Amistad Caliente (Escrito por mi esposa)

Mientras recorría cada centímetro de mis pechos con su lengua, pegaba su sexo al mío para que sintiera su calentura. Su lengua no dejaba de recorrerme... (Incluye Fotos)

Amistad caliente

Desde que yo recuerdo fue mi mejor amigo. La última vez que había venido a visitarme ocurrió algo bastante especial y curioso. Él me había sorprendido arreglando el jardín de casa. Lo hice pasar y le pedí que me diera cinco minutos para terminar y así luego poder tomar un café tranquilos y chismear sobre nuestras amistades en común.

El tema fue que desde afuera, mientras terminaba rápidamente de guardar todo, pude sentir su mirada recorriéndome hasta el último detalle, bien ubicado en el ventanal que da hacia el jardín.

Esa misma noche mi esposo confirmó la percepción que yo había tenido. Él me comentó que al bajar de la habitación donde estaba durmiendo una siesta sorprendió a Ale fisgoneando por el ventanal mientras se tocaba el bulto de su entrepierna.

Si bien estaba muy sorprendida por lo que acababa de escuchar de boca de mi esposo, atribuí todo a la ropa que yo llevaba puesta cuando Ale llegó. La había elegido en complicidad con mi esposo para el nuevo juego que nos estaba ocupando por esos días : seducir a nuestro vecino. Permitirle que disfrutara viendo mi cuerpo expuesto con desfachatez.

Siempre creí en la amistad entre el hombre y la mujer pero en aquel momento retumbaba en mi cabeza la voz de mi esposo diciéndome que eso era imposible,

Pasado casi un mes, una calurosa noche de verano nos encontrábamos acampando en un club con un grupo de niños de 10 años. Entre la gente a cargo de aquel contingente estábamos mi esposo, mi mejor amigo y yo.

Con Ale nos conocemos desde chiquitos ; comenzamos siendo compañeros en una colonia de verano, después fuimos líderes y terminamos trabajando juntos. En la actualidad somos confidentes, nos ayudamos, nos damos consejos y nos contamos cosas que no conocen ni siquiera nuestras parejas.

Era de noche, todos dormían, yo salí de la carpa porque tenía mucho calor y lo vi. Ale estaba sólo, fumando en la escalera del vestuario. Me acerqué y nos pusimos a charlar. Yo lo había notado medio depresivo y sabía que tenía algunos problemas con su pareja.

Aquí debo confesar que las pocas veces que me había permitido verlo con ojos de mujer, Ale me resultó interesante : tiene muy buen físico, ojos claros y piel mate, es sumamente dulce, divertido y esa noche en especial me causó mucha ternura y como buena amiga me dieron ganas de contenerlo.

Mi esposo siempre me jugaba bromas con Ale diciéndome que me miraba con más cariño que un simple amigo y que me tenía ganas pero que se contenía. A mi esposo le fascina observar a los hombres que me miran y lo calienta mucho que yo los provoque, pero siempre le negué lo de Ale aunque en el fondo yo sospechaba que podía ser cierto.

Volviendo a aquella noche, charlamos un largo rato y me di cuenta que me iba a costar mucho levantarle el ánimo así que le propuse hacer algo que en el club estaba prohibido : meternos en la pileta. No dudó ni un minuto, le brillaron los ojos como a un nene que está a punto de hacer una travesura y se fue a poner el short. Al rato nos encontramos en el agua...

No podíamos hacer ruido ya que un sereno hacía sus recorridos cada media hora. Hacía tanto calor que hasta el agua se sentía tibia. Le ofrecí un masaje para liberar sus tensiones y gustoso aceptó. Nos sentamos en la parte baja de la pileta, bien cerca del borde para no ser vistos. Él se puso de espaldas a mi y comencé a masajearlo.

Ale tiene hombros fuertes y espalda ancha y desde la cintura comencé a friccionarlo hasta llegar al cuello. Al principio hice fuerza tratando de relajar sus músculos pero luego me di cuenta que le provocaban más placer las caricias. Mis manos se deslizaron por su espalda y lentamente él se fue entregando a ellas.

En determinado momento giró y quedamos sentados y enfrentados con el agua a la altura de la cintura. Sin decir una palabra continué el masaje por su pecho y él comenzó a recorrer tímidamente mi cuerpo con sus manos. Empezó por mis caderas, fue subiendo para acariciar mis brazos, mi cuello y tomándome suavemente por las axilas me levantó para sentarme sobre sus piernas.

Yo me dejé llevar. Sin dejar de acariciarme me desató la traje de baño. Nunca me había sentido así. Creo que sus caricias en medio del vaivén del agua me provocó una excitación especial.

Mientras recorría cada centímetro de mis pechos con su lengua, pegaba su sexo al mío para que sintiera su calentura. Su lengua no dejaba de recorrerme. Jugó con mis pezones lamiéndolos como caramelos mientras sus dedos frotaban mi sexo. Nos besamos profundamente y nuestros cuerpos no dejaban de rozarse uno contra el otro, cada vez más pegados.

Cuando estábamos entrando en un estado de excitación incontrolable la voz de mi esposo saludando al sereno casi nos paraliza el corazón y nos volvió a la realidad. Aguardamos en silencio que pasara el sereno y que mi esposo retornara a nuestra carpa. Entonces Ale me dio un profundo beso y me dijo : "mejor voy a darme una ducha antes que todo se complique mal".

Me coloqué mi traje de baño mientras dejaba que mi faceta voyeur aflorara sin frenos para tratar de compensar la gran calentura que tenía. Esperé unos minutos y seguí sus pasos hasta el vestuario de varones. Entré muy sigilosamente y lo encontré. Efectivamente se estaba duchando pero también se masturbaba frenéticamente para poder calmar semejantes deseos. Al ver semejante espectáculo me quedé extasiada. Para mi suerte él me daba su perfil pero solo miraba su maravilloso miembro.

Me sorprendió muy gratamente comprobar lo que yo había sentido en la pileta. Tranquilamente podía agarrar su miembro con sus dos manos, una a continuación de la otra, y aún así asomaba una deliciosa cabeza, roja, inflamada y brillosa.

Yo no daba más. Tenía enormes ganas de meterme en esa ducha para pedirle que me agasajara con semejante manjar. Deseaba ser cogida toda la noche...

Entre esos pensamientos me debatía cuando sus gemidos me avisaron que estaba a punto de acabar. Y lo hizo con interminables y potentes chorros de leche mientras no dejaba de repetir que todo eso era para mi, la hija de puta que lo había calentado tanto y que lo calentaba desde hacía tanto tiempo.

Entonces decidí no quedarme atrás. Así como había entrado me fui a nuestra carpa, desperté suavemente a mi esposo y sin darle demasiados detalles le dije que tenía razón con respecto a Ale. Mis palabras no solo lo terminaron de despertar sino que también se excitó lo suficiente como para sacarme todo el fuego que yo tenía adentro.

Al día siguiente Ale estaba con un ánimo espectacular. Nuestra amistad no sufrió cambios, seguimos contándonos todo y ahora compartimos un secreto y tal vez las ganas de seguir la historia que comenzó una calurosa noche de verano.