Amor de Hermanas (02)

Sigue mi aventura con mi hermana, al lado de su esposo y el mío...

Amor de Hermanas 02

Después de algunos comentarios banales sobre la estupenda noche y la cena del restaurante por parte de Arturo y Kike, salimos hacia los carros. A leguas se notaba como nosotras íbamos ardiendo de la calentura, pues prácticamente llevábamos a rastras a nuestros maridos.

Llegamos al hotel en menos de lo que canta un gallo, el dependiente me hizo una miradita libidinosa al darse cuenta que regresaba con otra ropa. Subimos y entramos a la habitación, y de inmediato empezamos. Kike me había confesado en el carro que le excitaba muchísimo Arturo. Le respondí que me encantaría verlo coger con el.

¿A ustedes qué les gusta hacer? – preguntó Kike.

Casi todo, no tenemos problemas en la mayor parte de las cosas del sexo. – respondió Arturo.

El hombretón se acercó a mi hermana y la abrazó de la cintura, metiéndole las manos por debajo del vestido sin ningún tipo de pudor, manoseándola y restregándole sus partes a conciencia. Eso nos calentó mucho, especialmente a mi, ¡era mi hermana a la que estaba manoseando como a una perra! Ella, que siempre había sido la más obediente y conservadora de las hijas de mi papá y mamá, ahora se comportaba como la más barata de las putas.

Arturo la empezó a desnudar frente a nuestros ojos, sin dejar de vernos con cachondez.

¿Y qué les gusta más? – pregunté yo.

Bueno, – empezó Arturo – tu hermana es una gran puta… supongo que ya te contó que lo es profesionalmente. – asentí con la cabeza – Es una exhibicionista, le encanta que todo el mundo vea como se la cogen, entre más duro y salvaje mejor. Ser humillada hace que se moje, y más aun si es frente a mi o frente a alguien que la conozca… ¡es toda una perra! Además está abierta a todo, desde sexo hetero al lésbico, sexo anal, dominación… cosas así. A mi me gustan las vergas y que me den duro… soy bisexual.

Homosexual amor… – le corrigió Lucía.

Bi amorcito, bi

Vaya

A Kike le encantan los hombres, especialmente vergudos, y que se lo cojan con furia, que le revienten ese culito gordito y redondo que tiene. Y a mi me encanta ver como se lo revientan

¡¿Sos una vouyer?! – exclamó Lucía.

Si, me excito mirando a otro coger… pero especialmente a Kike.

¡Qué pareja la que hacen los 2! – exclamó Arturo.

Arturo, – le dije – ¿serías tan amable de cogerte a mi marido por favor?

Se rió de mi petición, ¡"gran favor" que me tendría que hacer! Se acercó a mi esposo y se besaron, primero suavemente, luego más rápido hasta meterse sus lenguas y explorarse adentro. Poco a poco se fueron desnudando, el pantalón caquí de mi marido quedó tirado en el piso, junto a su camisa blanca. Arturo iban en traje y corbata, que también fueron desapareciendo poco a poco.

En poco tiempo ambos hombres estaban desnudos por completo. Arturo era impresionante, sus 180 cm de altura estaban cubiertos por una tupida capa de pelo y su musculatura era bárbara. Al frente colgaba un hermoso palo de 18 cm, grueso y venoso, cubierto por su prepucio pues el caballero no estaba circuncidado. Y por atrás, un hermoso par de nalgas grandes y redondas era el atractivo. Me imaginaba la manera con la que Kike se estaba excitando ante este espectáculo.

Por su parte, mi Kike tampoco tenía nada que envidiar. Mucho más bajo y delgado, su metro con 68 contenía un cuerpo estilizado y nervudo, con su musculatura perfectamente marcada. Al frente un pene de 16 cm, no circuncidado; atrás un increíble culo redondo, grande y firme. Piel muy blanca, suave y tersa, cuidadosamente depilado, ojos azules, cabello castaño y rasgos hermosos, Kike era un adonis, un bocado que volvería loco a cualquiera.

Volvieron a besarse apasionadamente, mientras Lucía y yo tomábamos asiento frente a ellos. Yo arremangué la falda en mi cintura y me quité la blusa, dejando mis turgentes pechos al aire, las dos llevamos nuestras manos a nuestros sexos.

Kike se arrodilló y tomó entre sus labios ese impresionante falo. Le corrió la delicada membrana y dejó su cabeza de hongo al aire, se la llevó a la boca. Empezó dándole un chupada larga solo al glande, el que dejó lleno de saliva. Luego se fue metiendo poco a poco el resto del pene hasta que topó con los huevos, sintió arcadas y se lo sacó mientras veía con una sonrisa y ojos de lujuria a su concuño. Este le acariciaba el cabello.

Mi esposo volvió a la carga, esta vez lamió esa tranca por todo lo largo hasta llegar a sus peludos y grandulones huevos, en donde se entretuvo un rato. Se notaba que Arturo estaba gozando de sus tratos. Poco a poco, este último comenzó a cogerse por la boca a mi marido, agarrándolo con brusquedad por el pelo.

¡¿Te gusta perro?!… ¡¿Te gusta?!… ¡Pedime más! – le decía Arturo, pero mi marido apenas si podía respirar… ¡pero la cara de placer nadie se la quitaba!

Nosotras, por nuestra parte, nos masturbábamos como locas. Yo estaba alcanzando mi primer orgasmo del hotel, pues ya llevaba uno en el restaurante, y gemía como una loca. Lucía, que no era tan orgásmica, se tardaba más pero los suyos eran mucho más intensos.

Arturo y Kike cambiaron y ahora fue Arturo el que bajó. Mi cuñado se metía el falo de mi esposo completo, lo chupaba con la lengua dejando caer largas líneas de saliva al suelo, y remataba con una succión potente y profunda que iba sacando poco a poco. También lamía sus huevos depilados, y hasta me parecía que su lengua rozaba su ano. Como puto gay, Arturo ya gozaba de una exquisita técnica. Ver a ese hombrote, tan fuerte y macho, arrodillado frente a una verga parada y chupándola con fruición me erotizó tremendamente. Mi tercer orgasmo se empezó a gestar inmediatamente.

Partime en 2 como a un perro… – le dijo Kike.

Oí que Arturo le preguntó que si quería condón y que Kike le respondió que no, total, eran de la familia. Yo no estuve muy de acuerdo con eso, muy mi hermana podía ser pero igual yo no sabía con qué tipo de gente había andado.

Kike se tumbó boca arriba a orillas de la cama, con las piernas abiertas y en alto, agarrándose los muslos para elevarlas. Arturo se frotó un poco la verga antes de colocarla sobre el anillo anal de mi esposo, tomó sus tobillos, elevó más aun sus piernas, y lo clavó de un solo golpe. Kike gimió y se aferró de las sábanas mientras el otro tipo lo sodomizaba, cada vez con más fuerza según iba dando de si su culito.

Pronto la cogida tomó ritmo y Kike se dejó llevar por esa extraña mezcla de placer y dolor que lo volvía loco y lo hacía perder el control por completo. Y yo, el solo pensar que era mi propio cuñado quien se lo estaba cogiendo, y que a mi lado, separada tan solo por una pequeña mesa de cristal, mi hermana se masturbaba desnuda, sudando como una loca y respirando agitadamente. Todo eso no pudo menos que llevarme a mi tercer orgasmo, que gemía con más fuerza que el primero.

Arturo taladraba a mi marido con mucha fuerza, los muslos de Kike ya estaban rojos por los choques de la pelvis del otro, veía con total claridad como el poderoso miembro de mi cuñado le entraba y salía con una fuerza sorprendente. Por su parte, Kike se comenzó a masturbar, yo sabía que con ese trato y su manoseo no iba a durar demasiado. Volteé a ver y mi hermana aun se seguía masturbando con los ojos cerrados, estaba tensa y crispada, le estaba costando demasiado.

¡Y yo, como buena hermanita, decidí ayudarla!

Me puse de pié y me metí entre sus muslos húmedos y tensos. Ella se sobresaltó al sentirme, pero rápidamente me sonrió con cariño. Me abrió los pliegues de su vulva y yo metí la cara entre estas. Tenía poca experiencia con vaginas, pero estaba dispuesta a hacerla berrear como una desesperada. Lamí su empapada raja por todo lo largo, casi desde el borde de su ano hasta atrapar la argollita de su clítoris erecto. La jaloneé suavemente antes de ensartarle mi lengua hasta lo más profundo que pude llegar de su sexo, me bebí sus jugos con ímpetu. Repetí este tratamiento unas 2 veces más hasta que la hice reventar en un poderoso orgasmo. Cero sus piernas alrededor de mi cabeza, que amenazaba con destripar, y lanzó torrentes y torrentes de líquidos que me volví a beber.

¡¡¡¡AAAAAAAAARRRRRRRRRGGG GGGHHHHHHHHMMMMMMMFFFFFFMMMMM!!!!

Quedó desparramada sobre el sillón, de donde se escurrió lentamente hasta quedar sentada en el suelo, ojos semi cerrados y perdidos, casi estaba inconsciente. Me sorprendí por la intensidad de sus orgasmos, yo podía tener muchos en una sola sesión, pero no eran tan fuertes.

Me senté a su lado y la abracé, apoyando su cabeza contra uno de mis senos. Me sentí tan maternal con ella, la sentí tan dócil, de verdad quería a mi hermana y lamentaba cada minuto que pasamos distanciadas. Me volví hacia mi marido y Arturo, y el segundo empalaba salvajemente a mi amado esposo, que se abría el culo con ambas manos como mejor podía.

Me quedé mirándole los pezones, las argollas que tenía puestas en ellos. Eran de plata, delgadas, hacían juegos con esas 2 delicadas partes de su anatomía. En mi mente me remonté hasta nuestra adolescencia, qué diferencia, éramos 4 hermanas inocentes e ingenuas y un hermano celoso y machista, aunque nunca lo demostró. Nosotras ignorábamos todo acerca del sexo y crecimos educadas para convertirnos en esposas sumisas y madres. Lucía tuvo suerte de conocer a Arturo, el era un hombre diferente al resto. Y yo mucha suerte de conocer a Kike, también muy diferente al resto… qué tiempos aquellos, cuánto hemos cambiado.

Un fuerte gruñido de mi esposo me devolvió al mundo real, Kike estaba gesticulando con fuerza, yo sabía que estaba a punto de alcanzar el clímax. Me habría encantado saltar y atrapar sus chorros en cuanto salieran de su meato, pero no quería dejar a mi hermanita, la sentía tan vulnerable, tan tierna, como nunca antes la había sentido.

Arturo también notó que el orgasmo se aproximaba en Kike, así que aceleró sus embestidas hasta hacerlo estallar.

¡¡¡¡OOOOOHHHHHH!!!!… ¡¡¡¡AAAHHH… SI, SI, SI, SI!!!!… ¡¡¡¡AAAAAGGGGGGHHHHH!!!!

Kike se derramó sobre su vientre, a la altura de sus cuadritos. Mi barbado y peludo cuñado se salió de el y se agachó, comenzó a lamer con verdadera pasión ese semen que se le regalaba. Fue una imagen de lo más caliente, veía como restos de la leche de mi esposo se le quedaban entre el bigote y la barba. Eso lo solucionó Kike, que lo besó y lamió todo aquello.

Pero mi cuñado aun no había terminado, y todavía le faltaba mucho. Arturo se cogió a Kike como se le dio la gana durante más de 25 minutos poniéndolo en todas las formas que se le ocurrió. Y cada vez que mi esposo alcanzaba un orgasmo, lo derramaba con fuerza y desesperación en donde pudiera. Arturo lo desempalaba entonces y se apresuraba a lamer el semen derramado.

Yo seguía la acción hirviendo, con mi hermana aun en mis brazos. Ella se despertó, bajó su mano para sentirme la vagina, la encontró empapada e hirviente, y me besó con ternura. Volteó a ver como Arturo tenía a mi marido en 4, a orillas del colchón.

¿Aun no ha terminado?

No, tu marido parece de acero… ¡y el mío ya lleva 4 orgasmos!, debe estar que se desmaya.

Eso lo arregló yo. – me dijo y se puso de pié.

Lucía se acercó a Arturo por detrás y metió una de sus manitas en medio de sus nalgas. El se sobresaltó, pues estaba tan concentrado en descuartizar a Kike que no se dio cuenta de cuando ella se aproximó. "¡UUUUUYYYYYY!" gimió el oso cuando sintió los dedos de mi hermanita acariciarle el ano. Lucía le metió primero uno, metiéndolo y sacándolo unas 10 veces antes de meterle otro. Repitió el mismo proceso hasta que tuvo 4 dentro del ano de su esposo, que se revolvía como una babosa con sal.

Arturo no aguanta esto, – me dijo divertida – le encantan que le revienten el culo, lo tiene muy sensible… es como tu esposo.

¡¡¡PUTA LUCY!!!… ¡¡¡¡AAAAAGGGGGHHHHH!!!! ¡¡¡¡QUEEEEERRRRRRIIIIIIIICOOOOOO!!!!

Arturo se estremeció y se revolvió todo, agarró a Kike por el pecho y lo levantó en el aire. Este alcanzó un nuevo orgasmo otra vez, víctima del tremendo placer que la fuerte, y rebosante de esperma, eyaculación del oso inundara sus intestinos. Kike se derramó sobre su mano, sin mucha fuerza y poco pues ya era la 5ta de la noche, y le llevó la mano a Arturo, que la limpió con los labios y los dientes.

Los 2 hombres quedaron tirados sobre la cama y se durmieron casi al instante. Y mi hermana desapareció tras la puerta del baño. Me volví a colocar su diminuta faldita y su breve blusa y salí al pequeño balcón de la habitación a perder la vista en las luces de la ciudad. Entonces ella volvió, con un collar de perro en el cuello con todo y su correa. Se arrodilló frente a mi y me dijo:

Lala, mirá como tenés a tu hermana a tus píes… como un esclava frente a su ama

Continuará

Garganta de Cuero garganta_de_cuero@latinmail.com )