Amor de familia (2)
La continuación del mejor sexo de mi hermana.
Esperaba que la situación no durara mucho, el aire se estaba enrareciendo, y me maldecía por no haber apagado la calefacción antes de hacer nada, ya que se suponía que es a lo que íbamos en un principio.
Hice ademán con la mano de no poder respirar, ellas con un gesto, me dieron la razón. Me levanté con cuidado, quería mirar que hacían ahí fuera, y de paso, intentar respirar un poco a través de las delgadas láminas de la puerta. Indudablemente eso iba a durar un buen rato, el tío que había fuera estaba sobre la madre, que empezaba a quitarse la blusa.
Una suave música de Bach, acompañaba la penumbra. Un susurro llegó a mi oído, era Susana que me hablaba. -¿Que hacen? - dijo, muy intrigada. Despegando mi cara de la puerta por si me podían ver - cosa que dudaba tal y como se lo estaban pasando -, y me di la vuelta hacia ellas, susurrándoles tan bajo como me era posible. -Adivinan lo que hacen - dije con una sonrisa malévola en los labios. Susana estremeció sus ojos, con un brillo fugaz en ellos. No quise desviar la mirada más abajo de su cuello, pero no pude evitar mirar sus pechos, que tenían los pezones completamente erectos. Desvié la mirada hacia Cristina.
Ella no parecía estar demasiado contenta, aunque tenía una sonrisa extraña en la boca. Estaba pensativa y no me prestó atención, no sabia si miraba siquiera a través de la puerta. Pronto, unos murmullos ahogados de placer vinieron del otro lado de la puerta, no había duda, estaban haciendo el amor. Mientras, nosotros nos asábamos como pollos al otro lado de la puerta, encerrados quien sabe durante cuanto tiempo en aquel armario. Me quise sentar de nuevo, y ellas me hicieron sitio.
Esta vez, Susana se sentó sobre Cristina, que había ocupado mi sitio. Yo me senté en el pequeño hueco que me habían dejado, empujándolas con la cadera para que me hicieran sitio. Junté los dedos de las manos, apoyé los codos sobre las rodillas y agaché la cabeza, estábamos metidos en un buen lío, no quería salir de ahí corriendo medio desnudo, y a saber donde estaba David ahora. Me giré de nuevo para hablar con ellas, y vi como estaban susurrándose cosas al oído, con idénticas sonrisas pícaras en cada una de sus preciosas bocas. - ¿Que pasa, que me he perdido? - Susurré, alargando el cuello, juntando mi cabeza con las suyas, para evitar ser oído. - Nada, tú tranquilo - dijo Cristina. - ¿Donde esta David? - pregunté intrigado. - Está en el balcón - dijo ella, despreocupada. - ¿Quee? - dije. - Chssssst!, me dijeron ambas al unísono, poniendo sus dedos en mi boca, a modo de silencio.
Empezaban a ponerme algo nervioso sus miradas de complicidad, así que me giré de nuevo, mirando a través de la puerta. Temiendo lo que ellas pudieran hacer detrás mía, con la atención mas puesta a lo que ocurría detrás que lo que tenía enfrente de las narices. La parejita de amantes, la madre de Cristina y el otro tipejo, que llevaba peluquín, estaban ahora enzarzados, la madre estaba apoyada sobre la cama, de rodillas, y con la cabeza sobre la almohada.
El estaba echado sobre ella, agarrando las caderas de ella y acompasando el movimiento de su pelvis. Se la estaba cepillando como un animal salvaje, la pobre mujer soltaba grititos de placer ahogados, que parecian los de una loca. Se oían con completa claridad. No me di la vuelta para no mirar a Cristina, seguro que estaba furiosa con su madre. Mientras yo seguía mirando el espectáculo porno que había frente a mí, oí unos ruidos leves detrás mío, me giré y vi a Cristina que venía hacia la puerta.
No sabía que hacer. - ¿Que haces? - dije. - Voy a mirar - dijo ella. - Tu madre se lo está pasando en grande - le dije, sin poder evitarlo. No me dijo nada, pero sé que me oyó. Ella seguía mirando a través de la ventana, y mi estado era crítico, mi pene habia sobrepasado la barrera de los slips, y escapaba como podia. No pude demorar por más tiempo mis necesidad, y me eché la mano a la entrepierna, mientras reordenaba aquel caos. Por supuesto, ella me miró. - ¿Que?, ¿te excita ver a mi madre follandose a un tío? - me dijo en un tono agresivo. - Pues sí ¿a ti no?, le dije de nuevo, sin poder contenerme.
Había algo extraño en aquella chica, algo que hacía olvidarme de mis precauciones, lo cierto es que tenía unos profundos ojos negros, con un brillo muy especial. Como algo mágico, mi boca se lanzo a morquisquear su cuello con pasión. No se quién dió el primer paso, sólo recuerdo estar chupeteando su cuello con toda la fuerza que me era posible, que era mucha. Durante algunos instantes, me olvidé de todo, y sólo pasó por mi mente el deseo de sujetarla de las caderas y tirármela ahi mismo, pero sólo sus manos, húmedas, me hicieron volver a la realidad. No eran sus manos, eran las de Susana, estaban húmedas y calientes, a contraluz, sus dedos se veían mojados y relucientes, tenían un aspecto maravilloso. - ¿Pero que hacéis?, dijo asustada.
Yo diría que había un pequeño tono de celos en su voz, pero seguramente fue imaginación mía. Nos sentamos de nuevo. Esta vez, ella se quedó de pie, frente a Susana y a mí. No podía evitarlo, tenía un cuerpo precioso, sus senos eran un poco menores que los de Susana, pero sus pezones, más pequeños, eran mucho más puntiagudos. Estaba muy excitado, y respiraba profundamente y con dificultad, debido a aquel calor sofocante y lo enrarecido del aire. Ellas estaban igual, y veía su pecho inflarse y desinflarse con fuerza. La piel morena de cristina tenía brillo propio, seguramente producido por el sudor. Ella miraba fuera, intentando desviar su atención de algo, era evidente que estaba excitada, y nos miraba nerviosa a Susana y a mí. Miré a Susana, tenía la boca abierta, y respiraba profundamente, podía oírla con claridad.
Casi podía sentir su abrasador aliento sobre mi cuello. Se giró, me miró a la cara, a escasos centímetros de mí. Podía sentir su aliento ahora sobre mi cara, tenía el pelo desordenado y tenía el cuello empapado y brillante. Esta vez no pude parar, y mis manos se deslizaron con facilidad por aquel húmedo vientre, hasta llegar a su sexo, que estaba completamente húmedo, como una selva tropical. Mis dedos se colaron entre sus piernas y metí dos de ellos dentro de ella, con suavidad, empapados como estaban ya de sus propio flujo. Su boca con suavidad, bajaba por mi cuello, dando pequeños mordisquitos, y jugueteando con la lengua, sus manos, se deslizaban sobre mi estómago, bajando cada vez más. Noté como otras manos tocaban mi espalda.
Era Cristina. Me giré de nuevo y la ignoré, estaba demasiado absorto con Susana. Seguí penetrando su sexo con mis manos, mientras ella desgarraba mis slips de un tiron. Súbitamente, sentí como me arañaba con fuerza la espalda, y cómo las contracciones de su vagina se extendían al resto del cuerpo. Meti el dedo indice en su boca, y mi mente trabajaba a marchas forzadas, imaginando aquella boquita sobre mi pene, chupando y lamiendo. Saqué mis dedos de ella, estaban completamente empapados, y todo el armario olía ya profundamente a sexo.
La miré, y ella me dedicó una sonrisa franca y amplia. Yo ya no sabía que hacer con mis dedos, que recorrían todo su cuerpo suavemente de arriba a abajo. Nos sorprendieron unos grandes gritos de placer; no provenían del armario, era la dichosa madre, que estaba llegando al orgasmo, con bastante estruendo por su parte. Cuando me giré hacia la puerta, no pude evitar ver a Cristina, que tenía una expresión de deseo tal, que hicieron que de nuevo, me olvidara de la situación. Me volví hacia Susana, que me seguía mirando. - Oye, Cristina debe estar muy cachonda, ¿no? - le susurré al oído, mirando a Cristina a la cara. - Sí, no hay más que verla a la pobre - me susurró ella, mientras la miraba también con una sonrisa de complicidad. - ¿ De que estáis hablando ?, dijo Cristina, que se acababa de inclinar un poco.
No lo pude evitar, ni creo que quisiera, la sentí sobre mí, y mis manos, que ya no me respondian, acariciaban con fuerza sus pequeños pechos. No me dio tiempo mas que a emitir un debil gemido cuando senti su boca alrededor de mi pene, y su lengua humeda y caliente jugar con mi glande. La mire, y mi mente se sobrecogio por aquella vision de Cristina, con casi todo mi pene dentro de su boca, entrando y saliendo. Aunque me retorcia de placer, mi mente se cerraba una y otra vez sobre la idea de penetrarla con furia. Seguí mirando a Susana, que sólo tenía ojos para Cristina.
Cristina saco su boca, y con una boca humeda y chorreante, me susurro al oido que me tumbara en el suelo. Su lengua recorrio el interior de mi lengua, y entre aquel placer desbordante, acabé boca arriba en el suelo. Cristina se arrojo como una fiera sobre mi pene, chupando con mas fuerza. Haciendo ruido, un ruido obsceno, liquido y gorgojeante. La miraba, y en ese preciso momento, Susana se puso de rodillas frente a mi, y tuve que inclinar la cabeza hacia atrás. Empujo con su sexo hacia mi boca y comprendi enseguida. Mi lengua empezo a trabajar a toda prisa, mientras notaba, sin poder verlo, como una boca chupaba y jugaba con mi pene a placer. En ese momento, llegaba al orgasmo, y notaba como mi pene estaba a punto de reventar, quería advertir a Cristina, pero Susana me tenía prisionero, no podia sacar mi lengua de su vagina, solo retorcerlo, dandole aun mas placer a Susana. No habría podido evitar un gemido de auténtico éxtasis si no fuera porque Susana se corrio en mi boca al mismo tiempo que yo lo hacia con furia dentro de la boca de Cristina, que seguía chupando y mamando, pero sin tragar mi semen.
Notaba como caia por mi pene, caliente y viscoso. Susana se levanto, y entre aquel liquido viscoso que unia su sexo y mi boca, podía ver la boca de Cristina, que dejaba poco a poco mi pene, con una estela de semen resbalando por su boca, hasta llegar a su cuello y sus pechos. Nunca habia tenido un orgasmo tan fuerte, y habia semen por todas partes. No supe que decir, así que subí los slips de nuevo mientras ella se limpiaba la boca con la camiseta naranja fosforito. La pareja de fuera parecía que no acababa de terminar, y giré la cabeza a ver que sucedía.... La madre estaba inclinada sobre el, sobre su sexo, y emitiendo unos gorgoteos y sonidos muy familiares. Estaba de espaldas, y podía ver todo su cuerpo desnudo. Me sonaba aquello, debia ser de familia. Cristina estaba también mirando, y ahora no podía disimular más, el deseo ardía en su interior. Su mano, bajaba lentamente hacia sus piernas, y empezó a acariciarse, lentamente. No podía evitar mirarla, estaba preciosa. Me puse detrás de ella, y la agarré de la cintura, pasando mis manos lentamente hacia sus senos, acariciándolos con suavidad. Agarré su cuello con energía con mi mano derecha e hice que se girara, bajé mi cabeza y comencé a jugar con sus pechos.
Con la boca, besaba sus pezones, y los mordía con suavidad, jugando con la lengua. Mis manos bajaban por su espalda, mientras yo me inclinaba cada vez más. Mi lengua estaba ahora chupeteando su ombligo, y ella se retorcía de placer. Había sacado sus dedos de su vagina, y ahora demelenaba mi pelo, agarrandolo con fuerza, y metiendo sus húmedos dedos entre el. Poco a poco mi legua fué bajando, hasta llegar a su sexo. Lo miraba de frente, miraba aquel oscuro misterio, que tenía gotitas transparentes enredadas entre aquellos rizos negros. De pronto, y mirando bajo sus piernas, ví como se levantaban y uno de ellos apagaba la luz. Todo se oscureció de repente, y tan sólo el profundo olor a sexo de Cristina, me hizo sentir que estaba allí. Eran ya más de las 4 de la mañana y las farolas se habían apagado, había una oscuridad casi total. No veía nada, me levante y fuí tanteando con la mano hasta llegar al brazo de Cristina, lo cogí, y me senté. Encima de Susana. La luz se encendió de nuevo, y con ella mi pasion, al ver a la madre de cristina, con el trasero alzado, boca abajo, y con la cara apoyada con el suelo. Aquello era un sueño, el tipo se acercaba poco a poco, y su pene se introducia poco en aquel orificio tan estrecho. Pego un empujon y la mujer pego un chillido de dolor que duro casi veinte segundos, terminando en un gemido de placer. Mi pene estaba otra vez erecto, pero todavia no en su prenitud. Susana y Cristina se giraron en cuanto las miré, estaban confabulando algo, estaba seguro.
Se acercaron poco a poco, de rodillas, yo estaba de pie, y me sente en el lado de la pared, mirandolas y preguntandome a mi mismo que demonios pasaba. Poco a poco, se acercaron de rodillas hasta mi pene, y en el trayecto, sus pechos subiendo y bajando, ayudaron a mi pene a subir un poco mas. Cuando senti sus dos bocas y sus dos lenguas lamiendo la cabeza de mi pene, me estremecí, cuando las miré no pude soportarlo mas, me volví loco y cogi la cabeza de Susana, entrando y saliendo de mi pene, gorgojeando, y con sus labios en torno a mi sexo.
Me miraba a los ojos mientras me la mamaba, y eso me volvia aun mas loco. Aun me quedaba mucho, pero me gustaba, aunque no era un placer demasiado intenso. Cristina miro a su madre y se tumbo en el suelo con la misma posicion, mientras me miraba a los ojos fijamente, con un brillo muy especial. No lo pude soportar mas, aparte la boca de Susana de mi pene, que tenia toda la boca humeda, y llena de un liquido viscoso transperente.... tenia la polla chorreando, me dolía de lo excitado que estaba. Me arrodillé detrás de Cristina, y sin dejar de mirarla, empece a empujar suavemente por aquella minúscula abertura. Oí un debil quejido, pero supuse que aquello era de familia, asi que empujé con fuerza.
Gimió con mas fuerza, pero con los gemidos de la madre, que estaba gritando como una loca, no se debio oir, pese a que Cristina estaba gimiendo en voz alta. Aquello era muy estrecho, pero podía ver a Cristina tumbada, y recibiendo aquello, cada vez con mas placer. Simultáneamente veía a la madre, que se arqueaba de placer. No sé cuanto duro aquello, pero Cristina acabo a la vez que su Madre, con un grito brutal. Seguramente aquel grito hizo que me corriera una vez mas, y note como la llenaba por dentro con aquel liquido caliente que brotaba a borbotones de mi sexo. La saqué con un poco de dolor por la estrechez, y Cristina se tumbó, agotada en el suelo. Poco después, las luces se apagaban. Yo estaba exausto, todos lo estábamos.
No sabíamos que hacer, y Cristina no podía moverse, porque le dolía. Seguramente por ser la primera vez, pensé. Al cabo de una hora, la puerta se abrio, y la cara de David asomó por la puerta.... -Dios... dadme mi ropa, que frío hace fuera.... casi me congelo. Lo que se congelo fue su rostro al ver la escena. Se podría decir que el armario olía mas a sexo que cualquiera de los nuestros, y David lo noto. -¿Que ha pasado aqui?. Creo que todos sonreímos ante aquella pregunta, yo por lo menos no pude controlar mi risa y solté una carcajada. Poco despues, David me hacia preguntas camino a casa, tras haber dejado a las chicas en casa. Intentaba como podía disimimular y no reirme, pero si se lo hubiera contado, no habria vuelto a hablarme.... despues de todo, Cristina era su novia desde hace dos años, y acababa de presentarme a su hermana esa misma tarde.