Amor de familia, límite veinticuatro horas.
Marta ha conseguido tener un hombre para que le dé sexo. Que sea su hijo lo hace más excitante y pervertido, justo como a ella le gusta.
Amor de familia, límite veinticuatro horas.
Cuando entré en mi habitación, tras la ducha erótica que había tenido con mi hijo Enrique, mi coño aún se agitaba por la follada que le había dado su endurecida polla. Nunca había tenido una polla tan dura, ni siquiera su padre había alcanzado tanta dureza. Sentí que mi coño volvía a humedecerse, tenía que dejar de pensar en esas cosas o tendría que cambiarme de bragas cada cinco minutos. Del armario cogí una camiseta de mangas cortas que me marcaban mis tetas, si bien estaba un poco caídas por mi edad, mis pezones aún tenían fuerza para marcar las telas que los cubrieran. Después fui al mueble donde guardaba las bragas. Lo abrí y dudé en cual ponerme. Un tanga sexy para provocar a mi hijo... Unas bragas que cubrieran todo mi coño y mi culo para que tuviera que trabajar y ganarse el coño que guardaban para él.
¡Enrique ven! - le grité desde mi habitación.
Dime mamá... - lo miré, llevaba sólo unas calzonas anchas y cortas, y podía ver su joven torso casi desprovisto de pelos.
¡Por qué no me eliges unas bragas que te gusten para estar por casa! - se acercó a mí y levantó mi camiseta por mi espalda para mirarme el culo.
¡Te he afeitado el coño para poder comértelo sin nada por medio! - su mano agarró y masajeó unos de mi cachetes - ¡No te pongas nada y te lo comeré cada vez que tenga hambre de ti! - me besó con intensidad y me decidí por su propuesta.
Nunca antes había estado por casa sin nada que cubriera mi coño, sentir libre mi coño y sin ningún pelo fue algo nuevo y delicioso que me hacía sentirme deseada por mi hijo. Faltaba poco para comer y los dos nos fuimos, como dos tontos enamorados, a la cocina. Nos movíamos por ella y él siempre buscaba una excusa para refregarme su endurecido sexo contra mi culo. Cuando no estaba junto a mí, sabiendo que mi camiseta se levantaba por detrás y mostraba mi redondo culo, hacía como que buscaba cosas por los muebles más altos, y sabía que sus ojos no me perdían de vista.
¡Eso qué es! - le dije apuntando con una cuchara de madera a la prominente erección que mostraba la tela de sus calzonas.
¡Tú lo sabes bien! - apartó la tela de una de sus piernas y su endurecida polla asomó.
¡Hasta después de comer no se juega con eso! - puse la cuchara bajo su glande y me agaché para darle un beso en la punta de su polla - ¡Así que guárdala ahora mismo o no tendrás esto! - me levanté la camiseta por delante y le mostré la raja de mi coño.
¡Venga mamá! - protestó.
¡No! - golpeé suavemente su polla con la cuchara para que la guardara - ¡Si no dejas nada en el plato, te comerás mi coño como postre! - lo besé suavemente en la boca y seguimos preparando la comida entre juegos.
El almuerzo fue normal, bueno, medio normal después de lo que habíamos hecho en la ducha, pero apenas hablamos, sólo nos mirábamos y sonreíamos como dos tontos enamorados. Acabé yo primera de comer, y me quedé mirándolo mientras acababa su último plato. Ya le quedaba poco y yo llevaba un rato mirándolo.
¡Qué pasa mamá! - me dijo algo incómodo porque lo miraba.
¡Estoy esperando que acabes todo el plato para darte tu postre! - alargué el pie y busqué entre sus piernas su polla para acariciarlo - ¡No hagas esperar a mami! - no me dio tiempo a ver como se tragaba lo que quedaba en su plato.
¡Ya estoy! - apartó a un lado el plato - ¡Dame mi postre!
¡Te lo daré! - me levanté - Pero primero tienes que ser un buen niño y ayudar a recoger la mesa. - todo desapareció rápidamente por los deseos que tenía mi hijo por mí.
¡Ve mamita! - se sentó en su silla y esperaba que le pusiera su postre en la mesa - ¡Tráelo aquí!
¡No corras tanto! - le dije y me levanté - ¡Te gusta el coño de tu mami! - el asintió con la cabeza deseando que se lo pusiera por delante. Abrí el frigorífico y le pregunté - ¡¿Te gusta con nata?! - le mostré un bote - ¡¿Y con mermelada?! - le mostré otro bote, llevé los dos a la mesa.
Puse los botes sobre la mesa. Él no me quitaba los ojos de encima y tuve que parar sus manos más de una vez. Puse una silla a cada lado de la que ocupaba él y me senté en la mesa. Me desplacé hasta estar delante y una de las piernas la abrí y la pasé por encima de su cabeza para ofrecerle mi coño brillante por los lujuriosos líquidos que empezaban a brotar.
- ¡Aquí tienes tu postre! - tuve que frenar su cabeza con la mano pues se lanzaba a comerme el coño - ¡Quieto! ¡Mamá te va a preparar un buen postre! - me miró impaciente y le di un suave beso en los labios.
Tomé el bote de nata, un bote de espray y lo agité para después introducir el pitorro entre mis labios vaginales. Sujeté los labios para que la nata quedara dentro de mi coño. Pulsé y di un respingo al sentir el cosquilleo y el frío de la blanquecina sustancia.
¿Te hace cosquillas? - me preguntó - ¡Pues te voy a rascar con mi lengua!
¡Sí mi niño! - abrí bien mis piernas y le ofrecí mi coño totalmente lleno de nata.
No sabía si mi hijo había comido muchos coños antes que el mío, pero me estaba volviendo loca con cada pasada de lengua que daba por mi raja para limpiarme de la nata. No tardó mucho en devorar toda la nata y darme unos pequeños chupetones en mi clítoris, mis caderas se agitaban agradeciendo tan íntimas caricias.
¡Ya está! - sus labios mostraba parte de la nata que había quitado de mi coño.
No hijo, aquí hay un poco... - me acerqué a él y mi lengua lamió su boca para limpiar los restos, podía saborear en su boca parte de los flujos que había saboreado en mi coño - ¡Ahora otro postre de mermelada!
Mami, me gusta más al natural... - protestó.
¡No seas tonto! - le dije abriendo el bote - ¡Tienes que probarlo para decir eso! - hice como que buscaba algo - ¡Vaya! ¡No tengo con que untarlo! - cogí su mano y mamé uno de sus dedos - ¡Quieres untar la mermelada con tus dedos en el coño de tu mamita!
No dijo nada, cogió el bote y con un dedo rebañó la mermelada. Separé mis labios vaginales y el frotó su dedo para extender aquella sustancia roja por mi clítoris. Hundió la cabeza y sentí como su lengua lamía y castigaba mi endurecido clítoris. Puse mi mano sobre su cabeza y la empujé contra mi coño, ya no quería que echara más cosas en mi mojado sexo, sólo quería que su boca se llenara con mi coño y me diera placer. Yo gemía y me agitaba mientras su lengua jugaba y recorría cada rincón de mi coño. Y mientras sus labios castigaban mi clítoris mamándolo, sentí como dos de sus dedos invadían la entrada de mi vagina. No pude aguantar, un orgasmo me recorría el cuerpo y yo tiraba de su pelo para apartarlo de mí, no podía y me hacía retorcerme de placer sobre la mesa. De mi vagina brotaron chorros de líquidos por la corrida que estaba teniendo y sus dedos y su lengua los recibían.
- ¡No puedo más! - le grite - ¡Necesito comerme tu polla! - le imploré.
Se levantó y tiró de mí hasta colocarme de rodillas delante de él. Le bajé desesperada las calzonas que llevaba puestas y su endurecida polla botó delante de mi cara. Fui a cogerla con la mano, pero me la retiró. Tomó el bote de mermelada y bajó la piel que cubría su glande.
- ¡Ahora mi mami va a probar mi postre!
No pude hacer nada. Lo miraba esclava de la lujuria y el deseo de tener aquella endurecida polla en mi boca. Con una mano agarró su polla y la hundió en la mermelada. Su glande redondo y rojo por la mermelada se aproximó a mi boca.
- ¡Si te comes bien tu postre, te daré la nata que guardo para ti!
Aquellas palabras me volvieron loca. Abrí mi boca todo lo que pude y me tragué su glande envuelto en mermelada. Podía sentir en mi boca la acidez de la crema y la dureza de su polla. Mamé como nunca antes había mamado una polla. Agarré su culo prieto con mis manos y lo empujé para que su polla entrara por completo en mi boca. Podía sentirla tocando mi garganta y casi me asfixiaba, pero no me importaba, todo lo que quería era tener su polla totalmente dentro de mí.
- ¡Joder mamá! - me gritó con un gemido - ¡Nunca imaginé que pudieras tragártela entera!
Comencé a hacerle una mamada frenética. Me movía enloquecida, su polla se perdía dentro de mi boca una y otra vez. Quería que se corriera, quería que me diera su nata, quería tragármela por completo. Era inútil. Me esforzaba en darle todo el placer posible, pero él ya se había corrido varias veces antes y ahora yo tendría que trabajar mucho para obtener mi merecido premio.
- ¡Quiero mi premio! - le grite soltando su polla y levantándome. Apoyé mi pecho en la mesa y puse mi culo en pompa - ¡Dame por detrás y relléname de nata! - le supliqué.
Se colocó tras de mí. Lo miraba a los ojos y el me miraba. Miró mi culo que estaba descubierto de la corta camiseta. Sus manos se posaron en mis nalgas y las amasó con deleite. Una fuerte y sonora cachetada en mi culo me puso más caliente y deseosa de recibirlo. Agité mi culo y mis generosas nalgas se agitaron. Su mano agarró su polla y la frotó, masturbándose suavemente mientras no apartaba sus ojos de mi culo. Recordé el vídeo en que Jesús follaba a Toñi por el culo, cómo ella separaba sus nalgas y le ofrecía sus agujeros a mi otro hijo. Hice lo mismo. Llevé mis manos a mi culo y separé mis nalgas para que pudiera ver mi oscuro ano y los labios vaginales que lanzaban líquidos para él.
Lo miraba. Estaba parado observando y contemplando mi redondo culo que se agitaba cuando yo lo movía con mis manos. Estaba hipnotizado por la visión que tenía de su madre. Se arrodilló y sentí un placer nuevo. Su lengua empezó a lamer mi ano. Nunca me había comido el culo, había escuchado eso del beso negro, pero nunca lo había experimentado en mi propio cuerpo. Le mantenía mi culo abierto para que no dejara de lamerme, era tanto el placer, que sentí un leve orgasmo cuando su lengua intentó penetrar mi ano. Estaba tan caliente con aquello que mi esfínter se abría y cerraba levemente para recibir a mi hijo. Bajó su boca hasta mi coño y sentí las caricias de su lengua en mis labios vaginales, mientras uno de sus dedos empezaba a forzar suavemente mi ano. Me asusté, tal vez había interpretado mal mi postura. Sólo quería excitarlo, pero parecía que él estaba dispuesto a tomar mi virginal ano.
Se puso en pie, lo miraba mientras jugaba con mi cuerpo, y sentí pavor al ver como se agarraba su polla mientras sus ojos no se apartaban de mi culo. Su dedo dejó de presionar mi ano. Escupió un poco de saliva y sentí el cálido líquido chocar contra mi ano. “¡Me va a partir el culo!” Pensé y recordé a Toñi cuando lo hizo con mi otro hijo. Su mano presionaba con fuerza y no podía escapar si su polla intentaba entrar en mi culo. ¡Mi hijo me iba a forzar el culo! Se acercó más, sentí la suave piel de su glande rozar mi ano. ¡La va a meter!
- ¡No, no! - dije levemente asustada por la situación.
Él ni me miraba, estaba decidido a incrustarme su polla entera en mi culo. Sentí la presión de su polla y mi esfínter se agitaba, mezcla del miedo y el deseo de que entrara mi hijo por tan estrecho orificio. Empujó un poco más y ahora me miraba a la cara. Podía ver el terror a sentir dolor en mi cara. Aflojaba la presión y de nuevo volvía a presionar levemente. Agité mi cabeza para negarle el paso por ahí, él me sonrió y separó su polla un poco de mi culo. Estaba inmovilizada y expuesta a los cochinos deseos de mi hijo. Lo vi moverse rápidamente para empujar su polla contra mi culo. Cerré los ojos y deseé que el dolor pasara pronto.
Mi vagina se agitó y sentí un gran placer cuando toda la polla de mi hijo entró hasta el fondo, separando sus mojadas paredes, acariciándola con placer y frenéticamente.
¡Pensaste qué iba a entrar en tu culo! - sus movimientos desenfrenados me volvían loca.
¡Sí hijo, sí! - sus caderas chocaban contra mi culo y la habitación se llenó con el ruido de aquellas embestidas - ¡Sí, pero no pares de follarme!
Pero que te toque el ano te gusta ¿verdad? - sentí su dedo acariciar la redondez de mi ano mientras su polla me llenaba y mi cuerpo se agitaba por sus penetraciones - ¡Ahora un poquito para adentro! - su dedo presionó y mi esfínter se relajaba para dejarle paso.
¡Sí, me vuelve loca todo lo que me haces!
¡Pues mi polla te llena toda la vagina, y mi dedo gordo está por completo dentro de tu culo!
No sé cuánto tiempo estaría follándome, pero con sus penetraciones vaginales y sus caricias anales, consiguió arrancarme tres orgasmos casi continuos que me volvieron loca. Y de golpe, sacó su polla de mi coño y me miró allí en la mesa, en pompa, gimiendo y retorciéndome de placer. Mis muslos estaban totalmente mojados por los flujos que brotaban de mi vagina. Se arrodilló tras de mí y mordisqueó suavemente mis nalgas mientras sus dedos me masturbaban acariciando mi clítoris.
- ¡Ven, vamos al salón! - me agarró por el brazo y me hizo seguirlo. No podía andar de todo el placer que sentía en mi cuerpo - ¡Échate ahí! - cogió una manta que teníamos junto al sofá y la extendió en él. Me senté sobre la manta.
Se arrodilló delante de mí, separó mis piernas y se acercó más con su endurecida polla apuntándome. Me quitó la camiseta y me dejó completamente desnuda, esclava de sus lujuriosos deseos. Su boca se lanzó a mamar mis pezones, eché la cabeza atrás y disfruté de su mamada y sus caricias.
- ¡Sí hijo! - le acariciaba la cabeza mientras hablaba - ¡Mama las tetas de mami!
Me empujó suavemente con su cuerpo sin dejar de mamarme, hasta que quedé tumbada en el sofá. Después su lengua empezó a recorrer mi cuerpo, bajando por mi pecho, mi barriga, mi pubis hasta llegar de nuevo a mi coño. “¡Me va a matar!” Pensé cuando su boca de nuevo empezaba a mamar mi coño. Era incansable. Lo lamía por todos lados mientras un dedo jugaba acariciando mi ano suavemente.
- ¡Necesito tu polla! - le supliqué mientras él seguía afanoso mamando mi coño - ¡Quiero comértela! - le imploré.
De forma ágil, se giró y abriendo las piernas, puso su endurecida polla sobre mi boca. Su lengua volvió a trabajar mi coño y su dedo mi ano. Abrí la boca y su polla entró para llenarla. Podía saborear el sabor de mi coño en su polla. Moví mi cabeza con ganas y los dos nos dábamos sexo oral, el hijo a la madre, la madre al hijo. Aquel sesenta y nueve “incestuoso” era una delicia y los dos disfrutábamos del sexo del otro, con suavidad, con calma.
Habíamos perdido la noción del tiempo, no nos importaba, mientras pudiéramos tener el sexo del otro, todo nos daba igual. Me retiró su polla, se separó de mí. Me senté en el sofá para esperar los deseos de mi amado hijo y me sorprendió su petición.
- ¡Ven mamá! - me dijo sentándose en el sofá - ¡Quiero hablar contigo!
Me acerqué a él, pero sus manos me hicieron levantarme, me separaron las piernas y me sentó sobre él. Su polla quedó bajo mi coño y sentía su dureza contra mi clítoris. Me levanté un poco y la dirigí a mi vagina. Me senté y se clavó por completo. Sus manos jugaban con mis tetas y sus dedos gordos acariciaban mis endurecidos pezones. A penas nos movíamos, yo sentía su polla en lo más profundo de mi coño y ya había tenidos suficientes orgasmos, casi más de los que había sentido antes de aquel día. Me sentí afortunada por tener un hombre, aunque fuera mi hijo, que consiguiera arrancarme tantos orgasmos con todo su cuerpo.
¡Mamá! - me dijo mientras nos acariciábamos con suavidad y yo movía suavemente mis caderas para sentir su polla en mi vagina - ¿Te sientes mal por lo que hacemos?
¡Bien no está! - detuve los movimientos de mis caderas – No sé qué me ha pasado en los últimos días. - su mano abandonó uno de mis pechos y bajó hasta mi coño, su dedo se puso bajo mi clítoris y me lo acarició con suavidad – He sentido un deseo irrefrenable por tener sexo. Hasta ahora, desde mi separación, no he tenido sexo con ningún hombre. - el roce de su dedo me excitó y mis caderas se movieron sin pensarlo, sentía placer por la polla que me llenaba y por el roce con el dedo de mi hijo.
¿Cómo has llegado a desear tener sexo conmigo? - me besó delicadamente en los labios.
Lo primero fue sentir la necesidad de sexo, con las masturbaciones me relajaba un poco. - la combinación de la acción de su polla y su dedo empezaba a arrancarme de nuevo más placer – Cuando vi a tu hermano, y su enorme polla, follando a Toñi, ese deseo se convirtió en fantasías con él, en que le hacía lo que te hago a ti. - en mi clítoris el placer estaba acumulándose y estaba totalmente duro, con ganas de hacerme estallar - ¡Hijo, no puedo hablar! ¡Me voy a correr otra vez!
Nos callamos y mis caderas se agitaron frenéticamente. Enrique me miraba a la cara, con una sonrisa disfrutaba de ver la cara de placer de su madre. Estaba a punto de correrme sintiendo la presión de su dedo sobre mi clítoris, no podía más.
- ¡Sí, sí! - grité enloquecidas - ¡Me corro, me corro! - el orgasmo me invadió cuando su boca se aferró a mi pezón y mamó con fuerza. Su polla llenaba mi vagina, su dedo castigaba mi clítoris y su boca me mamaba la teta, arrancando gemidos de mi boca y embriagándome de placer.
Sentí como su cuerpo se mojaba con la enorme cantidad de flujos que mi vagina lanzaba. No podía parar, no quería dejar de follar con mi hijo. No estaba bien que madre e hijo follaran, la sociedad nos destrozaría si se enterasen, pero aquel placer no lo iba a encontrar con ninguna polla, sólo con la de mi hijo. Caí sobre mi hijo, me abracé a su cuello mientras mi respiración entrecortada mostraba el placer que estaba sintiendo. Mis caderas se agitaban convulsas por el placer. Ya había perdido la cuenta de todos los orgasmos que mi hijo me había hecho sentir desde el momento que decidí llevarlo a la ducha. El seguía sin correrse. Me separé y lo miré a los ojos.
¡Mamá, tomas la píldora! - me extrañó su pregunta.
¡No hijo, estoy operada y no puedo quedar embarazada!
No dijo nada más. Agarró mis caderas y me hizo frotarme contra su cuerpo. Grité enloquecida cuando me apretó contra él y sentí de nuevo su semen brotar dentro de mi vagina, llenándome, desbordándome con tan caliente y blanquecino líquido. Quedamos abrazados, con su polla menguando dentro de mí. Nos acariciábamos y nos besábamos con suavidad mientras sentía las convulsiones de su polla en mi interior. Habíamos tenido demasiados orgasmos aquel día y estábamos agotados. El resto del día lo pasamos entre besos y caricias, imaginando cómo podríamos tener sexo cuando volviera Jesús. Pero eso sería al día siguiente. Aquella noche dormimos en mi habitación, abrazados y acariciándonos, sin tener sexo, pero deseando recuperar fuerzas para continuar con nuestro incestuoso y ardiente amor entre una madre y un hijo. Por la mañana, me levanté temprano y desperté a Enrique. Teníamos que volver a la normalidad, así que lo desperté dándole una mamada hasta que me tragué todo su esperma. Nos duchamos juntos y antes de que llegara su hermano, nos comprometimos a comportarnos como siempre para no levantar sospechas.