Amigos escritores

Dos amigos escritores deciden escribir una historia en común. en casa de uno de ellos entre el vino, el relato subido de tono, el calor... una cosa lleva a la otra y al final terminan de una manera un tanto cariñosa.

Amigos escritores

Termino de leer el último capítulo de la nueva novela de mi amigo y me quedo pensativa un rato mirando ese “continuará” como si esperase que me diera un avance del próximo capítulo.

Pero no… se ha esmerado tanto en dejarme con la miel en los labios que mi cabeza ahora mismo sólo puede divagar diferentes teorías sobre su nuevo personaje, que me llama bastante la atención. O bien por ser un tío listo y cabrón (cosa que me pierde) o bien porque me dan ganas de juntarlo con una de mis protagonistas.

¡¡Claro, eso es!!!

Cojo mi móvil me meto en su chat y empiezo a tantear la idea que ha surgido en mi mente y como planteársela sin que se sienta “violado” en su obra.

No sé cómo decírselo sin que se me note la euforia que tengo encima de que me diga que sí, pero es que es una idea jodidamente buena y necesito salir de mi estado de bloqueo a la hora de escribir.

Ah, que no os lo he dicho… yo también escribo y él me tiene en un pedestal del que, el día que me caiga, me romperé la crisma. Se lo he dicho miles de veces, pero no me hace caso. Siempre consigue inflarme el ego.

Desde hace años hemos sido un apoyo escritor/lector mutuos, dándonos consejos ánimos y apoyo incondicional, compartiendo tanto este hobby como otras aficciones. De hecho, debo decir que fue mi primer apoyo cuando empecé a escribir y quién me fue dando la mano para seguir el camino.

No sé si se lo habré dicho alguna vez, pero le agradezco enormemente aquellas noches en las que me leía, me aconsejaba, me corregía… era mi beta y gracias a él, he ido mejorando hasta sentirme una escritora (amateur, por vocación, por hobby, no profesional, pero escritora). Así que algún día espero poder devolverle todo lo que ha hecho por mí. Y desde luego, espero que llegue el día en el que pueda reconocer el talento que tiene, el don para escribir y narrar y lo valioso que es como escritor, amigo y persona.

-          Se me ha ocurrido una idea… -dije con toda la emoción que pude con una sonrisa en la boca, como si hubiera dormido con una percha ahí.

-          Tus ideas me dan miedo. – Respondió él al instante.

-          Por supuesto entendería tu negativa si me dices que no, ¿eh? – Intenté controlar a la pequeña niña que tenía dentro.

-          Eso me da más miedo.

-          A ver…

Cuando acabo de contarle la idea y veo que la ha leído, su “En línea” me pone nerviosa. No contesta. Me pongo tensa. “Escribiendo…” más nerviosa, hasta que al fin habla y su respuesta me deja un tanto… desubicada.

Había pensado en hacer una historia conjunta y que tanto su protagonista como una de las mías, coincidieran en una sesión de su personaje, dando rienda suelta a lo que yo suelo escribir. Poco amor y mucho sexo. Pero que conste que de esto último él no iba corto precisamente. ¡Ay como escribía y que calentorra me ponía el jodio!

Pero una vez me dijo… “A veces tus relatos tienen menos guión que una película porno” ¡Y no le culpo! Pero necesitaba hacer esa idea, una parte de mi me estaba impulsando a escribir sin control y necesitaba una vez más su ayuda, y abusando esta vez, de su personaje… que esta vez tenía pensado violarlo. Al personaje, no a él.

Al final quedamos en que sí, aunque primero dudó un poco de si hacerlo o no alegando que primero quería centrarse en su novela y no hacer ningún Spin Off, pero como soy tan persuasiva… conseguí que cediera.

Durante los primeros días intenté escribir mi parte en el Word, mandándole lo que había escrito, pero cuando lo mezclábamos con el suyo no terminaba de quedar como queríamos, y era un editar constante, así que quedamos en su casa, porque en la mía había demasiada gente.

Así que el finde llegó y me fui para su casa. Cuando me abrió y entré con el portátil en el bolso me senté en el sofá, saqué mi ordenador de la bolsa de tela y lo puse sobre la mesita baja que había delante de éste.

Desapareció un momento y apareció con dos copas y una botella de vino blanco. “Sí, es el que te gusta”. “Guay” dibujé una sonrisa. Era un poco especialita para los vinos y sólo me gustaba ese en concreto. Blanco y dulce.

Me eché un poco hacía atrás levanté los brazos y recogí mi pelo azul en una coleta para ponerme más cómoda.

Desapareció cuando sirvió las copas de vino y se fue a su habitación por su portátil. Se sentó a mi lado cuando volvió, abrió el documento y repasamos juntos lo que habíamos escrito. Al final rehicimos todo desde el principio, comentando paso a paso lo que queríamos plasmar.

-          Y aquí es donde podría entrar yo con Coco y su mamada. – Y empecé a escribir.

“Me acerqué hasta él, como presa de un embrujo que no lograba entender, como si tuviera una fuerza interior en mi mente que, por alguna razón, me impulsaba a ponerme a sus pies, servirle, complacerlo, tocarlo, lamerlo… cuando estuve a su misma altura descendí lentamente sin perder el contacto visual hasta ponerme de rodillas. Llevé mi mano a mi coleta y me libré de ella, alborotando mi pelo para que él me cogiera de él y marcase el ritmo de lo que se avecinaba.

Estando de frente a su paquete pasé su cara por él, rozando la boca y la nariz, pegando pequeños bocados en su polla bajo la tela que empezó a despertarse ante el contacto de mi boca que ansiaba encontrarla.”

El me miraba teclear como una loca concentrada al máximo en la pantalla del portátil mientras mis pupilas se perdían en las letras que escribía, intentando recrear toda la escena que estaba pasando en mi mente perversa.

“Llevé mis manos a la bata y la abrí hasta dejar la cintura del pantalón expuesta. Agarré el cinturón y lo desabroché, sin dejar de mirarle a los ojos, despacio, relamiéndome, saboreando el momento. Después, fui a por el botón, lo abrí y bajé la cremallera mientras acercaba la boca a su paquete y tiraba con ella hacia debajo con la tela, rozando con mi cara la parte de él que más atención empezaba a demandar”

Seguí escribiendo hasta completar toda la escena de sexo oral, la que leí y releí buscando algún fallo. Aunque como siempre, contaba que si había alguno me lo dijera él. Estaba tan concentrada que no me di cuenta ni de que las gafas se me iban a caer.

De hecho no me cosqué de que mi amigo estaba tan absorto en mi relato hasta que le hablé y no me respondió, y tuve que repetirle lo que le había dicho.

-          ¿Qué? – Me preguntó aun saliendo de su estado de desconcierto.

-          Que te toca escribir tu versión de lo que hace después tu prota.

-          Ah… si. – Carraspeó y se incorporó, acercándose al teclado de su ordenador.

-

“Sentí el alivio de mi propio cuerpo al correrme en su boca. Desde que había pisado el umbral de la puerta sentía deseos de someterla y ponerla a mis pies. Fantaseé con la idea de que con esta no fuera tan fácil la sesión y me diera un poco más de juego. Pero verla ahí, ante mí, pidiendo mi polla a gritos no hizo más que aumentar mis ganas de follarle esa boquita.

Pero ahora me sentía en deuda, y como un Lannister, yo siempre pagaba mis deudas. La volví agarrar del pelo y tiré de ella hacía arriba, hasta colocarla a mi altura. Pasé mi boca por la suya sólo rozándonos y le susurré un “a la mesa” que captó a la primera. Obediente, se soltó de mi agarre, se fue hasta mi escritorio y se sentó sobre él, abriendo sus piernas para invitarme a comer.”

Cogí mi copa de vino y me pegué más a él mientras daba un sorbo y miraba por encima de la copa, intrigada con la escena que se iba a dar, la cual sabía de sobra.

“Paseé mi boca y mi mano por su pierna, subiendo a la parte interna de uno de sus muslos mientras con mi otra mano acariciaba el otro. Rocé con mis labios su piel suave hasta llegar a la parte cumbre de ellos, donde rocé mi nariz y empecé a besar, dando pequeños mordiscos y lametones que iban arrancando quejidos de placer y deseo de su boca, la que intentaba mantener sellada con los dientes, mordiéndose el labio. Apoyada con las manos en el escritorio se echó más hacia atrás, casi arrastrando su pelo largo por la madera que la sostenía, abrió más las piernas y me incorporé, haciendo más agónica la espera de lo que ansiaba.”

-          Eres cruel…

-          ¿Por qué?

-          Vamos… que manera de hacer que suplique.

-          Es divertido y placentero jugar un poco antes de comer. – Dijo mientras se acercaba su copa a los labios y daba un sorbo. – Así se pilla todo con más ganas.

-          ¡No te enrolles y escribe! -  Recriminé, queriendo ir al meollo de la cuestión y ver la escena al completo.

“Me puse a la altura de su boca, lamí los labios y le mordisqueé en el inferior mientras con mi mano acariciaba su cuello, y con la otra la paseaba por sus bragas, marcando mis dedos en su sexo, intentando provocarle más de lo que estaba.

Subí y bajé ambas manos hasta tenerla en sus pechos, acariciando por encima de la ropa. Abrí la blusa azul cielo que llevaba y, saliendo los botones disparados, enterré mi nariz en medio de su escote, intentando aspirar el olor que emanaba de sus tetas.

Lamí por la parte de arriba de sus pechos pillando con los dientes el filo de encaje de su sujetador blanco y con ayuda de mis manos saqué sus tetas de la prisión de tela que tenía. Amasando y apretando mientras veía en su cara el deseo de que dejase eso y bajara.

Descendí despacio con mi boca por su piel, llegando al fin a su entrepierna. Pasé mi boca por su coño, pegué pequeños bocados sobre la tela de sus bragas blancas y miré hacia arriba, para comprobar como no apartaba los ojos de mí y me agarraba la cabeza presionando para que comiera.”

Vale. Yo a estas alturas estaba engatusada pegando sorbos de vino sin control, con un calor que me estaban haciendo echar de menos el abanico de mi abuela. ¿Qué hacía casi 40 grados fuera? También es posible que fuese una razón, pero yo había entrado aquí tan ricamente y estaba notando n hormigueo en el interior de mis piernas. Cosa que siempre pasaba cuando le leía, pero que obviamente al estar a su lado, esperaba que no me pasase.

-          Joder que calor. – Resoplé abriéndome un botón más de la blusa.

-          ¿Por el relato o porque estamos en Junio? – Preguntó mientras desviaba levemente sus ojos a mi escote.

-          Por ambas. – Confesé. – Luego dices que no escribes bien.

-          Bah, no como tú.

-          Y dale…

La siguiente escena la empecé a escribir yo, siento consciente de que estaba dando más sorbos a su copa de vino de lo normal. Tanto que a estas alturas había rellenado nuestras copas casi tres veces… ¡Dios, bebíamos como posesos! Pero es que hacía un calor del demonio.

Cuando estaba tecleando sin parar centrada en mi parte del relato, sentí su respiración muy cerca de mí, acto que me hizo dar un respingón en el asiento y mirarle, notando su cara cargada, no sé si por el vino que habíamos ingerido o por la escena que me estaba montando después de él con nuestros protagonistas.

-          Venga, te toca. -  Le insistí cuando acabé mi escena.

Asintió y empezó a escribir. Yo estaba releyendo lo que llevaba en mi pantalla, mientras volvía a beber de mi copa, notando ya la calor por todos los sitios de mi cuerpo y poniéndome hasta tensa.

Cuando miré hacia su portátil y empecé a leer lo que él llevaba. Y seguí… seguí y seguí… llego un punto donde inconscientemente puse mi mano en su muslo y la subí un poco más arriba de lo debido.

Dio un sobresalto en el asiento y me miró, carraspeando y volviendo a fijar la vista en la pantalla, escribiendo, aunque podía ver la dificultad para concentrarse y narrar en él después de lo que yo había hecho. Aun así no me dijo nada, por lo que impulsada por el vino, el calor y el calentón que empezaba a tener con el puto relato, seguí subiendo mi mano mientras llevaba mi copa a los labios y la dejaba ahí, intentando esconderme tras el cristal empañado con el líquido amarillento.

-          Para o la vamos a liar…

-          ¿Y qué pasa si la liamos? -  acerqué mi boca a su oído y susurré. - Estoy empezando a mojarme con esto.

Mi mano que estaba cada vez más cerca de su paquete, notó como éste se revolvía. Aunque he de decir, que hacía rato que había despertado de su letargo ya.

Dejó espacio entre él y el portátil, como dando permiso para que siguiera tocando mientras él intentaba escribir, hasta que al final, terminó por guardar el documento y apartarse del pc para quedarse fijamente mirando.

-          ¿Enserio?

-          Para escribir hay que vivir.

-          Creo que nos hemos pasado de vino hoy…. – volvió a beber y tras soltar la copa sonrió. – O es que nosotros dos juntos hacemos na combinación narrativa explosiva.

-          O que estamos más salidos que el pico una pala.

-          También. – Pasó el pulgar por mi boca. - ¿Pero y si te arrepientes luego?

Chupé su dedo despacio, primero cerrando los ojos, mientras con una mano sujetaba la suya y con la otra seguía acariciando su muslo llegando a rozar varias veces ya su abultado paquete.

-          Quiero… - volví a meter su dedo en mi boca, succionando mientras ahora le miraba. – Jugar.

-          Nos vamos arrepentir de esto. – Llevó su mano hasta mi moño y quitó la coleta para dejar mi pelo azul cayendo por mis hombros. – Suelto, como lo que estamos escribiendo.

-          ¿Quieres recrearlo? – Sonreí acercándome a su cuello y besando su piel. – entonces me toca a mí primero.

Me puse de pie, tiré de él para que se levantara y lo llevé hasta la pared, donde se apoyó con la espalda. Cogí sus manos y las llevé a mis pechos, apretando junto con sus manos mis tetas para hacerlas asomar por el escote de la camisa. “Digamos que es una reedición”. Me acerqué hasta su boca y le besé, mientras que le no dejaba de tocarme, metiendo sus manos por mi tela.

Le mordí el labio inferior, le lamí el superior e introduje mi lengua en la boca, buscando la suya desesperadamente mientras me apretaba más contra él.

Me aparté, intentando coger aire pasé mis manos por su pecho, metiendo mis manos por su camiseta y rozando con la yema de mis dedos sus pezones, los cuales pellizqué.

Tiré de la tela hacía arriba, dejando su torso al descubierto y me esmeré en besar, lamer y chupar cada centímetro de piel, prestando especial atención a sus pezones endurecidos.

-          Ahora la cruel eres tú. – dijo entre jadeos.

-          ¡Eh! Fuiste tú el que dijo que hay que jugar para cogerlo con más ganas. – Respondí mientras atrapaba el pezón con mis dientes. – Me estoy tomando derechos y libertades literarias.

-          Rencorosa. – Sonrió.

Continué con la tarea y el esmero que estaba poniendo en volverlo loco, hasta que yo misma no podía más y bajé más y más hasta llegar a la altura del botón de su pantalón vaquero. Lo desabroché, me relamí, y observando su cara bajé despacio los pantalones hasta dejarlo en calzoncillos.

Saqué la lengua y pasé la punta por su paquete, acercando la boca y abarcando con ella su erección contenida, pegando pequeños mordiscos mientras con mis manos acariciaba su culo y le apretaba. Él me acariciaba el pelo, recogiendo en una coleta fingida con sus manos, mi melena azul. Me apartó, me miró con una cara de deseo y ganas que delataban las ansias por tenerme devorándole.

Agarré la cintura de los calzoncillos y tiré para abajo, saliendo su polla al instante y dándome con ella en la lengua, que la tenía fuera esperándole.

Le veía a través de mis gafas como su respiración se acumulaba en su pecho, agitada, subiendo y bajando con dificultad y acelerada.

Paseé la lengua desde arriba abajo, rocé mi boca en su miembro y lo agarré con la mano para masajearlo levemente mientras acercaba mi boca a sus huevos y le lamía con la punta de mi lengua. Empecé entonces a pajearle despacio mientras mi saliva iba aumentando en él, besando y lamiendo, succionando y chupando, sintiendo cada vez más presión en mi cabeza por el agarre a mi pelo.

Lamí de abajó arriba toda su erección hasta llegar a la punta, rocé con mi lengua en círculos y fui envolviendo su polla con mi boca hasta posar los labios en ella y apretar lo justo para bajar y succionar en mi movimiento. Moví mi cabeza adelante y hacia atrás con su polla en mi interior mientras él iba acelerando el ritmo y veía por encima de mis gafas como miraba hacia abajo acomodándose más contra la pared.

Apoyada en sus muslos con mis manos empecé a pajearle con mi boca haciéndole una mamada que no sabía quién disfrutaba más, si él o yo. Agarró con ambas manos mi cabeza y mi pelo y comenzó, literalmente, a follarme la boca cada vez más rápido, dando embestidas tan profundas que rozaba directamente mi garganta.

Aparté sus manos de un manotazo y yo sola me incliné hacia adelante para sentir su polla hasta el fondo de mi boca, quedándome ahí unos segundos, aguantando la respiración y notando hasta como se escapaba algunas lágrimas de mis ojos por la follada de garganta que me estaba haciendo con su erección.

Pero no soportó la idea de tenerme así y volviendo agarrar mi cabeza empezó a buscar su placer, provocando en mí el mismo efecto sólo de verle disfrutar a él.

Siguió follando mi boca hasta la garganta, entrando y saliendo con más fuerza de mí, sin control alguno, hasta que se corrió directamente en ella, sintiendo como el chorro a presión caía directamente en mi garganta y me lo tragaba casi por inercia.

Con la respiración acelerada, recogiendo los mechones de mi pelo que resbalaban de sus manos y poniéndome yo de pie, me llevó hasta la mesa del comedor. “a falta de escritorio… “. Me pegó a ella y bajando mis pantalones cortos, y sacándolos por mis pies, me sentó en la mesa y abrió mis piernas, acariciando mi coño por encima de la tela empapada, que se pegaba a mi piel depilada y suave.

Pero se apartó. Subió hasta mi boca y me besó, suave, profundo, volviéndose salvaje, cogiendo mi nuca y apretándome con él, comiéndome la boca con ansias mientras su mano se perdía entre mis piernas y trazaba círculos por encima de mis bragas, despacio, atormentándome.

Se entretuvo después en mi cuello, besando, lamiendo, rozando con sus dientes mi piel y succionando mi carne levemente para volver a besar.

Su mano ya había subido hasta mi pecho, había abierto mi camisa por completo y tenía mis tetas agarradas en sus manos estrujándolas. Hasta que las sacó por encima del sujetador y las dejó libres. Primero sobando una teta con su boca y lamiendo un pezón, envolviéndolo con su lengua y tirando de él con sus dientes, después con el otro haciendo el mismo proceso, para terminar apretando mis tetas en su cara mientras las besaba, las lamía y las mordía.

Mientras se deleitaba con mis pechos bajó una de sus manos otra vez hasta mi coño, y metió la mano en mis bragas, pasando su dedo por mi rajita, subiendo y bajando por mi clítoris despacio haciendo que me estremeciera.

Yo movía mis caderas impulsándome con él buscando más fricción, pero cuando se dio cuenta frenó, apartó la mano y bajó con su cara por mi vientre, besando por el camino.

Con su boca en mi sexo aun con las bragas blancas puestas y totalmente pegadas por la humedad, me cogió con su boca haciendo que soltase un gemido que retumbó por toda la casa, seguido de un “ay dios sigue…” del cual no era ni consciente.

Perdida totalmente de la razón que me estaba haciendo perder él, agarré su cabeza con una de mis manos mientras con la otra me sostenía en la mesa, y le pegué más su cara a mi coño para rozarme con él.

Tras varios segundos de tortura que me parecieron una eternidad echó la braguita a un lado y pasó su lengua despacio, de abajo arriba, mientras rozaba la yema de uno de sus dedos por mi entrada para meterlo despacio, aprovechando lo mojada que estaba para meter dos.

Entraba y salía de mi con sus dedos mientras me comía el coño sin prisa, creando una especie de tortura y adicción a esos movimientos de su lengua. Apegué más aún su cabeza contra mí, y empecé a restregarme contra su boca mientras me follaba con sus dedos. No tardé mucho en sentir como el calor se apoderaba de mí cuerpo, la tensión de acercarme al orgasmo me aprisionaba contra él más y más, me contraje con la respiración acelerada hasta que sentí el alivio del orgasmo, corriéndome en su boca y gimiendo como una posesa mientras me mordía el labio.

Las piernas me temblaban, mi coño estaba sensible al roce, pero cuando me agarró y me puso contra la mesa de espaldas a él supe lo que quería.

Incliné el cuerpo, exponiendo más el culo y apoyándome en la mesa abrí las piernas. Pude ver como se alejaba y volvía un minuto después con un condón y se lo ponía. Llevó su miembro a mi entrada que chorreaba y empezó a empujar.

Los gemidos se me escapaban sin poderlo evitar, y sentía la presión de entrar en mí, como me abría más para él pese a lo mojada y excitada que estaba, hasta que se coló por completo, y aferrado a mis caderas empezó un movimiento de mete y saca que iba acelerando cada vez más. Aumentó el ritmo hasta tal punto, me pegaba yo a él de tal manera con mi culo en cada embestida, que agarró mi pelo para tirar de él mientras me follaba, estirando mi cuello por completo y exponiéndolo a su boca.

Sentir su respiración acelerada, excitada, entrecortada en mi oído, sus quejidos en mi piel me estaban poniendo más encendida de lo que ya estaba. Llevé mi mano hasta el interior de mis piernas y empecé a tocarme yo, acariciando mi clítoris mientras sentía como me follaba hasta que nuevamente sentí que se iba a correr, lo que me impulsó hacerlo a mi primero. Mis espasmos, mis gemidos y la forma en la que mi interior se contraía al orgasmo hizo que él buscase más velocidad y profundidad, hasta que se volvió a dejar ir dentro de mí, sintiendo a través del látex como se corría en mi interior.

Con la respiración que nos faltaba, con el calor que teníamos por todo, con los pensamientos que nos venían de golpe ahora en estampida, nos separamos y fuimos a por la copa de vino que, seguramente, íbamos a volver a rellenar.

Que trabajoso era esto de escribir literatura erótica, aunque al menos tener una gran amistad ayuda en los momentos difíciles.