Amor de 3 Cap. 04: Consecuencias

¡AMOR! NECESITO DECIRTE ALGO… TE AMO… REALMENTE TE AMO… POR FAVOR… ¿DÓNDE ESTÁS?... TE NECESITO… Muchas gracias por todos los comentarios y valoraciones.

Era su segundo año juntas. Bárbara se había esmerado en preparar todo para esa noche. Cocinó para ella. Por la mañana había ido al mercado. Compró un nuevo mantel y muchas rosas. Mientras la comida terminaba de cocerse deshojó una a una los rosas rojas que había comprado por la mañana. Con sus pétalos dibujó un pequeño camino que iba desde la puerta de la habitación hacia la cama. En ella esparció los pétalos restantes y adornó la pieza con velas aromáticas. En la punta de la cama dejó una botella de champagne con dos copas de cristal y un margarita que cruzaba entre ellas. Era su flor preferida y quería que resalte de entre todo lo demás.

En el comedor puso el mantel nuevo. Estrenó un juego de platos negros que había comprado hacía unos meses para ese día. Haciendo juego, colocó dos copas de cristal negro y servilletas de lino blanco. En el centro de la mesa un florero de vidrio con dos margaritas en su interior. Llevaba preparando todo desde  tempranas horas de la tarde.

Bárbara se había esmerado tanto ese día que el olvido de Nadia la había herido en lo profundo de su ser. No hablaron mucho durante la cena. Y es que, Bárbara se encontraba distante.  Ocultaba sus pensamientos detrás de las sonrisas que regalaba a quien amaba. En su interior éstos la abrumaban.

Nadia, por su lado, tampoco hablaba demasiado. Cuando entró al comedor y vio todo lo que para ella había preparado Bárbara se sintió deslumbrada. Ese hermoso ser que llevaba a su lado hacía dos años seguía teniendo la capacidad para sorprenderla. En la mesa, en silencio, la observaba. Su hermosa cabellera castaña caía por sobre uno de sus hombros desnudos. Llevaba puesto un pequeño vestido blanco al cuerpo. Sus hombros quedaban al descubierto pues no tenía mangas y sus pequeños pechos apenas estaban cubiertos por la fina y transparente tela del vestido. Sus labios pintados de rojo carmesí resaltaban en su rostro apenas bronceado.  No podía dejar de mirarla. Estaba realmente hermosa.

-        Está exquisito todo. Realmente exquisito –

-        Gracias, pase gran parte de la tarde cocinando. Me alegra mucho que te guste.

-        Amor, necesito decirte algo.

-        ¿Si?

-        Lamento mucho haber olvidado nuestro aniversario. Ver todo lo que hiciste… ver todo esto, bueno… Realmente me siento muy mal. No quiero que pienses que no me importas, porque no es así…

-        Está bien, no te preocupes. Hoy es nuestro aniversario.  Olvidemos todo lo demás y disfrutemos de esta noche juntas.

-        Te amo. Eres lo mejor que me paso en la vida. Sé que muchas veces no te lo digo, pero no por eso siento otra cosa. Te amo con locura.

Bárbara sonríe. Escuchar esas palabras de su boca hacía desaparecer todo lo demás.

Nadia se levanta de la mesa. Camina hacia Bárbara que aún estaba sentada. Se para frente a ella, toma con sus manos su rostro y suavemente acerca sus labios a los suyos. La besa con ternura. Sus labios se fundieron en una dulce danza. Con sus manos aún sosteniendo el rostro de Bárbara aleja su boca y en silencio la mira fijamente a los ojos. Luego de unos segundos dice dulcemente “Te amo”, y deja caer su rostro sobre las piernas de Bárbara. Abraza sus muslos con fuerza y queda recostada unos segundos sobre ellos mientras Bárbara acaricia su cabello y responde que ella también la amaba.

-        Te tengo una sorpresa más – dice a Bárbara.

Se levanta de la silla. Toma de la mano a Nadia la lleva hacia la puerta de la habitación. Al ver todos los pétalos en el piso de la pieza y sobre la cama, la botella de champagne y las copas quedó asombrada. La pieza estaba tenuemente iluminada por la luz de las velas. Bárbara la dirige por el camino de rosas hacia la cama. Agarra con fuerza sus dos manos y la besa con pasión. Luego la sienta sobre la cama. Toma un pañuelo de seda negra de uno de los cajones de la mesa de luz. Cubre sus ojos. Con sus labios recorre su rostro. Besa sus ojos, sus mejillas, el costado de sus labios… por último besa sus labios con ternura. Con sus manos recorre suavemente su cuerpo. Los pequeños vellos de Nadia se erizan ante el contacto de ellas. – No te muevas, espera un segundo… - Dice suavemente al oído de Nadia. Toma la margarita que estaba en la habitación y se acerca a su amada. Deja la flor sobre la mesa de luz. Hace parar a Nadia. Desprende uno a uno los botones de la camisa de Nadia. Baja el cierre de su pollera negra para luego quitársela. Nadia queda frente a ella vistiendo tan sólo su ropa interior negra. La observa unos segundos. Admira su belleza… su cuerpo. Luego la recuesta sobre la cama. Tendida en ella, Nadia, con sus ojos tapados, queda a merced de sus deseos. Bárbara toma la margarita. Con ella comienza a recorrer el cuerpo de Nadia. Comienza por sus senos. Con sus pétalos dibuja círculos sobre sus pezones.  Luego desciende. Recorre su abdomen. Nadia poco a poco se va excitando. Su cuerpo tiembla y se sumerge en el placer. Desciende. Baja hacia sus muslos. Realiza suave movimientos con los pétalos de la margarita. Dibujo círculos y líneas. Continúa recorriendo su cuerpo al mismo tiempo que acerca sus labios a los de Nadia. La besa con una suave pasión. Coloca la flor a un costado y con sus dedos penetra dulcemente a su amada. Sus movimientos son precisos y tiernos. Con su otra mano acaricia sus senos. Le hace el amor. Se fulmina su cuerpo y el ella. Nadia explota de placer pero al mismo tiempo siente un inmenso dolor en su interior. Nunca había hecho el amor de tal manera. Sentía como Bárbara la penetraba en lo profundo. Se metía totalmente dentro de ella. Se sumergía en su corazón. Al terminar Bárbara quita el pañuelo de sus ojos, la mira fijamente y le dice que la ama. Nadia siente algo frío rozando sus mejillas. Una lágrima caía de sus ojos. Ya no era dueña de ella misma. Bárbara ahora era su dueña…

La abraza con una fuerza abrumadora. Posa su rostro sobre los hombros de Bárbara. Besa su cuello. Luego sus labios. La acaricia. Quita su vestido blanco. Besa todo su cuerpo con ternura. Con sus labios recorre todo el cuerpo de la mujer que hacia unos instantes la había hecho suya. Juega unos segundos sobre su vagina. Luego con sus dedos comienza a tocar su clítoris. Sus movimientos son suaves y tiernos. Bárbara se sumerge en la pasión al mismo tiempo que se sumerge en el amor. Sentía como si su espíritu empezara a flotar y se escapara de su cuerpo. La excitación era cada vez mayor. Y llega, termina. Fue una explosión de pasión y amor. Nadia se recuesta sobre el cuerpo de Bárbara y ahí se quedan. Una y otra, en un abrazo que las volvía una.

Esa noche durmieron sumidas en aquel abrazo sin fin. Bárbara despertó temprano al otro día. La noche había sido distinta a otras. Era la primera vez que sentía que Nadia le hacía el amor. Su cuerpo aún estremecía. Pero en su interior sus sentimientos luchaban. Amaba a esa mujer que ahora estaba tendida sobre su cama, pero no estaba segura de los sentimientos de ella. La había sentido diferente a la noche, pero quizás ya era demasiado tarde. Toda su vida se había dejado llevar por la pasión. Los sentimientos la dominaban. Pero sentía que al dejarse llevar por ese torbellino que tenía en el estómago cuando se enamoraba, la pasión la dominaba y no la dejaba pensar. Y ahora, en frío, pensaba que tal vez había depositado todos sus sentimientos en una persona que jamás la amaría, aunque esa noche había sentido su amor…

-        Buenos días amor. – dice Nadia al despertar.

-        Buenos días ¿cómo dormiste?

-        Muy bien, de hecho. Hacía tiempo que no descansaba tan bien.

-        Me alegro mucho. ¿Preparo algo para desayunar?

-        Bueno.

Bárbara prepara café y unas tostadas. Una vez terminado todo llama a Nadia a la cocina. Se sientan a desayunar. Al terminar Nadia deja a un lado su taza y se acerca suavemente al cuello de Bárbara. Comienza a besarla con ternura. Bárbara sutilmente aleja a Nadia de su lado.

-        ¿Qué pasa amor? Realmente te deseo…

-        Lo de anoche fue hermoso. Fue la primera vez que realmente te sentí conmigo. Y…  Soy una persona… te amo con locura… pero vos… ¿vos me amas? – Dice Bárbara al mismo tiempo que sus lágrimas asomaban en sus ojos.

-        No llores amor, sabes muy bien que te amo. Hace dos años que estamos juntas. Te amo con locura, no entiendo qué pasa. Si anoche estamos tan bien… ¿qué te pasó? ¡La verdad no entiendo nada!

-        Hace meses que me vienen pasando muchas cosas… Hoy me dí cuenta de que realmente, en estos dos años juntas, nunca me amaste… o no cómo yo te amo…

Nadia se queda en silencio pensando. No sabía bien que decir. En su interior sabía que Bárbara estaba, de cierta manera, en lo cierto. Desde que salían ella había sido varias veces infiel. Compartía la cama de otras mujeres y luego, después de un baño, dormía con ella. Nunca antes se había planteado sus sentimientos hacia Bárbara. Pero esa noche había sentido algo distinto en ella. Sabía que ella era alguien especial en su vida. La quería… la adoraba… pero ¿la amaba?

-        Amor no sé de que estás hablando. ¿Crees que me hubiera quedado todo este tiempo si no te amara? …

-        La verdad Nadia ya no sé que creer. Estoy muy confundida.

-        ¿Confundida?... Es eso entonces… vos sos la que no está segura de lo que siente. Es por eso que ahora me salís con estos estúpidos planteos.

-        ¡¿Qué?!... Realmente sos una hipócrita… Sé muy bien lo que siento. De lo que no estoy segura es de vos… VOS…

Bárbara entregaba a cada momento el corazón sin medida, pero el desinterés que mostraba Nadia ante la relación hizo que se planteara que tal vez entregar todo sin medidas, sin considerar las consecuencias,  la estaría conduciendo por un camino absolutamente distinto del que había soñado al comenzar la relación.

-        De MÍ… ¿Cómo es eso? Si yo te dí todo… En estos dos años te dí todo lo que podía… ¿Acaso no es suficiente eso? ¿No te alcanza?... Me parece que la única con problemas acá sos vos…

-        La verdad sos increíble. Ahora querés echarme la culpa a mí. ¿Todo? ¿Qué es todo para vos? Si no das nada… Lo único que recibo son migajas de vos… Y… disculpa que te lo diga, pero, EL AMOR SE MERECE, EL AMOR NO SE MENDIGA…

-        ¿Migajas?... ¿Mendigar?... acaso te estás escuchando… Nunca mendigaste mi amor. Yo te dí todo lo que podía… Pero para vos nunca fue suficiente…

-        Tenés razón… soy yo… Nunca me alcanzó lo que me diste. Y ya fue suficiente… me cansé de vivir de tus migajas…  Hasta acá llego… Va a ser mejor que te vayas… Es mejor que nuestros caminos se separen…

-        Está bien, si es lo que querés. Lo único que te digo es que si algún día te arrepentís, no me busques, porque acá se termina todo… TODO… No pienses que te voy a esperar, porque no lo voy a hacer…

-        Está bien, no esperaba otra cosa de vos… Nunca luchaste por mi amor, ¿por qué ibas a hacerlo ahora?...

Nadia cierra la puerta de un golpe. Se va sin mirar atrás. Mientras tanto, en la habitación, Bárbara llora en soledad. Su dolor era inmenso, pero sabía en su interior que aún era posible salvar la poca dignidad que aún le quedaba. Sin pensarlo dos veces prepara sus cosas y decide partir… alejarse de todo…

Camino a su casa Nadia no deja de pensar en lo sucedido. Pero su orgullo no la dejaba volver… ni siquiera a sí misma  era capaz de reconocerse como la única causante del fin de la relación. Sus miedos y sus incertidumbres habían convertido su relación con Bárbara en un simple escarceo, una aventura amorosa absolutamente superficial.

Ya en su departamento los recuerdos la comienzan a inundar. En su mente las cosas comienzan a aclararse. Sabe que su silencio había causado gran dolor a Bárbara. Sin tan sólo le hubiera contado su pasado. Si hubiera sido capaz de decirle como sucedieron las cosas años atrás. Si tal vez ella supiera de su historia con Ayelen podría comprender por qué era así… por qué le resultaba tan difícil entregarse al amor. Pero su orgullo la dominaba. No podía demostrarse débil… no podía permitirle que la lastimara… Porque sabía que si le contaba todo se volvería vulnerable, podría cruzar todas sus barreras y destruir todo aquello que la protegía… Dejaría expuesto lo que aún le quedaba sano en su corazón.

Paso todo el día pensando en lo sucedido. Esa noche pidió libre para poder descansar y aclarar su mente y su corazón. Sin embargo, no pudo dormir. El dolor se apoderó de ella. No se había dado cuenta antes de lo mucho que la amaba… de lo mucho que la necesitaba… Se había dado cuenta de que era ella la dueña de su corazón… de que era ella quién la podía salvar… Había llegado tan lejos sola, había logrado tanto sin la ayuda de su familia, pero se había dado cuenta de que al final nada de eso realmente importaba… Nada realmente importaba si no tenía a nadie con quién compartirlo.

Eran ya las cuatro de la madrugada. Seguía sin dormir… seguía pensando en todo lo que había pasado… Las lágrimas comienzan a caer de sus ojos. Necesitaba hablar con Bárbara. Necesitaba aclarar las cosas. Contarle como fueron… Desesperaba por sus besos, sus caricias, su olor, su cuerpo… SU AMOR…

Toma el teléfono para llamarla. Pero algo en ella lo impide. Se da cuenta de que si realmente deseaba recuperarla debía ir a buscarla. Demostrarle que realmente le importaba… que realmente la amaba. No repara en la hora, pero que es el amor sino la suma de actos sin sentido, de locuras desenfrenadas, de pasiones desbordadas.

En tan sólo unos minutos llega a la casa de Bárbara. Golpea con fuerza la puerta. Estaba dispuesta a darlo todo. Quería ser salvada por ella. Quería dejar el pasado atrás. Permitirse ser salvada por el amor de Bárbara. Permitirse salir de ese pozo en el que tantos años atrás el desamor de Ayelen la había sumido. Golpea cada vez con más fuerza y de manera más insistente, no le importa si molestan los ruidos a los vecinos, no le importa nada más que ella. Pero nadie atiende. Continúa golpeando durante uno segundos más. No le abre la puerta.  Comienza a desesperarse aún más. Grita su nombre. La llama… pero nada pasa.

Olvidándose de todo, de que tal vez Bárbara la echara a los gritos, agarra el juego de llaves en su bolsillo y abre la puerta.

-        ¡AMOR! NECESITO DECIRTE ALGO… TE AMO… REALMENTE TE AMO… POR FAVOR… ¿DÓNDE ESTÁS?... TE NECESITO…

Pero el silencio es su única respuesta. Tan sólo estaba prendida la luz del living. El vacío era su única compañía.  Dónde estaba. Dónde podría haber ido a esa hora de la madrugada… La llama al celular… El buzón de voz. Estaba apagado su teléfono. La desesperación se apodera de ella. ¿Dónde la podría encontrar?