Amor de azúcar - Capítulo 14

Amor de azúcar - Capítulo 14...

—¿En qué piensas? —preguntó Lucía.

Estaba acostada sobre las piernas de Valérie, mientras ésta le acariciaba el cabello. Ambas se habían ido al camarote cuando empezaron a titiritar de frío y notar que había oscurecido.

—En que fue una buena decisión haber ido al cabaré ese día.

—¿Qué hacías ahí? —preguntó con curiosidad.

—Definitivamente no estaba buscando mujeres —rió.

—¿Entonces? —volvió a preguntar decidida a obtener una respuesta.

—Intentaba resolver unos asuntos relacionados con mi hermano —dijo en un suspiro—. Y decidí pasar a visitar a Sofía. No soy socia del cabaré —aclaró—. Sofía tiene un estudio de entretenimiento que financio, se dedican a montar obras de teatro en la capital.

—¿Por qué sigue con el cabaré?

—Tiene valor sentimental, supongo. Era de su familia.

—¿Y qué es lo que pasa con tu hermano?

Valérie borró la sonrisa de su rostro. Lucía se levantó y se sentó frente a ella cruzando sus piernas.

—Jeanluc ha hecho malos negocios —dijo con seriedad—. Y las consecuencias de eso me persiguieron a mí mientras él estuvo en prisión.

—¿Es peligroso?

—No —dijo de inmediato—. Pero he intentado desligarme de todo el asunto y es muy complicado. Usó a la corporación para financiar sus contratos de millones de dólares provenientes de otro lado. Lavado de dinero, posiblemente —confesó.

—Eso es terrible.

—Lo es, aún está en investigación. Y he tratado de que eso no interfiera en mis negocios, que sí son legales —rió con amargura.

Lucía se sentó sobre su regazo, tomando por sorpresa a Valérie.

—¿Qué haces?

—Quiero mirarte —dijo y tomó el rostro de Valérie con ambas manos—. Tienes unas pecas muy lindas que no había notado.

—Eso es porque no habías estado tan cerca de mí —rió Valérie.

—Es cierto —rió con ternura—. La primera vez que te vi pensé que eras la mujer más hermosa que había visto.

Valérie se sonrojó.

—Te veías muy tierna sentada en ese enorme sillón —dijo rodeando a Lucía por su cintura y acercándola un poco más.

—Creo que ahora me veo mucho mejor.

Lucía se refería a que se veía mucho mejor ahora sentada en el regazo de Valérie y no en un sillón, pero Valérie, que era muy dulce e inocente, solo se fijó en que realmente Lucía se veía más hermosa que antes. Quizás era la luz que entraba por la ventanilla y que aclaraba el color de sus ojos y parecía como si pudiera ver más allá de ellos.

Ambas se acercaron y se fundieron en un beso apasionado, como si las ganas de volverse una sola las hubiese abarrotado por completo. Se aferraron la una a la otra con gentileza, acariciando cada centímetro de piel que sus manos encontraran por sí solas, porque ambas habían cerrado los ojos a pesar de que querían mirarse; pero hay algo en los besos cuando son correspondidos que encienden una fogata dentro de sí mismos y la calidez impulsa a no querer mirar para potenciar otros sentidos. En ese instante se sintieron únicas en el mundo, solas e infinitas.

A Valérie le tomó tiempo avanzar y cuando tuvo la valentía de subir la camisa de Lucía y tocar por debajo de su ropa, la chica la detuvo.

—Perdona, yo no… —dijo Lucía con nerviosismo.

—Está bien —Valérie le ofreció una sonrisa—. Yo tampoco estoy lista —confesó.

Lucía volvió a abrazarla con suavidad y hundió su rostro en el cuello de Valérie.

—Esto es suficiente para mí.

Ya había anochecido y las luces de las farolas que bordeaban el muelle iluminaban todo el camino hasta tierra firme. Valérie y Lucía se despedían de todos los conocidos, incluidos Gerard y Ana.

—¿Son cosas mías o realmente el viaje les cambió el aura? —preguntó Ana sonriendo.

—El descanso siempre nos viene bien —afirmó Valérie.

—Y siempre es bueno celebrar el amor —agregó Lucía.

Ambas se miraron de forma cómplice y en un gesto que le derritió el corazón, Valérie tomó la mano de Lucía y la besó.

José Carlos ya las esperaba en el estacionamiento y se había acercado a recoger sus maletas. Lucía lo saludó con un efusivo abrazo que le coloreó las orejas y Valérie sonreía tan solo de mirar lo inexplicablemente tierna que era.

Finalmente al entrar al auto, el cansancio la golpeó y durmió todo el camino recostada del hombro de Valérie.

Había sido muy valiente. Valérie recreaba una y otra vez las escenas en su mente, sonriendo de vez en cuando. De golpe entendió y notó que realmente Lucía la había convertido en una mujer más valiente.

Aún los problemas con su hermano rondaban en su cabeza. Jeanluc había estafado a muchas personas y muchas empresas se habían ido a la quiebra. Tenía un montón de papeleo sobre su escritorio en ese momento. Tres días de descanso se convierten en una tortura cuando hay que volver a la responsabilidad de ser una Géroux.

—Dejemos a Lucía en su casa y luego me llevas a la oficina, por favor —dijo dirigiéndose a José Carlos.

—¿Está segura? —preguntó el chofer— Es un poco tarde.

—Es algo que no puede esperar más.

Lucía balbuceó algo ininteligible.

—Me parece que la señorita Lucía está de acuerdo conmigo —rió José Carlos.

—Es tarde —murmuró abriendo los ojos despacio— ¿Qué harás en la oficina?

—Debo hacer algunas cosas.

—Estarán ahí mañana —respondió de inmediato—, además aún es domingo, el fin de semana no ha acabado.

Valérie la miró con ternura.

—Está bien —dijo dándose por vencida.

Valérie acompañó a Lucía hasta la puerta de su casa y se dieron un tierno beso en los labios que José Carlos celebró chocando sus manos intentando contener su emoción dentro del auto.

La noche estaba fría y bastante oscura. La casa apenas estaba iluminada por la luz de la sala que su mamá le había dejado encendida para cuando llegara. Probablemente ya estuviese durmiendo y ella haría lo mismo.

Cruzó el umbral, se miró al espejo y caminó a través del pasillo hasta la cocina. La casa estaba en total silencio. Se sirvió un vaso de agua y notó un sobre sobre la mesa. Su garganta se hizo un nudo al leer que el banco había comprado la empresa De Santis, que tanto esfuerzo les había costado. No pudo evitar llorar un poco.

Arrugó el sobre y lo lanzó a la basura. Respiró profundo en un intento de contenerse y decidió llamar a Inés.

—¡¿TUVISTE SEXO CON VALÉRIE GÉROUX?!

Lucía alejó el teléfono de su oreja para que el grito de Inés no le dañara su tímpano.

—Inés —dijo con calma— ¿en qué parte de la historia me escuchaste decir que tuve sexo con ella? —suspiró.

—¡¿NO TUVISTE SEXO CON ELLA?! ¡¿QUÉ TE PASA, LUCÍA?! ¡TRES DÍAS EN UN CRUCERO, EN UNA HABITACIÓN A SOLAS CON VALÉRIE GÉROUX…

Lucía volvió a alejar el teléfono y esperó hasta que terminara de gritar.

—Solo nos besamos, hablamos, nos volvimos a besar. Creo que intentó algo pero me asusté y la detuve.

—¡¿QUÉ TE PASA, LUCÍA?! ¡¿CÓMO ASÍ QUE TE ASUSTASTE?!

—Deja de gritar, por amor a Dios —dijo hartándose—. Me gusta mucho, no quiero arruinarlo.

—¡El sexo no arruina!

—¡Sí arruina!

—¡Que no!

—¡Que sí!

—¡NO!

—Ugh, en fin —suspiró Lucía—. Me gusta, Inés. Me gusta muchísimo.

—Claro que te gusta, mi pequeña zorrita lesbiana.

—De todos los apodos que pudiste decirme… Elegiste el peor.

Inés carcajeó al otro lado del teléfono.

—¿Y qué tal besa?

—Increíble —respondió—, es como… —se dejó caer en la cama— estar en las nubes.

—Aw, mi pequeña cosita gay.

Lucía se mantuvo en silencio mientras sonreía pensando en Valérie.

—Bien, dejaré que duermas para que te toques pensando en tu novia verdadera, que antes era falsa.

—Ahg, eres una sucia —dijo poniendo los ojos en blanco y escuchando la risa psicópata de su amiga—. He visto una carta del banco —soltó de repente.

—Oh — dijo con seriedad.

—La han vendido.

—Lo lamento mucho, Lucía.

Lucía suspiró audiblemente y sollozó.

—Lo extraño tanto.

—Lo sé, pero estás avanzando. Sé que te duele, pero tu vida está mejorando.

—Gracias a Valérie.

Y gracias a ti misma, ella te contrató —dijo intentando aligerar un poco el ambiente—. Técnicamente, estabas trabajando. Ahora, las cosas se han dado vuelta un poco —rió.

—No puedo creer que Valérie se sienta atraída por mí.

Yo sí puedo creerlo, eres una chica increíble y maravillosa. Ella tiene mucha suerte ¿lo has entendido?

Lucía rió por lo bajo.

—Lo he entendido.