Amor de 3 Cap. 02: Recuerdos
Muchas gracias por los comentarios, me animan a continuar con esta aventura de escribir. Les dejo la segunda parte, espero que la disfruten y como siempre quedo a disposicion de sus valoraciones.
Capitulo 2: Recuerdos
Nadia amanece aún estremecida por lo sucedido anteriormente. Su cuerpo aún conserva el perfume de la extraña mujer con quien había tenido sexo hacia tan sólo un par de horas. Su cuerpo desnudo yacía sobre la cama mientras pensaba en ella. La excitaba tanto que con tan sólo recordarla comienza a calentarse. Pone su mano por sobre su vagina. Con ella toca su clítoris y se acaricia suavemente. Realiza tiernos movimientos y poco a poco se llena de placer mientras imagina que está siendo tocada por ella, la otra. Su humedad consume su sexo. Continúa tocándose pero lo hace cada vez con más fuerza. Con otra mano toca su pecho. Lo acaricia. Lo toca. Y llega, termina…
Cuando está terminando su orgasmo suena el teléfono. Se reincorpora rápidamente y atiende.
- Hola amor, buen día. ¿Cómo estás? – Dice una dulce voz al otro lado del teléfono.
- Hola hermosa. Todo bien ¿y vos? Recién me levanto. Anoche trabajé hasta tarde. Por suerte había mucha gente en el pub.
- Me alegro, tan sólo te llamaba porque te extraño. Hace un par de horas estoy levantada. Tenía que hacer unos trámites temprano. ¿Qué haces ahora? ¿Te parece si almorzamos juntas?
- Claro, en media hora estoy en tu casa. Un beso. Te amo.
- Yo también te amo. Un beso. Te espero.
Al cortar el teléfono se dirige al baño. Necesita
bañarse nuevamente. Bajo la ducha piensa en las dos mujeres que ahora tenía en su vida.
Ya habían pasado dos desde aquel soleado día en que la había conocido. Estaba sentada en la playa tomando sol. Era un día muy tranquilo y se encontraba totalmente aburrida. Estaba disfrutando del sol cuando una repentina sombra cubre todo su cuerpo. Abre sus ojos encandilados aún por éste, y sin distinguir demasiado aquella extraña figura, con cara de malhumor y molestia, los fija en el rostro de ella.
- Disculpa, - le dice una dulce voz – no quisiera molestarte, pero he notado que tienes a tu lado una novela que hace tiempo la estoy buscando, y …
- ¡¿Sí?!...
- Quería preguntarte dónde la compraste. Para poder ir y comprarla.
- Mira, la verdad la he comprado en España. Mucho antes de venir aquí. No sé dónde podrías conseguirla en este país.
- Ah, bueno. Disculpa de nuevo, por molestarte… Es que realmente hace mucho tiempo que quiero leerla. Es una de mis autores preferidas.
Recuerda que a medida que avanzaba la conversación, y
sus ojos recuperaban la claridad, iba descubriendo una hermosa mujer parada frente a ella. Y fue justamente esa la razón, su belleza, lo que la llevó a decirle:
- Si quieres te lo puedo prestar, así puedes darte el placer de leerlo. Es realmente bueno. A mí me ha gustado muchísimo.
- ¿Realmente harías eso? Si ni siquiera nos conocemos, ¿cómo sabes si algún día, al terminar de leerlo, te lo devolveré? – responde al mismo tiempo que emite una suave sonrisa.
- Bueno, eso lo podemos resolver rápidamente, lo de conocernos. Con respecto a la segunda pregunta, creo que simplemente decido confiar en ti.
Y así fue. Luego de aquella breve conversación, y de que
Nadia se pusiera el pareo por sobre la pequeña bikini que llevaba puesta, fueron a un cercano bar a tomar unas copas y conversar.
- Y dime ¿cómo te llamas?
- Bárbara, ¿y vos?
- Nadia. Es un placer conocerte Bárbara. Ahora bien, sueles hacer siempre esto.
- ¿Qué? ¿Ir a un bar con una completa desconocida, en una ciudad a la que apenas he llegado?
- No, en realidad me refería en lo de acercarte a hablarle una total desconocida acerca de una novela y luego terminar aceptando su invitación sin siquiera preguntarle su nombre antes de llegar al bar…
- Debo ser honesta,… - sonríe tímidamente mientras pasa sus finos dedos por sobre el borde de un vaso con un extraño coctel local. – hacía más de media hora que llevaba observándote antes de acercarme a hablarte. La verdad, lo de la novela fue sólo una excusa. En el momento en que te vi tendida sobre la arena, tomando sol, me gustaste…
- Valla, sos muy directa. Realmente me gusta mucho eso. Pero, quiero preguntarte algo, ¿qué te hacía estar tan segura de que yo era lesbiana? Porque no creo que te acercaste a mí por si las dudas. Es decir, en un país al que hace poco llegaste, como recién me dijiste, creo no vas por las calles levantando mujeres sin primero asegurarte de que comparta tus mismos gustos.
- Es verdad – dice mientras mira fijamente la novela que está sobre la mesa. – Dudé durante un rato, sabía que me gustabas, pero no sabía si eras de mi tipo o no. Pero cuando vi a tu lado la novela “La Mansión de las Tribadas” de Lola Vanguardia; y siendo que ya la conocía y sabía de que se trataba, me dije a mi misma: “si no fuera lesbiana, no tendría esa novela a su lado. Después de todo la misma es una novela de lesbianas.”
- Bueno, ¡esa es una buena razón para creer que lo soy…! De todas formas, déjame decirte que si te hubieras acercado y me hubieras dicho que te gustaba y por eso querías conocerme, yo hubiera aceptado de inmediato. Eres realmente hermosa y no hubiera duda un segundo en seguirte…
Y así es como Nadia lo recordaba. Esa había sido la
primera cita. Dos completas extrañas que se habían conocido en un soleado día martes, en una tranquila playa de Dubai.
Ya hacía más de media hora que estaba en la ducha. Su cuerpo se encontraba arrugado como si tuviera más de 50 cuando tan sólo contaba con 25 años. Se dirige al dormitorio a ver que ropa se pondría. Mientras selecciona un cómodo jeans azul claro y una remera al cuerpo color blanca, se mente vuelve a retroceder al pasado hasta llegar a su primer noches juntas.
Esa misma noche, al terminar los tragos, caminaron, entre risas e historias, hasta la casa de Nadia.
- Si querés podes preparar unos tragos. Sentite como en tu casa. Yo me voy a dar una ducha. Todavía tengo arena por todo el cuerpo.
- Ok. Te espero. – Responde Bárbara.
Nadia entra al baño. Se desnuda y deja el agua correr
por su cuerpo. Estaba enjabonándose cuando Bárbara entra al baño, totalmente desnuda. Se acerca a ella y le pregunta:
- Te molesta si entro con vos. La verdad es que hoy ha sido un día muy caluroso y deseo mucho refrescarme.
- Claro, me encanta la buena compañía.
Bárbara tenía un cuerpo realmente hermoso. Su tez no
estaba demasiado bronceada, pero tampoco era demasiada blanca. Tenía unos pequeños y firmes senos. Su vagina estaba recubierta con un leve manto de vello castaño, su abdomen plano y un poco marcado, quizás de hacer ejercicios, y su castaño pelo largo que llegaba casi a la cintura. Era una hermosa figura que posaba desnuda frente a ella.
Cuando Bárbara ingresa a la ducha, Nadia toma con su mano el cuello de ella y trae suavemente su rostro hacia el suyo para besarla. Fue un beso suave y tierno, pero al mismo tiempo intenso. Sus labios se unieron por unos segundos en una inmensa ternura, pero luego la pasión dominó sus cuerpos. Nadia la pone contra la pared de la ducha, besa su cuello, para luego deslizar su lengua por sobre sus pechos y sus duros pezones. Realiza círculos suaves y bruscos al mismo tiempo. Mientras Bárbara se sumía en la pasión, Nadia comienza a bajar su mano. Roza por unos instantes sus labios, luego se sumerge en su sexo. Con sus dedos frota su clítoris. Realiza suave movimientos. Al mismo tiempo, Bárbara, encuentra la manera de pasar su brazo por entre los de Nadia y su cuerpo, para alcanzar con su mano la vagina de ella. Mientras caía agua por sus calientes cuerpos, sus manos rozaban los clítoris de una y de otra. Los movimientos se volvían cada vez más intensos. Sus lenguas se entrecruzaban como serpientes en celo y sus cuerpos se enlazaban como llamas de un mismo fuego. Se penetran. Se sienten una dentro de la otra. Continúan así por una par de minutos. Luego, vuelven a tocar sus clítoris. Los movimientos son cada vez más rápidos y fuertes. Y terminan… mágicamente terminan juntas. Un orgasmo compartido por dos almas que hacía apenas unas horas eran totalmente desconocidas.
Esa noche Bárbara pasó la pasó en su casa. Y a partir de aquella comenzó su relación.
Ya cambiada Nadia recupera la noción del tiempo. Como siempre iba a llegar tarde. Toma una campera, la billetera y las llaves del departamento y sale aprisa. Mientras bajaba por las escaleras no dejaba de repetirse a sí misma que al llegar a casa la llamaría. Tenía que saber más de ella. Quería volver a tenerla. Sí, cuando regresara de su encuentro con Bárbara la llamaría a ella, la extraña mujer que esa misma noche la había hecho estremecer….