Amor adolescente - Parte II

Alejandro comienza su primer día en el Instituto tras el verano. Aparentemente todo es como siempre, sin embargo, la llegada de Hugo, un nuevo alumno a su clase, trastocará al vida de nuestro protagonista. ¿Qué pasará de ahora en adelante? Amor, drama y sexo se entremezclarán en esta historia.

PARTE II

-       ¡ALEJANDRO VAS A LLEGAR TARDE HOY!

La voz grave de mi padre perturbó mi dulce sueño en el que por fin lograba que Hugo me follara… ¡OSTIAS! No había sido un sueño, ¡me lo había tirado de verdad! Esta vuelta a la realidad hizo que saltara como un resorte de mi cama y me quedara un poco en estado de shock. De hecho, mientras me vestía, aún no terminaba de asimilar lo que había pasado la tarde anterior. En apenas un día, había conocido a un tío del que me había prendado y, él que, además, me había follado salvajemente en su casa. Necesitaba más tiempo para digerir todos los sucesos, aunque los minutos pasaban y no tenía tiempo para ello.

Cogí mis cosas y sin apenas desayunar me dirigí hacia el coche de mi padre. El trayecto se me hizo eterno porque quería encontrarme con mis amigos y contarles todo. Finalmente, al llegar al instituto, fui corriendo hacia mis colegas Marta y Diego para contarles todo lo sucedido. Pero, al llegar siempre con el tiempo justo, solo tuve tiempo de decirles:

-       En el descanso os lo cuento todo- dije con cara de “vais a moriros”

Marta me miró con asombro y solo atinó a decir:

-       Joder, que nervios maricón- dijo mientras Diego no podía reprimir la risa y se iban cada uno a sus respectivas clases.

Tras ese breve encuentro, me dirigí hacia mi aula con muchos nervios por encontrarme de nuevo con Hugo. Cuando entré en clase, quería expresar algo de indiferencia y no mirarle mucho, pero es que lo vi al fondo y ¡joder¡, que guapo estaba. Tenía esa cara de mala ostia que tan bien le sentaba enmarcada en su pelo castaño oscuro medio despeinado y una camiseta blanca que le hacía resaltar sus ojos marrones y su intenso moreno de barrio. Sin detenerme mucho tiempo e intentándome hacer el interesante me acerqué a él, el cual solo me saludó con un leve gesto de cabeza y una media sonrisa que me dejó helado. Me senté sin saber qué decirle, aunque tampoco hubo tiempo de más porque inmediatamente llegó la profesora de inglés y empezó a dar clase.

Las primeras clases de la mañana pasaban sin más, y yo, por un lado, intentaba concentrarme para lograr enterarme de algo, pero por otro, no podía reprimir alguna mirada que otra a Hugo, quien únicamente se dedicaba a mirar al profesor con cara de “que puta mierda es esta”. Después de las dos primeras horas, que se me estaban haciendo eternas, decidí salir al baño ya que me había olvidado de mear por la mañana y me estaba haciendo pis encima.

Tras entrar en el baño y verme al espejo “dios que cara de zumbado tenía hoy” me metí en el primer cubículo para mear. “Uff que gusto”, pensé ya que tenía, por lo menos, como medio litro de pis almacenada.

Después de mear, me dispuse a salir cuando de repente un cuerpo enorme me empujo de nuevo al cubículo. Cuando iba a meterle un grito por lo que estaba haciendo, vi con sorpresa que era Hugo. El muy cabrón había pedido salido también al baño y me tenía ahora ahí junto a él dentro de un baño.

-       ¿Qué coño haces tío? - le dije intentando mantener mi actitud de enfado.

-       Darte los buenos días como mereces enano- dijo antes de empezar a comerme la boca.

Intente reprimirme y pedirle que parase, pero no pude, su pedazo de morreo era irresistible para mi, por lo que me deje hacer. Me cogió en volandas y me empotró contra la pared mientras me enganchaba con mis piernas a su cintura. Me estaba comiendo los morros y metiendo la lengua hasta la campanilla. “Joder, que bien besaba el muy cabrón”. Mientras me besaba no paraba de decirme las ganas que tenía de follarme.

-       Cabronazo, desde que te vi esta mañana entrar con tu carita de nene bueno, te quería sentar encima de mí para que cabalgases.

-       Uf, que espectáculo daríamos ¿no? - le dije entre medio de los jadeos.

-       Me encantaría. La clase se quedaría flipando con lo porno-putita que eres- dijo mientras se reía con su cara de malote que tanto me ponía.

De repente, oímos a alguien entrando en el baño. Nos quedamos quietos sin hacer ningún ruido y sin hablar hasta que el desconocido saliera del baño. Cuando oímos que se secaba las manos y la puerta se cerraba, por fin respiramos tranquilos y decidimos centrarnos un poco.

-       Tío, mejor lo dejamos que va a entrar más gente y nos van a pillar- dije con cierta preocupación.

-       Tienes razón pequeñajo. Mejor que lo dejemos, aunque joder colega, mira como me dejaste-dijo señalando su vaquero excesivamente abultado- ahora, no podré concentrarme en todo el día, y encima rezaré para que los colegas no se den cuenta de mi tienda de campaña- dijo riéndose.

- Jajaja , ya y yo tío. Ponte la camisa hacia abajo y piensa en cosas tristes para que se te baje.

-       ¿Cómo voy a pensar en algo triste si te tengo al lado todas las horas y con solo mirarte se me pone como un hierro candente? - dijo mientras se acercaba a mi otra vez.

-       Eh, eh no, no. Para ya. Hemos dicho que no se puede aquí- dije apartándolo con cierto tono reprendedor.

-       Está bien “papi”- dijo haciendo pucheros y haciéndose el bebé ofendido.

- Jaja , que tonto. Venga vamos. Volvamos a clase- dije saliendo del cubículo y dirigiéndome a la salida.

-       Uf, que culazo tienes nene- decía mientras caminábamos hacia la salida detrás de mí.

Me di la vuelta y muy serio le dije:

-       Deja ya de pensar en cosas sucias y céntrate que ahora tenemos clase de matemáticas.

-       Si, señor- hizo el saludo militar.

“Que cani era”, pensé entre risas. Tras salir del baño entramos con dos minutos de diferencia a la clase de matemáticas. La clase pasó y llegó la hora del descanso. Hugo salió pitando sin decir nada. Y yo, decidí salir deprisa para contarle todo lo ocurrido a mis amigos Marta y Diego, los cuales me estaban esperando por fuera de mi aula.

-       Estáis impacientes ehh- dije haciéndome el interesante.

-       Venga vamos maricón, que media hora no da tiempo de nada- dijo Marta agarrándome y llevándome a toda prisa hacia el patio del instituto.

Cuando llegamos, nos sentamos y sin dilatarme mucho, les conté todo lo que había pasado el día anterior y también la aventura del baño. Cuando acabé, Marta fue la primera en hablar.

-       Cariño, me dejas muerta. Me estas diciendo que ese pedazo de macho ibérico ¿es maricón?

-       ¡¡Marta!! No seas cafre-dije

-       Es broma mi amor, pero por favor, no me lo esperaba para nada. Y joder mi niño, que putito tú, que el primer día ya te abres de patas como cosa mala- dijo con su tono sarcástico.

-       Cállate perra, que tu te hubieras lanzado a su rabo en el primer minuto- dije dándole un azote.

-       Totalmente cierto- dijo, antes de empezarnos a reír los tres al unísono.

-       Y bueno-prosiguió Marta- ¿sois novios o qué?

-       Pues…- me quedé pensativo sin saber que decirle- la verdad que no hemos hablado de nada de eso…

-       Ya, es muy pronto cari. Tú disfruta y ya se verá- dijo mientras empezaba a comerse su bocata, aunque no muy convencida de su respuesta.

Para evitar seguir por ese camino, le pregunté a Diego que le parecía todo lo que había pasado.

-       Pues Alex, a mi me parece bien. El chico es muy guapo y si lo pasas bien, pues adelante- dijo mientras se comía sus galletas.

Diego era un amor, jamás me iba a decir algo malo que me pudiera afectar. Por eso lo quería tanto, era un cielo de niño que nunca quería hacerte daño.

La media hora del recreo pasó rápidamente entre risas y bromas. De pronto, sonó la alarma y nos dirigimos hacia las aulas. Mientras volvíamos me preguntaba dónde pasaría Hugo el descanso ya que lo vi salir y no lo vi más.

Las tres horas siguientes pasaron sin más, alguna mirada furtiva que otra entre Hugo y yo, pero nada destacable. A las 14:00 horas sonó la alarma y todos empezamos a recoger. Hugo, al igual que en el descanso, recogió rápidamente y se fue sin apenas decir palabra. “Que raro”, pensé. Pero bueno, no lo conocía apenas, no sabía sus manías o sus obligaciones. Sin más, terminé de recoger y me dirigí hacia el vestíbulo donde me esperaban, como siempre, Marta y Diego para volver a casa.

-       ¿Os habéis enterado? - dijo Marta

-       ¿De qué? - pregunté yo sin saber a qué se refería

-       De la fiesta de mañana que está organizando Cayetana Solís en su casa por el inicio de clases.

-       Ah no, no lo sabía- dije sin darle importancia.

-       Pues me pidió que te lo dijera y que esta tarde te mandaba la invitación por WhatsApp- apostilló.

-       ¿Vosotros vais a ir? - pregunté a mis amigos.

-       Yo creo que sí, ¿vosotros? – dijo Marta

-       Si vais vosotros, pues si iré- dijo Diego.

-       Vale, aunque no me apetece mucho, vamos y así empezamos la clase con un buen pedo todos juntos jejeje - dije mientras los abrazaba.

-       Esa es la actitud entonces- dijo Marta con una actitud animada- Bueno chicos, me despido que llego con el tiempo justo para el bus. Besitos- dijo mientras se iba.

Diego y yo continuamos el camino hablando sobre la fiesta y sobre lo que nos pondríamos hasta que nos separamos cada uno por su calle. Al llegar a casa, almorcé, me puse cómodo y me puse a hacer los pocos deberes que teníamos. Después, me eché en la cama, y me puse a reflexionar en todo lo que me había pasado.

Hugo y yo habíamos vivido momentos muy intensos, pero a la vez, sentía con recelo su actitud distante hacia a mí. No sé, estaba muy rayado con todo lo que estaba viviendo con él. Además, me venía a la mente la pregunta de Marta (“¿sois novios o qué?”), y no sabía que contestar, ¿qué éramos? ¿amigos? ¿follamigos?, ¿novios? Bueno, novios seguro que no. Pero tampoco tenía una respuesta clara. No sé, toda esta situación me inquietaba. Solo habían sido dos encuentros y poco más, pero me preocupaba que me enganchara más a él y acabara sufriendo con esto. Mientras seguía pensando, sonó el móvil y, justamente, era él:

-       Ey guapo, ¿te apetece vernos? Estoy por tu zona.

No sabía que contestarle. Me apetecía mucho verle, pero a la vez, me sentía un poco usado. No me hablaba prácticamente durante todo el día y siempre se dirigía a mi buscando diversión. Estaba confuso entre mis ganas de follar con él, pero a la vez mis ganas de ir más allá y conocer más de él y de su persona. Ahí andaba, cuando me volvió a escribir:

-       Aquí veo una cafetería con cosas de chocolate que tienen muy buen aspecto. Tienes pinta de goloso, ¿te vienes y te invito?

Ante esta petición, acabé por ceder y decirle que sí.

-       Perfecto enano. Voy hacia tu casa y te espero en el portal que estoy a 5 minutos caminando.

Cuando leí eso, salté de la cama. No me dio tiempo a ducharme, pero me lavé un poco y me puse lo más mono que pude: una camisa de botones verde agua que resaltaban mis ojos, unos vaqueros rotos y unas all star blancas. La verdad que ese conjunto me quedaba extremadamente bien (espero que a él también se lo pareciera). Cogí las llaves y la cartera y bajé al portal.

Tras salir por la puerta lo vi apoyado en la farola de enfrente. Dios, ¿cómo podía estar tan bueno? Llevaba el pelo bien peinado en modo tupé, con un pantalón beige y una camiseta negra, y unas gafas de sol negras que le daban un aspecto de malote que me derretía. Al verme, sonrío y se quitó las gafas. Esto acabó por derretirme por completo. Me acerqué a él y me saludó con un fuerte abrazo que me dejó sin palabras. Tras soltarme, nos dirigimos hacia la cafetería prácticamente sin decirnos nada y solo mirándonos y riéndonos. Mientras caminábamos pensaba que quien nos viera podría perfectamente creerse que éramos dos enamorados paseando por la calle, aunque esto último quería desecharlo de mi mente porque no quería hacerme ilusiones tontas.

Después de unos minutos, llegamos a la cafetería. ¡Umm, que rico! Tenía razón, había mil cosas y todas me encantaban. Decidimos sentarnos en una mesa al fondo de la cafetería tras pedirle al camarero dos cafés y dos napolitanas de chocolate recién horneadas. Nos sentamos y decidí romper el hielo:

-       Y qué, ¿qué tal? ¿qué hacías por aquí?

-       Pues nada tío, tuve que hacer unos recados por aquí cerca y cuando me iba a volver y me acordé de ti. Y nada. Aquí estamos- dijo con su habitual chulería.

-       Ah vale- dije con cierto fastidio por ser el plan de rebote.

De hecho, creo que noto un poco mi expresión que rápidamente dijo:

-       Pero la verdad, que te tenía en mente desde esta mañana. He estado todo el día con ganas de hablarte para pasar un rato juntos.

Ante eso, mi expresión cambió totalmente, y mi corazón dio un vuelco. No pude evitar la sonrisa tonta.

- Jeje … a mi también me apetecía verte.

En estas que llegó el camarero con los cafés y las napolitanas. Agradecí enormemente que llegara en ese momento porque estaba poniéndome muy rojo. Después de dejarnos las cosas, empezamos a comerlas mientras nos mirábamos y nos reíamos por nuestras caras llenas de chocolate. En un momento Hugo se dirigió a mi y me dijo:

-       Ven anda que te está entrando el chocolate por todos lados menos por la boca- dijo riéndose mientras me quitaba chocolate de la cara.

Nos zampamos rápidamente la merienda.

-       Que buena estaba todo. Has tenido buen ojo con el sitio- dije mientras le daba el último sorbo al café.

-       Me alegro de que te haya gustado- dijo con su eterna sonrisa de medio lado de malote que tanto me gustaba.

Tras pensarlo un rato, decidí lanzarme a la piscina y mostrarle mis dudas a Hugo.

-       Mira Hugo, te quería comentar una cosa. Ya sé que nos conocemos apenas hace dos días y que solo hemos tenido dos momentos puntuales de morbo, pero me gustaría saber cual es tu plan y tus objetivos con “esto” que tenemos. Lo digo porque yo no sé tus intenciones, no te conozco y no quiero hacerme ilusiones para luego pasarlo mal- dije todo de carrerilla y sin pararme a pensar en si me estaba pasando o no.

Tras un minuto de silencio, que para mi fue eterno, Hugo respondió:

-       A ver chiquitín, me encantas. Me flipas en el sexo y lo poco que he conocido de ti me gusta muchísimo. Pero … la verdad es que yo no quiero nada serio, solo quiero pasarlo bien de vez en cuando, sin comidas de cabeza, y ya está. No busco otra cosa, lamento si te he dado a entender otra cosa.

Tras escuchar estas palabras, creo que mi corazón se rompió un poquito. Definitivamente, me había pillado por él y sus palabras acababan de caerme como una jarra de agua fría. Aún así, intenté disimular lo mejor que pude y aguantar mi decepción.

-       No, tranquilo. Me alegra que seas sincero. Eso es lo que buscaba de ti, la sinceridad. Y tranquilo, por mi parte, no buscaba tampoco nada. La diversión espontánea también me gusta.

-       Pues perfecto tío, me mola que hayan quedado las cosas claras entonces.

Después de ese incómodo momento, sugerí que era algo tarde y que era mejor que nos fuéramos. Hugo aceptó y tras pagar (insistió en qué quería invitarme), salimos a la calle de vuelta a mi casa. La verdad que lo poco que hablamos en ese trayecto que se me hizo eterno, fueron banalidades que ni siquiera recuerdo con claridad. Solo sé que, a cada paso, tenía más ganas de llorar.

Por fin llegamos a mi portal. No sabía cómo despedirme, pero al final opte por decirle lo bien que lo había pasado y que ojalá que lo repitiéramos otro día. Él me dijo lo mismo, y después de un corto abrazo, nos marchamos cada uno por su camino. En mi caso, no logré aguantar mucho y cuando estaba en el ascensor, empecé a llorar viéndome ante el espejo del ascensor. Me habían roto las ilusiones y ahora mi corazón estaba triste y herido. No sabía qué sentía en esos momentos ni el porqué de mi llanto. No entendía el porqué lloraba si ya presentía lo que me iba a decir. Pero, en fin, eso es lo que es el amor adolescente.

CONTINUARÁ….

__________________________________________

Gracias una vez más por leerme. Agradecería vuestros comentarios y sugerencias sobre la trama: escritor.principiante95@gmail.com

Saludos lectores míos.