Amor Comprado: Ernesto y Julio se conocen

Un chico inseguro conoce a un chico popular y seguro de sí mismo.

AMOR COMPRADO.

PRIMERA TEMPORADA.

CAPÍTULO I “Un Baile y un Beso”

AGOSTO 2000.

Me desperté temprano en la mañana para poder tomar una ducha y prepararme para ir al colegio; antes de desvestirme, observé mi reloj de pulsera, el cual marcaba ya las ocho y cuarto de la mañana. Me apresuré a tomar la ducha, apenas me coloqué debajo de la regadera, el agua comenzó a recorrer mi cuerpo; con calma fui pasando el jabón a través de él, dándome un suave masaje que me relajaba completamente. Apenas terminé de pasar el jabón, tomé mi pene entre mis manos, el cual no tenía queja alguna; poco a poco empezó a crecer hasta tener 17 cm de gruesa carne oscura entre mis manos.

Con cuidado acaricié mi glande redondo y rosado, seguí acariciando el tronco hasta llegar a mis testículos, que no eran más que un par de bolas perfectamente macizas, empecé a masturbarme hasta que sentí los espasmos que anunciaban una pronta eyaculación y, casi al instante, espesos chorros de semen salieron disparados, manchando la pared del cuarto.

Aseé mi pene con rapidez y, en menos de 3 minutos, ya estaba en mi recámara, me dispuse a buscar mi uniforme escolar, el cual me coloqué lo más rápido posible, después me puse los zapatos negros, tomé mi peine y me paré frente al espejo de mi habitación, en donde pude admirar mi cuerpo esbelto; aunque no estuviera marcado, se podría decir que me conformaba con tener este cuerpo.

Soy Ernesto Jiménez; tengo 15 años, soy un chavo de tez morena, pelo castaño oscuro y liso, ojos cafés y medianos, labios delgados y rosados, perfectamente delineados, y de nariz chata; vivo en Santa Fe, una exclusiva zona de lujosos departamentos del Distrito Federal, en la Ciudad de México; a diferencia de otros chavos de colegio, me considero un chavo responsable, debido a que no consumo alcohol ni tampoco drogas, soy gay y, además, soy virgen; así es, jamás he tenido relaciones sexuales; tampoco he tenido novio, pero no me preocupo, pienso que tener novio y tener relaciones sexuales se darán cuando sea el momento oportuno.

Abrí la puerta de mi habitación y me encontré a Clara González, el ama de llaves, quien llevaba un juego limpio de sábanas hacia mi habitación. Clarita es una señora de unos 58 años de edad, aproximadamente, de tez morena, ojos cafés, nariz respingona y de un cuerpo cuidado para su edad; Clarita dice que, en sus tiempos de juventud, era la mejor alumna de su clase de natación en su escuela secundaria, y que algún día me enseñará a nadar, pero yo no he querido aprender porque me da miedo que me pueda ahogar en la piscina que, aunque no es muy profunda, si es un poco amplia.

Mis padres decidieron contratar a Clarita desde que yo nací, según me han contado ellos y la propia Clarita, quien ha sido una madre para mí, gracias a que mis padres se marchan a laborar en una agencia automotriz Nissan, donde mi padre es el dueño y mi madre es su socia mayoritaria. Como se habrán dado cuenta, nací en una familia con excelente posición económica y social, pero en esta vida, los lujos y el dinero no lo es todo; ya no recuerdo cuándo fue la última vez que salí de paseo con mis padres, o cuándo fue la última vez que disfrutamos estar en familia realizando actividades del hogar; en fin, al parecer, a mis padres sólo les interesa su empresa y sus negocios, y dudo mucho que sepan de la existencia de un mundo “real” en donde las personas son felices sin la necesidad de tanto lujo.

Tomé mi mochila y mi cartera, las cuales tenía en mi habitación, y bajé a prisa las escaleras, cuando llegué a la cocina, dejé mi mochila en una silla y me senté al lado, colocando mi cartera sobre la mesa; de repente, Laura Morales, la cocinera, me extendió un plato que contenía una sopa de codito con espinacas, mientras me sonreía.

  • Toma – me dijo – te hará falta para que tengas un buen rendimiento en el colegio.

  • Muchas gracias, Lau – respondí – se ve deliciosa.

  • Y espero que te la comas toda – comentó – sabes que no me gusta que dejes comida en tu plato.

Sonreí y me apresuré a comer; la sopa no estaba mal, supongo que, después de todo, me terminé acostumbrando a la verdura. Al terminar, Laura me dio un plato que contenía un filete de pescado con lechuga para acompañar.

  • ¡Delicioso! – exclamé – has dado en el clavo.

  • Sé que es tu platillo favorito – dijo – es por eso que te lo preparé, hoy quiero que tu primer día de clases sea excelente.

  • Estoy seguro que así será – respondí – ¡oh! ¡Es tardísimo! Me tengo que ir – dije mientras observaba el reloj de pared.

Me levanté apresurado y, como pude, me limpié los restos de comida que quedaron en mi boca; odiaba llegar tarde al colegio, sobre todo cuando se trata del primer día. Me despedí de Laura y recogí mis cosas para encaminarme hacia la entrada principal, en donde Arturo Hernández, el chofer, ya me estaba esperando. Me subí al auto, y Arturo cerró la puerta, después se subió al auto y comenzó a manejar. De vez en cuando dirigía mi mirada hacia el espejo retrovisor para poder admirar el rostro de Arturo; no podía negarlo, me gustaba.

Arturo es un joven de aproximadamente 24 años de edad, es moreno claro y de pelo castaño ondulado, sus rasgos son casi perfectos, tiene unos labios que siempre tienen un color rosado y brilloso, una nariz chata y pequeña, sus orejas son pequeñas que siempre están enrojecidas y, finalmente, tiene unos ojos color miel que, cada vez que los veo, me atrapan en un mundo imaginario donde él y yo estamos juntos, pero sólo es eso, un mundo imaginario, algo que jamás podrá pasar.

Arturo se tardó aproximadamente 20 minutos en llegar al colegio; una vez ahí, me despedí de él y bajé del auto. Me disponía a caminar apresurado cuando me interceptó Viridiana Gómez, mi mejor amiga. Viridiana es una joven de mi misma edad, quien conocí cuando ingresé a la secundaria, tres años atrás. Es una muchacha responsable, morena, de cabello largo y rizado, ojos cafés, nariz chata y labios delgados y finos; la saludé y, casi en seguida, ambos nos dirigimos a nuestro respectivo salón.

Cuando llegué, me encontré a varios chicos tonteando en grupos, mientras que las chicas platicaban en su propio grupo y otras tantas se encontraban tonteando con otros chicos. Me aproximé a una banca que se encontraba en la primera fila y me senté para revisar mi móvil pero, casi al instante, se acercó un joven moreno, ojos miel, cabello castaño y ondulado, y de cuerpo delgado; llevaba una gorra nike color roja, una sudadera gris, pantalón de mezclilla azul marino y tenis negros, de la misma marca que su gorra.

  • Hola – dijo – me llamo Julio Zaragoza, y tú eres…

  • Soy Ernesto Jiménez – respondí – mucho gusto.

  • El gusto es mío – dijo – ¿Por qué no te acercas al grupo? Estoy seguro que te recibirán muy bien – comentó, sonriendo alegremente.

  • Gracias – sonreí – pero no los conozco…

  • Hace apenas unos minutos tampoco me conocías – comentó – y ya estamos entablando una conversación.

  • Tienes razón – dije – vamos.

Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia donde se encontraba el grupo de amistades de Julio; cuando llegué, me recibieron de buena forma, tal y como me había dicho Julio. El grupo era peculiar, debido a los integrantes que, a simple vista, no parecían tener nada en común. Julio me fue presentando a cada uno de ellos, entre los cuales estaban Diego Serrano, un chico moreno y de estatura baja, que se parecía a un personaje de caricatura debido a su cuerpo menudo que, combinado con su rostro achatado, daba el aspecto de un duendecillo o algo por el estilo, además de vestir con pantalón de mezclilla, una playera de los rolling stones negra y tenis negros; en seguida saludé a Luis Torres, un joven de tez blanca, ojos marrones, cabello lacio y castaño, de nariz un poco respingona y labios carnosos y rosados, que vestía una sudadera Nike, pants y tenis blancos; Carmen Ruiz, una chica muy bien parecida, delgada, cabello corto y negro, tez morena, ojos cafés, y de nariz afilada, que vestía una blusa rosa, pantalón de mezclilla y zapatillas negras; Tania Licona, de ojos cafés y estatura baja, con una nariz chata, labios delgados, tez blanca, y cuerpo compacto, quien vestía una chamarra de piel, falda corta y rosa, que combinaba con unas zapatillas rosas; y, finalmente, me presentó a Tamara Monterrubio, la chica más difícil del grupo, una chica esbelta, pelo rubio, blanca, tal cual modelo de televisión, quien vestía una playera azul marino, falda de mezclilla, zapatillas azules, y llevaba un collar de esmeraldas en el cuello; la cual, apenas me vio, hizo una mueca de desagrado y me saludó de manera despectiva.

Julio empezó a hablar con sus amigos mientras yo me quedaba a su lado sin saber siquiera qué decir, estaba pasando un momento totalmente incómodo, y lo único que deseaba era irme a mi lugar y dejarlos hablar de lo que sea que estuvieran hablando. De repente escuché la voz de Julio, que me devolvió a la realidad.

  • ¿Qué opinas? – me preguntó – ¿Te animas a ir con nosotros?

  • Eh… ¿ir a… donde? – pregunté.

  • Iremos al parque de diversiones este sábado – explicó Tamara, completamente molesta – ya lo habíamos dicho antes.

Me sentí avergonzado, sobre todo por culpa de Tamara, quien me trató mal, pero Julio se acercó a mí y me animó a ir, así que terminé aceptando; total, era un día y ya, no iba a pasar nada si no estaba en mi casa ese día. El día pasó rápido, Viridiana y yo estuvimos platicando en los ratos libres y, al terminar las clases, nos disponíamos a regresar a mi casa cuando Julio me detuvo a unos cuantos metros de distancia de la escuela.

  • Hola – me dijo agitado – un poco más tarde y no te alcanzo.

  • Hola Julio – respondí - ¿Qué te trae por aquí?

  • Solo quiero saber si tú puedes acompañarme a mi casa – dijo – claro, si tú quieres…

  • Julio, es que… - empecé a decir, mientras veía mi reloj – es tarde… y debo hacer tareas.

  • Por favor – dijo – acompáñame, te prometo que no será mucho tiempo.

Viridiana me observó con una mirada suplicante que me hacía recordar que debíamos llegar pronto a casa para realizar un trabajo escolar, y gracias a esa mirada me disculpé con Julio y me despedí de él, pero me insistió tanto que accedí a ir con él; al final, me despedí de Viridiana y lo acompañé a esperar a su chofer. Cuando su chofer llegó, él me insistió bastante para que lo acompañara hasta su casa, hecho que terminé aceptando; al llegar, pude ver una casa hermosa, pintada de color durazno con decorado blanco y figuras de sol y luna en las puertas y ventanas; contaba con una alberca amplia y un jardín perfectamente cuidado; era una magnífica mansión.

Apenas bajamos del vehículo, Julio me llevó hasta la cocina, en donde le pidió a una chica de servicio que me atendiera, al principio me disculpé y no acepté nada, pero, como empezaba a hacer bastante calor, terminé aceptando un vaso con jugo de naranja. Julio me llevó hasta su estudio, en donde me pidió ayuda para poder realizar la tarea; todo iba bien: yo fui investigando los datos más importantes en internet mientras él se dedicaba a redactar su reporte de investigación, una vez terminado todo, realizamos una carátula, engrapamos y listo; su trabajo estaba hecho.

  • Espero que la profesora de Ciencias Naturales me asigne una buena nota – dijo – no me gustaría sacar una nota baja después de habernos cansado tanto en este trabajo.

  • Seguramente te dará la nota de excelencia – le comenté – este trabajo está impecable.

  • ¿Quieres comer algo? – preguntó – ya es tarde…

  • No, muchas gracias – me disculpé mientras observaba mi reloj - ¡Oh! Es tarde, debo ir a casa.

  • Está bien – dijo – le pediré al chofer que te lleve.

  • No es necesario – respondí – puedo ir caminando.

  • Lo sé – sonrió – pero no me gustaría que te canses al caminar.

Julio me insistió y me convenció de que abordara el automóvil para que el chofer me llevara hasta mi casa, la verdad era algo que ya empezaba a fastidiarme, me gustaba caminar, sentir que puedo ser como cualquier otra persona y no tener etiquetas sólo porque tengo una posición económica alta. Apenas llegué a casa, Clarita me notificó que mi padre estuvo tratando de comunicarse conmigo toda la tarde, así que tomé el teléfono y le llamé; cuando contestó, me regañó diciendo que debía estar en su oficina desde temprano para que me enseñara la empresa «Ya es tiempo de que conozcas el negocio familiar» dijo; colgué el auricular y suspiré «Claro, sólo le interesa que la empresa siga estando en la familia» pensé.

Salí a prisa de la casa, en donde me encontró Arturo, quien ya me esperaba para llevarme a la empresa. Abordé el vehículo y tomé mi móvil para poder conversar con Viridiana vía SMS «Voy a la oficina de mi padre, es fastidioso» le escribí; además, también le escribí mensajes como «Voy en el auto con Arturo» y ella me contestó «¿Ves? No todo es tan malo, vas con él» Al llegar, le indiqué a Arturo que no era necesario que me esperara, ya que no sabía cuánto tiempo me tardaría en la oficina con mi padre; y decidió marcharse «Me notifica cuando salga, joven; vendré por usted cuando me lo indique» Le di las gracias, me despedí de él y caminé en dirección a la recepción de la empresa.

  • Buenas tardes, joven Jiménez – saludó Silvia Méndez – su padre lo está esperando en su oficina.

  • Gracias – sonreí – con permiso.

Mientras caminaba rumbo a la oficina, escuché que Silvia le notificaba a mi padre que ya estaba ahí; cuando llegué a su oficina, mi padre se veía visiblemente molesto. Apenas entré, me indicó tomar asiento y empezó a hablar; evidentemente estaba enojado.

  • ¿Cuántas veces te he dicho que te intereses más en la empresa? – preguntó.

  • Padre – respondí - ¿Por qué quieres dejarme al frente de todo esto?

  • Porque a mi padre y a mí nos ha costado bastante tener esta empresa – respondió – y no quiero que quede en manos equivocadas.

  • Ya te he dicho que no me interesa – le dije – déjale la empresa a alguien más.

  • ¿Crees que confiaría en alguien más que no seas tú? – me preguntó – Tú debes quedarte con la empresa, es tu herencia.

  • Pues no la quiero – respondí – no quiero nada que venga de ti.

  • Entonces – empezó a decir – cuando tu hermano regrese a México, se quedará con todo.

  • Por mí no hay ningún problema – dije – estoy seguro que Andrés con gusto aceptará... claro, si algún día quisiera regresar.

Mi padre movió su cabeza en forma de negación, mientras leía unos documentos que tenía en su escritorio. No entendía su actitud; mi padre es un señor alto, delgado, moreno, ojos miel, pelo castaño ondulado y con algunas arrugas características de su edad, pues ya tiene 42 años. Él quiere que me quede al frente de la empresa, pero a mí no me interesa; sinceramente, debería dejársela a alguien que conozca el negocio… pero, evidentemente, no lo hará. Salí de su oficina y me senté en un sillón en el área de recepción, mientras le enviaba un mensaje a Arturo «llegaré en seguida» envió; yo le envié un mensaje que decía «Gracias, te espero» Tomé un periódico y lo empecé a hojear; sinceramente, no le puse atención, ya que lo único que quería hacer en ese momento era irme a casa.

Cuando Arturo llegó, abordé el vehículo y emprendimos el camino de regreso a la casa pero, en el trayecto, le pedí que se detuviera en un viejo parque abandonado, en donde la gente ya no iba. Él apagó el motor y me acompañó al parque, una vez ahí nos sentamos sobre el pasto y yo empecé a llorar.

  • ¿Qué tiene, joven? – me preguntó mientras me miraba a través de sus ojos miel.

  • Mi padre – respondí – él quiere que me quede al frente de la empresa.

  • No se ponga así – dijo – debería alegrarse.

  • ¿Alegrarme? – pregunté – Yo no quería esta vida.

  • ¿Usted que quiere, joven? – preguntó.

  • Quiero hacer mi propia vida – respondí – quiero alejarme de este mundo, ser como cualquier persona…

  • Pero usted no puede hacerlo – dijo Arturo – usted no es como cualquier persona.

Arturo me abrazó y me acarició el cabello, mientras yo lo apretaba fuertemente con mis brazos, me gustaba estar así con él, me hacía sentir bien, cómodo; todo desaparecía cuando él estaba conmigo, así que decidí que era el momento de confesarle todo.

  • Arturo… - dije nervioso – quie… quiero…

  • ¿Qué sucede? – preguntó, mientras me observaba.

  • Me… me… me gustas – por fin solté lo que sentía – quería decírtelo.

  • Joven – dijo – no me lo tome a mal, pero… - suspiró – no puedo corresponderle.

  • ¿Por qué? – pregunté - ¿Acaso es algo malo enamorarse de ti?

  • No – dijo – pero yo tengo novia.

  • Entiendo…

  • Espero que comprenda – dijo – además, usted es joven… y estoy seguro que pronto encontrará a alguien.

Le sonreí y me recosté en el pasto, le pedí que regresáramos a casa y así lo hicimos, abordé el vehículo y él empezó a manejar; al llegar, me despedí de él y me dispuse a ir a mi habitación pero, cuando lo vi, me alegré bastante al ver a mi tío Pablo, un señor de 40 años, delgado, moreno, ojos miel, labios delgados y rosados, cabello castaño oscuro, nariz chata y, además, usa gafas; de inmediato me acerqué y lo saludé.

  • ¡Tío Pablo! – exclamé - ¡Me da mucho gusto verte!

  • ¡Ernesto! – gritó - ¿Cómo has estado? – me preguntó mientras me abrazaba.

  • He estado bien – respondí – Te extrañé mucho.

Cuando me separé, mi tío y yo nos sentamos en el sillón y empezamos a platicar, disculpándose por el hecho de no haber podido ir a la casa el fin de semana, ya que tuvo trabajo extra, salió tarde de su trabajo y ya no pudo llegar a la casa para que pudiéramos ir a la feria, tal cual me había prometido días atrás, pero dijo que, sin duda, iríamos el domingo. Mi tío y yo fuimos a la mesa, en donde comimos y seguimos platicando un rato, y después me dijo el verdadero motivo de su visita.

  • Ernesto – dijo – ¿en dónde está tu padre?

  • En la empresa – respondí - ¿en dónde más?

  • Me urge hablar con él – dijo.

Apenas iba a decirle algo cuando mi padre entró en la casa, cuando vio a mi tío, se sorprendió de verlo ahí, pero no por eso, dejaba de sentir alegría al ver a su hermano menor. Se acercó con rapidez y nos saludó a ambos.

  • Hola hijo – dijo – Hola Pablo – saludó a mi tío.

  • Hola Ignacio – respondió mi tío – me alegra verte.

  • A mí también – respondió mi padre - ¿Qué te trae por aquí?

Mi padre y mi tío se sentaron en el sillón grande, y yo me senté en el sillón individual, desde donde podía escuchar toda la conversación, además, no tenía algo más que pudiera hacer.

  • Vine a decirte que Raquel ha muerto – dijo – murió a causa de un paro respiratorio.

  • Imagino que has de estar feliz – le dijo mi padre – así podrás buscarlo – dijo, burlándose.

  • Jamás perdoné a mi padre por lo que hizo – dijo – y a ti tampoco.

  • Aún sigues con resentimientos, Pablo – comentó mi padre, completamente inexpresivo – ya ves, fue lo mejor.

  • ¿Lo mejor? – preguntó mi tío, sorprendido por las palabras de mi padre - ¿Para quién? ¿Para ti y mis padres? – expresó molesto.

  • Así es – respondió mi padre.

Un profundo silencio invadió el lugar, era una situación insoportable, tan solo podía ver a mi padre, quien en ese momento había tomado un encendedor y sacó un cigarrillo de una cajetilla que guardaba en uno de sus bolsillos del pantalón; mientras mi tío lo veía con un semblante de decepción y tristeza que no podía ocultar.

  • Que mis padres no me aceptaran, era entendible – dijo mi tío – pero que mi propio hermano me odie…

  • Si tan solo fueras normal – respondió mi padre – pero no, tenías que llevarnos la contraria, tenías que…

  • ¿Tenía qué, Ignacio? – preguntó mi tío – ¿Tenía que llevarle la contraria a mis padres? ¿Acaso te molesta que no tenga una esposa, o que no tenga hijos?

  • Nunca hiciste lo que ellos querían, que era lo mejor para ti – dijo mi padre – se murieron sin conocer un hijo tuyo.

  • ¿Lo mejor para mí? – le preguntó mi tío - ¿Lo mejor para mí, o para ustedes?

  • Ya vas a empezar – dijo mi padre.

  • No, Ignacio – dijo mi tío – tú empezaste, yo tan sólo te contesto. A ustedes lo único que siempre les ha interesado es verse bien ante la sociedad.

- Lo que pasó, ya no importa – dijo mi padre – si no tienes nada más que decir, entonces vete.

Mi tío se enojó, se levantó del sillón y se despidió; después salió de la casa y mi padre se encerró en su recámara; al final, yo me levanté y fui a mi cuarto, en donde me encerré el resto de la tarde, ya que no quería ver a mi padre.


Desperté cansado, me levanté de la cama, y me observé en el espejo; aún tenía mis ojos enrojecidos a causa del llanto de la tarde. Observé mi reloj y vi la hora: 8:15 p.m.; me limpié los ojos y me quité el uniforme escolar, para poder ponerme ropa cómoda; cuando me estaba colocando mis zapatos, entró Clarita a notificarme que Julio estaba esperándome en el automóvil junto a sus amigos.

Tomé una chamarra de piel y bajé a prisa las escaleras, me despedí de Clarita y salí; saludé a todos y abordé el vehículo; en el trayecto, empezamos a platicar algunas cosas. En cuanto el automóvil se detuvo, nos bajamos y entramos en un bar en donde, gracias a Julio, pudimos entrar sin comprobar nuestra edad. El ambiente era agradable, había varias mesas en el lugar, gente platicando, bebiendo, mientras que otras personas estaban bailando. Nos sentamos en una mesa cercana a la pista de baile, y Julio, en vez de sentarse a mi lado, me pidió un baile.

Yo no supe cómo reaccionar, la verdad me sentía incómodo pero, al mismo tiempo me sentía feliz, supongo que mi cara se había puesto roja a causa de la pena, aunque gracias a que sólo estaban unas luces iluminando la pista, no se pudo ver por completo mi cara, así que no me preocupé tanto.

  • ¿Qué dices? – preguntó - ¿No quieres bailar conmigo?

  • Está bien – respondí, mientras empezaba a sonar una canción del rock & roll de los 50’s.

  • Oh – dijo – ya cambiaron la música, ¿sabes bailar esto?

  • Por supuesto – respondí – vamos.

Arrastré a Julio hasta la pista de baile y ambos nos pusimos a bailar, mientras la gente nos veía sorprendidos de que dos jóvenes de 15 años supieran bailar ese tipo de música. Me gustaba sentir el calor que generaban mis movimientos en mi cuerpo; además, era afortunado porque Julio estaba conmigo. La música siguió y seguimos bailando, cuando empezó a sonar salsa, Julio y yo estábamos sudando debido a los movimientos; al finalizar la pieza, estaba dispuesto a regresar a mi lugar cuando él me detuvo, giré mi cuerpo y él me dio un beso en los labios.


¡Hola a todos! Aquí les dejo el primer capítulo de "Amor Comprado" ¡Espero que les haya gustado! Les reitero mi correo, es guadalupe00023@gmail.com y también mi perfil de facebook: https://www.facebook.com/guadalupelopezmexico

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