Amor de hermano

Mi problema es que mi hermana y yo estamos enamorados. Soy adoptado y mi hermana y yo siempre hemos tenido una relación algo más que fraternal. Crecimos juntos y nos iniciamos juntos en el sexo y en el amor.

Allí estaba ella, como tantas veces, a horcajadas sobre mis muslos, empalada en mi polla, sin apenas moverse y diciéndome obscenidades al oído, mientras yo devoraba sus duros pezones. Luego, ya lo sabía, se pondría a cabalgar presa de su habitual furor y no pararía hasta empalmar dos o tres orgasmos. Yo había aprendido a contenerme y recibiría mi justa recompensa. Si podía aguantar hasta el final, Desmontaba y me proporcionaba deliciosos y explosivos orgasmos con su boca.

El sexo con mi hermana era desbocado, salvaje, hasta violento. A veces, clavaba sus uñas en mi espalda al correrse o al besarme mordía mis labios hasta hacerme sangrar.

Soy adoptado, mi hermana y yo crecimos juntos y nuestra relación fue siempre algo más que fraternal. Es maravillosa, estoy locamente enamorado de ella.

Nos desnudábamos a escondidas para jugar con nuestros cuerpos, a una edad en la que ni sabíamos lo que era el sexo, y lo descubrimos juntos. Todavía tiemblo cuando recuerdo sus caricias en mi sexo adolescente, el tremendo placer que me proporcionaba su mano moviendo mi prepucio arriba y abajo, cubriendo y descubriendo el glande de mi verga erecta, sin poder explicarme lo que pasaba. El tacto de su suave coño me producía cálidas sensaciones, notar segundo a segundo como se iba humedeciendo, sentir como aquel botón carnoso crecía y se endurecía como lo hacía mi polla y como ella gemía cuando lo rozaba con la yema de mis dedos humedecidos en sus propios jugos. Yo sólo sabía que quería permanecer así con ella toda la vida.

Cumplimos años manteniendo nuestro secreto. Sus formas cada vez más voluptuosas me volvían loco y mi verga ahora respondía cada día fuertemente a sus caricias. No puedo olvidar mi primera eyaculación entre sus tiernos dedos, como exploté en aquel orgasmo, que me hizo descoordinar mis aprendidos movimientos entre las tibias carnes de su sexo, mientras ella me miraba sonriendo.

Nos masturbábamos besándonos, yo metía mis dedos en su vagina y acariciaba su clítoris mientras me ella me hacía una paja lenta y pausada y nuestras bocas permanecían juntas acallando los sonidos de nuestro placer. Aprendimos a esperarnos a alcanzar la cumbre casi al unísono y luego nos dejábamos caer el uno junto al otro, en silencio, abrazados prolongando los besos.

Recordaré siempre el día en que me sorprendió abandonando mi boca e inclinándose hasta tomar mi polla entre sus labios. No pude evitarlo, me corrí al instante con un gemido, un grito casi de dolor. Levantó la cabeza entre abrió los labios y me mostró la boca llena de semen que inmediatamente se tragó mirándome fijamente a los ojos. En ese momento supe lo que era la lujuria y me lance sobre su sexo.

¡Cómo olía!, ¡cómo sabía!. Mi lengua recorrió todos los caminos que hasta ahora sólo habían hollado mis dedos. Ella se agitaba como una posesa, nunca la había visto así, hasta ese día sus orgasmos habían sido calmados y silenciosos, cruzó sus piernas sobre mi espalda, como para evitar que me escapara, y tomó mi cabeza con sus manos, arqueando el cuerpo apretando aún más su coño contra mi boca. Explotó, creo que varias veces, y bebí de ella hasta saciarme.

Mi verga volvía a estar dispuesta y mi instinto animal me pedía que la penetrara, que llenará aquel coño palpitante con mi polla; pero en el último instante me detuve. Sintiendo ya la humedad y el calor de su sexo, rozando con mi glande descubierto la entrada de su vagina. Me tumbé su lado con la polla señalando al techo y ella, volviendo a su dulzura de antes, empezó a masturbarme mientras me besaba. No me costó hacerle entender que quería acabar de nuevo en su boca y esta vez sí que gocé largamente de una maravillosa mamada.

Compré condones, quería penetrarla y ella también que lo hiciera. La veo como si estuviera ocurriendo en este momento. Yo tumbado boca arriba, ella sobre mi, tanteando la entrada de su coño con mi polla entre sus dedos. Me miraba fijamente mostrando el deseo en su rostro. Se mordía los labios y gemía cada vez que rozaba la punta de mi sexo con el suyo. Estuvo así un rato, frotándose el coño con mi glande. No podía más, quería invadir su interior de una vez y al final lo hizo, penetrándose de un solo golpe. A pesar del condón, el húmedo calor de su coño en mi polla fue una sensación tremenda y nueva que arrancó un sonido gutural de mi garganta.

Ya era mía y yo suyo, los dos uno solo. Se inclinó sobre mi besándome y sólo dijo:

Es maravilloso.

La abracé y la bese mientras empezaba a mover rítmicamente mi pelvis. ¡Estábamos follando!. ¡Mi adorada hermana y yo, estábamos follando!.

Lo que había comenzado años atrás como juegos infantiles, era ahora sexo en toda regla sin el que yo no podía pasar.

Pero un día todo cambió, empezó a rehuirme, ni me hablaba. Nos distanciamos cada día más; ella comenzó a salir con un grupo de amigos y yo hice lo mismo.

Busqué el sexo con otras chicas y no me costó encontrarlo. Sin falsa modestia diré que soy atractivo para las mujeres y, como me encanta hacerlas gozar, me creé una fama de buen amante.

Una noche intenté ligarme a una chica, parecía que me respondía, me acariciaba el paquete, se frotaba contra mi sexo y yo le correspondí de igual manera; pero al final se fue con otro, me dejó con un calentón tremendo que aumentó cuando los vi follando en la penumbra.

Me fui a casa de muy mal humor. Estaba sólo, no había nadie y en el baño, antes de irme a dormir, desnudo ante el espejo empecé a hacerme una paja. Cerré los ojos, sentía como mi polla se deslizaba entre mis dedos, hacía mucho que no lo hacía; no había tenido necesidad. Un pequeño ruido me sacó de mi concentración y abrí los ojos. Mi hermana me estaba mirando con esa cara de lujuria que yo recordaba tan bien. Sin decir palabra, se agachó, y se metió mi verga en la boca, notó que iba a correrme y paró.

Me tomó de la mano y me llevó a su habitación. De pie, uno frente al otro, empezó a quitarse la ropa hasta quedar desnuda. ¡Cómo había cambiado!. ¡Que tetas, que cuerpo, que culo!. El coño, de labios gruesos y carnosos, parecía decir ¡comeme!-

¿No vas a follarme?. – Pregunto lasciva e insinuante.

Me senté en la cama y estiré los brazos y, como el primer día que follamos tomo mi polla y la acercó a su coño.

¿Sin condón?.- Pregunté

Está todo controlado. – Respondió

Y se sentó sobre mi, metiéndosela hasta el fondo. Era la primera vez que lo hacía sin condón, sexo contra sexo sin barreras. Y era fantástico. La humedad, el calor, la suavidad interior del coño; milímetro a milímetro sobre mi piel.

Así sentados, incrustado en ella, permanecimos largo rato. Nos besábamos nos acariciábamos sin decir absolutamente nada, sólo suspiros y gemidos.

Quiero comerme tu coño.- Le susurré al oido.

Y yo, tu polla.- Musitó ella.

Ambos, de costado sobre la cama, su cabeza entre mis piernas y la mía entre las suyas. Tenía el coño empapado por la excitación y lo lamí hasta que me dolió la lengua. Ella devoraba mi polla y lamía mis huevos. Aquello era el paraíso.

Nos queremos, sabemos que lo nuestro es algo más que sexo, que una atracción pasajera. Queremos contárselo a nuestros padres; pero no sabemos como. Tenemos miedo....

Nota: Este relato me lo inspiró una intervención que leí en un foro de una conocida emisora de radio en España y que reproduzco:

" Adoptado:Mi problema es que mi hermana y yo estamos enamorados. Soy adoptado y mi hermana y yo siempre hemos tenido una relación algo más que fraternal. Crecimos juntos y nos iniciamos juntos en el sexo y en el amor.

Harto de esconder mis sentimientos en público y de sexo clandestino y siempre temiendo ser sorprendidos, le explique a mi padre la situación. Me echo de casa de manera fulminante con todo clase de insulto e improperios. Mi hermana me siguió vivimos juntos y no como hermanos.

Nuestro hermano mayor ha sido siempre nuestro cómplice y nos mantiene al tanto de la familia. Nuestra madre llora todo el día y nuestro padre dice que su hija ha muerto y que yo nunca he sido su hijo.

No le echo en cara nada a mi padre; pero estamos esperando nuestro primer hijo y lo único que quiero es que no tenga que crecer sin unos abuelos.

Todo esto parece un culebrón; pero es la realidad y no sé que hacer."