Amistades peligrosas 3.

Por fin se declaran su amor, el hijo a la madre, la madre al hijo.

Aflorando los sentimientos, sucumbiendo al deseo.

Habían pasado varios días desde que Laura y Juan habían compartido aquella masturbación en la ducha. Después de aquello, ella no hizo referencia a nada de lo ocurrido, ni para bueno, ni para malo. Simplemente disfrutaban de su estancia allí, junto a sus amigos.

Estefanía y Jorge eran una pareja demasiado “caliente”. Gracias a la juventud de él, podían tener tres sesiones de sexo al día. Ella era una mujer madura que necesitaba mucho sexo, y su hijo le daba lo que necesitaba.

Laura envidiaba, en cierta forma, aquella forma de vivir, pero no la compartía por completo. Su cuerpo necesitaba tener sexo, pero su corazón le pedía que fuera su hijo. Sabía que más de una vez lo podía haber tenido, incluso si ella hubiera forzado un poco más la situación, seguro que su hijo la hubiera follado sin ningún problema. Pero en realidad, si su cuerpo deseaba tener un hombre, su corazón necesitaba alguien que la amara.

Juan deseaba a su madre, era algo perverso que le producía más excitación. Pero algo en ella hacía que no pudiera conseguirla. Cuando una situación parecía que iba a terminal con su madre en la cama, algo en ella conseguía que toda esa magia y esa excitación desapareciera de golpe, sintiéndose culpable por lo que había hecho.

-    ¡Pues hija, si habéis llegado hasta ahí, no sé qué buscas! – Le decía Estefanía a Laura.

-    La verdad es que no estoy muy segura… Verlo me pone muy caliente, tenerlo cerca en mi cama hace que desee tenerlo dentro de mí, pero cuando llega el momento de que “entre”, no sé, parece que recuerde las malas vivencias con su padre y no puedo seguir…

-    Hija, pues a ver si acabas con eso de una vez, tu ex no puede estar jodiéndote toda la vida.

Las dos estaban en las toallas sentadas, a orillas de aquel mar que se perdía en el horizonte. Los dos chicos jugaban con unas paletas y una pelota bajo la atenta mirada de sus madre. No es que temieran que les fuera a ocurrir un accidente como cuando eran unos niños, no, ya eran mayorcitos y el temor de las madres era por la posibilidad de que alguna niñata que hubiera por allí se acercara y se los robaran.

-    Mira Laura. Aquella gordita morena me parece que está mirando a tu “niño”. ¡Cómo no te decidas, se lo llevará otra! – Miró a su amiga con una sonrisa burlona. - ¡Verás cómo le quito yo las ganas de otra mujer a mi niño! – Se levantó y corrió hacia ellos. - ¡Se acabó el juego! – Gritó a su hijo y lo agarró por la mano. - ¡Vamos al agua! – Él no se resistió.

Juan los vio marcharse hacia la orilla,  con la pala en la mano y preparado para sacar. Laura empezó a levantarse para ir con él a jugar. Guardó las gafas de sol, y otras cosas que tenía por allí y cuando se giró vio a su hijo hablando con aquella que le había indicado antes su amiga. Laura volvió a sentarse y los miró, tal vez Estefanía tenía razón, si no se decidía a tener una relación con su hijo, éste se cansaría y se marcharía con otra. Se tumbó y los miró jugar.

Juan reía con aquella chica. Laura se alegraba de que su hijo fuera feliz, le gustaba verlo reír. Tal vez fuera mejor que no se acercara a él nunca más, dejarlo marchar y que hiciera su vida con alguna otra chica, tal vez le diera algún nieto… Entonces Laura sintió algo nuevo, en su interior crecía un sentimiento que poco a poco la llenaba de ira. Tuvo que reconocer que se sentía celosa, pero eso tampoco podía ser.

Laura aguantó en soledad aquellos dolorosos sentimientos, hasta que volvieron Estefanía y Jorge, en ese momento decidieron irse a comer. Llamaron a Juan y los cuatro caminaban hacia el coche, ellos delante y las madres varios metros detrás.

-    ¡¿Ves lo que te decía?! – Le dijo Estefanía a su amiga. – Yo he cogido a mi niño, lo he metido en el agua, me ha pegado un polvo y no se ha ido con nadie.

-    ¡Eres una pervertida!

-    ¡Ya lo sé! ¡Pero a mí y a mi hijo nos gusta!

El resto del día, Laura siguió manteniéndose distante de su hijo. Pero por dentro le comían los celos y las palabras de su amiga. Si no se entregaba a él, se iría con otra, y eso alimentaba más aquellos celos que crecían por momentos.

Juan estaba preocupado. Después de aquella incursión en la ducha para “acosar” a su madre, ella no era la misma. Desde entonces estaba más distante con él. Aquel día ella estuvo casi todo el tiempo en su habitación, acostada. Él la visitaba de vez en cuando y le preguntaba por su estado. Todo el día le dijo su madre que no estaba muy bien.

Para la cena, dado que Laura no se encontraba demasiado bien, Estefanía pidió algo de comida para que la acercaran a su casa.

-    ¡Vamos Laura! – Estefanía estaba sentada en la cama junto a su amiga. – Vamos a cenar, seguro que esta noche lo verás todo de otro color. ¡Levántate!

Sin muchas ganas, Laura se sentó con ellos en la mesa y empezaron a cenar. Estefanía y su hijo reían, Juan lo intentaba, y sólo cuando vio que su madre empezaba a animarse, fue cuando Juan se lo pasó bien.

-    ¡Menos mal! – Dijo Estefanía. - ¡Por fin se ríe!

-    Perdonadme, pero hoy tengo un día algo tonto… - Intentó excusarse Laura.

-    ¡Pues para los días tontos, mamá, ya sabes que tienes un hijo! – Le dijo Juan y eso le reanimó el corazón y sus celos iban desapareciendo.

-    ¡Ya sé lo que necesitamos! – Se puso en pie Estefanía.

-    ¡Ojú mamá! – Jorge se tapó la cara con la mano mientras su madre entraba en la casa.

Estaban tomando unas copas después de haber cenado. Estefanía llego mostrando entre sus dedos algo.

-    ¡¿Un cigarro?! – Dijo Laura.

-    ¡De la felicidad! – Estefanía lo encendió y le dio una profunda calada.

-    ¡Un porro, sí, un porro! – Dijo Jorge.

-    ¡Oh, nunca lo he probado! – Laura tenía curiosidad por aquello y su amiga se lo acercó para que le diera una calada.

-    ¡Trágala! – Le dijo Estefanía.

Entre las dos madre se fumaron aquel porro de mariguana que había traído Estefanía. Cuando Laura miró a su hijo, sus ojos rojos hicieron que él sonriera al ver a su madre en aquel estado. Estefanía se agitaba y besaba a su hijo.

-    ¡Mamá, sabes que no te beso cuando fumas! – Le dijo Jorge.

-    ¡Entonces te daré otro tipo de cariño!

Estefanía tiró de la silla de su hijo y lo colocó de forma que la otra pareja lo vieran bien. Él levantó las manos y dijo “¡Empieza el espectáculo!” Su madre se arrodilló y sacó su polla que aún estaba flácida. La agitó y la hizo desaparecer dentro de su boca. Aquello parecía un truco de magia, cuando la volvió a sacar, aquella polla era enorme. “¡Me encanta que tu polla crezca dentro de mi boca!” Estefanía estaba como enloquecida, como en celo.

-    ¡¿Lo vais a hacer aquí?! – Preguntó Laura.

-    ¡No hay cosa que más nos excite que hacerlo mientras nos miran! – Volvía a engullirse la polla de su hijo por completo.

Estefanía se levantó, dobló su cuerpo por la cintura y puso su culo apuntando a Juan. De nuevo hizo desaparecer la polla de Jorge dentro de su boca, y con la mano libre, se levantó la falda para mostrarle el redondo y hermoso culo al hijo de su amiga.

Juan tuvo que liberar su polla del pantalón. Se la agitaba mientras disfrutaba del espectáculo incestuoso que les ofrecían sus dos amigos. Estefanía mamaba y hacía ruidos exagerados para provocar a los obligados espectadores que los miraban sin saber qué hacer.

-    ¡Mamá, sabes que si lo hacemos en público me caliento antes! – Le dijo Jorge. - ¡Quiero correrme ya!

Estefanía dejó de mamar y abrió sus piernas dándole la espalda a su hijo. Se levantó la falda y mostró su mojado coño a Juan que seguía agitando su polla. Estefanía agarró la gruesa polla de su hijo y la dirigió hacia su coño, miró a Juan y se dejó caer para empalarse con su hijo. Comenzaron los gemidos de madre e hijo. Juan se acariciaba.

Laura estaba en otro mundo, veía a aquella madre mamar a su hijo y no sentía apenas excitación, pero cuando miró a su hijo que había sacado su polla y se la tocaba, en aquel momento su coño y todo su cuerpo ardió. Deseaba hacer lo mismo a su hijo, quería tragar aquella polla.

-    ¡Tengo calor, me voy a la piscina! – Dijo Laura levantándose y quitándose la ropa.

Juan no tuvo mucho tiempo para reaccionar al ver como su madre se tiraba al agua desnuda completamente. Él hizo lo mismo y se lanzó tras su madre.

-    ¡Qué bien se está así! – Dijo Laura que flotaba en la superficie. Juan la cogió por la cabeza y espalda y la mantuvo más a flote.

-    Mamá, no creo que estés en condiciones para estar en el agua…

-    Estaba segura de que tú me ayudarías. ¡Siempre estás ahí para mí! – Lo miró a los ojos mientras sentía el frescor del agua en su piel. - ¿Me quieres?

-    ¡Claro mamá! – Juan la miró. Su cuerpo asomaba levemente de la superficie. Sus pechos lo incitaban a que le diera amor.

-    Pero no sólo como mi hijo… - Laura acarició su cara. - ¿Sabes a qué me refiero?

-    ¡Claro qué lo sé! – Forzó a que su madre se colocara de pie, la rodeo con sus brazos por la cintura y la pegó a su cuerpo. - ¡Llevo muchos días sufriendo por tu amor! – Laura sentía que se iba a derretir entre los brazos de su hijo. – Siempre te he ayudado, me he sentido el mejor amigo de mi madre, he admirado el precioso cuerpo… de mi madre y al final… - Quedó en silencio sin saber bien si decir todo lo que sentía.

-    ¡Al final ¿qué? Hijo! – Los brazos de ella rodearon su cuello y se disponía a entregar su boca. Poco a poco se acercaban, podía sentir el aliento de Juan en su boca, se iba a entregar a su hijo.

-    ¡Al final me enamoré de mi madre!

Sus labios por fin se unieron. Aquel beso lo entregaron sin condiciones, sin engaños, sin pudor, sin pensar en el resto del mundo. No hablaban, sólo se besaban apasionadamente. Se acariciaban sin importarles lo que pasara o pensara el resto del mundo. Laura nunca había sentido un beso tan ardiente, en él no sólo había deseo carnal, había amor, el amor de su hijo, ese hombre que siempre había estado ahí para ella, para ayudarla.

Juan se sintió embriagado. Había hecho el amor con su madre días atrás, pero aquella noche era diferente. No deseaba follarla, deseaba amarla. Y eso era lo que sentía en aquel beso que su madre le daba, el amor de su madre. No quería entender ni razonar los motivos por los que su madre tenía aquellos sentimientos hacia él, sólo quería que ella se los mostrase y disfrutar de ellos.

En aquel jardín, con aquella luz, con la intimidad que tenían, los dos, madre e hijo, se abandonaron a sus sentimientos y sus pasiones. El aire se llenaba con los gemidos y gruñidos de la otra pareja que follaban en la mesa del porche.

-    ¡Vaya cómo son nuestros amigos! – Laura empezó a reír cuando sus bocas estaban aún juntas al escuchar a su amiga gemir.

-    Sí, son como animales en celo… - Juan, abrazado a su madre, la miró a los ojos. - ¿Eso quieres tú?

-    No hijo… - Laura apoyó su cabeza de lado en el pecho de su hijo y lo abrazó con más fuerza. – Soy tu madre y sé que esto no está bien. Si te soy sincera ¡no sé que espero de esto! Lo único que sé es que te deseo y te necesito. – Lo miró a los ojos y se volvieron a besar apasionadamente.

-    Yo tampoco sé los motivos por los que te necesito, sólo sé que no me puedo separar de ti… - Volvieron a fundirse en un beso.

En el porche, Jorge estaba sentado en una silla, sobre él su madre agitaba las caderas y ofrecía sus pechos para que fueran devorados por la insaciable boca de su hijo. Era evidente que se clavaba la polla hasta lo más profundo de su vagina. Los gemidos no eran refrenados, ella chillaba y gritaba dando rienda suelta a la lujuria que su hijo despertaba en ella. No se hablaban, no se besaban, sólo follaban.

Laura y Juan los miraban desde la piscina. Ver a aquellos dos, los excitaba, ¡quién no se excitaría al verlos! Juan abrazaba por la espalda a su madre y besaba su cuello. Ella sentía las caricias de su hijo y una presión en su culo. La polla de Juan estaba completamente erecta. Él besaba y daba dulces bocados a todo lo largo del cuello de su madre.

-    ¡¿Quieres hacerlo?! – Le preguntó Laura con un hilo de voz que mostró el placer que le daba su hijo.

-    ¡Quiero hacer todo lo que me pidas! – Sus manos agarraron las tetas de su madre, por debajo, con suavidad, sintiendo su forma y buscando sus erectos pezones.

-    ¡Los único que deseo es que me ames! – Giró la cabeza y ofreció su boca. Él le correspondió con otro apasionado beso y sus dedos acariciaron los pezones de su madre. - ¡Oh hijo, te amo!

-    ¡Yo también te amo, mamá!

Laura se giró y volvió a abrazarlo. Sus bocas no se separaban ni un segundo. Ella podía sentir su erecta polla en su barriga. No lo pensó y se dejó llevar por el deseo. Con un suave brinco, subió sobre el cuerpo de su hijo, lo rodeó con sus piernas y sintió que aquella deseada polla tocaba levemente su culo. Las manos de su hijo agarraron su culo con suavidad y la movió hasta hacer que sus sexo tuvieran un contacto más intenso. Laura sintió el fuego que se encendía en su sexo. Deseaba tenerlo dentro y él la amaba con suavidad, con amor y pasión.

-    ¡Deseo tenerte dentro! – La voz de Laura mostraba la desesperación y la pasión que sentía. - ¡Quiero sentirte por primera vez dentro de mí!

-    ¡Ya me tuviste!

-    ¡Sí, antes de que nacieras eras parte de mí! – Laura lo atrajo con sus piernas y frotó sus sexos. - ¡Vuelve a entrar en mí!

-    Esta noche te amaré como tu hijo que soy… - Ella lo escuchaba y todo su cuerpo vibraba de placer. – Ya nunca más tendré que fingir ser otro para tener a mi madre. – Lanzó su boca para devorar la de su madre, pero ella se apartó.

-    ¡¿Qué?! – Laura no entendía lo que su hijo le dijo.

-    ¡Ya he sido tuyo! – Laura seguía sin comprender. - ¡Ya has sido mía!

-    ¡¿Cómo?!

-    Desde el primer día que superaste tu vida anterior, toda tú cambiaste… - La acariciaba con dulzura. – Ese cambio te convirtió en una mujer maravillosa, en la mujer de la que al momento me enamoré.

-    ¡Pero… pero! – Juan puso un dedo en sus labios para que lo dejara explicarse.

-    Te deseaba tanto que no era capaz de pensar en otra mujer, sólo mi madre llenaba toda mi mente. – Juan levantó la cabeza y miró a la madre y al hijo que follaban desesperadamente en el porche, ahora tirados en el suelo, ella a cuatro patas mientras su hijo, agarrado a sus caderas, la penetraba bestialmente. Los señaló con un dedo. – Ellos nos engañaron para que coincidiéramos allí, en aquella casa del campo. – Los ojos de Laura mostraban asombro. – Cuando te reconocí, mi primera intensión era marcharme, pero verte tan hermosa, tan sensual… No pude evitar engañarte para poseer el cuerpo de la mujer que más deseaba, mi madre, a la que no podía tener ni en sueños…

-    ¡Entonces… Entonces, tú… Yo! – Laura no sabía que pensar, todas las ideas se le agolpaban en la cabeza.

-    ¡Sí mamá, ya hemos hecho el amor una vez!

-    ¡Estúpido! – Laura dio un fuerte guantazo a su hijo y se separó de él.

Juan intentó detenerla pero ella no quería. Cuando Laura salió de la piscina, quería ir a su habitación, pero en la entrada de la casa los dos incestuosos amantes gemía y gruñían de placer. ¡No quería verlos! Se sentó en el filo de la piscina, lejos de su hijo, enfadada por sentirse engañada.

Juan la observó desde el agua. Le dejó un momento de tranquilidad y después se acercó despacio hacia ella. Estaba a sus pies, su madre desnuda estaba sentada en el filo de la piscina, podía ver sus hermoso cuerpo, había poca luz y convertía todo aquello en una especie de sueño. Acarició un pie y ella lo retiró enojada. Lo volvió a acariciar y ella, ahora, no lo movió. Lo agarró con las dos mano y lo sacó del agua, lo besó dulcemente.

-    ¡Perdóname mamá! – Juan la miraba desde abajo, con unos ojos que a ella la volvían loca. Laura sentía que su enfado volvía a tornarse en amor. - ¡A mí también me engañaron! ¡Pero era la única forma de amarte sin que nos causara trauma!

-    ¡¿Y no pudiste pedírmelo?!

-    ¿Qué hubieras hecho si te hubiera dicho qué era tu hijo? – Acariciaba sus piernas poco a poco, subiendo por ellas, pidiéndole perdón a su madre. - ¿Te hubieras dejado amar por tu hijo?

-    ¡No…! – Laura sabía que se hubiera muerto si él le hubiera propuesto lo más mínimo. - ¡Pero me engañaste!

-    ¡Pero ahora soy yo, tu hijo te pide que lo ames! – Juan vio cómo las defensas de su madre habían caído. Sus manos acariciaban los muslos de aquella ardiente mujer, los separó y delante de sus ojos tenía el maravilloso y caliente coño de su madre. - ¡Déjame amarte esta noche!

Juan metió su cabeza entre las piernas de ella. Laura se rindió y le ofreció su sexo a su hijo. Sus piernas se abrieron y le acercó más su coño. Los labios de su hijo jugaron con sus labios vaginales. El olor de los flujos de Laura inundaron la mente de su hijo. En el mismo momento en que ella fue consciente de que su hijo iba a apoderarse de su caliente entrada, su vagina comenzó a lanzar aquel mensaje en forma de olor. Juan lo entendió. “¡Quiero que me ames!” Decía el coño de aquella madre.

Aquella endiablada lengua comenzó a separar los labios de su coño. Podía sentirlo, su vagina se movía involuntariamente, abriéndose y cerrándose levemente. Necesitaba tener a su hijo dentro. Su clítoris recibió las caricias de aquella candente lengua, cada contacto que le daba hacía que su fuego interior creciera.

Los suaves gemidos de su madre avivaban la lujuria en él. Juan gozaba sumergido en el coño de su madre. Su boca se llenaba con los líquidos íntimos que le regalaba. Su lengua la acariciaba y un gran clítoris emergía de entre sus labios vaginales para que él le diera todo su amor. Una mano se colocó en su cabeza.

-    ¡Ven aquí, fuera! – Laura tiró del pelo de su hijo para apartarlo de su coño y se levantó. Esperó a que él saliera del agua. - ¡Vamos cariño, vayamos a esa tumbona!

Los dos caminaron desnudos por el césped, agarrados de la mano hasta llegar a la tumbona más cercana. En el porche, Estefanía estaba de rodillas delante de su hijo, con la boca abierta, esperando que la polla lanzara todo su semen. Aquel glande apuntaba a ella mientras la mano de él se agitaba. Laura hizo que Juan se tumbara y se preparara para recibir el coño de su madre. En ese momento se escuchó los gruñidos de Jorge y el ruido que hacía su madre al mamar y limpiar de esperma toda la polla.

Juan tenía la polla totalmente erecta, más dura de lo que nunca lo había tenido antes. Su madre puso una pierna a cada lado de la tumbona y colocó su coño a la altura de su boca, deseaba comerle el coño. Aquellos labios vaginales bajaron hasta que se colocaron sobre su boca. Su lengua volvió a lamer la entrada de su vagina y podía sentir como los flujos salían y se deslizaban por su lengua hasta caer dentro de su boca.

Cuando Laura sintió de nuevo la lengua de su hijo lamiéndola, sus piernas temblaron de placer. Se agarró a la polla de su hijo y sintió cómo palpitaba, lo dura y grande que se había puesto. Bajó la mano deslizando la piel que ocultaba el glande. La boca se le hizo agua al ver aquella polla. Lamió la redonda cabeza de la polla de su hijo y sintió un orgasmo especial. Mientras sus piernas no paraban de convulsionarse incontrolablemente, su boca succionó con fuerza aquella polla hasta que se la tragó todo lo que pudo. Comenzó a mamar a su hijo mientras en su coño se producían todo tipo de descargas de placer.

-    ¡Para mamá! – La detuvo y la hizo levantarse. - ¡Siéntate sobre mi polla!

Laura lo obedeció y ahora bajaba para clavarse aquella gruesa polla que quería entrar en ella para llenarla de amor. Sintió como aquel glande separaba los labios de su coño y se acomodaba para penetrarla. Se sentía como en un sueño, por fin su hijo la penetraría. Su mojada vagina esperaba. Laura dejo caer un poco más su cuerpo y aquel glande no acertó a entrar, se enganchó en el clítoris y saltó como un resorte para quedar aprisionado entre la barriga del hijo y el coño de la madre.

Un profundo gemido brotó de la garganta de Laura. Aquella fricción entre su clítoris y la polla le produjo un placer que nunca antes había conocido. Sus caderas se movieron y cada vez que su endurecido clítoris se frotaba contra la endurecida polla, a Laura la invadía un placer supremo.

-    ¡Dios, qué bueno! – Repetía una y otra vez sin poder parar de mover las caderas. - ¡Qué rica la polla de mi niño! – Estaba enloquecida por el placer.

-    ¡Sí mamá! – Juan veía como su madre se movía encima de él, con una mano en su pecho y otra en su rodilla, le encantaba sentir el masaje que daba su culo en sus huevos y las caricias de sus mojados labios vaginales en su polla. - ¡Sigue, no te pares! ¡Me gusta verte gozar!

-    ¡Oh sí, oh sí! – Parecía haberse vuelto loca. Sus caderas se movían frenéticamente. - ¡Sí, sí, me corro, me corro!

Juan agarró las caderas de su madre para empujarla contra él, para que su polla frotara más fuerte, estrujara, machacara su clítoris. Veía como sus tetas se movían. Aquella boca maternal lanzaba gemidos de placer. Laura puso sus dos manos en el pecho de su hijo, lo miraba sintiendo que iba a estallar de placer. No podía dejar de frotarse contra él, sentía como sus manos la empujaban contra su polla, no podía más, no podía más…

-    ¡Dioooos, siiiii, me estoyyyy corrieeeendo! – Laura levantó un poco sus caderas y de su coño salió un fuerte chorro de líquidos. - ¡Siiiii, siiii!

Juan la atrajo más fuerte y movió su polla contra ella. Las piernas de su madre se movían incontroladamente. Podía sentirse empapado en su madre y sus sexos se deslizaban uno contra el otro con toda facilidad. Con habilidad, movió sus caderas y buscó la entrada de su vagina.

Laura aún estaba disfrutando de aquel orgasmo cuando sintió que su vagina se dilataba con la entrada de la polla de su hijo. Aquello le hizo perder el sentido y las fuerzas, se abandonó al placer que su amado hijo le daba. Cayó derrotada encima de él.

No podía acabar así con su madre. Estaba totalmente echada sobre él, sin fuerzas. Su polla había entrado por completo en su coño, podía sentir el ardiente calor que la envolvía. Puso sus manos en el culo de su madre y comenzó a penetrarla frenéticamente. Con sus manos daba movimiento al culo de su madre y la penetraba.

“¡No puede ser!” Pensó Laura al notar como su hijo movía su culo y su endurecida polla la penetraba sin piedad. Estaba desfallecida por el gran orgasmo que había sentido, pero su coño volvía a sentir placer por las penetraciones de su hijo.

El cuerpo de su madre volvió a la vida, empezó a ponerse tensa sobre él. Aquellas penetraciones le volvían a dar placer y ella se incorporaba para que su polla le diera todo el placer posible. Agarrado a su redondo culo, la penetraba para darle todo el placer que se merecía.

Aquellas endiabladas penetraciones la volvían loca. Su coño no paraba de lanzar flujos para poder soportar tantas penetraciones, tanta violencia al entrar en ella. Sentía que su vagina había dado de sí todo lo que podía, pero el contacto de aquella polla tan dura en su interior la volvía loca de placer, sentía que era atravesada hasta lo más profundo de su ser. Aquella succión en su pezón desencadenó un orgasmo que la hizo gritar sin control.

Cuando Juan miró los pezones erectos de su madre, no lo pudo aguantar. Lanzó su boca y se aferró a uno para mamarlo. La reacción de su madre no la esperaba. Uno de los brazos de ella lo rodearon por la nuca y lo pegó contra su pecho para que no dejara de mamar. De la dulce boca de su madre salieron gemidos de placer que lo excitaron para seguir penetrándola, más fuerte si podía. Deseaba hacerla gozar y se volvía loco con las muestra de placer que su madre lanzaba. No podía parar de penetrarla, de amarla. Casi se iba a quedar sin fuerzas cuando el cuerpo de su madre se tensó y su boca enmudeció. La miró a la cara. Tenía los ojos cerrados y su boca completamente abierta. Estaba en éxtasis. Aquella imagen fue suficiente. Clavó su polla por completo y comenzó a lanzar su semen dentro de la caliente vagina de su madre.

Laura se sentía en la gloria. Su hijo la había follado de tal forma que había conseguido un placer extremo. Estaba quieta, sintiendo como la polla la penetraba por completo. Y aquella embestida no la esperaba. Sintió que su hijo llegó hasta su barriga, hasta donde nunca había llegado un hombre, y allí, en lo más profundo de su ser, allí sintió como se vaciaba, como aquel semen la llenaba por completo con fuertes chorros que la golpearon produciéndole torbellinos de placer. Se sentía mareada, se iba a caer, pero cada eyaculación de su hijo en el interior de su vagina, le descargaba un placer que la hacía esperar al siguiente.

Juan se sintió sin fuerzas, jadeando se abandonó sobre la tumbona y recibió el cuerpo de su madre sobre el suyo. Laura no podía más, mareada, embriagada con tanto placer, cayó sobre el pecho de su hijo, su polla aun se convulsionaba dentro de su vagina. Aquella pareja incestuosa jadeaban intentando darse besos de amor, sintiendo sus cuerpos y sus almas más unidas que nunca. Descansaban entre caricias y besos. Un cosquilleo especial recorrió el coño de Laura cuando la polla de su hijo lo abandonó. Juan sintió sobre sus huevos, el semen que rebosaba de la vagina de su madre. Se acariciaban suavemente, sin parar. Se besaban con amor.