Amor de Hermanas (01)

Mi hermana Lucía y yo siempre hemos estado muy distanciadas, pero la posibilidad de una gran aventura sexual, nos llevó a estar más unidas que nunca...

Amor de Hermanas 01

Hola, nuevamente les saluda Laura Ovalle, la Garganta de Cuero, y les traigo una nueva historia de mi vida al lado de mi esposo Kike.

Primero que nada, voy a empezar por hacer las presentaciones correspondientes para aquellos que nunca hallan leído uno de mis relatos y no nos conozcan todavía. Somos un matrimonio guatemalteco, dedicado a la ganadería y la agricultura. Nos va bien y no tenemos mayores problemas económicos.

Mi esposo se llama Kike Estrada, tenía 26 años, en esos días, el es un hombre sumamente guapo. De piel blanca y ojos azules, su cabello es castaño claro y tiene cara de niño. Es delgado pero de complexión atlética, con los músculos bien marcados por el ejercicio, rematando con un impresionante trasero, redondo, duro y grande (incluso mejor que el mío). Y todo eso metido en un metro con 68 cm. Debo agregar que su pene mide 16 cm, lo normal.

Mi nombre es Laura Ovalle de Estrada, tenía 24 años por aquellos días, mido 1.62, tengo piel morena, labios carnosos y ojos grandes y redondos, oscuros. Soy chata de nariz, y mis finos rasgos me hacen ver como una muñeca con cabello negro rizado, lo llevaba hasta la nuca en aquellos días. Mi cuerpo es muy delgado, tiendo a adelgazara naturalmente, pero eso no impide que mis senos sean de buen tamaño y redondos, con una pequeña desviación hacia los lados y con pezones oscuros. Aclaro, no soy una chichuda como las que describen muchas veces en los relatos de estos tipos, pero los tengo muy bien hechos. Mi cintura es estrecha y mi culito redondo y bien paradito, uno de mis mejores atractivos, piernas fuertes y torneadas. Mis medidas: 89, 57, 93.

Como verán, tanto Kike como yo, nos estábamos cayendo de buenos, y no es falta de modestia

Nosotros ya gozábamos de una gran experiencia en intercambios, habíamos hecho casi de todo con mucha gente, especialmente Kike. El es bisexual (aunque a veces pienso que en realidad es gay) y le ha dado el culo a infinidad de hombres. Le encanta verse penetrado y dominado como un animal. Y yo, yo soy una voyer, me encanta ver como se cogen a mi marido, me excita, me apasiona. Por supuesto que hemos tenido otros tipos de encuentros, pero esos son los que más nos gustan.

Siempre buscando más aventuras, y experimentar nuevas sensaciones, Kike y yo contratamos un servicio de internet por cable, por lo que podíamos acceder a la red cuando se nos diera la gana. Empezamos a meternos a salas de chat y a buscar grupos de intercambios. Lamentablemente la mayoría de las personas con las que platicamos, o no nos inspiraban confianza o solo estaba molestando. Aunque no siempre nos salió mal la cosa allí, algún día les contaré algunas de estas aventuras.

Pues bien, navegando por cierto portal de contactos, nos topamos con un caballero, educado y muy amable. Chateamos con el durante varios días, hasta que nos sorprendió con una invitación. En realidad ya la esperábamos, y si se hubiera tardado más, nosotros se la hubiésemos hecho. Nos invitaba a una cita en la capital, conocernos mejor y, si la situación y los ánimos eran propicios, pues terminar amaneciendo juntos.

La pareja que se hacía llamar los "Perros de Alquiler", eran un matrimonio, el de 42 y ella de 34, profesional el, ella ama de casa. Procedían de la ciudad y gozaban de una condición económica estable, tirando un poco a desahogada. Le hacían a todo, decían, el era principalmente homosexual y ella bisexual.

Estábamos ansiosos por conocerlos, entre otras razones por sus descripciones físicas: el era alto y musculoso, deportista nato y peludo como un oso, con un pene de 18 cm; por su parte, ella era bajita y delgada, morena y de rasgos bonitos, con un culo grande, durito y bien parado. Si, definitivamente la cita prometía. Nosotros nos hacíamos llamar "Gargantas de Cuero".

Quedamos por vía chat con ellos, la cita se llevaría a cabo en un bar/restaurante que ellos conocían, para terminar pasando la noche en el hotel que Kike y yo usábamos habitualmente. Elegimos ambos sitios por ser lugares públicos seguros, ninguno de nosotros quería correr riesgos.

Viajamos desde nuestra casa hasta la capital, nos quedamos en la casa de mi hermana Lucía. Ambas estábamos buscando acabar con nuestro distanciamiento, por lo que acepté de inmediato su ofrecimiento espontáneo. Una de las cosas que siempre me ha molestado y me ha dolido mucho es que, durante mucho tiempo, nunca hubo unión en mi familia. Nunca crecí en una familia en donde hubiera solidaridad entre hermanos, nunca. Siempre estábamos compitiendo los 5, peleándonos, nunca nos llevamos bien. Mi hermana María José y yo somos quienes mejor nos llevamos, pero con mi hermano y mis otras 2 hermanas no.

Pero entonces no van a poder pasar la noche con nosotros. – me dijo Lucía por el teléfono en tono de amistosa protesta.

No Lucy, pero te juro que al otro día si

Vaya, pero que conste.

Si, no te preocupés… te agradezco mucho tu invitación, mirá que he querido desde hace rato acercarme más a vos.

Yo también Laura, ¡qué mierda que nuestra familia sea así!

Si, tenés razón.

Llegamos a su casa y estuvimos platicando un gran rato. Arturo, aunque ya lo conocíamos, no lo habíamos tratado mucho, resultó ser un tipo muy amable y agradable, el típico padre de familia orgulloso y cariñoso, celoso pero bonachón. Se veía a leguas que adoraba a mi hermana, la veía diferente, con ojos de amor. Y Lucía, era claro que vivía solo para el y para sus 2 pequeños, Arturito y Lucy, de 13 y 10 respectivamente.

La hora de la cita llegó y salimos con Kike, dejamos a Kikín y a Estelita con ellos. Les dijimos que la razón del viaje era una cena de negocios, pues Kike había conseguido una muy buena oportunidad que no podíamos ignorar. Llegamos al sitio 15 minutos antes, con el atuendo que habíamos acordado. Yo vestía un traje sastre blanco que contrastaba con mi piel morena. Debajo tan solo llevaba una tanga blanca de encaje, dejando mis senos desnudos bajo la suave tela. Un buen observador podía adivinar sus redondas formas y su tamaño más que aceptable. Kike iba con un pantalón caquí de vestir, camisa blanca y un suéter de lana tejido, azul, sobre los hombros. También llevaba debajo una tanga, de color azul, que se le metía en los más profundo de las nalgas.

En el bar cenaban varias parejas, otros tomaban copas en la barra al abrigo de música de jazz, un sitio de muy buen gusto realmente. Los "Perros de Alquiler" habían reservado una mesa en un rincón bastante discreto, desde donde podríamos hablar con tranquilidad y conocernos bien. Pedimos una botella ron añejo y esperamos.

¡Entonces fue que nos cagamos!

Ojalá hubieran podido ver la tremenda cara de tonto que Kike puso cuando vio a la pareja que esperábamos. Yo volteé de inmediato y pude ver a ¡mi hermana Lucía tratando de ocultarse detrás de Arturo, mientras este nos miraba con gesto de idiota! ¡Mi hermana y mi cuñado eran la pareja que estábamos esperando y que nos íbamos a coger!

Yo tampoco hallaba en dónde meterme, por donde escaparme, y ellos no atinaban a irse de allí. Pero bueno, la suerte estaba ya echada, y más cuando un mesero, muy cortésmente, les ofreció escoltarlos hasta la mesa. ¡Qué incómoda aquella situación! Kike y Arturo trataban de iniciar algún tipo de conversación que nos sacara a todos de aquel clavo, pero solo atinaban a decir cosas incoherentes. Al fin Kike dijo algo que el otro pudo seguir:

¿Viste la liga de campeones?

Si… perdió el Real

Están jugando como toda su carota esos cerotes

Son una mierda

Mientras ellos mantenían esa conversación, Lucía y yo pasábamos de un intenso rojo a verde nausea, pasando por el azul cadáver y el amarillos diarreico, ¿cómo nos metimos en esto? Al final, cansado de hablar puras estupideces, Arturo finalmente tomó al toro por lo cuernos.

¡Qué mierda! No esperábamos que ustedes fueran los "Gargantas de Cuero".

Ni nosotros que ustedes fueran los "Perros de Alquiler".

¡Qué vergüenza Dios mío! – exclamo Lucía casi llorando, yo no podía decir nada, me había quedado sin voz.

Tranquila amor, tranquila

¡¿Y cómo querés que me tranquilice?! ¡Mi hermana debe pensar que soy una gran puta!

Lucía, nosotros también veníamos a esto. – agregó mi marido, y yo le apunté con una mirada furibunda.

¡Pero es que!

Lucy… – logré decir – no serás más puta que yo

No sé de dónde me salió eso ni por qué lo dije, pero, ¡gracias a Dios!, mi hermana empezó a reírse hasta terminar a carcajadas. Yo respiré aliviada y Kike y Arturo reían como tontos para tratar de disminuir la tensión también.

¿Les traigo ya la comida? – nos preguntó un mesero.

Por favor… – dijo Arturo.

Comimos entre una plática amena y risas que buscaban evadir cualquier intento por abordar la razón de la cita. Y la botella de ron había desaparecido, poniéndome a mi y a Kike bastante happys, Arturo y mi hermana tenían más aguanté. Los maridos se levantaron y se dirigieron a la barra para tomar algo y hablar entre ellos, dejándonos solas. Entre nosotras era inevitable tocar el tema, necesitábamos saber el por qué de la otra, y eso nos ponía tensas. Y ahora, que yo ya estaba medio entonada, ya no me costó tomar valor para romper el hielo.

Lucy… mirá… es que

Si, si, ya sé… querés saber cómo fue que todo esto pasó, ¿verdad?

Si, si

Mirá, es una historia larga y complicada, pero voy a tratar de hacerlo lo más resumido que pueda. Fue hace algunos años, 4 para ser exacta. Arturo, mi esposo, perdió su trabajo, tu te enteraste, me pasaste algo de dinero a pesar de estar igual de jodida.

Si, si, me acuerdo… ¡¿Fue aquella vez que te secuestraron?!

Si, exactamente… pero empezó desde antes. Mira, para poder mandarnos dinero, Arturo tuvo que prostituirse… – me quedé fría y perpleja – por mi lado, también lo hice, y al final que ambos lo descubrimos, casi se nos acaba todo. Pero con el tiempo logramos vencer ese nuevo obstáculo y aceptar nuestra nueva condición de… de… de "amantes de las vergas". Arturo se volvió gay, creo que soy una de las pocas mujeres que aun le gusta, a pesar de que diga que aun les atrae. ¿Y tú?, ¿cuál es tu historia?

Bueno, fue bastante parecida. Yo estaba embarazada de Estelita, era un embarazo de peligro, por lo que necesitaba muchos prenatales y no eran baratos. Y a Kikín le dio asma, también necesitaba medicinas. Y el Mitch nos había caído encima el año anterior, dejó mal la mayor parte de nuestra finca. Y… una cosa llevó a otra

¿Te tuviste que prostituir?

Yo no… Kike… teníamos un vecino que le ofreció ayuda, ayuda que nos sacaría de nuestros más graves apuros. Pues bien, el tuvo que aceptar pasar un fin de semana como su amante. Le gustó… demasiado… y, con el tiempo, a mi también. Y heme aquí, una mujer liberal, nada que ver con la santa que solía ser.

Es increíble la manera con que la vida avanza y nos cambia a su sabor y antojo. – volteamos hacia la barra, Arturo y Kike platicaban de no sé qué, pero se veían muy animados.

Lucy, nosotros estábamos muy entusiasmados por encontrar una pareja bisexual como nosotros, je, je, je

¿Si?

Si… ya hasta teníamos una habitación lista… ja, ja, ja, ja,

¡Les urgía!

Si, con la descripción que tu marido nos mandó, a mi Kike se le hacía agua la boca… y otra cosa, ja, ja, ja, ja, ja, ja

Je, je, je, je, je… nosotros también veníamos muy entusiasmados Lala, bastante… – en mi familia siempre me decían Lala – tu esposo es un biscochito que nos queríamos comer, je, je, je, je

¡Y no solo ustedes!

Seguimos riendo como locas, ambas veníamos preparadas para pasar una noche loca y salvaje y nos daba gracia, y esa idea me empezaba a poner cachonda. Entonces, me topé con la mirada de Lucía. Se preguntarán por qué es tan importante para mi la mirada, pues bien, creo y sostengo firmemente que los ojos son las ventanas del alma. Y el alma de Lucía me contaba pensamientos cachondos… y la mía le dijo lo mismo a ella.

Nuevamente un tenso silencio apareció, la situación nos asustó y no sabíamos qué hacer. Volteamos hacia la barra, y Kike y Arturo seguían riendo. Y yo, caliente y medio bola, tomé la iniciativa nuevamente. Muy despacio y cadenciosamente, me fui desabotonando 2 botones del traje, dejando una abertura justa para que Lucía pudiera ver la redondez de mis senos desnudos. "¡No llevás nada abajo!" me dijo sorprendida, "¡yo tampoco!" agregó y empezó a subir su pierna derecha sobre la pared, nuestra mesa estaba en un rincón, pegada a una ventana. Mi hermana llegó el pié hasta la altura de la ventana y se me quedó viendo. Yo recorrí su hermosa pierna morena con la vista, hasta llegar a un triangulito de pelos negros cuidadosamente recortados, ¡no llevaba bragas la cabrona!

Mi hermana vestía una increíble minifalda amarilla que dejaban al descubierto unas largas y estilizadas piernas, una de las cuales apoyaba de forma displicente sobre la pared a su derecha. Llevaba sandalias de cuero y las uñas de los pies pintadas de rojo. Por arriba vestía tan solo una delgada blusa que se anudaba a su cuello y a la espalda mediante unas delgadas tiritas, dejando toda su espalda al aire. Pude apreciar sus senos pequeños debajo de esa breve tela. Lucía era la más delgada de mis hermanas, con senos pequeños pero con una cintura muy estrecha, caderas anchas y un culo impresionante. Sus pezones resaltaban tensos bajo la tela.

Estiré la mano y me puse a acariciarle los pies, rozándoselos delicadamente con las yemas de los dedos. Ella reaccionó cerrando los ojos y gimiendo calladamente, con una vocecita aguda aniñada que me encantó. Inmediatamente pasó el otro pié por debajo de la mesa, recostándose sobre la silla y estirándose todo lo que podía. Ese pié travieso se metió debajo de mi falda y llegó hasta mi vulva después de pasar por mis muslos.

¡Qué sensación y qué morbo estar manoseándote con tu propia hermana! A veces me sorprendía de mi misma, a pesar de todas las cosas que he hecho, sigo siendo medio santurrona en mi forma de pensar.

Lucía si sabía como mover los pies, me dejó toda mojada y con unas tremendas ganas de más. El problema era que en el bar no podíamos hacer nada, no era una bar de sexo como los que ya había frecuentado al lado de mi marido. Me puse de pié, me arreglé un poco y caminé hacia el baño. Entré y me quedé parada frente al espejo y, tal y como lo esperaba, mi hermana llegó a pararse junto a mi.

Nos vimos de frente, bellas, deseables. Ella era mi hermana, pero eso no importaba en ese momento, ya no, las 2 habíamos recorrido ya un camino bastante largo. Me le acerqué tímida, le rodeé el cuello con los brazos y pegué con muchísima suavidad mis labios a los suyos. Nos fundimos en un beso delicado, corto, cálido, tan solo nos rozamos los labios, tan solo eso.

Nos metimos en uno de los cubículos, allí nos besamos con más pasión, nuestras lenguas se probaron por primera vez y gozamos de nuestra saliva. No era la primera vez de sexo lésbico para ninguna de las 2, pero era como nuestra primera vez en todo. Me desabrochó la parte superior del traje y me quitó, vio de frente mi hermosos par de senos, morenos, con los pezones excitados. Luego me bajó el cierre de la falda y la dejó caer al suelo. Ella se subió la blusa, dejándome ver sus senos perfectos, que aunque pequeños, eran frontales y duros. En sus pezones paraditos habían delgadas argollas de plata. Se arremangó la falda en su cintura, enseñándome su vello púbico pulcramente cuidado.

¡Y pensar que la última vez que te vi en interiores, todavía usabas calzoncitos de muñequitos! – me dijo con ternura, enterneciéndome a mi también, pues evocaba los tiempos en que estaba entrando a mi adolescencia.

Nos trenzamos en un beso largo y profundo, jugábamos con nuestras lenguas y manoseábamos cada una de nuestras partes. Sentir sus senos cálidos enterrarse dentro de los míos fue increíble, más de lo que podía pedir.

Comenzó a bajar poco a poco, lamiendo mis senos y mis pezones, luego mi ombligo hasta llegar al punto exacto de todos mis placeres, alcancé el clímax en cuanto me tocó el clítoris con la punta de la lengua. No se detuvo, zambulló su cara completa dentro de mi mojadísima vagina y se bebió todos mis jugos, yo le acariciaba el cabello y le decía lo mucho que la extrañé, y que quería recuperar todo el tiempo perdido con ella.

Se colocó sobre el excusado, con el culito parado en pompa ofreciéndomelo. Me arrodillé y le comencé a chupar la vulva, cuando me topo con otra argolla plateada. Esta era delgada y delicada, y estaba ensartada en su clítoris. La mordí con muchísimo cuidado con los dientes, y la jaloneaba con los labios mientras mi lengua buceaba entre los raudales de fluidos que emanaban de su vagina. Lucía, no era tan multiorgásmica como yo, de hecho, le costaba bastante alcanzar el clímax, pero sus orgasmos siempre eran muy fuertes. Sin embrago, esa noche no tardó en tensarse e inundarme la boca con sus fluidos de placer. Me bebí hasta la ultima gota.

Oímos voces afuera, por lo que decidimos parar, ese no era un buen lugar para seguir adelante. Nos arreglamos rápidamente y salimos, nuestros esposo estaban sentados en nuestra mesa, con cara de extrañados. Caminamos hasta plantarnos frente a Kike y Arturo, que, como nos conocían muy bien, ya se imaginaban a qué íbamos… además, ¡teníamos la ropa cambiada!, yo me puse la blusita y la mini de Lucía y ella mi traje sastre. Me sentía rara, no acostumbraba esa ropa, y por mis formas más generosas (menos de nalgas, allí si me ganaba Lucy y por un montón), me veía más puta que ella.

Arturo… ¡estoy caliente! – dijo a quemarropa Lucía, comportándose como una niña caprichosa abrazándome del brazo y recostando su cabeza sobre mi hombro.

Nuestros maridos se nos quedaron viendo sorprendidos. Kike y yo intercambiamos miradas, yo no dije ni una palabra, solo me limité a tratar de ocultar una sonrisita tonta, fue suficiente para mi Kike.

¡Puta muchá!, ¡ustedes son hermanas! – dijo Arturo, que a pesar de toda las experiencias lujuriosas que acumulaba, aun era de un pensar conservador.

La hermanas buenas se lo comparten todo amor… – dijo melosamente Lucía mientras me abrazaba y me tocaba las chiches desde atrás.

¿Saben lo que pasará si nos vamos a la habitación del hotel? – preguntó Kike.

Que vas a coger como loco con Arturo… ¿? – le contesté.

Arturo y Kike intercambiaron miradas y se vieron de pies a cabeza. Yo, que conozco a Kike mejor que el mismo, vi un brillo en sus ojos que me supo a una larga y agitada noche. "Bueno, la cuenta…" dijeron los 2 al unísono.

Lo que hicimos en esa habitación es algo para el recuerdo y digno de contar con lujo de detalles. Pero eso será en una próxima vez, mientras tanto e gustaría leer sus comentarios. Pueden mandármelos a mi correo electrónico: garganta_de_cuero@latinmail.com Gracias y besos.

Continuará

Garganta de Cuero.