Ámor 2

Seguro que no estamos tan lejos...que podemos encontrarnos en algún momento.

En esos momentos en los que mi cuerpo lánguido, reposa junto al tuyo, sintiendo la tibieza de tu piel, rozando la mía...cuando tus caricias son suaves, dulces, prolongadas...esas caricias agradecidas durante el descanso del guerrero, que colman mi piel de sensaciones, llenando mi alma de algo tan parecido al amor que asusta...

En esos momentos mi mente vuelve atrás para recordar el día que nos conocimos, para recordar, como llegamos a esta cama, como llegué a este momento en el que me siento más tuya que mía.

—Rocío dijiste que vendrías, va a ser un rollo, solo habrá los típicos amigos de mi marido del trabajo y poco más, es una inauguración...venga no seas perra –suplicaba mi amiga

—Buenoooo, vale. Pero me debes una –le dije fingiendo un enfado que no sentía.

Así terminé ese sábado arreglándome para salir a esa fiesta con mi mejor amiga y su marido, solo porque ella no se aburriera entre todos los amigotes del trabajo de él.

La fiesta era al aire libre, una cosa informal, había muchísima gente por todas partes y el marido de mi amiga nos llevó al grupito donde se encontraban sus compañeros, donde me presentaron y les contaron que acababa de mudarme a esa ciudad... (Y todo el rollo de mi mudanza y el porqué)

No llevábamos ni media hora de charlas intrascendentes cuando me giré, y te vi por primera vez, estabas saludando al marido de mi amiga, y un minuto después os acercabais ambos. El marido de mi amiga, primero te presento a su mujer...luego toco mi turno.

—Iñigo, ella es Rocío, una amiga (y en dos minutos le soltó mi “rollo”)

—Un placer...Rocío –y mi nombre sonó distinto en tus labios desde la primera vez.

Durante toda la fiesta, me descubrí buscándote entre la gente y un par de ocasiones encontrándonos con la mirada entre todo el barullo, y entonces yo instintivamente te sonreía al sentirme cazada, pero tú no lo hiciste nunca, te limitabas a mirar, sin apartar tu mirada, con aplomo, casi como si no fuera contigo, con esa medio indiferencia que siempre te caracteriza, ese aire de parecer siempre lejano, en otro lugar.

La fiesta acabó sin que hubiera el más mínimo contacto, y aunque tu mirada me persiguió durante días, terminé dejando el tema a un lado.

Me instalé en mi nuevo apartamento, liberando a mi amiga y su marido de mi presencia, y me relaje un poco más en mi nuevo puesto de trabajo, por el que había decidido el traslado a esa ciudad.

Una mañana, al ir a pagar como siempre mi desayuno en la cafetería, me dijeron: ya ha pago el señor, y señalaron al señor, que resultaste ser tú al otro extremo de la barra, con un grupo de personas. Te sonreí, y esa vez si devolviste la sonrisa, aunque esta no llego a tus ojos, quedándose solo en una mueca de tus labios, que atraparon mi mirada, quedándose grabados en mis pensamientos, no intentaste nada más, ni te separaste del grupo en el que estabas, ni te acercaste por supuesto. Pero para mi sorpresa empezó a ser una tónica diaria el encontrarte en la cafetería, el que me invitaras al desayuno en la distancia, y esas muecas parecidas casi a una sonrisa. Ahí creo, que con esas muecas, esa frialdad, esa lejanía que no parecías querer romper, empezó mi obsesión por “tu boca” y todo lo que tuviera que ver contigo. Tuvieron que pasar semanas, hasta que un día en mitad de mi desayuno, note primero una sombra luego oí tu voz:

— ¿Te molesta si me siento desayunar contigo? Hoy aún no he desayunado, y me muero de hambre

Tu voz pausada, tus palabras no sé si escogidas, deliberadas o al azar, me hicieron pensar en contestar “puedes sentarte y comer lo que gustes, de mi o de la carta, solo tienes que pedirlo” en cambio dije:

—Claro, siéntate...Iñigo

Y desde ese día, estableciste una nueva pauta, que consistía en que cuando yo llegaba simplemente te acercabas, tomabas asiento y desayunábamos juntos, mientras charlábamos de todo un poco, hasta que dejaste caer que también pasabas por ahí al terminar la jornada, no me invitaste, no era una cita, pero por supuesto y desde ese día, me convertiste en asidua al local, también por las tardes.

—Un día tenemos que...-no recuerdo que te propuse aquel día, casi un mes después, loca ya por verte fuera de esa cafetería.

—Roció, me encantaría, pero si lo hacemos, voy a querer mas –dijiste con la templanza que siempre te ha caracterizado

— ¿Y dónde está el problema? –me lancé a la piscina, esperando encontrarla llena de agua

—El problema eres tú y soy yo, somos distintos, esperamos cosas distintas de esta relación

—Dijiste que querrías más, lo que me lleva a pensar que te gusto –espere que el agua de esa piscina no estuviera helada, porque seguía lanzada

—Y me gustas, pero tú buscas una cosa de esta posible relación, muy distinta a lo que yo puedo ofrecerte, demasiado alejados, no nos encontraremos jamás

—Seguro que no estamos tan lejos...

—Ya te digo yo que sí, tú eres de las que espera una relación normal, compromiso, amor, sexo...por ese orden.

— ¿Y tú?

—Yo básicamente, solo quiero sexo con mucho compromiso, con total dedicación y entrega cien por cien

— ¿Sin ofrecer nada?

—Solo puedo ofrecerte esa misma dedicación, la misma entrega y placer

— ¿Y si me bastara?

—Esta es mi dirección Rocío, si te basta lo que te ofrezco, ahora sabes dónde encontrarme.

Me quedé una hora más leyendo y releyendo tu dirección, escrita en esa servilleta de papel después de que te fueras, mi mente no paraba, mi corazón latía desbocado y mi cuerpo ya había tomado la decisión hacía semanas.

Esa noche recorrí por primera vez el camino hacia tu casa, toque por primera vez tu portero automático y entre por primera vez en tu guarida.

— ¿Estas segura Rocío?

—No estoy segura de lo que realmente quieres, pero estoy segura de querer saber qué es lo que tienes para mí

—Te quiero sumisa y entregada, de rodillas...porque desde que te vi la primera vez he necesitado poseerte, dominarte, hacerte completamente mía.

Tus palabras sonaban sinceras, desesperadas, sexis, excitantes...y simplemente me arrodillé, por primera vez ante ti.

Y esa primera vez gemiste, y acariciaste mi cabeza con mimo, y con una sola mano, mientras la otra sin preámbulos liberaba tu erección ante mi cara.

Esa fue la primera que me lo pediste Iñigo:

— ¿Vas a ser buena y mimarla bien? –busqué tu mirada

En tus ojos había el brillo y la lujuria que imprime el deseo, con esa mezcla de reto... me retabas a salir corriendo...

Pero pasando dos dedos por detrás de su cabeza dura, la acerqué a mis labios y besé por primera vez tu polla dura, presionándola contra mis labios.

—Despacio Rocío, suave...bésala...se cariñosa con mi polla, que lleva mucho esperando tus labios...

Y así empecé a besar por primera vez tu polla, empecé como demandaste a cubrirla de besos, piquitos suaves, pegando bien mis labios. La recorrí por completo una y otra vez, para terminar en el glande, rodeándolo con mis labios, presionando, mientras mi lengua repasaba el frenillo, la punta empujaba en el agujerito como si quisiera dilatarlo para colarla dentro, luego rodeaba el anillo, enroscando mi lengua, sin soltar la presión de mis labios en torno al glande, succionando de vez en cuando. Me gustaba oír los gemidos que escapaban de tu control y finalmente, cuando dejaste tu pantalón caer a tus pies, mis manos recorrieron tus muslos tensos y las tuyas aferraron mi cabeza, obligándome, penetrando hasta mi garganta una y otra vez, totalmente descontrolado, mientras yo disfrutaba de esa pérdida de control, de estarla provocando. No sé cuánto tiempo estuve así, me dolía la mandíbula, pero no iba a parar, y tú tampoco. Pero llego un punto, en el que no pudiste más, entonces soltaste mi pelo del que te servías, para ayudarme a tragar tu polla una y otra vez, pero no me aparté, seguí lamiendo mi saliva de ella hambrienta, chupeteándola con gula, deleitándome con tu rabo duro a más no poder...

Y entonces, me retiraste con un mano en mi frente, con la otra cogiste el mando, o sea tu polla y te la meneaste furiosamente ante mi cara, rozando solo mis labios ligeramente, sin dejarme más.

—Voy correrme, ¿quieres que pare?

—No –aún recuerdo lo excitada que estaba

— ¿Quieres mi corrida en tu cara, en tu boca Rocío? Porque estoy dispuesto dártela como premio a tu gran mamada

—La quiero

—Entonces pídelo putita, como un buena sumisa, dime que quieres, quiero oirlo

—Quiero que te corras...

—Separa tus labios, quiero darte tu premio, pero no puedes tragarlo, es mío y no puedes hacerlo hasta que te lo pida –dijiste sin dejar de meneártela

Joder no tardaste en poner mi cara perdida de semen antes de terminar en mi boca.

—Así, no tragues o me decepcionaras –me dijiste colocándote detrás de mí.

Podía sentir tus palabras en mi nuca, mientras tus dedos desabrochaban mi camisa y la abrían, tus manos se colaron debajo del sujetador y empezaste a sobar mis tetas, mientras tus dedos buscaban mis pezones, los pellizcaste con dos de ellos y los friccionaste mientras besabas mi cuello.

—Quítate el pantalón, Rocío, sin apartarte

Y como un autómata llevé mis manos al botón, cremallera y este cayó a mis pies, tu volviste a pegarte a mi espalda...podía notar el calor de tu cuerpo, tu polla ahora blanda entre los cachetes de mi culo caliente, mientras sus manos seguían sobando mis tetas y tu lengua lamia la sensible piel de la curva de mi cuello, dejando un rastro de saliva a su paso. Cuando pusiste aún más duros mis pezones, agarrándolas te dedicaste a frotarlas desde dentro por el encaje.

—Me gustan tus tetas –dijiste y me sentí orgullosa

Pero las abandonaste y saliendo de debajo de mi sujetador, continuaste por mi torso, acariciando mi piel hasta el borde de mi braga, si ya estaban mojadas se empaparon aún más cuando tu mano se coló dentro y un poco más cuando dijiste en mi oído.

—Madre mía, qué coño más caliente tienes puta –y agarraste mi pubis con toda la mano

Apretabas mi carne, y mordisqueabas ahora uno de mis hombros, mientras tus dedos buscaron mi rajita...

—Y muy mojada... ¿Quieres correrte putita con la boca llena de mi semen?

Asentí apretando mis labios, mientras tus dedos localizan mi inflamado clítoris, y se dedican a él. Yo empecé a menear las caderas, buscando tu mano, apoyada en tu pecho, de pie, frotando tu polla con mi culo.

—Muy bien puta, así, menea ese culo, frota bien mi polla, vuelve a ponérmela dura si quieres correrte

Me llevaste una y otra vez al borde del orgasmo, sin dejarme acabar...

— ¿Vas a ser mi putita sumisa? – y supe que iba a ser lo que quisieras, por lo que asentí, limitándome a no negar la evidencia, demasiado excitada para andarme por las ramas, sintiendo tu polla de nuevo dura

Y esta vez no paraste, me corrí apoyándome más en tu pecho

— ¿Paro o mi putita sumisa quiere más?

—Más –susurré aun temblando

Dos de tus dedos me penetraron sin ceremonias, y aullé de placer, mientras tu pulgar rozaba mi clítoris, tu polla mi culo, mientras tus dientes ahora mordían con saña, clavándose en mi carne, al igual que tus dedos lo hacen sin piedad en mi vagina, y el chapoteo podía oírse en la habitación silenciosa, solo roto el silencio por tus palabras.

—Córrete mi putita sumisa, ahora, quiero sentir tu orgasmo en mis dedos, hazlo golfa –y entraste hasta fondo

Casi de puntillas por tus envestidas me apoye en tu pecho mientras volvía a correrme. Aun temblaba, cuando me diste la vuelta agarrándome por las caderas, tu polla rozo mi vulva, cundo tus dedos la empujaron y colocaron entre mis muslos.

—Apriétala zorrita, mantén mi polla dura–pediste, haciéndola resbalar entre mis muslos, húmedos por mi corrida

Yo mantuve las piernas cerradas, los muslos apretados y la boca cerrada, sintiendo aun el sabor de tu semen en ella, que ya había perdido consistencia, pero seguí llenándola ya liquida.

—Súbela, quiero sentir tu coño caliente y mojado de puta en mi polla

Y agarrándola la subí entre mis muslos, sin perder el contacto con mi piel, hasta colarla en horizontal entre los labios de mi sexo. Entonces tú me agarraste del culo y moviste las caderas, rozando con el balano toda mi raja, empujando al final mi clítoris, de nuevo en pie de guerra.

— ¿Quiere más mi puta? Vamos córrete sobre mi polla golfa, pero ahora mismo, y si lo haces, como premio te follaré ese precioso y caliente coño que tienes

Joder de nuevo estaba enfebrecida, sus palabras, su polla, el roce...dos minutos y volvía esta vez a bañar su falo enhiesto con mis juguitos, y mientras me corría de nuevo allí de pie. En uno de los recorridos por mi raja, la empujó doblándola, y el glande se coló en mi vagina, me puse aun más de puntillas, apenas entraba solo la punta, solo la entrada... joder volví correrme antes de que me empujara sobre la cama y flexionara mis piernas, pegando mis rodillas a mis tetas, mientras él de pie en el borde de la cama flexionó sus rodillas, se acercó, aproximó su polla...y madre mía... fue resbalando en mi interior, rozando las paredes de mi vagina... tan despacio que llore...tan adentro que grite... tan intenso que me corrí antes de que empezara a moverse.

El sonrió y no paro, siguió a buen ritmo, cada vez mejor, yo temblaba por dentro, aun podía sentir pequeños latigazos dentro de mi sensibilizado coño, pero no iba a tener piedad y con ello me llevó al siguiente, convirtiendo sus arremetidas en algo salvaje, primitivo, descontrolado y absolutamente extraordinario.

— ¿Quieres tu premio? –pediste un par de minutos después aun moviéndote lentamente dejándome recuperar

—Si

—Pues gánelo –dijiste soberbio, saliendo de mí y tumbándote en la cama

Y rendida, pero con ganas de más, mirando tu mástil apuntando al techo, coloqué una rodilla a cada lado de tus caderas y bajé clavándome, apoyando las manos en tu pecho, me balanceé, sin subir, me incliné y bajé a lamer tus tetillas, disfrutándote teniéndote bien dentro de mi cuerpo, lamí, mordí...pero quería mi premio, y lo mejor... tus gemidos, que me indicaban que te morías por dármelo.

Subí los pies colocándolos donde habían estado mis rodillas, me arqueé hacia atrás, apoyando mis manos en tus rodillas, abrí las piernas, para que mientras conseguía mi premio follándote, no perdieras de vista la imagen del coño de tu puta sumisa, taladrado por tu polla. Y forzándola un poco por esa postura, subí y bajé tallando tu polla con mi coño, aferrada a tus rodillas, abierta, viendo tu mirada cachonda fija entre mis piernas, y lo que allí sucedía. Seguí moviéndome, más y más a medida que tus gemidos crecían, yo acentuaba cada movimiento de mis caderas... y cuando te supuse al límite, me di impulso, hinqué rodillas de nuevo, y esta vez me incliné hacia a ti, mirándote con pena, con la boca cerrada...

—Si golfa te lo has ganado, traga ahora antes de que te de más en tu coño, traga mi semen...

Y lo hice ostentosamente, relamiendo bien mis labios mientras tú gemías, y yo me movía, más y más, subía, bajaba, rotaba, resbalaba...

— ¿Puedo besarte? –pedí sumisa, bajando la cabeza para acentuar mi entrega y sumisión, para ponerte más cachondo

—Límpiate la boca con el dorso de la mano, y puedes puta

Bajé a lamer tus labios, subí el culo y bajé con fuerza, sintiendo tu explosión dentro de mí, arrastrándome contigo, mientras la saliva empapaba nuestros labios, y tú mordías toda mi boca mientras te corrías dentro de mí por primera vez.

— ¿En qué estás pensando putita? –dijiste de lado apoyado en uno de tus codos recorriendo mi desnudez con ojos de lobo, con cara de Ámor

—En el día que dejaste de ser Iñigo y yo Rocío

— ¿Crees que te follaría mejor Iñigo preciosa?

—Estoy segura que no, seguro que Ámor folla mejor que Iñigo, pero ¿alguna vez has necesitado que te hagan o hacer el amor? –te pregunto por un tema que sé que es tabú para ti

—Rocío hace meses que descubrí que follar y hacer el amor es lo mismo cielo...