Amor callejero iii

Pareciera que al fin de cuentas las dos van a ser muy felices. pero lograran mantener este amor?

AMOR CALLEJERO

Eugenia

El tiempo fue pasando, Sam tuvo el suficiente para entrenarse, para pensar, para estudiar y sobre todo para amar, habían pasado dos años, y seguía amando a Ray, no había pasado ni un día sin que pensara en ella, ahora era una mujer mas fuerte, tanto física, como mentalmente, aunque también se había vuelto mas tierna, mas amble, mas romántica, hoy le daban la libertad, por fin... después de tanto tiempo, Sam había tenido muchos problemas con aquella mujer, antes de salir de allí ella le juró que cuando saliera iría por ella.

Sam ya estaba fuera, con una amplia sonrisa se dirigió al que antes era su hogar, aunque aquel sitió no le traía buenos recuerdos, seguramente Ted estaría por allí aun con los luchadores haciendo apuestas. Una vez que llegó tal y como pensaba allí estaba su viejo amigo.

  • Ted...

  • Sam!, que sorpresa, por fin te soltaron?

  • Tu qué crees?

  • Jajaja - ambos se dieron un abrazo.

  • Qué tal te ha ido?

  • No me puedo quejar, aunque aún no he encontrado un luchador tan bueno como tú.

  • No hay un luchador mejor que yo - dijo guiñándole un ojo - por cierto... sabes algo de...

  • La vi hace poco, esta hermosa, sigue viviendo en el mismo sitio, ve a verla.

  • No sé... no creo que quiera verme.

  • No pierdes nadada por intentarlo.

  • Tal vez... tienes razón, iré a verla.

  • Entonces buena suerte.

  • Gracias... la necesitaré.

La morena se fue a casa de Ray, estaba muy nerviosa, no sabía que reacción podría tener, pero ella la amaba, y estaba dispuesta hacer lo que fuera por recuperarla. De camino a casa de Ray vio una heladería en la que se decía que se necesitaba personal, Sam entró para ver si podía conseguir trabajo, afortunadamente la señora de allí era una mujer muy amable y le dio el puesto. Sam ya estaba algo más animada, ya tenía trabajo y ahora solo esperaba que Ray aun la amara.

Una vez que llegó se paró delante de la casa, le temblaban las piernas, pero pensó que era ahora o nunca, con mano temblorosa llamó a la puerta, no tardaron en abrir, el padre de Ray ya estaba frente a ella.

  • Hola señor...

  • Sam... será mejor que te vayas de aquí.

  • Por favor, permítame hablar con Ray un momento.

  • Ya le hiciste bastante daño en su día, vete y no vuelvas.

  • Entiendo... al menos dígame si ella está bien.

  • Si, ahora está mejor.

  • Gracias, perdone las molestias.

  • Adiós Sam.

Sam se fue de allí abatida, tenía tantas ganas de volver a verla, por un momento alzó la vista y miró la ventana de la habitación de Ray, en ese momento la rubia miraba por la ventana, sus ojos se abrieron como platos al ver aquella figura, no logró reconocerla, pero a primera impresión parecía ella, Sam no logró verla, así que se dio la vuelta y se fue, Ray miraba atentamente a aquella mujer, se parecía tanto a ella... se había puesto nerviosa, el corazón la latía muy deprisa, después de tanto tiempo, volvió a tener esa sensación que solo sentía cuando estaba con ella.

Ya era de noche, Sam se estaba preparando para luchar, tenía que sacar algo de dinero, ya que no tenía ni para comer, Ted lo organizó todo, una vez que llegó la hora de la pelea Sam vestía con sus prendas más cómodas, un top, pantalón corto, y unas vendas en las manos y en los pies, se ve que los años en la cárcel no le habían hecho perder su forma, ahora tenía los músculos algo más marcados, tampoco exagerado, pero se veía mucho más en forma que antes.

El otro luchador era un hombre con bastante músculo, pero a Sam no le costó nada derribarlo, con solo dos patadas lo dejó en el suelo, Ted se había sorprendido, se nota que había estado entrenando. Ted le dio su dinero y ambos se despidieron, a Sam no le quedaba otra que pasar la noche como en los viejos tiempo, entre cartones.

Un día nuevo llegó y con él, el primer día de trabajo, a Sam no se le daba mal del todo servir helados, le costaba un poco coger bien una bola, pero poco a poco le iba saliendo, ya había pasado una semana, hoy Sam le tocaba trabajar turno completo, tras una dura mañana Sam se sentó un rato para descansar, de repente las puertas se abrieron y una risa muy familiar entró por los oídos de la morena, su corazón se agitó y su respiración se hizo más profunda, alzó la vista y pudo ver una rubia de pelo corto y ojos verdes, unos ojos que no fue capaz de olvidar en todo este tiempo, estaba preciosa, más que antes, ahora parecía más mujer. Sam miró a su lado y pudo ver que iba de la mano de un chico, ambos sonreían, parecían felices..., Sam tenía muchas ganas de llorar, pero se tuvo que contener, carraspeando un poco para aclararse la voz Sam les preguntó:

  • Qué les pongo?

Aquella voz... la rubia sintió que se mareaba, su corazón se paró por unos instantes, le pareció tan increíble que tuvo que alzar la vista para verlo con sus propios ojos, después de tantos años sus miradas se volvieron a entrelazar como si fuera la primera vez, ninguna podía hablar en ese momento. El chico que iba de la mano de Ray dejó de sonreír y se fijó como Ray y aquella chica se miraban.

Tras mirarse unos instantes la rubia fue la primera en hablar.

  • Sam...

  • Hola... Ray.

  • La conoces? - preguntó el chico.

  • Si...

  • Nos conocemos - dijeron ambas a la vez.

  • Pues encantado, yo soy Armando, el novio de Ray.

Tras decir eso Ray apartó la mirada y agachó la cabeza, soltó la mano de su compañero y ese gesto no pasó desapercibido para Sam.

  • Qué os pongo? - preguntó la morena en un tono frío, pero abatido.

  • Yo quiero un cucurucho de chocolate, y tu cariño?

Dios como le dolía a Sam todo aquello, que la llamara cariño, que la cogiera de la mano...

  • Yo... quiero uno de limón.

Sam preparó los helados, primero le dio el suyo a Armando y después le ofreció a Ray el suyo, ésta estiró su mano para cogerlo, sus dedos se rozaron por primera vez, y sus miradas se juntaron nuevamente, el contacto permaneció unos instantes, Ray cogió el helado y la apartó.

  • Cuánto te debo? - preguntó el joven.

  • Nada... os invito yo.

  • Vaya!, gracias - dijo el chico sonriente - bueno nos vamos, adiós Sam - dijo Armando.

  • Adiós... - dijo la rubia sin dejar de mirarla.

Sam solo le contestó con una sonrisa amarga, Ray y Armando fueron hasta la puerta para salir, justo antes de cruzarla Ray se giró y miró a Sam una vez más, una vez que se fue Sam se sentó para tranquilizarse, estaba feliz, triste, cabreada, estaba de mil maneras, cuánto le habría gustado abrazarla, pero las cosas habían cambiado, ya nada volvería a ser como antes.

Ya era de noche, Ray estaba tumbada en su cama, no podía dejar de pensar en Sam, después de tanto tiempo los sentimientos que pensó que habían desaparecido han vuelto y con mucha fuerza, necesitaba hablar con ella, pero no sabía dónde podría encontrarla, solo se le ocurrió un lugar. Un lugar que no le gustaba, pero si quería hablar con ella tendría que ir.

Ray ya estaba por aquellos callejones que no le gustaban nada, se dirigió de donde venía todo el bullicio, metiéndose entre la gente para ver el espectáculo allí la pudo ver nuevamente, con su traje de lucha, ahora tenía mejor cuerpo que antes, Sam daba un combo de patadas y puñetazos a su rival, hasta dejarlo en el suelo, Ted salió al centro y la proclamó campeona de la pelea, la gente se fue yendo, dejando a una rubia cruzada de brazos por el frío, Ted y Sam la miraron, la mirada de Sam no duró mucho, la apartó enseguida, Ted se acercó para hablar con ella.

  • Hola pequeña.

  • Hola Ted, qué tal?

  • Pues bien, ahora que vuelvo a tener a mi luchadora.

  • Ted... por qué sigue luchando.

  • Bueno, se ha buscado un trabajo honrado, pero necesita más dinero para alquilarse un piso o algo, dormir todas las noche en un cartón no es muy cómodo - dijo riendo.

  • Duerme en un cartón?. No tiene casa, ni una habitación ni nada?

  • No, desde que la conozco siempre ha vivido entre cartones, ahora está ahorrando para alquilar aunque sea una habitación.

  • Dios mío..., Ted si no te importa voy hablar con ella.

  • Claro que no, ve.

Ray se acercó hasta Sam, que se estaba quitando las vendas de las manos, Ray se paró delante de ella, buscaba su mirada desesperadamente y por fin la encontró, azul y verde se mezclaron.

  • Sam...

La morena la miró atentamente, había extrañado tanto esos ojos verdes...

  • Ray... hola.

  • Hola.

  • Querías algo?

  • Bueno... yo quería explicarte lo de Armando y...

  • No tienes que explicarme nada... es tu vida.

  • Asi es.

  • Eres feliz?

  • Si...

  • Pues es lo único importante.

La morena acabó de quitarse las vendas, sus nudillos estaban algo morados, la morena se levantó con la intención de irse.

  • A dónde vas? - dijo la rubia.

  • Tengo que ir a hacer unas cosas.

  • No puedes esperar a que terminemos de hablar?

La morena la miró, quería salir de allí cuanto antes, pero tampoco podía negarle nada, de repente Ted se acercó hasta Sam.

  • Perdona Sam... me han dado esto para ti - dijo ofreciéndola una carta.

  • Quién?

  • No lo se, no la conocía.

La morena abrió la carta y leyó su contenido.

"Pensabas que te ibas a librar de mi?, lo siento, pero ya me han soltado y se dónde estás... por cierto, también se dónde está tu amiguita..."

La morena estrujó el papel en su mano llena de rabia, es que nunca la iba a dejar en paz?

  • Ted... esta carta te la dio una mujer... grandota y muy musculosa?

  • Si, asi es.

  • Mierda! - la morena dio un puñetazo a la pared.

La rubia no entendía lo que pasaba, estaba preocupada por la morena y quería saber que era lo que pasaba.

  • Sam, qué es lo que pasa?

  • Nada - dijo fríamente.

  • Nada?, y por eso vas pegando puñetazos a las paredes?

  • Ya te he dicho que no pasa nada, será mejor que te vayas!

El tono de su voz se había alzado, la rubia no creía que la estuviera tratando así, con los ojos humedecidos la miró y le habló

  • Está bien, si es lo que quieres me iré, pero no esperes verme nunca más!

Dijo a la vez que rompía a llorar y salía corriendo.

  • Ray!

La morena hecho a correr detrás de ella, cuando por fin la alcanzó la agarró del brazo.

  • Espera!

  • Qué quieres?, no querías que me fuera?, pues eso hago!, una vez me pediste que me fuera y lo hice, pero volví, pero ésta vez no!, no volveré más, no dejaré que me rompas más el corazón entiendes?

La morena la hizo callar cuando la rodeo con sus brazos y la abrazó con todas sus fuerzas, apretándola contra sí, había esperado tanto para sentir ese contacto...

  • Perdóname, lo siento, es que... no quiero que vengas aquí, este sitio es muy peligroso, y más a estas horas.

La rubia lloraba desconsoladamente en el pecho de la morena, empezó a rodearle la cintura y la abrazó con todas sus fuerzas.

  • Por qué quieres alejarme de ti?

  • Porque estar conmigo es peligroso.

  • Pero yo quiero estar contigo! - dijo llorando.

  • Pero tú ya tienes un compromiso... - dijo con mucha tristeza.

  • Y no podemos ser amigas?

  • Yo...

  • Por qué lo dudas?, el día que fui a verte a la cárcel dijiste que ya no me querías.

  • ... mentí.

  • Qué? - la rubia se separó un poco de ella para mirarla a los ojos.

  • Que te mentí... - dijo agachando la mirada.

  • Por qué?...

  • Porque... me amenazaron con que si no te dejaba de ver te harían daño.

  • No... - la rubia comenzaba a llorar otra vez.

  • Por favor, no llores, lo siento, no quería que te hicieran daño.

Sam volvió a abrazarla y apretarla más contra ella.

  • Perdóname por esto que te voy a decir pero... te quiero más de lo que podía imaginar, no he dejado de quererte ningún día de mi vida.

La morena se fue separando muy despacio y se fue acercando a su rostro, los ojos de Ray estaban humedecidos, Sam la miró unos instantes antes de rozar sus labios con los de Ray, poco a poco fuero presionando sus labios, hasta que sus bocas se abrieron y dejaron paso a sus lenguas que tanto se habían extrañado, en ese beso se dieron todo el amor que en estos años no pudieron, sus labios ardían de pasión al igual que sus lenguas.

A Ray le vino la imagen de Armando por un momento y sin pensarlo se separó rápidamente, miró a Sam y se puso a llorar.

  • Dios... no me hagas esto Sam, yo... yo ya no puedo estar contigo, estoy con Armando y no quiero engañarlo.

  • Le quieres?

  • Si... le quiero.

Sam dejó caer los brazos en forma de derrota, las lágrimas luchaban por salir, pero Sam no lo permitiría.

  • Entonces... te deseo todo lo mejor, que seas muy feliz Ray... adiós.

La morena se dio la vuelta y empezó a caminar, Ray no pudo moverse, se quedó mirando cómo se iba, ella quería a Armando, pero no lo amaba, deseaba con todas sus fuerzas estar con Sam, pero algo la decía que no iba a ser posible, con el corazón roto ambas se fueron pos caminos separados.

Había pasado una semana, Ray seguía con Armando, aunque no pudo olvidarse de Sam, ambos paseaban tranquilamente.

  • Oye Ray, que te parece si vamos a por un helado y de paso vemos a tu amiga?

  • No, no me apetece ninguna helado.

  • Pero a mi sí!, anda acompáñame.

  • No tengo ganas Armando, ve tú si quieres.

  • Joder solo te estoy pidiendo que me acompañes a por un helado, no creo que sea pedir mucho! - dijo alzando la voz.

  • No vuelvas a gritarme!

Armando la agarró por los brazos con fuerza y se acercó más a su rostro.

  • Escucha, si te digo que vamos a por un helado es que vamos a por un helado, y si te levanto la voz es porque me obligas estúpida.

  • Serás cabrón!, suéltame!

  • Ya me has cansado.

Armando la soltó y la dio una bofetada, a Ray se le quedó todo el papo rojo, le ardía toda la mejilla, quería llorar, pero no sabía por qué no podía.

  • Y ahora vamos! - dijo mientras la tiraba del abrazo.

Una vez llegaron a la heladería ambos entraron, Ray no quiso mirar, así que estaba con la cabeza agachada, en el mostrador esta vez no estaba Sam, la señora parecía la dueña de la heladería, una vez le sirvió lo que quiso les dijo que esperaran un momento que tenía que ir a por cambio, ambos esperaban totalmente en silencio, de repente la puerta se abrió dejando ver a una Sam con bastante prisa, entró corriendo casi sin mirar.

  • Perdona por la tardanza Carol!...

Cuando la morena vio quien estaba allí se paró en seco y se les quedó mirando, Armando se dio la vuelta y la saludo.

  • Ah!, hola Sam, que tal estas.

  • Hola, bien, gracias - dijo fríamente.

  • Oye Ray, no vas a saludar a tu amiga?

La rubia ni le contestó ni se movió de su posición.

  • Te estoy hablando Ray! - dijo alzando un poco la voz.

  • Ya te dije que no me gritaras.

  • Y yo qué te dije?!

Dijo él perdiendo los nervios ya, la agarró de los brazos nuevamente y la empezó a batuquear.

  • Qué te dije? Vamos contesta!

  • Me haces daño!

En ese momento Ray vio como el agarre de Armando se rompía y él estaba siendo sostenido en el aire, levantó la vista y vio a la morena levantándolo por el cuello.

  • Si le vuelves a poner un dedo encima... te mato - dijo la morena a pocos centímetros de su rostro.

  • Bájame!, es... túpida - dijo casi sin poder respirar.

La morena lo soltó, Armando se puso a toser, cuando se recuperó encaró a la morena.

  • No vuelvas a tocarme estúpida.

  • No lo haré si tú no la tocas a ella.

  • Lo que yo haga no es asunto tuyo.

  • Ella es asunto mío, por tu bien... ten cuidado.

  • Ya basta por favor! - dijo la rubia - vámonos ya.

  • Si, vamos!

Armando salió primero de la heladería, Ray se iba a ir pero Sam la agarró del brazo, la rubia olvidó por completo el golpe que había recibido en la mejilla y aun se notaba, levantó la cabeza para mirarla a los ojos, Sam los abrió más al ver la mejilla de la rubia, soltándola del brazo subió su mano hasta acariciarla la mejilla golpeada, a Ray se le humedecieron los ojos, antes de que Sam se acercara más Ray salió corriendo de allí, la morena quería ir detrás de ella, pero sabía que no debía hacerlo.

Ya había pasado un mes, Sam entre su trabajo y las peleas consiguió dinero suficiente para alquilarse un piso, no era gran cosa, pero se podía vivir bien en él. No había conseguido saber nada de Ray, fue varias veces hasta su casa para ver si la veía salir o algo, pero no logró verla, estaba preocupada pensando que podía haberla pasado algo.

Ray estaba tumbada en su cama, no podía dejar de pensar en Sam, durante este último mes había sufrido las agresiones de Armando, quería alejarse de él, pero no podía, le había amenazado, hoy iba a pasar a por ella, quedaban diez minutos pero aún no se había arreglado, no tenía intención de salir, tenía el cuerpo dolorido y la cara amoratada. El timbre de la puerta empezó a sonar, pero Ray no tenía intención de abrirla, el timbre dejó de sonar, de repente sonó el teléfono de su habitación, Ray lo cogió sin pensar con la ilusión de que fuera otra persona.

  • Si?

  • Se puede saber por qué no me abres?

  • Ah... no oí el timbre.

  • Pues sal y abre la puerta.

  • Es que... estoy en la cama, hoy no podré salir.

  • Claro que saldrás, vamos!

  • No... Adiós.

  • Ahora verás!

Armando colgó y Ray empezó a oír como alguien golpeaba la puerta, parecía que intentaran derribarla.

Sam iba de camino a casa de Ray para ver si la veía, pero para su sorpresa vio la Armando dándole una patada a la puerta consiguiendo así abrirla, cuando vio que entraba en la casa sin pensarlo dos veces hecho a correr.

Ray estaba muy asustada en su habitación, oía como subían las escaleras, era un paso firme y fuerte, cada vez estaba más cerca, hasta que por fin entró en su cuarto, Armando tenía cara de pocos amigos, se paró en el marco de la puerta y acto seguido se acercó hasta donde estaba ella.

  • Vamos levántate!

  • Ya te he dicho que no!

Armando la dio una bofetada y la dejó tirada en la cama, Ray sangraba por la nariz.

  • Si no vienes te haré daño!

Ray no podía dejar de llorar, consiguió levantarse, cuando vio la cara de Armando intento huir pero no lo consiguió, Armando la cogió y la tiró al suelo, se sentó encima de sus caderas, la volvió a golpear en la cara y después le arrancó la camisa dejándola en sujetador.

  • Si no quieres venir... nos lo pasaremos bien aquí!

  • Noooooo!, déjame!, por favor!.

Armando se disponía a quitarle el sujetador cuando sintió una fuerte patada en la cara, cayó a un lado de Ray inconsciente, la rubia aún no había abierto aun los ojos, de repente unos brazos fuertes la rodearon, unos brazos que Ray ya conocía, abrió los ojos como platos y se encontró con esos ojos azules que tanto deseaba ver.

  • Sam!

  • Tranquila, ya ha pasado todo.

Ambas se abrazaron fuertemente, Ray no podía dejar de llorar, Sam la acunaba en sus brazos hasta que consiguió calmarla.

  • Estas bien? - preguntó la morena.

  • Ahora si - dijo acariciando una de las manos de Sam - como sabías que estaba en peligro?

  • He venido cada día para ver si te veía, y justo vi al desgraciado ese dando una patada a la puerta de tu casa.

  • Sam...

Las lágrimas se volvían a asomar, Sam la dio un beso en la mejilla y la siguió acunando entre sus brazos.

  • Tranquila, no dejaré que te hagan más daño.

  • No me dejes... - dijo llorando en el pecho de la morena.

  • Jamás.

Tras conseguir calmarla Sam la cogió en brazos y la puso encima de la cama.

  • Espérame aquí vale?, ahora vengo.

  • Dónde vas?

  • Tengo que sacar la basura - dijo con una sonrisa.

Sam se acercó hasta el cuerpo de Armando, lo agarró de un brazo y lo fue arrastrando hasta fuera de la casa, lo dejó en la mitad de la calle, cuando volvió a la casa vio a la rubia tal y como la había dejado, se acercó hasta ella y se sentó a su lado.

  • Ray, será mejor que nos vayamos de aquí.

  • Y dónde vamos a ir.

  • A mi piso, he conseguido alquilarme uno.

  • Es que... no quiero salir así... mírame..

Sam se acercó lo suficiente a ella como para pegar su frente con la de la rubia.

  • Ray eres preciosa, por muchos moratones que tengas nadie podrá quitarte tu belleza - la acaricio la cara.

  • Sam abrázame.

La morena obedeció y la abrazó durante un rato, después ambas fueron hasta el piso de Sam que no estaba muy lejos, una vez llegaron Ray se sentó en el sofá del salón y a su lado Sam.

  • Dime, dónde más te duele?

  • Me duele todo el cuerpo.

  • Tienes más moratones quitando los de la cara?

  • Si... - la rubia se subió un poco la camisa.

  • Dios...

Sam quedó aterrorizada por cómo estaba Ray, en ese momento pensó en ir y matar a ese desgraciado, pero no podía dejar sola a Ray.

  • Prepararé agua caliente, eso te ayudará.

  • Gracias por todo Sam... no sé qué haría sin ti.

La morena se agachó y la dio un beso en la frente.

  • No tienes que agradecerme nada, espera, ahora vengo.

  • Vale.

La morena fue a llenar la bañera, sabía que esto le iba a doler mucho, ya que ella ya había pasado por ello, pero no la dejaría sola, una vez se llenó la bañera Sam sacó ropa suya limpia para que se la pusiera Ray.

  • Ray, el baño ya está listo.

  • Gracias.

  • Si necesitas algo avísame.

  • Lo hare - ambas se dedicaron una sonrisa.

Ray se fue quitando la ropa, lágrimas caían por sus mejillas al ver como estaba su cuerpo, una vez se quitó la ropa se quedó frente al espejo, no podía seguir mirándose, cerró los ojos llenos de lágrimas y se abrazó a sí misma, le dolían todas sus heridas y no sabía si sería capaz de hacerlo sola. Un cuerpo cálido se pegó al suyo por detrás, unos brazos fuertes la rodearon y unos labios suaves acariciaron sus hombros, Ray se dejó llevar y apoyó su cuerpo en el que tenía detrás, ambas estaban desnudas, sintiendo la calidez de la otra, un susurro llegó hasta los oídos de Ray.

  • Estaré contigo... hasta el final.

La morena la cogió en brazos y con mucho cuidado se fue adentrando en la bañera, el agua cada vez cubría más sus cuerpos y algún quejido que otro salía de la garganta de Ray.

  • Tranquila... ya casi estamos.

La morena la calmaba con sus palabras, una vez el agua cubrió sus cuerpos Sam acomodó a Ray entre sus piernas y sus brazos, ésta se apoyó de lleno en su cuerpo.

  • Estas bien?

  • Escuece un poco.

  • Lo sé...

Sam empezó a masajear sus brazos para que se le fueran relajando los músculos, subió hasta los hombros, Ray cada vez se relajaba más, sus manos acariciaban sus costados y su vientre, Ray subió sus brazos y los pasó por detrás del cuello de la morena haciendo que sus mejillas se juntaran.

  • Sam... Te quiero - dijo casi en un suspiro cuando la morena rozó uno de sus pezones.

  • Yo también te quiero Ray.

La rubia giró la cabeza para mirar a los ojos a Sam, tras mirarse unos instantes Sam acercó su rostro al de Ray juntando sus labios en un suave beso, Sam rodeo a Ray como si fuera un cinturón de seguridad, un brazo por su cintura y el otro entre sus pechos hasta que su mano quedo sobre su hombro, ambas se mordisqueaban los labios, aun sus lenguas no habían entrado en contacto, poco a poco la lengua de Ray fue pidiendo permiso para entrar, gustosamente la morena dejó paso para que sus lenguas de fuego se juntaran y formaran una gran llama, la llama de la pasión.

Ray estaba tumbada en la cama de Sam, recordando el mágico momento que acababan de vivir, la ropa que la había dejado le quedaba grande, pero le daba igual, olía a Sam y le encantaba. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una alta morena que entraba con una bandeja.

  • Aquí te traigo la cena - dijo con una sonrisa.

Ray sonreía ampliamente, la morena le puso la bandeja sobre las piernas y después se tumbó a su lado.

  • Mmm, me encanta el chocolate.

  • Yo hago el mejor chocolate del mundo - dijo riéndose.

  • A ver si es verdad...

La rubia bebió un poco de chocolate, el sabor era exquisito, tras mirar a la morena que sonreía volvió a beber un poco más de chocolate, tras saborearlo miró con los ojos brillando a Sam.

  • Ésto esta delicioso!

  • Jajaja, lo se, qué tal te sentó el baño?

La rubia se ruborizó y con una sonrisa tímida la contestó.

  • Mucho mejor de lo que me esperaba.

  • Ray... qué vas hacer con Armando?

  • No quiero saber nada más de él, por mi todo está acabado.

  • Entonces... te... te gustaría...

La rubia dejó la bandeja a un lado y se tiró a los brazos de Sam.

  • Claro que me gustaría Sam... es lo que más deseo.

  • No sabes lo feliz que me haces... he esperado tanto esto...

  • Yo también, pero por fin lo conseguimos, y esta vez nada ni nadie nos separará.

  • Así es.

  • Sam.

  • Dime.

  • Me gustaría que... dejaras las peleas, no quiero correr el riesgo de que te pase algo.

  • Ray... necesito el dinero para seguir pagando el alquiler.

  • Yo puedo ayudarte con eso.

  • No, no quiero que me andes pagando nada, buscaré otro empleo, si encuentro uno con un buen sueldo lo dejaré.

  • Sam... yo no puedo estar sufriendo cada día, pensando en que te pueden matar, no quiero darte a elegir pero... es necesario Sam.

  • Quieres decir que si no dejo de luchar... no estarás conmigo?

  • Así es... - dijo agachando la mirada.

La morena lo pensó por unos momentos, en parte sí que la gustaría dejar de luchar, pero sabía que dentro de poco tendría que enfrentarse contra alguien... y que para vencer se tendría que preparar, pero lo que más le importaba ahora es que no le pasara nada a Ray, y la única manera de controlar eso es tenerla siempre a su lado.

  • Dejaré la lucha con una condición.

  • Cuál?

  • Que vengas a vivir conmigo.

Sam la miraba seriamente, pero al ver como se dibujaba una sonrisa en el rostro de Ray en el suyo se dibujó una más grande.

  • Eso es un si?

  • Jajaja, claro que si!

Ambas se abrazaron muy fuerte, Ray estaba tumbada encima de Sam, muy despacio la rubia fue acariciando la mejilla de Sam con la suya, lo que sentían en ese momento no se podía describir, sus labios se rozaban una y otra vez, parecía danzaban los unos para los otros, Ray apoyó su frente en la de Sam, las dos tenían los ojos cerrados.

  • Te prometo que te voy hacer muy feliz - dijo la morena.

  • Se que lo harás, espero poder hacerte yo igual de feliz.

  • Ya lo haces... solo con saber que existes me haces la persona más feliz del mundo Ray.

La rubia se rió y besó apasionadamente a Sam, abrazadas y en un pasional beso continuaron a si durante toda la noche, entregándose todo su amor.