Amor de azúcar - Capítulo 7

Amor de azúcar - Capítulo 7...

—Señorita Lucía, debe caminar dando un paso frente al otro… —explicaba Helena.

Helena era una señora rechoncha, de mirada gentil y voz suave. Ella sola se encargaba de mantener el penthouse Géroux impecable. Personalmente se encargaba de cocinar, pero dirigía a los demás empleados para que hicieran correctamente los demás quehaceres de la casa.

Mientras tanto, Lucía volvía a tropezarse con sus propios pies.

—¿Crees que pueda aprender en dos días? —preguntó en voz baja la señora Esme.

—No se trata de que pueda o no, es que debe hacerlo.

—Buenos días, doñitas.

El señor José Carlos había llegado con una caja de postres.

—La señorita Válerie me pidió que les trajera esto —dijo tendiendo la caja a las mujeres frente a él—. Va muy bien señorita Lucía, ya no se está cayendo tanto.

—Creo que ya lo tengo —dijo Lucía volviendo a tambalearse.

Decidieron tomar un descanso de la tortura que estaban haciéndole pasar a Lucía. La chica se sentía derrotada, pero aun así devoraba un bombón tras otro.

—¿Y de qué trata el evento del sábado? —preguntó— Valérie no me dio muchos detalles. De hecho, no hemos hablado desde el día de la entrevista.

—¡Ah! —exclamó Esme— Es un evento benéfico. Una recolección de fondos para una de las fundaciones de las que la señorita Valérie es miembro. De esos habrá muchísimos.

—Suelen terminar temprano —añadió el chofer que también se había sentado a disfrutar los postres.

—Entiendo. Quiero preguntarles algo —dijo enderezándose un poco—. ¿A ella le gusta que le tomen la mano o algo así?

Los tres sonrieron.

—No lo sabemos —confesaron.

—Mi consejo es que dejes que ella tome la iniciativa —dijo Helena—. La señorita Valérie es muy quisquillosa con el contacto físico.

Lucía asintió pensativa.

—¿Aquí ha vivido siempre? —preguntó mirando el lugar.

En ella se había encendido una pequeña chispa de curiosidad por conocer más sobre Valérie Géroux.

—Sí —respondió Helena—. Aquí creció junto a su hermano.

—¿Tiene un hermano?

—Muy poco conocido, pero sí.

—¿Y sus papás?

—Viven en una isla del caribe. Vienen muy poco al país.

—Y por lo que veo, ella no está mucho en su propia casa.

—Se toma un día al mes para estar aquí, sin salir, sin trabajar. Es un día solo para ella. Le ha hecho bien.

—Imagino que sus ocupaciones le dejan muy poco tiempo para sí misma.

—Escaso tiempo —interrumpió una voz femenina al fondo.

—Señorita Valérie —José Carlos se puso de pie de un brinco y se sacudió las migas de dulce que tenía en el uniforme.

—¿A qué se debe este milagro? —preguntó Helena poniéndose de pie y acercándose para ayudar a Valérie con su maletín y su abrigo.

—Quería saber cómo iba el entrenamiento de “caminar con tacones” —rió.

—Excelente, solo le falta dejar de tropezarse —dijo Esme.

—Oyee —refunfuñó Lucía—. Estoy mejorando.

Valérie se sentó en el sofá junto a los demás.

—Iré a preparar la cena —dijo Helena.

—Y yo me retiro, señoritas. Estaré afuera cuando estén listas para llevarlas —dijo el chofer mirando a Lucía y a Esme.

—Quédate a cenar con nosotros —ofreció Valérie.

—Eso sería un placer.

Tanto Esme como el señor José Carlos decidieron ayudar a Helena con la comida y dejaron a las chicas solas un rato. “Para que se conozcan mejor”, dijeron.

—¿Qué tal ha estado el trabajo? —preguntó Lucía intentando romper el hielo.

—Ha estado bien, hoy ningún viejo millonario me hizo perder los estribos —dijo y ambas rieron.

—Aunque me ha llegado la información de que una niña ha hecho enfadar al hijo de uno de mis socios —agregó y miró a Lucía.

—Bueno, en primer lugar, no soy una niña.

Valérie enarcó una ceja y le sonrió.

—En segundo lugar, él fue grosero. Yo ni siquiera quería estar ahí.

—Sí, la verdad es que es bastante desagradable.

—¡Lo es!

—Así que, no eres una niña. He estado pensando mucho en ti desde que te conocí…

Lucía se sonrojó un poco y sus manos empezaron a sudar.

—…Me di cuenta de que no te conozco. Ni siquiera sé qué edad tienes.

—Oh —dijo mientras sus músculos se relajaban—, tengo 25 años.

—Bien, es una buena edad.

—Es una pésima edad —refutó ella— ¿eres un adulto? ¿eres un niño? ¿qué eres? Estás en medio de la nada, entre querer dormir y ver caricaturas todo el día y tener responsabilidades como trabajar para no morir de hambre.

Valérie empezó a reír.

—Tienes razón, es una pésima edad —dijo sonriendo.

—y tú, ¿qué edad tienes?

—Tengo 35 años. Y sigo estando entre querer dormir y ver caricaturas todo el día y tener responsabilidades como trabajar para… Bueno, no moriría de hambre en un largo período de tiempo si dejo de trabajar, pero mis empleados la pasarían muy mal si lo hago.

—¿Te gusta lo que haces?

—Me gusta mantenerme ocupada. No es el trabajo más divertido del mundo, pero me permite darme lujos que sí son muy divertidos.

Desde el pequeño pasillo que conectaba la sala con la cocina, tres cabezas se asomaban una encima de otra.

—¿Crees que…

—Shh, baja la voz.

—Me estás pisando Esme.

—Creo que la señorita Valérie nunca había sonreído durante tanto tiempo —Esme miraba la escena apoyada en los hombros de José Carlos.

—Es una niña, deben llevarse como unos diez años —dijo Helena.

—¿Y eso qué? Es muy dulce y desde que la señorita Valérie la conoció no ha hecho más que sonreír en su presencia.

—Además es muy considerada con todos nosotros.

—Pues ya veremos. Ahora, par de viejos chismosos, ayúdenme en la cocina, vamos —dijo fingiendo que los golpeaba con el trapo de la cocina.


Hola! Soy yo, de nuevo :3

Una vez más, gracias a quienes se toman una parte de su tiempo para dejarme mensajes por todas mis redes, ustedes son los mejores.

También he creado un blog en Buy me a coffee donde pueden seguirme, leer actualizaciones y apoyarme comprándome un cafecito. Próximamente se activará una membresía para que los que quieran puedan acceder a las historias en PDF con contenido extra y datos interesantes sobre mi proceso de escritura. El link lo encuentran en mi perfil <3

Besitos y abrazos siempre!