Amor Comprado: La confesión de Alfonso.
Julio termina enterándose de la verdad... ¿Qué sucederá ahora?
AMOR COMPRADO
CAPÍTULO XIII “EL INFIERNO”.
AGOSTO 2002.
Me levanté cansado y con sueño… era una pesadilla, la peor de todas las que he tenido; de repente me sorprendió Pablo, un chico con el que había hecho muy buena amistad… además de que tiene ciertas preferencias en la productora.
- ¿Ya estás listo para tu chequeo? - me preguntó Pablo – ya pasaron justo seis meses desde que llegaste aquí.
- Sí – respondí cansado – ya mismo me preparo.
- Te ayudo – dijo mientras se acercaba a mí para ayudarme a vestir.
Pablo es un chico de tez morena clara, ojos marrones y labios finos; parece uno de esos modelos de revistas, con un cuerpo perfectamente moldeado; en fin… un chico “perfecto”; así lo describía yo… mi único amigo que hice desde que llegué a este lugar.
Aún lo recuerdo todo; llevaba un mes aquí, cuando terminé de filmar una película… me sentía cansado y aún mareado, pues siempre me han obligado a tomar drogas justo antes de la filmación… me dolía el ano demasiado; me recosté en la cama donde había filmado y me quedé dormido.
Nunca supe cuánto tiempo estuve así… lo que recuerdo es que desperté en una cama de hospital y Pablo estaba vigilándome; tenía finta de tipo duro y agresivo; en cuanto se dio cuenta de que había despertado, se acercó a mí y me preguntó «¿Cómo te sientes?» a lo que yo sólo respondí con un tímido «Mal».
En ese momento él salió a prisa de ahí y minutos después entraba de nuevo acompañado de un médico; quien me examinó la temperatura y me revisó mi cuerpo en general; hasta que me puso boca abajo y me revisó el ano «Ya se detuvo el sangrado» comentó «por suerte, sus exámenes salieron negativos al VIH u otra ETS/ITS; pero no hay que confiarse, pues por el momento él se encuentra demasiado delicado como para seguir filmando» ordenó.
Desde aquel día, Pablo me procuraba mucho en todos los aspectos, ya que siempre procuraba alimentarme sanamente, me ayudaba a hacer ejercicio, me permitió vivir en su departamento, aunque no podía salir nunca de ahí, pues siempre había gente custodiando el lugar.
Un buen día, Pablo me dijo que el jefe quería hablar conmigo; así que me hizo una cita, a la cual acudí puntualmente; en cuanto entré a su despacho, me ordenó sentarme y fijó su mirada en mí… por fin estaba frente a frente con “El Zorro”. * Así que tú eres Ernesto – dijo – el “chico inusual”. * Si – respondí. * Pablo me ha hablado mucho de ti – respondió - ¿Ya te hiciste tu chequeo? * Sí, señor – respondí – los resultados son negativos ante cualquier ETS o ITS. * Perfecto – sonrió – me interesa tu estado de salud porque tengo una propuesta para ti. * Adelante – dije con total seguridad – lo escucho atentamente.
Abraham Cabrera “El Zorro” y yo estuvimos discutiendo mi situación actual en la productora porno donde trabajo, y me ofreció algunos “beneficios” con una paga buena y departamento propio para vivir, a cambio de protagonizar exclusivamente sus películas por un año, en vez de ser sólo parte de los “extras”.
Al final, terminé aceptando la oferta, pues ya me empiezan a conocer en el mundo del porno gay y es momento de aprovechar todo este asqueroso mundo… sí, lo admito; me siento vacío, sucio… pero necesito dinero y trabajo, así que mientras trabaje aquí y me hagan chequeos, no cambiaré de idea. * ¿Qué edad tienes, muchacho? – me preguntó “El Zorro” * Tengo 17 años – respondí. * Perfecto – sonrió. * ¿Perfecto para qué, señor? – pregunté. * Es hora de que le saces el máximo provecho a este mundo – sonrió – yo te llevaré a la cima, ya lo verás. * Por supuesto – dije – llegaré a la cima.
Mi vida dio un giro completo cuando conocí a Diego… no puedo evitar sentir remordimiento por lo que le hice a Ernesto, a mi propio hermano; de repente entró Julio molesto porque no estaba la niña… ¿En dónde se metió? * ¡Ernesto! – gritó - ¿Qué estabas haciendo? * Me recosté un rato – dije – me dolía la cabeza. * No puedo creer lo descuidado que eres – dijo - ¡Es tu hija! ¿Acaso no te importa lo que pueda pasarle?
De repente tocaron la puerta, era una vecina… nos explicó que la niña salió de la casa, pues la puerta estaba abierta, y tuvimos suerte de que ella la viera, pues con un año y tres meses de edad, la niña se expuso a demasiados peligros.
Como era costumbre, Julio y yo terminamos discutiendo y él, por enésima vez, salió de la casa con la niña mientras que yo me quedaba rabiando de coraje… «Cada día te odio más, Ernesto» pensaba mientras me enjuagaba las lágrimas «Tengo que sacarte de ese mundo para que vivas este infierno en mi lugar».
SEPTIEMBRE 2002.
Ya estaba todo listo, ya tenía mis maletas y mi boleto del avión; en pocas horas estaría viajando a Roma a filmar mi siguiente película porno gay… de repente, alguien me sorprendió por detrás, cubriéndome los ojos mientras se reía… su voz era inconfundible; era “él”… mi chico, mi novio, mi amante… mi todo… sonreí y retiré sus manos para poder girarme y poder verlo una vez más mientras le besaba la frente «No puedo creer que hace apenas tres días comenzó nuestro noviazgo» le susurré al oído «Te extrañaré mucho» le dije. * No lo creo – dijo con seguridad – no me vas a extrañar ni un segundo. * Pablo, ya hemos hablado de eso – le dije – con ellos sólo es sexo, contigo hago el amor… jamás será lo mismo. * Lo sé… - empezó a decir. * ¿Entonces por qué piensas que no te extrañaré? – le pregunté confuso. * Mira esto – dijo mientras me mostraba unos papeles que llevaba en la mano. * ¿Qué es? – pregunté.
Apenas me los dio, los observé detenidamente; no podía creerlo, tenía el mismo permiso que yo para salir de México; fue cuando me dio la sorpresa “Filmaremos juntos la película” me dijo… ¡No podía creerlo! ¡Mi novio y yo, juntos… ¡Haciendo una película porno!
Nos fundimos en un cálido beso; me gustaba recorrer su cuerpo, su piel… gracias a él tengo una vida mejor; pues me evitó todo el “infierno” que apenas empezaba a vivir; nos desnudamos a prisa y nos recostamos en la cama sin dejar de besarnos mientras nos acariciábamos con lentitud, pues de ese modo lo sentía más cerca.
Pablo me observó detenidamente y me dijo que tenía una canción “Nuestra canción perfecta” le llamó; en cuanto la escuché, entendí el porqué de sus palabras ♫Debes creer que hay otro día, que hay otra aurora al fondo de esta agonía♫… ♫Fíate de mí, yo sentí ese frío, cuando sin orgullo no actué del modo mío, fíate de mí, haz lo que yo haría, la oportunidad esperará dentro de ti; ahora fíate de mí♫ http://www.youtube.com/watch?v=KzI7uHhKORE sencillamente, era la canción que más se adecuaba a lo que estaba viviendo con él; en estos momentos, le agradezco a la vida el haberme permitido conocerlo a él pues, dentro de todo lo que he sufrido y sigo sufriendo, tenerlo a él me llena de felicidad, aquella felicidad que no había podido sentir en mucho tiempo.
Pablo y yo guardamos su ropa en su maleta y salimos del hotel en donde estábamos hospedados por parte de la productora; nos dirigimos a un pequeño bazar que había cerca de donde estábamos, en donde compramos ropa nueva y trajes de baño, por si acaso.
Al día siguiente, después de filmar, Pablo me llevó a un restaurante; el lugar era pequeño, pero era acogedor, limpio, tranquilo y con música ambiental; nos sentamos en una mesa y de inmediato se acercó una chica para atendernos; al final, pagó la cuenta y regresamos al hotel para dormir.
DICIEMBRE 2002.
Estaba en el aeropuerto, con las maletas listas y Pablo a mi lado, dispuestos a abordar el avión que nos regresaría a México pues, nuestro trabajo en Roma había concluido. Pablo no se me separó ni un segundo, siempre estaba a mi lado; de vez en cuando me rodeaba la cintura y reposaba su rostro en mi hombro «Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida» dijo.
Una vez a bordo, observé la ventana mientras el avión empezaba a ascender «De nuevo iré a México… al lugar en donde dejé tantas cosas» suspiré y me recosté en mi asiento mientras cerraba los ojos… de repente sentí que alguien me limpiaba las lágrimas. * ¿Por qué lloras? – me preguntó Pablo. * No es nada – le sonreí.
Pablo no me dijo nada más, tan sólo me abrazó y reposó su cabeza en mi hombro; fue entonces cuando no aguanté más y rompí en llanto ahí mismo mientras lo apretaba fuertemente pues, en esos momentos, él era lo único que yo tenía en mi vida.
No supe en qué momento me quedé dormido; cuando desperté, observé a Pablo, había llorado «¿Por qué lloró?» me pregunté. De repente, una pequeña hoja blanca llamó mi atención… era una carta; escrita por Pablo; la abrí y empecé a leer el contenido:
Querido Ernesto:
Ahora que estamos aquí, en México, quisiera proponerte vivir juntos; es lo que más deseo en el mundo, pues mi mundo eres tú y sólo tú, mi amigo, mi compañero, mi novio, mi amante… mi “todo”… pero hace rato, cuando lloraste… entendí algo: quizás ya no estés tan seguro de lo que sientes por mí… no conozco tu pasado, y no te pregunto al respecto porque sé que hay algo ahí que te dolió y que, incluso ahora, te sigue doliendo.
Sé que algún día me tendrás la confianza de contarme todo, pero hasta que no pase eso, yo te seguiré sacando aquella sonrisa encantadora que haces cada vez que estoy junto a ti; me encantas, y no podría vivir sin ti… eres tan lindo, tan puro… tan “perfecto” para mí… aquel chico que logra sentirme amado y respetado, aquel chico que jamás creí conocer… lo he encontrado en ti; desde que te conocí, me sentí atraído por ti… y estar hoy aquí, contigo como mi novio… es algo tan hermoso que jamás olvidaré, pase lo que pase.
Con amor
Pablo.
CIUDAD DE MÉXICO, DICIEMBRE 2002.
Me levanté cansado… la niña no me deja en paz; odio fingir… pero con tal de tener a Julio a mi lado, puedo seguir soportándolo todo… al fin de cuentas, Ernesto ya no representa más un peligro en mi relación con Julio.
Cargué a la niña y traté de dormirla, pero no pude; al final, terminé bañándola y dándole de comer; cuando por fin se durmió en su cuarto, apenas estaba por salir, cuando vi a Julio parado en la puerta «Hasta que por fin te preocupas por tu hija» comentó.
En ese momento salí del cuarto y cerré la puerta, mientras le pedía a Julio hablar en privado en nuestro cuarto «Adelante, tengo todo el tiempo del mundo para escucharte» me dijo mientras me seguía al cuarto; una vez ahí, me senté en la cama y le pedí que hiciera lo mismo, pero él prefirió quedarse parado y con los brazos cruzados «Adelante, te escucho» dijo. * Estoy harto de tus reclamos – le dije – Pensé que habíamos logrado lo que queríamos. * Qué casualidad – dijo en tono irónico – porque yo pensé exactamente lo mismo.
Julio me miró con decepción y tristeza… estaba a punto de llorar pero, en vez de hacerlo, se dio la vuelta y me dejó ahí parado «¿Hasta cuándo voy a seguir soportando esto?» pensé «¿En qué momento mi vida se convirtió en un infierno?»
De pronto, empecé a recordar mi vida antigua… una vida sin lujos y con poco dinero… pero al lado de Jacko… me cubrí el rostro con mis manos «Jacko… te extraño tanto… ¿En dónde estarás, mi amor?» pensé.
Me levanté y arrojé con rabia mi almohada «¡Estoy harto de todo esto!» grité «Necesito buscarlo, saber qué fue de él» pensé «Necesito recuperar a MI Jacko, a quien nunca debí dejar por dinero» Agarré un abrigo y salí de la casa; a lo lejos escuché a Julio pidiendo explicaciones de mi repentina salida, pero hice caso omiso a sus palabras y le pedí al chofer que me llevara a una dirección específica.
Al llegar, bajé a los calabozos, y abrí una celda que estaba al final del pasillo del lado derecho; en cuanto entré, lo vi de nuevo y no pude evitar llorar; ya no era el mismo Jacko, sino que se veía con su mirada triste, aquellos ojos azules que alguna vez brillaron, ya no lo hacían más… su cuerpo estaba demasiado delgado, tenía la cara pálida y estaba lleno de moretones en todo el cuerpo.
Me acerqué a él y lo abracé, pero Jacko estaba tan drogado que no se percataba de lo que pasaba a su alrededor «Fui un estúpido al hacerte esto, amor» le decía mientras lo abrazaba «Recuerdo cuando salíamos a pasear juntos, cuando éramos pobres pero felices… cuando aún no conocía a Diego»
Verlo así me dolía demasiado, pero no podía hacer nada por él… necesitaba el apoyo de alguien… alguien que me ayudara a sacarlo de aquí y cuidarlo para que Diego no se de cuenta… alguien de confianza.
Por fin llegamos a la terminal, en donde abordamos un taxi que nos llevaría directamente a un hotel para pasar la noche, mientras buscábamos un cuarto para rentar. Me sentía feliz porque dentro de poco podría hablar con Pablo.
Después de recorrer varios lugares, pasamos por un local donde vendían todo tipo de artículos para boda; Pablo observó el local varios minutos y después siguió caminando hasta que dije «¿A dónde vas? ¿No quieres que elijamos juntos los trajes de novios para la boda?»
Escuchar a Ernesto decir eso, me hizo soltar una sonrisa de bobo «No puedo creer que quiera casarse conmigo» pensé; me sentía como en un sueño, un hermoso sueño del que me daba miedo despertar algún día y perderle para siempre.
Asentí y juntos entramos al local, en donde estuvimos eligiendo algunos modelos para probárnoslos y comprarlos; a cada rato miraba a Ernesto, con su semblante alegre, relajado «No sé cuándo nos casaremos, pero de lo que estoy seguro es que seguiré con él hasta que la muerte nos separe». * Amor – dije - ¿Por qué no comemos algo? * Apresúrate – respondió mientras se quitaba el traje dentro del probador.
No tardamos mucho en salir de los probadores y pagar los trajes; y de pronto, ya estábamos en un restaurante ordenando pizza para cenar, pues Ernesto me procura a cada rato.
Ya en el restaurante, Ernesto se puso serio y casi no habló durante la cena «¿Qué te pasa?» le preguntaba a cada rato, pero su «No pasa nada» como única respuesta ya empezaba a colmarme la paciencia. * Ernesto – dije – hazme caso ¿Qué tienes? * Ya te dije que no tengo nada – dijo molesto – ¿Por qué insistes en ver algo que no es? * Porque desde que llegamos aquí has estado raro – respondí – Es como si quisieras olvidar algo que te duele o te molesta aún. * No te preocupes – dijo – no pasa nada.
Ernesto me observó detenidamente, y después me confesó que había leído la carta que traía en la mano cuando estábamos en el avión «Pensé que no se daría cuenta» Suspiré y me quedé callado unos instantes mientras comenzaba a derramar una pequeña lágrima, en un intento inútil de contenerme. * ¡No quiero perderte! – dije entre sollozos mientras lo abrazaba – Mi mundo no tenía sentido hasta que te conocí. * Tranquilo – me dijo mientras me sujetaba el mentón con su mano – No me perderás, te lo prometo.
Ernesto y yo nos fundimos en un cálido beso, para después cambiar el tema y platicar de nuestro trabajo juntos y cenar amenamente; me gusta estar con él, pues me da seguridad, confianza, y siento su amor en cada poro de mi piel… él es mi chico perfecto, aquel que pensé que jamás llegaría a conocer… él es mi novio, mi mundo.
Después de la cena, regresamos al cuarto, y apenas cerrar la puerta, Ernesto me abrazó y comenzó a besar mientras que ambos caminábamos hasta la cama; me recosté en la cama e hice que él se pusiera encima mío… me gustaban estos momentos de intimidad con él, sin cámaras, sin luces, sin alguien que nos diga lo que tenemos que hacer y lo que no.
Ernesto y yo nos fuimos desnudando poco a poco, hasta quedar piel con piel… me recosté en la cama y él se colocó a mi lado mientras cruzaba sus piernas entre las mías; yo giré mi cabeza y lo seguí besando sin prisa, degustando sus labios.
Poco a poco fui colocándome encima de su cuerpo, entre besos y caricias, hasta sentir su pene rozar mi ano; me sentía en la gloria, comenzando a besar a mi chico en cada rincón de su piel, hasta llegar a su pene, ya erecto; el cual lo envolví con mi boca y comencé el gran trabajo que tanto le gusta a él.
Fueron varios minutos de sexo oral, en los que mi novio disfrutaba tanto como yo aquel mágico momento, degustando su pene y sus testículos, con ligeros vellos púbicos; después de un rato, Ernesto me indicó que estaba por eyacular, así que me aparté y dejé que su semen se esparciera completamente.
Después llegó mi turno de disfrutar, pues Ernesto se levantó y me recostó en la cama para degustar cada poro de mi piel y, por supuesto, hacerme un delicioso sexo oral hasta soltar mi semen; no supe en qué momento fue, pero de pronto, ya Ernesto comenzaba a ejercer presión en mi ano intentando penetrarme.
Poco a poco lo fue introduciendo, al principio me dolió tanto que tuvimos que usar lubricante, pues de ese modo, ya no me dolería tanto; intenté bajar mi cadera lentamente forzando a mi ano aceptar su pene; en cuanto Ernesto estuvo completamente dentro de mí, nos fundimos en un cálido beso mientras me penetraba despacio.
Minutos después cambiamos de posición, Ernesto me recostó sobre la cama y levantó mis piernas mientras me volvía a penetrar con calma; adoraba a mi chico, besarlo, sentirlo dentro, sentir que es mío… es lo mejor que me ha pasado en la vida. La última posición que hicimos fue la cucharita, me recosté de lado y Ernesto pegó su cuerpo a mi espalda mientras comenzaba el vaivén con calma, elevándome a mi punto máximo de placer.
Tiempo después, Ernesto se quedó inmóvil mientras comenzaba a eyacular en mi interior «Lo lamento, sé que debí salirme antes, pero no pude evitarlo» murmuró, a lo que yo le dije «No pasa nada, es la primera vez que terminas dentro de mí, y fue maravilloso»
Ernesto retiró lentamente su pene y me limpió los restos de semen con papel higiénico, para después recostarnos y dormir un rato abrazados; me gustaba vivir esto con él, con mi novio, mi compañero, mi amante y, próximamente, mi esposo.
Desperté con una sonrisa en los labios mientras intentaba abrazarlo, pero me levanté asustado al darme cuenta de que no estaba en la cama; lo busqué y lo encontré en la cocina, preparando el desayuno; se veía inquieto, triste… preocupado «¿Qué tienes?» le pregunté. * Dejé muchas cosas aquí hace tiempo – comenzó a decir – y me duele que ni siquiera tuve tiempo de despedirme.
Lo abracé y él instintivamente hundió su rostro en mi pecho mientras comenzaba a llorar profundamente; evidentemente hay algo que le duele tanto para tenerlo así, pero sea lo que sea, yo estoy aquí y siempre estaré ahí para él.
Ernesto me contó su pasado, aquel que no había conocido antes pero, ahora que lo sé, estoy dispuesto a ayudarlo a recuperar a su hija, cueste lo que cueste, pues para él, su hija es lo más importante en este mundo, y no puedo permitir que viva lejos de ella.
No pude contener el llanto, la niña se había puesto insoportable y, para mi mala suerte, Julio no había regresado aún; salí a caminar un rato, con la esperanza de que la niña se durmiera y, al final, logré mi objetivo. Al regresar a casa, Julio estaba sentado en el sillón y, en cuanto me vio entrar, me quitó a la niña y la llevó a su cuarto. * Julio – le dije cuando salía del cuarto de la niña – debemos hablar. * No pasa nada – dijo serio – después hablamos. * No – dije mientras le sujetaba el brazo – por favor, es muy importante lo que te tengo que decir.
Julio se quedó parado unos instantes hasta que dijo «Está bien, hablemos» mientras se sentaba en el sillón; suspiré, me acerqué y me senté a su lado «Sólo espero que, después de esto, no me odie por lo que sabrá en unos minutos» * Sé en dónde está Jacko – empecé a decir – y yo tuve la culpa de que él esté ahí. * No te entiendo, Ernesto – dijo Julio - ¿Qué tiene que ver Jacko en esto? * Todo – dije mientras empezaba a deslizarse una lágrima en mi mejilla – porque él es todo lo que tenía antes de… * ¿Cómo? – preguntó Julio confundido - ¿A caso tú tuviste algo que ver con el novio de tu propio hermano? * No es eso, es… - comencé a decir, pero Julio me interrumpió. * ¡No lo puedo creer! – gritó - ¡Pensé que me amabas! Todas las palabras que nos dijimos… * ¡Es que yo no soy Ernesto! – grité desesperado, mientras rompía en llanto - ¡Te mentí todo este tiempo, fingí ser él!
Julio se sorprendió al escuchar mis palabras «Lo perdí… y para siempre» pensé; me sequé las lágrimas y le di la espalda pero él me giró para darme un golpe en la cara, lo que hizo que de inmediato cayera al suelo. * ¡¿Cómo te atreviste a hacerme esto?! – decía enfurecido, mientras me daba patadas en el estómago - ¡Te odio, Alfonso! ¡Jamás creí que fueras capaz de esto! ¡Es tu hermano! – gritaba – Después de todo lo que hicimos para encontrarte ¿Así es como le pagas?
Me quedé inmóvil, me dolía el cuerpo; Julio se levantó y rompió en llanto «Perdóname, Ernesto; te prometo que te salvaré de donde estés… cueste lo que cueste».
Aqui está un capítulo más de esta serie. Les recuerdo mi correo: guadalupe00023@gmail.com . Muchas gracias a todos por leerlos. Saludos desde México.
Atte.: Guadalupe.