Amor de azúcar - Capítulo 6

Amor de azúcar - Capítulo 6...

«¿Dónde estás? ¿Cómo te ha ido en la entrevista?»

El teléfono de Lucía sonaba cada 5 minutos con los mensajes de Inés, pero Lucía no podía moverse ya que tenía a una señora de nombre Esme midiendo cada parte de su cuerpo.

—Tiene muy buen porte, señorita Lucía. Y un rostro precioso, ya entiendo por qué la señorita Valérie la eligió.

—¿Me eligió? ¿Tenía más opciones? —preguntó.

—Sí, Helena y yo buscamos varias chicas para que eligiera. Le insistimos mucho en que debía conseguir a alguien que la acompañara a esas fiestas lujosas.

—¿Y nunca pensó en buscarse una pareja de verdad? —preguntó con curiosidad.

—Conseguir una pareja de verdad siendo Valérie Géroux es un poco complicado. El interés por el dinero y el poder que tiene la señorita siempre ha sido mayor que el amor que pudieran sentir por ella. Lo que es una lástima porque tiene un corazón de oro.

—¿Nunca ha estado con nadie?

—Tuvo algunas novias durante la adolescencia, pero nada formal. Creo que decidió ignorarlo. Y le salía más económico a su salud mental.

—Entonces, ¿a Valérie Géroux le gustan las chicas?

La señora la miró por encima de sus gafas.

—Pero sí que eres bastante tonta —rió y Lucía se sonrojó.

—Ya terminé aquí. Vestido corto, poco escote. ¿Quieres algunos brillos?

—No lo sé, ¿qué usará ella?

La señora la miró con curiosidad.

—¿Quieres ir combinada con la señorita?

—Creo que nos veríamos bien y más como una pareja —dijo ojeando las telas en la mesa.

—Pues sí, tienes razón, se verán muy bien. Los tacones te vendrán bien, tienes buenas piernas. ¿Sabes caminar con ellos?

—Nunca he usado tacones en mi vida —confesó con preocupación.

—Helena te ayudará, es una anciana pero de joven aprendió muchas cosas.

—¿Quién es Helena?

—Es la cuidadora de la señorita Valérie, prácticamente la crió. Aún cuida de ella —rió con ternura—. La señorita podrá ser la más influyente pero es descuidada y olvidadiza con sus propias cosas.

—Oh, entonces espero conocerla pronto —sonrió tomando sus cosas.

—Ya vete, que ese aparatucho tuyo no ha dejado de sonar.

—Es mi mejor amiga, debe estar queriendo saber cómo me fue. Gracias señora Esme.

Lucía salió cual cohete fuera de la habitación hacia el vehículo que la esperaba afuera.

—¡¿Dónde estabas?! ¡Me tenías preocupada! Creí que te habían secuestrado y te habían ofrecido de sacrificio en uno de esos rituales satánicos que hacen los millonarios para seguir siendo millonarios.

—Inés, por amor a Dios, debes dejar de ver esos documentales. Estoy bien.

—Anthony y yo estamos en el bar del centro. Ven ya. El amigo de Anthony está esperándote también.

—Mierda —bufó al teléfono.

—Nada de mierda, te vienes ya —amenazó.

—Estoy exhausta, Inés. En serio. Diles que tengo malestar estomacal.

—¡Lucía! Es un chico lindo, por lo que más quieras, solo asiste hoy. Dijo que conocía a Valérie Géroux.

Escuchar el nombre de su nueva jefa le hizo cosquillear el abdomen.

Suspiró.

—Bien, iré, pero en serio, nada de citas luego de hoy.

—No prometo nada. Te espero. Te quiero, MUUA —dijo lanzándole un beso a través del teléfono.

Le indicó al chofer la dirección y le pidió amablemente que la llevara hasta allá.

—Disculpe —dijo apoyándose sobre el asiento del copiloto desde la parte de atrás— ¿cuál es su nombre?

El chofer la miró por el retrovisor y le sonrió.

—José Carlos, un gusto conocerla señorita Lucía.

—Igualmente señor José Carlos —contestó con una sonrisa—. Gracias por llevarme.

El señor sonrió.

—Es mi trabajo señorita.

—Estaré en el restaurante un par de horas a lo mucho —explicó—, puede irse a donde necesite, no tiene que esperarme.

—A la señorita Valérie no creo que le guste que haga eso.

—No se preocupe, no tiene por qué enterarse. No voy a hacerlo esperar mientras puede hacer otras cosas.

El señor José Carlos parecía pensarlo.

—Bueno, pero llámeme cuando vaya terminando de cenar ¿le parece? No quiero hacerla esperar a usted.

—Me parece bien —anunció con una amplia sonrisa.

El auto se detuvo frente al bar donde la estaban esperando y se despidió del chofer.

No tenía muchas ganas de estar ahí, pero al ver el licor en los estantes se dio cuenta de que le hacía falta un trago. Quizás dos.

—Dios, por fin llegas —Inés se sintió aliviada al ver a su amiga entrar al bar—. No han dejado de hablar de futbol, de autos y de situaciones políticas en el medio oriente. Me tienen harta.

Lucía rió y siguió a su amiga hasta la mesa.

—Hola —saludó apenada—, de verdad lamento haber tardado tanto. Ha sido un día ajetreado.

Lucía se disculpó y se dejó caer en la silla mientras buscaba con la mirada a un mesero que pudiera llevarle un trago.

—Todos tuvimos un día ajetreado y aun así llegamos a tiempo —soltó el amigo de Anthony.

Inés y Lucía lo miraron, luego se miraron entre ellas y rieron.

—Que hombrecito tan agradable —dijo Inés sorprendida—. Anthony, cariño, no mencionaste que tu amigo era un gran imbécil.

Lucía se atoró al intentar evitar reírse.

—No me gusta que jueguen con mi tiempo, es todo.

—Pues ya me he disculpado —dijo Lucía al mismo tiempo que llamaba la atención de un mesero—. Pero, lo haré nuevamente. Disculpa por haber llegado tan tarde, no quería venir.

Al muchacho se le enrojecieron las orejas y se levantó de un sopetón, tomó su abrigo y se marchó.

—Creo que me he pasado.

—Lamento eso chicas, es un poco sensible —dijo Anthony.

—Da igual, un completo imbécil. Lucía, cuéntame cómo te ha ido, qué ha pasado. QUIERO SABER TODO.

El suceso con el amigo de Anthony, cuyo nombre era César y se enteraron minutos después, había hecho que Inés dejara en pausa la idea de que Lucía consiguiera novio. Y lo segundo en su lista de atención era la entrevista de su mejor amiga.

—Inés me ha contado que tuviste una entrevista con Valérie Géroux. Debió ser increíble. Lástima que César se ha ido, le encanta hablar de ella y de cómo su padre es socio de una fundación junto a la corporación Géroux.

Anthony también estaba muy interesado y Lucía, en su mente, organizaba sus ideas para explicar, de la mejor manera posible, el trabajo para el cual había sido contratada, sin que sonara como una completa locura.

—Me ha contratado como su asistente.

Bien, eso no era del todo mentira. De hecho, era una verdad incompleta.

—¡Eso es fantástico! —Inés se levantó de su asiento y abrazó a su amiga con fuerza— ¿y qué tal la paga?

—Solo le tomó dos segundos tomar su teléfono y pagar mi matrícula entera.

—¡No puedo creerlo!

—Yo puedo creerlo menos —dijo Lucía pensando en que también tenía que hacerse pasar por su novia. Pero eso no era necesario mencionarlo.

—Pues brindemos por el futuro increíble que te espera —anunció Inés.

Los tres chocaron sus copas y gritaron al unísono: ¡Salud!


Gracias a las personas que se han tomado el tiempo de leer la historia y dejar sus votos y comentarios. También a los que me han seguido y continuado la historia en mi cuenta de wattpad y a los que me han escrito por twitter y al correo diciéndome que les está gustando Amor de azúcar. Mi amor infinito a ustedes.

Espero que disfruten este capítulo.

Besos y abrazos.