Amor Comprado: Andrés
Un chico de 20 años no puede olvidar su pasado... y regresa con su novia a buscar a alguien muy importante que dejó atrás.
AMOR COMPRADO.
CAPÍTULO IV “Un Nuevo Hermano”
SEPTIEMBRE 2000.
Me desperté un poco tarde esta mañana, debido a que anoche me quedé esperando a que Paula terminara sus deberes y se nos hizo tarde. Después del desayuno, Paula me dijo que debía realizar el aseo de la casa mientras ella salía a surtir la despensa.
Víctor – dijo – apresúrate porque tendremos visitas.
Claro – respondí – lo haré lo más pronto posible.
Al finalizar el desayuno, ella se dedicó a la planta baja mientras yo aseé el primer piso; no me molestaba mi vida, pues Paula es como una madre para mí y de esta forma no me siento tan solo. Cuando terminé los deberes, estaba exhausto, y tomé una ducha; después me vestí, y estaba dispuesto a limpiar el cuarto que los señores de la casa me prestan para dormir cuando apareció Ofelia Zarate, la señora de la casa.
Víctor – dijo – buenos días.
Buenos días, Señora Zarate – respondí - ¿En qué puedo ayudarla?
Nos visitarán hoy personas importantes – empezó a decir – y me gustaría que estés presente en la fiesta.
¿Yo? – pregunté sorprendido – Pero yo solo…
Por favor – dijo – sólo es esta noche.
Observé a la señora Zárate y accedí, aun sin entender el motivo de todo esto; me llevó a una tienda de ropa y me compró un traje, camisa, cinturón, corbata, y después pasamos a una zapatería; en cuanto regresamos a la mansión, me pidió que me aseara y me pusiera esa ropa para estar listo para el evento.
Nuevamente estoy en mi habitación vistiéndome para la ocasión; sinceramente no entiendo a mis padres ¿Por qué me tratan mal y quieren guardar las apariencias para parecer una familia? Suspiré y tomé un peine para acomodarme el cabello; después me puse loción y me disponía a salir de mi recámara cuando Clarita entró en mi habitación.
Apenas me vio, me dijo que mis padres ya estaban en el auto con Arturo; así que, tan pronto escuche esto, corrí hacia donde estaban esperándome para subir al vehículo y partir a esa fiesta que, sin más remedio, tuve que ir y acompañarlos. En el trayecto fui pensando en mi hermano mayor, a quien no veo desde hace dos años… ahorita él tiene 20 años y no he sabido nada de él ¿Por qué me dejó aquí? Ahora entiendo lo que me dijo el día de su partida.
AGOSTO 1998.
Entré corriendo a la habitación de mi hermano Andrés, un chico de 18 años, alto, delgado, trigueño, atlético, con su cabello corto, negro y ligeramente ondulado, y siempre tan sonriente y sereno. Me dirigí apresuradamente a él para abrazarlo y él, apenas llegué a su lado, me correspondió el abrazo. Me sentía seguro a su lado y siempre estábamos juntos.
¿Qué pasó ‘loco’? – me preguntó con tranquilidad y su cálida sonrisa.
¿Qué haces Andresito? – pregunté mirándolo a los ojos.
Guardando mi ropa – respondió – mi maleta ya casi está lista.
Me quedé observando a Andrés con cierta inquietud, pues presentía que se alejaría de nosotros; aunque no sabía aún sus motivos… lo extrañaré mucho. Me acerqué a él y lo abracé mientras le decía “Te extrañaré mucho” y él sólo me sonrió y me dijo “Volveré, ya lo verás, es sólo que hay cosas que me impiden seguir aquí”. Andrés siguió doblando y guardando su ropa y yo simplemente me quedé ahí, observándolo. Me senté en su cama y cada que él volteaba le dedicaba una sonrisa a mi lindo hermanito.
SEPTIEMBRE 2000.
GUADALAJARA, JALISCO, MÉXICO.
Me desperté temprano para preparar el desayuno, me gusta consentir a Jennifer, mi novia; adoro a mi muñequita, es de piel blanca, con pecas, su pelo es largo, castaño y sedoso, me recuerda mucho a esas muñecas Barbie que venden en las tiendas departamentales, sólo que una versión mejorada; es caderona, con unos pechos medianos pero firmes y, lo mejor de todo, su linda sonrisa que me cautivó desde el momento en que la conocí.
Me apresuré a cocinar y servir el desayuno, me disponía a servir dos vasos de leche cuando apareció en la entrada de la cocina con sus shorts grises y su blusa blanca, mientras su cabello le caía ondulado sobre sus hombros.
Buenos días bombón – dijo melosa - ¿cómo amaneciste?
¡De maravilla! – respondí mientras dejaba que me atrapara con sus brazos - ¡Te amo, preciosa! – dije mientras la besaba delicadamente.
Ambos nos sentamos en la mesa y, mientras disfrutábamos nuestro delicioso desayuno, empezamos a platicar cosas sin importancia, hasta que me preguntó por mi familia… pregunta que, sinceramente, hubiera preferido que no se formulara. En ese momento, mi expresión en el rostro cambió radicalmente, después de dos años de mi llegada a este país, no había hablado de ellos; mi mirada se opacó y mi cara se tensó… había estado tratando de evitar hablar de ellos pero, Jennifer… después de todo, algún día se lo tenía que decir, y con su constante insistencia no tengo más remedio que contarle todo.
Hace cuatro años, cuando tenía 16 años y vivía en la Ciudad de México, descubrí el terrible secreto de mis padres, cuando llegaba de la escuela, Ernesto estaba dormido, él tenía 11 años, y ya había regresado a casa después de sus clases, incluso aún tenía puesto su uniforme escolar; yo pensé que mis padres no estaban en casa, y subí rápido a mi habitación; pero, me sorprendió escuchar voces y discusión entre ellos; me acerqué a la puerta de su habitación para escuchar lo que decían, y me sorprendió todo lo que dijeron.
¿Qué vamos a hacer con Ernesto? – preguntó mi madre – Ni siquiera sabemos en dónde está Alfonso.
Lo sé – respondió mi padre – me preocupa que ellos dos se encuentren.
¿Ya hablaste con Victoria? – preguntó mi madre angustiada – si Alfonso y Ernesto se conocen, estaremos en serios problemas.
¿Y tú crees que eso no lo sé? – exclamó mi padre, enfurecido – Me preocupa que se conozcan, lo peor de todo es que son gemelos – dijo – eso complica más el asunto.
Necesitamos encontrarlo – dijo mi madre – habla con tu asistente, Juan Jacinto – dijo – debemos encontrar a Alfonso lo antes posible.
Pero Juan es un asesino a sueldo – respondió mi padre – si lo encuentra, tendremos que matar a Alfonso.
No importa lo que tenga que hacer, con tal de evitar que se conozcan – dijo mi madre.
Escuchar esta conversación me puso demasiado ansioso «Tengo un hermano más» pensé «El hermano gemelo de Ernesto» Me preocupaba bastante por él, no podía dejar de darle vueltas al asunto «¿Cómo es que mis padres quieren asesinar a su propio hijo?» pensé «Necesito encontrarlo antes que ellos, ya después pensaré en qué puedo hacer»
Ya veo – dijo Jennifer – no te preocupes, Andrés – sonrió – mi padre trabaja en el gobierno federal, y de hecho está radicando en el Distrito Federal, seguro tiene contactos para encontrar a personas desaparecidas en menos de 48 horas. Tan sólo le explicaré lo sucedido y él ya sabrá que hacer.
¿En serio? – dije sorprendido - ¡Wow! Muchas gracias, princesa, en verdad, no sé qué haría sin ti.
No es nada, cariño – dijo mientras me daba un beso en los labios – por ti hago lo que sea.
Ambos seguimos desayunando, disfrutando nuestra compañía, y al final, terminé lavando los trastes mientras ella se arreglaba para salir. Cuando terminé, fui a su habitación y ella ya estaba terminando de ponerse su camisa de Hello Kitty, que combinaban perfectamente con su mini short de mezclilla azul. Una vez lista, salimos del departamento en donde vivimos y caminamos hacia la fiesta que había organizado una amiga de Jennifer. Nos tomamos de la mano hasta la avenida, para después abordar el transporte público que nos dejaría a una cuadra de la casa donde es la fiesta.
En cuanto llegamos, Jennifer me presentó a sus amigas y amigos, y de inmediato entablé una conversación con Cinthya Rosas, una de sus amigas. Cinthya es una chica rellenita, alta, blanca, pelo castaño ondulado, que llevaba recogido con una pinza, labios rosados y delgados, ojos cafés y llevaba una cadena con una C en el cuello.
¡Por fin te conozco! – dijo Cinthya, mientras me abrazaba y me daba un beso en la mejilla – Jenny no para de hablar de ti, diciéndonos que estás hecho un bombón, y en persona te ves mejor de como ella te describió.
Jejeje… gracias – dije apenado – me alegra que Jenny tenga ese concepto de mi.
Cariño, pero quita esa cara – dijo – relájate.
El día transcurrió sin problemas, y conocí a muchas chicas y chicos en la fiesta; estuvimos platicando, cantando, bebiendo y riendo… en fin, fue una gran fiesta. Al caer la noche, me acerqué a Jenny para decirle que debíamos retirarnos pronto, y ella me dijo «Dame un segundo, iré al sanitario y después me despediré de mis amigos» lo que significaba, mínimo una hora más «Mujeres, siempre se tardan las horas»
CIUDAD DE MÉXICO.
Vianney, Ernesto y yo regresamos temprano a la casa después de la fiesta; la cocinera cumplió con su trabajo al no permitirle a Víctor aparecer en la fiesta. Sinceramente, no sé qué voy a hacer con él, no puedo llevarlo a la casa, pero tampoco se puede quedar con la cocinera para siempre.
DÍAS DESPUÉS.
Llegué puntual a la casa de Karina, para darle el pésame a Óscar, el pobre chico ha de estar destrozado por la muerte de su madre… en fin, hay mujeres que no entienden con nada y, simplemente, hay que quitarlas del camino. Entré a la casa y todos nos miraron; mientras Vianney saludaba, yo buscaba a Óscar, a quien vi sentado en un sillón con los ojos a punto de derramar lágrimas; de inmediato me acerqué a él para darle el pésame.
Buenas tardes, Óscar – saludé mientras me sentaba al lado de él - ¿cómo estás?
Destrozado – dijo mientras se secaba las lágrimas – aún no puedo creer que mi madre… - suspiró y empezó a llorar de nuevo; le dolía tanto la muerte de su madre, que no era capaz de hablar con tranquilidad.
Tranquilo – le dije – sé que es duro perder a tu madre, pero debes seguir con tu vida.
¿Y cómo puedo seguir? – preguntó – no tengo dinero, no tengo empleo… - empezó a decir mientras me observaba fijamente - …no tengo nada.
Sentí que alguien nos estaba mirando y ambos volteamos hacia donde estaba esa persona, encontrándome con Vianney, quien se acercó a Óscar para saludarlo y darle el pésame; mientras lo abrazaba, me observaba detenidamente.
Óscar ¿me disculpas un momento? – dijo – tengo que hablar con mi esposo.
Por supuesto, señora – dijo el chico – está usted en su casa.
Óscar me sonrió amablemente, se disculpó con ambos y se retiró, dejándonos solos a Ignacio y a mí en la habitación, y yo, por supuesto, no desperdicié un solo segundo para hablar con él.
¿Qué haremos ahora? – le pregunté, mientras Ignacio permanecía inmóvil - ¡Contéstame!
¡No lo sé, Vianney, no lo sé! – exclamó desesperado – Tú tienes la culpa, por tu estúpido capricho…
¿Capricho? – lo interrumpí – ¡esa loca era capaz de todo!
¡Lo sé, Vianney, lo sé! – exclamé agitado – pero ahora has complicado las cosas.
¡No, no, no! – dijo - ¡Fuiste tú el que las complicó! Si no te hubieras metido con ella, nada de esto estuviera pasando.
Bueno, ya – dije – el pasado, pasado es, y ahora ¿qué haré con Óscar?
Vianney me observó fijamente mientras su expresión facial iba abandonando la tensión para poder pensar con claridad. De repente sonrió como si se hubiera ganado un premio y me observó entusiasmada.
Dile a Óscar que puede vivir con nosotros – dijo – yo me encargaré de que no le falte nada.
¡¿Cómo?! – exclamé sorprendido - ¿Y ese cambio de actitud tan repentino?
Mira, Ignacio – dijo – la muerte de Karina es algo muy delicado, porque la policía puede empezar a investigar… y seguro darán con nosotros.
Eso es cierto… - empecé a decir, pero Vianney me interrumpió.
- Y si apoyamos a Óscar, él nos verá como los bondadosos señores Jiménez que le tendieron la mano cuando más lo necesitaba – exclamó entusiasmada.
- Y por supuesto, no declarará en nuestra contra – sonreí.
Vianney tiene razón, es mejor tener a Óscar de nuestro lado, así nos podremos evitar demasiados problemas… el problema ahora será saber ¿cómo tomará Ernesto todo esto? ¿Aceptará a Óscar sin ningún problema o cuestionamiento? Espero que todo salga bien, o sino… tendremos bastantes problemas serios. Busqué a Óscar y me acerqué al muchacho, quien estaba abrazando a una chica; en cuanto la chica me vio, le hizo señas a Óscar para que volteara a verme y yo, por supuesto, aproveché la ocasión para acercarme a él.
Óscar, buenas tardes – dije – disculpa la molestia… ¿Puedo hablar contigo un momento?
Por supuesto, Señor Jiménez, buenas tardes – dijo mientras se limpiaba las lágrimas – acompáñeme.
Óscar me llevó a la cocina, en donde había poca gente, para que pudiéramos hablar tranquilamente; una vez ahí, tomó la cafetera y me ofreció un poco de café; y yo, para no verme descortés, lo acepté.
Óscar – empecé a decir - ¿tienes algún familiar que pueda quedarse contigo?
No, Señor Jiménez – respondió – no tengo ningún familiar cerca.
¿Y no hay nadie con quien puedas quedarte? – pregunté - ¿Algún amigo de tu madre...?
No, Señor Jiménez – volvió a decir – no hay nadie cerca.
Óscar – dije – quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea – le sonreí – yo puedo ayudarte, si tú quieres.
¿Y cómo puede usted ayudarme? – preguntó - ¿Qué puede hacer usted por mí?.
Yo puedo hacerme responsable de ti – dije.
¿Y cómo haría eso? – me preguntó.
Te puedo ofrecer mi casa para que puedas vivir, y te puedo ayudar en tus estudios… claro, si tú aceptas; y, por supuesto, tendrás tu propio espacio.
¿Vivir en su casa? – me observó detenidamente, analizando la situación.
Óscar se recargó en el fregadero, y después de unos minutos aceptó mi propuesta; así que, en cuanto la gente se fue, le pedí a Vianney que nos ayudara a Óscar y a mí a preparar las maletas, para poder irnos a la casa. Por supuesto, antes de partir, limpiamos los trastos y todo lo que se ocupó ese día; pusimos la maleta de Óscar en la cajuela y le pedimos al chofer que nos llevara a la casa… ahora sólo espero que Ernesto no reaccione de forma negativa.
Aún estaba despierto, eran las 0:45 hrs. del sábado y no tenía la más mínima intención de dormir; así que, me puse el pijama, preparé palomitas de maíz en la cocina, y me dispuse a ver una buena película de terror, mi género favorito.
Habían transcurrido aproximadamente unos 10 minutos, cuando escuché el motor del auto, lo que me hizo observar a través de la ventana para comprobar que el auto de mis padres estaba llegando «No me iré a dormir, les guste o no» Me quedé viendo la película hasta que los escuché hablando con un chico; hecho que me obligó a apagar la televisión y acercarme a la entrada principal; de repente, lo vi, ahí estaba el chico que escuché, observando hacia la entrada principal de la casa.
Hola – saludé, el chico de inmediato giró para saludarme – Buenas noches.
Buenas noches – dijo mientras estrechábamos las manos – Me llamo Óscar, Óscar Barraza.
Mucho gusto – respondí – me llamo Ernesto Jiménez.
Observé detenidamente a Óscar, el chico es delgado, piel blanca, ojos miel y cabello castaño; además, se veía tímido… supongo que es así; en fin, no sé qué planean mis padres ahora, pero tampoco voy a tratarlo mal… se ve que es un buen chico.
Ernesto – dijo mi madre – él es Óscar, su madre… bueno, no tiene ningún familiar cerca y se quedará aquí.
Espero que le hagas la vida lo más cómoda posible a Óscar – dijo mi padre – o si no te las verás conmigo.
No tienes por qué amenazarme, padre – dije molesto – no tengo motivos para tratarlo mal.
Me acerqué a Óscar y lo saludé, mis padres me dijeron que se quedaría a dormir en mi cuarto, mientras acondicionaban uno exclusivamente para él «Ahora sí están actuando de un modo demasiado extraño» pensé. Ayudé a Óscar a subir las maletas al cuarto, mientras él me seguía sin pronunciar una sola palabra; entiendo cómo se siente, no tiene ningún familiar cerca, está en una casa en la que no conoce a nadie… si estuviera en su lugar, tampoco tendría mucho ánimo para entablar alguna conversación con nadie.
Apenas llegamos a la habitación, este chico, Ernesto, abrió la puerta y me cedió el paso; me sentía demasiado apenado por todo lo que estaba pasando, me siento como un intruso que llega a quitarle su comodidad y privacidad sin ningún derecho… pero no tengo ningún otro lugar en donde pueda quedarme, ni tampoco dinero para subsistir solo... «¿Cómo pudo pasarme todo esto?» pensé mientras empezaba a llorar.
- Tranquilo – dijo el chico, acercándose a mí – relájate e intenta no pensar en nada, así podrás dormir esta noche.
Instintivamente lo abracé y seguí llorando; me sentía tranquilo con su abrazo, me sentía de algún modo protegido; de repente Ernesto me separó de él y me limpió las lágrimas «No llores» me dijo «Puedes contar conmigo» Ernesto no dijo nada más; se levantó y salió de su cuarto para regresar minutos después con un rollo de papel higiénico, me lo dio, me limpié y me indicó dónde podía tirar el papel higiénico usado. Cuando regresé al cuarto, Ernesto estaba acomodando mi maleta debajo de su cama; cuando se levantó, me sonrió y me dijo que podía dormir en su cama.
Dormirás hoy en mi cama – dijo mientras buscaba algo en su ropero – si necesitas algo, me dices.
Muchas gracias – respondí – ¿En dónde dormirás?
En un colchón inflable – dijo – mira, aquí está.
Me acerqué a donde estaba y lo ayudé a acomodarlo, pusimos una sábana y un cobertor; y buscó algún tipo de almohadilla que, al encontrar, la puso sobre el colchón. Ernesto tomó su pijama y me dijo que regresaba en cuanto terminara de ponérsela, y se dirigió al cuarto de baño. Yo me recosté en su cama y cerré los ojos, evitando recordar a mi madre, me daba pena llorar ahí; me cubrí con las sábanas y me puse en posición fetal; no sentí en qué momento me dormí hasta que me desperté sobresaltado… extraño mucho a mamá.
Me levanté con lágrimas en los ojos, de repente se encendió la luz y vi que Ernesto se acercaba a mí, se sentó a mi lado y me abrazó… Me da mucha pena esta situación, pero no puedo evitar recordar a mi madre… Mamá, si tan sólo estuvieras aquí para abrazarme… abracé a Ernesto con fuerza y volví a quedarme dormido.
GUADALAJARA, JALISCO.
Por fin llegamos al departamento, y Andrés se ve muy tranquilo; me da gusto que mi padre tenga contactos en la capital que pueden ayudarnos a encontrar al gemelo de su hermano. Me dirigí a la cocina para preparar algo, ya que tenía mucha hambre y aprovecharía el momento para prepararle una buena cena; se lo merece. Andrés y yo empezamos a preparar la cena, pero pronto terminamos jugando en la cocina como niños; adoro esta parte sensible de él… dentro de todas sus preocupaciones, siempre logra tener una sonrisa para ofrecerle al mundo… y, por supuesto, a mí.
Después de jugar un rato, nos dedicamos a preparar la mesa para poder cenar; fue un momento inigualable, con velas y música ambiental... al terminar la cena, empezó a escucharse la música de mi móvil; por supuesto atendí de inmediato la llamada…
¡Hola, papá! – exclamé.
Jennifer – dijo – necesito que Andrés y tú vengan para que les explique la situación del hermano de Andrés.
¿Tú en dónde estás, papá? – pregunté.
Justamente estoy aquí recibiendo el reporte de investigación – dijo – pero esto sólo es el principio de todo, hija.
¿Quieres decir que..? – empecé a preguntar, pero mi padre no me dejó terminar.
Quiero decir que necesitamos a Andrés aquí – dijo – ya que él conoce algunas cosas de su familia.
En ese momento escuché unos pasos, giré mi cuerpo para observar y me encontré a Andrés; estaba ahí, a mi lado, se había quedado inmóvil; yo le hice una señal para indicarle que aún seguía hablando con mi padre, y él sólo asintió con un movimiento de cabeza.
Está bien, padre – dije – Partiremos en la mañana.
¡No, Jennifer! – dijo mi padre – no vayas a comprar nada.
¿Por qué? – pregunté.
Pasarán dos policías a tu casa – dijo – ellos los traerán hasta acá.
¿Cuándo vendrán? – pregunté.
Ahora mismo – dijo.
Observé a Andrés y me despedí de mi padre; y después le expliqué todo «Andrés, es hora de irnos»
Bueno, aquí les dejo la continuación de "Amor Comprado", espero que lo disfruten; como siempre, estaré agradecido con sus comentarios y valoraciones. Visita las páginas: https://sites.google.com/site/amorcompradotr/ y http://amorcompradotr.blogspot.mx/
Saludos.
Guadalupe.