Ámor 3

Para enloquecerlo... Me quedé pensando en lo que yo necesitaba, en el modo de lograrlo, y no tuve dudas, estaba ante mí. El modo de lograrlo, eran Vanesa y Pablo, con ellos conseguía lo que deseaba, más que nada.

Me he vestido con esmero, como siempre pensando en él, en lo que a él le gustaría ver. Por eso he optado por escotazo y he escogido esa blusa negra entallada, con pequeños botones, casi escondidos entre el drapeado de los bordes; una falda muy corta, con algo de vuelo abajo y termino mi atuendo con unas sandalias de tacón. Quiero gustarle, me encanta notar su mirada recorriendo mi cuerpo, ver como sus ojos se oscurecen cuando mira mis tetas, lo que me lleva a prescindir una noche más del sujetador, para que vea mis tetas, apenas cubiertas solo por la finísima tela de la blusa.

Hemos quedado en la puerta de ese pub, y nada más llegar le veo en la puerta, mientras me acerco él me mira, su mirada repasa descarada mi cuerpo y la distancia que nos separa mengua a medida que crece el deseo dentro de mí, sus ojos se oscurecen de deseo, con la aprobación de lo que ve, y mis braguitas se mojan ante su deseo, porque saberme deseada por él, es el mejor de los afrodisiacos.

Nada más llegar a su altura, me estrecha contra él, busca mis labios y los besa tiernamente, mientras su mano aferra mi culo, desprovista de la ternura de sus labios, de esa lengua que se cuela entre los míos, repasando mis encías, antes de buscar mi lengua cómplice, mientras su mano sigue estrujando mi culo, levantando incluso la falda de mi vestido. Puedo notar que nos miran, a nuestro alrededor, gente curiosa a la que no le pasa desapercibida la efusividad de ese beso, al que correspondo encantada. Porque él me desea, su boca húmeda me lo demuestra, su polla dura me lo confirma y si miran, si alguien piensa lo que quiera, el resto...el resto no me importa.

—Rocío me encanta tu entrega incondicional. Quiero oírte pronunciar tu juramento –pide sin soltar mi cara

—Soy completamente tuya, y puedes hacer conmigo lo que quieras.

—Como me gusta oírte decir eso putita mía, vamos dentro, tenemos compañía, dentro hay unos amigos. –dice entonces para mi sorpresa.

Me lleva agarrada hasta el final de la barra, justo donde esta hace una pequeña curva, les veo a los dos, nada más ver a quien se refiere con “amigos”, me pongo de mal humor y sé que la noche va a ser larga. Ella es Vanesa, una antigua amiga mía, con la que llevo meses sin hablarme, él es un jefe-compañero de trabajo de Iñigo.

Con ambos he tenido problemas. Con ella, que aunque nunca llego a íntima, si fue amiga...dejamos de hablar por la presión a la que me sentía sometida, cuando intentó que esa amistad cambiara, me sentí agobiada, porque sin ir a saco, no perdía la oportunidad de dejarme claro lo que le gustaría, lo que quería de mi... sexo.

A él, le conocí por el marido de mi amiga, antes que a Iñigo, al principio me pareció un hombretón maduro muy agradable, y tonteamos un par de veces. Trabaja para la misma empresa, pero en otra sucursal y solo en la suya muy de vez en cuando, para “joder” según el marido de mi amiga. Entre la segunda y la tercera cita, conocí a Iñigo y en la tercera cita le frené, cosa que no le gusto, pero no le quedó otra que aceptar, cuando no volví a llamarle ni a responder a sus llamadas.

O sea que no iba a ser una velada agrable, pero para mi sorpresa ambos sonrieron al verme llegar e Iñigo acercándose a mi oído me dijo:

—Preciosa, me encantaría que mi putita tratara bien a sus amigos esta noche –el que hablaba ya no era Iñigo...

Soltó mi cintura y se apoyó en el que debía ser su taburete, frente a ellos dos y me quedé unos segundos aun notando el calor de su cuerpo, sabiendo lo que esperaba de mí, lo que deseaba. Él no me empujaba, no me obligaba, simplemente proponía y me soltaba, dejando que yo decidiera el camino, podía quedarme ahí sin su abrazo, pero con Iñigo, o hacer lo que el necesitaba, para conseguir que él no pudiera hacer otra cosa, que no querer soltarme, para enloquecerlo... Me quedé pensando en lo que yo necesitaba, en el modo de lograrlo, y no tuve dudas, estaba ante mí. El modo de lograrlo, eran Vanesa y Pablo, con ellos conseguía lo que deseaba, más que nada. Ellos me miraban, yo sabía lo que querían y ser suya esa noche me iba a dar lo que yo deseaba. Por eso di un paso... dos y me planté sumisa ante Pablo:

—Hola Rocío, no me esperaba esta invitación de Iñigo, después de tus desplantes y yo que creía que tenía posibilidades, que estabas a gusto, en nuestras citas, ¿me porte siempre como un caballero no? –me dio dos besos, demasiado cerca de mis labios, rozando la comisura

—Lo siento Pablo, pero es que además he estado muy liada –le dije mirando a Iñigo

—Claro, ¿ocupada con ese? ¿Que tiene el que no tenga yo? –y tuve que controlarme para no reír.

Menos mal que eligió ese momento para acercarse Vanesa y dándome también dos besos, aprovechando que Pablo daba un trago a su bebida, me dijo:

—A mí también me ha sorprendido la llamada de tu amigo, ni siquiera tenía claro si venir, pero como ves siempre supe que podíamos pasarlo muy bien juntas nena, al menos siempre lo deseé, aunque no fuera reciproco y me tentó demasiado poder por fin hacerlo realidad –dijo llevando sus dedos al quinto botón, el primero abrochado de mi camisa

Y sin dejar de mirar mi escote lo desbrochó, flexionó el dedo y pasó ligeramente los nudillos por mi canalillo, rozando así el perfil, la curva de mis pechos, ante la atenta mirada de Pablo justo al lado y de Iñigo enfrente.

—Acaban de decirme que podemos pasar al rinconcito que pedí, en esa zona estaremos más tranquilos –dijo Ámor cogiendo su copa

Llegamos a la zona, en un rincón de ese salón oscuro, había una zona delimitada con dos sofás y una mesita baja en medio.

—Tomad asiento, poneros cómodos los tres... –dijo él, dejando claro una vez más, donde me quería y con quien antes de sentarse él solo frente a nosotros.

Yo estaba sentada entre ambos, cruce las piernas nerviosa y nada más pedir las bebidas y traerlas, noté el calor y la humedad de la suave lengua de Vanesa invadiendo mi boca, y mis ojos buscaron los de mi Ámor, que miraban impasibles, inmisericordes como ella devoraba mi boca. Él sabía que no me gustaba Vanesa, que no quería que siguiera, como también sabía que no iba a impedirlo, que no iba a parar, ni siquiera cuando Pablo, desde atrás aferró mis pechos por encima de la blusa, para sobarlos a su antojo.

El sitio estaba demasiado oscuro, demasiado lleno y nosotros demasiados juntos en ese puto rincón, para que nadie viera nada con claridad, y además, los tres habíamos entrado en una espiral, demasiado retorcida...orquestada por mi Ámor, para que a estas alturas nos importara si había algún mirón.

Pablo me retiraba el pelo y descubría mi nuca, para lamerla, mientras sobaba mis tetas, las estrujaba, mientras Vanesa seguía besándome con dulzura.

—Miro tus piernas cruzadas... esa línea que se forma al juntarlas y pienso que parece la prolongación de tu coño –dice Pablo en mi oído, lamiéndolo, mordisqueando mi oreja...

Mientras dos de sus dedos recorrieron esa línea imaginaria entre mis piernas, y subieron por mis muslos apretados hasta llegar a mis bragas

Vanesa me levantó de nuevo la cara, y volvió a darme piquitos, a lamer mis labios, mientras ahora de lado, Pablo seguía lamiendo la piel expuesta de mi cuello, de mi nuca, y tirando de la blusa cuando le molestó, siguió por mi hombro...

La blusa se abrió un poco más y Vanesa con un suspiro bajó a besar la curva interna de mis pechos, sacó la lengua y lamió el canalillo que los separaba, el tramo que sus nudillos habían acariciado en la barra...

La mano de Pablo pellizcaba mis muslos cerrados, intentando abrirse paso para poder acariciar mi sexo y entonces Iñigo se levantó e inclinándose pidió que me acercara, me estiré para escucharle y me dijo:

—No me gustan esas piernas cerrados, te pedí que fueras buena con tus amigos, pero si no estás dispuesta, podemos irnos ahora, tú decides cuanto de verdad hay en tu juramento.

Volvió a sentarse y yo mire mis pies avergonzada, aun con la mano de pablo en mis muslos, ver mis pies desnudos con las sandalias, junto a los de Vanesa con zapato cerrado y los de él también, me hacían sentirme aún más desnuda...más expuesta. En ese momento Pablo clavó sus dientes en mi carne, y volví a mirar a Iñigo, detrás de él completamente alucinados estaban la misma pareja que nos había mirado fuera, siguiendo la escena del sofá.

Pero yo solo tenía ojos para Iñigo y la pregunta que había en su mirada, entonces lentamente descruce las piernas, y la mano de Pablo subió más, pero no fue suficiente y cogiendo una de mis piernas, la coloco sobre las suyas, mientras Vanesa hacia lo mismo con la otra y volvían a exponerme, está vez indecorosamente abierta de piernas. Vanesa arañaba ligeramente mi muslo, acariciando la cara interna con suavidad, mientras sus dedos apartaban un poquito más la tela de mi blusa y buscaban mi pezón.

Miré a la pareja, que debía tener una panorámica perfecta de mis bragas. Pero todo dejaba de importar cuando miraba a Iñigo, perdiéndome en la excitación de su mirada, que a su vez se perdida entre mis piernas desnudas, mirando esas dos manos que subían por mis muslos, tan distintas, pero tan buscando lo mismo...

Mordí mis labios cuando las caricias de los dedos de Vanesa, y su lengua bordeó mi pezón antes de succionarlo amorosamente, chupeteando, como amantándose... mientras por el contrario, la mano de Pablo subía por mi otra pierna brusca, aferrando mi carne, apretando mi muslo, pellizcando a mano llena

La boca de Vanesa volvía devorar la mía, y mis piernas se abrían, separaba los muslos lo más que podía, mirándole, sonriéndole, dejando que Pablo ahora tocara mi coño apartando la braga a un lado.

Mi cuerpo a la deriva no tardó en responder a todos los estímulos a los que estaba siendo sometido, por una parte la dulzura y la ternura con la que Vanesa estimulaba mi piel, mi boca, mis tetas, por otro lado y aunque odiara admitirlo, ese hombretón maduro, metía y sacaba sus dedos de mi coño magistralmente, si a todo ello, unimos las miradas encendidas de esa pareja voyeur, el bulto que no disimulaba el pantalón de Iñigo y la lujuria en su mirada... Diosss, apreté mis labios, miré mis pies desnudos, mis muslos, unos sobre cada una de las piernas de mis amantes y mi cuerpo tembló, con la explosión del orgasmo, mientras Pablo hundía hasta el fondo tres de sus dedos y el pulgar estimulaba furioso mi clítoris.... Vane, Dios Vane, lamia y lamia....mientras me corría, sin quererlo, avergonzada, pero como una loca.

Mi cuerpo aun temblaba cuando Vanesa tras dar un trago repitió y acercándose a mi boca, entreabrió mis labios y me dio a beber de su boca, mientras Pablo sacaba sus dedos y los lamio antes de dar un buen trago a su vaso y con una ronca carcajada pedir su turno tirando de mí, separando mi boca de la de Vanesa, para inclinar mi cabeza lo suficiente para dejar caer el líquido de su boca, pero a propósito dejar que este escurriera por mi barbilla y se perdiera por mi escote.

Un minuto después mi Ámor se puso en pie y me cedió su mano, bajé las piernas y aferrada a su mano, me puse en pie y tiró de mí haciéndome sentar a su lado.

—Terminemos las bebidas antes de irnos no –les dijo a ellos, mientras con su pañuelo limpiaba mis labios y me cedía su vaso.

Bebí sedienta sintiendo el calor de su brazo en mi cintura, de sus dedos acariciando ligeramente mis caderas y cuando dejé el vaso, agarró mi cara con ambas manos y me besó en la boca, como solo Ámor besaba, no era suave, no era brusco, sino justo, apretado. Sus besos no eran húmedos, sus besos mojaban, su lengua entraba chorreando en mi boca y yo la lamia sedienta de su saliva, era deliciosamente sensual, sexual y alucinante besar a mi Ámor, porque además él besaba sin prisas, sin un fin, solo besaba...

—Nos vamos preciosa. ¿Quieres que tomemos la ultima en mi casa? –y si quería, quería todo lo que él quisiera darme.

Salí de pub como había entrado, abrazada a él, sintiendo la tibieza de su cuerpo rozando el mío al andar, pero está vez escoltados por Vanesa y Pablo, invitados a la fiesta, que aguardaba con la última copa en casa de Iñigo.

Allí llegamos en unos minutos, y nada más entrar dijo:

—Rocío llévales al salón, poneos cómodos, yo voy a por las bebidas, se buena preciosa, que a nuestros invitados no les falte nada de lo que deseen. –y dándome una palmadita en el trasero desapareció por el pasillo que tantas veces recorrí en su busca.

Mientras ponía música y Vanesa dejaba el bolso, Pablo no perdió el tiempo y pegando su cuerpo al mío por detrás, me abrazó y me hizo sentir su erección en mi culo mientras me decía:

—Me muero por follarte zorra, me tienes cachondísimo...mira como me has puesto la polla –dijo agarrando mi mano y llevándola a su paquete.

Vanesa que ya había dejado sus cosas se acercó y mientras yo empezaba a sobar el duro bulto sobre el pantalón de Pablo, ella empezó a desabrochar mi blusa, está vez no paro en el quinto, desbrochó todos los botones, abrió la blusa y descubrió mis pechos totalmente.

—Que preciosidad... cuanta belleza...

—Sí, desnúdala –dijo Pablo, con voz ronca. Mientras el mismo se desabrocha su pantalón.

Vanesa, desbrochó también mi falda y está cayó a mis pies, luego agarró el elástico de mis braguitas, y mientras Iñigo dejaba las bebidas y se sentaba frente a nosotros en su sillón preferido, ella fue bajando mis bragas, por mis muslos, bajando ella hasta quedar en cuclillas ante mi pubis desnudo. Me sacó las braguitas y acercó su cara, olió mi sexo y suspiró soplando sobre mi piel caliente, antes de besarla, besaba mi pubis como había besado mis labios, suavemente, mientras mi mano ya aferraba la polla dura y desnuda de Pablo, que latía caliente en mi mano, mientras él suspiraba en el hueco de mi cuello, haciéndome sentir su aliento caliente, su lengua húmeda...

La lengua de Vanesa, se colaba ahora como podía entre los pliegues de mi vulva, lamiendo, rebañando...yo apoyé más mi cuerpo en el torso de Pablo, sin dejar de sobar su polla, mientras él buscaba de nuevo mi boca, y mordía, succionaba, chupeteaba mis labios, antes de hundir su lengua en ella.

Iñigo empujo un puf y Vanesa pilló la indirecta, subiendo a él uno de mis pies aun calzados con mis sandalias de tacón, y ahora de rodillas casi colándose debajo de mí, tenía todo mi sexo a su disposición, y toda su boca se encargó de el. Temblé cuando la sentí, cuando sus suaves labios atraparon mi clítoris, cuando sus finos dedos se insinuaron en la entrada de mi vagina...su boca suave y mimosa, me llevó a un nuevo orgasmo en minutos, que no pude retener, que me hizo temblar y gemir en la boca de Pablo.

—Necesito follarte ya –dijo este con la voz aún más ronca

Y agarrándome de las caderas, me apartó ligeramente de la boca suave de Vane, me inclinó hacia adelante, doblándome. Coloqué las manos en el puf donde había subido mi pie, y aferrado a mis caderas, apoyo el glande en la entrada, y de una sola estocada, y con furia me la metió hasta los huevos. Di un gritito de sorpresa, sus dedos se clavaron en mi carne, apretó más, la estrujó y sin salir empujó su falo más adentro, subí la mirada y busqué la de Iñigo, sus ojos turbios ardían de deseo, mientras ese maduro grandullón, me follaba ahora sin tregua, mientras entraba sin control una y otra vez en mi cuerpo, haciendo que mis tetas se bambolearan, y Vanesa desde el suelo, de rodillas, se desnudaba también sin perder calada.

—Uff Rocío qué coño más caliente tienes, sabía que iba a ser un gustazo follármelo...lo que no imaginaba, es que fueras tan sumisita y dócil, no te veía yo tan entregada, recibiendo polla. –dijo dándome una fuerte palmada en el trasero

No sé cuánto tiempo me folló en esa postura sin control, hasta que salió con la polla palpitando, y me tumbó en el mismo puf, me subió las piernas colocándolas en sus hombros, subió mi culo agarrándolo con sus grandes manos, y volvió a penetrarme, volvió a hundirse inmisericorde una y otra vez, usando mi coño como receptáculo de su polla, dándose placer con el, sin importarle el mío, porque Pablo me follaba con rabia, castigándome por haberle rechazado, por haber elegido a Iñigo, en su opinión inferior a él, y su rabia había ido en aumento sabiéndose en mi coño gracias al mindundi según él, sabiendo que solo le permitía estar entre mis piernas por deseo del otro, y eso le ponía furioso, y se vengaba con mi cuerpo, el cual casi agradecía su furia, más aceptada casi que los mimos de Vane.

—Pero que puta eres Rocío, estas chorreando, tan caliente...vas hacer que me corra zorra...-dijo ya sin control ninguno

Mientras Vane, seguía de rodillas, volvía a deleitarse con mis pechos, llevando su mano entre mis piernas y masturbándome mientras Pablo me seguía follando con furia...

—Así, sigue está temblando, haz que se corra, quiero sentirla en mi polla, haz que esta puta se corra, y no la mimes tanto, también pasó de ti tonta, solo deja que la besuquees porque él se lo pide con la mirada...no te das cuenta... –le decía furioso

Y podía notar el cambio en la boca de Vane, como perdía la inocencia, la dulzura...la ternura de sus labios y sus chupetones dieron paso a sus dientes, que se clavaron ahora furiosos en mis pezones, mientras sus dedos pellizcaban ahora... dejando caer la cabeza hacia atrás busqué lo único que me importaba, y mi Ámor mirándome me sonrió, bajó la cremallera de su pantalón y empezó a tallar su polla con mimo, mirándome, viendo como me follaban...como me corría...

—Uff si así córrete, que gustazo...

Y mientras mi cuerpo aun temblaba, la polla de Pablo salió y un potente chorro se estrelló sobre mi pubis, sobre la mano de Vane, que siguió estimulándome, otro sobre mi vientre, sobre mis pechos, mi cara y mi pelo...y entonces Vane, tan fuer de si como Pablo, sin importarle el semen de este cubriendo parte de mi pubis, bajó a lamer mi vulva dolorida, no por darme placer, no pensando siquiera en el suyo como primer opción, quería que volviera a correrme de seguido y no paró hasta que grité de nuevo con su cabeza entre mis piernas y su lengua relamiendo los juguitos de mi orgasmo.

—Ahora cómeme Rocío, quiero correrme en tu boca puta. Exigió Vanesa sentándose donde me había sentado yo

Busqué de nuevo su apoyo con la mirada, mientras Vanesa se sentaba al borde y abría sus piernas ante mi Ámor, él no miró el coño de Vane a pesar de que esta se lo mostraba impúdicamente, Iñigo me miraba a mí, y yo dichosa le devolví la sonrisa, antes de ponerme a cuatro patas para acercarme a Vanesa, para colocar mis manos en sus muslos y abrirla más antes de bajar y oler su coño. El olor no me pareció desagradable, olía a excitación, a sexo, a humedad...me incliné y bese su pubis, ella se arqueo hacia atrás apoyando las manos. Nunca había probado un coño, acerque mis labios e intenté hacerle a ella lo que a mí me gustaba.

—Así putita besa mi coño –y lo bese, aplastando en el mis labios

Saqué la lengua y la dejé que se colara entre los pliegues, la saqué más y recorrí su raja, notando el temblor de sus muslos, seguí una y otra vez repasándola, como hacia el en mi coño y tanto me gustaba, hasta que el temblor se intensificaba y entonces busqué su clítoris, lo bordeé con mis labios y succioné.

—Joder zorrita...por no gustarte los coños...-volví a succionar con un poco más de fuerza

Lamia, succionaba, pasaba mi lengua, besuqueaba y ella gemía, se retorcía pegándose a mi boca...de repente note las manos de Pablo en mis caderas y me puse rígida, su dedos recorrieron mi raja.

—No pares, sigue, sigue zorra, no dejes de comerme el coño –dijo Vane aferrando mi cabeza

Pablo mojaba sus dedos en mi coño, penetrándome con ellos con la misma rudeza que me había penetrado su polla.

Vanesa se corrió en mi boca sin dejarme apartar, agarrándome del pelo, haciéndome y pidiendo que siguiera y así lo hacía cuando los dedos de Pablo salieron de mi coño y buscaron mi ano, me puse rígida cuando uno se insinuó, presionó y finalmente te coló. Un par de metidas y entró con dos, dilatándome. Sabía lo que venía, mientras Vanesa volvía a correrse en mi boca sobre mi lengua, empapándome con sus jugos pastosos, dulces, salados...Pablo había dejado de follar mi culito con sus dedos, ahora su capullo pugnaba en mi entrada trasera, empujado y ayudado por dos dedos. Me aferre a los muslos de Vane, ella volvió a empujar mi cabeza hacia su coño, mientras Pablo, sin piedad, fue llenando mi esfínter de polla.

—Joder, joder, joder...-me dio al menos unos segundos de ventaja en su jodido juego, y empezó a moverse

Me ardía el culo, me dolía la mandíbula, me escocia la lengua...Pablo me follaba de nuevo a romper está vez dilatando mi culito, Vanesa volvió a correrse y esta vez dejó que me apartara, y apartándose de mi viendo las envestidas de Pablo, se inclinó y volvió masturbarme delicadamente, pero lo mejor es que en esa postura, podía ver como mi Ámor se masturbaba y así llego mi nuevo orgasmo.

—Si cabrona, yo también me corro, voy llenarte bien ese culo prieto de zorra que tienes, mírale mientras mi polla te folla –y aullando cumplido su promesa, corriéndose en mi culito.

Mientras los tres quedamos hechos un cumulo de carne desmadejada Ámor insolente dijo:

—Bueno chicos esto está llegando a su fin, y nunca más volver a repetirse, espero que les haya gustado

Joder como me gusto su insolencia, sus palabras, su manera de mandarlos a tomar por culo, dejándoles claro que no iban a volver a follarme, y dejando caer entre líneas que solo lo habían hecho con su permiso.

Pablo fue el primero en separarse de la madeja que formaban nuestros cuerpos, y para mi sorpresa se puso en pie y dijo:

—Ha estado muy bien, un placer haberme follando por fin a tu putita, cuidado que ella también se lo ha pasado bien. –dijo Pablo intentando molestarle

—No te engañes amigo, ella solo esta y ha estado ahí por mi grandullón

Yo asentí mirando a mi Ámor embelesada, con una sonrisa en los labios.

—Antes de irme quiero gozar un poco más

Y dicho eso note el calor en mis tetas, en mi vientre y hasta mi pubis de su meada, mientras en el bode del puf con una estridente sonrisa cómplice con él Vanesa hacia lo mismo meando mis piernas y mi pubis.

—No sé si te has equivocado de elección Rocío, quedándote con alguien que deja que seas de otros –dijo Vanesa

—Jamás lo entenderéis, él sabe que soy suya...crees que he sido tuya o de él esta noche (y entonces fui yo la que me reí) solo soy suya, solo me habéis tocado, follado, besado y meado, porque a él le excita mi sumisión y entrega total a sus “caprichos y deseos”

—Pues bien que te corrías –dijo Pablo

—Por él y para él, si el no estuviera en esta habitación no habría ni excitación posible. Todos mis orgasmos son suyos

Y solo entonces se levantó y se acercó a mí, ni siquiera les pidió que se marcharan, porque ellos ya no existían, ahora solo estábamos nosotros, yo de rodillas en el suelo, sentada sobre mis pies, rendida y medio tumbada en una extraña postura incomoda, que dejo de serlo cuando él se arrodillo a mi lado, y aun meneándosela acerco su polla a mis labios.

— ¿La quieres Rocío?

—La amo

—Demuéstraselo, por favor putita mía

Y como alguien que encuentra por fin agua en el desierto, entreabrí los labios, y dejé que él girara mi cabeza, para llevar su polla a mi boca, y aplaste mis labios, la recorrí con ellos, y cuando él dejo caer su saliva desde arriba, la paladee esparciéndola por el tronco, ayudándome con ella para recorrer a besos mi amada polla, antes de meterla en mi boca, mientras él escupía ahora sobre mis pechos, y sus dedos pellizcaban mis pezones, moviéndolos, balanceándolos...

—Eres la mejor de las putas, mi puta... mía Rocío, mía, voy a arte a tu premio...

Y mientras una mano se encargaba de mis pechos, la otra iba directa a colarse entre mis piernas, y me masturbaba mientras se hundía en mi boca, en mi garganta, suave, profundamente dejaba mis pechos, para apartar mi pelo, para acariciar mi mejilla bajo la que rozaba su polla y volvía a mis pechos...

—Vamos nena... ¿lo quieres, quieres mi semen?

Cuando asentí, coloco su mano plana sobre mi sexo y la apretó contra él, se hundió una vez más y su semen lleno mi garganta, luego mi boca y hasta mis labios y mis tetas, mientras apretaba mi coñito contra su mano, corriéndome con mi Ámor por finnn.