Amor Comprado: Bebida en exceso

¿Cómo justificar al despertar un "te amo" dicho bajo los efectos del alcohol en la noche anterior?

AMOR COMPRADO.

CAPÍTULO V “Rechazo”

SEPTIEMBRE 2000.

Me desperté exaltado debido a los gritos de mi madre; por algún motivo estaba histérica, cuando sentí que sólo yo estaba en mi cama, me levanté lo más rápido posible y corrí hacia donde se escuchaban los gritos. Cuando llegué a la sala, mi madre estaba peleando con Óscar, pues el chico había roto un vaso de cristal en la sala; me acerqué y de inmediato intervine en la discusión, hecho que no le pareció a mi madre.

  • Mamá – dije - ¿Se puede saber qué está pasando?

  • Éste – empezó a decir – ha roto un vaso de cristal en la sala.

- ¿Y toda esta discusión por un vaso? – pregunté sorprendido y enojado al mismo tiempo.

Óscar se acercó a mí y por instinto se puso detrás de mí; mi madre se acercó para intentar sujetarle un brazo, pero yo se lo impedí. El pobre chico no se merece vivir nada de esto.

  • ¡Déjalo! – exclamé – Fue sólo un vaso.

  • Ernesto – dijo mi madre – este chico necesita aprender modales.

  • ¿Y con gritos y regaños aprenderá? – pregunté desafiante - ¿Acaso quieres jugar a la mamá con este chico?

  • ¡No digas tonterías, Ernesto! – exclamó – Yo…

  • Tú no tienes derecho a tratarlo así – dije – ya es suficiente que me trates a mí como si fuera un objeto como para que también quieras hacer lo mismo con él.

Mi madre se enfureció y su cara se enrojeció demasiado; de repente sentí una bofetada que me tiró al piso de inmediato; me dolió demasiado el codo, pues fue lo primero que se estrelló contra el piso; pero cuando escuché a mi madre empezar a gritarle a Óscar, de inmediato me levanté y, sin importarme el dolor físico, me interpuse entre ellos.

  • ¡Basta ya! – dije – Si tanto te molesta yo limpio el piso.

  • Haz lo que quieras – dijo mi madre – y no me molesten en lo que resta del día.

Mi madre tomó su bolso y salió de la casa, dejándonos a Óscar y a mí completamente solos, el chico se agachó para empezar a recoger los pedazos pero yo lo detuve «No pasa nada, yo limpiaré esto» Óscar sólo me sonrió tímidamente mientras se sentaba en el sillón individual. Me tardé un poco en limpiar debido a que tuve que buscar unos guantes para poder recoger los pedazos de cristal y poder limpiar el suelo; una vez limpio, me lavé las manos en el lavabo del cuarto de baño y me fui a mi habitación.

Al entrar, empecé a acomodar mi cuarto, desde la cama, limpié los muebles, abrí las cortinas de mi ventana, doblé y guardé mi ropa en los cajones del ropero y me empecé a desvestir para poder tomar una buena ducha, pero en ese momento entró Óscar sin avisar y apenas tuve tiempo para cubrir mi cuerpo desnudo con mi toalla, que por suerte, había dejado sobre un mueble cerca de la ventana.

  • ¡Óscar! – exclamé sorprendido.

  • Discúlpame – dijo apenado – regreso después.

  • Espera – dije mientras terminaba de anudarme la toalla en la cintura - ¿Necesitas algo?

  • Tengo hambre – dijo – y mi mamá siempre me preparaba el desayuno.

  • Entiendo – dije – no te preocupes, en cuanto termine de vestirme voy a preparar algo.

  • Muchas gracias – sonrió – con permiso.

  • Propio – respondí.

Óscar salió de mi habitación y aproveché el momento para secar mi cuerpo, buscar mi ropa, ponérmela, peinarme y salir a preparar algo de comer «Genial, ahora tengo que cuidar a un mocoso que no sabe prepararse su propio alimento» pensé, pero de inmediato cambié de opinión «Pobre chico, ni siquiera sabe prepararse un desayuno» En cuanto terminé de preparar el desayuno, Óscar y yo nos sentamos en la mesa; me sentía demasiado incómodo, pues no estaba acostumbrado a tener visitas en casa, y mucho menos, a alguien que necesita que le preparen el desayuno.

  • ¡Está delicioso! – exclamó – Me gusta el arroz frito y el bistec.

  • ¿Es tu comida favorita? – le pregunté.

  • Bueno – dijo – en realidad, mi madre y yo no teníamos mucho dinero, así que diario comíamos algo de huevo, pan y leche – sonrió – y cuando tenía algún ahorro extra, compraba carne.

  • ¿Y en qué escuela estudias? – pregunté – Supongo que estudias ¿verdad?

  • Sí – respondió – estoy en un colegio cerca de aquí.

  • ¿Quieres que te lleve? – le pregunté.

  • Yo… - empezó a decir, dudando de sus palabras – iré.. me iré solo.

  • ¿Sabes llegar? – le pregunté.

Óscar agachó la cabeza y se recargó en la silla, lo que me hizo suponer que no tiene la más mínima idea de cómo llegar a su escuela… en fin, mientras me diga en dónde va, lo puedo llevar pronto. Terminamos de desayunar y él sacó unos cuadernos y un lápiz que guardó en una bolsa de plástico; yo de inmediato le dije que si no tenía mochila, yo podría prestarle una que había usado en un curso anterior.

En fin, el pobre chico se le olvidó su mochila en su antiguo hogar, y bueno, después de guardar sus cosas, salimos apresurados de la casa, rumbo a nuestras escuelas; por suerte, su escuela queda a dos cuadras de la mía; caminamos juntos hasta que él giró para ir a su escuela «Si no me ves aquí, me esperas para regresar juntos a la casa» le dije.

Apenas llegué a la escuela, me encontré con Julio en la entrada, nos saludamos y conversamos en el trayecto; en cuanto llegamos al salón de clases, nos acercamos al grupo y, de nuevo, Tamara me lanzó miradas recelosas «Esta loca ya está pensando cosas que no son» Pronto nos sentamos cerca unos de otros, mientras nos peleábamos decidiendo quién se sentaría al lado de; al final, decidí sentarme al lado de una chica nueva, que no había visto antes en el salón, mientras los chicos e incluso las chicas empezaron a chiflar.

Cuando terminó la clase, observé detenidamente a la chica; quien vestía unos jeans negros ajustados, que había combinado con un cinturón de diversos colores; llevaba una blusa gris, sombras rosas y sus labios con brillo; además de llevar las uñas largas y pintadas de negro con un diseño de flores color blanco en el centro de cada uña.

  • Hola – me saludó dedicándome una sonrisa – me llamo Rebeca Ordoñez, mucho gusto. Tú eres…

  • Ernesto – respondí – me llamo Ernesto – dije mientras sonreía.

Julio se acercó y me vio con la chica, y de inmediato nos hizo burla «No creí que fuera capaz de esto» pensé «Me esperaba burlas de los demás, pero de Julio no esperaba esto» En cuestión de segundos, los demás de nuestro grupo ya estaban alrededor.

  • Hola – saludó Tamara – me llamo Tamara Monterrubio.

  • Mucho gusto Tamara – dijo Rebeca – me llamo Rebeca Ordoñez.

  • Yo soy Carmen Ruiz – dijo mientras se acercaba – espero que podamos ser buenas amigas.

  • Me llamo Tania Licona – dijo mientras también se acercaba – mucho gusto, Rebeca.

En ese momento se acercó Viridiana, quien también había sido integrada al grupo en la misma semana que iniciamos el curso. Al finalizar las clases, decidimos ir al bar “Chicos malos” donde Julio nos llevó anteriormente, ya que ahí no teníamos que comprobar nuestra edad; aprovechamos el momento, pues era viernes y no teníamos nada que hacer en la tarde; así que, para no perder tiempo, nos fuimos en el auto de Julio, donde podíamos dejar las mochilas durante la estancia en el bar; de esta forma evitaríamos cualquier problema.

El trayecto fue fantástico, todos estábamos bromeando, cantando e, incluso, Viridiana ya estaba riendo con las chicas, incluida Rebeca, la nueva del grupo. Una vez dentro del bar, Viridiana me llevó a la pista de baile; cada uno eligió su pareja de baile: Luis eligió a Rebeca, Diego eligió a Tamara, Carmen eligió a Julio y la única que se quedó sin pareja de baile, fue Tania.

Cuando terminamos de bailar, buscamos a Tania, pues suponíamos que había ido a buscar una mesa para sentarnos, pero nos llevamos una tremenda sorpresa al verla en la pista bailando con un chico moreno, delgado y estatura baja, casi como ella; en cuanto Tania nos vio, se acercó a nosotros y nos presentó al chico.

  • Hola – dijo – me llamo Iván Arroyo.

  • Mucho gusto Iván – dijimos al unísono.

Iván se fue presentando con cada uno de nosotros, mientras nos acomodábamos en la mesa que habíamos elegido para estar en el bar. Estuvimos platicando un rato mientras empezábamos a conocer más detalles de Rebeca y de Iván. Rebeca Ordoñez, una chica de 15 años, morena, pelo castaño y ondulado, ojos cafés oscuro, nariz afilada, labios gruesos y estatura media; nos dijo que ella y su familia apenas llevan tres años viviendo en la ciudad, pues ellos venían de Argentina.

Por su parte, Iván nos dijo que él ha vivido siempre en la ciudad, y vive cerca de donde yo vivo, más o menos a una cuadra; aunque es una casualidad que jamás lo haya visto por ahí; en cuanto dijo que debía irse pronto a su casa para cuidar a su sobrino, me acordé de Óscar.

  • ¡Demonios! – exclamé.

  • ¿Qué pasa, Ernesto? – preguntó Julio.

  • Debí haber pasado por Óscar hace rato – dije.

  • ¿Quién es Óscar? – preguntaron todos al unísono.

  • Óscar es un chico que acaba de llegar a vivir a mi casa – expliqué – pues su madre falleció y no tiene a nadie.

  • ¿Qué edad tiene? – preguntó Tania.

  • Tiene 13 años – respondí – pero él no conoce estos rumbos.

  • Yo te acompaño – dijo Tamara – no es necesario ir todos, así… lo encontramos, lo llevas a tu casa y regresamos aquí ¿Te parece?

Me quedé observando a Tamara detenidamente, se me hacía demasiado extraño que precisamente ella se ofreciera a acompañarme. En fin, en estos momentos, cualquier ayuda es buena. Salimos a prisa del bar y tomamos un taxi de sitio que estaba a una cuadra del bar, le indiqué la dirección al chofer y me acomodé cerca de la ventana lateral derecha.

  • Ernesto – dijo Tamara – quiero hablar contigo.

  • Ya se me hacía raro que me acompañaras por caridad – dije.

  • Mira – empezó a hablar – yo sé que no nos llevamos bien – suspiró.

  • Ajá – dije – eso no es novedad.

  • Mírame – pidió – por favor.

Volteé a ver a Tamara y pude ver su cara de tristeza, estaba a punto de llorar y ni siquiera sabía el motivo… en fin; Tamara se acercó a mí y me dio un abrazo tan fuerte que sentí mis huesos crujiendo por la fuerza de sus brazos.

  • Ernesto – dijo cuándo deshizo el abrazo – perdóname por haber sido tan…

  • ¿Ruda? – pregunté.

  • Sí, eso – suspiró – en realidad no soy así, no creas que soy mala persona…

  • Tamara – dije – descuida, ya todo está olvidado.

  • Pero te amenacé… - dijo mientras empezaba a llorar.

Volví a abrazarla y pude sentir su suspiro mientras me apretaba fuertemente; Tamara estaba sufriendo, pero no podía creer que esto esté pasando. Nuevamente ella deshizo el abrazo y se limpió el rostro con un papel que sacó de su bolso de mano. Tamara iba a explicar sus motivos respecto a su comportamiento, pero justo en ese momento el chofer nos indicó que habíamos llegado al lugar. Le pagué el chofer y salí del taxi para ayudar a Tamara a bajar del vehículo; nos encaminamos rápido a la entrada de la escuela y vi a un conserje en la puerta, quien de inmediato se acercó a nosotros.

  • Joven – dijo – ¿Viene a recoger al niño que está adentro de la escuela?

  • ¿Usted lo ha visto? – pregunté angustiado.

  • Sí – respondió – me dijo que esperaba a un joven que pasaría por él.

  • ¿En dónde está? – pregunté.

  • Síganme – dijo el conserje.

Tamara y yo nos acercamos a la escuela y vi el conserje nos llevó a la dirección del plantel, en donde Óscar estaba sentado y dibujando en su cuaderno; en cuanto me vio, se acercó a mí y me abrazó, hecho que me dejó demasiado aliviado al comprobar que se encontraba en perfecto estado.

  • Pensé que no pasarías por mí – me dijo – y no sé el número telefónico de la casa.

  • Discúlpame, Óscar – dije – no pude venir antes, tenía cosas que hacer.

El chico me sonrió y se despidió del conserje para después guardar sus cosas en su mochila, mientras que yo me acerqué al conserje para darle las gracias por cuidarlo en todo este tiempo, justificándome también de no poder recogerlo a tiempo. Tamara saludó a Óscar y lo presenté como el hijo de una amiga de la familia, y a solas le dije a Tamara que la madre había muerto, y por eso el chico estaba viviendo en mi casa. Los tres nos fuimos a mi casa en transporte público, pues ya no tenía mucho capital para pagar otro taxi.

  • Óscar – le dije – no le abras a nadie, te quedarás solo.

  • ¿Irás a algún lado? – preguntó.

  • Sí – dije – iré a un lugar a bailar, pero tú no puedes entrar, eres muy pequeño para eso.

  • Está bien – sonrió – me portaré bien, lo prometo.

  • Cuídate – dije mientras le revolvía el pelo – nos vemos en unas horas.

Fui a mi habitación y busqué mi alcancía, de donde obtuve dinero para que Tamara y yo podamos trasladarnos de nuevo al bar; lo guardé en mi pantalón, volví a colocar mi alcancía en su lugar y bajé las escaleras apresurado para salir de casa lo más rápido posible.

Nos fuimos al bar lo más rápido posible; abordamos otro taxi y no tardamos mucho en llegar al bar; durante el trayecto, Tamara se veía nerviosa, y en repetidas ocasiones estaba a punto de pronunciar algo que no se atrevió a decir; en cuanto llegamos, saludamos a todos y Tamara me pidió hablar en privado, a lo cual accedí para evitar algún problema.

  • Ernesto – dijo mientras cruzaba los brazos y me observaba fijamente - ¿Sigues interesado en Julio?

  • Tamara – empecé a decir – desde que tú…

  • Olvida la amenaza – dijo mientras se acomodaba de nuevo la liga en su cabello – empecemos de nuevo ¿te parece?

  • Si tú quieres… - dije – bueno – suspiré – no puedo negarlo, me gusta mucho y haría cualquier cosa por él.

Tamara me observó fijamente, me pidió que la acompañara a pedir bebidas para ambos y nos sentamos en la barra; mientras esperábamos las bebidas, Tamara volvió a hablar, me sentía raro, es como si tuviera enfrente otra persona completamente diferente en vez de la ruda y prepotente Tamara.

  • Ernesto – dijo – me gustaría tener una amistad contigo.

  • ¿Y eso? – pregunté – pensé que no encajaba en el tipo de amistades que tienes.

  • Ernesto, he visto tu actitud – dijo – y puedo ver que no tienes mucha experiencia en conquistar chavos…

  • Por supuesto que no – dije de inmediato – apenas terminé con un chico hace tres meses.

  • No es verdad – dijo Tamara – Ernesto, conozco a los chavos como tú, y te puedo asegurar que jamás has tenido novio.

  • Pues yo soy la excepción – empecé a decir, pero Tamara me interrumpió.

  • Ernesto – dijo – no hay nada de malo que no hayas tenido novio, no es malo eso.

  • Pero… - empecé a decir.

  • Es más – dijo – estoy segura que no has hecho nada con nadie.

La observé detenidamente mientras movía mi popote por toda la orilla del vaso de cristal, para después darle un sorbo a mi bebida. Aclaré mi garganta, fingí deshacer una arruga de mi pantalón, observé detenidamente a Tamara y después volví a hablar.

  • No puedo mentirte – dije – eres demasiado astuta para darte cuenta de las cosas.

  • No te preocupes – respondió – ya llegará tu momento con Julio.

  • ¿¡Qué!? – exclamé sorprendido y, al mismo tiempo, asustado - ¿¡Pero qué dices, mujer!? ¿¡Estás loca!?

  • ¡Jajajaja! – rió escandalosamente – Cálmate – dijo mientras ponía su mano derecha en mi pierna – es natural.

  • Pero Julio y yo no… - empecé a decir – sólo me besó aquel día que bailé con él.

  • ¿En serio? – preguntó Tamara sorprendida - ¿Y no le has dicho nada? – sonrió – cariño, eso se arregla fácil. Ven conmigo – dijo mientras me tomaba de la mano y me llevaba de nuevo a donde estaba el grupo.

Tamara me llevó corriendo a donde estaba Julio, me sentía completamente acalorado, pues me daba pena la situación del momento; una vez ahí, le pidió hablar en privado, mientras escuchaba los chiflidos de los demás. Tamara se acercó a mí y dijo «Julio, Ernesto tiene algo importante que decirte» Observé a Tamara asustado y asombrado por su actitud «Te juro que te mato por hacerme eso» pensé, pero Julio me devolvió a la realidad cuando dijo «¿Qué es eso importante que tienes que decirme?»


Me levanté para ir a la barra, pues ya había terminado mi bebida y quería comprar algo más «Luis, no olvides mi jugo de naranja» me dijo Carmen mientras me levantaba. Apenas llegué a la barra, pedí las bebidas y esperé a que terminaran de prepararlas.

  • Hola – me dijo la chica que estaba sentada a un lado de mí - ¿Quieres bailar?

  • Claro – dije – pero ¿me permites un momento mientras entrego esta bebida a mi amiga?

  • ¡Uy! – dijo – entonces olvídalo, no quiero pleitos con tu chava.

  • No hay problema – dije – es mi amiga, no te preocupes.

  • De acuerdo – dijo – te espero.

  • No me tardo – dije.

Fui a prisa con Carmen y le entregué su bebida mientras le decía «Ahora vuelvo, hay una chica que quiere bailar conmigo y me espera en la barra» Carmen sonrió y me dijo «Buena suerte con tu nueva conquista»


Me siento feliz de estar aquí en el bar “Chicos malos” con Alfonso; no puedo creer que esté aquí con mi novio, es emocionante; Jacko entró al bar sin problemas, pues ya lo conocen los chicos de la entrada; «Vengo con mi chico» dijo sonriente.

  • Oye – dijo uno de los chicos - ¿No habías entrado antes?

  • Nunca he venido aquí – respondí.

  • Hace rato entraste con unos chicos y unas chicas – dijo – además, traías uniforme escolar.

  • Me está confundiendo – dije – no había venido aquí.

Al fin nos dejaron pasar, después de que Jacko los convenciera; nos sentamos en una mesa cercana a la salida del bar, pues no queríamos estar mucho rato ahí, ya que debíamos regresar a casa pronto para terminar los deberes. En cuanto terminó la música que estaba sonando en el bar, empezó una de mis favoritas, y de inmediato jalé a Jacko a la pista para poder bailar; me sentía muy feliz de tener a un chico tan tierno y seguro como él; no podía haber nadie más… de pronto, sentí un ligero mareo, como si hubiera estado bebiendo por un largo rato.

  • ¿Qué te ocurre? – me preguntó - ¿Estás bien?

  • Me mareé un poco – dije – espera.

Lo abracé y me quedé inmóvil un rato mientras pasaba el mareo «¿Qué me está pasando?» pensé «Jamás había sentido esto» Jacko me llevó de nuevo a nuestros lugares en la mesa y ahí me senté; cada vez aumentaba más el mareo «Demonios ¿qué sucede?» pensaba mientras me recargaba en el respaldo del sillón «¿Por qué me siento así?»


Me sentía mareado y ya no era capaz de mantenerme en pie, por eso estaba sentado en el sillón, junto con los chicos; era fantástico poder tomar alcohol, jamás lo había hecho y se siente de maravilla. Tamara me observó y de inmediato me quitó el vaso justo en el momento que iba a tomar un trago más.

  • ¡Deja eso ya! – dijo - ¡Mírate cómo estás!

  • Estoy – hipé – bien, no pasa nada.

  • ¿Qué ocurre? – escuché una voz a lo lejos, creo que era Carmen - ¡Ernesto, mira cómo estás!

  • ¡Ernesto! – dijo Julio – Ernesto, despierta, despierta…


Me preocupé mucho por Ernesto y, después de hablar con los chicos, no hubo más remedio que llevarlo a mi casa; ya al día siguiente lo acompañaré a su casa para explicarle a sus padres lo sucedido; mientras tanto, como pude lo subí en un taxi y le pedí que me llevara en dirección a mi casa; una vez ahí, como pude, llevé a Ernesto hasta mi habitación, evitando que mis padres se enteren de lo sucedido.

  • ¿Qué ocurre? – preguntó Ernesto mientras despertaba.

  • Nada – dije – debes dormir un rato más.

  • Debo… ir a mi casa – dijo mientras ponía una mano en su frente – me duele la cabeza.

  • Es porque te excediste bebiendo – dije – no puedes irte así, es peligroso.

Ernesto me miró y se recostó en la cama, en ese momento me levanté y busqué un colchón inflable para dormir, ya que Ernesto dormiría hoy en mi casa. Ernesto aún seguía bajo los efectos del alcohol y me preocupé «Jamás había bebido, no debí dejar que lo hiciera» Me acerqué a él y le quité los zapatos, y también lo levanté para poder quitarle su chamarra; pero justo cuando lo rodeé de la cintura, me atrapó con sus brazos y se acostó en la cama, haciendo que cayera justo encima de él.

«Te amo» murmuró y repentinamente me dio un beso en los labios; fue un beso corto, pero me hizo sentir una vibración en todo mi cuerpo que jamás había experimentado; cuando me soltó, no podía pensar con claridad «Me besó» murmuré mientras lo observaba «Debo… debo enfrentarlo al rato, en cuanto despierte»


Después de estar un rato sentado, le pedí a Jacko regresar a casa; por lo menos el mareo había pasado, pero no quería quedarme ahí por más tiempo; además, quería estar un rato con él… así que, en cuanto llegamos a casa, lo llevé a la habitación y lo empujé en la cama.

  • ¡Alfonso! – exclamó sorprendido - ¿Por qué me avientas?

- Tengo ganas de experimentar el sexo salvaje – dije mientras me acercaba a él – si tu quieres.

- Por supuesto – sonrió pícaramente – ven aquí.

Jacko y yo nos besamos desesperadamente, mientras nos desvestíamos con rapidez, y pronto estaba dentro de él, penetrándolo con fuerza y rapidez «Para» me suplicaba «Me duele» mientras yo seguía bombeando «Esto es parte del sexo salvaje» dije mientras continuaba a mi ritmo. Al final, Jacko no resistió más y me empujó «Te dije que me duele» y se puso a llorar; yo me acerqué a él y lo abracé «Perdóname» le dije al oído «Sólo quería experimentar» dije «No creí que fuera a dolerte tanto»

Jacko me apretó con fuerza y rompió en llanto, obviamente lloraba por dolor pero, al mismo tiempo, lloraba por lo que había hecho «Qué imbécil soy» pensé «Debí consultarlo con él primero» Acaricié su rostro y lo besé, y él correspondió a mi beso.

  • ¿Me perdonas? – le pregunté – no quería hacerte daño, sólo quería experimentar algo nuevo.

  • No vuelvas a hacerlo – sonrió mientras aún tenía lágrimas en los ojos – hasta que yo te lo pida.

  • Está bien – dije mientras le limpiaba el rostro con mis manos – ya no llores, ya pasó todo.

Jacko sonrió de nuevo y me giró de modo que quedé sobre el colchón y, por supuesto, él quedó sobre mí, lo abracé de nuevo y cerré mis ojos mientras él se recostaba en mi pecho; podía sentir los latidos de su corazón «Jamás te dejaré ir, Jacko, tú y yo estamos unidos hasta después de la muerte»


Muchas gracias por leer y por enviar correos electrónicos; me disculpo con ustedes, pues mi escuela me está complicando el horario para poder escribir y leer correos y/o comentarios. Les daré el link de mi perfil en facebook, por si alguien más me quiere agregar; de antemano me disculpo también por estar ausente ahí esta semana, a excepción de algunos días, pero mi horario escolar no me ha dejado tiempo siquiera para nada, por lo que les pediré paciencia, pues terminando esta temporada tomaré un descanso para poder ir preparando la segunda temporada.

De antemano, muchas gracias por su atención, y también por leer mis relatos. No prometo responder rápido e-mails ni comentarios por el mismo motivo expuesto en el párrafo anterior; espero que comprendan.

Sin más por el momento, me despido y les deseo un bonito fin de semana en compañía de sus seres queridos.

Saludos.

Guadalupe.

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