Amo ¿O perro?

El paradigma de un maduro

El piso está frío, lo suficiente frío para ser incomodo, los azulejos perfectamente limpios son tan duros y fríos que no he encontrado una sola posición para poder descansar un momento. Tal vez si tuviera un poco más de ropa o siquiera tuviera ropa el calvario no seria tan grande, pero cuando se lo pedí soltó una carcajada y me rascón justo por debajo de la oreja.

--No soy de esas ridículas que visten a sus perros.

Y entonces me dio uno palmada en la cabeza y se alejó.

No sé lo volvi a preguntar, más me convenía no hacerla enojar.

Soy su perro, es su manera favorita de llamarme, y la más tierna. Si lo hace de otra manera suele ser cuando esta molesta conmigo, cuando me he equivocado y ella tiene que castigarme. La última vez fue hace dos días.

Aún tenía un par de líneas rojas surcando mi culo.

Estoy de rodillas en el recibidor del departamento que alquilo para vivir. Es lo suficientemente grande para estar cómodos ambos pero a ella le gusta su independencia. Estoy desnudo, de rodillas con el celular en la mesa de las llaves por si tiene algo que decirme pero sin derecho de utilizarlo para nada más. También tengo su fusta en mis manos a modo de ofrenda.

Ella a ordenado que la espere así siempre.

Un par de minutos después alguien toca a la puerta y yo respondo.

--adelante

No hay una manera de saber si es ella, siempre disfruta de torturarme.

Para mi buena suerte entra una joven veinteañera. Jeans ajustados, blusa de vestir de su carrera y unos zapatos bajos color camel. No te darías cuenta de nada aunque lo intentaras, mi Ama es una experta de ocultar cosas.

No sé su nombre completo, tampoco a lo que se dedica. Es una chica que no verías dos veces en la calle, una belleza sutil que a ella le encanta.

--Buenas noches, perrito.

Saluda y es mi momento de entregarle la fusta que ella toma, y yo me pongo a cuatro patas para quitarle los tacones. A mi Ama le gusta estar descalza por eso debo mantener el suelo impecable, no le gusta tener mugre en los pies.

Ella rasca mi cabeza como si fuera un perro de verdad y camina a la sala desabotonandose la blusa. Tiene un corsé negro de transparencias con flores justo sobre sus pezones.

--¿Te gusta?

Cuestiona dándose la vuelta.

--me ha llegado hoy, lo pedí por internet.

Lo se, lo he visto en mi factura de tarjeta, la tarjeta que le di.

--Se le ve hermoso, mi Ama.

--eso a dicho mi otro perro.

Una cosa rara de la que me he dado cuenta con mi ama es que soy celoso, muy celoso.

Y ella lo sabe. Nunca me había pasado antes, pero realmente me molesta compartir a mi Ama.

--Es la verdad, ama. No mintió mi compañero.

Porque a si es como me ha ordenado que lo llame. "Es tu igual" me dijo antes de darme una bofetada la primera y única vez que lo llame pendejo, "es tu compañero y así es como lo llamarás". Ignoro cuáles son sus órdenes con él pero yo acato las mías.

Se quita los jeans revelando una delicada tanga que se oculta entre sus nalgas y se sienta en el sillón.

--¿Una bebida, mi Ama?--pregunto.

--un whisky-- ordena, recostándose.

Las ordenes de mi ama no son muy complicadas. Mantener mi casa limpia en cualquier situación. Ella tiene llaves y ha llegado a venir cuando yo no estoy así es una manera eficiente de no poder mentirle. Siempre debo estar desnudo en mi departamento, cuando tenemos sesión debo esperarla como hace un momento, de rodillas, con la fusta en mis manos y el celular sobre la mesa de las llaves pero puede llegar de sorpresa y debo estar desnudo si eso pasa. Debo quitarle los zapatos y siempre besar sus pies antes de salir de una habitación. Como no pudo andar por la calle con mi collar de perro, me ha conseguido una cadena de plata con su inicial, no puedo quitármelo en ninguna ocasión, tengo 1 año 8 meses con ella en mi cuello. Mi ama, no es especialmente cruel, también es sumamente comprensiva. A habido días en los cuales no puedo siquiera hablar con ella por el trabajo y no tengo castigo por ello, si le he aviso antes Cuando llego de nuevo a la habitación mi ama tiene una mano sobre su entrepierna y se esta masturbando de una manera muy sutil, casi con flojera.

--¿Ha sido un día duro, mi ama?

Pregunto.

Ella sonríe de lado pero no responde. Jamás habla de su vida personal.

--ven acá perrito.

Le entrego el vaso y ella da un pequeño sorbo antes de ponerlo sobre la mesa...

Él se pone de rodillas y se acerca a cuatro patas hacia ella.

-

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Se conocieron hacia un par de años por Internet. Él era el Amo mientras se hablaban por mensajes instantáneos, él era quien dominaba y tenía el control siempre, incluso cuando se citaron en una cafetería un poco escondida de la ciudad. Entonces llegó y ella ya estaba ahí, con una corta falda de cuero, una blusa blanca de botones y el cabello rojo suelto. Le dedico una sonrisa.

Una muy perezosa sonrisa.

--Buenas tardes.

Había saludado.

Y flaqueo. No era la primera vez que sometía a una mujer pero había algo en ella.

La vio arquear una de sus cejas

--Siéntate.

Obedeció y bajo la mirada.

--Eres apuesto Había dicho un poco sorprendida.

--Aunque podrías ser mi padre.

--Ya sabías mi edad

--Si, pero es diferente a verte personalmente.

Un mesero se acercó a ellos y le preguntó que deseaba tomar, él la volteó a ver y ella señaló la mesa. Frente a ella una taza de café americano a medio tomar y dos galletas, una de ellas con una pequeña mordida.

--lo mismo, por favor.

Contesto.

--Tu, pareces más segura de ti misma.

--No entiendo.

Ella giró la cabeza un poco. Era joven. Tal vez sus veinte, tal vez menos.

--¿Eres legal?

--21 esta primavera. No te llevaran al juzgado.

Bromeo. Soltó el aire que conservaba en los pulmones y no había notado antes.

--pareces no tener suficiente carácter para dominar.

--Suelo tenerlo.

Contesto sin alzar la vista.

Ella no había mentido en nada de lo que habían hablado en esos dos meses. Era joven, cabello rojo y labios voluptuosos. Curvas generosas, tal vez unos kilos de más aunque en la posición correcta. Alta, de ojos pequeños con lentes de marco delgado, inteligente y curiosa. Estaba duro de solo verla frente a él, tal y como había ordenado que fuera vestida.

--estoy cohibido.

--Mala suerte, porque yo no lo estoy--No contesto, nada--Vas a ir a los sanitarios, te quitarás tu ropa interior y la traerás aquí para mi. Será la única oportunidad para esta relación, no necesito un blandengue como Amo.

Aquella vez se levanto y obedeció, fue la primera vez que lo hizo y no sería la última