Amistades peligrosas 4.

Madre e hijo disfrutan del amor y se excitan con el sexo de sus amigos.

El pilar del amor.

Laura despertó aquella mañana abrazada a su hijo. Por la noche, tras su primer momento de sexo, habían vuelto a su habitación, desnudos y sudorosos. Lo recordaba perfectamente y sentía un gusto especial por ello. Antes de acostarse, los dos entraron en la ducha. Aquel fue el baño más relajante que nunca había tomado. Junto a su hijo, entre besos y caricias, podía sentir el alivio que les daba el agua que caía sobre ellos. No hubo sexo completo, nada de eso, sólo amor y caricias, no pronunciaron ninguna palabra. Allí estaba ella, abrazada a su hijo, amándolo incondicionalmente, su hijo, su hombre, su amante. Podía sentir en su cuerpo desnudo el calor del cuerpo de su hijo. Ya no había traumas por aquella situación, cualquiera le hubiera recriminado que una madre llegara al punto donde ella había llegado. Gracias a su amiga Estefanía lo había podido conseguir, con sus mentiras y sus ánimos.

-    ¿Ya estás despierta, mamá? – Juan le habló y la sacó de sus pensamientos.

-    ¡Sí cariño! – Laura besó su cuello y se acurrucó contra su cuerpo para sentirlo lo más cerca posible.

-    Mami, hoy estoy erecto y no es precisamente una erección mañanera…

-    ¡Ah, no! – Laura se levantó rápidamente y se sentó sobre su hijo. - ¡¿Por qué está mi niño tan “grande”?! – Podía sentir bajo su coño la endurecida polla. Su vagina se activó y comenzó a lanzar flujos.

-    Creo que anoche disfrutó mucho jugando en tu “cuevita”… ¿Crees que querrá entrar de nuevo?

-    ¡¿Y mi niño cree qué podrá entrar cada vez que le de la gana?! – Laura acercó su boca al oído de su hijo y le susurró. - ¡Antes has de decir las palabras mágicas!

-    ¡Uuuuhm! – Juan pensó sin saber que decir. - ¡Ábrete cuevita!

-    ¡Idiota! – Laura le dio una bofetada a su hijo que no tuvo mucha fuerza, pero si fue muy seria. - ¡Yo no soy ninguna cosa dónde meterla!

-    ¡Perdona mami! ¡Te quiero! – Besó suavemente sus labios implorando perdón.

-    Ese “te quiero” se acerca, pero no son las palabras mágicas… - Le devolvió el beso y agitó sus caderas para frotar sus sexos.

-    ¡Te amo mamá!

Esas palabras hicieron que Laura se derritiera. Había soñado muchos días con escucharlas y esa mañana su hijo se lo dijo. Agitó sus caderas y el glande de la polla de su hijo entró sin ningún esfuerzo en su vagina, no la penetró por completo, los dos se besaban sintiendo sus sexos unidos.

-    Hijo, para que esto pueda funcionar, te pido que siempre, siempre, seas sincero conmigo, que nunca me mientas sobre los sentimientos que tengas hacia mí.

-    Mamá, sólo te he engañado para poder tenerte… La primera vez que te hice el amor, me cegó el deseo de tenerte. Hubiera sido imposible amarte si te digo que era tu hijo.

-    ¡Lo sé cariño! – Laura lo besó dulcemente y comenzaba a moverse para ser penetrada por completo. – Pero desde hoy somos amantes y nadie puede enterarse de esto. Tendremos que vivir dos vidas, una en público y otra en privado…

-    ¡Nos aislaremos del mundo si hace falta! – Juan acarició el redondo culo de su madre mientras se hundía dentro de su vagina.

-    ¡No hijo, no! – Laura cerró los ojos al sentir que estaba completamente llena por su hijo, tanto en cuerpo como en alma. – El día que ya no me quieras, me lo dirás.

-    ¡Nunca dejaré de amarte! – Juan agarró las caderas de su madre y la penetraba con fuerza para sentir que la llenaba por completo.

-    ¡Ouf, hijo! – Laura comenzaba a dar débiles gemidos mientras hablaba. - ¡Un día seré demasiado vieja y encontraras a otra chica!

-    Tal vez mamá, tal vez un día ya no quieras hacer el amor conmigo… - Mordió su cuello y ella se tensó. – Tal vez encuentre a otra mujer con la que hacer el amor y tener hijos… - Volvió a morderla y clavó su polla con fuerza en su coño. - ¡Pero nunca dejaré de amarte!

Laura sintió un placer especial al escuchar aquellas palabras que pronunció su hijo. “¡Pero nunca dejaré de amarte!” Resonaron en su cabeza mientras su pezón erecto era saboreado por la joven boca de su hijo. Se agitaba bajo ella y aquella endiablada polla la penetraba por completo. Nunca había sentido tanto placer haciendo el amor. Se sentía el centro de toda aquella locura, ella era la importante, mientras su orgasmo no llegaba, su hijo no paraba de penetrarla, de acariciarla, de besarla, de decirle cosas al oído que la excitaban a tal punto que llegaba casi a perder la consciencia por el placer. Y otra vez estaba pasando, más rápido que la noche anterior. Mientras su hijo entraba y salía de ella, golpeándola en el culo con sus testículos, mientras aquella boca mamaba sus pechos y sus manos la acariciaban con firmeza y amor, un gran orgasmo la invadió.

Juan veía como su madre estaba teniendo un orgasmo. Había follado muchas veces con otras chicas, pero nunca había descubierto el placer que le producía ver como su amante tenía un orgasmo. Ver a su madre con los ojos en blanco, con aquella preciosa boca abierta intentando gritar, con sus uñas clavadas en su piel… Comenzó a lanzar semen dentro de su madre que se agitaba y convulsionaba descontroladamente por el placer.

Los dos quedaron abrazados, inmóviles y jadeantes. Los orgasmos que sentían, les hacían perder las fuerzas por completo. Laura podía sentir aún en su vagina la gruesa polla de su hijo que se agitaba con los últimos latigazos de placer. Juan acariciaba el cuerpo de su madre comprobando que aquello no era un sueño, era muy real.

-    ¡Mami, nunca te engañaré! – Juan besó a su madre.

El oscuro objeto del deseo.

Cuando las dos parejas de madres e hijos se encontraron, ya era cerca de las doce. Estefanía y su hijo estaban en la piscina, él bañándose, ella bronceando su torneado cuerpo.

-    ¡Vaya, por fin aparecen! – Estefanía aplaudía. - ¡Ya por fin habéis conseguido lo que queríais!

Laura y Juan se acercaban a sus anfitriones, un poco indecisos, sin saber si ir agarrados de la mano, besarse delante de ellos o qué hacer en aquella nueva situación. Laura se sentó junto a su amiga, Juan fue a bañarse con su amigo.

-    Se te ve radiante… - Dijo Estefanía sonriendo. - ¡No hay nada como echar un polvo recién levantado!

-    ¿Quién te ha dicho que lo hemos hecho ahora?

-    ¡Esa sonrisa y ese brillo en los ojos no puede ser de otra cosa!

-    ¡A ti no te puedo engañar! – Estefanía tenía esa extraña habilidad. – Pero tengo algo de miedo…

-    ¿Qué temes, cariño?

-    ¿Cómo viviremos a partir de ahora? ¿Y si él se cansa de mí? ¿Qué pasará cuando sea más vieja?

-    ¡No te preocupes! – Estefanía agarró la mano de su amiga y le mostró su cariño. - ¡Sólo vive los días que tenéis por delante! Si se acaba, habrás disfrutado todo ese tiempo de su amor… - Laura quedó pensativa.

-    Ustedes ¿qué hicisteis?

-    ¡Oh, Laura! – Estefanía rió con una carcajada y se tumbó en la tumbona. - ¡Lo nuestro no se puede comparar a lo de ustedes! – Laura la miró extrañada.

-    Señora, ya he acabado con el jardín. – Laura se giró al escuchar tras ella la voz de un hombre.

Laura se asustó al ver a un impresionante hombre de color, era alto y de piel muy oscura. Él se acercó a Estefanía y le comentó todo el trabajo que había realizado durante esa mañana. Ella lo escuchaba y le sonreía.

-    Laura, te presento a Dembo. – Aquel hombre se inclinó sobre Laura y agarró su mano para saludarla.

-    ¡Es un placer! – Sus blancos dientes le mostraron una amable sonrisa. - ¡Siempre a su servicio!

-    ¡Vamos Dembo! – Dijo Jorge desde el agua. - ¡Ponte el bañador y vente a la piscina!

-    Dembo no… - Estefanía añadió mientras los oscuros ojos del hombre no se apartaban de los de Laura. – Esta invitada no es del tipo que crees… - Estefanía se levantó. – Ve a ducharte y ahora te pago el trabajo.

-    ¡Oh, perdón señora! – Dijo aquel hombre tan grande y se marchó al interior de la casa.

-    ¡Después te cuento! – Dijo Estefanía a su amiga mientras las dos lo veían entrar en la casa. - ¡Voy a pagarle!

Laura descansó allí en la tumbona esperando a su amiga. Veía a los dos chicos que hablaban en el agua. “¡Seguro que hablan de lo qué pasó anoche!” Pensó ella y su mente recordó aquella maravillosa forma de amar que le había hecho descubrir su hijo, su propio hijo.

-    ¡Ya estoy aquí! – Dijo Estefanía y sacó a Laura de sus incestuosos pensamientos. – He tardado pues me ha llamado una amiga para visitarme esta noche, vendrán a cenar.

-    ¡Oh, bien! – Dijo Laura pensando que si la cosa se ponía aburrida, podría irse con su hijo a la habitación…

El resto del día lo pasaron más o menos normal, si es que se puede decir eso de normal. Laura quería estar todo el día a solas con su hijo para mostrarle el amor que le tenía. Nunca se iba de su mente la preocupación de que llegara un día en que él ya no quisiera estar más con ella, pero cómo le había dicho Estefanía, viviría el día a día hasta que todo se acabara, ya vería lo que hacer cuando llegara el momento.

Sobre las diez de la noche, las dos parejas esperaban a las visitas. Diez minutos más tarde llegaron los invitados, eran tres mujeres. Se hicieron las presentaciones y todos pasaron al porche trasero para tomar algo mientras esperaban la comida. De las tres mujeres, dos eran familia. En concreto Raquel y su hija Cristina. La otra era Marta. Entre todos hablaban e iban conociendo a Laura y Juan, los más nuevos de entre todos, ya que todos los veranos desde hacía casi diez años, hacían cenas como ese día. Bueno, Cristina también era nueva. Aún siendo la hija de Raquel, era la primera vez que iba a casa de Estefanía a cenar. Ya tenía los veintidós años y era una mujer preciosa.

No habían pasado más de media hora cuando llegaron los camareros y prepararon la mesa del salón. Eran dos chicos jóvenes, de unos veinti pocos años que se harían cargo de servir la cena a todos los invitados. Por último, cuando casi todo estaba listo para comer, llegó Dembo. Laura quedó extrañada de que su amiga invitara al jardinero para cenar, pero ya conocía un poco la vida de su jefa y pocas cosas parecían normales en aquella vida.

Los camareros sirvieron la comida y tras tomar el café, todos pasaron al porche trasero. Allí, uno de los camareros preparó bebidas para todo el que lo quiso. El otro se reunió con su compañero una vez guardado todo el menaje usado en la cena.

-    Bueno. – Dijo Estefanía. - ¿Alguien quiere un dulce?

-    ¡Sí! – Dijo Raquel sentándose en el filo de su silla. - ¡Me gustaría uno de chocolate!

-    ¡Aquí está! – Dijo Dembo levantándose de su silla y sacando su polla del pantalón mientras caminaba hacia la mujer. - ¡Toda para ti!

Laura y Juan estaban juntos sentados. Durante toda la cena, se habían comportado como una madre y un hijo normales. Se miraron y comprendieron que aquello empezaba a tomar un cariz que tornaría, tarde o temprano, en orgía. Laura se acercó a su hijo y le habló al oído. Los dos se levantaron y caminaron hacia el interior de la casa.

-    ¡Qué os aproveche la noche! – Dijo Estefanía para despedirse de aquella pareja que se amaban y querían intimidad.

Todos los que allí quedaron en el porche, sabían de qué iba aquello. No era la primera vez que lo hacían, ni la última. La única que nunca había estado allí era Cristina, pero aquella noche su madre la llevó para que cumpliera sus deseos más ocultos. Estefanía se levantó y se sentó junto a la joven.

-    ¡¿Has visto algo que te guste?! – Le preguntó Estefanía señalando a la madre de Cristina que se tragaba todo lo que podía la negra polla de Dembo, mientras Marta lamía los huevos. - ¿Quieres alguno de los camareros? ¿O tal vez prefieras empezar por mi hijo?

Uno de los camareros agarró a Marta por el pelo y tiró de ella. La hizo caminar de rodillas y separarse de los otros unos metros. Los dos compañeros de profesión se sacaron sus pollas y se colocaron a ambos lados de la madura mujer que no tardó en abrir la boca para acoger a tan duros miembros. Mamaba y ellos le cambiaban la polla que tenía que chupar.

-    La verdad… - Cristina no se atrevía a hablar. – La verdad es que a mí… - Tragó saliva. – A mí me gustas tú… - Estefanía la miró con una sonrisa perversa y la besó en la boca. La joven sintió que su coño se mojaba completamente.

-    ¡Para tener más, antes me has de dar algo! – Estefanía agarró el pelo de la chica y la apartó de ella. La joven la miró preguntando qué quería. – Si le comes el coño a tu propia madre, te daré el mío y todo mi cuerpo para que disfrutes. – Cristina miró a su madre que no paraba de mamar a aquel negro de enorme polla.

Aquella joven sabía lo que le gustaba, las mujeres, pero nunca tuvo el deseo de tener sexo con su propia madre. Dudaba mientras veía como en aquella casa todos tenían sexo, su madre con aquel hombre de color, su amiga Marta con los dos camareros. El hijo de Estefanía era el único que parecía disfrutar sin hacer nada, viendo como su propia madre le comía la boca a ella. Entonces él se levantó y caminó hacia ellas, bajó la cremallera del pantalón y sacó su polla. Sin decir nada se la ofreció a Estefanía y ésta, sin ningún pudor, se la tragó entera para hacerle una buena mamada. A cuatro patas caminó hasta su madre que estaba ciega mientras la polla oscura le llegaba hasta la garganta. Dembo follaba bruscamente su boca y le provocaba arcadas. Cristina separó las piernas de su madre y besó su coño por encima de las bragas.

Raquel sintió cómo sus piernas eran obligadas a abrirse y se dejó. Una boca comenzó a besar su coño que rápidamente se mojó con sus flujos. La polla de Dembo le llegaba al fondo de su garganta. Disfrutaría que le comieran el coño mientras ella se tragaba aquella polla. Le apartaron las bragas a un lado y una lengua se metió en su coño para darle placer. La lujuria se apoderó de ella. Puso la mano en la cabeza del que le comía su mojado coño y lo miró abandonando por un momento la deliciosa polla que llenaba su boca.

-    ¡Hija! – Gritó al ver a su propia hija lamiendo su coño. - ¡Qué haces!

Una mano se aferró a la melena de Cristina y la apartó de su madre. La obligó a caminar cual perra hacia otro lado.

-    ¡Lo has hecho bien! – Le dijo Estefanía a la joven. – Ya puedes comerte mi coño.

Acabó de hablar y se tragó por completo la polla de su hijo, Jorge, que miraba cómo la joven, de rodillas, empezaba a lamer desesperadamente el coño de su madre. Observó a la tetona de Marta. La habían colocado de pie, y doblada por la cintura, se tragaba la polla de uno de los camareros mientras el otro le había bajado las bragas hasta las rodillas y exploraba sus entradas con la lengua. Mientras su polla era engullida, podía escuchar los gemidos y quejidos de todos los que allí estaban.

Estefanía hizo una señal con las manos para que Dembo y Raquel se acercaran a ellos. Raquel se arrodilló como su amiga le había indicado, junto a ella para ayudarla con la polla de Jorge. El hombre de color se colocó tras Cristina. La joven sintió como le subían la falda, dejando su duro culo al aire. Intentó mirar atrás, pero la mano de Estefanía se lo impidió y la obligó a seguir lamiendo su coño. Sus juveniles bragas se deslizaron por sus muslos hasta quedar en sus rodillas. Dos grandes y fuertes manos separaron sus glúteos y una lengua empezó a acariciar su ano. Ya estaba mojada cuando su querida Estefanía le había dado su coño para comer, pero un torrente de flujos desbordó su vagina al sentir como aquella lengua le acariciaba el ano e intentaba penetrarlo.

Marta siempre había follado con un hombre, tanto en su matrimonio, como todas las veces que engañó a su marido. Pero aquella noche estaba probando algo diferente, dos hombres a la vez. Tenía una polla en la boca mientras el otro le comía todo su coño y su ano. Iba a correrse sólo con aquello. Entonces sintió el abandono del joven que la lamía y no tardó mucho en sentir que su vagina era asaltada por la vigorosa y dura polla. Su coño y su boca estaban repletos de joven carne. Cada embestida del joven que la follaba por detrás, hacía que la polla del joven que tenía delante le entrara hasta la garganta.

Jorge agarró el pelo de Raquel y la obligó a dejar su polla. Estefanía protestó un poco cuando la polla de su hijo se separó de ella, pero el placer que le daba la joven en su coño fue suficiente para que continuara azuzándola, para que no dejara de lamerla. Raquel fue colocada a cuatro patas al lado de su hija, de forma que su cara quedara pegada al culo. Allí estaba el negro Dembo dando lamidas y metiendo sus dedos por cada rincón de su hija. Él se puso de rodillas tras la joven y colocó su gran polla encima de la raja que separaba los cachetes del culo.

El glande sobresalía y Raquel no pudo soportarlo. Su boca se acercó y se tragó la cabeza de aquella polla. Jorge le metía los dedos en el coño mientras la veía tragar al jardinero. Cristina hacía que Estefanía gimiera mientras lamía su clítoris.

-    ¡Ven hijo, siéntate aquí!

Estefanía le indicó a Jorge que se sentara en la silla que ella ocupaba. Le apartó el coño a la joven amante y le cedió el sitio a su hijo. Delante de la cara de Cristina estaba la endurecida polla de Jorge. Entonces, ante la mirada atenta de Cristina, aquella polla fue engullida por el maduro coño de Estefanía, poco a poco se perdió dentro de ella. Podía ver la raja dilatada de su deseada madura, no pudo evitarlo, se acercó y lamió el sexo de ambos, a veces el grueso tronco de la polla de Jorge, otras el erecto clítoris de Estefanía.

Marta fue obligada a sentarse sobre uno de los camareros que se había tumbado en el suelo, con su polla desafiante y apuntando al cielo. Le entró de una vez. Aquel joven la agarró por las caderas y cuando sintió su caliente vagina, tiró de ella con fuerza hasta penetrarla por completo. El grito de placer de Marta fue apagado en el momento que el otro joven le llenó la boca con su polla. Era el juguete de aquellos jóvenes, haciendo con su cuerpo todo tipo de perversiones.

Laura y Juan estaban en la habitación de ella. Tumbados en la amplia cama, abrazados se daban caricias y cariño. Hasta allí llegaban algunos de los gemidos de las mujeres y hombres que a pocos metros tenían una orgía. No lo reconocían abiertamente, pero los dos estaban algo excitados por aquello y en sus caricias había algo de nerviosismo.

-    Mamá, creo que tu jefa es un poco putón…

-    No hijo, un poco no, creo que es más puta de lo que yo me imaginaba.

-    Se ha traído amigas y jóvenes para hacer una orgía… ¿Crees que quería que nos uniéramos a ellos?

-    Seguro que sí, pero nos ha dejado elegir a nosotros…

-    ¿Serías capaz de follar con otro? – La miró a los ojos suplicando un no por respuesta.

-    No querido. – Laura acarició con cariño su cara. – Tú eres mi hombre y sólo tú tendrás mi cuerpo. – Se besaron con pasión. - ¿Y tú? ¿Te follarías a esa jovencita que tiene tan buen culo?

-    Sí… - Contestó con una sonrisa burlona. – Pero sólo si eso te hiciera feliz. – Se echó encima de ella para besarla.

-    ¡Eres un asqueroso! – Le dijo antes de que sus labios se unieran en un profundo beso.

-    Lo que sí que me ocurre – Dijo él abrazado a su madre. – es que me pone muy caliente los sonidos que vienen de allí…

-    A mí también, hijo…

Se miraron a los ojos y los dos sabían qué querían. Se levantaron y caminaron hacia el lugar de donde provenían los sonidos del sexo que practicaban en grupo. Entraron en la habitación más próxima al porche, cuya ventana daba directamente al lugar. Laura se acercó y vio la escena que allí ocurría. Juan se colocó tras ella para mirar, abrazándola con cariño.

-    ¡Joder, cómo me gusta tener dos pollas! – Marta tragaba la polla de uno mientras el otro se la clavaba por completo en el coño.

Marta se dejaba hacer por los dos jóvenes que tenía para ella. El que estaba de pie, la levantó y la hizo girarse sobre el cuerpo del otro, de forma que la polla quedara en la boca de Marta. No lo pensó ni un minuto, rápidamente se la tragó sintiendo en su boca el sabor de sus propios flujos que envolvían aquella polla. La lengua del que tenía bajo ella, comenzó a lamer su clítoris. Un gran placer recorrió su cuerpo, y se volvió loca cuando sintió que mientras uno le lamía el coño, el otro empezó a penetrarla. Nunca había sentido aquella sensación.

A pocos metros, Estefanía seguía cabalgando sobre su hijo, dándole la espalda, mientras la joven a cuatro patas no paraba de lamer los sexos de ambos. En el culo de la joven, Dembo jugaba con su polla bajo la atenta mirada de Raquel, la madre. El negro golpeaba con aquel mazo de color contra los cachetes blancos de la joven. Raquel se relamía viendo tan hermosa y turgente polla que se agitaba delante de sus ojos.

-    ¡Mama! – Le ordenó Dembo a Raquel que obedeció diligente. - ¡Trágatela entera!

Raquel lo intentó, pero no pudo tragarla por completo. Él le retiró tan apetitoso manjar y volvió jugar con el culo de su hija. Ahora pasaba la polla desde abajo por toda la raja del joven culo, con su glande rozaba los labios vaginales y provocaban en la muchacha una sensación de placer que le humedecía su vagina. Dembo miró a la sumisa Raquel y ésta comprendió rápidamente lo que quería. Las manos de Raquel se aferraron a las nalgas de su hija y las separaron. El gran falo negro se disponía a romper el virginal culo de la chica. Cristina miró atrás al sentir la presión en su esfínter.

-    ¡No, no! – Gruñó sin mucha fuerza la suave voz de Cristina.

-    ¡No, Dembo, para! – Estefanía habló con una voz autoritaria y se levantó de su hijo. - ¡Ella es mía!

Dembo se apartó de Cristina y tomó a su madre de un brazo y la levantó para apartarse de ellas, se sentó en una de las sillas, con las piernas bien abiertas, lanzó un “¡Chupa!” a Raquel que de inmediato se lió a mamar aquel ariete negro.

-    ¡Joder Juan, puedo sentir en mi culo que estás muy contento! – Le susurró Laura a su hijo.

-    ¡Sí mamá! – La agarró por la cintura y se frotó contra ella para que notara la inmensa erección que tenía. - ¡¿Tú también estás caliente?!

-    ¡Mete tu mano y compruébalo! – Laura abrió un poco las piernas para que su hijo pudiera tocar su coño.

-    ¡Mamá, eso no es bueno, te estás vaciando por momentos! – Sus manos empezaron a acariciar los pechos de su madre. - ¡Te taponaré con mi instrumental!

-    ¡Sí, cariño, hazlo hijo! – Laura y Juan se separaron lo suficiente para que ella levantara su falda por detrás, Juan bajó sus bragas hasta las rodillas de su madre y aproximó su polla para penetrarla. - ¡Sí, lléname con tu carne!

Los dos miraban la orgía que había al otro lado de la ventana. Laura sintió el grueso glande de su hijo que se aproximaba a la entrada de su vagina. No hubo resistencia, tan mojada estaba que sus labios vaginales cedieron a la mínima presión de la polla de Juan. Un leve gemido brotó de la boca de ella al sentir como su vagina se dilataba cuando la polla de su hijo la penetró poco a poco.

Estefanía cogió de la mesa un consolado de cinturón, se lo colocó y se acercó a Cristina. De pie, las dos mujeres se besaban y acariciaban. Cristina llevaba mucho tiempo deseando a Estefanía, nunca lo había reconocido en público, era lesbiana y estaba enamorada del hermoso y sensual cuerpo de aquella madura mujer. Jorge las miraba y su mano no paraba de sobar su polla. Se levantó y agarró a Cristina por los hombros, la hizo sentarse en la silla que ocupaba él y le abrió las piernas de par en par.

-    ¡Vamos mamá! – Le ordenó. - ¡Cómele todo el coño hasta que se corra!

Estefanía se arrodilló delante de su joven amante y su lengua empezó a lamerle toda la raja de aquel delicado coño. En su culo sintió los dedos de su hijo que empezaba a abrirse paso. Al momento, la polla entraba por completo mientras en su boca saboreaba los dulces flujos que aquella joven le regalaba.

-    ¡Venga, guarras! – Decía uno de los camareros. - ¡Comerse esa polla negra!

Marta y  Raquel estaban de rodillas delante de Dembo. Las dos se afanaban en lamer y tragar lo que podían de la enorme polla que portaba aquel hombre. Los camareros se colocaron detrás de ellas y las empezaron a follar con fuerza. Ambas maduras gemían y mamaban a la vez. Dembo les apartó la polla y pidió a los jóvenes que se tumbaran en el suelo. Las dos mujeres sabían qué tenían que hacer. Cada una cabalgó a un joven. Se agitaban y gemían mientras las endurecidas pollas las penetraban por completo. Dembo las miraba desde atrás, veía como sus labios vaginales se dilataban y aquellas pollas las penetraban.

Raquel gozaba de ser follada por aquel chaval del que ni siquiera sabía su nombre, ni quería saberlo, lo único que le interesaba era sentirse llena con su polla. La boca de su amante mamaba sus pezones y amasaba tan generosos pechos. Estaba en la gloria. Gozaba y sus gemidos lo demostraban. Entonces su cara se descompuso. Raquel sintió una fuerte presión en su ano y un intenso dolor. La polla negra empujaba contra su estrecho ano y el glande había superado la resistencia de aquel esfínter.

Laura sentía las intensas embestidas de su hijo. Su polla se deslizaba sin dificultad por su mojada vagina. La orgía que estaban viendo en vivo los tenía a los dos más excitados que nunca. Follaban, esa noche la lujuria y la perversión que había allí no les dejaba hacer el amor, sólo follaban como dos animales en celo. Ni siquiera se hablaban. Su hijo aferrado a sus caderas, hundía y sacaba su polla con desesperación. No hacían ruido para no ser descubiertos mientras miraban a los otros. Era un sexo furtivo, eran unos mirones que disfrutaban follando mientras espiaban la orgía que tenían sus amigos.

Raquel quedó tensa, bloqueada al sentir el grueso glande de Dembo que había sobrepasado su estrecha entrada. Su boca abierta no pudo emitir ningún sonido al sentir un gran dolor cuando toda la negra polla la penetró por completo.

-    ¡¿Te gusta?! – Rugió el hombre de piel oscura. Raquel no dijo nada, agitó la cabeza y Dembo empujó un poco más su polla.

-    ¡Sí cabrón, sigue metiendo tu polla! – Consiguió decir Raquel mientras la otra polla se agitaba penetrando su vagina.

Cristina se había corrido varias veces mientras su amada Estefanía lamía enloquecida su caliente raja. Podía ver como Jorge la penetraba ferozmente. Aquella joven deseaba ser amada por su madura, por aquella mujer que tanto había deseado. Se levantó y se colocó delante de Estefanía, ofreciéndole su culo.

Mientras su hijo la penetraba, Estefanía vio como aquella joven le ofrecía su culo. Mordió los cachetes blancos y deseó tener una polla para darle placer a aquella joven. Se apartó de Jorge y colocó a Cristina a cuatro patas. Cogió el consolado que colgaba de su vientre y lo dirigió al coño de su amante. Lo introdujo poco a poco, podía escuchar los dulces gemidos que lanzaba al ser penetrada.

Jorge no lo pudo resistir. Tenía delante de él a su madre, en un acto lésbico con aquella joven de sensual cuerpo. El culo de su madre apuntaba hacia él. La tomó por las caderas y la colocó de forma que pudiera follar a su nueva amiga y que su coño quedara listo para que él lo penetrara. No había forma de llegar a aquella raja. Separó los cachetes del culo de su madre y apartó la cinta del consolador que pasaba por allí. Delante de sus ojos apareció el oscuro esfínter del ano. Escupió y la saliva quedó por encima de su objetivo. Su lengua comenzó a acariciar su ano para humedecerlo, aquel culo no paraba de moverse mientras follaba a Cristina.

Juan clavó su polla hasta el fondo y lanzó todo su semen en su madre. Laura pudo sentir cada eyaculación en el interior de su vagina. Ella aún no se había corrido, era la primera vez que su hijo acababa antes de que ella tuviera su orgasmo. Cuando él sacó su polla, Laura pudo sentir como el semen escapaba de su coño y se deslizaba por su muslo. Aun estaba caliente y necesitaba más.

-    ¡Cariño, volvamos a la habitación! – Laura agarró a su hijo de la mano y lo llevó hasta dejarlo encima de su cama para que recobrara fuerzas. - ¡Yo aún no he tenido mi recompensa! – Fue lo último que dijo y se dedicó a reanimar la polla de su hijo con una mamada. Los dos se olvidaron de la orgía y se dedicaron a dar placer al otro.

Estefanía sabía lo que le iba a ocurrir, hacía mucho tiempo que ningún hombre entraba en ella por aquella puerta. Cuando la polla de su hijo hizo presión, un intenso dolor recorrió su cuerpo, su ano se dilataba poco a poco por el insistente empuje de aquel glande. Ella estaba parada, esperando que su hijo acabara de invadir su culo. Cristina se agitaba bajo ella, haciendo que el consolador la penetrara. Estefanía miró a su amiga Raquel que era penetrada por los dos hombres.

Marta estaba cabalgando sobre aquel joven, a toda la velocidad que podía, sentía que su orgasmo iba a llegar. Y estalló entre gemidos y gritos de placer. El orgasmo fue muy intenso y quedó derrotada sobre su amante que aun se movía penetrándola suavemente.

-    Nunca he follado el culo de una mujer… - Le dijo el joven al oído. - ¿Podría darte por el culo?

Marta no era muy partidaria de qué utilizaran su culo, pero la voz de aquel joven la conmovió y ella se bajó sin decir nada, se colocó a cuatro patas junto a él, pegó su pecho al suelo y puso su culo totalmente en pompa, esperándolo. Aquel joven tenía su polla totalmente endurecida, más cuando vio que aquella vieja le ofrecía su culo para que la follara. Nunca había pensado follar con viejas, pero el dinero que ganaría aquella noche le suponía una semana de trabajo en el restaurante. Siempre había imaginado que cogía a una cliente del restaurante, a alguna de aquellas estiradas mujeres que lo trataban como si él no fuera una persona, la ponía a cuatro patas y le partía el culo. Allí y ahora, podía hacer realidad parte de su sueño. Iba a coger a una clienta y le partiría el culo, eso sí, aquella clienta no era tan estirada cómo las que iban alguna vez por el restaurante.

Raquel había perdido la cuenta de cuantos orgasmos le habían provocado el joven que penetraba su vagina y aquel negro que reventaba su culo. Después del intenso dolor que le produjo la entrada de tanta carne por su culo, todo fue placer. Cuanto más la follaban a la vez, más veces se corría. Había perdido todas sus fuerzas y Dembo era el que aguanta su cuerpo para penetrarla cada vez con más violencia. Ella no sabía si se habían puesto de acuerdo, pero perdió la razón cuando sintió que los dos hombres se corrían a la vez en ella. El joven soltó su semen en su vagina, mientras que Dembo descargaba en su recto. Las descargas de semen la quemaron por dentro, tanto en su vagina como en su recto sentía el caliente semen que era lanzado por los dos hombres. Ya no podía gritar, no tenía fuerzas. Con cada eyaculación, ellos le clavaban la polla hasta el fondo, a veces por separado, otras los dos a la vez. Quedó derrotada mientras sentía la polla que salía de su culo.

Estefanía nunca pensó que su hijo pudiera ser torpe para penetrarla por el culo. Cada vez que empujaba, su polla se deslizaba hacia su coño y no la penetraba por ningún lado. Harta de esperar a su hijo, se lo quitó de encima y lo hizo sentar en la silla. Sacó el consolador de su joven amante y se fue hacia él, le dio la espalda y abriendo las piernas, colocó con una mano la polla en su ano. Se sentó suavemente y su hijo entraba por fin en su culo. Cristina se arrodilló delante de ella y lamió su coño. El placer que le producía ella, contrarrestaba un poco el dolor que le producía la polla de su hijo en el culo.

Estefanía ya había probado el sexo anal y sabía que tras el dolor del principio, una vez bien enculada, todo era placer. Y llegó ese momento, su hijo con su polla en el culo y su joven amante con su lengua en el coño, todo era placer. Los dos jóvenes la hacían gozar. Gemía y se retorcía de placer, deseaba que aquella polla de goma que botaba y daba en la cabeza a Cristina, entrara en su coño y la follara a la vez que su hijo penetraba su culo. Se paró y, con dificultad, se quitó el consolador para ponérselo a Cristina. Podía sentir su recto totalmente lleno con la polla de su hijo.

-    ¡Vamos cariño, métela en mi coño! – Le dijo a la joven mujer.

Mientras su hijo clavaba su polla totalmente en su culo, podía sentir las torpes penetraciones de Cristina que no dejaba de besarla y mamar sus pechos. Los tres gozaban de aquel acto lésbico incestuoso.

Marta le ofreció el culo a su amante. Nunca habían follado su culo y no sabía bien si soportaría que una polla como la de aquel macho entrara. “¡Despacio!” Le indicó al sentir el contacto de su glande en su ano. Aquella polla se retiró y la lengua del joven lamió todo su ano. Aquello le daba un placer especial. Sintió que algo presionaba en su culo, miró atrás y pudo ver como él jugaba con sus dedos. Primero un dedo entró y hurgó hasta que su esfínter se hizo a aquel grosor, después otro dedo acompañó al anterior y los dos dilataron más su ano. Aquel juego con los dedos estaba gustándole a Marta y agitaba su culo dando pequeños gemidos de placer. Dejó su postura y se tumbó completamente boca abajo en el suelo.

El joven camarero supo qué tenía que hacer. Se colocó sobre ella, colocando su polla entre los cachetes de su maduro culo. Empujó y su polla se deslizó hacia la mojada vagina, la penetró un poco. Sacó su polla impregnada en los flujos y la movió buscando el dilatado culo. Él había soñado con dar por el culo a alguna cliente, pero en aquel momento se apiadó de aquella mujer que le ofrecía su culo.

-    ¡Si no te gusta, paro! – Le susurró suavemente al oído cuando estaba completamente sobre ella.

-    ¡Prueba hijo, de momento va todo bien!

Presionó un poco hasta sentir el áspero esfínter de su ano. Empujó y un pequeño quejido brotó de la boca de Marta. Él paró al sentir el pequeño brinco que había dado su amante. Con una mano apartó el largo pelo que cubría la nuca de aquella mujer. Abrió la boca y dio un bocado.

-    ¡Ouf, sí, eso me gusta! – Dijo Marta agitando su cuerpo de placer. Otro bocado más fuerte y su vagina empezó a lanzar flujos. – ¡Sí, eso me encanta! ¡Cómeme mientras me das por el culo!

Siguió mordiendo su nuca y su cuello, provocando que ella gimoteara. Empujó con sus caderas y sintió en su glande que aquel esfínter empezaba a ceder. Empujó más fuerte y notó como todo su glande entraba en el culo.

-    ¡Siiiiiií, estás entrando en mí! – Marta gozaba con aquello, nunca imaginó que pudiera sentir tanto placer en su culo.

Con una mano agarró el pelo de Marta en un manojo, mordió con fuerza la carne de su hombro y presionó con fuerza su polla contra ella. Un gran gemido brotó de la garganta de aquella madura y caliente mujer. Había clavado toda su polla en el culo de ella y estaba gozando. Aferrado a su pelo, la folló cada vez más fuerte, con más violencia.

Las duras embestidas del joven provocaban un tremendo placer en Marta. Gritaba, se agitaba y ponía su culo en pompa para que la penetrara por completo. Con dificultad, él la había levantado y la colocó a cuatro patas, de forma que mientras agarraba su pelo, su polla entraba en ella una y otra vez. Podía sentir el golpeteo incesante de los huevos de su macho en la raja de su coño. Aquello le producía un placer tremendo y empezaba a correrse. Era extraño, nunca antes pensó que pudiera correrse mientras  le daban por el culo, pero de su coño no paraban de salir chorros de flujos mientras sus piernas temblaban de placer.

-    ¡¿Dónde lo quieres?! – Dijo él. - ¡¿Dónde quieres que te eche mi leche?!

-    ¡Donde sea, pero córrete ya! – Gritó desesperada Marta y sintió como aquella polla abandonó su culo y él tiraba de su pelo.

La puso de rodillas, mirando hacia él y con una mano acercó su polla a su boca. Ella la abrió y esperó a que le diera todo su semen. Pocas sacudidas tuvo que dar a su endurecida polla para que todo el semen saliera disparado a la boca de su vieja amante. Ella aguantaba con la boca abierta a que acabara de lanzar todo su semen. El joven temblaba de placer con aquel orgasmo. Ella cerró la boca y tragó toda la corrida que él le había regalado, después limpió con su lengua cualquier resto de semen que hubiera quedado en aquella polla.

Estefanía se corría una y otra vez sintiendo aquellas dos pollas en su interior. Cristina la besaba, Jorge la empalaba con su dura polla en el culo.

-    ¡Mamá, me corro!  - Fue lo único que pudo decir Jorge.

Agarró las caderas de su madre y le clavó la polla por completo. Su polla empezó a lanzar semen y le inundó todo el recto. Cristina se separó de ellos y pudo ver como el semen de Jorge salía del ano de Estefanía.

Los distintos amantes se dispersaban por aquel porche. Algunos se acariciaban, todos exhaustos por el placer que habían sentido, todas las mujeres con su culo bien roto, salvo la joven Cristina que no quiso ninguna polla, salvo la que portaba su amada Estefanía.

Laura llevaba más de veinte minutos mamando a su hijo. Su polla estaba erecta, si bien no por completo, si estaba bien para que la penetrara. Mientras le mamaba, lo había ido desnudando. Ella aún continuaba con las ropas puestas y se levantó para desnudarse. Miraba a Juan mientras se quitaba su ropa. Él la observaba mientras se masturbaba suavemente.

Completamente desnuda, se subió a la cama y gateó para ponerse junto a su hijo, despacio, muy despacio. Besó suavemente la polla apartando las manos, después subió por su vientre hasta llegar a su pezones. Jugó con ellos dándoles suaves lamidas con su lengua. Él le acariciaba su cuerpo, sus tetas que se agitaban con el suave movimiento de su madre. Acabaron fundidos en un apasionado beso que duró todo el tiempo que necesitaron para demostrarse cuanto se amaban.

-    Mamá, ya me he corrido varias veces hoy… - Dijo Juan.

-    ¡¿No quieres hacerlo?! – Preguntó ella preocupada.

-    Sí, quiero, pero túmbate boca arriba y te daré placer en otra postura.

Ella le obedeció y se colocó junto a él boca arriba. La agarró de un muslo y la acercó a él. Levantó su pierna derecha hasta llevarla hasta más arriba de sus cadera y la otra pierna la colocó entre las suyas, de forma que su polla quedó muy cerca del caliente coño de su madre. Se movieron un poco hasta que sus sexos estuvieron en contacto. El agarró su polla y la restregó contra la raja de su coño, frotando su clítoris y produciéndole un gran placer a Laura que empezó a gimotear. “¡Ahí va!” Dijo él y penetró a su madre hasta que sus huevos chocaron con su culo.

-     ¡¿Te gusta así?! – Le preguntó Juan.

-    ¡Me gusta todo lo que me haces, hijo!

Juan empezó a moverse y la penetraba suavemente. Ella sentía placer, pero se decía que las otras posturas le había dado más placer. Entonces sintió el dedo de su hijo que atacaba su clítoris, recorriendo con él toda la longitud de aquel abultamiento que se perdía hacia el interior de la vagina de su madre.

-    ¡Uf, qué me haces!

-    Te estoy masturbando a la vez que mi polla te penetra… Si pudiera doblarme más, te lamería el coño mientras mi polla te entra por completo…

Aquellas palabras excitaron a Laura. Sentía la gruesa polla de su hijo que la penetraba y le llenaba su vagina, el dedo recorría su clítoris y le daba otro tipo de placer. Sentía que se iba a correr con aquella follada masturbación que su hijo le hacía, no podía más. Cuando sintió que su clítoris no aguantaba más, él la penetró con más fuerza y más rapidez.

-    ¡Vamos mamá, córrete!

Aquel orgasmo era diferente a lo que había sentido las veces anteriores, se mezclaba el placer de ser penetrada con el placer de sentir su clítoris masturbado. Estalló entre gemidos en un orgasmo que le duró más de lo que le había durado cualquier otro que hubiera tenido antes con él. Se convulsionaba cuando aquel perverso dedo le acariciaba todo su clítoris. Gemía cuando aquella endiablada polla la llenaba por completo. Varios minutos después, ella quedó satisfecha y extasiada de placer.

-    ¡Vamos hijo, córrete tú ahora! – Le pidió Laura.

-    No mamá, ahora lo que deseo es dormirme dentro de tu coño.

Ella no dijo nada. Sentía la erecta polla de su hijo dentro de su coño, aquella sensación le gustaba y deseaba tenerla allí toda la noche. De vez en cuando, sentía cómo la polla se deslizaba suavemente por su vagina. No sabía si él estaba dormido o no, pero le encantaba aquel sueño mecido por la polla de su hijo dentro de su vagina. Los dos quedaron dormidos y unidos por sus sexos en una larga y profunda penetración.