Amistades peligrosas.

Una madre y su hijo se desean, saben que no podrán tener el amor del otro, pero el destino y las amistades les darán lo que desean.

Amistades peligrosas.

Laura y Juan eran madre e hijo. Cuando él cumplió los dieciocho años, Laura decidió divorciarse de su marido, había sufrido durante muchos años los abusos de un hombre que apenas la quería, que más bien la utilizaba para un sexo forzado. Después de aquella separación, madre e hijo se marcharon a otra ciudad, a emprender una nueva vida, lejos de todo lo que pudiera recordarle su pasado.

Durante el primer año en que vivían en la nueva ciudad, se forjó una gran amistad entre ellos. Madre e hijo eran más que eso, eran muy buenos amigos. Laura descubrió en su hijo a una persona totalmente diferente a su padre, la escuchaba, la ayudaba en todo. Él, además de atender a su madre, estudiaba. Y era buen estudiante. Laura, por la noche en la cama, se sentía orgullosa de su hijo.

Juan era un chico normal, un estudiante de diecinueve años. Y así vivía. Su madre confiaba en él. Salía con sus amigos, tenía sus amores y el sexo que necesitaba. Todo en su vida iba bien. Sólo una cosa le preocupaba, su madre después de un año aun se mantenía en soledad, sin amigas, sin un hombre que la amara, sin salir de casa.

-          Mamá. – Una tarde de sábado se dispuso a que ella cambiara. - ¿Por qué no sales con las compañeras del trabajo… o alguna amiga?

-          Hijo, no te preocupes por mí, estoy bien. – Ella le cogió la mano y la acarició con cariño.

-          Pero creo que deberías salir, divertirte y pasarlo bien. – Él la besó en la mejilla. - ¡Ya has sufrido bastante en la vida!

-          ¡Gracias hijo! – Ella le devolvió el beso.

Laura sintió que aquel chico, su hijo, la quería de verdad. Sus ojos se humedecieron al sentir el cariño de su hijo y marchó a su habitación con la escusa de tener que recoger algunas ropas.

La vida de los dos continuaba. Él con sus estudios, ella con su trabajo. Juan había conocido a una chica de la facultad, de su misma clase. Aquella chica era algo más que una compañera, que una amiga… que una chica para tener sexo. Un mes después mantenía una relación con Cristina.

Desde el primer momento en que él sospechó que Cristina sería algo más que una amiga, se la presentó a su madre. Durante el tiempo en que aún no eran novios, pasaban juntos muchas tardes, en casa de Laura, estudiando. Y Laura vio desde el principio que entre ellos había algo especial. Cuando la relación ya fue más “oficial”, Cristina pasaba muchos días con ellos, incluso dormía con Juan por las noches.

A Laura no le parecía mal que ambos tuvieran aquella relación, Cristina era una buena chica y mejor que tuvieran sexo allí, en su casa, mientras tomaran todas las medidas necesarias para que no quedara embarazada, todo iría bien.

Si bien la confianza entre Juan y Laura era muy superior a la que suele haber entre una madre y un hijo, Cristina no llegaba a confiar totalmente en Laura. Poco a poco, Laura la iba tratando como si fuera su hija. Ese lugar le daba a la novia de su hijo.

Una noche, Laura soñó algo extraño. Se despertó algo enfadada y muy excitada. Con su mente somnolienta intentaba recordar que mala jugada le había producido su subconsciente para despertar de aquella manera, levemente recordó.

Laura volvió del trabajo y entró en su casa, caminó por el pasillo y escuchaba unos gemidos que venían del salón. Allí estaba su hijo y su novia. Cristina tenía sus pechos al aire, redondos y con pezones grandes y bien erectos. Tenía su falda subida hasta la cintura, con su redondo y duro culo al aire, con las bragas por las rodillas. Apoyaba sus manos en el respaldo del sillón y las rodillas en el asiento, su culo estaba bien en pompa.

Aferrado al culo, estaba Juan, con sus pantalones por los tobillos, jadeando y gozando mientras metía y sacaba su polla desesperadamente de su novia. Laura se sintió enfurecida, aquella mujer follaba a su hijo, a su querido hijo. No lo amaba como ella, sólo quería que la follara, allí no había amor.

Furiosa corrió hacia ellos para separarlos, esa mujer no era buena para él, sólo su madre lo amaba de verdad, aquella chica le haría daño. Él la miró con cariño mientras se movía y penetraba a su novia como un animal.

- ¡No hijo, no! – Le suplicaba a Juan. - ¡Esa chica no te quiere más que yo!

- ¡Sí mamá! Me quiere y me deja follarla…

- ¡Yo te quiero más! – Suplicaba Laura e imploraba el amor de su hijo. - ¡Pero yo no te puedo dar sexo! – El miedo de peder a su hijo se mezclaba con la excitación de ser follada por él.

- ¡Si no me dejas follarte, es que no me quieres! – Le dijo Juan sin dejar de follar a Cristina.

En ese momento su mente era un revuelto de excitación, de miedo y angustia. Se acercó a ellos y se vio en el lugar de Cristina. Podía sentir las manos de su hijo aferrándola por las caderas con fuerza, podía escuchar los gruñidos que lanzaba su joven boca mientras su polla se clavaba en su vagina, hasta el fondo. Hacía mucho tiempo que no tenía sexo y sentirse penetrada por su hijo hizo que se corriera. Un gran orgasmo la invadió y lanzó un gran gemido de placer.

Esa sensación de placer la sacó del sueño erótico que estaba teniendo. Había soñado que tenía sexo con su hijo y se sentía excitada, muy excitada. Aquello le produjo enfado. ¿Cómo podía excitarse con su hijo? Durante unos minutos, las dudas y el placer rondaban su cabeza, unos minutos hasta que el sueño de nuevo la venció.

Se levantó por la mañana y caminó hasta la habitación de su hijo. Allí estaban los dos, él y su novia, abrazados. Aquella noche habían salido con los amigos y volvieron tarde. Cerró la puerta de la habitación para no molestarlos.

Cogió ropa para darse un baño, iría a tomar un café al bar y compraría el pan para el almuerzo. Se desnudó dentro del baño, frente al espejo, se miró. Aún tenía un cuerpo bonito, algo de tripita, pero sus pechos tenían bastante turgencia. Seguro que más de un hombre los desearía. Se colocó de lado y miró su culo, la celulitis se marcaba. Pasó su mano y sintió la redondez de aquellas nalgas. Las agarró con las dos y las agitó. Se divertía viendo como aquellas maduras carnes se movían.

Y en ese momento recordó la sensación de aquel sueño. Recordó cómo se sentía cuando su hijo la penetraba, su coño empezó a mojarse. Casi sin darse cuenta, pasó su mano por los pelos de su pubis, los acarició y sintió como su cuerpo vibraba excitado. Abrió un poco las piernas y su dedo índice acarició sus labios vaginales que estaban algo mojados. Jugó con ellos hasta separarlos, su clítoris la esperaba erecto, endurecido de excitación. Miró al espejo y sintió vergüenza al verse mientras se masturbaba. Se detuvo.

Entró en la bañera y empezó a llenarla. Se tumbó y poco a poco su cuerpo se cubría de agua. Normalmente se duchaba, pero aquella mañana necesitaba un buen baño relajante. Todo su cuerpo estaba cubierto por el agua. Con el pie, movió la palanca de agua y la cerró. Todo estaba en silencio y sólo alguna gota caída del grifo lo rompía. Se estaba relajando, poco a poco se sentía más tranquila después de las extrañas sensaciones que le produjeron aquel aterrador sueño.

A su cabeza volvieron los recuerdos, las sensaciones de la noche. Volvía a sentirse excitada. “Tal vez lo que necesito es tener sexo”, se dijo, “que sea con mi hijo es una forma de avisarme mi subconsciente”, justificaba su sueño y su excitación, “con una buena masturbación se me quitará todo”.

Sus piernas se doblaron y se apoyaron en los laterales de la bañera, su coño esperaba que aquel dedo volviera para desahogarlo. Y así fue, su dedo separó los labios y se hundieron en su vagina. Nunca se había tocado. Durante todos los años de matrimonio, el único sexo que había tenido era ese desagradable sexo con su marido. Aquella masturbación la excitó, sentía que su cuerpo vibraba por la lujuria contenida que tenía. Iba a estallar de placer al pensar en lo único placentero que conocía del sexo, aquel sueño erótico, a su hijo dándole por detrás.

Quedó petrificada, con sus piernas abiertas y su dedo totalmente hundido en su vagina. La puerta del baño se abrió y entró Juan. Ni siquiera la vio. Rápidamente se colocó delante del inodoro y levantó la tapa. Del pantalón de su pijama sacó su polla. Laura quedó impactada. Su hijo tenía una erección mañanera. La larga y gruesa polla de su hijo apuntaba al inerte blanco de la cerámica. Un gran chorro de orina empezó a salir de aquel hermoso glande.

Muchas veces tuvo que mamar la polla de su marido, y aquello le parecía asqueroso y las pollas le parecían horrorosas. Pero ver a su querido hijo allí, con su polla en la mano, totalmente empalmado e intentando dominarla para que acertara el chorro dentro de su objetivo… aquella imagen la excitó de nuevo. Permanecía inmóvil, observando la situación.

-          ¡Dios, mamá! – Juan dio un respingo al encontrar a su madre dentro de la bañera. - ¡¿Por qué no me has dicho que estabas aquí?!

-          Hijo, has entrado tan rápido que no he podido decir nada… - Su mano abandonó su vagina y se acariciaba los muslos cómo si se enjabonara. Sonrió pícaramente. – Además, he visto la urgencia que traías y no quise molestarte para que no lo mojaras todo…

-          ¡Joder mamá! – Juan se sonrojó. - ¡Que ver vergüenza!

-          ¡Hijo, qué tienes bastante confianza conmigo! – Laura sonreía a su hijo para mostrarle que no ocurría nada.

-          ¡Ya, pero…! – En el pantalón de Juan se formó un círculo con la poca orina que salió tras ocultar su polla a toda prisa. – Me voy, no te molesto más…

Laura quedó de nuevo en el silencio del baño. Si antes estaba turbada por aquel horrible sueño, ahora, además, conocía perfectamente la polla de su hijo. Su volumen, su dureza… Cerró los ojos y la imagen de aquel falo invadió su mente. Su coño estaba ahora más caliente que antes, deseaba frotarlo con ganas hasta quedar exhausta en un gran orgasmo. Su dedo empezó a trabajar y el placer la iba invadiendo poco a poco. Para no sentirse mal, imaginó que Juan follaba a su novia. Los imaginó como en el sueño. Ella a cuatro patas sobre la cama, él detrás empujando contra su culo, agarrado a sus caderas y llenándola por completo…

Se mordió el labio y contuvo el gemido que le provocó aquel orgasmo. No tuvo que pensar mucho en aquellos jóvenes para acabar con aquella necesitada masturbación. Su cuerpo se relajó dentro del agua. Su mente estaba como en un sueño. Hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo y aquella mañana lo había conseguido. Durante los veinte años de matrimonio no los pudo tener, su marido sólo quería satisfacerse él, y con el tiempo, el sexo entre ellos llegó a ser más violencia que placer.

Y los días continuaron. Juan y Cristina seguían teniendo aquella relación, Laura se autosatisfacía en soledad. Aquella lujuriosa madre, sabía que cuando los dos jóvenes acababan las clases los viernes, estaban algo cansados y deseosos de tener sexo. Así que Laura siempre invitaba a Cristina a que se quedara a dormir allí. Los dos aprovechaban y una vez cenados, los dos empezaban su cortejo sexual hasta acabar teniendo sexo en la cama de Juan. Laura agudizaba el oído para escuchar los gemidos y gruñidos de ambos, sabía que tenían sexo y ella se masturbaba pensando en la polla de su hijo mientras penetraba a su novia, sus dedos le daban un tremendo placer.

Durante el tiempo que estaban en casa, esa madre se excitaba viendo a su hijo darle arrumacos y besos a su novia. Ella dejaba que los jóvenes disfrutaran, hasta cierto punto, de sus cuerpos. Así, le encantaba cuando su hijo agarraba a Cristina por detrás, mordiendo su cuello y haciendo que la joven ronroneara como una gatita en celo. Muchas veces, cuando la joven pasaba junto a Juan, éste le daba un cachete en su redondo culo, aunque su madre estuviera delante, provocando que Cristina lo mirara reprochándole la acción, mientras Laura anhelaba que a ella le hiciera lo mismo. Por días, aquella madre se sentía más lujuriosa al ver a su hijo y su novia.

Y un día, cuando apenas quedaba una semana de clase para acabar el curso, aquel viernes llegó Juan a casa por la tarde, triste y solitario.

-          ¡¿Y Cristina?! – Le preguntó su madre.

-          Me ha dejado… - Quedó en silencio.

-          ¡Lo siento hijo! – Laura se sentó junto a él para abrazarlo y consolarlo.

-          ¡Gracias mamá! – Él la abrazó y apoyó su cabeza en el hombro de aquella madre cariñosa. - ¡Tenía que haberlo visto venir!

-          ¡Tranquilo! – Podía sentir el calor del cuerpo de su hijo junto al suyo. Se sintió extrañamente turbada. - ¡Tranquilo hijo!

-          No, si ahora estoy tranquilo. – Él se separó y la miró a los ojos. – La muy hija de puta me ha utilizado…

-          ¿Qué te ha utilizado…? – Laura estaba confusa por lo que le dijo su hijo.

-          ¡Sí! – Juan agarró las manos de su madre, cómo siempre había hecho cuando le mostraba su amor de hijo. – Por lo visto me utilizó para estudiar, para que le ayudara a aprobar este último curso… Su pago ha sido el sexo que me ha dado.

-          ¡Vaya, pues sí que es puta! – Laura besó las manos de su hijo. - ¡Con lo buena que parecía!

-          Sí mamá, no nos podemos confiar con nadie que nos diga que nos quiere… - Juan se refirió a su padre y a su exnovia. La miró asustado por si le había hecho daño el comentario. - ¡Perdón mamá!

-          Hijo, parece que sólo nosotros nos podemos dar amor verdadero…

Juan la atrajo hacia él y la abrazó como nunca antes la había abrazado ningún hombre. Laura se sintió sucia con la excitación que le produjo el abrazo de su hijo. Él le mostraba el amor que sentía hacia su madre, el cuerpo de Laura lo interpretaba como un deseo sexual. Se separó de él y lo miró a los ojos.

-          ¡Pongamos una película y comamos palomitas hasta que reventemos! – Ella sonrió intentando ocultar la excitación que le había producido su hijo e intentando animarlo.

-          ¡No mamá! – Juan se puso de pie delante de su madre. - ¡Esta noche necesito estar con la única mujer que sé que me quiere! ¡Vamos a poner música y a bailar juntos! – Tiró de ella forzándola a ponerse en pie, la abrazó y le dio un gran beso en la mejilla. Después corrió al equipo de música y puso un disco. - ¡Venga mamá! – Se agitaba al ritmo de la música hasta que llegó a ella.

Laura intentaba moverse al ritmo de su hijo. Si él tenía casi veinte años, ella ya estaba más cerca de los cincuenta que de los cuarenta y no se le daba muy bien aquellos movimientos. La abrazó e intentó que ella siguiera los movimientos de su cuerpo.

-          ¡Hijo, hijo, ya no puedo moverme así! – Laura intentaba hablar mientras él le agitaba el cuerpo. - ¡Tu madre ya está vieja!

Entonces acabó la endiablada canción, se detuvieron pero no la soltó. Comenzó una canción lenta, romántica… ella no sabía inglés, pero eso le parecía. Él la abrazó con cariño y amor.

-          Mamá… - Él le susurró al oído y la caricia de su aliento en la oreja de Laura hicieron que temblara. – Eres una mujer preciosa, siempre me has parecido la mujer más guapa del mundo… - Laura sentía en su vagina un extraño cosquilleo, las palabras de su hijo la excitaban. – Toda tú eres preciosa… Tu alma y tu cuerpo… - Besó su cuello y un calambre de placer recorrió toda la espalda de Laura.

-          ¡Yo ya estoy vieja! – Laura empujó a su hijo para separarse de él, se giró sin saber donde ir.

Entonces su cuerpo vibró de pasión, su mente se envolvió como en una bruma de fantasía y de deseo. Los brazos de su hijo la rodearon y sintió cómo su cuerpo se unía al de ella, por detrás, en un abrazo de amor. Mientras una mano la agarraba por la cintura, la otra apartó su melena hacia un lado. Los cálidos y dulces labios de su hijo se posaron en su cuello. Laura iba a derretirse en brazos de su hijo, sus piernas temblaban por el placer y el miedo que le provocaba su hijo. “¡No puede ser!” se decía mentalmente. “¡Lo deseo, pero no puede ser!”

-          Mamá, eres la persona más buena que he conocido en el mundo. – Su aliento acariciaba la oreja de su madre. – Te quiero por todo el cariño y los sacrificios que has hecho por mí. – Sus dos brazos la agarraban por la cintura y la presionó contra su cuerpo. Laura sentía que se iba a desmayar al estar entre los brazos de su hijo. Entonces la giró con suavidad y la miró a sus ojos verdes. Sonrió burlonamente. - ¡Y el otro día te vi completamente desnuda en la bañera!

-          ¡Eres… eres un pervertido! – Golpeó en su pecho con sus manos y se sintió extraña al llamar pervertido a su hijo mientras ella se sentía excitada por él. - ¡Miraste a tu madre, guarro!

-          ¡Sí! – Intentaba retenerla entre sus brazos, pero ella empujó y se fue separando. - ¡Y qué cuerpo tiene mamita!

-          ¡Asqueroso! – Le gritó ella sin ningún tipo de enfado, zafándose de sus brazos y girándose.

-          ¡Lo que no te pude ver fue este culito! – Lanzó su mano y le dio una nalgada.

-          ¡Guarro! – Dijo Laura dando un botecito al sentir la poderosa mano de su hijo sobre su culo. Si su boca lo insultó con enfado, su cuerpo agradeció que le diera aquello que tanto había envidiado de la niñata de Cristina...

-          ¡Ven mamá! – La cogió de las manos. – Siéntate y dame caricias, lo necesito.

Laura se sentó en el sillón y su hijo se tumbó boca arriba, con la cabeza apoyada en su regazo. Podía sentir el calor que brotaba de su sexo, se había puesto demasiado caliente con su hijo y eso era algo que no podía consentir. Sus manos jugaban con los cabellos de su hijo, le encantaba hacerlo. Él agarró su mano y la llevó a su boca. La besó mientras sus ojos se miraban. Durante un buen rato estuvieron allí, no decían nada, sólo se miraban y Laura acariciaba a su hijo que le sonreía dulcemente. No sabían cuanto tiempo había pasado, habían sonado varias canciones, lentas, rápidas, de todas. Ellos seguían mirándose.

-          ¡Mi padre es un gilipollas! – Dijo Juan levantándose del sillón. Se paró delante de ella. - ¡Eres una mujer maravillosa! – Se agachó y besó la mejilla de su madre, demasiado cerca de la comisura de su boca.

Laura tuvo la tentación de girar un poco la cabeza y ofrecerle a su hijo la boca. Se sintió ebria por aquel sentimiento. Deseó entregarse por completo al amor de su hijo, no en alma, que estaba entregada, sino como una mujer, una mujer lujuriosa que lo deseaba, que deseaba todo su cuerpo, que deseaba ser amada por él, por su hijo, que deseaba tener aquella polla que pudo ver. Él se giró para marcharse, dejándola con los ojos cerrados y disfrutando de aquel beso que su hijo le había dado. Laura abrió los ojos y delante de ella tenía el culo de Juan que empezaba a andar. No lo pudo resistir, lanzó su mano y le dio una sonora nalgada.

-          ¡Dónde las dan, las toman! – Le dijo Laura cuando su hijo protestó. Con su mano pudo sentir el culo prieto y joven.

-          ¡Ahora eres tú la pervertida por cogerme el culo!

-          No, lo mío ha sido un castigo.

Los días pasaban y julio empezaba. Laura trabajaba ese mes y hasta agosto no tendría vacaciones. Juan pasaba casi todo el día en casa y sólo salía por las mañanas temprano o por las noches. Casi todos sus amigos se habían ido de vacaciones y sólo estaba en la ciudad Jorge, un compañero de clase al que casi todos consideraban que era algo extraño. Juan se acercó más a él pues cuando empezó a salir con Cristina, él fue el único lo bastante sincero como para decirle que ella se aprovecharía de él, no más. Después de que ella cortara, fue a agradecerle su aviso y comenzó una amistad con Jorge.

Laura seguía con su trabajo en la oficina, ahora en verano de siete de la mañana a dos de la tarde. En los últimos días, ella estaba un poco ausente. Cometía algunos errores en su trabajo. Y todo por su hijo. Los últimos acontecimientos vividos en su casa, le habían hecho despertar sobre lo que realmente le ocurría. Tras la traumática relación con su marido, Juan había sido su apoyo emocional, su ayuda en los peores momentos. Si bien ella nunca pensó en su hijo para tener sexo, todo su cuerpo se rendía ante la presencia de él. No podía evitarlo, cada vez que lo veía por casa, lo deseaba. Juan no hacía nada especial, pero paseaba su joven cuerpo y el maduro cuerpo de Laura era incapaz de aguantar la lujuria y la excitación que le producía. Todas las noches se repetía que no podía ser, que era su hijo, pero todas las noches acababa masturbándose en honor a su hijo, como en aquel sueño, con su enorme polla clavada en su vagina.

-          ¡Laura, Laura! – La voz de Estefanía la sacó de su ensoñación. - ¿Te ocurre algo?

-          ¡Oh, no, no nada! – Laura se enfadó consigo misma al verse sorprendida. - ¡Es que ya son las dos menos cuarto y estoy algo cansada! ¡Esta noche no he podido dormir!

-          ¡Ah, vale! – Estefanía se giró para entrar en su despacho. – Pues recoge y acompáñame…

Laura empezó a recoger todo para ir con su jefa. Estefanía siempre le había parecido una mujer rara. No era mala persona, era comprensiva y dispuesta a ayudar a sus subordinados. Siempre iba muy bien vestida, maquillada y con un aspecto mucho más joven de lo que era. Tenía los sesenta años, pero aparentaba no más de cuarenta. Laura sabía que Estefanía se había hecho muchas operaciones estéticas. Pero la verdad es que natural o artificialmente, era una mujer muy bonita.

-          ¿Tienes prisa? – Le preguntó Estefanía a Laura, ésta negó con la cabeza. – ¡Bien, tomemos una cerveza en el bar de la esquina!

Hablando un poco de todo, las dos entraron en aquel bar. Pidieron las cervezas y alguna cosa para comer. Laura no comprendía la razón por la qué ese día su jefa se mostraba tan amigable con ella. Nunca fueron enemigas, pero tampoco tenían nada tan en común como para compartir cervezas en el bar. Una tras otra, ya iban por cuatro cervezas. Habían comido, pero Laura no estaba acostumbrada a eso y sentía que el alcohol le estaba haciendo efecto. Habían pasado más de dos horas desde que entraron allí.

-          ¿Qué problema tienes en casa? – Estefanía lanzó la pregunta sin previo aviso. - ¡Tranquila, creo que sé lo que te pasa! ¡Creo que tu problema lo he tenido yo antes! – “¡Sí, claro, que te quieras follar a tu hijo es algo por lo que pasan todas las madres!” pensó Laura mientras escuchaba a su jefa. - ¡Vamos, dilo! ¡En cuanto lo confieses a alguien, te sentirás mejor! – Laura la miró extrañada.

-          ¡No, no me pasa nada! – Bajó la vista como si temiera que su jefa pudiera leerle la mente. Estefanía se acercó a ella y le habló al oído.

-          ¡Deseas a tu hijo! ¿A qué sí? – Laura dio un brinco al escuchar a su jefa.

-          ¡¿Có… cómo…?!

-          ¡Oh, yo pasé por eso hace menos de un año!

-          ¡¿Cómo?!

-          ¡Sí, es que crees que tú eres la única pervertida que existe! – La risa de Estefanía la tranquilizó un poco. - ¡Vamos mujer, no es el fin del mundo! – Se acercó de nuevo a ella para hablarle. – Acéptalo, te pone tu hijo. Seguro que es un muchacho muy guapo y tú llevas mucho tiempo sin tener a un hombre en tu cama ¿verdad?

-          Bueno… - Laura empezó a confiar en Estefanía pues parecía que podía comprender lo que estaba pasando junto a su hijo.

Laura no sabía si fue el alcohol, la seguridad que veía en Estefanía o cual era la razón por la que empezó a contarle la mala relación que había tenido con su marido. Le contó también cómo su hijo le había ayudado desde la separación, escuchándola, animándola…

-          ¡Pero es mi hijo! – Dijo Laura en un susurro desesperado. - ¿Soy una pervertida? ¿Una psicópata? ¿Estoy trastornada? ¿Qué me ocurre?

-          Mujer, si llevas mucho tiempo sin tener sexo, y tu hijo es el único hombre al que te acercas, pues es normal.

-          Yo creo que no es normal…

-          ¡Bueno hija, no es que sea muy normal, entiéndeme!  Quiero decir que tus necesidades las cubres tomando a tu hijo como objeto de deseo… ¿Has probado a salir con algún hombre? ¡Martínez no te quita ojo de encima!

-          ¡No, por favor! ¡No quiero que se acerque ningún hombre a mí!

-          ¿Ves? Ese es tu problema… - Estefanía agarró su mano. – Laura, debes aceptar que otro hombre te ame. ¡Piensa que no todos serán como tu ex!

-          Pero me da nauseas pensar que un hombre me toca…

-          Pero te mueres por que te toque tu hijo ¿no?

-          ¡Soy una pervertida! – Laura se tapó la cara con las manos para ocultar su vergüenza.

-          ¡Te propongo una cosa! – Le dijo Estefanía. – Este sábado haré una fiesta con unas pocas amigas en mi casa.

-          ¿Quieres que vaya?

-          Sí, pero antes de contestar, escucha. Nos juntamos algunas amigas, hacemos una especie de fiesta, pero lo bueno y lo pervertido es que invitamos a chicos jóvenes para que la fiesta sea más animada… ¿Me entiendes?

-          ¡Joder Estefanía! – Laura estaba perpleja. - ¡¿Folláis con jovencitos?!

-          ¡Laura, no te pongas moralista que tú te mueres porque tu hijo te folle! – Laura quedó pensativa. – Yo también quería tirarme a mi hijo, pero haciendo estas fiestas, conseguí quitarme la obsesión… Y además nos damos unos grandes lotes. – Laura seguía pensando. - ¡Tranquila! Piénsalo esta noche y mañana me dices lo que sea, aun falta tres días para la fiesta.

Tras aquella conversación, las dos mujeres salieron del bar. Laura se encontraba bastante mareada y se despidió de Estefanía que se montaba en un taxi para ir a su casa. Por la calle, Laura no vivía muy lejos de su trabajo, el alcohol y los lujuriosos pensamientos se mezclaban en su mente. Se sentía rara por lo que sentía por su hijo, por la propuesta de su jefa… Toda su vida se había puesto del revés. Primero en su casa con su hijo y ahora en el trabajo con su jefa. No quería pensar, quería llegar a casa y tumbarse en la cama a dormir. Tras unos interminables minutos, tenía delante de ella su adorada cama. Soltó el bolso en el suelo y se tiró en la cama sin pensar en nada más.

Juan estaba en la cocina bebiendo agua cuando vio pasar a su madre por el pasillo. La observó caminar y sabía que se había pasado con la bebida, el aroma que dejaba al pasar era la evidencia. La siguió hasta verla caer encima de su cama, con toda la ropa. Se acercó e intentó hablar con ella. Sólo un “calla” brotó de la boca de su madre. Nunca había visto a su madre borracha y aquello le divertía. “¡Verás cuando se lo cuente!”.

Una buena siesta le vendrá bien, pero tenía que quitarle aquellas ropas para que descansara.

Su madre estaba boca abajo, tenía una falda ajustada a su cuerpo que le marcaban las caderas y su respingón culo, ancho y redondo. Juan admiró el culo de su madre y sin pensar pasó su mano, sintiendo aquellas curvas. Se detuvo al ser consciente de lo que estaba sintiendo, una excitación se apoderaba de él, un sentimiento prohibido que hasta ese día no había sentido.

Bajó la cremallera que tenía a un lado de la falda y el enganche. Se colocó tras ella para intentar bajarla. Estaba muy justa y le costaba bajarla. Laura, de forma inconsciente, se giró y levantó un poco las caderas para ayudarlo. Salió la falda y quedó gratamente sorprendido al ver la ropa interior. Llevaba unas medias negras que subían por sus largas piernas hasta la parte alta de sus muslos. Después continuaba aquella fina tela hasta su cintura, a modo de liguero, unas bragas negras cubrían su pubis. Laura se giró y se colocó de lado en la cama, la pierna superior medio flexionada, la inferior estirada. Aquel redondo culo quedó expuesto a la lujuriosa vista de Juan. La admiró y deseó volver a tocarla. Se levantó espantado por los sentimientos que estaba teniendo, su madre, su querida madre le despertaba deseos sexuales prohibidos.

No sabía cuanto tiempo había pasado. Laura se despertó con dos necesidades imperiosas, por un lado necesitaba orinar, por otro su boca le pedía cantidades ingentes de agua, mucha agua. Se levantó y entró en el baño, levantó la tapa del inodoro, bajó sus bragas y se sentó. Su vejiga comenzó a relajarse de la presión que sentía, ella sentía un gran alivio cuando ese placer fue interrumpido de golpe.

-          ¡Hola mamá! – Juan echó la cortina de la ducha a un lado y apareció desnudo dentro de la bañera.

-          ¡Juan, hijo, qué susto me has dado!

-          ¿Me acercas esa toalla? – Juan señaló una toalla que había en el lavabo y notó cómo los ojos de su madre miraban su polla que se movía libre. - ¡Gracias! – Él empezaba a secarse. - ¿Has descansado?

-          Sí hijo, pero me duele la cabeza un poco.

-          Date una ducha y verás como te alivia.

-          Ahora cuando acabes me ducharé…

-          ¡Ya he terminado! – Juan salía de la bañera y su madre podía ver como su polla se bamboleaba con sus movimientos. - ¡Desnúdate y dúchate! ¡Verás qué bien te sienta!

Laura pensó que no era propio desnudarse delante de su hijo, un hombre ya que podía mal interpretar aquella situación… Quedó pensativa mientras se desabrochaba la camisa. ¿Cómo podía pensar eso de su hijo, cuando ella era la que se confundía con sus sentimientos hacia él? En el espejo podía ver perfectamente a su hijo, se secaba y ella sentía un placer especial al verlo, un placer perverso que le hacía sentir como mujer cosas que no podía sentir como madre hacía ese hombre. Se quitó la camisa y quedó sólo con la ropa interior.

-          ¡Guau mamá! – Juan la miraba de arriba abajo, con una gran sonrisa. - ¡¿Así vas a trabajar?! ¡Menos mal que tu jefe es una mujer, sino pensaría que tienes algo con él!

-          ¡Idiota! – Ella se sintió ruborizada y un poco excitada. - ¡Ya soy vieja para esas cosas!

-          ¡Pero qué dices! – Se aproximó a su madre y la rodeó por la cintura con sus brazos, apoyó su barbilla en su hombro y le habló suave. - Mami, eres una mujer preciosa que además tiene un cuerpo excitante. ¡No te desprecies! ¡Eres preciosa! Dilo convencida… ¡Soy maravillosa! ¡Vamos, dilo tú!

-          ¡Anda tonto! – Se separó de su hijo sintiendo fuego en su sexo. - ¡Sal que voy a desnudarme!

-          ¡No! – Fue tajante en su respuesta. – Hasta que no digas qué eres maravillosa, no salgo.

-          ¡Venga hijo! – Laura se paró delante de él implorando que la dejase sola. - ¡Si no te vas, voy a tener que desnudarme! ¡Y no querrás que piense que eres un pervertido por mirar a tu madre desnuda!

-          ¡Seguro que no eres capaz! – La retó. - ¡¿No serás tú la pervertida por desnudarte delante de tu hijo?! – Lanzó unas carcajadas perversas.

Ella no dijo nada más, delante de su hijo y mirándolo a los ojos, llevó las manos a su espalda y desabrochó el sujetador. Él bajó la vista a su pecho, y ella sabía que la miraba. Movió los brazos y las tiras recorrieron tola la longitud, quedando en sus manos.

-          ¡Madre, qué pecho más bonito!

-          ¡Fuera asqueroso! – Laura dio un empujón débil a su hijo y se tapó sus tetas con las manos para que no la mirase más.

-          ¡Has perdido, no has sido capaz de desnudarte! – Juan salía riendo y burlándose de su madre.

-          ¡Asqueroso! – Le dijo burlonamente. Sus ojos miraron el prieto culo que los calzoncillos marcaban en su hijo. No pudo detener su mano, mientras una tapaba su pecho, la otra se lanzó totalmente abierta para darle y sentir su sensual culo. – Cuando salga te voy a pegar en el culo por ser tan niño chico…

-          ¡Sí, sí! – Dijo Juan que salía burlándose de su madre mientras meneaba su culo para provocarla.

Laura se desnudó por completo, entro en la bañera y abrió la ducha. Mientras aquel líquido se deslizaba por su cuerpo, en su mente se formaba la imagen de la hermosa polla de su hijo, agitándose a un lado y otro… Por momentos se sentía más caliente, más excitada. Sus pezones se pusieron duros y erectos, sus manos acariciaron sus tetas y necesitaba masturbarse para expulsar tanto deseo contenido. Una mano pellizcaba sus pezones, la otra se hundió entre sus piernas y se acariciaba su mojado coño. La imagen de su hijo se agitaba en su cabeza mientras sus manos se agitaban en el interior de su vagina. Se imaginó allí, en la ducha, con sus piernas bien abiertas… su dedo índice pasó a ser la lengua de su hijo, podía verlo, de rodillas delante de ella, entre sus piernas, con su boca en su caliente coño y su lengua jugando con su clítoris. Intentaba contener los jadeos que le provocaba aquella masturbación. Su cuerpo se tensó y sus flujos fluyeron desde su vagina, por sus piernas, hasta mezclarse con la tibia agua de la ducha. ¡Qué gran placer! Pensó cuando su cuerpo empezaba a relajarse. Tras recuperar algo de fuerzas, se acabó de duchar y salió del baño.

El resto de la tarde la pasaron los dos en la casa, cada uno con sus cosas. Laura andaba haciendo cosas por la casa, mientras su mente le daba vueltas y más vueltas a las sensaciones y sentimientos que le producía su hijo. Sin ninguna duda sabía que nunca se atrevería a tener sexo con él, eso la hundiría, se sentiría cómo la peor madre del mundo. Por otro lado, no podía dejar de disfrutar de la furtiva sensación de excitación que le producía su hijo. Él le daba todo el cariño que un hijo podía darle, por lo que habían pasado años atrás, les había dado una confianza y amistad que no estaba dispuesta a perder por mucho que su vagina deseara tenerlo dentro de ella. Pero su cuerpo sentía una gran necesidad, una inmensa necesidad de sexo. Se decidió a aceptar la propuesta de su jefa Estefanía, iría a la fiesta que le había propuesto y pensaría que el joven que la follara, sería su hijo, así satisfaría sus fantasías y su necesidad de sexo. “¡Eso haré!”

Juan estaba en su habitación, con su teléfono móvil. Escribía whatsapp a los amigos de la clase que estaban de vacaciones, se comentaban los polvos que habían echado en tal playa o tal sierra. Juan los leía y hacía comentarios graciosos para burlarse de ellos. Mientras tenía estas conversaciones, su mente no paraba de pensar en su madre. Aquel maduro cuerpo le había puesto demasiado caliente, y sí, tenía un buen cuerpo para la edad que tenía, pero pensar en ella como mujer era algo que no estaba permitido, debía quitar de su cabeza la imagen de su madre en la bañera y cualquier otra que le provocara la mínima excitación. Entonces entró un mensaje de Jorge, el único amigo que estaba en la ciudad.

Hola Juan!!

Hola Jorge!!

Qué haces?

Nada, hablar con la gente de clase.

Te propongo un plan

para el sábado por la noche.

De qué se trata?

Nos vemos en una hora en el

bar y te lo cuento. Ok?

Vale, dentro de una hora en el bar.

Ok.

Y eso hizo Juan. Más tarde se vistió, se despidió de su madre y salió en busca de su amigo. En su cabeza seguía rondando los pensamientos sobre cómo había cambiado sus sentimientos hacia su madre. Sentía el amor de un hijo hacia ella, pero además sentía los deseos de un hombre hacia su madre. Y tras la angustia de esos pensamientos, volvían los recuerdos de la imagen del cuerpo de su madre, aquel redondo culo, aquellas tetas de oscuros pezones… Sentía que su polla se empezaba a poner dura y tenía que cambiar de pensamientos. Llegó al bar y allí estaba su amigo.

-          ¡Ey ¿qué pasa?! – Le saludo Jorge.

-          ¡¿Cómo va ese verano?! – Le respondió Juan.

-          Tirando… ¿Qué vas a tomar?

-          Un refresco… - Le dijo al camarero que de inmediato lo buscó y se lo sirvió. - ¡¿Y qué fiesta es esa de la que has hablado?!

-          ¡Vamos al velador y te lo cuento! – Se sentaron en una mesa en la calle, apartados de todos los que por allí estaban. Jorge habló en voz baja. – Verás, resulta que yo tengo un pequeño negocio…

-          ¿Negocio? – Juan estaba intrigado.

-          Bueno, es un negocio muy “placentero”. – Con sus manos dibujó en el aire unas comillas. – Sé que en la facultad me toman por un friki, un raro… ¡Cómo quieras llamarme!

-          Bueno, sí, son los prejuicios que tenemos la gente…

-          Pues verás, hace algún tiempo conocí a una mujer que estaba muy caliente…

-          ¿Una mujer?

-          Sí, con “mujer” me refiero a una madura. ¡Ya sabes! ¡Esas tías que están muy calientes y necesitan que las follen bien!

-          ¿Y eso es un negocio?

-          No, claro, ese es el placer. – Con sus manos hizo un gesto de que tenía unas tetas bastante grandes y buenas. – La cosa fue que quedó tan satisfecha que quiso repetir.

-          ¡Y te la tiras cada vez que ella quiere!

-          Sí, pero el negocio es que cada polvo que le echo, ella me da cien pavos…

-          Bien, si está buena y te gusta, no está mal que saques un poco de dinero…

-          Sí, pero esta tía tiene amigas…

-          ¿Amigas?

-          Sí, otras maduras que están igual o más calientes que ella. Y aquí que no se le ocurre hacer otra cosa que pequeñas fiestas nocturnas en las que invita a unas cuantas amigas suyas y montamos unos pitotes que alucinas.

-          Entonces follas con todas y ganas mucho dinero ¿no?

-          No, no. Busco a varios chicos más que les guste tirarse a maduras calientes y los llevo para que las hagan gritar de placer. ¡Y cómo gritan las muy putas!

-          ¡Ah, ya comprendo! ¡Estás buscando personal eventual para tu “empresa”! – Juan también dibujó unas comillas en el aire poniendo énfasis en empresa. - ¿Es eso?

-          Sí, exactamente. Resulta que este sábado hay otra fiesta. Verás, es que la tía esta dice que yo soy sólo para ella, no me deja follar con otras. Otra de las habituales también tiene a su favorito. Una que siempre venía, está de vacaciones y había una vacante. Ésta ha encontrado a otra necesitada y no tenemos un chico para ella… ¿Te apuntas a ganar cien pavos y a follar toda la noche?

-          Pero así… sin saber cómo es… ¿Y si es un bodrio? ¿Y si me da fatiga nada más verla?

-          Eso me dijeron los otros la primera vez que se lo propuse, pero te aseguro que las amigas de esta tía están buenas, no tanto como mi putita, pero están bien.

Juan quedó en silencio por un momento. Su amigo le proponía follar con perversas y calientes maduras, mujeres qué estaban dispuestas a pagar por una polla joven que las llenara de placer. Tal vez ricachonas hartas de viejos maridos que deseaban volver a los veinte años. Sabía que sería capaz de follarse a su madre, pero con ella había una cierta carga de sentimientos que conseguían salvar la diferencia de edad, y si seguía así, tal vez saltara el muro de su parentesco familiar. Por otro lado, podía probar y ver si la madura caliente del sábado, podía suplir su necesidad de sexo con su madre. ¡Sí probaré! Se dijo.

-          ¡Vale Jorge! – Le tendió la mano a su amigo. - ¡Cuenta el sábado conmigo! No estará mal probar el sexo con mujeres maduras y calientes…

-          ¡Muy calientes, recuerda Juan, muy calientes! – En ese momento sonó el teléfono de Juan y lo miró.

-          Jorge, tengo que irme. Hablamos para quedar el sábado, ya me dirás que tengo que hacer…

-          Ok amigo. Sé que te lo vas a pasar tan bien que querrás ir todos los sábados de tu vida.

-          ¡A ver, será mi primera vez con una mujer mayor!

-          ¡No digas eso nunca! ¡Mayor no, madura! La palabra madura las hace sentirse más calientes, es como decirles de una vez: “Eres vieja, pero estás tan buena que te voy a follar”.

Los dos rieron y se despidieron. Juan caminó hacia su casa mientras contestaba al mensaje que le había enviado su madre: “La cena está hecha, vienes a comer o te guardo la cena”. Él le respondió: “Ya voy para casa, espérame”. Sintió una rara alegría al recibir el mensaje de su madre. Ella no solía hacer esas cosas, no tenía esas consideraciones con él. Siempre, cuando salía con sus amigos, ella se limitaba a hacer la cena y guardarle su parte para cuando llegara. Ese día le había escrito aquel mensaje que parecía más la necesidad que tenía su madre de estar con él. ¡Pero no, eso no puede ser! Se gritó en su mente que divagaba entre el gozo de que su madre lo necesitara para algo más que tener a su hijo con ella. Cuando entró en la casa, se encontró la mesa preparada. Ella salió de la cocina y le sonrió.

-          ¡Ya está aquí mi niño! – Le dio un sonoro beso en la mejilla. - ¡Vamos a la mesa!

Juan la veía caminar, delante de ella. Cuando le besó, sintió el impulso de agarrarla y unir su boca a la de ella, hundir su lengua. Se sentaron y cenaron, charlando y comentando el programa que había en la televisión. Después, una vez acabaron, recogieron todo y se sentaron en el sofá para seguir viendo la televisión.

-          Mamá. – Juan comenzó a hablar. - ¿Te enfadaste antes en el baño cuando te pedí que te desnudaras?

-          No hijo… - El cuerpo de Laura empezó a reaccionar ante los recuerdos de sus cuerpos medio desnudos en el baño. – La verdad es que no es una broma propia para una madre, pero sé que tenemos mucha confianza para hacer ese tipo de bromas.

-          La verdad mamá, no es que quisiera verte desnuda, - Juan sabía que estaba mintiendo, pero no le podía decir la verdad a ella. – Pienso en serio que eres una mujer maravillosa, tanto emocionalmente como por tu físico…

-          ¡Gracias hijo! – Ella se acercó a él y se acurrucó contra su cuerpo. El brazo de Juan la rodeó y acarició su cintura.

-          Me gustaría verte feliz. Creo que aún puedes encontrar a un hombre que te ame y te haga sentir como una verdadera mujer. Que saque todo el placer y el gozo que necesitas después de tus malas experiencias con el cabrón de mi padre. Inténtalo, hazte con amigas y sal a disfrutar, y si encuentras a un hombre que te ame, aprovéchalo.

-          Gracias hijo. Sé que quieres lo mejor para mí. Este sábado he quedado en salir con mi jefa, veremos si me lo paso bien y vuelvo a repetir. – Se decidió por completo a seguir los planes que su jefa había preparado. Satisfaría sus fantasías con su hijo, utilizando a otro joven. – Intentaré cambiar mi vida personal.

Los dos permanecieron abrazados, en silencio. Cada uno pensando en los deseos sexuales que tenían hacia el otro. Cada uno pensando en las consecuencias de intentar tener sexo con el otro. Los dos permanecían quietos, disfrutando del contacto de sus cuerpos.

-          ¡Bueno, ya es tarde y mañana tengo que trabajar! – Se abrazó a su hijo y lo besó en la mejilla. - ¡Gracias por preocuparte por mí!

-          ¡Siempre querré lo mejor para ti! – Le devolvió el beso y de nuevo volvieron las ganas de besarla apasionadamente.

Se separaron y ella se levantó, caminando despacio hacia su habitación. Su cuerpo temblaba por la tentación de pedirle que durmiera con ella, junto a ella. Poder sentir su joven cuerpo junto al suyo la excitaba y sólo su consciencia fue la única que le impidió que invitara a su hijo a su cama.

Juan la miraba mientras se marchaba. Sintió el impulso de correr hacia ella y abrazarla por detrás, pegar su erecta polla a su culo y pedirle que le dejara aquella noche poder darle a su cuerpo todo lo que necesitaba, todo su amor. Agarró con fuerza el brazo del sillón y permaneció quieto hasta verla desaparecer por el pasillo.

Los días iban pasando lentamente, madre e hijo deseaban al otro en silencio. Sólo las miradas furtivas les hacían sobrellevar la dura carga del deseo incestuoso. Hablaban y siempre había una falsa alegría porque el otro fuera a salir aquel sábado, los dos tendrían sexo con un sucedáneo de sus verdaderos deseos. Mientras Laura follaba con un joven desconocido, ella pensaría en su hijo. Mientras Juan hacía gozar a una caliente madura, pensaría que era su madre la que gozaba.

Y por fin llegó el sábado. Laura se levantó muy nerviosa, incluso Juan lo notó. Él parecía más bien apenado. Por tonto que pareciera, se sentía unido sentimentalmente a su madre, tener sexo con otra mujer lo hacía sentirse cómo que engañaba a su madre. Laura tenía un sentimiento parecido al de su hijo, pero sabía que tenía que follar con otro y olvidarse de él, por mucho que amara a su hijo, por mucho que deseara su cuerpo.

El primero en marcharse fue Juan. Jorge vino a recogerlo y los dos se marcharon, fueron a casa de Luis, otro “semental” que utilizarían aquella noche las maduras. Jorge y Luis repasaban todas las cosas que necesitaban para aquella noche, los consoladores, los vibradores y demás utensilios que solían solicitarles las mujeres.

-          Y también llevo tres pasamontañas. – Dijo Jorge. - ¡Nunca dejamos que nos vean las caras! Ellas suelen llevar máscaras, pero la mayoría se las quitan cuando están en plena acción, se ponen tan cachondas que llega un momento en que les da igual que sepamos quienes son.

-          ¿Recuerdas la última que me tiré? – Dijo Luis. – Empezó a chupármela, y tan caliente estaba, qué la tercera vez que se tragó mi polla, mandó la máscara al carajo. ¡Cómo gritaba la vieja!

-          Lo de la máscara no lo sé, pero los gritos sí. Aunque os fuisteis a otra habitación, se le escuchaba aullar cómo una perra en celo.

Juan los escuchaba reír hablando de aquellas mujeres. Se sintió mal, no le gustaba menospreciar a ninguna mujer, y menos cuando estaban tan desesperadas que pagaban por ser amadas. Pero elegiría a una de aquellas mujeres y le haría el amor pensando que era su madre, de esta forma seguro que la trataría de la mejor forma posible.

-          Paremos aquí un momento para tomar una copa… - Dijo Jorge pues la casa a la que iban estaba a varios kilómetros de la ciudad. – Vamos con tiempo.

Entraron en aquella venta de carretera y pidieron unas copas, Juan pidió un cubata bien cargado de ron, estaba algo nervioso aunque no lo demostrara. El teléfono de Jorge dio un aviso y lo miró.

-          ¡Parece que las mujeres van un poco tarde! – Dijo Jorge al ver el mensaje que había recibido. – Tendremos que hacer un poco de tiempo. Los tres bebían y charlaban para pasar el rato.

Laura se montó en el coche de Estefanía, había venido a recogerla. Le presentó a las otras dos mujeres que la acompañaban.

-          Estas son María y Lorena, María es amiga mía desde la infancia y tiene los mismos gusto que yo a la hora del sexo. Lorena es la mujer de Fernando, el jefe de personal de la empresa.

-          ¿Entonces tú estás casada? – Preguntó Laura a Lorena.

-          ¡Y yo también! – Dijo María. - ¡Pero un buen polvo con un jovencito no me lo pierdo en la vida! – Las demás mujeres rieron por el comentario.

Las cuatro mujeres comenzaron el viaje. Laura pensaba en lo que iba a hacer, follaría con un joven para intentar olvidar a su hijo. Su amor por Juan no había cambiado, lo quería como hijo suyo que era, ese tipo de amor no había variado y seguro que era más grande y profundo qué el que pudiera sentir por cualquier otro hombre. Lo que realmente la volvía loca, era esa insistencia de su maduro cuerpo de excitarse con él. Sabía que no podía pedirle a su hijo que la amara como mujer, pero su cuerpo vibraba cada vez que lo tenía cerca. Su hijo no tenía mal cuerpo, desde luego no era un cuerpo musculoso, pero sí tenía un buen rabo, lo había comprobado el día que lo vio empalmado. Tal vez eso era lo único que le atraía, su polla. Si fuera capaz de probar otra, tal vez se apagara la lujuria que le provocaba su hijo. “¡El problema es que llevo mucho tiempo sin follar!” Se dijo para tranquilizarse. Continuó el viaje hasta que llegaron a la amplia casa de campo de Estefanía. Las cuatro mujeres entraron, la anfitriona le dio una máscara a cada una y esperaron a que llegaran sus jóvenes amantes.

Los jóvenes volvieron al coche cuando Jorge recibió el mensaje de que ya podían ir a la casa. Cinco minutos más de viaje y llegaron a una hermosa casa. Jorge manipuló un mando a distancia y la verja se abrió para dejarlos pasar al interior. Metieron el coche directamente en el garaje y, por una puerta interior, entraron en una de las habitaciones sin ser vistos y sin ver a sus maduras amantes que los esperaban.

-          ¡Tomad los pasamontañas! – Les dio Jorge uno a cada uno. – En esa bolsa hay todo tipo de juguetes sexuales, por si os lo pide alguna, lo pondré en un lado de la habitación. Recordad, sobre todo tú Juan que eres nuevo, un juguete usado en una mujer no se puede usar en otra…

Juan se puso el pasamontañas y empezó a sudar, más por los nervios que por el calor que pudiera hacer. Luis se quitó toda la ropa y quedó con un tanga diminuto que dejaba los cachetes de su culo al aire, mientras que su polla entraba en una especie de funda que había en la parte delantera, a modo de trompa. Se la meneó un poco para que la polla tomara algo de volumen y la introdujo en aquella diminuta prenda, era evidente que calzaba un buen tamaño. Por supuesto, la cabeza cubierta por el pasamontañas.

Jorge se desnudó por completo, cogió unas calzonas y se las colocó. Eran tan cortas que su polla asomaba por uno de los bajos de la prenda. Después se colocó una camiseta de tirantes y unos botines de deporte, se había vestido como si fuera a hacer deporte… ¡Deporte sexual!

-          ¡Coño Juan ¿así vas a salir?! – Le dijo jorge al verlo con la misma ropa con la que había llegado. – Creo que mejor te pones esto, sólo estos pantalones, ni calzoncillos ni nada más. ¡Ah, y por supuesto el pasamontañas!

-          ¡Vale Jorge!

Cuando se colocó los pantalones, Juan sintió que su culo quedaba aprisionado por la tela, se miró en un espejo y vio que le marcaba totalmente su prieto culo. Pero por extraño que le parecía, no sentía ninguna presión en sus huevos ni su polla.

-          ¡Venga, salid ya que aquí tenéis cuatro mujeres esperando a vuestros miembros! – Se escuchó a una de las mujeres gritar tras la puerta que daba al salón.

-          ¡Joder, está la caliente de María! – Dijo Luis que ya la conocía de otra vez. - ¡Esa dejádmela a mí!

-          Pues organicémonos. – Dijo Jorge. – Hoy hay cuatro mujeres, así que uno de ustedes debe follar con dos… ¿Algún voluntario? – Juan no quería hacerlo con dos a la vez aquel día, no sabía si los nervios le jugarían una mala pasada.

-          ¡Lo haré yo! – Dijo Luis un poco dubitativo. – ¡Espero que María deje que la otra pueda hacer algo! ¡Cuando está caliente, no comparte con nadie!

-          ¡¿Preparados?! – Preguntó Jorge comprobando que Juan llevara la poca ropa que vestía bien colocada. - ¡Pues adelante! ¡A follar maduras!

Jorge abrió la puerta y Juan se sintió como en un circo romano, salían para enfrentarse a cuatro leonas hambrientas de carne. Sus piernas temblaban por los nervios. El alcohol que había ingerido en la venta suavizaba un poco la cosa, parecía que estaba como en un sueño. Salió el último y allí estaban las cuatro mujeres.

-          ¡Buenas noches señora! – Dijo Jorge. – Aquí estamos vuestros fieles amantes, preparados para cumplir todos vuestros deseos sexuales.

-          ¡Bien! – Dijo María. - ¡Hoy ha venido mi favorito!

-          ¡Buenas María! ¿Estás preparada para pasar una noche maravillosa? – Le dijo Luis.

-          ¡Contigo será una noche loca y apasionante! – Replicó María.

-          Hoy tenéis una nueva ama a la que darle amor… - Dijo Estefanía que era la única que no llevaba máscara.

-          Y nosotros traemos uno que se iniciará esta noche… - Dijo Jorge. - ¡Qué tal si se inician uno al otro!

Juan miró a la mujer que aquella noche empezaba en aquella fiesta sexual. Su cabeza empezó a darle vueltas. Si el alcohol lo tenía algo mareado, ver a aquella mujer lo sumergió en un trance total. Aquel cuerpo, aquellas ropas, aquella mujer parecía… parecía…

-          ¡Ven cariño! – Estefanía lo cogió de la mano y lo llevó delante de la que sería su amante aquella noche. – Esta es Laura, seguro que te alegras de conocerla y disfrutaréis los dos de tener una noche llena de pasión.

Juan temblaba cuando le dio la mano a Laura. ¡Era su madre! La mano de ella temblaba por los nervios. Ni siquiera era capaz de mirarlo a los ojos. No lo reconoció pues por consejo de Jorge, se había quitado los pocos pelos que cubrían su pecho, cosa que ella no sabía. Juan llevó de la mano a su madre hasta uno de los sofás que había a un lado del salón.

-          ¡¿Y para mí qué?! – Protestó Lorena.

-          ¡Hija, hoy tendrás que compartir al chico que tiene María! – Dijo Estefanía.

-          ¡Ven amiga! – Dijo María. - ¡Aquí hay polla para las dos! ¡Hagamos que se corra hasta que no tenga más fuerzas!

-          ¡Y tú! – Le dijo Estefanía a Jorge. - ¡Ven y haz gozar a tu mami!

Juan se olvidó por completo del resto de los que estaban en la habitación. Estaba sentado junto a su madre, en aquel sofá. Ella se ocultaba tras aquella máscara, pero su cuerpo, sus ropas, sus olores la delataban. El corazón de Juan palpitaba a toda velocidad, estaba más excitado que nunca y cualquier contacto con su madre, le produciría un gran placer y un extraordinario orgasmo. Quería amarla sin que ella supiera que era él.

-          ¿Te llamas Laura? – Le preguntó forzando su voz un poco para que ella no lo reconociera.

-          ¡Sí… ese es mi nombre! – No dejaba de mirar al suelo y era incapaz de mirarlo a los ojos, sentía mucha vergüenza por lo que hacía.

-          Bonito nombre… ¿Es la primera vez que vas a hacerlo con un hombre mucho más joven que tú?

-          Bueno… - Laura parecía ponerse triste. – Es la primera vez que hago esto en muchos años…

-          ¿Te gusta? – Juan abrazó a su madre para acercarse más a ella.

Laura levantó la vista y observó a los otros amantes. María y Lorena habían despojado a su chico de aquellos ridículos calzoncillos y se dedicaban a chupar su gran polla. Al verla, vino a su cabeza la de su hijo… “¡¿Si la pudiera tener en mi boca?!”. Estefanía estaba totalmente abierta de piernas y Jorge hundía su boca en su coño, lamía una y otra vez, arrancando gemidos de placer a su amante. Aquella visión excitaba a Laura, pero se sentía incapaz de hacerle algo al chico que tenía junto a ella.

-          ¿Te gusta mirar lo que hacen ellos? – Juan le daba conversación, pero ella parecía paralizada por los nervios. - ¿Es eso lo que has venido a buscar aquí? ¿Sexo puro y duro? – Ella lo miró por primera vez a los ojos.

-          ¡Bueno sí! – Alargó su mano y acarició la polla de aquel joven por encima del pantalón, la sintió gruesa y dura… durísima. - ¡Aunque… no sé!

-          ¿Es la primera vez que engañas a tu marido? - Juan empezó a acariciar los suaves pelos de su melena.

-          ¡Oh, estoy divorciada! – Aquellas palabras las pronunció con alivio, él sabía perfectamente el por qué.

-          ¿Entonces tienes a otro hombre y no lo quieres engañar? – Le dio un beso en su cuello y ella sintió una punzada de placer, como cuando su hijo hizo lo mismo. Sus ojos se cerraron. - ¿Voy muy deprisa?

-          No sé… - Contestó ella. Imaginaba que su hijo era aquel chico que le intentaba dar placer. – Es mi primera vez y no sé…

-          ¿No sabes si estás disfrutando de mis caricias? – Puso una mano en su rodilla y empezó a subirla por su muslo, por debajo de su falda, sintiendo la suave piel de su madre. - ¿Te excita verlos follar?

Laura abrió los ojos para ver la habitación. Luis estaba sentado en el sofá, entre sus piernas Lorena tragaba su polla entera, con fuertes y ruidosas mamadas. María estaba de pie en el sofá, y abierta de piernas le ofrecía su coño para que su amante se lo comiera completamente. Laura imaginó que su hijo le hacía aquellas cosas y su coño empezó a humedecerse. En el otro sofá, Estefanía estaba a cuatro patas, con su culo bien en pompa. Su amante estaba de rodillas tras ella, con las manos separaba sus nalgas y su boca lamía toda la raja, desde su ano hasta su clítoris. Laura sintió que sus pezones se ponían erectos y empujaban sobre las telas que los cubrían. Un leve mordisco en el lóbulo de su oreja y la suave presión de los dedos del chico sobre sus bragas, encima de su coño, le hicieron dar un respingo que la sacó de sus pensamientos.

-          ¿Voy muy deprisa? – Le susurró al oído y besó su lóbulo.

-          ¡Laura! – La llamó Estefanía que se levantaba del sofá para arrodillarse delante de Jorge. - ¡Si necesitáis intimidad, podéis ir a aquella habitación! ¡En la puerta del fondo!

-          ¿Quieres ir? – Le preguntó él.

Laura soltó la polla y se levantó para marchar a la habitación. Tras ella iba Juan, admirando el cuerpo de su madre que se movía nerviosamente. Tenía que ir con cuidado, el destino le ofrecía a su madre para follarla y no podía desaprovechar aquella oportunidad, no podía saber quién le iba a hacer el amor esa noche, pero la amaría con pasión y devoción. Caminaban y él se acercó a una mesa en la que había bebidas. Tomó una botella de vino, sabía que a ella le gustaba, y una de refresco para él. Con dos vasos, caminaron para entrar en la habitación.

Era un dormitorio con una gran cama. Ella se sentó indecisa en el filo y él le ofreció un vaso de vino. Se lo tomó rápido. Él se puso refresco y lo tomó, tenía la garganta algo rota al forzar la voz para que no lo reconociera su madre.

-          ¿Estás más relajada aquí? – Juan se arrodilló delante de su madre que por fin le miraba a los ojos.

-          ¡No!

-          ¡Relájate! – Empezó a acariciar sus gemelos, cómo dándole un suave masaje. - ¡Sólo haré lo que tú quieras que haga!

Las manos de Juan subieron por sus piernas hasta llegar a las rodillas. Las separó un poco y ella no opuso resistencia. Podía sentir el suave tejido de aquellas medias negras. Con las manos en la parte alta de sus muslos, las deslizó hacia ella y subió su falda para dejar al descubierto su hermoso sexo. Ella abrió las piernas por completo. Allí tenía el coño de su madre, cubiertas por unas bragas rojas de encaje que insinuaban lo que ocultaban, los labios vaginales que custodiaban la entrada de su vagina. Se inclinó y besó sus muslos.

-          ¡Despacio, despacio! – Laura puso una mano sobre su cabeza para frenarlo, pero no lo apartó. - ¡Siento taquicardias!

-          ¡Tranquila cariño! – Juan sentía su corazón botar en su pecho cómo nunca antes lo había hecho. Si ella supiera que era su hijo quién le daba caricias, seguro que se hubiera muerto en ese momento. - ¡Iré muy despacio!

-          ¡Sí por favor, hace tanto tiempo! – Su voz entrecortada mostraba el placer que sentía.

-          ¿Tienes en quién pensar para estimularte?

-          ¿A qué te refieres?

-          Yo estoy pensando que eres mi madre y eso me hace sentirme mejor, más excitado… ¿Tienes algún hijo?

-          ¡Sí… pero eso es pervertido! – Lorena lo miró y parecía algo enfadada.

-          ¿Por qué? – Juan se separó un poco de ella sin dejar de acariciarla suavemente. - ¿A caso no es pervertido que estés con un extraño en una habitación, a solas, con la intención de tener sexo?

-          ¡Bueno…! – Laura quedó pensativa y Juan temió que ahí se acabara todo. – ¡La verdad…!

-          ¡Venga cariño! ¿Te gustaría que yo fuera tu hijo?

-          ¡No sé…! – Laura se derretía por dentro. Aquel chico le estaba dando lo que más le excitaba. Oírlo hablar de su hijo, invitarla a pensar que él era su hijo, su querido hijo, era lo que ella buscaba aquella noche.

-          Dime ¿cómo se llama él?

-          Bueno… - Dudaba, pero se sentía más excitada con aquella falsa. – Se llama… Juan.

-          ¡Vaya Juan! ¿Sólo Juan?

-          Sí ¿por qué?

-          Yo me llamo Juan Antonio. – Volvió a besar sus muslos. - ¡Pero esta noche seré tu hijo Juan!

El cuerpo de Laura vibraba de placer con las caricias de aquel joven. Le había propuesto la fantasía que ella necesitaba. Su hijo la excitaba y se moría por tenerlo entre sus piernas, cosa que nunca ocurriría, pero aquel chico iba a tomar el papel de su hijo y eso la satisfaría por un tiempo y se olvidaría de su verdadero hijo.

-          ¡Hola mami! – Juan se incorporó y de rodillas la miró de cerca a la cara. - ¡Esta noche estás preciosa!

-          ¡Gra… gracias hijo! – Al pronunciar aquellas palabras, Laura empezó a entrar en un mundo de fantasía que la excitaba.

-          ¿Te puedo quitar esa horrible máscara para ver su hermosa cara? – Laura dudó, pero la verdad es que no le importaba, seguramente después de aquella noche, no volvería a ver a ese chico. Ella misma se la quitó. - ¡Dios, eres preciosa!

Laura se sintió ruborizada con las palabras que le decía su joven amante. Sabía actuar para hacer gozar a una mujer, para hacerla feliz. Tal vez por casualidad, había descubierto la fantasía que ella necesitaba aquella noche. Cada palabra, cada caricia, cada beso que le daba, la tranquilizaba cada vez más y deseaba que aquel desconocido chico le diera sexo.

-          ¡Siempre te he querido cómo hijo! – Él susurraba y ella iba derritiéndose en sus brazos. – Mamá, te respeto y te quiero como tu hijo, pero llevo un tiempo que te deseo como la hermosa mujer que eres.

-          ¡Por favor, Juan! – Laura se sentía extasiada con las palabras que su hijo, en su fantasía, le decía. Eso era lo que ella quería oír, saber que su hijo también la deseaba a ella. – Llevo tiempo deseándote en silencio…

Laura le ofreció su boca a Juan, con una pasión y un deseo que lo sorprendió. Realmente su madre lo deseaba. Aquel sentimiento embriagó la mente de Juan a la vez que sus labios y sus lenguas se unían para mostrarse el amor que sentían.

-          ¡Mamá, deseo amarte esta noche y el resto de noche de nuestras vidas!

-          Sí hijo, tu madre siempre estará para darte todo su amor.

Juan deseó quitarse el pasamontañas que llevaba puesto, era un estorbo para amar a su madre, pero no podía. Si ella descubriera que realmente estaba teniendo sexo con su hijo, tal vez se moriría de vergüenza. La tenía boca arriba en la cama, con su culo en el filo, sus bocas no se separaban mientras la cabeza de su madre se apoyaba en uno de sus brazos. El otro brazo empezó a levantar la por completo la falda. Acarició las bragas y sintió la humedad que había brotado de aquella caliente vagina para mojar la fina tela. Metió la mano por las bragas y separó los labios vaginales para buscar su deseado clítoris. Allí lo encontró, totalmente erecto.

Los gemidos de Laura volvieron loco a su hijo. En poco tiempo había tenido un gran orgasmo. La fantasía de ser amada por su hijo y la habilidad de aquel joven, arrancó un gran orgasmo que la hizo gritar y agitarse de placer.

-          ¡Qué maravilla! – Gimoteaba Laura retorciéndose de placer. - ¡Qué placer me da mi amado hijo!

-          ¡Quiero amarte, besarte, acariciarte! ¡Quiero hacer realidad todas las fantasías y deseos que tengas! ¡Te amo mamá y haré todo lo que me pidas!

-          ¡Deseo que me ames! ¡Llevo tanto tiempo esperando tenerte en mi cama! ¡Quiero tenerte dentro de mí!

Juan se levantó y se quitó los pantalones. Su gruesa polla estaba preparada para sumergirse dentro de su madre, entrar en la calida vagina, penetrarla por completo y darle todo el placer que pudiera. La colocó sobre la cama, en medio, con toda su ropa puesta. Quería penetrarla cuanto antes y lo único que le estorbaba eran sus bragas. Se colocó de rodillas sobre la cama y su polla apuntaba desafiante a su madre que, por la excitación de la fantasía, sólo podía dejarse llevar por aquel impetuoso joven. Ella llevaba aquellas medias que tanto habían excitado a Juan el día que la desnudó después del trabajo. Sus manos se deslizaron por los maduros muslos y agarraron sus bragas. Con suavidad tiró y ella levantó su culo para ayudarlo. Iba a ver por primera vez el coño de su madre.

-          ¡Mamá, te has depilado! – Exclamó Juan al ver su lampiño sexo. Aquella exclamación le salió del fondo del alma, y gracias a que simulaban ser lo que realmente eran, ella no lo descubrió.

-          ¡Sí hijo! ¡¿Te gusta?!

-          ¡Mamá, siempre me as gustado! – Quiso darle un toque de fantasía. - ¡Desde que te espiaba me ha gustado tu coño! ¿Pero hace poco que te lo depilas?

-          ¡Así que espiabas a tu madre para verle el coño! ¡Eres un pervertido! – Aquellas palabras la excitaban, se imaginaba que era verdad, que su verdadero hijo la espiaba deseando su coño. - ¡Me lo he depilado para que puedas saborearlo! ¡Cómetelo!

-          ¡Sí mamá! – Juan se agachaba para lamer a su madre y los olores que emanaban de su sexo, inundaron su mente. - ¡Haré que te corras antes de penetrarte!

Laura separó sus labios vaginales y le entregaba su rosada vagina. La lengua de Juan lamió toda su raja, desde abajo, subiendo y recogiendo el néctar que brotaba de su madre. Llegó a lo más alto de aquella ardiente raja y un duro y erecto clítoris le recibió. Su lengua lo acarició con suavidad, provocando gemidos que brotaron de la garganta de su madre. Poco a poco aumentaba la presión sobre el agradecido clítoris y los gemidos de Laura aumentaban en frecuencia y volumen.

-          ¡Dios, qué bueno! – Laura se agitaba por el placer y su mano se apoyó sobre la cabeza del joven. - ¡Cómetelo, cómele a mamá su húmedo coño! – Estaba viviendo una gran fantasía, aquel extraño le hacía sentir lo que siempre imaginó que le haría su hijo.

Los labios de Juan rodearon el clítoris y succionaron con fuerza. Aquello desbocó a Laura. Su amada madre presionó sobre su cabeza con más fuerza para que su boca se hundiera en su coño, sus caderas se movían y restregaba su raja contra su boca. Se estaba corriendo. Juan lo sabía pues un gran chorro de flujos brotó inesperadamente de su coño, mojándolo e impregnando su pasamontañas, dejando el aroma de su madre en aquella tela. “¡Nunca lavaré esta tela!” pensó excitado por aquello.

-          ¡Métemela! – Ordenó y suplicó a su amante. - ¡Folla a mamá! – La fantasía de ser follada por su hijo la estaba volviendo loca.

-          ¡Quiero tus tetas! – Juan deseaba mamar sus oscuros pezones. - ¡Siempre que te he visto desnuda, te he deseado!

Las palabras que pronunciaba aquel joven azuzaban el fuego de la pasión que estaba sintiendo Laura. Su cuerpo vibraba de placer, no conocía a aquel joven, pero aquella noche era su amado hijo Juan. No pensó, agarró su camisa y tiró a ambos lados, arrancando sus botones y dejando su pecho al descubierto. Sus dos hermosas tetas quedaron al descubierto. No llevaba sujetador y la ávida boca de su hijo, se aferró a los pezones para mamarlos. Primero uno, después el otro. Las jóvenes manos amasaban sus tetas mientras su lengua acariciaba aquellos pezones que iban a estallar de placer. Cuando succionaba sobre ellos, Laura sentía calambres de placer que recorrían todo su cuerpo, que provocaban que su vagina lanzara más flujos para acoger a la gruesa polla de su hijo.

Juan se acomodó sobre su madre, sin dejar de estimular, de lamer, de mordisquear sus erectos pezones. En su endurecida polla sintió el calor que brotaba del interior de aquella endiablada vagina, deseosa de ser penetrada, húmeda para invitarlo a entrar hasta el fondo. Movió sus caderas y sus sexos se frotaron, dándoles placer.

-          ¡Sí, clávate en mí! – Suplicó Laura.

Ella podía sentir sobre sus labios vaginales la endurecida polla de aquel joven que simulaba ser su hijo. En su lujuriosa fantasía, él era su hijo y la iba a penetrar con su hermosa y deseada polla. Necesitaba tenerla dentro, suplicaba por que entrara y su vagina no dejaba de mojarse para acogerlo. Aquel glande se deslizó y chocó con fuerza contra su sensible clítoris. Un gemido de placer escapó de su boca.

-          ¡Sí, sí, clávamela entera!

Juan sintió un placer tremendo cuando su polla se colocó a la entrada de la vagina de su madre. Nunca había sentido tanto placer al follar con una mujer. No pudo aguantar y lanzó un grito desesperado.

-          ¡Mamá, me corro! – Intentaba aguantar su semen, pero empezó a salir descontroladamente. - ¡Perdona, me estoy corriendo!

-          ¡Sigue hijo, córrete en mamá! – Las caderas de Laura se movieron y sintió como aquella polla entraba en su vagina, llenándola de la dulce calidez del semen que brotaba de aquel joven. - ¡Sí hijo, llena a mamá con tu semen!

Juan se agitó convulsivamente al sentir como su polla era engullida por la vagina de su madre. El placer era extremo, no sólo por entrar en ella, además lanzaba chorros de abundante semen que colmaban todo el interior.

Laura podía sentir los chorros de semen que chocaban en su vagina. Las convulsiones de su amante iban menguando y los dos continuaron unidos por sus sexos por un rato, jadeantes, sudorosos y extasiados de placer. Durante unos minutos, Juan permaneció dentro de su madre, como había deseado desde hacía unos días. Poco a poco, su polla menguaba hasta llegar a salirse. Se tumbó junto a ella, admirando la belleza que irradiaba de su madre que por fin había encontrado el verdadero placer de hacer el amor con un hombre. Laura llevó su mano para recoger parte del semen que salía de su coño. Juan la observaba.

-          ¡Perdona Laura! – Acarició con dulzura a su madura amante volviendo al papel de amante de pago. – No he aguantado nada y encima me he corrido dentro.

-          ¡Tranquilo! – Laura rió divertida al ver la preocupación de aquel joven. – Me estás dando lo que necesito, una fantasía con mi hijo. ¡Me he sentido cómo si de verdad fuera mi Juan el que me amase! Por lo del semen en mi interior ¡no te preocupes! Hace ya muchos años que soy estéril a consecuencia de una enfermedad…

-          ¡Pues te quitó el poder ser madre, pero la pasión al tener sexo, no! – La besó en los labios con dulzura.

-          Además, yo he pagado esta noche para disfrutar durante toda la noche, hasta que uno de los dos, no pueda más… ¡Y yo todavía tengo muchos deseos de tener sexo!

Si la polla de Juan estaba relajada por el tremendo orgasmo que le había provocado su madre, verla desnudarse allí, delante de él para volver a tener más sexo hizo que volviera a despertar.

-          El otro día mi hijo me dijo que con estas medias estaba muy sexy… ¿Tú crees lo mismo? – Laura sólo vestía eso, aquellas medias que días atrás había visto Juan.

-          ¡Joder Laura! – Dijo Juan haciéndose el sorprendido. - ¡En realidad eres una madre pervertida que se muestra desnuda delante de su hijo! ¡Yo también quiero que seas mi madre!

-          Y esta noche lo soy… - Laura se sintió avergonzada al darse cuenta de lo que le había confesado a aquel desconocido, que se mostraba desnuda ante su hijo. Tenía que hacer algo para que él olvidara aquel comentario. – Y ahora mamá hará que su niñito vuelva a crecer…

Laura subió a la cama, a gatas se colocó junto a Juan, cogió su polla con una mano. Él la admiraba, veía como se movía lánguidamente, como agarró su polla que empezó a crecer al mínimo contacto de su mano. Se echó el pelo a un lado para que él pudiera contemplar cómo su boca iba a jugar con su polla. Tiró hacia debajo de la piel y aquel grueso glande asomó. Su lengua salió de su dulce boca y rozó levemente la tersa piel del glande. Laura pudo sentir como aquella polla palpitó y se hinchó un poco más entre sus dedos, dejó caer un poco de saliva desde su lengua hasta la polla y podía ver como aquel joven que fingía ser su hijo disfrutaba del espectáculo que le estaba dando.

Juan alargó la mano y acarició el redondo culo de su madre. Ella se giró un poco para ofrecérselo. Abrió sus piernas y colocó su caliente coño encima de su cara. Podía ver los brillantes labios de aquel maduro coño, aun tenía restos del semen que antes había eyaculado sobre ella. La calidez de la boca de Laura envolvió su polla, su madre le estaba mamando, dándole succiones suaves, moviendo su lengua sobre el glande cuando estaba dentro de su boca.

Ella estaba muy caliente, imaginaba que aquel chico era su hijo y que estaban solos en casa. “Esto sería lo que haría con él” se decía mientras tragaba una y otra vez aquella polla. Sus labios vaginales se abrieron, los dedos de su amante los separaron y al momento sintió acariciaban su clítoris. Gimoteó mientras él la masturbaba y follaba su boca; su vagina volvió a lanzar flujos.

Juan podía ver perfectamente el abultado clítoris de su madre, al final de su raja, medio escondido entre los pliegues de los labios vaginales. Con dos dedos apartó la piel que lo rodeaba y un grueso clítoris emergió. Nunca había visto nada tan grande en una mujer, no pudo contener la excitación que le produjo y su boca se abalanzó sobre el clítoris para mamarlo.

Laura gimió por el placer, un gemido apagado pues su boca estaba completamente llena con la polla que mamaba. Durante varios minutos, ambos se dedicaron a mamar al otro.

-          ¡Necesito tenerla dentro! – Dijo Laura soltando la polla y apartándose de Juan. - ¡Vamos niño, métesela a mamá!

Laura se colocó boca arriba en la cama, con sus piernas abiertas y los brazos dirigido a su amante, atrayéndolo para que la penetrara. Juan se colocó sobre ella y se acomodó entre sus piernas, podía sentir que su polla se apoyaba contra el coño de su madre. La besó apasionadamente ante de penetrarla.

-          ¡Te amo mamá! – Le dijo al oído y volvió a besarla con pasión. Movió sus caderas y su polla se clavó suavemente.

-          ¡Uf, sí, así mi niño! – Ella gemía mientras el glande iba dilatando las paredes de su vagina. - ¡Sí, folla a tu madre esta noche!

-          ¡Te follaré todas las noches que lo necesites! – Sus movimientos iban tomando cada vez más fuerza. - ¡Te he deseado tanto!

-          ¡Y yo a ti! – Aquella fantasía la volvía loca, se imaginaba en su cama, con su hijo amándola. - ¡Todas las noches te esperaré en mi cama para hacer el amor! – Juan empujó con fuerza y su polla se clavó por completo en su madre. - ¡Ouf, sí, así, fóllame con fuerza! ¡Haz que mamá se corra otra vez!

A Juan le dolía la garganta de forzar la voz. Dejó de hablar y se dedicó a follar a su madre. De su boca sólo salían gruñidos y gemidos de placer. Ella lo rodeó con sus piernas, empujándolo todo lo posible contra ella. Su coño se inundaba de flujos y se escurrían por la raja de su culo cuando su vagina rebosaba. Podía sentir el grueso glande que recorría toda su vagina. Sus gemidos llenaban toda la habitación y no tardó mucho en tener otro tremendo orgasmo. Su cuerpo se agitaba descontrolado mientras Juan seguía penetrándola con fuerza. Entre jadeos, sintió que el orgasmo había llegado a su fin. Juan la penetraba aun, suavemente mientras besaba su cuello y le daba besos.

-          ¡Córrete ya! – Laura quería sentir de nuevo su semen. - ¿Por qué no te quitas ese trapajo de la cara? ¡Estará mejor!

-          ¡No! – Gritó él cuando la mano de su madre agarró la tela y empezó a tirar. - ¡No puede ser!

-          ¿Por qué?

-          Si me vieras la cara no podrías imaginar que soy tu hijo y perderías la magia… - Ella lo miró y parecía no estar muy convencida, pero el movimiento de su dura polla en el interior de su vagina la hizo olvidarse de aquello. - ¡Mami!

-          ¿Qué hijo?

-          ¡Siempre me ha gustado tu culo! ¡Ponte a cuatro patas para que te penetre desde atrás!

Laura sintió que su vagina se quedaba vacía cuando su amante salió de ella. Lo miró contemplando a aquel joven que esperaba de rodillas a que ella se colocara. Su endurecida polla apuntaba hacia ella, con aquel glande redondo y grueso… A su mente vino la imagen de su hijo, mientras orinaba aquella mañana que ella se bañaba. Una idea rara pasó por su cabeza. “Es igual”.

-          ¡Quiero tu redondo culo mamá! – Aquellas palabras la sacaron de sus pensamientos.

-          ¡Ya voy, deseo tenerte otra vez dentro!

Laura se giró y acercó su culo hasta el muchacho. Juan contemplaba a su madre que a cuatro patas se colocaba para ofrecerle su culo. Aquellas piernas con esas medias negras que tanto lo excitaban, aquel culo grande y redondo que se agitaba con cada movimiento de sus caderas…

Laura abrió un poco las piernas y pegó el pecho al colchón. Su culo en pompa estaba preparado para recibir las embestidas de aquel fogoso joven que le daba todo el sexo que ella necesitaba. Sintió sus manos posarse en los cachetes de su culo, lo agitó y sentía como sus carnes se movían.

Juan disfrutaba de la hermosa y sensual vista de su madre. Separó sus nalgas y allí abajo tenía su deseado coño y su redondo ano. Se acercó y con una mano colocó su polla en el maternal coño. Empujó un poco y vio cómo los labios de su madre se abrían para dejar entrar su polla. Agarró con fuerza las caderas de su madre y poco a poco, sin prisas, metió su polla hasta perderse por completo entre los labios vaginales.

Laura no pudo evitar lanzar un leve gemido al sentirse de nuevo completamente llena por la polla de su amante. Se imaginaba que su coño estaría dilatado por la presión de la gruesa polla, deseó verla mientras entraba.

-          Siento tu polla muy dentro de mí… - Gimoteaba mientras él la penetraba. - ¡Ojalá pudiera verla! – Alargó una mano y la rodeó con dos dedos mientras entraba y salía, imaginándola.

-          Si me das tu móvil, grabo cómo entra mi polla en tu coño. – Le dijo Juan.

-          ¡Voy por él! – Laura esperó a que sacara su polla y se levantó para ir a buscar su teléfono.

Salió al salón dónde había dejado su bolso, se había olvidado de que no estaban solos en aquella casa y allí, en uno de los sofás, encontró al joven que estaba con María y Lorena. Se detuvo a mirarlos por un momento. Las dos mujeres estaban sobre el sofá, a cuatro patas, con sus culos bien en pompa. Él penetraba a María que no dejaba de gemir, mientras acariciaba el coño de la otra mujer. Era excitante verlos y Laura echó de menos la polla de su amante en el momento que vio cómo el joven sacaba la polla de María y se colocaba detrás de Lorena para clavarla con fuerza. Ahora era la otra mujer la que empezaba a gemir locamente. Laura cogió su móvil y corrió a la habitación dónde su amante la esperaba.

-          ¡Toma, ya está preparada para que hagas un pequeño vídeo! – Juan cogió el teléfono y esperó a que su madre se colocara. El culo de Laura volvía a esperar la gran polla de su amante. - ¡Qué no salga mi cara, por favor!

-          No te preocupes, sólo sacaré lo que te interesa…

Juan apuntó su polla hacia el coño de su madre y empezó a penetrarla despacio, grabando toda la acción, haciendo que se viera bien cómo entraba su polla. Cuando la tuvo completamente dentro, la penetró varias veces con velocidad. Cortó la grabación y le dio el teléfono a su madre. Agarró de nuevo las caderas y continuó follándola.

Laura sentía las penetraciones mientras buscó en el teléfono lo que había grabado su amante. Una extraña excitación la invadió al ver su propio coño penetrado. Había visto películas porno, se había excitado con ellas, pero la excitación de saber que aquel coño era el suyo, eso nunca lo había experimentado. Empezó a sentir un nuevo orgasmo mientras veía una y otra vez el vídeo, mientras en su culo sentía las embestidas de su amante, que por momentos aumentaba de velocidad y fuerza.

-          ¡Vamos hijo, haz que me corra otra vez! – Azuzó a su amante que respondió a su petición.

Juan agarró con fuerza a su madre y comenzó un frenético vaivén con sus caderas para hacer que se corriera. El placer de ver el cuerpo desnudo de su madre, de follarla, de escucharla gemir y gritar de placer, lo excitó y sentía que se iba a correr.

-          ¡Me corro mamá, me voy a correr! – Gemía y hablaba con el poco aliento que le dejaba el esfuerzo de follar a tan imponente hembra.

-          ¡Sí, sí hijo, yo también me corro! – Laura gemía sin apartar sus ojos de la imagen de aquella polla que entraba en su coño. - ¡Sí, cariño, llena el coño de mamá con tu semen!

Juan empujó su cuerpo contra el de su madre. Los dos cayeron sobre la cama, Juan encima con su polla bien hundida en el coño de su madre. Los gemidos de ambos resonaban en la amplia habitación. Él podía sentir como su semen recorría toda su polla y era lanzado contra su madre. Laura recibía las descargas de aquel joven, llenándola por completo del blanquecino líquido que tanto placer le daba. Ninguno se podía mover. Juan estaba en éxtasis y empujaba su cuerpo contra ella para clavarla por completo. Laura tenía a su amante encima y cada chorro de semen le producía placer, debilitándola. Los dos quedaron quietos y unidos por sus sexos. En la habitación lo único que se escuchaba eran sus jadeos mientras recuperaban fuerzas y la incesante frase que Juan decía en el vídeo que no paraba de reproducirse: “¡Mira como se abre tu coño cuando entra mi polla!”.

Estaban agotados y aun quedaba mucha noche para hacer el amor. Juan se echó a un lado y Laura lo abrazó acariciando su pecho. No hablaban, solo se acariciaban con suavidad, con amor. Laura tuvo un leve sentimiento de amor hacia él. Se excitaba pensando en su hijo, pero aquel chico le había dado sexo, pero podía sentir que había algo más. Extrañamente se sintió atraída sentimentalmente por él.

-          Cariño. – Le dijo a su joven amante. – ¿Te ha gustado?

-          ¡Claro mamá!

-          No, me refiero a si has disfrutado haciéndome el amor…- Se apoyó en un codo para mirarlo a la cara. – De verdad, siendo tú, no fingiendo ser mi hijo.

Juan quedó pensativo. Quería decirle que había disfrutado follando a la mujer que más amaba, a su madre, que la excitación por su cuerpo y la devoción por ella no la había sentido nunca por otra, que la amaría por siempre… Pero no podía, había venido allí como un chico de compañía, para satisfacer a unas maduras mujeres que necesitaban sexo. Qué le hubiera tocado follar a su madre no era más que una mala jugada del destino, un placer inmenso, pero nada más que una coincidencia.

-          Verás Laura… - Hizo una pausa y se separó de ella como si la rechazara. – He venido para darle placer a unas mujeres que no conocía. He tenido suerte de hacerlo contigo pues ha sido muy excitante ponerme en el papel de tu hijo. – La acarició dulcemente. – Pero todo esto ha sido sólo una fantasía.

-          ¡Oh, ya, entiendo! – Aquellas palabras fueron como un jarro de agua fría que sacó a Laura de su ensoñación. Se separó de él.

-          Eres una mujer preciosa y sensual, muy sensual… - Tomó una de sus manos y la besó de forma respetuosa. - ¡Tal vez lo que necesites es hacer realidad tu fantasía!

Laura se apartó del joven y empezó a recoger su ropa. Poco a poco se fue vistiendo, sin hablar, sólo pensaba en lo liada que estaba. Había venido para satisfacer sus deseos sexuales y poder olvidar la obsesión que tenía por su hijo. Tal vez lo que había sentido por aquel “amante de pago” no era más que los verdaderos sentimientos que tenía por su hijo. Pero imposible, era inmoral, una perversión… Cómo iba una madre a pedirle que su hijo sobrepasara los límites del amor de un hijo para convertirlo en el amor de un hombre. Cómo tener sexo con su hijo. Cómo poder olvidarlo.

-          ¿Te has enfadado? – Le preguntó Juan. - ¿Te marchas?

-          ¡No, no me pasa nada! – Laura no quería mirar a su amante. Sintió que aún habiendo disfrutado del sexo con aquel chico, había perdido el tiempo sin resolver nada. – Estefanía te pagará, yo he de irme.

Juan quedó en la cama atónito. Aquella mujer que tanto amaba, parecía haberse hundido mentalmente. Se preocupó por su madre mientras la veía salir por la puerta sin decirle nada.

Laura atravesó el salón mientras llamaba a un taxi desde su teléfono móvil. Allí estaban los otros tres, el chico sentado en el sofá, exhausto, mientras Lorena seguía mamando la flácida polla y María lo besaba desbocada de pasión y gimiendo por las caricias que él le daba en su coño. Diez minutos más tarde llegaba el taxi y Laura volvía a su casa.