Amor Comprado: Final de temporada.
La despedida
AMOR COMPRADO
CAPÍTULO VIII “Despedida”
FINAL DE TEMPORADA.
SEPTIEMBRE 2000.
Abordé un taxi y le pedí que me llevara al hospital en donde estaba Andrés hospitalizado; en cuanto llegué, busqué a Jennifer por todos lados; estaba en la sala de espera bebiendo un café, se veía más tranquila. Me acerqué a ella y la saludé, para después preguntar por el estado de salud de mi hermano.
- Hola Jennifer – dije mientras le daba un beso en la mejilla – ¿Qué ha pasado?
- Están haciéndole unos estudios – respondió Jennifer – el doctor se ha sorprendido.
- ¿Sorprendido? – pregunté mientras me sentaba y ella también - ¿Por qué?
- El médico dice que Andrés tuvo mucha suerte – dijo – sólo fueron golpes superficiales en una ceja y no recuerdo en donde más.
- ¿Y qué estudios le están haciendo? – pregunté.
- No lo sé – dijo – el médico me dijo que tenía que practicarle unos estudios médicos.
De repente el doctor llegó al cuarto y me levanté de inmediato para preguntar por el estado de salud de mi hermano; el médico me explicó que Andrés tuvo suerte de estar bien, pues sinceramente no esperaba esto; dijo que sólo tiene pequeñas heridas a causa del cristal roto de la puerta del conductor y que de hecho, no hay necesidad de que se quede internado en la clínica, pues no se le incrustó ningún cristal.
El médico se despidió y, en ese momento, Andrés estaba llegando; en cuanto lo vi, me acerqué a él y lo abracé, pero él se quejó un poco «No fue tan grave, pero no significa que no me duela el cuerpo» dijo mientras sonreía, tenía un pequeño vendaje en la ceja del lado derecho.
- ¡Te voy a matar! – le dije – me has dado un susto de muerte.
- Tranquilo hermanito – dijo con calma – sólo fue un golpecito, jajaja – dijo sonriendo.
Amo a mi hermano, es tan carismático y nunca pierde su sonrisa, a pesar de lo que pueda pasar, como ahora; en su lugar yo estaría de mal humor y con ganas de dormir todo un día entero. El médico nos indicó que Andrés ya podía regresar a casa con nosotros, así que dejamos el cuarto para que Andrés se vistiera y, tiempo después, ya estábamos en un taxi rumbo a la casa.
En cuanto llegamos, nos encontramos a mis padres esperándonos con el niño quien, en cuanto nos vio, se acercó a nosotros y trató de abrazar a Andrés pero yo lo detuve y le pedí que no lo hiciera, pues Andrés está delicado y no puede hacer esfuerzos físicos.
De repente apareció Gisela y nos saludó; se acercó a Andrés con mucho cuidado y después le dio un pequeño golpe en el brazo «Te mataré por hacerme esto, casi me matas de un susto» le dijo mientras lo abrazaba «Me alegra que estés bien, hermanito»
- ¿Qué sucede? – preguntó Karla, quien también bajaba en ese momento - ¡Andrés! ¿Qué te pasó en la ceja?
- Nada importante – respondió Andrés – sólo un pequeño golpe.
- ¿Golpe? – preguntó Karla, confusa.
- Andrés – empecé a decir – tuvo un accidente.
- Y tuvo suerte de estar bien – dijo Gisela.
- Ay Andrés – dijo Karla – ten más cuidado la próxima vez.
- Sí – dijo Andrés – lo haré.
- Espero que hagas caso – dijo Jennifer – sino, yo misma te mataré.
- Está bien, Jennifer – dijo Andrés – está bien.
Para relajar el ambiente, mis padres decidieron consentir a Andrés y, entre los dos prepararon la comida. Al final, mis padres decidieron salir un rato, dejándonos solos en casa, por lo que Gisela decidió preparar palomitas de maíz mientras Karla y yo salíamos a rentar una película.
Entramos al lugar y estuvimos revisando la sinopsis de varios títulos, hasta que encontramos una película de terror que decidimos llevar para poder verla entre todos, pero también buscamos una infantil para Óscar.
Cuando Karla y yo llegamos a la casa, me sorprendió ver que Julio estaba ahí; no sabía que vendría de visita; me acerqué a ellos y saludé con naturalidad, para luego sentarme al lado de él; lo que pude ver al hacer esto fue que se enrojeció y se puso un poco incómodo, al igual que yo.
- No tienen que fingir nada – dijo Karla – no deben hacerlo.
- Te amamos, Ernesto – dijo Gisela – y debes luchar por tu felicidad.
- Pero pensé que… - empecé a decir.
- No hay problema, loco – dijo Andrés – sigues siendo nuestro hermano y te amamos.
- No sé qué decir – dije – son maravillosos. Muchas gracias.
- No hay problema – dijo Karla – mejor veamos la película… o, si prefieren, Julio y tú pueden ir a donde quieran.
- Así está bien – dijo Julio – me gustaría ir conociéndolos a todos.
- De acuerdo – dijo Andrés – será un placer para nosotros.
Nos quedamos viendo la película un rato, aún recuerdo el título, era “Revelaciones”; cuando terminó, Julio nos dijo que tenía que regresar pronto a su casa, así que me disculpé con mis hermanos y salí a despedirlo.
Estuvimos afuera besándonos y abrazándonos; mientras él me acariciaba el pelo yo le acariciaba los brazos; al final, nos dimos un profundo beso y él se despidió de mí «Te amo, Ernesto» dijo y después se separó de mí para ir al paradero del bus.
OCTUBRE 2000.
Llegué apresurado a la escuela; pues había visto un auto negro avanzando lentamente hacia mí; quizás sea imaginación mía pero sentí que el auto me estaba siguiendo. Apenas entré al salón, encontré a Tamara platicando con Carmen; en cuanto me vieron, me indicaron que me sentara al lado de ellas.
- ¿Qué te pasó? – preguntó Tamara – Vienes agitado.
- ¿Quieres bajar de peso – empezó a decir Carmen – o pensaste que se te hacía tarde?
- Nada de eso – dije – tuve la sensación de que me seguían.
- ¿Quién? – preguntó Carmen.
- Un auto negro avanzaba despacio mientras yo venía en camino hacia aquí – empecé a decir – todo el trayecto estuvo así.
- Eso no es bueno – dijo Tamara – será mejor que te regreses con nosotros.
- Está bien – dije – esperemos que mañana no pase lo mismo.
En ese momento llegó Luis y nos saludó, pero Julio aún no había llegado «Qué extraño» pensé «Julio no acostumbra llegar tarde» Me quedé platicando un rato con ellos hasta que el profesor de Matemáticas llegó y empezó su clase.
Quince minutos después, llegaba Julio apresurado y entró en el salón sin que el profesor lo viera; se sentó a mi lado y, cuando el profesor se dio cuenta de que Julio estaba ahí, le pidió que se retirara del salón «No te preocupes» le dije «Te pasaré el apunte».
El día trascurrió normal; cuando terminaron las clases, los chicos estaban planeando ir a la casa de Rebeca, pues tenía alberca y nos podíamos divertir ahí después de hacer la tarea en su casa; a mí me pareció una idea excelente, pero Julio dijo que él y yo no podíamos asistir, hecho que a mí me molestó bastante y, cuando entré en el auto de Julio, no dije absolutamente nada.
- ¿Qué tienes? – preguntó - ¿Fue por qué no te dejé ir con ellos?
- No me gusta que tomes decisiones que no te corresponden – dije mientras lo miraba – es la única vez que haces esto, la próxima vez, se termina esto.
- No te enojes – dijo con suavidad – todo tiene una explicación.
- ¿A sí? – pregunté sorprendido – ¿Sabes qué? No discutiré contigo – dije molesto – llévame a mi casa.
- Yo quería llevarte a la mía… - empezó a decir.
- ¿Cómo? – exclamé sorprendido.
- Lo lamento – dijo mientras veía al suelo.
Lo observé con detalle y su cara se opacó, quizás tenga planes exclusivos para nosotros dos, y por eso no me dejó ir con los chicos, ni tampoco él quiso ir… suspiré y tomé su mano para decirle «Está bien, vamos a tu casa»
Cuando llegamos, Julio se portó demasiado amable conmigo, incluso me preparó algo para que ambos comiéramos; pero no me sentía cómodo… hoy quería algo diferente, hoy quería estar con los chicos.
- Julio – empecé a decir - ¿Por qué no vamos un rato con los chicos?
- Ernesto – dijo – estamos mejor así – se acercó y trató de besarme, pero lo esquivé - ¿Qué tienes?
- Nada – respondí – no tengo nada.
- Ernesto – me abrazó – quédate.
- No – respondí – ya me voy.
Me levanté y Julio me detuvo del brazo, pero yo en ese momento no estaba de humor para soportarlo y terminé dándole un puñetazo en la cara que lo dejó tirado en el suelo; ni siquiera me detuve a auxiliarlo, simplemente salí de su casa y me fui a la mía.
Me apresuré a maquillarme, pues debía estar en perfecto estado para la junta de Ignacio; no puedo creer que estemos teniendo muchas pérdidas en la empresa… en fin, Ignacio podrá arreglarlo todo sólo como él lo sabe hacer… odio mi embarazo; ya cumplí tres meses y me veo tan fea y gorda… este vestido me aprieta demasiado.
- ¿Ya estás lista, Vianney? – preguntó Ignacio – debemos irnos ya.
- Ya voy – empecé a decir – esta panza no me deja mover… es fastidioso estar embarazada.
- No te quejes – dijo – pagarán en euros por ese bebé.
- ¿Euros? – pregunté sorprendida - ¿A qué te refieres?
- Ven conmigo y lo sabrás – me dijo.
Me apresuré lo mejor que pude, pues no quiero hacer demasiado esfuerzo, ya que los primeros tres meses son los más riesgosos y no quiero tener un aborto… sobre todo si este bebé me generará buenos ingresos económicos.
Cuando llegamos al lugar, pude darme cuenta de que era una casa en donde habitaba gente adinerada: nos recibió un matrimonio joven, quienes nos explicaron la razón del porqué estaban buscando una persona que les pudiera vender un bebé, debido a que ellos no pueden tener familia porque la mujer no es fértil.
Los cuatro estuvimos hablando de diversos temas que se relacionan con la venta del bebé, desde la forma en que me he estado cuidando en cuanto a alimentación, evitar esfuerzos físicos, tomar ácido fólico, etcétera; hasta que llegamos al punto de la negociación, la cual, logramos obtener una fuerte suma de efectivo por la adquisición del bebé; obviamente, se acordó pagar la mitad lo antes posible y, después del nacimiento, pagarán el resto; al final, nos despedimos y acordamos una nueva fecha para vernos.
Estaba viendo televisión mientras Alfonso se apresuraba a arreglarse, pues habíamos quedado de ir a bailar un rato, aprovechando el sábado; cuando Alfonso apareció, casi me desmayo al ver lo guapo que se puso, con sus zapatos cafés, jeans de mezclilla claros, camisa azul y su peinado alocado, pues tenía el pelo parado.
Se acercó a mí y me abrazó tiernamente, mientras me daba un suave beso en los labios «Te amo» me dijo, y después salimos a prisa de la casa. En cuanto llegamos al bar, nos pusimos a bailar, hasta que nos encontramos a una amiga de Alfonso.
- ¡Hola, Ponchito! – dijo la chica - ¿Cómo estás?
- Betty Juárez – empezó a decir - ¡Cuánto tiempo sin verte!
- ¡Mírate! – dijo - ¡Qué guapo estás!
Lo abrazó efusivamente y de inmediato se puso a bailar con él, dejándome a un lado «¿Quién se cree ésta para quitarme a mi novio de esta forma?» pensé «Me las va a pagar» Me fui a buscar un sitio para sentarme y, en cuanto lo encontré, saqué mi móvil del bolsillo de mi pantalón para ver la hora.
Pasados quince minutos, me levanté y fui a la barra a pedir algo de beber, pues Alfonso seguía bailando con esa chica. Después de beber un rato, decidí marcharme de ahí, pues ya había transcurrido media hora más «No te esperaré ni un segundo más» pensé y me marché.
Encontré un bar con un publicitario curioso, pues tenía una palmera, una tarro de cerveza y un DJ, todo iluminado con colores llamativos. Decidí entrar ahí y tomar algo más, pues quería relajarme un rato, pero me llevé una enorme sorpresa al ver a Ernesto en ese bar… solo.
- ¿Ernesto? – pregunté - ¿Qué haces aquí?
- ¡Jacko! – exclamó sorprendido – No esperaba encontrarte aquí.
- Si – dije – bueno, yo… vengo de… otro lado.
- ¿Qué tienes? – me preguntó - ¿Te sientes bien?
- Sí – dije – yo… no es nada, en verdad.
- ¿Y por qué viniste solo a este bar? – me preguntó - ¿En dónde está Alfonso?
- No lo sé – dije decaído.
Hice una mueca de fastidio y moví la cabeza «Alfonso» exclamé mientras me sentaba al lado de Ernesto «Tu gemelo obstinado me dejó solo en el bar mientras se la pasó muy bien bailando con una amiga» dije.
- ¿Te dejó solo? – preguntó.
- Si – respondí – no sé si se habrá dado cuenta ya de que no estoy en el bar.
- ¿Y así es siempre? – preguntó.
- Es la primera vez que lo hace – dije – no se había comportado así.
- Acompáñame a mi casa – le pedí – por favor.
- ¿Y de ahí cómo me regreso a la mía? – pregunté – No sé por dónde vives.
- No te preocupes – sonreí – mi chofer te llevará a tu casa.
- Está bien – respondí – vamos.
Me desperté con un dolor general insoportable, cuando observé a detalle el lugar en donde estaba, me di cuenta de que ahí estaba el Señor Covarrubias, intenté moverme pero fue entonces que me di cuenta de que estaba sujeto a unas cadenas que colgaban del techo.
- ¿Dormiste bien? – preguntó el viejo asqueroso - ¿O acaso necesitas dormir más?
- ¿Cómo llegué hasta aquí? – pregunté - ¿Qué me has hecho?
- Mis hombres te encontraron ebrio en un bar – empezó a explicar – me llamaron y les pedí que te trajeran aquí.
- ¿Y por qué estoy encadenado? – pregunté - ¿Por qué me duele el cuerpo?
- Descuida – dijo – mis hombres sólo te dieron unos “pequeños” golpecitos, no te pasará nada.
- ¡Bájame de aquí! – exclamé - ¡Suéltame!
- No te oigo – dijo - ¿Qué has dicho?
- ¡Suéltame! – dije - ¡Déjame ir!
El Señor Covarrubias se acercó a mí y me dio un golpe en el estómago, para después murmurar en mi oído «Es tu última oportunidad» Llamó a sus hombres y les pidió que me liberaran; en cuanto toqué el piso, me sujetaron los brazos y no pude liberarme.
El Señor Covarrubias acercó su asqueroso rostro a mí y me dio un beso, seguido de una bofetada cariñosa; al final, pidió que me dejaran ir «Espero que aprendas la lección» dijo.
NOVIEMBRE 2000.
Terminé de arreglarme, pues Ernesto no tardaba en regresar de su escuela; cuando escuché que alguien entraba a la casa, bajé corriendo la escalera y lo saludé efusivamente; tomé mi bolso y nos dirigimos a la pastelería, en donde había pedido un pastel para Andrés.
- Es aquí – dije – vamos.
- Claro – respondió Ernesto mientras entrábamos al local.
Me dirigí al mostrador y presenté el recibo que me habían hecho al momento de hacer el pedido, y de inmediato envolvieron el pastel en una caja y la amarraron con un lazo; Ernesto se acercó y la sujetó mientras yo me dirigía a la caja para pagar el resto de la cuenta.
Al salir de la pastelería, abordamos un taxi que nos dejó a una cuadra de la casa de Ernesto, y guardamos el pastel en el refrigerador apenas sacarlo de la caja.
- Se ve delicioso – dije - ¿Crees que a Andrés le guste?
- Supongo – empecé a decir – cuando vivía con nosotros le encantaba todo tipo de pasteles.
- Andrés y tú eran inseparables ¿cierto? – me preguntó observándome fijamente a los ojos.
- Sí – respondí – lo extrañé mucho cuando se fue.
Me entristecí un poco y empecé a recordar mi pasado junto a él; recuerdo que un día mamá nos regañó porque Andrés me llevó a ver un partido de fútbol y no llevamos chamarra ni paraguas y, para empeorar la situación, llovió demasiado aquella tarde.
Cuando llegamos a la casa, mi madre regañó mucho a Andrés y me obligó a tomar una ducha para no pescar el resfriado; lamentablemente, al día siguiente estaba ardiendo en calentura y me dolía todo el cuerpo. Mi madre se enfadó tanto que castigó a Andrés dos semanas sin salir con sus amigos, además de que tenía que quedarse en casa para cuidarme y darme la medicina a la hora exacta que me tocaba.
- Entiendo – dijo Jennifer – sabes, Andresito me ha hablado mucho de ti.
- ¿En serio? – pregunté sorprendido y con una sonrisa en el rostro – Seguramente te ha dicho que soy el peor hermano que ha tenido ¡Jajaja!
- ¡Tonto! ¡Jajajaja! – dijo Jennifer mientras me daba un ligero empujón – En realidad, desde que lo conozco, todo el tiempo ha pensado en ti.
- Pensé que me había olvidado con el tiempo – empecé a decir – ya tenía tiempo de no saber nada de él.
- Ustedes dos siempre fueron unidos – empezó a decir – según me ha explicado Andrés, y regresó porque… - suspiró – porque necesitaba encontrar a Alfonso.
Me quedé platicando un rato más con Jennifer, me gustó mucho su compañía, ella es una chica demasiado amable, y es evidente que ama a Andrés; nos regresamos a la casa y Andrés estaba en el sillón viendo televisión… pero estaba extraño «¿Qué habrá pasado?».
Jennifer y yo lo felicitamos y le dimos un abrazo, y casi en seguida llegaron Karla, Gisela, Óscar, Alfonso y Jacko, quienes fueron felicitando a Andrés uno por uno, para después festejar su cumpleaños; de repente, Andrés se levantó y pronunció algo que nos dejó sorprendidos.
- Hermanos – dijo – Jennifer – suspiró – es un gusto tenerlos aquí presentes, hace tiempo que no festejaba un cumpleaños así.
- No tienes porqué agradecer – dijo Karla – nosotros te amamos, y siempre estamos contigo.
- Muchas gracias – sonreí – pero debo notificarles algo importante.
- ¿Qué sucede? – preguntó Jennifer - ¿Pasa algo malo?
- Mi jefe me pidió regresar a Jalisco – dijo – Debo irme hoy mismo.
Escuchar esto me hizo sentirme como aquel día en el que se fue por primera vez, pero esta vez no pude evitar llorar… no quería separarme de él otra vez, me sentía desprotegido sin Andrés, me sentía tan frágil que no podría vivir sin mi hermano.
Andrés se dio cuenta de la situación y me pidió hablar en privado, guiándome a la cocina, mientras Jennifer hablaba con mis hermanas. Observé su rostro, también estaba triste, supongo que no esperaba esta situación o, por lo menos, me daba aquella impresión.
- Ernesto – dijo mientras me observaba, hasta que al final me abrazó con fuerza.
Nos quedamos un buen rato así, podía escuchar su sollozo, también a él le dolía esta situación. No quiero que se vaya, no quiero separarme de él otra vez… y, quizás, Andrés también esté pensando lo mismo; de pronto, deshizo el abrazo y tomó una servilleta para enjuagarse las lágrimas.
- Dos meses – dije – sólo han pasado dos meses y te irás de nuevo.
- ¿Qué sucede? – preguntó Óscar - ¿Por qué lloran?
- Óscar – empecé a decir – No pasa nada, ven.
Óscar se acercó a mí y me dio un abrazo, para luego observar a Andrés, quien le dedicó una sonrisa. «Óscar, prométeme que cuidarás a mi hermano» dijo.
- Sí – respondió Óscar - ¿Vendrás mañana? – preguntó.
- No – dijo Andrés – me tengo que ir lejos de aquí – empezó a decir – por un tiempo.
- Está bien – sonrió el niño – no llores, lo cuidaré mucho.
Me levanté de mi cama con mucho cuidado para no despertar a Óscar, me vestí lo más rápido posible y observé el reloj de mi mesita de noche «3:13 a.m.» Observé el cuarto antes de salir, Óscar no se movió, salí de la habitación y vi a Andrés en el pasillo, justo salía con Jennifer y sus maletas.
- Es hora de irnos – me dijo Jennifer – no estés triste, honey.
La abracé y de nuevo empecé a llorar, mientras que ella me acariciaba la espalda y me abrazaba fuerte. Cuando me separé de ella, me observó detenidamente y me sonrió «Todo estará bien» dijo «Regresaremos, espero que sea pronto».
«Vamos» dijo Andrés, quien ya bajaba con las maletas hacia la sala, mientras que Jennifer y yo lo seguíamos sin decir nada.
Abordamos un taxi y el tiempo en llegar a la terminal aérea fue demasiado rápido; cuando entramos a la terminal, Andrés buscó su destino y se formó en la fila de espera; Jennifer se acercó a él y yo fui detrás de ellos.
Esperamos un rato mientras entregaban las maletas; cuando llegó el turno de abordar el avión, los despedí desde el cristal y pude ver que ambos estaban tristes por la partida «Buen viaje, Andrés» murmuré.
Me quedé ahí parado, viéndolos abordar el avión hasta que se empezó a elevar; ahí no aguanté más y rompí en llanto «Hasta pronto, hermano» murmuré.
Salí de la terminal y pasé por una calle desierta y aún oscura, pues eran las 4:41 am, de repente sentí un fuerte golpe que me hizo perder el conocimiento y caer al suelo.
CONTINUARÁ.
Hola, saludos y espero que les guste este final de temporada; para la siguiente, la empezaré a subir entre diciembre y enero, ya que estoy por terminar mi semestre y a mediados del proximo mes son examenes finales.
Me despido temporalmente, espero que comprendan y, como siempre, es un gusto tener contacto con ustedes. Mi correo es guadalupe00023@gmail.com y mi perfil es https://www.facebook.com/guadalupelopezmexico
Saludos.
Guadalupe.