, los fluidos vaginales eran tantos que le escurrían hasta las sábanas, y el olor a sexo era muy intenso en la habitación lo que multiplicaba las sensaciones de las dos mujeres.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, hija me corro, me corro, si, si, ya no puedo más, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, uhm, uhmnnnnnnn, —por fin Carolina estalló en un orgasmo, olvidándose momentáneamente de su hija, y llevando el vibrador a su vagina introduciéndolo hasta dentro, que le proporcionó un orgasmo inmediato que se superpuso al que estaba experimentando.

Madre e hija gemían o gritaban de placer según los orgasmos ganaban o perdían intensidad pero durante unos minutos las dos experimentaron un orgasmo casi continuado.

Jadeantes, como si hubiesen corrido una maratón, ambas empezaron a tranquilizare y a regularizar su respiración que estaba alterada debido a la sobreexcitación que habían disfrutado. María Dolores tenía la cara congestionada, roja como si le fuese a dar un infarto, nunca se había imaginado que se pudiera disfrutar tanto del sexo. Carolina por su parte, con más experiencia en estas lides, estaba también agotada, trataba de recuperar el resuello después de lo que acababa de experimentar junto con su hija.

—Mamá, —empezó a decir después de un rato María Dolores —ha sido... ha sido increíble, nunca había sentido nada igual.

—Lo sé hija, yo tampoco había tenido tantos orgasmos ni me había corrido como hoy.

El vibrador se había resbalado del húmedo coño de Carolina y continuaba vibrando en la cama entre sus piernas, nadando entre un mar de fluidos.

Habían logrado compenetrarse mucho en apenas dos días ya alcanzaban orgasmos juntas y aquello era extraordinario.

—¿Mamá? —dijo recuperada del anterior asalto.

—Si, cariño.

—Quiero que me desvirgues, —soltó de sopetón María Dolores, que deseaba perder la virginidad con la persona que le había proporcionado los primeros placeres sexuales de su vida.

Carolina estaba asombrada, nunca hubiese pensado que su hija le pidiese eso de una forma tan frontal, ella espera que aquello sucediera de forma natural, un día mientras que la masturbaba introduciría el consolador en su vagina.

—¿Estás segura, hija?.

—Si mamá, no conozco a nadie mejor que tú para entregarle mi virginidad, tú lo harás con cuidado, y seamos realistas, es poco probable que ningún hombre esté dispuesto a acostarse conmigo tal y en la situación en la que estoy.

Aquello se quedó grabado en la mente de Carolina que se juró, en aquel momento que su hija no se moriría sin yacer con un hombre.

Sin decir nada Carolina se volvió a levantar a pesar de la flojera de piernas que tenía y fue de nuevo al armario de donde sacó un arnés que le habían regalado en el sex shop por la compra del vibrador, pensó que nunca lo usaría pero la ocasión de estrenarlo había llegado.

Con algo de dificultad, por el cansancio y la inexperiencia, se colocó el arnés alrededor de su cadera ajustando el vibrador en el orificio que a tal efecto tenía aquel cinturón. Aquello le provocó una sensación extraña cuando se miró en el espejo. Veía una mujer que de entre las piernas le salía una polla de plástico rosa.

Así se dirigió de nuevo a la cama donde María Dolores no dejaba de mirarla con deseo y ansía, deseaba que su madre la penetrara y dejar por fin de ser virgen.

—Oh mamá.

—Lo sé hija, Yo también me siento extraña con esto entre las piernas, jamás me hubiese imaginado en esta situación, pero he de reconocer que es muy excitante.

Durante unos segundos lo único que se escuchó en aquella habitación fue el leve zumbido que producía el vibrador entre las piernas de Carolina, que notaba como este le rozaba el excitado clítoris volviendo a llevarla por los caminos del placer..

Carolina se acercó al lado de la cama donde estaba tumbada su hija y acercó el falo de plástico a su boca, que se abrió sin hacerse de rogar. Con una gran habilidad comenzó a lamerlo y chuparlo, mientras su madre notaba como las vibraciones la aproximaban de nuevo al orgasmo, era algo extraordinario, su hija le estaba haciendo una felación a un pene de plástico que le estaba provocando un orgasmo a ella.

—Ahhhhh, hija, me corro, me corro, ya no puedo más, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, —Carolina estalló en un magnífico orgasmo mientras su hija seguía lamiendo y chupando.

Con delicadeza, y después de haberse recuperado un poco del orgasmo, Carolina retiró el vibrador de la boca de su hija, dejando un rastro de saliva, que durante un instante unió el pene de plástico con la boca de esta. Se dirigió al piecero de la cama y se subió a ella con el vibrador inhiesto listo para penetrar a su hija.

Se arrodilló entre las piernas de su hija, que permanecían separadas desde el principio, y empezó a tocar el coño, aunque esto no era necesario para saber que este estaba inundado por los fluidos de los anteriores orgasmos.

—Te vas a deshidrata, hija, como sigas corriéndote de esta manera, —dijo con sorna Carolina, que en verdad estaba asombrada de la manera de correrse de su hija, y cada vez estaba más asombrada de cómo esta podía haber resistido tantos años de abstinencia.

—Métemelo, mamá, ya no puedo más, —fue la respuesta que recibió de una María Dolores desesperada por ser desvirgada.

Carolina se situó en posición, tomó con sus manos las piernas inertes de su hija y las alzó, como tantas veces había hecho su marido con ella, así el coño quedaba en la posición perfecta para ser penetrado. Con cuidado fue aproximando el pene de plástico a la húmeda vagina de su hija, que nada más notar las vibraciones de este gimió, con firmeza pero delicadeza empujó y la punta del dildo se situó a la entrada de la vagina de su hija.

—¿Preparada?

—Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, por favor.

—Allá va, —y con cuidado y despacito comenzó a introducirla la polla de plástico a su hija, que al principio no notó nada. De pronto su madre se topó con un obstáculo, el himen de su hija.

—Ahora voy a desvirgarte, cariño, ¿preparada?, —le advirtió Carolina.

De un movimiento seco Carolina rompió la delgada barrera de piel de su hija, que notó como algo se rasgaba en su interior, aunque no podía decir si aquello le dolía o no, solo notaba la presión y la sensación de que la vagina estaba llena. El vibrador entró hasta el fondo.

—Estás bien hija.

—Si mamá, noto como me llena, es.... es una sensación extraña, uhmmmmmm.

Su madre comenzó a moverse como lo había hecho su Carlos sobre ella tantas veces, pero lo cierto es que no era tan fácil. No era sencillo acompasar un movimiento de vaivén y a la vez evitar que el vibrador se saliera de la vagina de su hija. Sin embargo después de unos cuantos intentos consiguió imponer un ritmo adecuado.

—Ahhhhh, mamá, es increíble, es increíble.

Carolina no decía nada estaba concentrada en el ritmo de la follada. Dejó las piernas de su hija que cayeron sobre la cama y se echó sobre ella agarrando sus pechos para llevárselos a la boca y succionarlos. Además notaba como la vibración del dildo la estaba excitando de nuevo, y deseaba que las dos se corrieran a la vez.

Gemidos y gritos de placer inundaron la habitación, Carolina encima de su hija la penetraba como si fuera un hombre consiguiendo arrancar gemidos de su amante. Esta, inmóvil, se dejaba hacer y notaba como el orgasmo se aproximaba. Le gustaba el contacto físico con el cuerpo de su madre, como esta se echaba sobre ella para penetrarla más profundamente y como sus tetas chocaban rozándose sus pezones.

—Mamá, me corro, noto como me viene, ya no puedo más, no paresssssssssssssssssss, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, ahhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhh me corrooooooooooooooooo.

Carolina también notaba inminente su orgasmo y trataba de hundir al máximo el vibrador en el cuerpo de su hija.

—Yo también me corro, hija, me corroooooooooooooooo, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh, —gimió mientras empujaba hasta el fondo el vibrador, situando los brazos al lado del cuerpo de su hija, al tiempo que levantaba su torso arqueando la espalda con el orgasmo. Notaba como sus fluidos rebasaban el arnés y se mezclaban con los de su hija que se corría sobre las sábanas ya empapadas anteriormente.

Después del orgasmo Carolina se dejó caer sobre su hija con el falo aún en su interior, hasta que se echó hacia un lado y este salió del coño de María Dolores.

—Mamá ha sido increíble, estoy agotada, —resoplaba agotada, mientras de su coño escurría una mezcla de fluidos y sangre que certificaba que había dejado de ser virgen después de tantos años deseándolo en soledad.

—Si cariño, a mi también me ha encantado, nunca había sentido nada igual, ni siquiera con tu padre.

Carolina se giró y abrazó a su hija, notando que tenía puesto aún el vibrador entre las piernas. Este había agotado las pilas y se mantenía firme pero estático. Con la mano derecha se deshizo del arnés que lo sostenía y cayó entre ambas, mientras las dos se abrazaban y caían en un profundo y feliz sueño.

CONTINUARÁ.... AQUILEXX.

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