Amo de casa (4)

Empieza el verdadero calvario de Guille.

Capítulo 4 – No mola

Se me vino el mundo encima. Aunque era evidente, me había negado a aceptarlo y de algún modo, trataba de auto convencerme que aquello no iba a pasarme.

-No irás a follarme –dije con un hilo de voz que denotó claramente que estaba aterrorizado.

No obtuve respuesta. Solo su mirada alegre.

-Creí que sólo me meterías juguetes, por favor eso no de verdad, me encantan las tías y quiero que siga siendo así –dije buscando argumentos por ridículos que pareciesen.

-Como bien te dije, estarás aquí para lo que yo quiera y cuando yo quiera, y aceptaste –dijo mientras se la continuaba machacando delante de mí.

-Sí pero… por favor, todo menos eso –le dije en tono de súplica.

-Mira chico, hay mucho mito sobre esto, no vas a dejar de ser hombre porque te folle el culo, seguro que has tenido cientos de novias a las que has petado el culo, ¿me equivoco?.

-No… - dije clavando la vista en el suelo.

-Claro que si, con lo guapo que eres las tienes que tener haciendo fila…

Seguía poniéndome, y de qué manera, muy nervioso que hiciese ese tipo de comentarios, y más aún cuando se estaba masturbando delante de mí.

-Dime, ¿afirmarías que les gustó?.

-¿Cómo? –dije algo confuso.

-Qué si a tus novias les gustaba que las follases el culo.

Me quedé callado. La respuesta era obvia, pero me negaba a reconocérselo, ya que hacerlo supondría mi completa derrota, que no tardaría en llegar.

-Te he hecho una pregunta –dijo agarrándome del pelo y levantándome la cabeza.

-Aaaaauu, sí, sí –me apresuré a decir.

-Sí, sí ¿qué?.

-Qué sí, que les gustó que les follase el culo –dije.

-Pues entonces dime una sola razón por la que crees que a ti no te va a gustar – dijo sin soltarme la cabeza y mirándome fijamente a la cara.

Pensé en ridículas excusas y coletillas muy manoseadas, como “porque soy un tío”, pero estaba claro que no le iban a valer.

-Estoy esperando una respuesta –dijo impacientándose.

-No lo sé –dije derrotado y mirando hacia el suelo.

-Pues entonces no digas que algo no te gusta hasta que no lo pruebes –dijo soltándome finalmente la cabeza.

Se había dictado sentencia y había perdido sin un solo argumento que me respaldase, y aunque me seguía negando, no tenía opción alguna estando atado. Por fin me soltó la cabeza y caminó hasta ponerse detrás de mí. Empezó a manipular el consolador que tenía dentro. Me había acostumbrado a él y eso me molestó. En lugar de sacarlo en primera instancia, lo movió haciendo círculos, apretando ligeramente para dentro.

-Auu por favor no sigas –dije continuando con mis súplicas.

-Tú relájate, imagínate que eres una de tus novias –dijo entre risas.

Tanto me fastidió ese comentario, como al mismo tiempo me ayudó. Realmente me daba mucho morbo follarles el culo a mis novias y siempre les decía que se relajasen, que no les iba a doler, aunque en ocasiones mentía. De pronto Gustavo empezó a extraerme lentamente el consolador. Me costaba creer que me hubiese podido meter ese trozo de plástico, y más aún que me fuese a meter aquel trozo de carne. En cuanto estuvo fuera, noté cómo a mi culo el costaba cerrarse, sin embargo enseguida advertí algo suave y cálido penetrándome.

-Ufff.

Me separó las nalgas y empezó a apretar.

-No por favor para, de verdad, no me gusta, me duele –dije desesperado.

-Seguro que a tus novias eso les sirvió de poco, ¿verdad?

Era como si hubiese estado mirando por un agujero cuando me follaba a una tía, y a la vez parecía estar vengándose por ellas. Muy lentamente continuó apretando. Pese a haber tenido el consolador dentro me sentía extrañísimo, ahora estaba caliente y me estaba doliendo, aunque no tanto como pensé. Cerré los puños e hice toda la fuerza que pude, sabía que no podría soltarme pero al menos lo habría intentado.

-Estás muy tenso, te va a doler más –dijo Gustavo detrás de mí.

Y tenía razón. Con media polla en mi culo debía relajarme o el resto, que entraría por las buenas o por las malas me dolería terriblemente.

-Venga, que ya casi está –dijo casi con amabilidad.

Continuó apretando. Me había dado por vencido y esperaba que por lo menos no me doliese. Los últimos centímetros fueron los peores pero finalmente entraron. Su pubis estaba en contacto con mis nalgas, me daba asco, miedo, y sentimiento que jamás había experimentado antes.

-¿Ves?, no ha sido tan difícil – dijo Gustavo.

Sin embargo, lo peor no había pasado, sin previo aviso comenzó a bombear lentamente.

-AAAAAAAAAAAh paraaa paraaaa me dueleee.

-Ssssh sigues muy tenso relájate –dijo con tono suave.

Cerré los ojos y apreté los puños, aunque esta vez sin poner a prueba las correas. Su polla empezó a deslizarse con gran celeridad dentro de mi culo y el dolor poco a poco fue remitiendo hasta quedarse en una incómoda molestia.

-Tienes un buen culo, aunque mejorable… con los días disfrutarás tú también.

-No por favor –dije con una lágrima corriendo por mi mejilla.

Poco a poco fue ganando velocidad. Por alguna razón que no lograba entender en aquel momento cada vez le costaba menos moverse dentro de mi culo. Cuando comprendí la causa apelando a mi propia experiencia, no pude si no ponerme histérico.

-Nooo, noooo no te corras en mi culo joder –le grité.

-Me correré donde me dé la gana.

-Noo por favor noo.

Pero de nada sirvió. Con gran asco noté cómo el interior de mi culo se llenaba de la misma sustancia que antes había estado en mi boca. Me molestó más que se corriese en mi culo que en mi boca.

-Mmmm me acabará gustando, aunque todavía está algo estrecho –dijo Gustavo.

Muy lentamente cesaron las embestidas y fue retirando su miembro. Gran parte de la leche se salió formando un pequeño canalillo que no tardaría en empaparme los huevos, produciéndome aún más asco. Instintivamente apreté el culo con el fin de que se me cerrase de una vez, no quería más sorpresas. Ya con los pantalones abrochados Gustavo se colocó frente a mí.

-Bueno dime, ¿te ha gustado?

-No –dije rotundamente.

-Has estado muy tenso.

-Quizá sea porque estoy atado –dije en tono sarcástico.

-Los heteros siempre la montáis, tuve un chico gay al que no me hizo falta atarlo y además se lo pasó muy bien –dijo entrando en el baño.

Salió al instante con una bola de papel higiénico y me limpió los restos de su corrida que salían de mi culo.

-Me alegro por él –dije con tono borde.

-Si te sirve de consuelo, al final de la estancia, todos se lo han pasado bien aquí, tanto gays, como heteros.

No era consuelo en absoluto. Es más, era casi una declaración de intenciones. Me follaría hasta que me acabase gustando y eso, no me hacía la menor gracia. Gustavo encendió la luz del cuarto, había ido oscureciendo y la luz que se colaba por la ventana era del todo insuficiente y prácticamente estábamos en penumbra. Sin decir media palabra abrió la puerta de la habitación.

-¿Me vas a dejar así? – me apresuré a preguntarle.

-Voy a picar algo y luego vuelvo –dijo saliendo.

Justo cuando iba a rechistar la puerta se cerró. Es en ese momento cuando me di cuenta de lo agotado que estaba. Me molestaba muchísimo el culo y aún me goteaba algo de la leche de Gustavo, cosa que seguía dándome muchísimo asco, sin embargo, nada podía hacer. Inconscientemente intenté liberarme una vez más, pero las muñecas empezaron a resentirse. Decidí concienciarme de que no debía seguir intentándolo o acabaría con rozaduras molestas. Un olor a comida hizo despertar mi apetito, pensé en gritar y quejarme, pero la última vez acabé con una polla en la boca y había aprendido la lección.

Desesperado, hambriento, dolorido y cansado, decidí apoyar la cabeza en el potro, con la mirada perdida y fija en la ventana que ya no dejaba pasar luz pues era noche cerrada. El potro pese a todo no era incómodo y el mullido hizo que incluso me sintiese cómodo con la cabeza apoyada de un lado. Pese a todo logré tranquilizarme y aunque con algo de hambre traté de pensar en otra cosa como por ejemplo salir de ahí o cómo buscar un trabajo que solucionase todas esas penurias.

Pasó bastante tiempo hasta que la puerta volvió a abrirse. Giré la cabeza y vi a Gustavo caminando hacia mí. Tuve que reprimirme para no echarle la bronca por haberme dejado así, pero creí más adecuado callarme. No le veía un gran futuro a otra actitud que no fuese esa.

-No creas que me he olvidado de ti Guille.

Le miré con cierta indiferencia. Sin embargo, cuando se colocó junto a mí fue para comenzar a desatarme. Primero los pies y por último las manos.

-Levántate de ahí –me ordenó.

Obedecí. Arqueé mi espalda provocando un crujido que lejos de dolerme me generó un leve placer. Cuando le volví a mirar me enseñó un plátano.

-La cena –dijo mostrándomelo, con una expresión burlona.

Le miré como si se estuviera quedando conmigo. Pero su rostro se tornó serio. Miré el plátano y se lo cogí de la mano. Lo devoré con gran velocidad y le devolví la piel. Desde luego no era la comida que había estado oliendo, ni mucho menos.

-¿Tienes que usar el baño? – preguntó Gustavo.

-No, la verdad es que no –dije.

-Vale, pues a la cama, que ya es tarde, túmbate en ella.

Le miré a él, y luego a la cama. Parecía cómoda y era grande, no podía si no sentir agradecimiento ya que me había hecho a la idea de que acabaría durmiendo sobre el potro. Sin embargo mi felicidad fue un tanto efímera. Me tumbé en la cama, hacia un lado.

-Acércame el brazo –dijo Gustavo desde mi izquierda.

Lo hice, sin embargo no llegaba, lo que hizo que me colocase en el centro de la cama para poder complacerle. Apenas me había acostumbrado nuevamente a estar libre, mi mano izquierda quedó amarrada a la esquina de la cama mediante un arnés que debía proceder del somier, un lugar al que no podría llegar atado jamás. Con mi mano izquierda fija, Gustavo rodeó la cama y ató mi mano restante de idéntica forma.

-¿Estás cómodo? – preguntó con algo de sorna.

-No demasiado –dije resignado.

-Si te portas bien mejorará tu calidad de vida aquí –dijo yéndose a los pies de la cama.

Sin decir nada, me agarró del tobillo derecho y me lo llevó hasta la esquina de la cama dándome un fuerte tirón que tensó mis brazos.

-Aauu.

-Perdona rubio –dijo sin mucha convicción.

Previendo que vendría la otra pierna la estiré por mi mismo hasta el otro lado de la cama. Con un ruido metálico Gustavo terminó de atarme a la cama, no sabía muy bien que se traía entre manos, sin embargo se quedó con la mirada fija en mi polla que lucía apagada y tristona. Empezó a molestarme que me mirase, instintivamente intenté llevar mis brazos a mi entrepierna pero un ruido metálico y la imposibilidad de moverlos fue el único resultado que obtuve.

-Hay una cosa que no te he contado de tu estancia aquí –dijo sin quitar la mirada de mi polla.

-Qué cosa –dije con un hilo de voz y con cierto nerviosismo.

-Tu polla…

-Qué le pasa a mi polla –dije mirándomela, y luego a él.

-Tu polla me pertenece hasta el día que te vayas. Tienes completamente prohibido tocártela, correrte o disfrutar a través de ella mientras estés bajo mi techo, salvo que yo disponga lo contrario, ¿está claro?.

No entendía nada de nada. Ni por qué deseaba prívame de mi polla ni cómo lo haría, aunque esto último no tardaría en descubrirlo. Gustavo se giró y de un armario extrajo una caja de cartón cuadrada de la cual sacó un objeto que en mi vida había visto, cuya forma me resultaba muy familiar.

-¿Qué es eso? – dije deseando no haber hecho esa pregunta.

-Esto es un CBT 6000, o un cinturón de castidad, como prefieras llamarlo.

Se acercó a mí con ese horrible objeto y se subió a la cama, colocándose entre mis piernas.

-¿Cinturón de castidad? –dije confuso.

-Cuando te ponga esto no podrás empalmarte, ni correrte, aunque sí podrás mear, descuida.

Empezó a sacar pequeñas piezas de la caja. Agarró mis huevos y con lo que parecía una herradura transparente con sendos agujeros en los extremos empezó a hacer pruebas.

-No, no, no, un momento no me pongas eso por favor – dije asustado.

-Tranquilo, no te dolerá, siempre que no te empalmes, claro, y a ti esto no te mola, ¿no?, no tienes de que preocuparte –dijo sarcásticamente.

Intenté retorcerme pero no podía ir muy lejos. Gustavo dejó la pequeña herradura y cogió otra que colocó en la base de mi polla.

-Este te está bien –dijo.

-No, no, no lo está joder, quítame eso –dije nervioso.

Pero no lo hizo. Lo que sí que hizo fue meter mis huevos a través de un estrecho aro con otro agujero y pegarlo a la herradura. Tres pasadores blancos unieron los agujeros.

-No para, por favor, de verdad, no me mola nada eso tío.

-Ya sabes que me importa una mierda lo que te mole y lo que no…

Con delicadeza metió mi polla en lo que parecía un pequeño envase transparente con forma de pene hueco, sin embargo lo que más miedo me dio de toda la operación fue ver un fuerte candado que extrajo de la caja. Con todo colocado y bien cerrado, metió el candado por el pasador del centro y lo cerró generando un clic. Me agarró de los huevos y me los estiró, también estiró la jaula de mi polla.

-Aaaauu auuuu paraaa paraaa duele.

-Esto es lo que te pasará si intentas forzarlo ¿lo has entendido?.

-Uff sí, sí, pero para por favor.

Se bajó de la cama recogiendo la caja donde había guardado el cinturón. Se fue hasta el armario y la guardó.

-Bueno, que descanses.

-No, no espera no me irás a dejar así, desátame al menos.

-Como ya te he dicho los privilegios te los tendrás que ganar, hoy duermes atado, tanto si te mola, como si no. Buenas noches.

Apagó la luz y cerró la puerta. Iba a pasar mi primera noche en mi nueva casa, en pocas horas había perdido mi ropa, mi libertad, y hasta mi polla…