Amo de casa (3)

Apenas he entrado en su nueva casa, Guille comprende a qué se enfrenta realmente.

Capítulo 3 -  En guerra

Apenas Gustavo colgó el teléfono de nuevo un silencio invadió todo. No podía creerme lo que acaba de oír.

-Mierda soy una vulgar puta –dije en voz baja.

En la lejanía el silencio se interrumpió. Parecía ser la televisión.

-¡Eeeeeeeeeeeeeeeh!, ¿qué coño haces? –grité enojado.

Se había olvidado de mí. De pronto, como si un chip se encendiese en mi cabeza empecé a mirar a mí alrededor. Hice fuerza con las piernas y los brazos intentando liberarme pero sin más resultados que dolor en muñecas y tobillos.

-Joder joder mierda, soy una puta barata, joder cómo me he metido en esto –dije histéricamente.

Había decidido que no quería seguir con aquello, quería irme, aunque fuese debajo de un puente.

-¡Eeeeeeh!, ¿qué cojones haces? Sueltameeeee –dije a voz en grito.

La reacción de Gustavo no se hizo esperar. En pocos segundos la puerta se abrió, sin siquiera mirarme cogió una fusta de la estantería y me pegó con ella en todo el culo.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAh

-En mi casa no se grita, ¿está claro?

-Quiero irme por favor, no quiero seguir con esto –dije con miedo y con una necesidad imperiosa de frotarme el culo.

-Lo siento muchacho –dijo volviendo a su voz calmada– no hay vuelta atrás, aceptaste y te quedarás al menos una semana. Después haz lo que quieras.

Se me vino el mundo a los pies. Pensé que quizás me dejaría irme, en todo momento me había ido dando oportunidades de arrepentirme, pero ya no había vuelta atrás de ninguna forma. Me quedaba una semana entera y apenas llevaba una hora.

-Qué es esto, ¿has estado apretando? – tienes el dildo casi fuera.

-No es que… - dije tratando de justificarme.

-Como tienes el culito virgen iba a ir despacio contigo y seguir con uno de 12 centímetros, pero ahora como castigo pasaré al de 14 –dijo mostrándomelo desde la estantería.

Se acercó a mi culo y me extrajo el de 10 de un tirón.

-Aaaaaaaah, no no joder, no jodas tío, no me hagas eso, lo siento de verdad, me he puesto muy nervioso, entiéndeme, no volverá a pasar.

-Tendrás que acostumbrarte.

De nuevo esa sensación terrible de frío taladrándome el culo hizo que me estremeciese. Además de ser más largo, aquel dildo era más ancho y le estaba costando entrar. Sin embargo, podía notar cómo el maldito objeto iba abriéndose camino

-Aaaau auuuu para por favor con calma –dije entre sollozos.

-¿Calma?

De un tirón seco entró buen parte del dildo.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAh

-¿Me vas a enseñar tú a mí a abrir culos?

-AAAAAAAAAAAAAh me dueleeee.

-Estaba viendo la tele y me has molestado, eres mi invitado, así que compórtate, no pido tanto ¿no? –dijo con algo de sorna.

Me quedé callado. Apreté los dientes y noté cómo seguía introduciéndome  el resto del dildo por el culo. Empezaba a darme mucha rabia la situación.

-Ufff joder joder –dije entre dientes.

Notaba cómo me ardía el culo.

-Igual ahora te lamentas de no haber estudiado más y cosas por el estilo, algo que hubiera hecho que no acabases en esta situación jajaajaa, lo digo porque otros en tu mismo lugar lloriqueaban con ese discurso.

-No me lamento –dije firmemente – yo he escogido lo que me ha dado la gana.

-Ya se ve, te ha ido de cine con tus decisiones –dijo.

Me empecé a molestar. Sentía mucha rabia por tener que escuchar eso, uno de los motivos por los que no quería volver al pueblo era para evitar escuchar cosas por el estilo de boca de mis padres.

-Mira el lado bueno, al menos no pasarás frio esta noche.

-El suelo está helado –dije queriéndole recriminar algo.

-Pues piensa en lo helado que estará como te quite los calcetines… e incluso podría abrir la ventana.

Dio un portazo y se fue. Con esa frase me dejó bien claro que mi calidad de vida dentro de aquella casa todavía podía empeorar. Un rugido del estómago me recordó que llevaba horas sin probar bocado.

-Eeeeeeeeeh Eeeeeeeeh tengo hambreeeeee –grité.

Ni treinta segundos pasaron. La puerta se abrió de repente. Con una gran celeridad, Gustavo agarró de nuevo la fusta y me pegó hasta tres veces con mucha fuerza.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAh AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAh PARAAAAAA AAAAAAAAAAH.

-Creo recordar, que te dije que aquí no se chilla –dijo con voz pausada.

Se puso delante de mí, se bajó los gastados vaqueros dejando al descubierto su polla. El muy cabrón estaba empalmado, y no contaría con más de 18 o 19 centímetros. De pronto me agarró del pelo y ahogó mi chillido metiéndomela en la boca.

-¿Quieres comer?, pues come polla puto desagradecido.

-MMMMMmpmpmp.

El asco fue sin igual. Hice fuerza con el cuello para tratar de retirar la cabeza pero él me tenía bien sujeto.

-Me la vas a chupar rubito de los cojones y con cuidado, ya demás te acabas de saltar otro escalón en tu dilatación.

-MMMMMmmm.

Comprendí que colaborar era mi única opción y haciendo de tripas corazón empecé a chupársela. Me esperaba un sabor muy desagradable pero no fue así. Gustavo retiró la mano que me oprimía la cabeza y aproveché la ocasión para sacarme su polla de la boca.

-Para ya por favor, déjame aunque solo sea el culo en paz –dije en tono de súplica.

-Eso no es negociable.

Me la volvió a meter en la boca y comenzó a follármela. Dejándome hacer, le escuchaba jadear. Por la comisura de los labios se me caía la saliva. Siguió durante un rato, no era capaz de ver el final, hasta que de pronto algo espeso y caliente empezó a llenarme la boca.

-Aaaaaaah noooooo.

-Trágatela toda –dijo apretándome de nuevo la cabeza contra él.

-Aaaah no no mmmpmpmp

-Como se te caiga una sola gota me salto más escalones y te clavo el consolador de 20 que tengo ahí esperándote.

Intenté resistirme hasta que Gustavo perdió la paciencia. Sacó la polla de mi boca y me tapó la nariz y la boca.

-Vamos, traga.

Intenté resistirme, aguanté cuanto pude pero me faltaba el aire. Tragué con gran asco y finalmente me liberó la nariz y la boca.

-Bien, así me gusta, ya has comido y bebido, ¿ves que bien? – dijo con una sonrisa burlona.

Jadeando y sudoroso, respiraba entrecortadamente por la reciente falta de aire. Sentía mi corazón en mi pecho completamente desbocado. Perdí de vista a Gustavo, estaba detrás de mí, no sabía que se proponía y no iba a tratar en averiguarlo, cuando lo tuve delante de nuevo portaba entre sus manos un consolador negro, y cumpliendo su palabra, parecía tener 18 centímetros.

-¿Qué es eso? –pregunté asustado.

Como respuesta me lo metió en la boca. Lo empapó bien con los restos de su corrida y saliva mía que me habían quedado. Me dejé hacer por completo, de no haber estado atado al potro me habría caído al suelo. A los pocos segundos, sacó el consolador de mi boca y se colocó frente a mi culo. Un tirón bastó para sacarme el dildo de 14 centímetros y sin más prolegómenos me introdujo de golpe la punta suave del consolador negro.

-AAAAAAAAAAAAAAh, joder es enorme.

-Aún no has visto nada –dijo Gustavo.

Continuó introduciéndolo. Era más grande que el anterior y me estaba doliendo. Jamás pensé que llegaría a pensar que hubiese preferido que me metiese el de 16.

-Aaaaaah para por favor.

-Ni por favor ni pollas, ya te dije que esto no es un hotel y quiero tu culo dispuesto en cualquier momento.

Cerré los ojos y arrepentido por la decisión que había tomado traté de sobrellevarlo. La lubricación que había conseguido en mi boca hizo que no me doliese tanto, ni siquiera estaba tan frio, pues parecía ser de goma, o alguna sustancia flexible. Incluso podía sentir las venas que tenía para darle más realismo. Se me pasó por la cabeza pensar quién sería el modelo que “posó” para hacer aquella polla artificial, cualquier cosa valía con tal de desviar mi atención del dolor.

-Tienes el culito muy estrecho, este está costando – dijo Gustavo sin cesar de apretar.

-Para por favor, aunque sea un poco –dije con tono de súplica.

-Ahora paro.

Y paró. Lo sacó unos centímetros y dio un fuerte tirón que hizo que entrase casi todo de golpe.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAh dioooooooooooooos mi culoooooooooo.

-Ssssshhh más bajo –dijo.

-Me arde, me duele muchísimo –dije mirándole.

-No te quejes tanto, joder que niñata.

Apretó un poco más. Más dolor.

-Deberías sentirte afortunado, uno de los chicos que acogí se negó la primera vez a aceptar mi hospitalidad, y la tercera noche que durmió en el metro fue violado por dos nigerianos, para él este consolador no era ni un supositorio.

Apreté los puños. La historia no terminaba de creérmela pero podía ser cierta y haber acabado yo así.

-Si te dejo en la calle habrías acabado igual o peor y lo sabes, un chico aniñado y guapo como tú es el blanco perfecto para degenerados de todo tipo.

-No creo que fuese peor que esto –dije en un arranque de orgullo.

De pronto dejó de empujar y se fue hasta la estantería. Volvió con un consolador de 24 centímetros.

-Imagínate esto sin dilatación.

Me quedé blanco del todo. Era monstruoso, no entendía cómo alguien podía tener algo así colgando, y no digamos metido en el culo.

-¿Ves?, todo es relativo –dijo dejándolo en su sitio.

-Sí… - dije aún asustado y más modosito.

Caminó frente a mí y se colocó de cuclillas. Sus ojos estaban frente a los míos. Sentí el impulso de escupirle y llamarle de todo, pero no tenía energía. Además el castigo podía tener 24 centímetros y estaba seguro de que los metería enteros.

-Bien, ahora te vas a quedar aquí tranquilito ¿está claro?, yo me voy a marchar a ver un poco la tele, y espero que no me molestes –dijo apartándome el pelo de la cara.

No le contesté. Observé cómo se alejaba y cerraba de nuevo con llave la puerta. Estaba completamente destrozado. Aún tenía un extraño sabor en boca, y me dolía el culo, por no hablar de tobillos y muñecas. Pensé en el maldito momento que contesté a su anuncio del periódico del autobús. Sin embargo, los peligros de la gran ciudad estaban ahí y en conciencia, prefería aquello a ser violado brutalmente por dos negros en las entrañas del metro. De vez en cuando miraba a la puerta, esperando ver aparecer a Gustavo pero apenas el sonido imperceptible de la tele se colaba por la rendija de la puerta.

Empecé a pensar en cómo escapar. Hice fuerza con los tobillos de nuevo si más resultado que dolor. Apreté los puños y traté de levantar los brazos, con idéntico resultado. Encima no tenía protección en las muñecas, al contrario que en los tobillos, gracias a los calcetines, me empecé a hacerme molestas rozaduras. Además aunque hubiera podido soltarme tenía multitud de obstáculos. La puerta de la habitación estaba cerrada y tras esa puerta, mi ropa permanecía bajo llave.

-Soy su puta –dije abatido con la mirada perdida en el suelo.

Mi moral retrocedía en una guerra que no podría ganar.

-Estoy condenado, que gilipollas he sido, en qué coño estaría pensando –dije en voz baja.

En no volver a casa con el rabo entre las piernas. Y pese a todo, hasta ese momento prefería mi penosa situación a volver al pueblo. Comprendí que no me quedaba otra que aceptar las normas. Es lo que me toca, soy su puta, pensé, había empezado a resignarme. Tras un largo rato Gustavo volvió de nuevo.

-Bueno, esta vez has estado más tranquilo –dijo poniéndose frente a mí - ¿cómo estás?

-¿No lo ves? Hecho polvo –dije con tono insolente.

En ese instante dejó caer sus pantalones hasta quitárselos. Agarró la polla y comenzó a pajearse lentamente.

-Que va, el polvo viene ahora.