Amor de azúcar - Capítulo 11
Amor de azúcar - Capítulo 11...
Lucía se encontraba de pie en la cocina, su mamá caminaba de un lado a otro preparando la cena que le había pedido su hija a última hora.
—
Entonces, ¿es una relación falsa? —preguntó poco convencida.
—Sí, mamá. Al parecer en ese mundo es importante que los empresarios tengan parejas estables, les da confianza a los socios —explicó.
—¿Y por qué no se consigue una pareja de verdad? —siguió preguntando aún sin entender.
—Porque en ese mundo también es complicado diferenciar quién NO está contigo por el dinero.
—Pero tú sí estás por el dinero.
—Pero, mamá —dijo empezando a desesperarse—, ella me lo está ofreciendo.
—Ah, es que sino lo harías gratis —dijo entre risas.
—¡Mamá!
—Lucía, eres mi hija. Te gusta esa muchachita millonaria y no lo admites. Si vieras como se te pone la carita mientras hablas de ella.
—¡LO SABÍA! —gritó Inés apareciendo de la nada como un ninja del chisme.
Lucía dio un brinco y su rostro se enrojeció.
—¡Te gusta Valérie! —gritó triunfante plantándose frente a Lucía.
—¿Qué carajos te pasa? Casi me matas del susto.
La mamá de Lucía reía a carcajadas sin dejar de preparar la comida.
—La pregunta ahora es… —continuó Inés ignorando a Lucía— ¿Le gustas a ella? —se acercó a su amiga y la miró con picardía— Lo averiguaremos hoy.
—Esta cena será una pesadilla —murmuró Lucía.
Mientras tanto en el penthouse , Valérie iba de un lado a otro sin saber qué ropa usar.
—Señorita Valérie, es una cena informal y me parece increíble que no tenga ropa para ese tipo de eventos —dijo Esme de brazos cruzados.
—Debo tener algo —murmuró con preocupación metiéndose de lleno en su clóset.
Helena entró a la habitación con una montaña de ropa en los brazos.
—¿Dónde está la señorita Valérie? —preguntó estirando el cuello por detrás de la ropa.
—Está en el clóset —respondió Esme.
—Pues que salga del clóset ya.
—Sí, eso debería hacer —murmuró Esme y rió por lo bajo.
—Aquí le traje algo de ropa, vístase ya. Hay jeans, suéteres, póngase lo que sea.
—¿Suéteres?
—Bueno, hace frío.
—Esto es tan adolescente, tengo 35 años, Helena.
—La ropa no tiene edad —reprochó Helena—, de seguro le queda bonito. A ver.
Helena se acercó a ella y empezó a probarle la ropa para saber cómo se le vería. Al final, aceptó los jeans, unas botas negras que no usaba desde la universidad y un suéter con bufanda. Se soltó el cabello, se maquilló poco y salió apresurada del penthouse.
Detestaba estar tan nerviosa, pero Lucía lograba ponerla en situaciones fuera de su zona de confort. No era desagradable del todo, pero se sentía como una adolescente yendo a conocer a los papás de su novia.
—¿Te parece que estoy vestida acorde? —preguntó a José Carlos.
El chofer se había acercado a abrirle la puerta del auto.
—Sí, señorita Valérie. Se ve bastante juvenil e informal —rió—, y si no lo estuviera, no creo que a la señorita Lucía le importara. Estoy seguro de que estará muy satisfecha solo con su presencia.
—¿Usted cree? —preguntó insegura.
—Estoy completamente seguro.
—Debería llevar algo en agradecimiento.
José Carlos la miró a través del retrovisor y asintió.
—La llevaré al local donde la señorita Lucía compra sus postres. He engordado cinco kilos porque siempre está invitándome a comerlos con ella.
Lucía se terminaba de preparar cuando escuchó el timbre y corrió a la puerta antes de que Inés o su mamá se le adelantaran. Efectivamente al cruzar al pasillo, ambas corrían cual cohetes hacia la puerta también.
—No, no, no —susurró con firmeza mirando a su mamá y a su amiga—. Yo abriré, háganse para atrás, chu…
Lucía se dio una última mirada en el espejo de la entrada, exhaló el aire contenido y abrió la puerta.
—Hola —saludó Valérie con una sonrisa—. Traje helado de oreo.
—¡Es mi favorito!
—José Carlos me dijo —rió.
—Pasa, pasa —dijo tomando el helado—. Puedes dejar tu bufanda aquí, está cálido adentro.
—Gracias.
—Oye, te ves muy bien cuando no usas tus trajes formales.
—¿Tú crees? —dijo mirándose al espejo— Tomé lo primero que encontré en el clóset.
Lucía la miró con los ojos entrecerrados.
—Es imposible que hayas encontrado ropa informal en tu clóset.
—Tienes razón, tuve que robar esto.
—Te creo.
Caminaron hasta la cocina donde la mamá de Lucía e Inés disimulaban que no habían estado intentando escuchar lo que las chicas decían.
—Ella es Inés, es mi mejor amiga —dijo Lucía.
Inés se acercó y estrechó su mano con la de Valérie.
—Un gusto conocerte… al fin —dijo Inés ampliando su sonrisa—. Lucía habla mucho de ti, todo el tiempo.
Lucía se deslizó cerca y le dio un codazo en las costillas.
—Y ella es mi mamá.
—Un placer conocerte Valérie, mi nombre es Luciana. Y eres bienvenida a nuestra casa las veces que quieras.
—Que amable, muchas gracias.
—Espero te guste el pasticho, quedó delicioso.
—La señora Luciana prepara el mejor pasticho. Siempre estoy aquí casualmente cuando lo hace —dijo Inés entre risas.
—Eres una acosadora de esta cocina —atajó Lucía.
—El pasticho lo vale, no me importa lo que pienses.
—Me gusta mucho el pasticho y ese huele increíble.
Valérie se sentó junto a Lucía, mientras Inés y Luciana terminaban de preparar la comida.
—¿Qué tal estuvo el trabajo hoy? —preguntó Lucía mientras limpiaba algo en el suéter de Valérie—. Es solo un hilo de la bufanda —dijo.
—Gracias —sonrió intentando no sonrojarse—. El trabajo estuvo aburrido.
—Escuché que César fue desalojado del edificio Géroux. El novio de Inés nos dijo que estaba furioso.
—Debió pensar que sus acciones tendrían consecuencias.
—Ni siquiera había borrado las fotos de su teléfono.
—Lo sé, se delató él mismo —dijo negando con la cabeza—. En fin, es un problema menos para mí, aunque he estado intercambiando correos con su familia. Les ofrecí llegar a un acuerdo siempre y cuando César no estuviera involucrado —agregó y suspiro—. ¿Te ocasionaron problemas las fotos?
—No, de hecho me gustaron, el imbécil de César tiene buen ojo para la fotografía.
Valérie carcajeó.
—Eres incorregible.
A poca distancia, Inés y Luciana murmuraban entre ellas y sonreían sin disimular viendo a las dos chicas hablar. Lucía se había arrimado un poco más hacia Valérie, probablemente sin notarlo. La atraía casi instintivamente.
Cuando terminaron de cenar, la mamá de Lucía se acercó a Valérie.
—Quiero agradecerte por ayudar a Lucía —dijo dándole un pequeño abrazo que Valérie recibió con una sonrisa.
—No tiene que agradecerme eso, señora Luciana.
—Sí tengo, no es solo la universidad, ella tiene una energía diferente desde que te conoce. Está más alegre, no la había visto sonreír tanto desde lo de su papá.
Valérie la miró confundida.
—¿Qué pasó con su papá? —preguntó.
—Murió hace un par de meses.
—Lamento mucho eso —dijo con tristeza.
—Lo que quiero decir es que has llegado como caída del cielo a la vida de mi hija, sin importar que esto de la relación sea fingida. Lucía te tiene mucho cariño, solo hay que verla para saberlo.
Valérie miró a Lucía que recogía los platos de la mesa junto a Inés.
—Lucía es una chica maravillosa —confesó con un brillo en los ojos—, yo soy la que está agradecida de conocerla.
—Realmente harían una bonita pareja.
—¿Q-qué? —Valérie casi se ahoga al escuchar. Su rostro se enrojeció y quitó la vista de Lucía de inmediato.
Luciana carcajeó y negó con la cabeza mientras se daba la vuelta y se iba despacio.
—Estos jóvenes de hoy en día son tan ciegos, no lo puedo creer.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —Lucía se acercó a ella al verla petrificada en su lugar.
Valérie seguía sonrojada.
—S-sí, estoy… estoy bien —titubeó.
—Oigan, voy a poner una película —dijo Inés desde la sala.
—Yo debo irme, perdona.
—¿De verdad estás bien?
—Sí, es que debo organizar unas cosas para mañana.
—Está bien, te acompaño.
Ambas caminaron hasta el pasillo y Lucía le abrió la puerta.
—Gracias por invitarme, la pasé muy bien —dijo Valérie un poco nerviosa.
—Sí, fue divertido —dijo con una sonrisa.
—Bueno… yo… me voy ya…
Lucía se acercó a ella, se estiró un poco, porque Valérie era solo unos centímetros más alta, y le plantó un beso en la mejilla despacio, intentando alargar el contacto el mayor tiempo posible.
El corazón de Valérie se detuvo por un instante que le pareció eterno, sentía sus orejas quemar y si antes estaba sonrojada, esta vez su rostro se pintó de un rojo intenso que incluso la mareó un poco.
¿Qué debía hacer? No sabía cómo reaccionar.
¿Tenía que darle un beso de vuelta? ¿Qué significaba eso? Su estómago se hizo un nudo y en su mente gritaba una voz pidiéndole en bucle que besara a la chica que tenía en frente.
Sin pensar en lo que estaba haciendo, deslizó sus manos por la cintura de Lucía y se acercó un poco a ella. Miraba sus labios, Lucía la miraba a ella. José Carlos miraba desde el auto. Inés estaba asomada desde la puerta de la sala y Luciana miraba desde el final del pasillo apretando el trapo de cocina en sus manos.
Pero sus inseguridades ganaron. Desvió un poco la ruta y besó la comisura de sus labios. Lucía cerró los ojos por un momento y al separarse, casi como si el tiempo se hubiese detenido, se despidieron con una sonrisa tímida y se alejaron la una de la otra.
—¡¿Por qué no la besó?! —preguntó ofuscado el chofer cuando Valérie entró al auto.
—No lo sé —sollozó—. Me desarma por completo, me pone muy nerviosa. ¿Y usted por qué estaba viendo lo que hacíamos? —lo regañó.
—Señorita Valérie, ustedes dos son las únicas que no notan la química que tienen —respondió indignado—, casi que se comen con la mirada.
—No es tan fácil.
—Lo está haciendo complicado —rió José Carlos—. Cuando conocí a mi esposa, la invité a bailar apenas la vi y al final de la noche ya la había besado. No nos hemos separado desde entonces.
—Que suerte —bufó hundida en el asiento.
—¿Qué le preocupa tanto?
—Que todo sea una ilusión —respondió de inmediato—. Que sea tan amable conmigo porque necesita de mí. Que se vaya luego de que consiga lo que quiere.
—Entiendo —dijo en un suspiro—, pero si no se arriesga a saber, puede incluso perder la oportunidad de un amor único.
Valérie le devolvió la mirada por el retrovisor.
—Tome la oportunidad, señorita Valérie.
Capítulo 12 publicado en mi cuenta de wattpad :D