Amor de azúcar - Capítulo 10
Amor de azúcar - Capítulo 10...
Lucía dormía plácidamente con el desorden de su posición. Su cuerpo en diagonal cubría la cama por completo. Las sábanas tapaban su cuerpo excepto los pies, que sobresalían de la cama porque por alguna razón le gustaba así. Su nariz hacía un sonido extraño cada vez que respiraba, quizás era por la posición de su cabeza sobre la almohada. Sus brazos estaban estirados a ambos lados de su cabeza y soñaba con alguna situación extraña que le hacía tener espasmos en el cuerpo.
La alarma sonó sin ningún permiso. Era un sonido fuerte, explosivo, una sirena para despertar a los que les cuesta, como Lucía. Escudriñó con su mano en la mesita de noche e intentó apagarla sin éxito. Aún no había abierto los ojos pero ya su ceño fruncido de enojo se le dibujaba en el rostro.
Resignada abrió uno de sus ojos para tomar su teléfono y poder apagar la alarma. Eran las 06:05am y en su bandeja de mensajes brillaba una notificación con el nombre de Valérie.
Abrió los ojos de inmediato y leyó: Espero que tengas un bonito primer día de clases .
Se dejó caer nuevamente en la cama y tapó su rostro con ambas manos intentando ocultar su sonrisa de sí misma. No era algo habitual y a pesar de que se había puesto de pie, ido a duchar, cepillarse los dientes, vestirse, desayunar y alistar todas sus cosas para sus clases, no dejaba de pensar en su mensaje.
—Gracias. Espero que tengas un buen día en el trabajo. Yo no quería despertar hoy.
A los pocos segundos se arrepintió del mensaje. Qué pensaría Valérie, que era una niña perezosa. Su gesto de preocupación no pasó desapercibido para José Carlos.
—¿Qué le pasa señorita Lucía? —preguntó con curiosidad. Habían cosechado una amistad y de vez en cuando se contaban cosas.
Lucía le contó todo y José Carlos la miró como quien mira a alguien intentando descifrar un secreto.
—¿Y por qué no quiere parecer una niña? ¿Es que acaso está intentando gustarle a la señorita Valérie? —preguntó sin timidez.
Lucía enrojeció por completo y desvió la mirada del retrovisor por donde miraba a José Carlos.
—¿Q-qué?
José Carlos carcajeó golpeando suavemente el volante.
—Le gusta la señorita Valérie —afirmó convencido.
—N-no sé de qué está hablando.
—Señorita Lucía, nadie la va a juzgar por eso. La señorita Valérie es una dama maravillosa, muy buena jefa, muy buena persona —enfatizó—, si le gusta o se siente atraída por ella, no debe apenarse por eso, tiene usted muy buen gusto.
Para ese momento, Lucía ya había enrojecido hasta las orejas. Se mantuvo callada un minuto y luego agregó:
—¿Usted cree que… ella pueda fijarse en mí?
José Carlos la miró a través del retrovisor con curiosidad.
—Si no lo ha hecho ya…
—¡¿Qué?!
Lucía se acercó con brusquedad al asiento de adelante.
—Soy solo un chófer, no se mucho sobre las mujeres, pero a través de este espejo puedo ver —dijo y rió—, hay gestos que las delatan. Y he visto el mismo en ambas.
Lucía se reclinó en el asiento nuevamente sin dejar de pensar en eso. Su sonrisa se transformó nuevamente en un gesto de preocupación.
—No debí decirle que no quería despertar hoy —sollozó.
El chofer solo sonreía complacido.
Al llegar al campus de la universidad, Lucía suspiró de alivio. Allí estaba, por fin. Se acercó a la pantalla de estudiantes regulares y leyó su nombre. Una sonrisa inundó su rostro.
Valérie en realidad lo había hecho. Se aferró a las correas de su bolso para calmar su emoción y caminó con paso firme hacia su primera clase.
Ya se conocía el campus, pero caminar a través de los pasillos nuevamente era un bálsamo a su alma. Había pasado tanto tiempo preocupada, creyendo que no iba a lograr estudiar de nuevo que sentía como si un enorme peso le hubiese sido quitado de encima. Se tomó una selfie junto a la escultura de la facultad de arte y se la envió a Valérie antes de entrar a su salón. Silenció su teléfono sin notar los mensajes que le estaban llegando de Inés, uno tras otro.
Al terminar los dos primeros bloques de sus clases decidió salir a dar una vuelta y comer algo en los jardines donde los estudiantes que eran afines a la actuación se la pasaban practicando obras y monólogos. Pero apenas puso un pie en el lugar, alguien la tomó del cuello de su camisa y la acorraló en la pared del pasillo.
—¡¿Cuándo pensabas contarme esto, Lucía?!
Inés estaba hecha una furia. Sostenía en su mano la hoja de un periódico y Lucía no entendía nada.
—¿De qué me hablas? —preguntó asustada.
Inés le arrojó el periódico a la cara y Lucía lo atrapó con torpeza y al ver lo que estaba impreso en el papel su cara palideció.
Una foto de ella junto a Valérie Géroux. Ambas tomadas de las manos, sonriendo entre ellas. Debajo estaba una foto similar, pero Valérie le daba un beso en la mejilla a ella. Y el titular en letras mayúsculas: LA NUEVA CONQUISTA DE VALÉRIE GÉROUX.
—Valérie matará a César —balbuceó.
Inés la miró con los ojos abiertos como platos.
—¡¿Disculpa?! —Inés estaba muy indignada— ¡Soy tu mejor amiga, Lucía! ¡¿Por qué tengo que enterarme que estás saliendo con tu jefa de esta forma?!
—No es lo que parece —dijo nerviosa—, es… es mi trabajo.
Inés abrió los ojos aún más.
—¡¿Qué es tu trabajo?! ¡¿Tirarte a Valérie Géroux ES TU TRABAJO?!
—Inés cálmate y baja la voz, por amor a Dios.
—¡Explícame antes de que me dé un infarto, Lucía!
Lucía tomó a Inés del brazo y la llevó al jardín donde pensaba ir antes.
—Te iba a contar, lo juro. Valérie me contrató para acompañarla a sus eventos y que fingiera ser su novia —dijo sonrojándose—. Y no, no me la estoy tirando —agregó un poco disgustada—. Esto no debía pasar —dijo señalando la foto del periódico—. La prensa no fue invitada, estoy segura de que fue César. Me lo encontré e intentó amenazarme pero Valérie apareció justo a tiempo y logró intimidarlo, pero esto… Dios, lo va a sepultar.
Inés la miraba estupefacta.
—¿Puedes decir algo ahora?
—No lo puedo creer. ¿Cuánto te está pagando?
—Pagó mi matrícula entera, hasta la graduación. Me asignó un chofer. Me dio una tarjeta de crédito.
—No lo puedo creer —repitió.
—Yo tampoco, sigo creyendo que estoy soñando.
Inés volvió a mirar la foto en el periódico.
—Hubiese jurado que estaban juntas de verdad, no parece que estén fingiendo.
—Nos llevamos bien —dijo tomando la foto para verla mejor. Y una sonrisa se le escapó.
Inés la miró igual que José Carlos durante el trayecto a la universidad. Con curiosidad, intentando escudriñar en la mente de su amiga.
—Quiero conocerla.
Lucía levantó la mirada hacia ella.
—Es complicado.
Inés se cruzó de brazos.
—No sé cómo harás, pero lo harás. Quiero conocerla. Invítala a cenar a tu casa.
Lucía rió ante lo que creyó era un chiste.
—Estoy hablando en serio.
Lucía dejó de reír.
—Valérie pasa todo el día trabajando, no tiene tiempo para esas cosas —se apresuró a decir, aún sin saber si era cierto o no. Lo más probable es que fuese así.
—Repito: no sé cómo harás, pero lo harás.
Inés se alejó sin decir nada más, dejando a Lucía quieta en su lugar.
Valérie ojeó su teléfono antes de entrar a la primera reunión del día. Casi nunca lo hacía, pero esa mañana había decidido enviarle un mensaje a Lucía. Tomar esa decisión le había costado casi media hora, pero pensó que sería un bonito gesto, además quería saber de ella. No pudo evitar sonreír al ver la foto que le había enviado, la guardó en su galería y entró a la sala.
—¿Has visto esto ya?
Iván, su asistente, le había puesto sobre la mesa el periódico de ese día.
—¿Se infiltró la prensa en el evento? —preguntó confundida— Dios, no quiero hacer que despidan a nadie hoy, pero ¿por qué hacen estas cosas?
—La seguridad del evento fue completa, la foto fue tomada por uno de los invitados.
—¿Han averiguado quién fue?
—César Hannigan.
Valérie puso los ojos en blanco y se masajeó la sien.
—Cierra los negocios que tengamos con Hannigan & Co —ordenó con tranquilidad—. Y cancela las reuniones que tenga después de esta, por favor.
—Sí, señorita Valérie.
—Ah! Y haz lo que esté en nuestras manos para retirar todos los periódicos de la zona, cómpralos todos o no sé. Pero esto no debe estar en la calle ni un minuto más.
Iván salió apresurado por la puerta, mientras un grupo de inversores entraba a la sala y empezaba la reunión.
Estaba sentada a la cabecera de la mesa, sus codos estaban apoyados sobre ella, miraba fijamente la presentación pero no escuchaba nada de lo que decían. Se ajustó los lentes de lectura que usaba en esas ocasiones para que su vista no se cansara y respiró profundo.
A Valérie le preocupaba la privacidad de Lucía. Estaba un poco nerviosa por eso. Temía que Lucía estuviera enojada, avergonzada y ya no quisiera continuar. El estrés de la situación no la dejaba pensar, se disculpó con sus inversores y salió de la sala sin decir nada más.
Revisó el horario de clases que Lucía le había enviado el día anterior y se aseguró de que estuviera libre para llamarla. Sus manos temblaban un poco y empezó a caminar de un lado a otro dentro de su oficina.
—¿Hola? —saludó a través del teléfono.
—¡Valérie! — saludó Lucía de manera efusiva — Justo pensaba en llamarte.
—S-sí, quería saber si estaba todo bien en la universidad. He visto la noticia en el periódico esta mañana. De verdad lamento tanto que haya salido a la luz, no quiero ocasionarte problemas…
—Ah, eso. No te preocupes — dijo entre risas —. Quiero saber qué día estás desocupada — añadió con timidez —, Inés quiere conocerte.
—Oh — dijo sorprendida.
—Digo, si quieres. Podrías venir a cenar a mi casa.
—Eso me encantaría.
—¿De verdad? — preguntó con emoción.
—Sí, por supuesto.
—¿Estás libre esta noche?
—Lo estaré para ti —dijo sin dejar de sonreír—. Tengo que colgar, salí de una reunión y tengo a cinco personas afuera de mi oficina mirándome como si me hubiese vuelto loca.
Lucía carcajeó al otro lado del teléfono.
—Te veo en la noche, suerte en tu reunión.
Valérie colgó la llamada y salió de regreso a la sala de reuniones como si nada hubiese pasado. Pero con la alegría brotándole a través de los poros.
El capítulo 11 ya está publicado en mi cuenta de wattpad
Besitos y abrazos <3