Amor de hijo, amor pasional.

Segunda parte de "Amor de hijo, amor verdadero". Continúa el amor de madre e hijo, pero todo irá un poco más allá.

Amor de hijo, amor pasional.

Después de aquella noche en la que le había dado sexo oral a su hijo, Lorena no podía vivir tranquila en aquella casa. Por un lado sentía aversión a su marido, él estaba acostumbrado a sus putas en los viajes y cuando estaba en casa, la trataba como si ella fuera una mujer vulgar con las que acostumbraba a tener sexo; aunque realmente ella también le vendía su cuerpo a su marido para que no le faltara dinero. Por otro lado, el cariño que sentía hacia su hijo se estaba transformando en amor. Deseaba estar todo el día con él, pero aquel sentimiento le hacía sentirse más pervertida a como era considerada por su marido.

Durante aquellos cinco días en que su marido estaría allí, ella buscó cualquier excusa para alejarse de aquella casa, de aquellos dos hombres con los que podía tener sexo sin amor o amor sin sexo. No podía soportar aquella situación.

Hasta el sábado por la mañana, en que su marido se marchó a otra ciudad por negocios, fue cuando se sintió liberada de los sentimientos de los últimos días. Estaba en la puerta, tan guapa y perfecta como siempre, despidiendo a su marido y viendo como el coche se alejaba. Entró en la casa y cerró la puerta aliviada de no tener que hacer el amor con Juan, por lo menos durante un tiempo. Se giró y dio un grito.

-          ¡No te asustes! – Luis se abrazó a ella. - ¡No podía aguantar más, mamá! – Su joven cuerpo se agitaba contra el de su madre.

-          ¡Cariño, esto no puede ser! – Lorena hablaba y todo su cuerpo deseaba que no se separasen. - ¡Lo de la otra noche estuvo mal! ¡Fue una locura!

-          ¡Lo sé mamá! – Luis parecía afectado por lo ocurrido días atrás. – Estos días que ha estado papá aquí, me he sentido mal… - Lorena comprendía a su hijo pues ella había estado en la misma situación. - ¡No quiero hacerte daño, pero no puedo evitar desearte!

-          Hijo, eso no es más que tus deseos por conocer el sexo… En realidad no me deseas, sólo te sientes excitado por la proximidad de tu madre… ¡Perdona por haber hecho lo de la otra noche! – Lo empujó delicadamente hasta separarlo de ella. – ¡No se puede repetir más!

Luis se separó de su madre con los ojos brillantes por el desesperado deseo de tenerla, mezclado con la contundente realidad que condenaba el deseado incesto. Lorena estaba afligida al ver a su hijo sufrir y su cuerpo palpitaba, deseando correr tras él y tenerlo sólo para ella. Él se marchó a su habitación.

Lorena deambuló por la casa, sin saber bien que hacer. Vio la televisión un rato, intentó leer, escuchar música… Todo era imposible, sus pensamientos estaban prisioneros de su fuerte deseo por su hijo. Juan llevaba dos horas en su habitación y no daba señales de vida. Lorena subió y fue a buscarlo.

-          ¡Cariño, ¿puedo pasar?! – Preguntó entreabriendo la puerta.

-          Sí… - Respondió él con una débil voz.

-          ¡¿Qué te pasa hijo?! – Preguntó al ver que los ojos de su hijo mostraban señales de haber llorado amargamente.

-          ¡No puedo mamá! – Rompió a llorar. - ¡Te quiero y no puedo evitarlo! – Sus labios buscaron los de su madre.

Lorena no pudo reaccionar cuando su hijo se levantó, la abrazó y comenzó a besarla. Sus manos intentaban separarlo, pero aquellos inocentes y dulces besos que le daba en los labios la desarmaban. Sus brazos intentaban zafarse de él, pero su boca la delató. Sus labios de madre amorosa se inundaban de lujuria poco a poco y su cuerpo cedía al deseo de su hijo.

Luis sentía como el rechazo de su madre iba desapareciendo. Sus labios jugaban con los de ella y sus respiraciones mostraban la excitación que brotaba de madre e hijo. Su boca sintió como la lengua de su madre entraba y aquello le dio un gran placer. Sus lenguas empezaron a jugar de una boca a otra mientras sus manos acariciaban sus cuerpos. No sabía que hacer, aquello era un territorio que no conocía. Nunca había tenido relaciones con una mujer, qué fuera con su madre lo hacía más excitante, pero su experiencia era nula. La giró hasta que estuvo de espaldas a su cama, ella se dejó hacer. La empujó y ella se sentó en el filo. Luis miró a su madre desde arriba, estaba preciosa.

“¡Tal vez me deje después de darle sexo oral!” Pensó Lorena al ver la situación en la que estaban, ella sentada a los pies de la cama, su hijo delante de ella, de pie y con su abultado paquete delante de su cara. Sus manos se iban a mover para darle a su hijo sexo oral, pero él puso las manos en sus hombros.

Luis había visto algunas películas de sexo y se podría decir que la parte teórica de cómo amar a una mujer, la conocía. Pero tener delante a una mujer, a aquella hermosa mujer, a su madre… aquello le provocó un temblor interior fruto de los nervios y la excitación. Puso las manos sobre los hombros de su madre y la fue empujando mientras él se agachaba sobre ella. La dejó tumbada, boca arriba y con el culo en el filo de la cama. Las piernas de su madre se habían abierto para dejar que se colocara en medio.

Mientras Lorena se recostaba, pudo sentir las manos de su hijo que recorrieron todo su cuerpo. Sus pechos, haciendo que sus pezones se pusieran erectos y deseando que su dulce boca los mamara. Su vientre hasta llegar a sus muslos. Con suavidad subieron sus manos por sus tensos muslos y la tela de su falda fue retirada para que su sexo quedara expuesto a la vista de su hijo.

Luis tenía delante el sexo de su madre. Sus blancas bragas volvían a estar mojadas. Ya sabía que aquello era señal de que ella disfrutaba con aquello. Acercó su boca y besó aquella húmeda tela. La besó como si debajo estuvieran los labios de su dulce boca. El sabor y el olor de su madre inundaron su mente.

Lorena se derramó en el mismo momento en que sintió el beso íntimo que su hijo le daba. Los labios de la boca de su hijo se movían y daban suaves caricias sobre sus labios vaginales. No podía imaginar que el sexo con su propio hijo la pudiera excitar de tal manera. Sintió que no paraba de derramarse, su vagina lanzó otro torrente de flujos para prepararla para que su hijo entrara en ella.

Luis tiró de su solitario aprendizaje, echando imaginación, apartó las bragas a un lado. Ante él aparecieron los labios vaginales de su madre, hechos un gurruño por la opresión que la prenda íntima había ejercido, brillantes por los líquidos de placer que ella le regalaba. Escuchó el leve suspiro de su madre al sentir su intimidad expuesta a su hijo. Con la otra mano separó aquellos labios y apareció el rosado interior que custodiaban. En lo alto de aquella raja sobresalía el erecto y grueso clítoris. Su deseo se encendió más al ver a su madre indefensa ante su lujurioso deseo.

Lorena no podía controlar lo que su cuerpo sentía, lo que deseaba; todos aquellos años con sexo forzado se desvanecieron en un segundo. Su cuerpo vibraba con las caricias de su hijo. Mientras sentía sus inexpertas caricias, la imagen de la polla de su hijo llenó por completo su pensamiento.

Luis se inclinó y la punta de su lengua tocó levemente aquel enorme clítoris. Las caderas de su madre se movieron involuntariamente y su barbilla chocó contra la mojada entrada de aquella caliente vagina. Sintió una mano en su cabeza que lo empujaba contra ella.

Lorena enloqueció. Con fuerza cogió a su hijo por el pelo, en un puñado, y lo empujó contra ella mientras sus caderas se elevaban involuntariamente. “¡Cómetelo!” Gritó su mente con un deseo incontrolado.

Aquel clítoris entró en la boca de Luis. No sabía cómo, pero sabía que tenía que mamarlo. Así lo hizo, cómo si fuera una pequeña polla, al igual que la otra noche su madre había hecho con su polla, su boca succionó y su lengua acariciaba la punta de aquel endurecido clítoris. No paraba de mamar, con más fuerza cada vez.

Los suspiros de Lorena pasaron a ser gemidos que llenaron toda la habitación de su hijo. Mientras la boca inocente de su hijo la elevaba al placer más absoluto, los gemidos daban paso a gritos de placer. No podía hablar, no podía decirle a su hijo lo que deseaba. Lo único que podía hacer era disfrutar de las caricias íntimas que su hijo le daba mientras sentía que se corría una y otras vez con espasmos involuntarios que no podía controlar. “¡Fóllame!” Gritaba su mente sin parar de sentir aquellos orgasmos que no cesaban. Y algo entró en ella.

Luis no soltó el clítoris de su madre, sintiendo cómo disfrutaba. Metió un dedo en su vagina y la folló; lo introducía y lo sacaba como si aquel dedo fuera su polla. Aquella lujuriosa madre se retorcía de placer y él no pararía hasta que ella se lo pidiera. Las caderas de su madre hacían que su coño golpeara con fuerza contra su boca, pero no paraba en su empeño de darle el máximo placer.

-          ¡Para, para hijo! – Imploró Lorena exhausta por el placer que le provocaba. - ¡Me mareo!

Luis soltó su clítoris, pero siguió acariciando con suavidad el interior de su vagina con su dedo mientras la miraba, medio desnuda, abierta de piernas y convulsionando levemente por el placer. Nunca había visto a su madre tan bonita como aquel día. El placer había convertido a Lorena en una mujer más hermosa aún. Mientras su mano se movía levemente, introduciendo el dedo en su vagina, sintiendo la calida humedad de su interior, Luis podía sentir en su boca el sabor de su madre. Su polla estaba totalmente dura y presionaba el pantalón para ser liberada. Las piernas de su madre se cerraron levemente y él sacó su mano de su sexo. Se sentó junto a ella y la miró a los ojos entreabiertos. Nunca había visto la lujuria y el deseo reflejado en la cara de una mujer.

-          ¡Ahora te toca disfrutar a ti! – Le dijo su madre que aún sentía el placer que su hijo le había dado. Sonó el teléfono. - ¡Maldita sea! – Lorena recordó que había quedado con su cuñada Cristina, su confidente en aquellos últimos días. – Cariño, he quedado con tita Cristina.

Lorena se estiró y alcanzó el teléfono. Descolgó y comenzó a hablar con su amiga. Había quedado en medio de la cama, con su falda subida. Tenía una pierna estirada, mientras la otra la tenía flexionada. Luis podía ver perfectamente el sexo de su madre. Las bragas aún estaban a un lado y aquellos jugosos labios, brillantes por los flujos, lo excitaron de nuevo. No pudo contenerse, un perverso deseo se apoderó de él. Se tiró contra ella, forzándola a abrir sus piernas con un movimiento rápido.

Lorena atendía a la conversación de su amiga y no fue consciente de que su hijo en un momento le había abierto las piernas y, apartando sus bragas a un lado, de nuevo lamía su excitado coño. Puso la mano sobre su cabeza para apartarlo, pero era tarde.

Luis lamía toda la raja de aquel coño mientras la mano de su madre intentaba apartarlo. Ahora el sabor de su coño era más intenso. Nunca había probado los flujos de una mujer, y aquel sabor lo volvía loco. Su polla estaba totalmente endurecida, deseando entrar en ella y regalarle su semen.

Lorena contestaba con monosílabos, no podía articular palabra alguna. Tanto placer estaba sintiendo en su sexo que apenas entendía lo que su amiga le decía, ni siquiera quería escucharla… “¡Dios, acaba de una vez!” Pensaba mientras su cuerpo se movía involuntariamente. No quería escuchar a Cristina, sólo quería que su hijo le volviera a dar el placer que le había dado antes. Se mordió los labios apagando un gran gemido.

-          ¡Bueno hija, lo dejamos para mañana! – Dijo Cristina al ver que su cuñada no deseaba hablar con ella. – Mañana te llamo por si nos vemos… ¡Adiós!

Tiró el teléfono en la cama a la vez que liberaba un gran gemido de placer. Luis volvía a castigar su endurecido clítoris y aquello la volvía loca, nunca le habían dado tanto placer al hacer el amor como aquel joven inexperto que era su propio hijo.

-          ¡Hazme el amor! – Le suplicó a su hijo. - ¡Entra en tu madre y hazme gozar!

Luis estaba de rodillas en la cama, entre las piernas de su madre y la veía quitarse las bragas, deseando recibirlo, con la lujuria dibujada en su cara. Un gran calor lo invadió, sentía una dulce y extraña sensación. Iba a follar a su madre que se ofrecía por completo. Se bajó los pantalones y su enorme polla, endurecida y venosa, estaba preparada para darle todo el placer que necesitaba ella.

Lorena veía como su hijo la amenazaba con aquella hermosa y turgente polla. La iba a penetrar y la llevaría hasta el mismo cielo del placer. Se sentía mojada, se sentía sucia al desear a su propio hijo, pero no podía frenar el deseo de amarlo.

Luis se inclinó y acercó su glande al candente sexo de su madre. Un  calambre de placer recorrió su cuerpo cuando la maternal mano lo agarró para dirigirlo al interior de aquella madura vagina. Aquellos dulces dedos liberaron su glande, rojo y endurecido por el deseo. Su corazón latía desaforadamente, nunca había sentido tanta excitación. Su sensible glande tocó los húmedos labios que daban paso a la ardiente vagina de su madre.

-          ¡Ouh, ouh! – Lorena pudo ver como el rostro de su hijo cambió a la vez que cerraba los ojos. - ¡Lo… lo siento mamá!

-          ¡Tranquilo hijo, no pasa nada! ¡Acaba de una vez!

Lorena sintió los golpes que le daban los chorros de semen que brotaban de la polla de su hijo. No pudo aguantar y se corrió apenas sintió el contacto del coño de su madre. Ella movía la mano para que él descargara por completo todo su semen. La otra mano empezó a acariciar su clítoris y se corrió mientras Luis acababa de llenar toda su raja del blanquecino líquido.

Luis perdió las fuerzas y se dejó caer encima de su madre. La mano de ella hizo que su polla quedara encima de aquella caliente raja. Se movía suavemente y sus sexos se deslizaban uno contra otro, empapados en semen de él y flujos de ella. Así permanecieron un buen rato.

-          ¡Perdona mamá!

-          ¡No te preocupes cariño! – Ella lo besó suavemente. – Es normal que la excitación haga que te corras antes…

-          Pero no he podido hacerte gozar…

-          ¡En otro momento! – Los dos estaban abrazados. – Ahora vamos a ducharnos…

-          ¿Los dos juntos?

-          ¡¿No quieres?!

-          ¡Sí, sí!

Se levantaron de la cama y entraron en el baño. Era un baño grande y allí tenían una ducha y un jacuzzi. Ella empezó a llenar el jacuzzi mientras su hijo se desnudaba. Le indicó que entrara en el baño y él se sentó sin dejar de mirarla.

Lorena empezó a desnudarse para su hijo. Poco a poco se desabrochó la camisa y se la quitó. Después dejó caer su falda y quedó completamente desnuda. Caminó hasta su hijo y entró en el baño.

Luis no podía dejar de mirar el hermoso y sensual cuerpo de su madre. Sus redondas tetas lo amenazaban con aquellos dos grandes y erectos pezones. Ella le sonreía, él deseaba poseerla. Bajó la mirada y en la raja de su depilado coño aún se veía el blanco semen que antes había depositado.

Lorena podía ver la tremenda erección que tenía su hijo, bajo el agua. Aquella polla volvía a estar completamente endurecida. Deseaba clavársela por completo en su lujurioso coño. Las manos de su hijo la agarraron por las caderas, acariciándola, deleitándose en el contacto incestuoso. Puso un pie a cada lado del cuerpo de su hijo y quedó frente a él, con las piernas un poco abiertas. Aún sentía el viscoso y caliente semen en la entrada de su sexo. Él la miraba, no apartaba los ojos de su cuerpo mientras sus manos le acariciaban los muslos. Dobló las piernas y se sentó sobre él.

Luis la veía bajar hasta él. Sus manos la acariciaron mientras se sentaba. Deseaba entrar en su vagina. Sus manos acariciaban los pechos de su madre, que lo miraba con una sonrisa de placer. El coño de su madre se depositó sobre su endurecida polla, los labios vaginales envolvieron su grueso tronco, pero no la penetró.

Lorena sentía la presión que ejercía su hijo contra ella. Aquella polla era grande y se sentía más pervertida y excitada por momentos. Sus caderas se empezaron a mover y su clítoris se restregó por toda la longitud de aquella hermosa y gruesa polla. Él se incorporó y la abrazó, ella le correspondió el abrazo y podía sentir como los labios de su hijo comenzaban a besar sus pezones.

-          ¡Esta vez tienes que aguantar más! ¡Esta vez me tienes que penetrar!

Luis no contestó, agarró las caderas de su madre y la movió empujándola contra él, contra su polla, haciendo el roce de los sexos más intenso. Podía sentir los suspiros de placer que su madre daba al sentir el contacto de sus cuerpos. No podía dejar de lamer los duros pezones de su madre, aquellos enormes pezones lo volvían loco.

Lorena dejó de moverse sobre su hijo. Él dejó de lamer sus pechos. Se miraron y en sus ojos había un deseo prohibido que lo volvía más intenso, más deseado… No sólo se amaban, si no que se deseaban como hombre y mujer. Los dos comprendieron, sin hablar, que había llegado el momento de abandonarse.

Luis sintió la mano de su madre que agarraba su polla, su cuerpo empezó a temblar al saber que por fin la penetraría. Bajo el agua, sintió que su glande se volvía a colocar entre los labios vaginales, no podía correrse aún. El tibio calor del interior de la vagina de su madre envolvía poco a poco su polla.

Lorena se dejó caer al sentir el hinchado glande en la entrada de su vagina. Cerró los ojos al sentir como su vagina se dilataba al paso de su hijo que entraba en ella. La única polla que había entrado en ella era la de su marido, que no era chica, pero su hijo parecía dos o tres veces más grande que su marido. Descargas de placer recorrían su cuerpo con cada centímetro que su hijo conquistaba dentro de ella.

Luis no sabía que hacer. Tener el cuerpo de su madre entre sus brazos lo volvía loco, pero sentir aquella nueva sensación era algo que no podía aguantar. Deseaba correrse y llenar por completo la vagina de su madre. Estaba tan excitado, concentrado en no correrse, que lo único que hacía era gimotear abrazado a su madre que se movía suavemente sobre él.

-          ¡Tranquilo cariño! – Le susurraba Lorena al oído. - ¡Quiero sentirte dentro de mí! ¡Despacio, poco a poco!

-          ¡Oh mamá! – Luis mordía con suavidad y pasión el cuello de su madre. - ¡Esto es… esto es…!

-          ¡Sí, disfruta de tu madre! ¡Sigue penetrándome y no te corras aún! – Se besaron apasionadamente mientras ella se hundía por completo a su hijo en su vagina. - ¡Oooouf, sí! – Gimieron de placer. - ¡Mi niño me ha llenado por completo!

-          ¡Te quiero, te quiero! – Era lo único que podía decir Luis, sentía tanto placer que su mente estaba bloqueada.

-          ¡Sí, yo también te quiero! – Lorena empezó a moverse suavemente, arriba y abajo, haciendo que la polla de su hijo recorriera toda su vagina. - ¡Uf, me vuelves loca!

-          ¡Sí mamá, siento como te penetro! – Luis gemía sin parar al sentir los movimientos de su madre. - ¡Ouf, mamá, quiero correrme!

-          ¡Aguanta hijo, aguanta! – Lorena se excitaba más al escuchar que su hijo se quería correr. - ¡Aguanta, no puedes correrte dentro de mí o me dejaras embarazada! – Decía aquello y se movía con más intensidad para darle más placer. - ¡Chupa mis tetas! ¡Mama mis pezones!

Allí en el jacuzzi, madre e hijo se daban placer, gimiendo, besándose, acariciándose… follando. Los dos sabían que aquello no estaba bien visto por la sociedad, pero el placer que se daban merecía la pena, él nunca había tenido relaciones con una mujer y disfrutaba del amor y el cuerpo de su madre. Ella nunca había sentido tanto placer al hacer el amor con un hombre, aunque fuera su único hijo, aunque se condenara al infierno, no podía dejar de sentir aquel tremendo placer. El agua se agitaba sin control y salía de aquel recipiente de lujurioso incesto.

-          ¡Mamá, mamá! – Empezó Luis a gritar con un angustioso placer al no querer correrse dentro de ella. - ¡No puedo más, no puedo más!

-          ¡No, aún no hijo! – Lorena le pedía que aguantara, pero se movía con más intensidad. - ¡Espera que tu madre se corra!

-          ¡No voy a poder! – Suplicaba y casi perdía las fuerzas y la razón con tanto placer. - ¡No voy ah, ah, aaag!

-          ¡Ahora hijo, ahora! – Lorena hundió la polla de su hijo en su vagina todo lo que pudo, movió las caderas restregando su coño contra él. - ¡Sí, dame todo lo que guardas en tus huevos! - Luis se abandonó y sintió como su semen recorría toda su polla.

-          ¡Me corro mamá! ¡Me corro! – Gritó desesperado para que su madre sacara su polla.

-          ¡Sí, o sí, qué maravilla! – Decía mientras Lorena, sentía un gran orgasmo. - ¡Vamos hijo, tu madre se está corriendo! – El placer se hizo más intenso cuando sintió el caliente semen de su hijo que inundaba su vagina.

-          ¡Me estoy corriendo! – Dijo Luis agarrando las caderas de su madre y apretándola contra él. La hermosa cara de ella mostraba todo el placer que estaba sintiendo.

Lorena se echó hacia delante y besó a su hijo. Permaneció encima de él, sintiendo como su joven polla aún daba espasmos de placer. No podía creerlo, había tenido el mejor sexo del mundo, el más excitante, el que le había dado más placer… y había sido con su hijo. Se sentía una pervertida, pero satisfecha como mujer. En su interior podía sentir el calido semen de su hijo. No sabía si quedaría embarazada, pero eso ahora no importaba. Veía a su hijo que aún gozaba con su polla dentro de ella. Sus jóvenes manos la acariciaban, su inocencia la atraía. El vicioso de su marido la había follado muchas veces y nunca la hizo sentir nada. La inocencia y el amor de su hijo la hicieron sentirse mujer por una vez en su vida. Permanecieron unidos por sus sexos durante unos minutos en los que se acariciaban y se besaban. No hablaban, no hacía falta, sabían que se amaban cómo algo más que madre e hijo. Si unos días antes aquello atormentaba a Lorena, aquel día ya estaba superado y no importaba nada ni nadie.

Luis se deleitaba mirando a su madre que salía del jacuzzi. Los suaves botes de sus pechos al andar, su redondo culo, su perfecto cuerpo, todo en su madre lo enamoraba. Después salió él y se secaron mutuamente, acariciándose y dándose besos, sintiéndose amantes, unos amantes que nunca podrían hacer público su amor. Ella se vestía cuando él salió a su habitación. Lorena se tumbó en la cama satisfecha por el sexo que había tenido con su hijo. Sonó su móvil que estaba en la mesita de noche.

-          Sí, ¿quién es? – Contestó al teléfono.

-          ¡Hola Lorena! ¡Soy Cristina!

-          ¡Ah, hola! ¿Qué pasa?

-          Tengo que contarte una cosa importante… ¿Estás sola en casa?

-          No… Estoy con Luis…

-          Ha llegado hace poco ¿no?

-          No, ha estado toda la mañana aquí conmigo… ¿Qué pasa?

-          ¡Oh no, nada, creo que tienes estropeado tu teléfono!

-          ¿Qué teléfono?

-          ¡Llevo un buen rato llamándote al fijo y comunica! – Lorena buscó el teléfono y lo encontró tirado en la cama.

-          ¡Aquí lo tengo! ¿A ver que le pasa? – Lorena lo manipuló. - ¡Hija, es que estaba mal colgado!

-          ¡Ya, eso ya lo sé! – Dijo Cristina y Lorena no entendía. - ¡Desde que hablé contigo está descolgado! – Un escalofrío invadió a Lorena al sospechar lo peor. - ¿Entonces los gemidos que has dados te los ha provocado tu hijo?

Luis se vestía cuando sonó el teléfono fijo que había en su habitación. Lo miró y reconoció el número de su amigo Jorge. Lo descolgó antes que su madre pudiera cogerlo desde su habitación.

-          ¿Jorge?

-          Sí… ¿Qué le pasaba a tu teléfono? Llevo llamando más de una hora y comunicaba.

-          No sé. ¿Qué pasa? ¿Necesitas algo?

-          ¿Puedo ir esta tarde a tu casa a ver si tu mami me da otro besito?

-          ¡Déjate de tonterías con mi madre o te parto la boca!

-          ¡Vale, no se te puede gastar una broma!

-          ¿Sí, quién es? – Escucharon la voz de Lorena.

-          Mamá, es Jorge, ya lo he cogido yo…

-          ¡Ah, vale! – Dijo ella. - ¡Ven esta tarde a casa! ¡Te esperamos a las seis!

-          ¡Vale señora, allí estaré a esa hora!

-          ¡Pues nada, hasta luego Jorge! – Dijo Lorena y colgó.

-          ¡Señora, señora! ¿Está ahí? – Dijo Jorge llamando a la madre de Luis. - ¡Joder tío, tu madre quiere que vaya esta tarde por allí! ¿Crees que querrá algo conmigo?

-          ¡Sí, seguro que querrá matarte por idiota!

-          ¡Bueno, te dejo y esta tarde nos vemos a las seis! – Jorge colgó y Luis quedó enfadado por la invitación de su madre.

Luis estaba en su habitación, enfadado con su madre. ¿Por qué había invitado a Jorge? Después de haber tenido sexo con ella no quería separarse de ella ni un momento, necesitaba estar junto a ella en todo momento. ¿Acaso ella no quería estar con él más?

-          ¡Cariño, voy a salir un momento! – Le dijo Lorena a su hijo y se acercó para besarlo en los labios. - ¿Te pasa algo?

-          No, nada mamá… - Luis estaba irritado por haber invitado a su amigo, pero no se lo dijo a su madre.

-          ¡Bueno, tengo prisa, después hablamos! – Le dio otro beso más intenso. - ¡Ten cuidado!

Lorena cogió su coche y condujo hasta llegar a casa de su cuñada Cristina. La esperaba en la puerta y al momento se subió en el coche.

-          ¡Hola pervertida! – Fue lo primero que le dijo Cristina al entrar en el coche.

-          ¡Cállate! – Le ordenó Lorena.

-          ¡¿Pero cómo se te ocurre hacer eso?!

-          No lo sé, hija, te conté cuando me defendió de su compañero… Desde ese momento lo vi de forma diferente… No he podido evitar hacer lo que he hecho… Y creo que la cosa es peor.

-          ¿Peor?

-          Sí… Creo que me he enamorado.

-          Pero… Pero eso no puede ser Lorena.

-          ¡Ya hija, pero no puedo evitarlo! Es tan dulce cuando me ama…

Luis estaba en su casa. No entendía qué le pasaba. Estaba intranquilo y sabía que era por causa de su madre. La quería… la amaba. No entendía la razón por la que en aquellos días había cambiado su forma de ver a su madre, de sentirla. Siempre había sido consciente que ella era una mujer preciosa, eso estaba claro, pero lo que no entendía era cómo ahora además necesitaba su cariño y deseaba estar junto a ella todo el día. Y parecía que ella también quería estar junto a él, habían tenido sexo y eso era señal de que ella lo amaba. ¿Pero por qué había invitado a Jorge? ¿Después del sexo, ya no quería estar con él? ¿Querría tener sexo con Jorge? Todos estos pensamientos e inquietudes no lo dejaron tranquilo durante las dos horas que estuvo solo en casa.

Estaba en su habitación cuando escuchó el coche de su madre que llegaba. Impaciente por verla, se asomó a la ventana. El coche paraba su marcha. Aún faltaban veinte minutos para las seis, si ella lo deseaba la mitad que él la deseaba a ella, en ese tiempo podrían estar juntos, como hombre y mujer hasta que su amigo llegara, podría preguntarle el por qué había invitado a Jorge aquella tarde, esa tarde en que podían estar como amantes el uno con el otro, solos, sin que nadie los molestara. Iba a correr a la puerta para recibirla, esperó que saliera del coche. “Pero ¿qué demonios pasa?” Su mente no podía comprender lo que estaba viendo. Una de las puertas de atrás se abrió y salió Jorge del coche… “¿Fue a buscarlo?” Ese pensamiento fue como un clavo que le atravesó el corazón. “¿Mi tía Cristina?” De la puerta delantera salió la hermosa y exuberante tita Cristina. Y por fin salió su amada madre. Bajó a la puerta sin comprender lo que ocurría.

-          ¡Hola cariño! – Le saludó su madre mientras Luis acababa de bajar las escaleras. – He traído visita…

-          ¡Hola sobrinito, ya eres todo un hombre! – Él no sospechaba la segunda intensión de las palabras de su tía.

-          ¡Hola Luis! – Dijo Jorge. – He tenido suerte y tu madre me recogió a medio camino… La verdad es que esto está lejos para ir andando.

Los cuatro pasaron al salón. Lorena y Cristina fueron a la cocina para preparar una merienda, mientras los dos chicos quedaron esperando en el sofá.

-          ¿Qué es lo que pasa? – Preguntó Jorge.

-          ¿Qué pasa con qué?

-          Tu madre me pide que venga aquí… Aparece con tu tía Cristina, “la generosa”… No sé, noto algo raro en el ambiente.

-          ¡¿No será que tu calentura te hace ver cosas raras?! – Dijo Luis y en realidad él también notaba que su madre y su tía eran diferentes ese día. - ¡Siempre has soñado con que mi tía te hiciera una cubana! ¡Por algo la llamas “la generosa”!

-          ¡Sí, eso sí! – Rió Jorge. - ¡Las tetas de tu tía son inmensas!

-          ¡Entonces es que la calentura te hace pensar en cosas raras!

Lorena y Cristina estaban preparando varias cosas para la merienda en la cocina. Cristina estaba nerviosa, se movía de un lado a otro. Lorena le sonreía para intentar tranquilizarla.

-          ¿Crees que esto está bien? – Le preguntó Cristina a su cuñada.

-          ¡Hija, creo que no! – La cara de su cuñada se descompuso, Lorena se acercó para hablarle al oído. - ¡Pero piensa como vas a disfrutar del sexo con un jovencito como Jorge!

-          ¡Uf, eso me pone a cien! – Cristina se calentaba cada vez más pensando en aquel joven.

-          Vamos a intentar que tengas sexo con Jorge, si no quiere, pues nada, pero si accedes… ¡Imagina como dormirás hoy! – Cristina cerró las piernas al sentir que su vagina empezaba a reaccionar.

Las dos entraron en el salón con las bandejas. Los chavales veían la televisión e hicieron sitio en la mesa para colocarlas. Cristina se inclinó para colocar su bandeja, justo delante de Jorge. Cuando ella estuvo bien segura que su escote estaba bien abierto y sus tetas se podían ver con toda claridad, lo miró. Como sospechaba él estaba ensimismado observando las dos redondeces que le ofrecía. En la cocina se había quitado el sujetador y había dejado desabrochados más botones de la cuenta.

Jorge no lo podía creer. Aquella madura mujer se había inclinado y sus dos inmensas tetas estaban a la vista. Sintió como su polla se endureció. Podía verlas perfectamente, casi en su totalidad. Pero aquellos dos pezones erectos, aquellas oscuras aureolas lo calentaron tremendamente y con un movimiento inconsciente, se colocó la polla con la mano.

Cristina sonrió cuando vio como aquel chiquillo se tocaba la polla en su pantalón. Sin duda la vista que le regalaba lo había turbado y su polla había reaccionado como ella quería. Fue un leve momento, pero marcó su miembro y a ella le pareció que era bien gorda.

-          ¡¿Te gusta?! – Preguntó Cristina a su observador.

-          ¡¿El qué?! – Contestó Jorge haciéndose el distraído y notando como los calores de la vergüenza subían a su cara.

-          ¡¿Qué si te gusta esta merienda?! – Dijo Cristina subiendo su cuerpo y apartando aquella maravillosa visión de los ojos de él. Su coño palpitaba con la reacción del chaval.

Los cuatros estaban sentados delante de la pequeña mesa en la que habían puesto la merienda. Lorena, Luis y Jorge en el sofá largo, Cristina en un sillón al otro lado de la mesa. Cristina comenzó a hablar, le preguntaba a su sobrino por los estudios y cosas que a ella, en cierta manera, no le importaba demasiado. Su objetivo aquella noche era poner nervios, calentar, excitar… ver hasta dónde llegaría aquel chaval que estaba sentado frente a ella. Y comenzó el ataque. Si antes le había ofrecido la visión de sus gordas tetas, ahora, mientras tomaba el café y hablaba, movía las piernas descuidadamente para que Jorge viera sus muslos y sus bragas.

-          Y de novia. – Dijo Cristina a su sobrino. - ¿Tenéis novia alguno?

-          No tita, yo no tengo novia… - Miro a su amigo que tenía la vista clavada en los muslos de aquella mujer que le ofrecía tan maravillosa vista.

-          ¿Jorge? – Dijo Lorena. - ¿Tienes novia?

Cristina cerró de golpe las piernas quitándole aquella maravillosa visión. Jorge reaccionó y fue consciente de que le hablaban.

-          ¡Oh, yo no! – Estaba alterado al ser descubierto. - ¡No, no tengo! – Miró a Cristina y ella le regaló una sonrisa sensual que lo calentó más.

-          ¡Pues es una pena! – Dijo Cristina. - ¡Un chaval tan guapo como tú! – No dejó de mirarlo mientras hablaba. – Quiero decir, como los dos…

-          ¡Luis, cariño! – Dijo Lorena. – Acompáñame a la cocina para traer unos vasos y agua… - Se levantó y Luis la siguió dejando a Jorge y Cristina solos.

-          ¡Mamá ¿qué es lo que está pasando?! – Luis le preguntó a su madre cuando entraron en la cocina.

-          ¡Verás cariño…!

Lorena le contó a su hijo lo que había ocurrido después de su conversación con su tía, de el teléfono se había quedado descolgado y escuchó lo que él le había hecho en la cama. Luis se preocupó, pero su madre lo tranquilizó al contarle que a Cristina no le parecía mal lo que hubiera entre ellos. Ella sabía como era su cuñada, habían hablado durante aquella semana muchas veces y con mucha confianza, llegando a confesarle que en los últimos meses su tío no la satisfacía y que necesitaba tener una aventura fuera del matrimonio. Además le confesó que a su tía le excitaba pensar en tener sexo con jóvenes. Así que cuando escuchó a Jorge por teléfono, no dudo en invitarlo. Más tarde habló con ella y estaba dispuesta a “acogerlo” para enseñarle esas cosas de la vida.

-          Pero… ¿Crees que Jorge aceptará lo nuestro? – Preguntó Luis.

-          Hijo, mientras Jorge esté liado con tu tía ¿crees que se preocupará de lo que estemos haciendo? - Luis rió con lo que su madre le dijo. Se abrazó a ella y se besaron.

-          ¿De verdad que no tienes novia? – Cristina aprovechó que estaban solos para atacar a Jorge. Él negó con la cabeza y ella se levantó de su asiento y se sentó muy cerca del joven. – Con ese cuerpo y esa carita ¿ninguna chiquilla quiere nada contigo? – Él volvió a negar. - ¡Qué pena, si yo fuera más joven tú no te escapabas! – Pasó un brazo por los hombros del tembloroso chiquillo. - ¿Te gustan las mujeres maduras? – Jorge no podía hablar, sólo temblaba y se excitaba cada vez más. - ¡Ya sé que estoy demasiado gorda, pero…!

-          ¡No, estás muy bien! – Cristina no pudo acabar de hablar, Jorge la interrumpió sin darse cuenta, preso de la excitación.

-          ¡Oh, eres adorable! – Acarició la barbilla con la otra mano. – Pero ¿no crees que tengo demasiado pecho? – Se ajustó la tela de la camisa para que las tetas quedaran bien marcadas. Jorge la miraba con los ojos de par en par, viendo como sus erectos pezones se marcaban en la tela.

-          ¡No, no, están muy bien! – Acertó a decir.

-          Pero están colgonas ¿no? – Negaba de nuevo con la cabeza. - ¡Mira, tócalas!

Cristina agarró una de sus manos y se la llevo a un pecho. Él lo agarró y lo acarició. Después tocó el otro y se deleitó en sentir sus erectos pezones. Ella lo miraba y sonreía, mientras en su entrepierna sentía el calor que brotaba de su vagina. Se estaba excitando, los dos estaban muy excitados. Un poco más y tendría a aquel joven comiendo de su… coño. Jorge movió la mano y empezó a introducirla por el escote de aquella camisa. Podía sentir la piel tibia de aquella madura que le pedía que la tocara.

-          ¡Buenos, ya estamos aquí! – Dijo Lorena un segundo antes de entrar en el salón. Jorge retiró la mano del cuerpo de Cristina e intentó recomponerse para no ser descubierto. - ¿Qué hacéis? Te has sentado junto a Jorge…

-          Sí, estábamos hablando y creo que el pobre necesita el calor de una mujer… - Cristina apoyó su cuerpo contra él y puso su cabeza en su hombro. Jorge no sabía cómo ponerse.

-          Bueno… - Dijo Lorena dejando en la mesa los vasos que traía. - ¡Luis, siéntate en ese sillón! – Le ordenó a su hijo.

Luis le obedeció y se sentó. Lorena sirvió agua a quien la quiso y después miró alrededor, como buscando dónde sentarse. Luis y Cristina ocupaban casi todo el sofá, miró a su hijo y se acercó para sentarse en uno de los brazos. Cogió la mano de Luis y la levantó, se sentó y pasó el brazo de su hijo por detrás de ella. Luis tocaba su cintura y pronto dejó caer la mano hasta llegar al redondo culo de su madre, lo acarició y ella lo miró con una gran sonrisa de aprobación.

-          ¡Oye! – Dijo Cristina. – Cuando salís con vuestros amigos… ¿Qué hacéis?

-          Pues lo normal… - Contestó Luis.

-          Lo normal ¿qué es? – Dijo Lorena.

-          No sé… - Luis no sabía que decir. – Mamá, sabes que salgo poco.

-          ¿Y tú, Luis? – Cristina mostró su especial interés en él. - ¿Cómo pasáis el tiempo?

-          Bueno… - Tampoco estaba muy seguro de que decir. – Bebemos… Bailamos… Charlamos… ¡Lo normal!

-          Entonces Lorena, ¿por qué no pones un poco de música y nos tomamos algunas copas?

-          Vale. – Lorena se levantó y caminó hacia el equipo de música. – Pon la radio, el 104.3, ahí siempre ponen música sin anuncios. ¡Bailaremos lo que vaya saliendo! – Rió divertida.

Entre todos sacaron algunas bebidas alcohólicas y refrescos. Cristina se metió un trago rápido de whisky, mientras los chicos y Lorena se prepararon unos combinados. Ella, Cristina, fue la primera en salir a bailar en la improvisada pista de baile en que se había convertido aquel salón. Lanzó los zapatos quedando descalza.

-          ¡Así se baila mejor! – Gritó y empezó a mover su cuerpo al ritmo de la música, sus tetas se bamboleaban con sus movimientos y Jorge no dejaba de mirarla. - ¡Ven conmigo, báilame! – Cristina agarró al joven de la mano y lo hizo moverse junto a ella. - ¡Ustedes dos, bailar! – Les dijo a sus acompañantes. – ¡Sois madre e hijo, pero liberaros y pasadlo bien!

Jorge tenía las manos en la cintura de Cristina y los dos se movían al ritmo. Él no dejaba de observar aquel escote que por momentos le ofrecía una buena visión de aquellas tetas que un momento antes había tocado. Cristina se giró y le dio la espalda, él seguía agarrado a su cintura. Ella inclinó su cuerpo un poco, dejando su culo en pompa, flexionó un poco una de sus piernas mientras mantenía sus manos en los muslos, con un fuerte giro de su cabeza hizo que su pelo cayera hacia el otro lado. Miró a Jorge con una mirada sensual y pegó su culo a él. Podía sentir la tremenda erección que él estaba sufriendo al mover su redondo culo. Lo miró a los ojos y le lanzó un beso. Jorge actuó instintivamente. Se aferró a sus caderas y frotó con fuerza su polla contra ella. Cristina se fue incorporando sin separarse de él y las manos de su joven pareja subieron por su cintura hasta que agarraron sus tetas con ganas.

-          ¿Te gustan? – Le preguntó Cristina.

-          ¡Las adoro! – Dijo él nervioso al tener aquella impresionante mujer en sus brazos. Siguieron moviéndose al ritmo y sin dejar de tocarse mutuamente.

Lorena y Luis se hacían los despistados, bailaban como si no vieran que sus amigos empezaban a magrearse. Los dos estaban deseando que empezaran lo que fuera y los dejaran tranquilos para que ellos también tuvieran su ración de sexo. La música cambió, ahora era algo más lenta, no demasiado lenta. Madre e hijo jugueteaban, moviéndose al ritmo, disimulando los deseos que los envolvían.

Cristina se separó de su pareja y cogió el vaso con su bebida. Se colocó delante de Jorge, muy pegada y él la rodeó por la cintura. Ella bebió un trago y lamió el borde del vaso, se lo ofreció y él bebió por donde ella había lamido, después lamió él también lamió y ella volvió a lamer, pero antes de dar el trago. Ahora los dos estaban aislados. No les importaba que Lorena y su hijo estuvieran allí. Se miraban a los ojos, no apartaban la mirada. Cristina le ofrecía un trago y ella también bebía. Lamió de nuevo el filo del vaso y se lo ofreció a Jorge. Este lo apartó y le ofreció su boca a ella. Cristina tembló y su sexo se mojó al sentir el suave y dulce beso de su joven amante.

-          Luis, ayúdame a llevar esto a la cocina… - Le dijo Lorena a su hijo para dejar a aquella pareja sola.

Los dos salieron del salón con algunas cosas en las manos, ignorando a la pareja que seguían bailando juntos, muy juntos. Llegaron a la cocina y dejaron las cosas en cualquier lado.

-          ¡Vamos mamá, aprovechemos nosotros! – Luis se abrazó a su madre y la besó con pasión.

-          ¡Tranquilo hijo! – Ella lo separó suavemente. - ¿Quieres ver un poco de sexo en directo?

-          ¡Mamá, eso es muy pervertido! – Ella movió los ojos haciendo notar que eso era lo que ella quería, algo muy pervertido. – ¡Tus deseos son mis deseos!

Los dos marcharon hacia el salón en silencio, caminando excitados y nerviosos ante el espectáculo que esperaban ver. Llegaron a la entrada del salón, a oscuras. Lorena se colocó junto al quicio y miró que estaban haciendo. Luis se colocó tras su madre y pegó su abultada erección contra su culo, ella lo agitó para darle la bienvenida. Los dos miraban en silencio, pegados, sintiendo sus cuerpos ardientes de deseo.

Y allí estaban los dos, abrazados, besándose. Cristina deseaba comerle la boca a Jorge, con pasión, pero él estaba ofuscado con aquellas nuevas sensaciones. Apenas había tenido ningún tipo de sexo con chicas, y menos con aquella impresionante madura que se le ofrecía totalmente dispuesta a todo. La lengua de ella intentaba entrar en la inexperta boca de su amante. Jorge tuvo que ceder al acoso que ofrecía la lujuriosa Cristina. Se sintió embriagado cuando sus lenguas empezaron a jugar de boca en boca, a acariciarse con un deseo que ni en sus más disparatadas masturbaciones hubiera imaginado.

-          ¿De verdad te gustan las tetas de esta vieja? – Le dijo Cristina.

-          ¡Siempre he soñado que me hacías una paja con ellas!

-          ¡Uf, que niño mal pervertido! – Cristina lo soltó y fue bajando hasta ponerse en cuclillas delante de él. - ¡Míralas! – Se abrió la camisa y dejó sus redondas y grandes tetas a la vista. - ¡¿Qué harías con ellas?!

Jorge se desabrochó el pantalón y lo dejó caer al suelo. En sus calzoncillos se marcaba su polla y su glande asomaba un por el elástico. Los bajó y una hermosa polla totalmente erecta saludó a la caliente madura que la observaba. Cristina pasó su lengua por los labios al verla. No era demasiado larga, pero era tremendamente gruesa, con un redondo y más grueso glande que tapaba la piel. La mano de ella la agarró con delicadeza y la acarició con deleite, hacía tiempo que no tenía algo tan hermoso frente a ella y para ella. Sintió el espasmo que dio su joven amante al primer contacto, lo miró a los ojos y le sonrió mientras su mano bajaba aquella piel que ocultaba tan grandioso glande.

-          ¡Qué polla tan buena tienes!

Él era incapaz de articular palabra. A su edad, ya llevaba cientos de pajas, pero nunca imaginó que sentir la mano de una mujer agarrándosela y masturbándolo lo pudiera excitar hasta tal punto, sentía que se iba a correr y no quería.

-          ¡¿Es la primera vez que una mujer te hace una paja?!

-          ¡Sí! – Aquel monosílabo tembló en su boca por el placer que estaba sintiendo.

-          ¡La tienes demasiado dura! – Cristina se mordía el labio inferior aguantando las ganas de comérsela. - ¡Va a estallar!

Cristina, al contrario que su amante, tenía mucha experiencia haciendo pajas. Sabía que aquel primer contacto con su inexperto joven lo haría estallar rápidamente. Sintió como la endurecida polla convulsionaba levemente y se preparaba para lanzar su semen.

-          ¡Aquí cariño, dale tu leche a tita Cristina, llena mis tetas!

-          ¡Ou, sí, ya va!

Fue lo único que pudo decir Jorge antes de sentir como el semen subía por su polla y se disponía a salir disparado. Ella acercó sus tetas sin dejar de agitar la polla. Un gran chorro salió con fuerza, chocó contra su pecho y salpicó su boca. Él se agitaba y gemía mientras sus piernas temblaban por el placer que estaba sintiendo.

-          ¡Vamos, suéltalo todo, dale todo a tita Cristina!

Ella le hablaba y él se excitaba más. Casi sentía dolor en los huevos al lanzar su semen, tanta era la excitación que estaba sintiendo y el placer. Seguía echando su semen y Cristina lo hacía caer entre sus tetas. Cuatro, cinco, seis chorros abundantes cayeron sobre ella y aquella polla no perdía la erección del principio.

-          ¡Qué polla más buena tiene mi niño! – Sacó la lengua y lamió el poco semen que salpicó en su boca. - ¡¡Qué rico sabe tu leche!!

Cristina no pudo más, abrió su boca y con dificultad introdujo aquel glande y dio una leve succión. Las piernas de Jorge temblaron descontroladas. Cada chupetón que aquella mujer le daba le producía un terrible calambre de placer que le debilitaba las piernas, tuvo que poner su mano en el hombro de ella para no caerse.

-          ¡Voy a cumplir tu sueño! – Ella colocó la polla entre sus tetas y la envolvió con ellas. - ¡Tu semen hará de lubricante!

Cada mano presionaba una teta para sepultar entre ellas a la gruesa polla. Su glande apenas asomaba entre ellas, pero el placer que le daba follar las tetas de aquella pervertida madura lo calentaba de nuevo.

-          ¡Oh sí, folla mis tetas!

Lorena y Luis no se perdían ni un detalle de aquel espectáculo desde el refugio de la oscuridad del pasillo. Aunque hubieran estado a plena luz, la pareja que se deleitaban en tener sexo no se hubieran fijado en ellos. Luis agarraba a su madre por la cintura y frotaba con ganas su polla contra su culo. Ella agarraba su mano para mostrarle el placer que sentía con aquellos movimientos. No hablaban, sólo miraban el grandioso espectáculo de la polla de Jorge corriéndose sobre las tetas de Cristina. Luis se separó, su madre lo miró y supo lo que iba a pasar cuando vio que liberaba su tremenda polla totalmente erecta. Lo miró a los ojos y con una mano empezó a subirse la falda para dejar su culo libre para el inminente ataque que recibiría. Luis agarró el filo de aquellas diminutas bragas y las bajó hasta las rodillas de su madre. Con las dos manos acariciaba sus nalgas, observando lo preciosas y excitantes que eran. Lorena seguía mirando a los otros amantes y con una mano separó una de sus nalgas para indicarle a su hijo que entrara en ella. No la hizo esperar, agarró con una mano su endurecida polla y la restregó contra el culo de su madre hasta que encontró los mojados labios vaginales que se separaron al momento para que la penetrara. Y así empujó y sintió como se abría paso en el interior de la caliente vagina. Mientras él clavaba su polla en el coño de su madre, su amigo la clavaba entre las tetas de tita Cristina.

Jorge podía ver como el semen entre las tetas de Cristina se convertía en una leve espumilla blanca con tanta fricción. La excitación lo tenía casi colapsado y lo único que podía hacer era frotar su polla contra aquella ardiente mujer que le ofrecía sus tetas. No podía parar de moverse. Muchas veces se había masturbado mientras veía en una película a un tipo al que le hacían una cubana, aquel día se hacía realidad su sueño y el tipo afortunado al que se lo hacían era él. De nuevo sintió que iba a descargar su semen, sus huevos volvían a ponerse tensos y todo se preparaba para soltar su carga.

-          ¡Avísame cuando vayas a correrte! – Le dijo Cristina.

-          ¡Ya queda poco, ya queda poco! – Contestó entre gemidos. - ¡Ya, ya! ¡Ya viene, tómalo!

Cristina sacó la polla de las tetas y la dirigió con la mano hasta su boca. Sus labios rodearon el glande mientras su mano lo masturbaba, succionó y sintió que iba a ser inundada por la leche de aquel chaval. Jorge sentía las caricias de la mano y el gran placer que la boca de su madura amante le daba en la punta de la polla. “¡Esto es el cielo!” Pensó. “¡Una cubana y ahora correrme en su boca!” Sintió que se vaciaba.

Cristina no pudo parar el primer golpe de semen que su joven le lanzó, fue directo a su garganta y lo tragó sin poder saborearlo. Siguió succionando, nunca paró y el chaval no paraba de gemir y gruñir con cada eyaculación que lanzaba dentro de su lujuriosa boca. El sabor de aquel semen inundó su mente, sentía que su coño no paraba de echar flujos, excitada, casi a punto de correrse al tener, por fin, una buena polla que no paraba de correrse para ella. Lamió con la lengua el poco semen que su mano conseguía sacar al exprimir aquella polla.

Jorge no podía más, por fin su polla iba menguando poco a poco. Miró a Cristina y esta abrió la boca para que él viera que aún tenía su semen. La cerró y con un gesto exagerado, lo tragó y después le volvió a enseñar su boca vacía. Eso encendió más su lujuria. Su polla tenía que descansar, pero él podía hacer muchas cosas más, lo había visto en las películas y no sería él el que no le diera placer a aquella mujer.

Luis metía su polla despacio, suavemente en el coño de su madre. La sacaba hasta que sólo su glande estaba entre los labios vaginales y después agarraba fuertemente las caderas de su madre para volver a meterla. Acariciaba aquel redondo culo, sus muslos. Veía a su madre, apoyada en el quicio, aguantaba el placer que él le daba con aquellas penetraciones.

Lorena no dejaba de ver como su cuñada disfrutaba del amigo de su hijo. La gruesa polla de aquel joven volvía loca a su cuñada y ella abusaba de la inexperiencia de él, obteniendo grandes cantidades del preciado semen. “¡Ouf, entera!” Pensaba cuando sentía los huevos de su hijo que tocaban delicadamente contra su vientre. “¡Otra vez, otra vez!” Pedía silenciosamente que aquella gran polla volviera a penetrarla por completo. Podía sentir como el glande de su hijo mantenía separados los labios de su coño, deseaba que la volviera a clavar así, sintiendo como se iba llenando poco a poco su vagina con aquella polla.

-          ¡Auf! – Una queja brotó inesperadamente de la boca de Lorena.

Lorena no había podido reprimir aquel grito. Toda la polla de su hijo la había penetrado de golpe arrancándole el inoportuno sonido. Se contuvo de seguir gimiendo, Luis parecía enloquecido y ahora clavaba su polla con toda su fuerza contra ella. Si las penetraciones lentas le gustaban, aquellas impetuosas penetraciones la estaban volviendo loca. Los huevos de su hijo la golpeaban sin piedad, el glande parecía atravesarla y llegarle hasta la barriga… Se sentía plenamente llena de su hijo.

Cristina sintió las fuertes manos de Jorge que la agarraron por los brazos, la hizo levantar y la tiró contra el sillón, quedando despatarrada allí. Aquel chiquillo parecía haberse transformado. Cristina sintió un poco de temor al no saber que pensaba hacerle, pero esa misma sensación que le producía miedo, le excitaba y deseaba encontrar un verdadero macho dominante en él.

Jorge se quitó toda la ropa delante de su excitada amante. Agarró su polla con una mano y la zarandeó amenazante. No sabía la razón, pero se sentía que podía hacer con ella lo que quisiera. El rostro de aquella mujer mostraba cierto grado de miedo que lo hacía sentirse el macho alfa de la manada, se sentía el señor indiscutible, el amo de aquella mujer lasciva y depravada que se había tragado su semen un momento antes. Tomó un cuchillo de la mesa y se dirigió a ella.

Cristina se empezó a preocupar. Su joven amante parecía como loco, había tomado un cuchillo y se acercaba amenazante. Su cuerpo se tensó cuando se arrodilló entre sus piernas y le levantó la falda hasta la cintura, dejando su sexo al descubierto, únicamente protegido por sus bragas… Le acarició el coño por encima de la tela.

Ver a Cristina sintiendo miedo le producía más excitación y su polla volvía a endurecerse. Deslizó su mano desde su coño has el filo de las bragas, lo separó de su piel y con un fuerte movimiento cortó aquella prenda. Parte de los abundantes pelos de su pubis aparecieron a su vista. Los acarició con suavidad y deleite.

Cristina se relajó al ver que aquel punzante objeto lo usaba para cortar sus bragas y su coño empezó a lanzar de nuevo flujos ante la inminente penetración que aquella polla le daría, podía ver que de nuevo volvía a estar listo para ella.

Jorge deslizó la mano y agarró el otro lado de las bragas. Con otro violento jalón, cortó la prenda y tirando, dejó su coño totalmente expuesto a su voluntad. Lanzó el cuchillo al suelo y con las dos manos acarició aquellos húmedos pelos que ocultaban su coño. Le llegó el olor de aquel coño en celo le llegó y sintió un irrefrenable deseo de comérselo. Apartó los pelos y dos prominentes labios vaginales aparecieron ante él; los separó y pudo ver el incandescente interior de su vagina, de un rosa tan intenso que casi era rojo. Se agachó y su lengua saboreó por primera vez el coño de una mujer.

Lorena veía como Jorge metía su cabeza entre las piernas de su cuñada, le iba a comer el coño y ella también lo necesitaba. Se separó de su hijo y lo agarró por la nunca para forzarlo a que se agachara. Lo tenía de rodillas delante de ella. Apoyó la espalda en la pared y puso un pie en el hombro de su hijo, le ofreció totalmente su coño y él sabía que tenía que hacer.

Luis vio los bonitos labios dilatados del coño de su madre. El pie que estaba en su hombro tiraba de él y se dejó llevar hasta que su boca se sumergió en aquellos labios. Su lengua se introdujo y el sabor íntimo de su madre volvió a inundar su boca. Lamía y lamía y no podía acabar con tantos flujos como su madre le regalaba, los sobrantes resbalaban por su barbilla hasta caer al suelo. Su lengua buscó su clítoris y lo encontró erecto. Lo mamó y ella se retorcía de placer.

La lengua de Jorge la estaba volviendo loca. Recorría toda su raja y su coño no podía parar de lanzar más y más flujos, preparándose para acoger la gruesa polla. Escuchó un ruido y miró a la entrada. Allí estaban Lorena y su hijo. No los podía ver por completo, pero era evidente que Luis le comía a su madre el coño, al igual que Jorge se lo hacía a ella. Aquella visión la llevó al límite y sintió un gran orgasmo.

Jorge seguía lamiendo y sentía los golpes que las caderas de aquella mujer daban, haciendo que aquel coño chocara contra su boca una y otra vez. Pasaba su lengua por toda la raja y se paraba a jugar con el endurecido clítoris. Aquello provocaba que Cristina gimiera y se retorciera más aún.

-          ¡Me corro, me corro! – Dijo Cristina empujando la cabeza del joven para separarlo. – ¡Meeeee coooorrooooo!

Con un gran grito tuvo una tremenda corrida. De su coño salió un gran chorro de líquido. Al principio Jorge quedó paralizado al no saber que era aquello, pero pocos segundos después reaccionó por la excitación que le producía verla así. Agarró su endurecida polla y la llevó hasta aquel coño. La clavó con fuerza y entró por completo de una vez. Aquellos líquidos hacían que su polla entrara y saliera sin dificultad, y como un animal la penetró, gruñendo y sintiendo la caliente vagina.

Lorena empujó a su hijo y lo puso boca arriba en el suelo. No podía más, quería correrse con la polla de su hijo dentro de su coño. Abrió las piernas sobre él y se sentó agarrando la polla para que fuera directamente a su coño. Se dejó caer y se penetró por completo. De rodillas sobre su hijo, empezó a moverse y a follar. “¡El incesto es lo mejor del mundo!” Pensó mientras su hijo, agarrado con las dos manos a su culo, la penetraba enloquecidamente. Ya no podía pensar lo qué hacía ni dónde lo hacía, intentaba no gemir de placer mientras follaba a su hijo.

Jorge escuchaba los gemidos que Cristina daba con cada brutal penetración. Su gruesa polla entraba y salía mientras aquella madura se tocaba el clítoris para darse más placer. Las tetas se bamboleaban, todo el cuerpo de ella se movía con las embestidas.

Cristina sentía la violencia de aquel muchacho que la follaba, pero a ella le gustaba que la follaran por detrás. Apartó a Jorge y al sentarse, su polla quedó frente a su boca. No lo dudó, la cogió y empezó a mamarla… sabía a su propio coño. Se colocó a cuatro patas sobre el sillón y miró atrás. Su amante la amenazaba con aquella gruesa polla, detrás, en el pasillo, Lorena cabalgaba a su hijo. Cristina cerró los ojos cuando su vagina volvió a dilatarse al ser penetrada.

-          ¡Mamá, me voy a correr! – Dijo Luis en un gemido susurrado. - ¡No puedo aguantar más!

-          ¡Espera cariño! – Le imploró Lorena que no dejaba de botar sobre él. - ¡Espera que mamá se corra y después me bañas con tu leche!

-          ¡Mami, no voy a aguantar!

Lorena se movió más rápido para tener el orgasmo cuanto antes, pero aquello provocó que su hijo tuviera más ganas de correrse. “¡Aguanta, aguanta!” Le susurraba para intentar llegar al clímax, pero no lo conseguía, su hijo ya iba a reventar. Tanto aguantó, que Lorena sintió la fuerte eyaculación dentro de su vagina, aquel primer chorro de semen le golpeó las entrañas y le desató el deseado orgasmo. Se hundió aquella polla en su coño y entre espasmos de placer, sintió como era llenada por su hijo.

Los dos quedaron abrazados en el suelo, con los sexos unidos, sin que una sola gota de semen cayera fuera de aquella amorosa madre.

-          ¡Me vas a dejar preñada! – Dijo Lorena acariciando la cara y besando a su hijo. - ¡Pero tengo los mejores orgasmos de mi vida!

Cristina sentía como su amante, aferrado a su redondo culo, se afanaba en darle todo el placer posible. Los huevos de aquel chaval golpeaban contra ella con cada penetración. Jorge enloqueció al ver el redondo culo de Cristina, ofrecido para él. Desde que la penetró por detrás, deseaba correrse. Sentía fuego en su enorme glande y estaba a punto de lanzar todo el semen. Cristina sabía que iba a hacerlo.

-          ¡Vamos mi niño, echa todo tu semen el la vagina de tita Cristina! – Aquellas palabras excitaron más a Jorge. - ¡Venga, tita quiere sentir como te derramas en ella! – Jorge gemía y gruñía desesperado. - ¡Sí cariño, deja a tu tita preñada!

Y por fin, Jorge clavó su polla con ganas en Cristina y la mantuvo totalmente dentro. Su semen empezaba a salir y se depositaba dentro de ella. Un empujón más y más semen salió. Cristina podía sentir el calor de los líquidos de él, le quemaba por dentro y sentía un gran placer. Ella cayó boca abajo en el sofá y él, sin que salir de su coño, quedó sobre ella. Así pasaron unos minutos. Cuando Cristina miró al pasillo, su cuñada y su sobrino ya no estaban.

CONTINUARÁ…