Amo-perro

Trasformacin de un perro en amo

Yo era ignorante de lo que suponía esto más allá de un juego.

Mi primer Dominante se negó a enseñarme.  A mostrarme nada un metro más de su ingle. Yo acababa de despertar. Lejos ya de él. Sin control.  Sin guía ni soga alguna. Una perra perdida sin propietario.

Busque consuelo. Busque olvidarle y lograr distanciarme entregándome con deleite a mil vainillas.  Siempre escogidos con un criterio.  Parecerse a él.  Yo no era consciente pero el perfil era el mismo. Huía buscándolo.

Cuando vi que nadie podía asemejarse, decidí buscar donde campan los Amos Y allí fui a buscarlo.  Busco Amo sensual... era ridículo.

Así conocí a perro.  Ignorante de mi, yo creí que todo el monte es orégano.

Nos conocimos.  Charlamos. El era un curioso. Le gustaban situaciones morbosas. Me propuso ser sumiso un tiempo y luego cambiar papeles. Yo acepte aunque nunca me sentí en el papel de Ama. Porque era eso...no?  Un juego de roles.

El era muy hermoso.  Típico señorito andaluz de ojos oscuros y rasgados. Preciosa melena espesa de tacto suave. Un cuerpo de torero. Culo prieto.  Y una gran cicatriz cruzando su vientre.

Comenzaron los encuentros y al principio fue sexo sin más. Pidió más y lleve mis esposas. Comencé a esposarle mientras cabalgaba sobre él, llamándolo perro. Vi que necesitaba más y recordé como me trataron a mí. Comencé a humillarlo. Chucho de mierda.

Aparecía vestida con liguero y botas altas de charol negro con herrajes y le hacía limpiarlas a lametones. Mi pequeño látigo fustigaba ligeramente su cuerpo, .pero el pedía mas.

Yo me estaba lejos de allí en esos encuentros. Mi alma sumisa extrañamente sentía que jugar a domina era una forma de darle y entregarse. No hay mayor esfuerzo que simular lo que no eres. Así que retome mi búsqueda de Amo.

Cada encuentro con perro comentaba mis hallazgos,  como iba mi búsqueda.  Yo le describía como eran. Altos y fuertes. Duros. Y le humillaba haciéndole ver lo poca cosa él era para mí siendo un simple chucho.

Un día conocí alguien y pensé era el Amo que andaba buscando.  Chucho, le dije, encontré Amo y creo que dejare de verte.

Nos citamos en el mismo lugar de siempre.  Entramos y le hice desnudarme. Lo hicimos en distintas posturas. Le azote. Le humille. Le escupí y orine en su rostro como últimamente hacíamos. Volvimos a la cama. Entonces sucedió.

Amita puedo usar tu culo? –me pregunto-

-Umm perro. A ti esas cosas no te gustan –dije-

-Ya Amita, pero como despedida quiero hacerlo.

-Sabes chucho apenas esta usado, pero venga –le concedí-

Me gire para coger el lubricante,  situado en la mesilla. Yo estaba a cuatro patas mientras él esperaba a mi espalda. El tapón se resistía. Estaba pegado y mi culo en pompa se agitaba con mis intentos de abrir el maldito bote.

De pronto note como agarraba mis caderas. Y como entro en mi ano. Yo di un respingo.  Gire mi rostro. No había lubricante.  Nada más que mis propios flujos. Le dije quieto perro. Espera. Me haces daño.

Pero el me miro. No había visto antes esa mirada. Sus parpados se entrecerraron.  Y apretó mas sus caderas contra las mías, penetrándome en lo más profundo. Sentí un desgarro y un gran dolor.  Grite.

-Perrooo, para que me haces daño.

Pero el penetro aun mas. Me intente zafar, alejándome pero me tenia bien retenida entre sus brazos.

-Quieto. Para. Para, por favor perro –suplicaba-Para. Gemía, por favor para perro, me haces daño.

Pero el cada vez se movía más y aceleraba los golpes de cadera. Aquello ya no era un juego. No era placentero.  Yo intentaba escapar pero me tenía sometida en esa postura.  Era fuerte, nunca lo vi así. Y suplique.

-Por dios déjame perro. Déjame. Me haces daño de verdad.

Mis lágrimas afloraron y dijo:

-Cállate puta. Más daño te hacen tus amos y te dejas.

Oír aquello me resulto como un bálsamo, me sentí una puta perra, me moje toda.

Y entonces vi todo. Me estaba usando sin importarle nada más que su propio placer.

Comencé a tocar mi clítoris mientras él me enculaba. Y me corrí por primera vez en una salvaje penetración anal.

Cuando su semen rego mis entrañas, me giro y ofreciéndome su pene, dijo.

-Límpialo.

Lo limpie concienzudamente hasta que me indico que parece. Luego se sentó en la cama y me tumbo sobre sus rodillas.

-Te has corrido sin pedir permiso, puta –dijo- Tendrás un castigo.

No conteste, merecía el castigo.

Palmeo mis nalgas, primero flojo, pero luego incremento la fuerza. Mi culo debió pasar del blanco al rojo rápidamente y luego al purpura. Lloraba.

Cuando se canso me tiro al suelo.

Me arrodille ante él. Le mire a la cara.

-Perro –comencé a decir- o debo llamarte mi Amo.

Como respuesta me ofreció sus pies, que comencé a besar y a lamer como una buena perra.

Aprendí lo más importante.  No puedes humillar tanto a nadie, puedes convertir perros mansos en lobos salvajes.

Y lo fundamental.  Esto no es un juego y yo...soy sumisa. La puta perra sumisa de Amo- Perro, que es como quiere que le llame.