Amor de azúcar - Capítulo 12
Amor de azúcar - Capítulo 12...
—¡Estuvo a punto de besarte! —exclamó Inés con emoción.
—Estuvo a punto de hacerlo —afirmó Lucía que se encontraba en estado de shock.
—¿Por qué no lo hizo? —se preguntó a sí misma Inés.
Lucía se dejó caer en la cama y cubrió su rostro con ambas manos.
—¿Por qué no lo hizo? —repitió Lucía.
—Quizás tuvo miedo —dijo Inés sentándose al pie de la cama junto a su amiga.
—¿De mí?
—Quizás cree que la vas a rechazar ¿La rechazarías?
Lucía volteó a mirar a su amiga con timidez.
—No.
Inés le sonrió.
—Sabía que ibas a caer —carcajeó—, pero ni siquiera te puedo culpar, Valérie es muy hermosa… Y millonaria —añadió.
Lucía rió y puso los ojos en blanco.
—¿Qué se supone voy a hacer ahora? —preguntó preocupada.
—Vas a lanzarte a ella apenas la veas y le vas a comer la boca.
Lucía tomó una almohada y golpeó a su amiga.
—¿Acaso no es lo que quieres? —preguntó Inés tomando la almohada en sus manos y abrazándola— Oh, Valérie, me muero por besarte y hacerte mía —dijo haciendo una mala imitación de Lucía y fingiendo que Valérie era la almohada.
—Que babosa eres, Inés —dijo Lucía y volvió a cubrirse la cara con las manos.
—Tienes que besarla tú primero, ya viste que ella no tomará la iniciativa —le explicó—. Le gustas, es muy obvio.
Antes de que Lucía pudiera replicar algo, su teléfono sonó.
—¿Será ella? —dijo con un hilo de voz.
Inés se cubrió la boca con ambas manos.
—Mierda, contéstale —la animó— ¡Contéstale!
Lucía respiró profundo y contestó la llamada.
—¿Hola?
Inés la miraba con los ojos abiertos como platos.
—Ah, hola Esme —dijo decepcionada— ¿Qué? —preguntó confundida luego de un rato.
Frente a ella Inés le golpeaba la pierna para que le contara.
—Activa el altavoz, imbécil, quiero escuchar —susurró golpeándola más fuere.
Lucía la empujó con la mano que tenía libre.
—¿Cuándo te enteraste de eso? Oh, está bien. No, no me ha dicho nada, acaba de irse.
Inés seguía zarandeando su pierna y Lucía la miraba y empujaba su brazo para que dejara de molestarla.
—De acuerdo, gracias Esme. Mañana estaré allá. Buenas noches.
—¿Qué paso? ¿Qué te dijo? ¿Por qué tienes esa cara de tragedia?
—Dios, eres imposible.
—Sí, pero ¿qué paso?
—Era Esme, quiere que vaya mañana a su estudio para tomar mis medidas y ver opciones para un vestido de baño.
—¿Por qué? —preguntó confundida.
—Al parecer, unos amigos de Valérie nos han invitado a pasar el fin de semana en un crucero.
—¡¿UN CRUCERO?!
—¿Por qué tienes que gritar? —se quejó Lucía— Me dejarás sorda.
—Mierda, Lucía. Que suerte tienes —dijo zarandeando a su amiga por los hombros.
—Son tres días en un barco —pensó en voz alta.
—Tres días en un barco con Valérie Géroux —mencionó Inés con picardía—. Será una bonita luna de miel.
Lucía se sonrojó y tragó fuerte.
Valérie había recibido la invitación durante la cena en casa de Lucía, pero no había logrado mirarla sino hasta llegar a su casa. Si bien ya estaba alterada por lo que acababa de pasar con Lucía, ahora su cuerpo era un manojo de nervios. Llegó a pensar incluso en rechazar la invitación, la situación se le estaba saliendo de las manos. Muchos pensamientos le daban vuelta a su cabeza y las palabras de José Carlos revoleteaban entre ellas. Al final, decidió aceptar la invitación y trataría en lo posible de pasar esos días y divertirse junto a Lucía, que al fin y al cabo, era lo que tanto le agradaba de ella. Incluyendo su cabello, su sonrisa, la forma de mirarla, sus labios, sus manos, su cintura y un largo etcétera. Realmente intentaba no pensar en ello.
El día del viaje llegó exageradamente rápido. Lucía y Valérie no habían hablado demasiado durante la semana, por lo que cuando se vieron se sonrieron de inmediato. Era algo que les salía natural, la presencia de cada una hacía de ellas una burbuja de alegría. Como si sus almas se conocieran de vidas que habían olvidado.
—Nunca he estado en un crucero —dijo Lucía sentándose a un lado de Valérie en el asiento trasero del auto.
—Gerard está muy emocionado —comentó Valérie—, él y Ana están celebrando sus nosecuántos años de casados.
—Son muy tiernos. Siempre me he preguntado cómo hacen las personas para estar tantos años juntos. Yo paso dos días seguidos con Inés y ya quiero asesinarla.
Valérie rió.
—Supongo que es tolerancia y mucha comunicación.
—¿Nunca has tenido una relación larga? —preguntó y miró a Valérie fijamente.
La chica le sostuvo la mirada un instante y negó con la cabeza.
—Yo tampoco —continuó Lucía mirando luego a través de la ventana.
—¿No te molesta tener que fingir una? —preguntó Valérie apelando a su inseguridad.
Esta vez Lucía negó con la cabeza.
—Si te soy sincera, me he divertido muchísimo siendo tu novia falsa.
—Has dejado muy buena impresión.
—¿A ti te he impresionado?
Valérie la miró disimulando su nerviosismo. Sus ojos bajaron hacia los labios de Lucía y ella lo notó. Se miraron nuevamente y sus mejillas se incendiaron de color.
—Ya llegamos —interrumpió José Carlos que no se había dado cuenta de la situación porque si lo hubiese notado no hubiese dicho ni una sola palabra. Se regañó a sí mismo cuando las chicas bajaron.
El puerto de la ciudad no estaba tan abarrotado de gente. Justo en la entrada se encontraban Gerard y Ana junto a un grupo de personas que Valérie reconoció al instante. Se acercó a saludarlos mientras que Lucía miraba maravillada el enorme barco.
—Wow.
Solo alcanzó a decir y se apresuró a tomar la mano de Valérie para caminar junto a ella. Valérie apretó suavemente su mano y sonrió para sí misma.
Gerard y Ana les dieron una cálida bienvenida y se encargaron de presentarles a Lucía a los demás. Valérie la miraba sonreír y saludar a todos hasta que Lucía la atrapó mirándola y ambas sonrieron al mismo tiempo.
—¿Está todo bien? —Lucía se acercó a preguntarle.
Valérie entrecerraba los ojos a causa de la luz del sol y Lucía usó sus manos para hacerle sombra y mirarla mejor.
—¿Dónde están tus lentes de sol? —preguntó nuevamente.
—¡Ugh! —se quejó al percatarse de que no los tenía encima— Los olvidé.
Lucía sacó unos de su bolso de mano y se los puso.
—Que distraída —dijo y se dio la vuelta tomándole la mano y haciendo que caminara junto a ella.
Valérie solo se dejó llevar. Lucía caminaba frente a ella, sin soltar su mano a sus espaldas. La veía sonreír y saludar a los demás y le dio ternura verla acercarse a la mesa de dulces. La mirada de sorpresa y alegría que le regaló a Valérie terminó por lanzar su corazón fuera de borda. Le gustaba y más de lo que había pensado.
Lucía desenvolvió un caramelo y se lo ofreció a Valérie. Su cuerpo se estremeció cuando los dedos de Lucía tocaron su labio inferior.
En un acto de valentía, Valérie rodeó la cintura de Lucía y se acercó a ella para susurrarle un “gracias” que le puso la piel de gallina a la chica.
Lucía suspiró y acarició los brazos de Valérie aprovechando la cercanía. No podían quitarse la mirada de encima, hasta que Gerard las interrumpió con una sonrisa pícara.
—Valérie, cariño, les he apartado uno de los mejores camarotes —dijo—. Las llevaré para que se pongan cómodas.
Se adentraron en un gran pasillo y subieron una escalera estrecha. Al llegar al piso de arriba se encontraron con otro pasillo más corto y Gerard les indicó cuál era su camarote.
—Ya deben estar sus cosas aquí —dijo tendiéndoles una llave—. Nos vemos a la hora de la cena para el brindis, cumplir 35 años de casados es todo un logro —rió.
Las chicas le agradecieron y entraron al camarote.
El camarote era lo suficientemente espacioso para ambas, una cama matrimonial estaba ubicada a un extremo, cerca de una pequeña ventana rectangular semicubierta por una cortina de color azul.
—No puede ser, hay una Wii aquí —dijo Lucía emocionada—. De niña amaba jugar esto.
—¿De verdad? —preguntó Valérie acercándose a la consola y ojeando los videojuegos.
—Mi papá trabajaba mucho, pero siempre regresaba temprano cada viernes. Más temprano que el resto de la semana. Traía pizza y nos retaba a mi mamá y a mí a cualquier juego. Siempre jugábamos antes de comer —contó con nostalgia.
—Eso es muy bonito. A mis papás los veía muy poco. No eran padres muy amorosos —rió con un toque de amargura—. Mi hermano y yo también éramos muy diferentes. Nunca hicimos nada juntos que no fuese algo de trabajo.
—¿Has estado sola siempre?
—Con Helena —rió—, Esme y José Carlos han estado conmigo durante años.
—¿Y amigos?
—Algunos de la universidad, pero todos son dueños de corporaciones y personas muy ocupadas. Cuando nos graduamos supe que sería el último día que los vería.
—¿Cómo conociste a Gerard y a Ana?
—Cuando cumplí 18 años, mis papás compraron una isla y se fueron a vivir ahí, nos dejaron a mi hermano y a mí a cargo. Debíamos asistir a las reuniones, fiestas, cualquier evento social de la empresa. Gerard y Ana ya eran socios de Géroux desde antes de que yo estuviera encargada. Los conocí en un evento, ni siquiera puedo recordar cuál.
—Bueno, ahora me tienes a mí —dijo entregándole uno de los controles de la Wii.
—¿Qué quieres jugar? —preguntó— Te advierto que soy muy competitiva.
Lucía enarcó una ceja y le sonrió con picardía.
—Yo también lo soy.
Hola! Espero que hayan disfrutado el capítulo
El lunes publicaré dos capítulos más. Que tengan un bonito fin de semana :3