Amor de azúcar - Capítulo 8

Amor de azúcar - Capítulo 8...

Valérie le había pedido a José Carlos que buscara a Lucía muy temprano por la mañana y la llevara hasta el penthouse .

La chica apenas se despertaba. Llevaba el cabello desordenado sujeto en un moño alto, un mono deportivo que se había puesto al salir de su habitación y se olvidó de cambiarse la camisa de la pijama. Así que ahí estaba, sentada en el asiento del copiloto, porque le gustaba hablar con el chofer, con los ojos entreabiertos y un Mickey Mouse sonriente en el pecho.

—¿No le avisaron que venía por usted? —preguntó José Carlos con tono divertido.

—No —respondió en un bostezo mirando su teléfono y notando 5 mensajes de texto en la bandeja de entrada—. Ah, pues sí.

José Carlos rió.

—¿Por qué debo empezar a alistarme tan temprano? —preguntó adormecida— El evento es a las seis de la tarde y son ¡las seis de la mañana!

Como era de esperarse, Valérie no estaba. Helena, Esme y un chico al que no había visto antes, la esperaban en la sala del penthouse .

La mañana resultó más ajetreada de lo que pensaba, cada detalle debía ser cubierto. Desayunó y se duchó para dejar atrás al sonriente Mickey Mouse; y se dejó caer en manos de los profesionales.

Valérie llegó a media tarde, vociferando improperios a través del teléfono.

—¡No lo quiero ver aquí!

Todos escuchaban desde la habitación contigua.

—¡Que ni se le ocurra poner un pie en mi casa! ¡No pagaré ni un abogado más! ¡¿Quedó claro?!

Lucía miraba el rostro de los demás.

—¿Alguien me explica?

—Lo lamento, señorita Lucía. Hay asuntos de esta familia que no deben ser contados, más allá de la gravedad, son problemas que no pueden salir a la luz pública.

—Se escucha muy molesta. Iré a verla.

Lucía llevaba una toalla envuelta en el cabello, una camiseta y el mismo mono deportivo que había logrado ponerse a las indignantes seis de la mañana.

Se asomó a la puerta y tocó.

—No quiero ver a nadie ahora —se escuchó del otro lado.

Lucía asomó su cabeza a través del marco.

—Hola.

—Hola —la saludó con una sonrisa forzada—, lindo gorro.

—No te burles —rió—. ¿Estás bien?

Valérie asintió con gesto cansado.

—¿Puedo pasar un momento?

—Claro.

Lucía cruzó la puerta y Valérie sonrió aún más.

—Es el atuendo perfecto, lo juro. Podríamos ir vestidas igual.

Se puso de pie y se acercó a Lucía para tomarla de la mano, hacerla dar una vuelta y observarla mejor.

—Si sigues con eso… —amenazó sonrojada y entre risas.

Valérie se sentó sobre el escritorio mientras tomaba su teléfono para tomarle una foto.

—Quiero recordar este momento.

—Oye, ya basta, que cruel.

—Listo, guardado —dijo con picardía.

Lucía sonrió y miró el lugar a su alrededor.

—Así que aquí trabajas cuando no estás en tu trabajo trabajando.

La oficina era espaciosa, similar a la del edificio Géroux pero con colores más cálidos. Tenía una chimenea a un costado y muebles mullidos donde podías sentarte y hundirte en un vacío de relajación. Se veían muy cómodos.

—Así es, aquí trabajo cuando no estoy en mi trabajo trabajando —dijo riendo.

—¿Hasta qué hora piensas trabajar hoy? —preguntó.

—¿Por qué? ¿Quieres invitarme a algún lugar?

—De hecho, sí. ¿Quieres ir a un evento de caridad conmigo?

Se acercó lentamente a ella siguiéndole el juego.

—Sería una cita un poco extraña ¿no crees?

—No, tomaremos champaña, donaremos unos cuántos miles de dólares. Lo usual.

Ninguna había dejado de sonreír. Lucía se había acercado tanto, que no notó cuando sus manos tocaron las piernas de Valérie, que estaba apoyada del borde del escritorio, y fue ese tacto el que las hizo volver a la realidad. Ambas se separaron de inmediato, con nerviosismo.

—B-bueno… Yo… —titubeó Lucía— Iré a alistarme.

—S-sí, yo debería empezar también.

Afuera, cuatro cabezas se asomaban por la puerta.

—No lo puedo creer.

—Shh, silencio, no puedo escuchar qué dicen.

—Ahí viene la señorita Lucía, muévanse, rápido.

Los cuatro chismosos se apresuraron nuevamente a la sala e intentaron disimular que habían estado ahí todo el tiempo.

—¿Y? —preguntó Esme— ¿Todo bien?

—¿Qué? —dijo Lucía distraída— Ah, sí, todo bien. Ella va a alistarse ahora.

Todos tenían una sonrisa pícara en el rostro que no podían ocultar. Y Lucía jugaba nerviosa con sus manos mientras empezaban a arreglar su cabello. Se había sentido como si se hubiese adentrado en una especie de remolino mágico, se sentía mareada y confundida. Por lo que, sin darse cuenta, el estilista había terminado de arreglarla y la llamaba sin obtener respuesta.

—¿Hola? —dijo agitando la mano frente a ella— Llamando a Tierra ¿estás aquí?

Lucía posó sus ojos sobre él y reaccionó.

—Lo siento, yo… —se acomodó en el asiento.

—¿Estás bien? ¿Estás nerviosa?

—¿Qué? ¿Nerviosa? ¿Por qué habría de estar nerviosa? Estoy bien. Todo está bien —dijo con una risa muy muy nerviosa.

El chico intentó disimular la sonrisa.

Lucía se encontraba de pie cerca de la entrada. Esme le había diseñado un hermoso vestido tipo cóctel, de color rosa pálido, que le llegaba unos pocos centímetros por debajo de las rodillas y que contrastaba a la perfección con el tono semi tostado de su piel. Su cabello rubio estaba suelto y caía en ondas sobre sus hombros. Helena había elegido unos zapatos de medio tacón para que la chica sufriera lo menos posible.

Lucía jugaba con sus manos y caminaba de un lado a otro, impaciente, por suerte, no se tropezó de una vez, pero sí quedó boquiabierta al ver a Valérie caminar hacia donde estaba ella.

Valérie vestía un traje-pantalón hecho a la medida. Y lo sabía porque se ceñía tan perfectamente bien que parecía una oda a su cuerpo. Lucía no parpadeó, ni disimuló y confirmó que era la mujer más hermosa que había visto en su vida.

—Wow.

—Wow tú —dijo mirándola de pies a cabeza haciendo que Lucía se estremeciera un poco.

Lucía había pasado toda su vida intentando no pensar en su orientación sexual, pero en ese instante, la homosexualidad iba ganando la partida.

Ambas iban sentadas en el asiento trasero del auto, cada una en sus pensamientos. Lucía de vez en cuando miraba a Valérie. Era una mujer elegante, de gesto serio y sereno, excepto cuando hablaba con Lucía. Por alguna extraña razón, con ella siempre estaba sonriendo.

«Quizás es porque soy muy graciosa» , pensó.

Trató de inmortalizar en su mente la imagen de Valérie mirando a través de la ventana y, por primera vez en toda su vida, empezó a cuestionarse algo que nunca había pasado por su cabeza:

«¿Podré gustarle?»

Quizás se entristeció un poco. Sentirse insuficiente no era algo muy común en ella, pero la mujer a su lado era alguien mucho mayor, centrada, sabía lo que quería y lo que no. Pensar en sentirse atraída en una niña que apenas empezaba a conocer era improbable. Lo mejor que podía hacer era deshacerse de esas ideas, disfrutar del evento y fingir ser la novia más increíble del mundo.

«¿Fingir ser la novia de Valérie Géroux? Ah, sí, definitivamente esto me ayudará a no enamorarme de ella»


Hey!

Gracias nuevamente por el recibimiento que le han dado a la historia. Abrazos para las personas que se toman el tiempo de contactarme y hacerme saber qué les ha parecido cada capítulo. Espero que disfruten este por igual.

Para los que no quieren esperar hasta el próximo sábado para leer el capítulo 9, pueden ir a mi cuenta de wattpad donde ya se encuentra publicado www.wattpad.com/thundervzla

Nos vemos pronto!

<3