Amor de Carnaval
Durante la noche de Carnaval, un hombre enloquecido revive a su amor ausente
Amor de Carnaval
Escucho tu eco en el metro, en la calle,
espío y rastreo tu presencia engañosa,
peluda amada así halla el murciélago
entre congéneres en su cueva rocosa.
El portal no cierro por si llegas tarde,
mantengo en el horno la cena caliente,
riego esas flores que tanto adorabas,
separo los labios y trago aguardiente.
Preservo silente tu huella en la cama,
levanto la sábana con tu rastro de olor,
un valle fértil con aroma a lavanda,
donde añorar los momentos de ardor.
Es Carnaval y sé dónde encontrarte,
atronan clarines, me avisan las calles,
carrozas, timbales, rúas y turbantes,
comparsas locales, danzas infernales.
Hábil estrategia, tunear tu belleza,
a mí no me afecta, puedo ver tu engaño,
por más que te vistas de corsaria maltesa
o de María Antonieta, tu cabeza colgando.
Qué bien te sienta camuflarte en un dado
de color blanco y negro, canto biselado,
mas en tu presencia, cubilete me siento
y por más que te afecte, te volteo de lado.
No entiendo la causa de tal desazón,
tu faringe desgarras, pateas el cielo,
el 3 en un flanco es pista excelente
de que el 1 anda bajo el contrapelo.
Fiesta de paganos o puros cristianos,
de la monja lasciva, alivia abstinencia,
entonces no veo el porqué del sofoco
si yo con tu 1 no tengo clemencia.
¿Es eso nieve?, ¡qué día más completo!,
qué copos tan bellos de blanco sintético,
será que el relleno rasgué con mi impulso,
es lo que pienso cuando llegan refuerzos.
Serán carne y hueso o serán hologramas,
me insisten que asuma duro tratamiento
con muñeca hinchable de vinilo o de goma,
bromuro, sedantes o pastillas de hipérico.
Reiteran que debo por mi bien aceptarlo:
jamás peinaremos nuestras canas juntos,
me arrastran al páramo triste y desolado
donde crecen cipreses con olor a difuntos.
Nada puedo ver en la losa de mármol,
nada me sugieren las palabras y datos,
sólo veo trazos que el cincel grabó en oro
y bonitas flores que vuelcan los gatos.
Si en sus pétalos veo el color de tu rostro,
si en los ojos del gato, tu iris turquesa,
si en la noche siento tu aliento en mi nuca,
que estés viva o muerta, a mí no me pesa.