Amistades peligrosas 2.
El deseo entre madre e hijo es cada vez más fuerte, ¿conseguirán dominar sus sentimientos y deseos?
Vacaciones para los sentimientos.
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Laura llegó a su casa y deseaba encontrar allí a su hijo, necesitaba hablar con alguien que la quisiera y le diera apoyo. Sabía que no podía contarle todo lo que le había ocurrido aquella noche, no podía confesarle que había tenido sexo con un joven mientras se imaginaba que era él, su propio hijo, el que la follaba, y que además había gozado con aquella fantasía. Pero sentía que necesitaba su cariño, el cariño de su hijo.
- ¡Juan, Juan! – Lo llamó por el pasillo pero no escuchó nada.
Fue a la habitación de su hijo y no lo encontró. Definitivamente no estaba en casa. Se sintió más sola que nunca, se sentía sucia por lo que había hecho aquella noche, tenía que lavarse de toda aquella podredumbre moral en la que se había envuelto. Fue directamente al baño, se desnudó y empezó a ducharse. Se enjabonaba y se frotaba con fuerza, como queriendo llegar a su alma para limpiarse por completo. No pudo aguantar más y rompió a llorar.
Juan fue a la habitación donde estaba su ropa. Había visto salir a su madre de la habitación a toda prisa, fue incapaz de pararla y explicarle lo que había ocurrido, no podía explicárselo. Habían pasado unas cuantas horas desde que llegaron allí, a aquella casa donde había conseguido hacer realidad el deseo que le había obsesionado durante los últimos días, hacer el amor con su madre, algo que moral y socialmente no era bien visto. Cuando acabó de vestirse, llamó a un taxi para que lo devolviera a la tranquilidad de su casa, de su vida en común con su madre. En el salón seguían teniendo sexo y las mujeres que estaban con Luis seguían gimiendo y gozando.
La vuelta a casa le pareció una eternidad. No dejaba de pensar en su madre. La había amado como ella se merecía, pero su huida tal vez significaba que le había hecho más daño que bien. Se detuvo delante de la puerta de su casa, no sabía bien lo que se encontraría, pero fuera lo que fuera, debía simular que había estado en otro lugar, en alguna discoteca intentando tener sexo con chicas de su edad.
Caminó en silencio por el pasillo, todo estaba a oscuras. Eran las cinco de la mañana y no sabía si su madre estaría en casa, y de estar, no sabía cómo la iba a encontrar. Caminaba y miraba en todas las habitaciones por las que pasaba. La encontró en su dormitorio, dormida tranquilamente. Verla allí le relajó y se fue directo a la ducha. Tenía un sentimiento agridulce. Por un lado había disfrutado viendo a su madre gozar al tener sexo con él. La había llevado al éxtasis, había visto su cara de placer. Siempre le pareció guapa, pero ver cómo su cara se transformaba para mostrar el placer que sentía, le producía un placer supremo. Pero la forma que tuvo de irse le angustiaba. No podía hablar directamente con ella sobre aquello, no podía descubrirse. Por la mañana intentaría hablar con ella y ver cómo podía sacar el tema sin ser descubierto. Salió de la ducha y volvió a ver cómo estaba su madre.
Laura estaba despierta cuando escuchó a su hijo llegar. Quería levantarse y abrazarlo, pedirle perdón y consuelo por lo que había hecho aquella noche. Pero no podía, tendría que contarle que había follado con un chico mientras pensaba en él, en su hijo… La odiaría toda su vida si llegara a enterarse de aquello. No paraba de sollozar y sentía que sus ojos estaban hinchados. Su querido hijo volvía a entrar después de la ducha, ella permaneció quieta, simulando estar dormida. El rodeó la cama y se arrodilló junto a ella, notaba que la miraba. Una de sus manos acarició su pelo y le dio un dulce beso en la mejilla.
- ¡Te quiero mamá!
El corazón de Laura se aceleró al escuchar el susurro que su hijo había lanzado. Permaneció inmóvil, pero por dentro sentía que deseaba abrazarlo y llorar con él. Lo escuchó caminar en la oscuridad y abandonar su habitación. Abrió los ojos y se sintió presa de una alegría inexplicable. Aquella muestra de su cariño aliviaba todo el dolor que había sentido. Poco después se dormía plácidamente.
Juan se echó en la cama, no podía dormir. Veía pasar las horas en el reloj, disfrutaba recordando las horas anteriores en las que amó con locura y pasión a su madre. Después caía en un dolor insoportable al pensar que nunca podría volver a repetir aquello. Pero lo que más le dolía era pensar que en otra ocasión, ella podría hacerlo con otro, que otro tomara su lugar y llevara a su madre a la fantasía de hacer el amor con su hijo. Aquel pensamiento lo enfurecía y sentía unos celos que no podía soportar. En el reloj apareció la 09:00 horas. Ella solía levantarse un poco más tarde.
Laura se despertó suavemente. No ponía en pie lo que había soñado, pero sabía que eran cosas muy raras. Seguramente las vivencias de la noche habían provocado que su subconsciente le lanzara todo tipo de imágenes y situaciones absurdas. La luz de la mañana iluminaba la habitación, se iba a levantar.
- ¡Vamos dormilona, es hora de levantarse! – Juan entraba en la habitación con el desayuno en una bandeja.
- ¡¿A qué viene esto?! – Le preguntó mientras se restregaba los ojos y se iba despertando, sentándose en la cama de forma que pudiera colocar la bandeja.
- ¡¿Cómo que a qué viene esto?! – Dijo Juan colocando la bandeja en la cama y poniéndose muy serio. - ¡Vamos mamá! Ha sido la primera noche que sales en mucho tiempo. ¡Tienes qué contarme cómo te lo pasaste! ¡¿A caso no soy tu mejor amigo?! – Se quitó las zapatillas y se echó junto a ella esperando que le contara.
- ¡Me lo pasé bien! – Dijo ella sin mucho entusiasmo.
- ¡Vale mamá, eso es bueno! Pero… - La miraba y agitaba la mano como indicándole que contara más cosas.
- Pero ¿qué? – Laura empezó a jugar con él.
- ¡Joder mamá! – Juan se sentó aparentando estar enfadado. - ¿Hubo tema o no?
- ¡Asqueroso! – Ella lo golpeó con una mano. - ¿Crees que esa es forma de hablarle a tu madre? – Él se abalanzó sobre ella, puso su cara frente a la suya, muy cerca.
- ¡Ahora mismo no soy tu hijo, soy tu mejor amigo!
- Bueno, quedé con esta mujer y dos amigas más… - Laura le contaba poco a poco, haciéndose la interesante. – Fuimos a varios bares, y acabamos en uno que tenía un ambiente oscuro, justo para parejas que quieren algo más que tomar una copa…
- ¡Vaya, así que fuisteis de cacería!
- Yo no, la verdad, pero ellas parecía que sí… - Se cayó y siguió tomando el desayuno, veía de reojo cómo Juan esperaba a que siguiera contando. Ella esperó a que saltara.
- ¡Pero cuenta más!
- ¡Tranquilo! – Le cogió una mano y la acarició. – Te contaré más, pero espera a que desayune…
- ¡Venga ¿quieres que te unte más mantequilla en ese pan?!
- ¡No! – Disfrutaba viendo impaciente a su hijo. - ¡Quítame la bandeja, ya no quiero más! – Juan se levantó rápido y cogió la bandeja. - ¡Llévala a la cocina! – Él intentó rechistar, pero la mano de su madre apuntó a la puerta para indicarle lo que tenía que hacer.
Juan salió de la habitación con la bandeja en la mano y una gran sonrisa. Disfrutaba escuchando las mentiras que su madre le contaba. Él sabía bien la verdad de lo ocurrido aquella noche, pero quería saber si sería sincera con él. Seguro que no le confesaría que había hecho el amor con un chico pensando en su hijo, pero vería por dónde salía. Dejó la bandeja en la encimera y colocó el plato y el baso en el fregadero. Estaba tranquilo pues veía que su madre no estaba mal después de la salida que hizo de aquella casa. Juan dio un brinco al sentir los brazos de su madre que le rodeaban por la cintura. Se giró y ella lo abrazó con cariño.
- ¡Eh mamá! – Le dijo abrazándola. - ¡Te veo diferente! Cuenta, cuenta, qué más pasó anoche… - Le dio un suave beso en la cabeza.
- Pues verás. Las cuatro estábamos sentadas en una mesa. Habíamos pedido unas copas y charlábamos. En otra mesa había un grupo de cuatro hombres.
- ¡Vaya, uno para cada una!
- ¡Calla, calla! Estefanía los miraba y se insinuaba. Ella que tiene un cuerpo diez era el centro de atención de aquellos muchachos.
- ¿Muchachos? – La miró con cara extrañada y disfrutando de la historieta que estaba montando. - ¡¿No me digas que eran yogurines?!
- ¡Vaya si lo eran! – Ella sonreía y disfrutaba al ver a su hijo intrigado. – Así, a la vista, el más mayor tendría unos veinte años, más o menos…
- ¡Mamá, no serías capas de…!
- ¡¿Quieres que te cuente o no?! – Ver a su hijo preocupado por ella le llenaba de alegría. - ¡Si quieres me callo y no te cuento nada más!
- ¡Perdona, perdona… sigue, por favor!
- Pues después de un rato en que Estefanía se llevó coqueteando a distancia con ellos, se acercaron. – Hizo otra pausa para ver cómo reaccionaba su hijo.
- ¡Perdón! – Dijo uno de ellos. - ¿Podemos sentarnos con ustedes?
- ¡Claro, estábamos buscando unos hombres guapos que nos den conversación! – Dijo Estefanía.
Se presentaron: Andrés, Tomás, Luis y Juan. Así se llamaban. Acercaron unas sillas y parecía que desde lejos ya habían decidido con quién querían hablar. Cada una tenía a un chico pendiente de darle conversación. A mí me hablaba Tomás, un chico bastante fornido con unos ojos azules y una cara bien bonita.
Juan miraba a su madre mientras le contaba la mentira que ella quería sobre la noche anterior. Él sabía bien con quién había estado, con su propio hijo haciendo el amor y gozando como nunca lo había hecho… ¡Y dándole un gran placer a su hijo!
Estaba claro lo que ellos querían. Tomás no tardó en hablarme de mis virtudes, de mis preciosos ojos, de mi pelo ondulado, de mi maravilloso cuerpo. Me hablaba bajito, muy cerca de mí. Puso una mano en el respaldo de la silla mientras me adulaba con sus piropos. Después empezó a acariciarme la espalda sin dejar de hablarme. Y unos minutos después, miró a su amigo que estaba con María.
- ¡Vaya, mi amigo Juan se ha hecho muy amigo de tu amiga María! – Me miró a los ojos y se acercó. - ¡Se están besando! ¡¿Tú también quieres un beso?!
- ¡Mamá, no me digas que en la primera noche que sales ya tuviste…! – Juan gesticuló la acción de tener sexo. - ¡Y con un chaval que podía ser tu hijo!
- ¡Espera hijo, déjame contarte! – Laura agarró la mano de su hijo y la acarició con cariño.
Me dio un beso suave en los labios y puso la otra mano en mi muslo. Siguió besándome e intentó meter su lengua en mi boca. Me aparté y lo empujé.
- ¡¿Tú qué es lo que quieres?!
- Lo mismo que ellos. – Me dijo en voz baja. – Por cien euros te haré ver el cielo… ¡Tengo treinta centímetros qué serán tuyos para que los goces! Paga la habitación y tendrás toda la noche para tener un orgasmo tras otro…
Miré a las demás, las tres estaban besándose y metiendo mano al chico que estaba con cada una. De nuevo sentí que aquel tipo intentaba acercarse más a mí.
- ¡Perdona, con la emoción tengo que ir un momento al baño! ¡Ahora vuelvo, no te vayas!
Me levanté y me dirigí al baño. Llamé un taxi y salí del bar sin que me viera ninguno de los que estaban en mi mesa. Cuando estaba en el taxi, llamé a Estefanía y le dije que volvía a casa, que aquel ambiente no me gustaba.
- ¡Y aquí estoy contigo!
- Entonces ¿no tuviste sexo?
- ¡Claro que no! – Laura mintió a su hijo. - ¡Crees que tu madre se acuesta con el primer tío que se le presenta!
- Pero ¿te lo pasaste bien?
- ¡Claro hijo! – Bajó la vista y miró sus manos que estaban unidas por los dedos. – Me lo pasé bien, pero el ambiente de las otras no era lo que más me apetecía.
- ¡Me alegro mamá! – Juan la besó en la mejilla y deseó besarla apasionadamente, igual que aquella noche. – ¡Ahora a salir más veces!
- ¡Sí hijo, sí! – Laura no puso mucho afán en aquella frase.
El maldito despertador la sacó de golpe de su sueño. Aún tenía en la mente el polvo que le estaba echando su hijo, no tenía el recuerdo de lo que hacían, sólo le quedó el placer de ser amada por él. Y entonces apareció su exmarido para pillarlos mientras follaban. Los gruñidos de aquel hombre enfurecido se fueron transformando en la estridente alarma del despertador que le avisaba de la hora de levantarse.
- ¡Te odio, cabrón! – Le gritó al reloj y lo paró de un fuerte manotazo que canalizaba todo el odio que sentía por su exmarido y lo mal que la hizo pasar.
Con su sexo húmedo por aquel sueño, se levantó de la cama y entró en el baño para asearse. Allí estaba, con sus medias negras y su falda ceñida a sus caderas, delante del espejo para maquillarse. Aún no se había puesto su camisa blanca para no mancharla y aquel sujetador blanco de encaje le subía los pechos lo suficiente para hacerle unas tetas muy excitantes.
- ¡No aguanto más! – Juan entró por la puerta del baño corriendo.
Laura dio un pequeño respingo al verlo entrar corriendo, pero no se preocupó por él. Ya habían vivido bastantes situaciones como para alterarse porque su hijo entrara de golpe en el baño mientras ella se preparaba para ir al trabajo. Y la imagen de la gran polla de su hijo se dibujó en su mente. Reaccionó espontáneamente.
- ¡¿Hoy también te has levantado tan “grande” cómo el otro día?! – Laura tembló al darse cuenta de lo que había dicho mientras se asomaba por un lado de su hijo para verle la polla.
- ¡Mamá! – Juan parecía fastidiado. - ¡Cómo he de decirte que casi todas la mañanas me levanto igual! – Se giró un poco sin dejar de apuntar al inodoro. - ¡¿Ves?!
- ¡Oh, sí, perdona! – Se giró rápidamente.
Ella sabía que tenían mucha confianza el uno con el otro, pero que una madre buscara la polla de su hijo para verla… eso era algo pervertido. Siguió maquillándose y podía ver en el espejo el color rojizo que había tomado su cara al ser consciente de lo que había hecho.
Los brazos de su hijo la rodearon por la cintura y le dio un beso en el cuello. Aquello siempre le producía la misma sensación: un cosquilleo en el cuello, un pequeño calambre en su sexo y su vagina lanzaba un poco de flujo, de hecho, desde que empezó a sentirse atraída por su hijo, nunca le podía faltar un salvaslip en sus bragas.
- ¡Estás preciosa, mamá! – Le susurró al oído. Los ojos de Juan la miró en el espejo y se detuvo en su sujetador, se podía intuir los oscuros pezones de su madre. - ¡Mamá, ponte pronto la camisa que la imagen de tu pecho es sensual hasta para un hijo!
- ¡Niño pervertido! – Le dio un empujón con su culo y pudo notar que su polla aún no se había relajado. Su vagina se agitó de nuevo.
- ¡Cuidado mamá, qué aún está cargada! – Bromeó Juan.
- ¡Suéltame asqueroso! – Laura golpeó las manos de su hijo con la suya, con la que sostenía el aplicador de crema para las pestañas y se manchó la barriga. - ¡Ea, ya has conseguido que me manche!
- ¡No te alteres! – Le dijo su hijo girándola para ver la mancha. Cogió una toallita húmeda para limpiarla. La pasó por la mancha y la hizo desaparecer. - ¡Ya está, cómo nueva! – Le dio un dulce beso en el lugar que estuvo la mancha y su madre notó que tendría que poner un nuevo salvaslip por los flujos que había lanzado al sentir los labios de su hijo en su barriga.
Laura caminaba por la calle en dirección a las oficinas. Aquel día se encontraba radiante. Había tenido sexo después de mucho tiempo, había gozado haciéndolo y, aunque después tuvo un momento de remordimientos, veía la vida de otra manera. La situación con su hijo no había cambiado. Seguía sintiéndose atraía por él, no lo podía evitar, pero mientras estuvieran juntos en su casa, disfrutaría de su compañía y su confianza. Ya quedaba poco para tomar las vacaciones, en agosto no haría nada que ella o su hijo no quisieran. Tenía que buscar algo para que los dos pudieran descansar. Lo malo es que no había mucho dinero como para irse una semana fuera de la ciudad, a algún hotel donde los dos pudieran descansar. “¡Él y yo solos en la habitación de un hotel!” Su cuerpo volvía a vibrar pensando en su hijo.
- ¡Buenos días! – Le dijo Estefanía al llegar a la oficina.
Durante varios días, la rutina no cambió. Todas las mañana se levantaba e iba al trabajo. Allí su jefa la saludaba como si nunca hubieran estado en aquella casa con aquellos muchachos. Laura estaba tranquila y disfrutaba por las tarde de la compañía de su amado hijo. Cuando se acostaba, deseaba tener algún sueño erótico en el que pudiera sentir a su hijo con ella.
Y el día treinta de aquel mes de julio, se produjo un pequeño cambio en su vida. El día empezó igual que todos, levantándose y yendo a trabajar, pero a media mañana, Estefanía la llamó y las dos se fueron al bar.
- Te voy a dar dos alegrías… - Le dijo Estefanía mientras tomaban un pequeño refrigerio. - ¡Estás de vacaciones! ¡Desde ahora mismo!
- ¡¿Y eso?!
- Te veo más feliz desde que salimos aquel sábado… - Se acercó a Laura. - ¿Se ha solucionado lo tuyo con tu hijo?
- Bueno… - Laura no sabía que decirle. – ¡Del todo no! ¿Cada vez que tienes tentaciones con tu hijo llamas a ese chaval?
- ¡Sí! – Mostró una gran sonrisa de placer. – Él me hace el amor como si fuera mi hijo y entonces me vuelvo loca… Tiene una buena polla, sabe manejarla y me da la fantasía que yo quiero…
- ¡Eso fue lo que me pasó con el chico del otro día! – Laura se excitó al ver que su jefa hacía lo mismo que ella había hecho, no era una pervertida, era lo normal en estos casos. – Lo hicimos mientras él decía que yo era su madre… Yo lo llamaba hijo y me excitaba mucho.
- ¡Entonces te lo pasaste bien!
- ¡Bien es poco! – La cara de Laura irradiaba felicidad. - ¡Piensa qué me corrí siete veces con dos eyaculaciones suyas!
- ¡Guau, eres un coñito multiorgásmico!
- No sé si lo seré, pero después de tantos años sufriendo mientras hacia el amor, aquella noche me liberé y conseguí ponerme más excitada que en toda mi vida junta. – Laura se acercó a Estefanía. – Ahora sólo tengo un pequeño problema…
- ¿Cuál?
- Al más mínimo roce con mi hijo, mi vagina empieza a humedecerse… Tengo que llevar todo el día un salvaslip para no tener que cambiarme de bragas cada dos por tres.
- Si te digo la verdad, yo nunca he podido controlar eso. Mi hijo me da mucho cariño con abrazos y besos, en esos momentos me pasa lo que se conoce vulgarmente como: ¡Me meo de gusto!
- ¡Eso es, ese es mi problema!
- Bueno, pues eso hay que aguantarse… - Estefanía le sonreía pues las dos tenían el mismo problema. - ¡Ahora la otra buena noticia!
- ¡Dime, me subes el sueldo y me puedo ir de vacaciones a la costa! ¡¿Es eso?! – Laura rió por su broma.
- ¡La mitad es verdad! – Laura quedó muda y mirando a su jefa. – Te invito a ti y a tu hijo el mes de agosto, a nuestra casa en la playa. Estaremos los cuatro allí.
- ¡De verdad!
- ¡Claro! – Estefanía le sonreía. – Tenemos el mismo problema y puede que entre las dos podamos conseguir darle una solución en este verano.
Siguieron charlando un poco más. Tras varias bebidas, se despidieron. Esta vez Laura había conseguido controlar la bebida y no se sentía mareada. Caminó por la calle en dirección a su casa y empezó a sentir el tremendo calor que hacía ese día. En un termómetro reloj que había en la otra acera, a la sombra, se leía un gran 37. El sudor caía por su espalda y deseaba llegar cuanto antes a su casa para sentir el frescor del aire acondicionado. Daba las gracias por que su jefa le hubiera dejado irse dos horas antes, con ese calor, a las dos de la tarde la calle será un infierno. Entro en su casa y al final del pasillo la puerta del salón estaba cerrada. “¡Mi Juan tiene el aire puesto!” Entró con prisa en la habitación y se quedó de piedra.
Juan estaba en el sofá recostado, con su pantalón bajado hasta las rodillas, en la mano tenía el móvil y lo miraba hipnotizado. Su mano derecha agitaba su gruesa polla y ella fue testigo de su potente corrida. Un gran chorro salió disparado al aire, hasta medio metro de altura. Laura quedó petrificada al verlo, lo había descubierto masturbándose. Él se sintió diminuto al ser pillado en tal situación, pero aquello ya no tenía forma de pararse. No sabía que hacer ni dónde apuntar mientras lanzaba más chorros de semen.
Laura salió de la habitación, corrió a la cocina y allí esperó a que su hijo acabara lo que no podía parar. Cogió agua de la nevera y bebió toda la que pudo. Ver la polla de su hijo erecta la calentaba. Sentirla en su culo cómo la otra mañana, también la ponía alterada. ¡Pero ver cómo su redondo glande lanzaba semen! Aquello le provocó tal excitación que no se marchó por vergüenza, si no por el calor que le había provocado en su sexo. Se agitaba, se sentaba, se levantaba, bebía más agua… No sabía que hacer. Pasaron varios minutos y se dirigió al salón de nuevo. Empujó un poco la puerta y la entreabrió.
- ¡¿Ya has terminado?! – Le preguntó al hijo.
- ¡Sí!
- ¡Joder Juan! – Le dijo su madre, podía ver la cara totalmente roja de su hijo por la vergüenza que había sentido. - ¡Perdona si te he interrumpido!
- ¡No mamá, tenía que haberme ido al baño! – Juan iba sintiéndose más tranquilo. – Creí que volverías a tu hora y por eso estaba aquí.
- Bueno, no importa. Voy a ducharme y después almorzaremos.
No lo pudo evitar. Le hubiera gustado grabar aquella corrida. “¡Qué chorro tan fuerte!” pensó y mientras se duchaba, su mano le consiguió un gran orgasmo mientras pensaba en su hijo.
Todo había vuelto a la normalidad entre ellos, bueno, si es que se podía decir que su vida en común era normal. La tarde la pasaron debajo del aire acondicionado. Ya por la noche, sobre las doce, se iban a acostar. Apagaron el aire del salón y cada uno se fue a su habitación. Laura se echó en la cama y disfrutaba del frescor que le daba aquella máquina. Fuera no debía de hacer menos de treinta y cinco grados. Media hora después, Juan llamó a su puerta y entró.
- ¡Mamá! Tengo un problema.
- ¿Qué pasa Juan?
- Mi aire acondicionado no funciona, no da frío. Lo he mirado de arriba abajo y parece que se ha estropeado…
- ¡Joder, otro gasto más!
- Me acostaré en el sofá, con el aire del salón…
- ¡No hijo! – Dijo al salir su parte maternal. – Te vas a hacer daño durmiendo en el sofá… ¡Anda, acuéstate aquí, junto a mí!
- ¡Vale!
Juan se tumbó junto a su madre. Deseaba abrazarla, pero tenía que ser un buen hijo. Sólo vestía unos calzoncillos ajustados y la situación lo excitaba, se giro y se puso boca abajo pues cada vez era más evidente la excitación que estaba sintiendo.
- ¡Se me ha olvidado comentarte una cosa! – Le dijo Laura a su hijo. - ¡Ya tenemos vacaciones!
- ¡¿A dónde vamos?! – Juan levantó la cabeza y miró a su madre que se colocó de lado para mirarlo.
- ¿Te gustaría ir a una casa en la costa?
- ¡Sí! ¿Pero nos lo podemos permitir? ¿No será mucho dinero alquilar una casa en la playa?
- ¡Y si te dijera que la casa no nos costará nada!
- ¡¿Cómo?!
- Mi jefa nos ha invitado a que pasemos el mes con ellos en su casa…
- ¿Con ellos?
- Sí, su hijo y ella. Estaremos los cuatro.
- ¡Pues vale, si no nos supone un gasto extra, bien! – Juan se sentía un poco triste. Vale que fueran de vacaciones a la costa, pero con los otros dos, ya no podía estar a solas con su madre. - ¡Te quiero mamá! – Se acercó a ella para darle un beso.
La boca de Juan estaba cerca de Laura, ofreciéndole un beso de hijo. Los dos se miraron a los ojos y desearon lo mismo, unir sus bocas, pero a los dos le asaltó el mismo pensamiento, “¡Eso era imposible!”. Juntaron sus mejillas y se dieron un beso.
- ¡Qué calor hace hoy! – Dijo Laura.
- Pues quédate en bragas… - Dijo Juan. – Yo estoy en calzoncillos y estoy muy a gusto.
- ¡Tú lo que quieres es ver a tu madre desnuda!
- ¡Siempre se agradece ver un cuerpo bonito! ¡Mira mi culo! – Tensó su cuerpo y en los calzoncillos se marcó sus durísimos glúteos. - ¡Tócalo, verás que duro está!
- ¡Cállate guarro! – Laura se quejaba por lo que decía su hijo, pero se moría por tocar, acariciar y morder aquel culo que parecía estar durísimo. Se quitó el camisón y se echó de lado para darle la espalda a su hijo.
- ¡Mamá ¿sabes una cosa?! – Juan le habló suave al oído.
- ¡¿Qué quieres ahora?!
- Da igual que me des la espalda para ocultar tu bonito cuerpo. Te puedo ver en el reflejo del espejo que hay frente a ti.
- ¡Ni para dormir dejas de ser un pervertido! ¡Duérmete ya!
- ¡Vale ya me duermo! – Le dio un beso en el cuello y él se echó a su lado para dormir.
Laura sentía fuego entre sus piernas. Tenía junto a ella a su hijo, su deseado hijo. Lo tenía desnudo y sólo aquella fina tela le separaba de su objeto de deseo. Sólo tenía que apartarla y podría acabar con el calor y la lujuria que la consumía. Su mano acarició disimuladamente su coño, por encima de las bragas. Necesitaba correrse y quería masturbarse. Recordó el vídeo que había grabado aquella noche de sábado. No era muy largo, pero sabía que el coño que era penetrado por aquel joven era el suyo, imaginaría que Juan estaría penetrándola mientras lo veía. Se levantó y marchó al baño con el móvil. Se bajó las bragas y se sentó en el inodoro. Buscó el vídeo y lo reprodujo de forma cíclica para que no se detuviera. Cuando sus dedos tocaron su mojado coño, la imagen de su coño siendo penetrado fue suficiente. En menos de un minuto se agitaba al sentir un gran orgasmo. Después se lavó su sexo y volvió al dormitorio.
Allí estaba Juan, desnudo, con su prieto culo. No debió invitar a su hijo a dormir en su cama, ahora sentía un calor que no se extinguía, y no era por la temperatura de la habitación. Se volvió a echar junto a él y lo miró, dormía plácidamente. Tal vez pudiera tocarlo un poco sin que él lo notara. Puso su mano en la espalda de su hijo y sintió la suave piel. La deslizó poco a poco hacia abajo, él no se movía, estaba completamente dormido. Aquello le dio valor a Laura y llegó hasta su culo. La deslizó y sintió la redondez de aquel joven culo. Apretó sus dedos para sentir la dureza. Juan protestó un poco en sueños y ella se acostó rápidamente, excitada por el cuerpo de su hijo, con su corazón acelerado por el miedo a ser pillada, con su coño mojado por el deseo de amarlo. Se quedó dormida deseándolo.
Juan se despertó, miró la hora en el despertado que había en la mesita de noche. Aún eran las cuatro de la mañana y podía seguir durmiendo. Junto a él estaba su madre, podía verlo gracias a la tenue luz que proyectaba el televisor. Ella estaba boca arriba, sus tetas caían a ambos lados de su cuerpo y sus oscuros pezones lo hipnotizaron. Deseaba mamarlos, cómo la noche que tuvo todo su cuerpo, que tuvo sexo con su madre. Sabía que no podía, no podía ni darle caricias para no despertarla. Ella tenía su brazo derecho doblado sobre su cabeza. Con cuidado, Juan lo extendió hacia él para apoyar su cabeza. Pegó su cuerpo con delicadeza hasta que sintió que su polla tocaba la cadera de su madre, se endureció al contacto con ella. Se sentía excitado por acercarse a ella de forma furtiva, la deseaba pero no podía hacer un movimiento en falso que la despertase y lo expulsara de su lado. Pasó su brazo sobre ella, por debajo de sus hermosas tetas, de forma que pudiera sentir su tacto sin que fuera demasiado evidente. Ella seguía durmiendo. Él levantó su pierna y la colocó en medio de las de ella, en su rodilla podía sentir el suave tacto de la tela de sus bragas. Su corazón palpitaba desbocado. Ella se agitó y él quedó paralizado.
Laura sintió una presión sobre su cuerpo. Abrió un poco los ojos y contempló a su hijo abrazado a ella. “¡Bien, otro sueño erótico con mi hijo!” pensó y continuó durmiendo y disfrutando de la ensoñación.
Juan fue consciente de que su madre lo había visto, lo había mirado. Pensó que el contacto con su deseado cuerpo se acababa en ese momento, sería rechazado. El brazo de su madre que estaba bajo su cabeza se movió y lo atrajo más hacia ella, dándole una suave caricia. La otra mano agarró la pierna que tenía sobre ella y la subió más aún para darle unas cuantas caricias en su muslo. Su pie quedó casi encima de su coño. Se detuvieron las caricias de su madre y siguió durmiendo.
Juan movió suavemente sus caderas y restregó su polla contra el cuerpo de su madre, aquello le daba mucho placer. Subió un poco más la pierna, casi daba con su brazo, y acarició las bragas. Los dos hermosos muslos de Laura se abrieron un poco. Metió el pie sin empujar y con sus dedos acarició el coño de su madre por encima de las bragas. Su mano estaba justo debajo de su teta izquierda, la subió un poco y sintió junto al dedo gordo, la suave piel. Movió el dedo y la acariciaba con suavidad. Ella permanecía inmóvil. Juan sentía que todo su cuerpo temblaba por la excitación y el miedo a ser descubierto. Con cuidado levantó la mano y acarició la teta por completo, sintiendo en la palma el erecto pezón de su madre. Su polla estaba totalmente erecta.
Laura se sentía en un sueño. Volvió a abrir los ojos y pudo sentir la mano de su hijo sobre su teta izquierda y aquel pie que se apoyaba sobre su coño. Un calor la invadió y sintió que su vagina lanzaba flujos, su pezones se pusieron totalmente erectos. Quería abrazarlo con pasión y tenerlo para ella sola, todas las noches de su vida.
Juan permanecía inmóvil, disfrutando del contacto del cuerpo de su madre. Y de golpe, sin hacer un movimiento previo, ella lo empujó y lo colocó al lado, boca arriba. Se asustó y se excitó a la vez, cuando su madre se giró hacia él y puso su pierna izquierda entre las suyas, de forma que su caliente sexo quedó subido sobre su cadera, su muslo sobre su erecta polla. Él pudo mover su brazo izquierdo para sacarlo de debajo de su madre y colocarlo extendido hacia el lado. Laura se recolocó sobre él, abrazándolo por el pecho, poniendo sus redondas tetas sobre él, colocando su cabeza junto a la suya.
- ¡Duérmete ya! – Susurró Laura con una dulce voz y le dio un beso en el cuello.
Juan estaba petrificado y su corazón se le iba a salir por la boca. Subió su brazo derecho y empezó a acariciar el muslo de su madre, de su deseada madre. Después subió el brazo izquierdo y lo colocó sobre la espalda. Con las dos manos la acariciaba y ella no protestaba, seguro que estaba dormida. En su pecho podía sentir las tetas de su madre. Su mano derecha subió por el muslo que acariciaba y llegó al comienzo del redondo culo. Se detuvo en el filo de la braga. Si continuaba, ella podía despertar y echarlo de allí… Pero era mucha la tentación de no tocarla.
Subió su mano y podía apreciar la redondez de aquel culo. Sus caricias eran suaves y ella no se movía, seguro que estaba completamente dormida. Bajó de nuevo su mano y buscó el filo de la braga. Movió un dedo y levantó la fina tela. Poco a poco, con cuidado, iba metiendo toda la mano mientras su otra mano acariciaba el cuello de su madre que respiraba plácidamente y su aliento acariciaba el cuello de él.
Las bragas eran bastante elásticas, pudo meter toda la mano sin dificultad y sin molestar a su madre. Tenía la mano abierta sobre una de las nalgas y empezó a presionar con sus dedos. El placer que sentía era inmenso. Amar a su madre en secreto le daba una excitación especial, tocarla furtivamente mientras dormía lo llevaba al borde del éxtasis.
Quedó petrificado cuando su madre se movió. Su mano quedó dentro de las bragas, tocándola. Ella agitó su cuerpo e hizo más fuerte el contacto entre ambos, sus caderas se movieron y restregó descaradamente su coño contra él.
- ¡Ooouuuuf! – Aquel sensual suspiro volvió loco a Juan.
Giró la cabeza y miró la hermosa cara de su madre. Sus labios estaban muy cerca, no podía contenerse. Besó suavemente aquellos maternales labios. Ella no reaccionó, eso le dio valentía y volvió a besarla mientras su mano acariciaba su culo. Iba a estallar de placer. Y los dulces labios de su madre comenzaron a moverse suavemente. Juan temblaba por dentro al ver que su madre respondía a sus besos, deseaba subirla sobre él y amarla… Colocarse encima y darle todo el placer. Su mente giraba embriagada por el placer.
- ¡Vamos, no seas un niño malo! – Laura le habló y Juan quedó petrificado. - ¡Duérmete y descansa! – Hundió su cabeza en el cuello de su hijo.
Juan acarició suavemente el cuerpo de su madre por un rato. Se preguntaba si aquello que había pasado era señal de que permitía que él la amara o sólo estaba soñando y en ese momento no sabía bien lo que hacía. El sueño lo venció, abrazado a su madre, disfrutando del olor de su cuerpo.
Eran las siete de la mañana cuando Laura empezaba a ser consciente de que estaba despertando, aunque aún no por completo, quería sentir el regusto de su sueño. Aquella noche había disfrutado de un gran ensueño con su hijo. Y lo mejor es que en el sueño había controlado la situación. Los sueños que había tenido con su hijo anteriormente, los hechos ocurrían sin explicación, sin tener sentido y ningún control. Aquella noche soñó que su hijo le daba dulces besos y suaves caricias, esas que tanto la excitaban. Y además recordaba todo, no como en otros sueños en los que no recordaba nada. Se acordaba de su mano tocando su culo. Cómo su polla erecta presionaba contra su muslo. Aquellos dulces e inocentes besos que le dio en los labios. ¡Si pudiera recibirlos de verdad! En ese momento empezó a ser consciente de su cuerpo. Pudo sentir que estaba abrazada…
- ¡Juan! – Laura levantó su pecho y dio un leve grito.
Se detuvo a mirarlo. La mano de su hijo le agarraba el muslo, mientras que la otra había caído de su cuello cuando ella se levantó. Estaban juntos. El miedo invadió su mente. “¿No habré hecho ninguna locura?” pensó asustada. Se separó de él y se levantó, se vistió y marchó a la cocina.
Cuando Juan abrió los ojos, su madre ya no estaba. Se levantó y de nuevo tenía una erección mañanera. Salió al pasillo y fue directo al baño. Su madre no estaba por allí, ¡con lo que le gustaba enseñársela! Fue a la cocina y allí tampoco estaba, no estaba en casa.
Laura caminaba por la calle para volver a su casa. Estefanía la había llamado y habían desayunado juntas. Habían estado hablando del viaje al que les había invitado. Saldrían en dos días. Estefanía y su hijo irían a recogerlos para salir hacia la costa los cuatro. Llegó a la puerta de su casa, con el pensamiento en los días que pasarían en la playa con la pervertida de su jefa. “¡Tan pervertida es, que me ha pervertido a mí!” Aquel, era otro día de calor de esos insoportables. Al final del pasillo, la puerta del salón estaba cerrada. Llegó a ella y llamó.
- ¡Juan, voy a entrar! – Gritó.
- ¡Mamá, no estoy todo el día tocando la zambomba! – Él le abrió la puerta.
- ¡Hace demasiado calor! – Dijo Laura y se desabrochó la falda, la dejó caer hasta el suelo y se agachó doblando su cuerpo por la cintura para recogerla. - ¡Casi me muero por la calle!
Juan estaba a dos metros de ella, detrás. Pudo ver perfectamente el redondo culo de su madre cuando se agachó, lo había puesto en pompa, bien en pompa. “¿Me estará provocando?” Aquellas bragas estampadas le hacía un culo muy excitante, tuvo el impulso de alargar su mano y tocarlo.
- ¡Mamá, por favor! – Le habló con un tono severo. - ¿Crees que es propio de una madre desnudarse así delante de su hijo? – Ella lo miró y vio la sonrisa burlona que tenía.
- ¡Mira niño! – Se giró y lo amenazó con su dedo índice. - ¡Tu madre viene de la calle muerta de calor! Si quiere quitarse la falda, pues se la quita… ¡Cómo si quiere andar todo el día desnuda por su casa! ¡Te enteras, por su casa! – Se desabrochó la camisa y quedó sólo con la ropa interior.
- ¡Vale, si quieres andar desnuda por la casa, no tengo problemas! – Juan le sonreía y sus ojos la miraban de arriba abajo. - ¡Pero después no te quejes si me pillas como el otro día!
Laura se sintió un poco incómoda con aquella situación. En broma, para demostrarle quién mandaba en su casa, se había desnudado delante de él, cosa que ya había hecho antes, pero acordarse de su hijo eyaculando allí mismo… eso la incomodó y se giró para ir a su habitación para ponerse algo.
No tardó mucho en salir con una camiseta. Se había liberado del sujetador y sus pechos se movían libremente bajo la tela. Entró en el salón y se tiró en el sofá. Su hijo llegó de la cocina con un gran vaso de agua fría.
- ¡Oh, gracias mi niño! – Le dijo sentándose.
- ¡Sabía que te iba a gustar! – Juan se sentó a su lado. - No te enfades conmigo, sólo estaba bromeando.
- ¡Ya lo sé! – Dijo Laura después de beber un poco de agua. – Yo también estaba bromeando. ¡Si anoche dormimos desnudos y juntos! ¡¿Ahora te vas a enfadar por que tu madre se ponga desnuda delante de ti?!
- No, si no me enfado, todo lo contrario… - Laura quedó pensando qué significaba eso de “todo lo contrario”. – Anoche había poca luz y tenía sueño, pero ahora hay bastante luz y…
- ¿Y qué?
- ¡Mamá, qué tu estás muy buena! – Aquella expresión le cogió por sorpresa y no supo reaccionar a tiempo.
- ¡No digas tonterías y déjame descansar un rato!
Y así lo hizo, descanso un poco de tiempo y después empezaron a preparar la comida. Miraba a su madre y pensaba que cada día estaba peor. No sabía si lo suyo era algo enfermizo, si tal vez era algo pasajero… No tenía ni idea de qué hacer, lo único que sentía era una excitación incontrolable por su madre. Había hecho el amor con ella simulando que era otro para simular que era él mismo, y aquella noche no la olvidaría nunca en la vida. La noche anterior no fue tan placentera como la que tuvieron sexo, pero si hubo más excitación contenida al tener el cuerpo desnudo de su madre junto al suyo, tocarla furtivamente y sentirse rodeado por su cuerpo. Aquellos besos somnolientos de su madre le produjeron más placer que toda la noche que estuvieron haciendo el amor. Se estaba volviendo loco con su madre.
Laura preparaba la comida y podía sentir cómo su hijo la miraba. Él no le hablaba, simplemente estaba apoyado en la puerta, mirándola, en silencio… “¿Me deseará?” No tenía muy claro lo que había ocurrido la noche anterior. Ella despertó abrazada a él, y él parecía sujetarla, cómo si no quisiera que ella se apartase… “¡Pero qué tonterías estoy pensando!” Se recriminó. “¡Estoy caliente con mi hijo, enferma por lo que siento, pero él es un chaval joven y saludable! ¡Seguro qué este verano encontrará a una chica y toda mi calentura desaparecerá, seguro!”
Una hora y media más tarde habían terminado de comer y recogerlo todo. Estaban sentados en el sofá. El calor les hacía estar presos por el aire acondicionado, no pudiendo ir a ningún lado.
- ¡Me voy a mi habitación a ver la televisión! – Dijo Laura y se levantó. Caminó hasta la puerta que daba a los pasillos que comunicaban las habitaciones y agarrada al picaporte, se giró. – Juan ¿te vienes a mi habitación y allí tumbados vemos la televisión?
- ¡Vale! – Dijo él. – Así gastaremos menos luz y tumbado se está mejor.
Laura conectó el aire y encendió la televisión. Colocó su almohada en una postura cómoda y se tumbó a descansar. Cuando Juan entró en la habitación, la vio allí tumbada, con sus manos unidas en el pecho, con aquella camiseta que dejaba casi la totalidad de sus muslos a la vista. ¡Qué le gustaba mirar a su madre!
- ¡Coge aquellos cojines de la silla! – Le pidió su madre.
- ¡Vale! – Los cogió y los colocó para tumbarse junto a ella.
Juan vio como en menos de diez minutos su madre había cerrado los ojos. Ahora la podía mirar sin ningún tipo de pudor. Podía ver sus tetas marcadas en la tela de la camiseta, se podía diferenciar el pequeño bulto que formaban los pezones. Deseó tocarlos, besarlos… ¡No podía ser! Se movió un poco y pegó su costado al de la madre, sentir su calido cuerpo era todo lo que podía hacer aquella tarde.
Los dos descansaban plácidamente. Juan estaba harto de ver aquel tonto programa, quería cambiar la emisora. El mando a distancia estaba en la mesita de noche que había en el lado de su madre. “¡Esta es mi oportunidad!” pensó. Se giró y se puso de lado, estiró el brazo por encima del cuerpo de su madre, mirándola a la cara y casi sin echar cuenta de hasta dónde llegaba su mano. La miró de cerca unos segundos y después agarró el mando. Al volver atrás su madre se despertó.
- ¿Qué haces? – Le preguntó con una voz soñolienta.
- Estaba cogiendo el mando…
- Déjame descansar… - Juan pensó que su madre se había enfadado por aquel despertar.
Se volvió a tumbar en su lugar e iba a levantar el mando para cambiar de emisora. Su madre lo sorprendió. Se incorporó con los ojos medio cerrado, apartó sus almohadas a un lado y agarró el brazo izquierdo de su hijo. Lo subió y se acurrucó pegada a él, apoyando su cabeza en el hombro, muy pegada a la de su hijo. Pasó su brazo derecho por encima del cuerpo del muchacho que asistía inmóvil a la colocación de su madre. Juan se excitó cuando su madre colocó su pierna encima de su cuerpo, su muslo encima de su sexo.
- ¡Ahora deja dormir a mamá! – Le dijo ella con una dulce voz y tocó con un dedo los labios de su hijo indicando que no hiciera ruido.
“¡Dios, no lo puedo evitar!” Pensó Juan al sentir que su polla empezaba a crecer sin poder contenerla. Temía que su madre notara que se excitaba cuando ella lo tocaba. Podía sentir el calor de su cuerpo, el roce de su pierna sobre su polla lo torturaba, no quería aparecer cómo un hijo pervertido, pero no podía evitarlo. Deseaba abrazarla y besarla, no podía aguantar más, así que cogió su mano, la que reposaba sobre su pecho y la besó.
Laura nunca había sentido un deseo tan grande, nunca se sintió tan presionada como tener que aguantar ese deseo, esa excitación que le producía su joven hijo. Se abrazó a él pues la necesidad del contacto con su hijo era más grande que el pudor, pero lo que no esperaba es que su hijo reaccionara de aquella manera. Notaba en su mano, apoyada en el pecho de su hijo, cómo su corazón golpeaba nervioso. En su muslo sentía la dureza que la polla de su hijo iba tomando, sabía que estaba excitándolo y, sin poder evitarlo, ella también. Cuando su hijo cogió su mano y la besó, su sexo vibró respondiendo a aquel estímulo. Aprovechó para moverse un poco, pegarse más a él, restregar un poco su sexo contra la cadera del joven y sobre todo, mover la pierna para acariciar disimuladamente aquella polla que estaba creciendo. Después del beso, ella jugó con los dedos de su hijo hasta que su manos quedaron unidas.
- ¡Gracias hijo!
- ¡¿Por qué?!
- Por todo el cariño que me das…
- ¡Por ti lo que sea, mamá! – Giró la cabeza y besó la frente de su madre.
Laura le dio las gracias por el cariño que mostraba su hijo por ella, pero en verdad le agradecía no sólo su cariño, si no toda excitación que le producía. Tras tantos años de relación traumática con su marido, él había conseguido despertar su lujuria de mujer. Bien sabía que fuera su hijo el que le conseguía esos sentimientos, no era moralmente aceptable, pero fue un primer paso para volver a tener una relación normal con un hombre. Había tenido sexo con uno, en unas condiciones que moralmente no eran buenas, pero gracias a su hijo, otro hombre la había tocado sin que ella sintiera náuseas.
Juan se sentía temblar por dentro. Deseaba confesarle todos los sentimientos que su madre despertaba en él. Sabía perfectamente que nunca podría tenerla de otra manera que no fuera como su madre, sólo mintiéndole podría conseguir su cuerpo, ya lo había hecho y esperaba que ella nunca se enterara de aquello. Se sintió triste, tenía a aquella hermosa mujer entre sus brazos, sólo tenía que esforzarse por cortejarla un poco para encender la pasión en ella. Estaba seguro que los dos pasarían las noches haciendo el amor y gozando de sus cuerpos, y sí, pensaba en hacer el amor, no en follar. Por alguna razón, él se estaba enamorando de su madre y aquello le partía el alma. Su mano izquierda subió por la espalda de su madre y la acariciaba cariñosamente. Cerró los ojos y tenía ganas de llorar al ser consciente que nunca podría pasar de allí, de recibir el cariño de su madre.
- ¡Gracias hijo! – Laura besó suavemente el cuello de su hijo, y deseándolo, se quedó dormida entre sus brazos. Una lágrima de felicidad brotó de sus ojos.
Habían pasado sobre dos horas cuando Juan despertó. Su madre seguía abrazada y él, con su abrazo, le correspondía y no la dejaba escapar. Su polla ya estaba tranquila, aprisionada por el hermoso muslo de su madre. Lo acarició con cariño y devoción, dobló el cuello y miró a la cara de su madre.
- Dormilona ¿te vas a levantar? – Le dijo dándole un suave beso en la frente.
- ¡Ouf, qué bien he dormido! – Dijo ella desperezándose suavemente. Besó el hombro de su hijo como muestra de cariño y permaneció abrazada. – Ahora tenemos que hacer las maletas para irnos de viaje. ¡Qué bien pasar unos días en la playa!
Ninguno de los dos deseaba soltar al otro, pero había cosas que hacer, así que con muy pocas ganas, se levantaron y comenzaron a preparar dos maletas para el viaje. Estuvieron varias horas buscando y guardando ropas y demás cosas que pudieran necesitar.
- Juan. –Laura llamó la atención de su hijo. - ¿Qué me llevo para bañarme en la playa? ¿Bikini o bañador?
- Llévate los dos y allí decides…
- ¡Sí, eso haré!
Por fin acabaron de preparar las maletas, salvo las pocas cosas que utilizarían esa noche y las colocaron junto a la puerta de la entrada. Sonó el teléfono y Laura contestó. Comenzó a hablar con Estefanía sobre la hora a la que los recogerían y pensando si necesitaban algo más de lo que habían preparado. Laura se sentó en el sofá, de lado, con una pierna apoyada en el asiento y la otra flexionada en vertical y apoyada en su pie. Juan estaba junto a ella y la observaba hablar. Aquella mujer tenía que ser una gran persona, su madre se veía muy contenta y animada mientras conversaban de todo un poco. Juan bajó la vista y sus pechos se marcaban en la tela de la camiseta. Bajó más la vista y quedó en éxtasis al ver la separación que tenían las piernas de su madre. Allí en medio estaba su delicioso sexo, tapado por aquellas bragas de colores divertidos. Sus labios se marcaban en la tela. No le dijo nada a su madre para disfrutar de aquella visión.
- Laura ¿va mejor ese pequeño problema que tienes en casa?
- Bueno, eso es algo que es mejor hablar cuando te vea… - Miró para su hijo, observó en la dirección en la que él miraba y lo descubrió mirando a su entrepierna. - ¡Creo que no! – Se movió sutilmente para ofrecerle una vista mejor.
- ¡Bueno hija, los hijos siempre son un problema! ¡Mañana nos vemos!
- ¡Adiós! – Dijo Laura y colgó el teléfono. Giró la cabeza, Juan aún la miraba. - ¡¿Qué miras?! – Le gritó para darle un susto a su hijo. Lanzó carcajadas al ver el color rojo intenso que tomó su cara.
- ¡Me voy a duchar! – Dijo Juan enfadado por lo que le había hecho su madre.
- ¡Vamos no seas tonto! – le dijo ella, pero él se marchó a la ducha.
Laura se levantó excitada por la situación de pillar a su hijo mirándole las bragas. Se marchó a la cocina e hizo la comida. Media hora después, la mesa estaba lista para que los dos cenaran. Laura canturreaba feliz, aquella situación con su hijo le divertía y, sobre todo, le excitaba de una manera que nunca hubiera imaginado que podía sentir.
- ¡Juan, a comer! – Gritó para avisarlo.
- ¡Ya voy, aun estoy en la ducha! – Le contestó.
“¡Ahora es el momento!” Pensó Laura y se dirigió al baño. Entró sin llamar, sin preocuparse de cómo encontraría a su hijo, desnudo o vestido, le daba igual. Aun estaba dentro de la bañera y ella se sentó en el inodoro para hablar con él.
- Oye Juan. – Le dijo para llamar su atención.
- ¿Qué haces aquí mamá? – Él corrió la cortina un poco para mirar a su madre. Ella pudo ver aquella polla que tanto animaba a su lujuriosa imaginación. Había algo raro desde la primera vez que la vio mientras se bañaba.
- ¡Oye ¿te quitas los pelos de tus genitales?! – Le preguntó sin preocuparse de ser indiscreta con su hijo, y algo pervertida.
- ¡Oh, sí! – Él separó más las cortinas y movió las caderas para mostrarle sus genitales. – Un amigo me dijo que así se estaba más cómodo y que a las mujeres les gustaba más… ¿A ti te gustan más así?
- ¡Bueno! – Laura la observó y veía algo raro en ellas, no sabía el qué. - ¡Anda, acaba ya y no seas más guarro enseñando tus pelotas a tu madre… - Siguió sentada y tuvo que cerrar un poco las piernas pues su coño empezaba a lanzar sus flujos.
- Seré guarro, pero tú has entrado mientras tu hijo se duchaba… ¿Qué quieres?
- ¿Te has enfadado antes cuando te asusté?
- ¡No mamá, no me enfadé! – Cerró el agua en ese momento. – Es que te estaba mirando allí. Te veía con las piernas abiertas y estaba pensando que tu jefa tiene que ser buena amiga para que te relajes y no te preocuparas si se te veía el chocho…
- ¡¿Tienes que usar la palabra “chocho”?!
- ¡Sí! – Alargó la mano para que ella le pasara la toalla. – Digo chocho porque se te veían marcados en la tela de tus bragas, los labios vaginales. – Juan disfrutaba utilizando esas palabras con su madre, quería excitarla.
- ¡Dios, no me di cuenta! – Ahora ella tomaba el rojizo color de la vergüenza, mientras su vagina se agitaba y lanzaba más flujos. - ¡Perdona!
- ¡Mami, no tienes que pedirme perdón! – Juan se secaba y ahora le tocaba secar su glande. Con naturalidad y apuntando directamente hacia ella, tiró de la piel y salió su redondo glande. – Ya te he dicho que eres una mujer preciosa. – La toalla envolvió el glande y lo secaba. Laura no apartaba la vista de aquella polla. - ¡Seguro que hasta tu sexo es precioso! ¡¿También te lo depilas?!
- ¡Bueno! – Dijo ella con pudor. – La verdad es que el día que quedé con mi jefa, esa noche me lo depilé…
- ¡Vaya! – Juan sonrió. - ¡Los dos hemos tenido la misma intensión! – Se colocó los calzoncillos y se dirigió a la puerta para salir.
- ¡La cena ya está en la mesa! – Laura le dio un cachete en el culo al verlo pasar.
- Vale. – Juan ni se preocupó por lo que le había hecho su madre. - ¿Te importa si hoy duermo en tu habitación otra vez?
- ¡Para nada hijo! – Dijo Laura que empezaba a desnudarse. – Me ducho en cinco minutos..
Laura entró en el salón para cenar. La miró y no pudo apartar la vista de su cuerpo. Aquellas bragas negras hipnotizaron a Juan que la siguió con la vista, viendo comos sus pechos se movían al ritmo de sus pasos. Laura llevaba en la mano una camiseta amplia, se la colocó y estaba cómoda con ella, pero le cubría sólo dos dedos por debajo del ombligo. Se sentó junto a él y cenaron. Después de un buen rato, Juan se marchó a la habitación para conectar el aire y esperar a su madre en la cama.
Laura entró en la habitación, Juan podía ver el hermoso culo de su madre, pero en aquella camiseta apenas se marcaban sus redondas tetas. Ella se acostó junto a él. Los dos miraban la televisión, una película que realmente no era muy buena. No pasó más de media hora cuando Juan quedó dormido, su madre admiró su joven cuerpo, deseándolo.
Laura estaba boca arriba, casi dormida. Aquella película no acababa y sus ojos se iban cerrando. De golpe, su hijo se movió y la abrazó, pegando su cuerpo a ella. Balbuceó algo y frotó su polla contra el costado de Laura. “¡Qué está haciendo!” Pensó y él seguía mascullando palabras sin sentido. De momento lo escuchó claramente: “¡Cristina, te quiero!” Su hijo estaba soñando con su antigua novia y parecía que quería hacerle el amor. Le subió la pierna para rodearla, para que no pudiera escapar de su abrazo, su mano empezó a acariciar la teta izquierda de su madre. Laura estaba atónita con aquello, pero su cuerpo deseaba el contacto de su hijo.
- ¡Juan, Juan, despierta! – Le susurró para no asustarlo.
La mano sobre la teta se deslizó por la barriga de su excitada madre, se introdujo bajo la camiseta y subió para tocar directamente tan generoso pecho. Laura iba a protestar otra vez, su hijo le metía mano mientras él soñaba con su anterior novia, y eso le calentaba pero no podía permitirlo. Laura iba a protestar, a despertar a su hijo de una vez, pero su coño lanzó flujos y se dejó acariciar un poco más, dos o tres segundos… o diez. Su mente se iba nublando por la lujuria. “¡No, no puede ser!” se dijo y abrió la boca para lanzar la orden que despertaría a su hijo.
Ella entró en un sueño en el momento que sintió la boca de su hijo sobre la suya. Sin saber cómo, en el momento de abrir la boca para despertarlo, él se había abalanzado sobre ella y había hundido su lengua dentro de su boca. Ella le puso las manos en el pecho para expulsarlo de su lado, pero la excitación, que hizo estallar su vagina en una cascada de flujos, y la lujuria que invadió su mente, no le permitieron separarse de él. Sus lenguas jugaron, yendo de una boca a otra. La joven mano acariciaba su teta y su cuerpo se había colocado encima, en medio de sus piernas, haciendo que sus sexos se frotaran el uno contra el otro.
La embriaguez que le produjo aquel sonámbulo ataque, no la dejaba pensar. Su hijo la besaba, la manoseaba y se frotaba contra ella cómo si la estuviera penetrando. Podía sentir contra ella toda la dureza y longitud de la polla de su hijo, sí, de la polla. Se sentía sucia al no parar a su hijo, lo deseaba y las palabras soeces la excitaban más. “¡Sí, dame con tu polla en mi caliente coño!” Pensaba y todo su cuerpo quería entregarse a la pasión de su hijo.
Juan se detuvo en seco. Su madre abrió los ojos, sus bocas estaban juntas, unidas en un beso de pasión. Él la miraba petrificado, congelado al ser consciente de que tenía sexo con su propia madre, no con su exnovia. Botó sobre ella y se apartó, avergonzado no sabía que decir. Un leve “¡Perdona mamá!” y se tumbó junto a ella aboca abajo, ocultando su cara detrás de sus manos, para intentar conciliar de nuevo el sueño.
Laura quiso llorar. Si su hijo no hubiera despertado, le hubiera entregado su cuerpo. Aquello no podía ser, se sentía demasiado sucia, deseaba tanto a su hijo que no podía controlar su cuerpo. Entre sus piernas aun continuaba el calor que había despertado Juan con aquel sueño. Ella había estado a punto de conseguir su orgasmo y la interrupción repentina la había dejado deseosa que tenerlo. De lado, dándole la espalda a su hijo, bajó una mano y la metió entre las piernas. Con disimulo comenzó a masturbarse, acariciando su clítoris, terminando el trabajo que había comenzado la polla de su hijo. Sabía que no debía hacerlo, pero su cuerpo le suplicaba que acabara con aquello. Pensó en el cuerpo de su hijo, en la dureza que había sentido sobre su coño y su imaginación continuó aquella fantasía.
Juan estaba boca abajo y abrió los ojos para ver a su madre. Ella estaba de lado y le daba la espalda. Podía ver cómo se movía levemente, “¡Seguro que se está masturbando!” La miraba y pudo observar como las piernas empezaron a temblar por el placer que había conseguido con aquella paja. El cuerpo de su madre se tensó por completo y después se relajó. Unos leves gemidos contenidos le indicaron a Juan que su madre había tenido su orgasmo. Sonrió. “¡Ha salido bien!” Pensó, pues había fingido soñar con su exnovia para acariciar, besar y excitar a su madre, para ver si ella también lo deseaba como él a ella. No pararlo con contundencia, sentir cómo su cuerpo vibraba y se agitaba bajo el suyo y aquella masturbación que tuvo su madre, confirmaron que ella deseaba tener sexo con su hijo. Plácidamente se durmieron los dos, ella tras el orgasmos que había conseguido, y él tras comprobar que su madre lo deseaba hasta tal punto de no ser capaz de frenar el deseo de su propio hijo.
Viaje a los sentimientos.
Laura despertó bien temprano, la experiencia vivida la noche anterior la había dejado inquieta. Su hijo había soñado con su exnovia y la tomó a ella por aquella chica. Que él reaccionara ante un sueño cómo reaccionó, no fue lo que la incomodó, lo que le tenía preocupada era que ella se sintiera excitada y tuviera que autosatisfacerse para mitigar el fuego que había encendido su hijo. Pero iban a estar de vacaciones, con su amiga Estefanía, ella la ayudaría, ella llevaba tiempo en su misma situación y sabía cómo controlar esos inmorales sentimientos de incesto.
Se levantó y dejó a su hijo aun dormido en la cama. No pudo evitar admirar su joven cuerpo. Por alguna razón, él se había vuelto el centro de su obsesión, día a día, hora a hora se repetía que aquello no podía ser, pero era un sentimiento que no la abandonaba, minando su mente y su corazón poco a poco.
Eran ya las nueve cuando entró en su habitación. Su hijo continuaba dormido, de medio lado, con una pierna doblada le dejaba la visión de aquel joven culo… Alargó la mano y la colocó sobre el prieto culo, deslizándola hasta tocar su espalda.
- ¡Juan, ya es hora de levantarse! – Acarició suavemente gozando de su cálida piel.
- ¡Ya voy, ya voy! – Protestó él.
- Te espero en la cocina, voy a hacer el desayuno…
Media hora después, Juan entraba en la cocina. Su madre estaba sentada, tomando un café. Estaba preciosa, parecía algo preocupada pero preciosa. Había amado por una noche a su madre, unas horas antes había fingido soñar para poder tener el cuerpo de su madre cerca, aunque sólo fuera por un instante… Tuvo que hacerlo, pasarían unos días con aquellas personas y no podría tocarla, no podría insinuarse, no podría ni siquiera mirarla de otra forma que no fuera como un hijo. “¿Cómo será la jefa de mi madre?” Pensó.
- ¡Sí dime! – Laura contestaba al móvil. - ¡Vale, ahora mismo vamos! – Colgó la llamada. - ¡Vamos hijo, ya están esperándonos abajo!
Sonó el timbre de la puerta, Laura abrió y era Estefanía. Juan llegaba hasta ellas por el pasillo y quedó de piedra al ver que aquella Estefanía era la anfitriona de la fiesta dónde él había tenido a su deseada madre.
- ¡Juan mira! – Le dijo Laura. – Esta es mi amiga Estefanía…
- ¡Oh, qué chico tan mono! – Se acercó a él y le dio dos besos. Juan vio por primera vez de cerca a aquella mujer y la verdad es que tenía un cuerpo imponente. - ¡Vamos, mi hijo espera en el coche! – Ahora entendía la razón por la que Jorge adoraba a aquella mujer en sus fiestas nocturnas. Gracias a Dios, ninguna de las dos sabía quién era él.
Los tres cogieron todas las maletas y salieron del piso. Allí quedaba el lugar dónde habían sentido tantas veces la necesidad de amar a su familiar, la necesidad de tener sexo filiar. “¡Cuándo vuelva todo será diferente!” Pensó Laura al cerrar la puerta. “¡Aquí muere toda esperanza de tener a mi madre!” Juan sabía que en aquellas vacaciones tendría pocas oportunidades de tenerla.
En la calle, en la otra acera, estaba el coche de Estefanía aparcado, abrieron el maletero y metieron todas las maletas. El hijo de Estefanía conducía, ella se sentó junto a él, mientras que Laura y su hijo se sentaron atrás, Juan detrás de Estefanía y Laura detrás del conductor.
- ¡Laura, Juan, este es mi hijo! – Los presentó. - ¡Este es Jorge!
- ¡Hola, qué tal! – Los saludó mirando hacia Juan con una gran sonrisa. - ¡Mira por donde vamos a pasar todo el verano juntos!
- ¡Joder, no me digas que eres el hijo de Estefanía! – Laura lo miró extrañada por la confianza al referirse a su jefa.
- ¡Juan, no digas palabrotas! – Le regañó Laura.
Comenzaron el viaje. Juan no perdió la cara de asombro durante mucho tiempo. Pensaba y pensaba, sin poder quitarse de su cabeza el pensamiento que entre su amigo y su madre había una verdadera relación que ocultaban con extrañas fiestas donde se unían a otros para tener sexo. “¡¿No querrán tener nada raro con nosotros?!” Pensó y sintió un poco de miedo. Estefanía tenía mejor cuerpo que su madre, mucho mejor, pero tal vez eran unos viciosos que no les importaban hacer intercambios, tal vez toda esa fama de friki de Jorge venía propiciada por su relación con su madre y que en realidad le gustaban la mujeres maduras, maduras y bellas cómo su madre. Sintió miedo. Veía cómo su madre hablaba tranquilamente, confiada con Estefanía, la pervertida que follaba en público con su hijo, ocultándolo. Alargó la mano y agarró con cariño la mano de su madre que apoyaba sobre el asiento.
- ¡Muchas gracias por invitarnos a vuestra casa! – Dijo Laura para mostrarse agradecida. – La verdad es que con lo que me paga mi jefa, no tenemos para tomarnos unas vacaciones.
- ¡Vaya, vamos de vacaciones! – Estefanía reía pues entendió la broma de su amiga. - ¡Si quieres reclamar algo, métete en el sindicato de la empresa!
- ¡¿Estáis preparados para pasar el mejor verano de vuestra vida?! – Dijo Jorge.
- ¡Desde luego! – Dijo Laura y miró a su hijo cuando sintió cómo le agarraba su mano, parecía preocupado por algo. - ¡¿Estás bien?! – Le preguntó.
- ¡Estará algo mareado! – Dijo Jorge no dejando que Juan pudiera contestar.
Juan echó la cabeza hacia atrás, cómo si estuviera mareado y no soltó la mano de su madre. La acariciaba y le mostraba su amor, amor oculto. Ella le correspondía a aquellas caricias y lo miraba de vez en cuando. Dos horas después de haber salido de la ciudad, Jorge paró en un venta de carretera para descansar algo y tomar un café. Los cuatro bajaron y estiraron las piernas antes de entrar en el local. Juan retuvo a su amigo para hablar con él.
- ¡¿Esto a qué viene?! – Le preguntó muy enfadado.
- ¡Tranquilo Juan!
- ¡Cómo qué tranquilo! Me llevaste a una fiesta y me hablaste de una madura caliente que le gustaba que tú la follaras, tú que resultas ser su hijo. Allí me encuentro a mi madre y me la follo…
- ¡Sí, pasó todo eso y tú lo deseabas! ¿No? – Juan quedó pensativo. – Mi madre conoce a la tuya desde hace tiempo y se dio cuenta que ella tenía algo raro con su hijo, contigo. No sé que habilidad tiene, pero notó hace tiempo que yo la deseaba y ahora soy muy feliz amándola, teniendo sexo con ella. – Las mujeres habían entrado y ellos aun hablaban en la calle. – María y Lorena son madre y tía de Luis. Ellas son amigas de mi madre desde la infancia y también supo sus necesidades, las dos lo deseaban y mi madre les proporcionó la escusa y el lugar perfecto para que llevaran a cabo sus deseos. ¿No te parece bien? ¡Vale! Pero tú y tu madre lo habéis disfrutado…
Juan quedó en silencio y su amigo lo dejó solo para entrar en el local. En una mesa estaban las dos preciosas maduras que los esperaban. Por la cabeza de Juan pasaban muchas ideas, algunas malas, otras buenas, pero después de unos minutos pensando, tuvo que reconocer que su amigo tenía razón. ¡Amaba a su madre y gracias a ellos la pudo amar en secreto!
- ¡Vamos cariño! – Juan escuchó la voz de su madre que lo llamaba desde la puerta de aquel bar. - ¡¿Quieres un café?!
- Sí… sí, ya voy…
Después de tomar aquel café, volvieron a la carretera. Ahora era Estefanía la que conducía y Jorge iba de copiloto. Juan miraba a su madre. Ella había cerrado los ojos mientras escuchaba a su amiga y su hijo hablar sobre cosas de sus familiares. Estaba tranquila. Por un lado sentía el alivio de no tener que preocuparse por sentirse atraída por su hijo, en casa de aquellos amigos no podría tener oportunidad de tener un contacto tan directo con su hijo. Pero echaría de menos aquella sublime excitación que le producía el desear a su hijo, el tenerlo tan cerca, tan sumamente fácil de entregarse a él, de tocarlo… pero no poder hacerlo. Aquel deseo incontrolable, inconfesable la volvía loca, le producía dolor en el corazón y una tremenda pasión que hacía que su alma volara en un sueño en el que su hijo era su amante, su hombre. En el que le daba no sólo su amor de hijo, si no su cuerpo de hombre. Estaba tranquila y miró a su lado, a su hijo.
Juan no apartaba los ojos de la preciosa cara de su madre. La veía tranquila mientras descansaba. Sus ojos se abrieron y giró su cabeza para mirarlo. Sus ojos se encontraron y los dos se miraron profundamente. Los labios de su madre le lanzaron un beso y él se lo devolvió. Nunca antes le había hecho un gesto de amor en la distancia, pero su corazón se llenó de alegría al sentir el amor de su madre.
- ¡Aquí está la urbanización! – Dijo Estefanía. – Dos calles más allá está nuestra casa.
- ¡Estoy deseando darme un baño! – Dijo Jorge después de tantas horas en el coche.
Llegaron a la entrada de una de las casas. Jorge manipuló un mando a distancia y se abrió la puerta que custodiaba la entrada. Estefanía entró con el coche y encontraron una preciosa y gran casa. Laura y Juan no habían visto nunca una casa así y miraban todo como dos niños chicos cuando llegan a un parque de atracciones.
- ¡Esta es nuestra modesta casa! – Dijo Estefanía.
- ¡Modesta, modesta! – Contestó Laura abriendo sus brazos e indicando lo grande que era.
Era una parcela de cinco mil metros cuadrados, con unos amplios jardines y una piscina. La casa era de una sola planta, con doscientos metros cuadrados. Cada uno tenía su habitación y a ella fueron a soltar todas las maletas. Una vez colocadas sus ropas y enceres, se reunieron en la parte trasera de la casa, en le amplio jardín donde estaba la piscina. Cuando Juan llegó, fue el último en acabar con sus cosas, encontró a las dos bellas madres sentadas en una mesa. Ambas tenían una cerveza y hablaban mientras veían a Jorge que disfrutaba tirándose desde el pequeño trampolín al agua de la piscina.
- … y fue algo que no pude remediar, aun estando a mi lado, no pude evitarlo… - Laura dejó de hablar al llegar su hijo. - ¡Hola hijo!
- ¡Vaya, tu hijo es todo un hombre! – Comentó Estefanía. – Ahora lo comprendo. – Juan frunció el rostro sin entender a qué se refería aquella hermosa mujer.
- ¡¿Por qué no vas a bañarte con tu amigo?! – Dijo Laura algo nerviosa y agitada por el comentario de su amiga.
Juan no dijo nada, camino hasta la piscina observando a su amigo. Sólo llevaba el bañador y se duchó para meterse en el agua. El agua de la ducha refrescó su cuerpo y su mente pareció apaciguarse un poco. Se lanzó de cabeza al agua y nadó hasta su amigo.
- ¡¿Ustedes de que vais?! – Le dijo a Jorge.
- ¡No te cabrees! – Jorge lo esperaba a la defensiva. – Sé muy bien que disfrutaste haciéndole el amor a tu madre.
- Pero me mentiste para que fuera allí, tú sabías que ella iba a estar…
- ¡Claro que lo sabía! – Jorge, se relajó al ver que Juan no tenía una actitud demasiado agresiva. - ¿Hubieras ido si te propongo ir a follar a tu madre? – Juan quedó pensativo. – Mi madre es medio bruja y sabe cuando una madre y un hijo se desean. Ella sabía que tu madre estaba a punto para ti y, al enterarse de que estábamos en la misma clase, me propuso “liarte” para ver si tú también deseabas a tu madre. Aquella noche los dos comprobamos que ustedes os deseabais como nosotros al principio de nuestra relación.
- Ya, pero tanto lío para eso…
- Pero el lío aun no ha acabado. Sabemos que tú eres consciente de que has hecho el amor con tu madre. Lo hiciste con deseo. Para ella fue con un extraño, pero en su mente eras tú el que la amaba apasionadamente.
- ¡Joder tío! – Protestó Juan. - ¡Qué retorcidos sois!
- ¡Vale, somos lo que tú quieras que seamos! – Jorge puso una mano sobre el hombro de su amigo. – Pero te damos la oportunidad de enamorar y tener amor pleno con tu madre, aprovéchala, de ti depende el cómo acabe todo. Por ahora los cuatro estamos aquí y descansaremos. Piensa que yo podía estar solo con mi madre, amándola y teniendo todo el sexo que deseáramos. Para nosotros sería más fácil.
- ¡Joder tío!
En la mesa, las dos madre charlaban y veían a sus hijos bañarse en la piscina. Laura había visto a su hijo algo disperso desde que se montó en el coche.
- Estefanía. – Le preguntó a su amiga. - ¿Tu hijo es un buen chaval?
- ¡Claro! – Le contestó intrigada por aquella pregunta. - ¿Por qué lo dices?
- Resulta que Juan estaba contento de que viniéramos aquí, pero cuando ha entrado en el coche y ha visto a tu hijo… ¡Cómo qué se ha ido de este mundo! ¡No sé si me explico!
- Te entiendo. – Estefanía cogió la mano de Laura. - ¿Has pensado qué cuándo a entrado en el coche ha sido consciente de que se le acabó el estar a solas con su madre? – Laura quedó pensativa. - ¿Has pensado qué tal ves él también te desea?
- ¡Mi hijo, no! – Laura sintió un fuerte latido en el corazón. No quería ser una pervertida, no podía serlo, pero la esperanza que su amiga había sembrado reavivaron sus deseos. - ¡¿Cómo va a desear a una mujer tan vieja cómo yo?!
- Te comenté que yo tenía el mismo problema que tú, desde hace algún tiempo… - Laura asintió con la cabeza. – Pues hace dos días, cuando le dije que os había invitado a vosotros a venir aquí, se enfadó.
- ¡¿Y…?! – Laura quedó intrigada sin encontrar sentido a lo que le había dicho su amiga.
- Pues resulta que cogió un gran berrinche. – Hizo una pausa dramática y continuó. – Después de muchas horas en las que no quería hablarme, me confesó qué quería estar a solas conmigo pues me amaba en secreto desde hacía mucho tiempo… - Laura cogió la mano de su amiga y la acarició comprendiendo lo que le ocurría. – Imagínate, yo que me moría por que él me amara y resultaba que él estaba igual que yo…
- ¿Y aún sigue enfadado? – Preguntó Laura ingenua.
- ¡Qué va! – Estefanía mostró una sonrisa de oreja a oreja. - ¡Aquella noche echamos el polvo más excitante que nunca habíamos echado ninguno de los dos…
- ¡Joder tía! – Laura se alteró y se excitó con la misma intensidad. - ¡¿Te has follado a tu propio hijo?!
- ¡Perdona bonita! ¡Mi hijo me ama y me hace el amor! – Estefanía lucía el amor de su hijo con orgullo.
- ¡Ojalá mi Juan me amara! – Laura no pudo contener aquel sentimiento de pesadumbre por su deseo.
- ¡Anda tonta, vamos a bañarnos! – Las dos se pusieron en pie y se quitaron los ligeros vestidos que llevaban encima de la ropa de baño. - ¡Pero ¿eso te vas a poner para atraer a tu hijo?! – Dijo Estefanía al ver el bañador que llevaba su amiga. - ¡Eso es de vieja! ¡Ven, sígueme! – Las dos entraron en la casa.
- ¡Pues ese bañador no es precisamente lo mejor par atraer la mirada de una mujer! – Dijo Jorge a su amigo que llevaba un bañador tipo bermudas. - ¡Ponte uno de estos y verás cómo tu madre no aparta los ojos de tu paquete! – Se señaló el ajustado bañador.
- ¡¿Está fría el agua?! – Los dos escucharon la voz de Estefanía preguntando mientras se acercaban a ellos.
- ¡Qué va, está estupenda! – Respondió Jorge y Juan quedó enmudecido al ver a su madre.
- ¡Ves cómo eso funciona! – Le dijo Estefanía a su amiga bajito cuando vio la cara que había puesto Juan. - ¡Te está comiendo con los ojos!
Estefanía tenía mejor cuerpo que Laura, lo había esculpido a base de mucho ejercicio y muchas operaciones, pero la voluptuosidad de Laura provocaba erecciones que los hombres no podían contener. Juan no podía creer que su madre pudiera llegar a ser tan sensual, cada paso que daba hacía que sus pechos se bambolearan, sus caderas se movían a un lado y otro, sus largas piernas caminaban sobre unas zapatillas de tacón que hacían que fueran más largas aún, más excitantes y más deseada.
- ¡Joder tío, cómo está tu madre! – Juan miró con furia y celos a su amigo que se sumergió en el agua.
- Mi hijo le ha dicho algo al tuyo y se ha puesto celoso… - Dijo Estefanía y Laura sintió el calor del deseo en su interior. - ¡Creo que tu hijo te desea!
Estefanía se duchó rápido y se lanzó al agua para nadar hasta su hijo, lo abrazó y hablaba con él. Laura se mojaba el cuerpo y su hijo no le quitaba la vista de encima. Ella se sentó en el filo de la piscina y él nadó hasta que estuvo junto a ella.
- ¡Mamá, de dónde has sacado ese bañador!
- Me lo ha dejado Estefanía… ¿Te gusta?
- ¡Con eso estás preciosa!
- ¡Gracias hijo! – Se lanzó desde el borde para caer en el agua de pie, junto a él. Cuando salió, se encontró a su hijo de cara, con una sonrisa esperándola para abrazarla. Nadó para separarse pues en aquel momento se hubiera entregado por completo a él.
- ¡Espera mamá! – Le dijo Juan agarrándola por un brazo y girándola para ponerla de frente. - ¡Así no puedes ir por ahí! – Con suavidad le subió la tela que tapaba a duras penas el pezón de su pecho izquierdo. - ¡Ahora sí! – La soltó y ella sintió que el deseo se apoderaba de su voluntad.
- ¡Gracias hijo! – Pasó sus brazos por los hombros y lo besó en la mejilla.
- ¡Mamá! – Le dijo al oído. – Estás muy sensual con ese bikini. Jorge puede ponerse cariñoso si te ve así…
- ¡No creo! – Laura y su hijo miraron hacia los otros.
- ¡¿Qué haces mamá?! – Le dijo Jorge a su madre cuando esta lo besó en la boca.
- ¡Ya lo saben! – Dijo Estefanía. – Ya saben que tú y yo somos lo que somos… - No dijeron más y se fundieron en un apasionado beso.
Juan y Laura se miraron a los ojos. Por unos segundos estuvieron a punto de cruzar la línea que ella no quería cruzar y qué, sin saberlo, había traspasado tiempo atrás en una fantasía sexual. Laura se giró para resistir la tentación, pero no se marchó pues gozaba con aquel deseo reprimido. No podía tocarlo o amarlo, pero no podía separarse de él. Jorge salió del agua y corrió hacia el trampolín para lanzarse. La erección que portaba era evidente.
Sonó el timbre de la puerta y Estefanía corrió para abrir. Había llegado la comida que había pedido al restaurante donde solían comer muchas veces. Dos camareros colocaron todos los platos en la mesa del salón y después se marcharon. Por la tarde, cuando ella avisara, volverían a recoger todo.
- ¡Venga, todos a comer! – Estefanía salió de nuevo al jardín y los llamó para que fueran al salón.
Jorge salió de la piscina y se secaba rápidamente para entrar en la casa, besó a su madre cuando llegó a su altura. Laura y Juan se encaminaban a la escalera para salir del agua, primero ella, puso los pies en los escalones metálicos y fue subiendo. Juan observaba cómo el deseado cuerpo de su madre salía del agua. Salió tras ella y la seguía mirando descaradamente su culo que se agitaba con cada paso que daba. Deseó poner sus manos y agarrarlo con fuerza, casi no se podía contener.
- ¡Vamos, qué te quedas sin comida! – Juan dio un manotazo en el redondo culo de su madre y se burlaba mientras corría hacia la casa.
Tras la comida, llamaron al servicio de catering para que recogieran todo. Los cuatro estaban muy cansados. Estefanía y Jorge marcharon a su habitación, era evidente que no sólo iban a descansar. Laura y Juan quedaron en el salón, con su incombustible deseo, con su inconfesable pasión. El día era bastante caluroso y Laura se había puesto un pareo como vestimenta, anudado a la cintura. Juan disfrutaba del regalo que le hacía su madre, verla con aquel bikini, con diminutas copas, apenas dos triangulitos de tela que apenas tapaba sus pezones, aquellas braguitas tan sensuales que se sujetaban por dos cintas anudadas a ambos lados de sus caderas, incitándolo, llamándolo y pidiéndole que las soltara para liberar su ardiente sexo… Juan estaban profundamente excitado con aquella sensual mujer que era su madre. Se recostó en el sofá, apoyando su cabeza en el regazo de mullidos muslos. La sonrisa de su madre lo recibió cuando se giró para mirarla desde abajo.
- ¡Hoy estás muy bonita!
- ¡Gracias hijo! – Ella siguió mirando el televisor como si aquello no le hubiera afectado.
Él la miraba y podía ver como sus pezones empezaron a crecer bajo la fina tela que los ocultaba. “¡Sí, ella me desea!” Se dijo cómo dándose ánimos a seguir aquel cortejo imposible. La mano de Laura empezó a acariciar el pelo de su hijo. Él agarró la otra mano y se la colocó encima, como si necesitara sentirse cubierto por el calor maternal. En pocos minutos, los dos yacían dormidos en el sofá, mientras que unos metros más lejos, los gemidos de Estefanía anunciaban el orgasmo que estaba sintiendo.
Laura no sabía cuanto tiempo había pasado allí, con su hijo abrazado a su cuerpo, pero miró hacia un reloj que había en la pared y ya eran las seis y media de la tarde. Su hijo se había colocado de lado, mirando hacia ella, con su brazo en su madura cintura y su boca casi tocando su entrepierna. Aquella imagen le encantaba, lo deseaba y quería entregarse a él, pero los perjuicios y su consciencia le decían que aquellos pensamientos no eran buenos y tenía que apartarlos de su mente.
- ¡Vamos dormilones! – Llegó Estefanía al salón, pletórica y rebosante del amor de su propio hijo. - ¡Vamos a bañarnos a la piscina y os despertáis! – Llevaba algo en la mano y lo lanzó hacia Juan. – Ponte esto, estarás más cómodo cuando te bañes…
Él lo cogió y vio que era un bañador de esos que usan en las competiciones de natación. Sabía que aquello le quedaría muy justo y marcaría demasiado su polla, sobre todo ahora que estaba algo erecta. Su madre lo miró desde arriba y le sonrió. Los dos se levantaron y Laura se aseó un poco para marchar a la piscina. Mientras ella se lavaba la cara, Juan orinaba junto a ella con total tranquilidad. Se quitó el bañador que llevaba y quedó completamente desnudo. Su madre lo miraba en el reflejo del espejo y él, sabiéndose observado, se giró para ponerse el ajustado bañador que le había dado Estefanía.
- ¡Mamá ¿esto me marcará mucho la… el pene?! – Ella se giró deseosa de mirarlo directamente, que él le hablara era la escusa perfecta para mirarlo descaradamente.
- Mira el bikini que llevo yo, apenas me cubre las tetas… - Laura se acercó a él. - ¡¿No tenemos las madres derecho a disfrutar de la vista de los cuerpo que os hemos dado?!
- ¡Pero también estará la madre de Jorge…!
- Y si ella lo mira, confirmará que mi niño tiene un miembro que le gusta a las mujeres. – Laura sintió la tentación de agarrar aquella polla semi erecta y añadir: “¡Y qué es sólo para mí!” Se contuvo.
Los dos salieron juntos al jardín. Jorge estaba metido en el agua y su madre estaba tumbada en una tumbona tomando el sol que empezaba a bajar su intensidad. Juan tragó saliva cuando se percató de las tetas que tenía aquella mujer. No eran muy grandes, pero se mantenían bien firmes, la gravedad no le afectaban. Sólo llevaba las bragas del bikini y sus pechos estaban libres. Tenía unas aureolas pequeñas y oscuras, de donde brotaban dos pezones largos.
- ¡Hola cariño! – Estefanía saludó a Laura. - ¡Ven, quítate la parte de arriba y toma el sol un poco, ya va calentando menos y seguro que necesitas que te de un poco el sol! – Laura miró a su hijo, Juan no sabía cómo interpretar aquella mirada.
- ¡Vamos mamá! – Dijo Juan. - ¡Demuéstrale que pechos tan bonitos tienes!
- ¡Eso, eso! – Dijo Jorge desde el agua. - ¡Guerra de tetas!
- ¡Cállate pervertido! – Le gritó Estefanía y él se sumergió en el agua.
Laura se llevó las manos a la espalda para soltar aquella diminuta prenda que pretendía contener sus pechos. Quitó el lazo que tenía en la espalda y sintió como sus carnes se liberaban del apriete que hacían aquellas cintas en su cuerpo. Empezó a levantar la prenda para sacarla por la cabeza y se detuvo. Junto a ella, su hijo la miraba embobado, sin quitarle ojo a sus tetas.
- ¡A tu hijo le gustan! – Dijo Estefanía y Juan sintió ruborizarse. Corrió y se lanzó al agua un poco avergonzado. - ¡Qué tonto es! – Le dijo a Laura.
- ¡¿Por qué?!
- ¡Tenía las tetas de su madre casi libre y lo único que tenía que hacer era lanzarse sobre ellas! – Movió las manos como si fuera un león que se abalanza sobre su presa. - ¡Y se va corriendo! – La miró severa. - ¡Y tú no te las descubres por completo!
Pasaron otro buen rato nadando y jugando en la piscina. Cuando el reloj marcó las ocho de la tarde, Estefanía reservó una mesa para los cuatro en el restaurante que le había traído la comida. Como organizadora de aquellas vacaciones, ordenó a todos que se ducharan, y así lo hicieron. En la casa había dos baños, uno lo utilizarían una madre y su hijo, el otro la otra madre y su hijo. Claro estaba que Estefanía y Jorge ya habían hecho público a sus amigos su incestuosa relación, ya era tontería ocultar que se duchaban juntos. Laura y Juan utilizarían el otro, ella ordenó a Juan que entrara antes y él se negó.
- ¡No, entra tú y mientras miro unos mensajes que me han entrado en el móvil!
- ¡Maldita tecnología, por ella, no haces caso a tu madre! – Cogió su ropa y se marchó al baño.
Juan cogió el móvil y se marchó por el pasillo hacia el salón. Anduvo cuatro pasos y se detuvo cuando escuchó la puerta del baño cerrarse. Volvió atrás y esperó hasta escuchar el agua caer. Un minuto más y entró en el baño.
- ¡Perdona mamá! – Dijo cerrando la puerta tras él. – Estefanía dice que nos demos prisa o no llegaremos al restaurante para cenar…
- ¡Ah, vale, ya me doy prisa!
- ¡Vale, pero hazme un sitio!
- ¡¿Cómo?! – Laura se giró al oír la mampara que se abría, allí estaba su hijo desnudo, preparado para meterse dentro. - ¡¿Qué haces?!
- Tenemos que darnos prisa… - Sin poder evitarlo, Laura vio como su hijo entraba con ella en la ducha.
Ella imaginó que aquello era una tetra de su hijo para ducharse con ella, pues no había escuchado a su amiga decir nada de tener prisa. Le gustaba, estaba algo asustada por el atrevimiento de su hijo, pero le gustaba tenerlo allí. Parecía evidente que él sentía algo por ella, tal vez no era amor, tal vez era la excitación de ver a la otra pareja, aquella madre teniendo un amor furtivo con su hijo, pero fuera como fuera, ella lo amaba y le gustaba tenerlo allí, desnudo.
- ¡Sin tocar, eh! – Le dijo volviéndose y mirándolo.
- ¡Por quién me tomas! – Le sonrió. - ¿Crees que soy un hijo pervertido que le metería mano a su madre?
- Bueno, anoche si me descuido…
- ¡Oh, perdona por aquello! – Juan tuvo que hacer un gran esfuerzo para parecer avergonzado por aquel sueño simulado.
- ¡Tranquilo hijo! – Ella le acarició un brazo.
Los dos se pasaban la ducha para irse mojando, se sincronizaban en los movimientos, ya que sin ser chica aquella ducha, había muchos roces entre ellos. Laura sentía como su sexo no paraba de vibrar, como si tuviera una alarma que le indicara que se aproximaba un ataque inminente, un ataque que deseaba. Juan se hacía pasar por un buen hijo, intentaba evitar los roces de sus cuerpos, era imposible y su pieles se rozaban levemente. Laura deseaba que su hijo la tocara, aunque sólo fuera un pelo, necesitaba sentir a su hijo cerca.
- Juan, hazme un favor… - Ella le dio la espalda. – Frótame la espalda, por favor.
Juan cogió rápidamente el jabón y echó un poco en su mano. Empezó a acariciar la espalda de su madre. Laura cerró los ojos. En su sexo se removían los flujos y el deseo de ser penetrada convirtió su vagina en una cascada. Ella se echaba agua en la entrepierna mientras las suaves manos de su hijo acariciaban su espalda.
- ¡Perdona mamá!
- ¡¿El qué?! – Laura se giró para ver qué le había ocurrido a su hijo.
Laura sintió cómo todo su cuerpo se estremeció, su sexo se convirtió en un volcán lanzando candente lava, no podía contenerla, iba a estallar al ver a su hijo allí, de pie, frente a ella y con una gran erección que apuntaba directamente hacia ella.
- ¡Por Dios, hijo! – Se llevó las manos a la cara pero no se tapó los ojos, quería seguir viendo aquella joven polla. - ¡Soy tu madre!
- ¡Ya, sé que eres mi madre y no deseo hacerte nada! – Se tapó y giró su cuerpo. Los ojos de ella intentaban esquivar los obstáculos que se interponían entre ella y su objeto de deseo, su vista la buscaba. – Te vi antes en la piscina, con ese bikini, y me excité… - Bajó la vista como si estuviera avergonzado por ello. – Deseaba tanto verte desnuda… Tocar tu espalda me ha llevado a esto. – Señaló a su polla que presentaba una tremenda erección y, de lado, se la enseñó de nuevo a su madre.
- Hijo, pero eso no está bien… - Sus ojos seguían hipnotizados por aquel falo. - ¡¿Te puedo ayudar?! – Ella deseaba agarrarla, besarla, lamerla, mamarla… deseaba clavársela salvajemente en su coño hasta estallar de placer… Pero no podía. - ¡Soy tu madre, pero tal vez pueda hacer algo por ti!
- ¡No mamá! – Juan frenó la mano de su madre que se movió hacia él, la llevó a su boca y la besó con dulzura. – No merezco que tu dulce mano se ensucie con un hijo pervertido como yo… - Juan tenía que hacer un verdadero esfuerzo para aguantar las ganas de penetrar a su madre.
- ¡Oh, hijo! – Laura temblaba por dentro por el deseo de poseer a su hijo que la rechazaba. Él sí era un buen hijo que rechazaba las perversiones que le proponía su madre.
- Frótame la espalda, mamá… - Le pidió Juan.
Apoyó sus manos contra la pared y preparó su espalda para recibir las caricias de su madre. Laura lo miró, sus musculosas piernas, su prieto culo, su espalda que cada día iba tornándose en la espalda de un hombre, bello, sublime… El deseo se apoderaba de ella. Tenía que ser fuerte y aguantar la tentación. Puso sus manos, las dos, en la espalda y empezó un suave y caliente movimiento. Quería besar su piel, pero no debía, quería frotarse y sentir su cuerpo junto al suyo. Era alto y elevó sus manos para lavar los hombros de su hijo. Sus pezones tocaron la cálida piel, el culo de su hijo quedó delante de su vientre. Sutilmente se movió y le dio una caricia con todo su cuerpo.
- ¡Mamá, esto no baja! – Se giró y ella se apartó para admirarlo en toda su plenitud.
- ¡A mí también me arde! – No pudo hablar más.
Los dedos de Laura empezaron a tocar su clítoris. Fue al fondo de la ducha y no dejaba de observar el joven cuerpo de su hijo, no podía evitarlo, no quería evitarlo. Se abandonó, ya no sentía vergüenza si su hijo la veía masturbándose, caliente y deseosa de tener sexo. Apoyó su espalda en la pared y movió sus caderas hacia delante. El agua caía por su cuerpo y sus dedos acariciaban su excitado coño. Sus piernas entreabiertas le mostraban levemente su vagina a su hijo. Se masturbaba delante de su hijo, aquella perversión le aumentaba más el deseo.
Juan podía ver a su madre masturbándose para él. Había tenido su cuerpo, la había amado en secreto, había probado el sabor de sus flujos, la había penetrado, pero todo aquello no fue nada con la sensación de ver a su madre intentando dominar un deseo que no podía contener. Su polla erecta excitaba a su madre, y cuanto más se excitaba su madre más dura se le ponía la polla, y cuanto más dura tenía la polla, más se excitaba su madre. Aquel círculo vicioso no paraba, ellos no querían que parara. Juan agarró su polla y empezó a agitarla, sacó su glande y se lo mostraba a ella para que no dejara de masturbarse.
Laura iba a estallar, su clítoris estaba endurecido, nunca lo había sentido tan duro como aquel día. La excitación que le producía ver a su hijo masturbarse allí, delante de ella, apuntando con su amenazante glande, la desbordó, se iba a correr y no podía aguantar más, iba a gritar de placer y un gruñido de su hijo la hizo llegar hasta el éxtasis.
Juan gruñó y un gran chorro de su semen salió disparado hacia su madre. Los ojos de ella se abrieron, su boca se torció al tener aquel orgasmo mientras el semen de él seguía brotando, cayendo sobre el cuerpo de ella.
El placer hizo que Laura se deslizara por la pared del baño y cayera sentada en la placa de la ducha, con sus piernas totalmente abiertas, sin dejar de tocar su coño, corriéndose como nunca lo había hecho.
Juan se arrodilló como pudo delante de su madre. Puso una mano en uno de sus muslos y lo acarició mientras de su polla aún brotaba semen. Como si se corriera de nuevo, un chorro brotó con fuerza y cayó encima de los labios vaginales de ella.
“¡Sí, sí, llena a mamá con tu semen!” Se repetía Laura una y otra vez en su cabeza. Veía como aquellos magníficos chorros de semen brotaban con fuerza y la golpeaban, produciéndole un orgasmo tremendo. Su hijo se había arrodillado delante, su glande la amenazaba apuntando directamente a su vagina. “¡Sí hijo, sí, has una locura y atraviesa a tu madre con esa polla!” Estaba desbocada de placer y deseaba tenerlo. Aquel último chorro que salió con fuerza le impactó en todo su coño. No lo pudo evitar y sus dedos recogieron aquel semen que su hijo le regaló y lo introdujo dentro de su vagina. Allí donde brotaba un manantial de flujos, allí se mezclaron el semen de su amado hijo y le dio el calor del amor de su hijo.
Laura sentada, Juan de rodillas, los dos jadeantes y sudorosos. Se habían masturbado uno delante del otro, obteniendo un placer que nunca antes había experimentado, no por tener sexo, no, si no la intensidad de las sensaciones que les producía hacerlo con alguien que siempre estaría prohibido, ella para él, él para ella. Se miraron a los ojos mientras recobraban fuerzas. En aquel momento reconocieron que entre ellos había algo más que amor entre una madre y un hijo, entre dos amigos que confían, entre dos amantes. Juan se acercó a ella para besarla, despacio, quería besar por primera vez a su madre siendo él, sin falsas, sin mentiras.
Laura giró la cara y retiró la boca de su hijo. Se tapó la cara con una mano y comenzó a llorar.
- ¡Déjame, por favor! – Le pidió a su hijo.
- ¡Mamá!
- ¡Déjame! – Le pidió.
Juan se marchó y ella quedó allí, en el suelo de la ducha pensando en lo que había pasado. En el pasillo, Juan pudo escuchar los gemidos y gruñidos de los otros dos que se estaban duchando. Envidió que su amigo no tuviera problemas para tener a su madre y después se marchó a la habitación para vestirse. Se tumbó boca arriba en la cama y sus ojos se llenaron de lágrimas.