Amigos con derecho a roce (capítulo 5 - FIN)

Si hasta ese momento había sido todo explosivo, no esperaba menos de esa noche que se avecinaba llena de sorpresas y seguramente de contradicciones por mi parte.

Amigos con derecho a roce

CAPITULO 5

Si hasta ese momento había sido todo explosivo, no esperaba menos de esa noche que se avecinaba llena de sorpresas y seguramente de contradicciones por mi parte. Tras ese paso por el spa, mi autocontrol se había desmoronado. Por un lado, me sentía mal por mi esposa, no quería ocultarle nada y menos algo con nuestra amiga, pero el deseo por ella no había bajado ni lo más mínimo, al contrario, ahora con este juego de seducción y preparación para la noche especial con su marido habían convertido ese deseo por ella en casi una necesidad vital, hasta el punto en que sentía celos de su propio esposo, sabiendo que iba a ser él quien disfrutase de ese cuerpo, el de una mujer a la que habíamos transformado Tere y yo en explosiva y cachonda.  ¿Quién se podría resistir?

En cuanto entré a mi habitación descubrí a Tere con un vestido negro de noche, largo hasta los pies, con su espalda al aire y un generoso escote, además de unos largos tacones negros. ¡Estaba preciosa!

-        ¡Guau Tere, qué sexy! - dije agarrando su cintura y dibujando sus caderas, mientras ella se ponía uno de sus pendientes frente al espejo de esa manera tan femenina que me vuelve loco.

-        Vamos cari, ponte el traje que está en la maleta. - me dijo ella.

Tere, como siempre, está en todo, luego dice que soy yo el que prepara los eventos, pero en realidad ella va siempre tres o cuatro pasos por delante e incluso para que yo deslumbre tanto como ella. Me había escogido un traje de chaqueta y pantalón y una corbata que me quedan francamente bien. Desde luego tengo mucha suerte de que ella esté a mi lado para todo y sea tan buena compañera, sintiéndome tan cómplice, porque es además de una increíble mujer, una gran aliada en mi vida y un honor para mí ser su esposo... su compañero. Sin embargo, yo... parecía estar más en follarme a nuestra amiga. Eso me hacía sentirme fatal...  me había convertido en un auténtico cerdo y desde luego Tere no se merecía eso. Debía envalentonarme y confesarle todo, antes de llegar más lejos y que fuera irremediable. Cuando ella se volvió con su gran sonrisa, no fui capaz.

-        ¿Qué tal el spa, cariño? - me preguntó mientras yo me ponía mis bóxers.

-        Bien, ¿no? - respondí con ese peso sobre mi cabeza de la traición.

-        Ha sido alucinante, amor mío.

-        Y tanto. El pobre Sergio estaba flipado. - dije yo.

-        Tu tampoco andabas mal de flipe...

-        ¿Cómo?

-        Carlos, la tenías a tope en cuanto viste a Mar, no me lo puedes negar.

-        Si, bueno... todo... viendo esas dos mujeres ahí... - respondí titubeante, pero sin el valor suficiente para confesar mi infidelidad y mi deseo por nuestra amiga.

-        Jajaja, tranquilo hombre, que no me mosqueo, es normal, que a mí me tienes muy vista, en cambio Mar.…, es impresionante, ¿no?

Sus ánimos no hacían más que lastrar todavía más mis sentimientos encontrados, hasta el punto de considerarme un cabrón traidor, frente a la buena fe de mi esposa. ¡Merecía arder en los infiernos!

Tras vestirnos bajamos al comedor y fuimos sacando de la nevera todos los canapés y picoteo que habíamos preparado con antelación para la fiesta, además de unos globos y guirnaldas con el cartel de “Feliz cumpleaños” en honor a Sergio.

Un rato después bajó la pareja, él vestido también con un traje elegante, muy parecido al mío, pero ella... ella estaba realmente impresionante. Su vestido rojo era ligero, como una gasa vaporosa, pero al mismo tiempo bastante ceñido a sus curvas y muy corto dejando a la vista sus impresionantes piernas con unos taconazos de color rojo también. Su escote parecía todo un reclamo con esas tetas a punto de salirse por encima y se había peinado muy diferente, con su pelo recogido... ¡era una diosa!

Mi mujer alabó una vez más la belleza de nuestra amiga y también a Sergio que pareció sentirse halagado por los piropos a ambos. Yo tuve que disimular con mis miradas continuas a ese pecado andante que era Mar.

La cena transcurrió normal, tras las felicitaciones, brindis, copas de cava... pero yo no dejaba de admirar a mi amiga, que sentada a mi derecha me ofrecía la visión de sus piernas cruzadas, su generoso escote y toda su sensualidad, como siempre, aunque esa noche parecía incluso acrecentada. Todos parecíamos comportarnos como cualquier otro día, pero en cambio yo, sentía algo dentro que me hacía desear cada minuto más estar con esa preciosidad.

Luego sacamos algún regalo que habíamos preparado para la ocasión en honor a Sergio, como una cartera, una corbata, unas gafas de sol y un anillo vibrador, eso último fue una sorpresa incluso para mí.

-        ¿Y esto? - preguntó él cumpleañero con la caja del anillo vibrador en su mano.

-        Eso es para que te lo pongas en el pene y le des gustito a tu mujer. - dijo Tere que ya iba algo achispada, guiñando al mismo tiempo un ojo a su amiga.

-        Ah, vale, nunca había visto uno. - dijo Sergio leyendo por encima las instrucciones de uso.

-        Yo tampoco - añadió Mar, aunque mentía porque vimos varios modelos en el sex-shop. Precisamente me preguntó qué era eso en nuestra visita a la tienda.

Seguimos el resto de la noche con bromas, cada vez más subidas de tono, incluso contando anécdotas que propiciarían una noche llena de marcha. Otras veces hemos hablado los cuatro con naturalidad, incluso de bromas sexuales, pero estaba claro que ellas querían caldear aún más el ambiente. Tere, se levantó a poner algo de música y se puso a bailar sensualmente delante de todos, incitando a nuestro homenajeado, pero claro, también a mí. Luego comentó:

-        Oye ¿Os acordáis cuando salíamos con los de la Uni todos juntos, antes de ser parejas?

-        Si, ha llovido ya desde aquello. - constataba Sergio mirando el pronunciado escote de Tere que seguía moviendo su cuerpo como una serpiente siguiendo el ritmo de una música sensual.

-        Había una buena pandilla, pero nosotros cuatro siempre acabábamos la noche, teníamos los gustos más parecidos. - comentó Mar.

Yo permanecía observándola y admirándola de nuevo, con esos labios rojos que se había pintado para la ocasión haciendo juego con su vestido. Mi mujer estaba a mi izquierda bailando provocativamente delante de Sergio y yo no pude evitar, estirar mi mano y meterla entre los muslos de Mar. Ella se sorprendió y tras mirar a nuestras respectivas parejas y saber que no se enteraban, me facilitó la maniobra, dejándome avanzar por la cara interna de sus suaves muslos. Cuando hinchó su pecho y suspiró casi me da algo, incluso temblé cuando mi dedo alcanzó su rajita por encima del tanga y noté cierta humedad.

-        Es verdad, siempre terminábamos juntos los cuatro en cada salida – comentaba Tere. ¿Recordáis cuando fuimos a aquel pueblo y no había camas suficientes, que lo echamos a suertes y nos tocó dormir en la grande a Carlos y a mí?,- reía mi mujer.

-        Ya, nunca supimos cómo no se os ocurrió dormir a vosotras juntas. - intervino Sergio.

-        Bueno, tenemos que confesar que lo habíamos planeado ambas. - dijo Tere mirando a su amiga, que seguía recibiendo por debajo de la mesa las caricias de mi dedo en su sexo, limitándose a sonreír forzadamente.

-        Mira de lo que se entera uno. - dije yo aportando naturalidad, pero sin separar mi dedo ese lugar prohibido.

-        Pues es que tú estabas a otras cosas Carlos y, por cierto, no dormimos mucho - recordó Tere riendo.

-        Pero, entonces vosotras ¿ya habíais planeado quien era la pareja de quién? - preguntó curioso Sergio.

-        Pues no, la cosa salió así, pero podía haber sido al revés - añadió Tere dirigiéndose a mí - ¿Te imaginas si en vez de conmigo, te hubiera tocado entonces con Mar?, a lo mejor hoy estabais aquí juntos, los dos, en la misma habitación, ¡jajaja!

-        Pues haríamos una pareja cojonuda - repliqué, siguiendo con ese buen rollo, guiñando un ojo a Mar y mirando de reojo a su marido que reía también ante esa broma.

-        Mejor la haríamos Sergio y yo - volvió a la carga Tere sentándose con descaro sobre nuestro amigo, poniendo su culo sobre su paquete, algo que hizo que él se agarrara a su cintura sorprendido, lo mismo que yo.

-        Eso habría que verlo - replicó Mar levantándose, dispuesta a copiar a Tere.

Sin dudarlo, mi amiga se abalanzó sobre mí, sentándose sobre mi regazo, pasando su hermoso culo por todo mi paquete incluso se retozó bien su sexo contra el mío y yo hice lo mismo agarrando su cintura.

-        La verdad es que también hacéis buena pareja – dijo mi mujer acariciando las manos de Sergio que estaban sobre su tripita.

Nunca habíamos llegado tan lejos ninguno de los cuatro, al menos no a esa parte física, pero desde luego, el plan de Tere estaba saliendo rodado y yo lógicamente me aprovechaba de ese momento. Mar reía nerviosamente, se notaba que estaba excitada y algo borrachilla también, tras varias copas, pero sin duda mi bulto debía estar aportando lo suyo a esa calentura.

-        ¡Bueno, ahora la tarta! - dijo Tere levantándose del regazo de Sergio y estirando su vestido, dejando a la vista una considerable erección.

-        Ah, ¿pero hay tarta y todo? - preguntó él sorprendido y algo azorado, intentando ocultar ese bulto.

-        Claro, no podía faltar. Chicos, la preparáis vosotros que yo estoy algo mareada. - pidió Tere, sentándose en su silla.

-        Por supuesto. ¿Me ayudas, Carlos? - dijo Mar poniéndose de pie, dejándome también con un considerable bulto, y estirando su mano que yo agarré para encaminarnos hacia la cocina.

Yo iba tras ella, admirando sus piernas que se veían más largas con esos tacones finos de color rojo y ese culete que se movía electrizante a cada paso. Ella se agachó a recoger la tarta de la parte baja de la nevera, pero al hacerlo su pequeño vestido se subió ligeramente ofreciéndome una visión del comienzo de sus cachetes, el tanga metido en su culito y su vulva abultada. Mi polla se tensó al instante.

-        Mar... - dije agarrando su cintura cuando se incorporó y besando su cuello.

Ella, tras posar la tarta sobre la encimera, se giró, agarrándose a mi cuello para besarme con todas las ganas, juntando su cuerpo al mío. Mis manos aferradas a sus caderas la atraían con fuerza hacia mí.

-        Ya sé que todo esto es una locura, pero no puedo controlarme. - dije sin soltar esa estrecha cintura y mirando sus ojazos brillantes.

-        ¡Yo tampoco Carlos...! quiero que me folles! - dijo mirándome fijamente.

-        Pero... ¿Qué dices? No podemos...

-        ¿No lo deseas? - me insistió agarrando mi culo, abriendo ligeramente las piernas y haciendo que mi pelvis se clavara contra ella y la encimera.

-        Por supuesto que lo deseo, nada más me gustaría que sentirme dentro de ti. - añadí dándole un suave beso en sus carnosos labios.

-        Hazlo, Carlos, no puedo más.... - insistía ella mordiendo mi labio con sus dientes, con un claro signo de excitación.

-        Pero hoy es el gran día, bueno la gran noche, creo que Sergio está a punto...

-        ¿Quieres que sea el quien lo haga? - me dijo poniendo unos adorables morritos.

Desde luego que no quería, más sabiendo que hacía mucho tiempo que ese coñito no sentía una buena polla dentro y que mejor que la mía invadiendo ese lugar soñado.

-        No podemos, preciosa... - repetía yo, sin dejar de abrazar a esa maravilla de mujer, pero pensando en la mía, en la traición, en su marido, en esa noche preparada, en el día de su cumpleaños...

Mar no me dejó tiempo de réplica, porque sin darme tiempo a nada, soltó todos y cada uno de los botones de mi camisa y comenzó a acariciarme y a morderme los pezones con desesperación. Estaba fuera de sí, algo borrachilla, pero evidentemente cachonda.

-        ¡Mar! - suspiré una vez más al sentir su lengua jugando en mis pezones.

-        ¡Ay, Carlos, que ganas te tengo!

Tras darme un beso tierno y morderme ligeramente el labio inferior con sus propios labios, se puso en cuclillas ofreciéndome una visión increíble de sus piernas abiertas, entre las que asomaba su pequeño tanga apenas tapando su rajita, mientras que sus manos soltaban mi cinturón y bajaban mis pantalones hasta mis tobillos.

-        ¡Ah, joder! - gemí cuando su mano dibujó mi erecta polla sobre mi slip y la otra seguía acariciando mi torso desnudo.

Ella se limitó a sonreírme, desde allí abajo, agachada, con las piernas abiertas, pero los pies juntos como dos pequeñas columnas sustentadas por sus finos tacones rojos. El erotismo y el morbo no podían ser más increíbles.

-        Ya era hora de que te comiera esto. - dijo bajando de golpe mis bóxers hasta dejarme desnudo, tan solo con mi camisa abierta.

Mi polla salió victoriosa ante la cara de Mar y con ganas de participar en ese juego, pero se puso más tensa cuando la manita de mi amiga se aferró a ella para agitarla unas cuantas veces hasta dejarla totalmente tiesa y babeante.

-        ¡Es enorme! - dijo con su vista clavada en esa tremenda empalmada, más hinchada y llena de venas que nunca, mientras su manita la mecía lentamente.

-        ¡Mar.… yo...!  - suspiraba con esa dulce paja.

-        ¿Qué pasa?, ¿no te gusta? - preguntó al tiempo que dio una lamida larga a mi glande haciéndome temblar de arriba abajo.

-        ¡Joder, Mar.… qué locura!

-        ¿Te lo parece? No puedo dejar de pensar en ella desde nuestro video conferencia tan especial- comentó dando otra lamida más larga.

-        ¡Uff, qué gusto... pero esto es peligroso! - le susurré entre gemidos.

-        ¿Peligroso por qué? - preguntó con cara de niña buena y dibujando toda la largura de mi polla con su lengua.

-        ¡Joder, sí... ufff...!. - gemía entre sus lamidas - ¡estoy desnudo, están ellos ahí...!

-        Ah, es verdad, que estás en pelotas, bueno, espera... - comentó como si no fuera lo suficientemente evidente.

A continuación, se levantó y me retiró la camisa dejándome totalmente despelotado ante ella con mi verga cimbreante.

-        Ahora sí estás desnudo del todo, Carlos. - añadió con su gran sonrisa.

-        ¿Te has vuelto loca? - le pregunté mientras ella, agachada de nuevo, retiraba mis pantalones de mis tobillos.

-        ¡Ah, claro, tienes razón... que yo estoy vestida... Ayúdame! - dijo incorporándose.

Seguidamente levantó los brazos haciéndome una seña para que la levantase el vestido vaporoso y ceñido por su cabeza.

-        Pero ¿Estás segura? - pregunté sin creerme lo que me pedía.

-        Vamos... date prisa, nos han dado unos minutos para preparar la tarta y a mí me gusta con nata. - añadió relamiéndose.

-        ¡Joder, qué fuerte! - dije sacando el vestido por su cabeza para que mi amiga quedase con las tetas al aire y su pubis tapado por un pequeño tanga blanco.

Mar se pegó a mí, juntando sus tetas a mi pecho y volvió a besarme, haciendo que mi boca se abriera para recibir su lengua juguetona. Recorrí sus caderas, acaricié su culo desnudo mientras ella ronroneaba como una gatita en celo.

-        ¿Y mis braguitas? ¿A qué esperas para quitármelas? - me dijo apoyando su culo en la encimera y ofreciéndome sus piernas ligeramente abiertas.

Mi polla dio otro respingo ante esa propuesta tan provocadora. Yo estaba obnubilado y le dije nervioso.

-        Pero...

-        ¿No querías ver mi chochito depilado?

-        ¡Joder, Mar.… estamos locos! - añadí.

Seguidamente me agaché para morder el tanga y tirar con mis dientes desde sus caderas e ir bajando por sus muslos, ayudándome de las manos para llegar a los tobillos y sacarla por sus pies, mientras ella levantaba sus tacones de esa forma tan sensual, que tantas veces había soñado en mis fantasías y ahora vivía por fin.

Mi vista se fijó en su sexo, totalmente limpio de vello y pasé mi pulgar dibujando ese fino monte de venus.

-        ¡Qué preciosidad! - Dije acariciando ese pubis, sus ingles, su coño brillante.

-        ¡Eh!, para, que era mi turno... - dijo empujándome para separarme un paso atrás.

Seguidamente se agachó ella, como hiciera antes, con sus piernas abiertas y sus pies juntos, con sus tobillos unidos, alzados con sus taconazos rojos, pero la diferencia es que esta vez lo hacía totalmente desnuda y mostrándome su rajita sonrosada. Sin dudarlo se metió mi glande en su boca y lo succionó un par de veces, haciéndome estremecer y tuve que sujetarme a su cabeza para no caerme de espaldas.

-        ¡Mmm, qué rico! - dijo.

-        ¡Dios, Mar!

De nuevo otro chupón y a continuación se tragó mi polla por entero hasta que sorprendentemente despareció totalmente dentro de su boca. No me lo podía creer. Nunca había visto nada parecido.

-        ¡Guau! - dije temblando al sentir mi polla aprisionada por esos labios y su garganta.

-        ¡Uf, sí que es grande, sí...! - dijo ella sacando la polla de su boca y arrastrando tras ella hilos de babas, mientras respiraba agitadamente.

-        Uf, qué pasada. Nunca se la han tragado así. - le comenté alucinado.

-        Ya, ya... me lo dijo Tere, que nunca se la pudo tragar entera, pero le dije que yo podría.

-        ¿Cómo? ¿Qué Tere te dijo...?

No me dejó terminar, para volver a tragarse todo mi miembro por entero. Mi aturdimiento era total, al sentirla, al oírle decir ese comentario de mi mujer, pero que se quedó en segundo término cuando esa preciosa mujer desnuda, la sacó por completo, me sonrió lascivamente y volvió a tragarse mi verga hasta el fondo y a partir de ese instante, empezó a mamármela con todas las ganas, mientras sus dedos jugueteaban con mis huevos.

-        ¡Joder!, ¡cómo la chupas, Dios! - repetía yo entre estertores y temblores viendo desaparecer mi verga una y otra vez dentro de su boquita, hasta el fondo de su garganta.

Mi amiga la sacó agitándola frenéticamente mientras hilos de babas unían aun sus labios con mi glande, para después de sonreírme, volverla a tragar completamente y quedarse quieta, oprimiendo su garganta, como si me estuviese ordeñando. En mi vida me habían hecho algo así.

-        ¡Mar, Mar.… me corro! - le dije mientras ella seguía con mi polla totalmente insertada en su garganta y notaba las caricias y contracciones de su lengua, su paladar...

El chispazo sobre mi dura tranca, era algo inaudito, desde la punta hasta la base y no tuve tiempo de retirarme, haciéndome explotar en unos segundos dentro de su boca. Era increíble, un, dos, tres, cuatro disparos salieron con fuerza dentro de su garganta, pero ella no se amilanaba, seguía con todo adentro, respirando con dificultad por la nariz, hasta que me vació por completo y por fin la sacó brillante y reluciente al tiempo que controlaba su respiración agitada.

Aun alucinado por la intensidad de mi orgasmo quedé con mis ojos fijos en los de mi amiga, sorprendido por la habilidad y la lascivia con la que me acababa de exprimir y tragarse hasta la última gota de mi corrida. Había sido la mejor mamada que me habían hecho jamás.

-        ¡Joder, eres increíble! - dije cuando ella sacaba su lengua y limpiaba concienzudamente a lo largo de mi falo y mis huevos.

-        ¿Te ha gustado? - dijo con esa sonrisa de niña mala.

-        Mar, nunca he sentido nada igual.

-        ¿Lo hago entonces mejor que tu mujer? - me preguntó susurrante

-        Claro que sí, lo haces muchísimo mejor. En mi vida me la habían chupado así- contesté limpiando con mi pulgar un resto de mi semen en su labio inferior que se escurría hacia su barbilla.

-        ¡Chicos!  ¿cómo va eso? - Se escuchó de pronto la voz de Sergio desde el comedor.

-        ¡No seas impaciente! - gritó Mar con sorprendente tranquilidad.

-        ¡Dios, nos van a pillar! - pregunté preocupado al ver que seguíamos desnudos en la cocina y ellos solo tenían que dar diez pasos para pillarnos.

-        Tranquilo que está todo controlado. Tere lo entretiene.

-        Pero...

-        ¿No te parece morboso?

-        Sí, pero.... ¡peligroso!

-        Pues ahora te toca. -dijo.

-        ¿Qué?

Apoyándose en mis hombros y de un saltito con sus tacones se sentó en la encimera dejando sus pies colgando y sus piernas totalmente abiertas. Su coño se me presentaba brillante, sin pelitos, con sus labios hinchados.

-        Vamos, ahora tienes que probarlo sin pelo. ¿No era lo que querías? - me animó mi amiga.

-        ¡Dios, eres un sueño!

-        No, Carlos, soy real y mi coño también, que necesita de una buena comida de tus labios y tu lengua.

Esa frase era una invitación al pecado y yo no podía ni quería dejar de pasar esa oportunidad de volver a devorar el coño de mi amiga, esta vez, totalmente rasurado. Allí desnudos, en la cocina y desbocados, dejamos llevar nuestro ímpetu y nuestro deseo, si bien ella me había hecho la mejor mamada de mi vida, yo no quería ser menos en comerle de nuevo ese delicioso coño.

Mi lengua empezó por sus tobillos, que se mostraban más elegantes y esplendorosos con sus tacones rojos. Los lamí lentamente, subiendo por sus finas pantorrillas para alcanzar sus rodillas y desde allí la miré, acariciando sus pies mientras mi lengua ascendía por la cara interna de sus muslos. Cuando mi nariz llegó a ese lugar me cautivó aún más su olor y ver desde tan cerca su coño abierto como una flor, por lo que di una primera lamida a lo largo de esa abertura, impregnándome con el sabor delicioso que emanaba de su sexo. Mis dedos jugaron con sus ingles, sus labios mayores al tiempo que mi lengua golpeaba su botoncito haciéndola estremecer.

-        ¡Ay, Carlos, Joder! - gimió ella fuertemente.

Ante ese sonido, más fuerte de lo esperado, mi mano libre tapó su boca mientras mi lengua y mis labios seguían lamiendo, chupando y besando su coño.

-        ¡Mmmm! - era su único sonido, pero tan fuerte que me daba miedo de que la pudieran escuchar, aunque ella estaba desatada y yo me excitaba con tan solo oírla.

Seguí afanándome en ese coño y no dejé ningún rincón por lamer, impregnando con mi saliva y mi lengua sus finas ingles, sus labios inflamados, introduciendo un dedo en su coño apretado y mordiendo con mis labios su clítoris, mientras Mar, agitada y jadeante, mordía mis dedos.

De pronto sus músculos se tensaron y entendí que se corría. Me incorporé sin dejar de tocar con mis dedos en su rajita y tapando con mi boca la suya en un beso intenso y ardiente, mientras Mar se corría entre gemidos que traspasaban a mis labios y mi lengua los sonidos de ese orgasmo increíble. Nuestras bocas siguieron enlazadas en un interminable beso, como su propio orgasmo, cargado de gemidos y respiraciones entrecortadas. Nuestros pechos unidos y nuestros ojos se abrían de vez en cuando encontrándose... necesitándose...

Mar agarró mi polla que para entonces volvía a estar pletórica, pero más aún cuando sus finos dedos la rodearon y empezó a pasarla por su rajita empapada de sus jugos y de mi propia saliva.

-        ¡Carlos, fóllame ya, no puedo más! - dijo mordiendo mi labio inferior y esta vez en voz alta, sin importarle nada.

-        ¡Calla, Mar!, ¡por Dios! - le rogaba yo intentando no oír sus palabras ni que tampoco la escuchasen desde el salón, pero al mismo tiempo sin poder dejar de besar esos labios y sintiendo como mi glande duro se embadurnaba y lubricaba a tope con sus fluidos.

-        ¡Métemela, métemela, métemela! - rogaba ella.

Mar empujó con sus tobillos mi culo haciendo que mi pelvis se acercara cada vez a su cuerpo. En ese primer ímpetu de sus pies, mi polla patinó sobre su rajita empotrando a mi amiga contra la encimera, aunque por suerte o por desgracia no se la metí y mi glande subió por su tripita.

-        ¡Ah, qué gusto! - gimió ella al sentir ese roce intenso de nuestros sexos.

Volví a separarme y de nuevo ella me apretó con sus talones para que mi tronco se colara en su rajita, pero subió por esta, rozándose intensamente llegando casi hasta su ombligo.

-        ¡Ah, Carlos, la quiero dentro! - volvió a gemir con desesperación.

Yo volví a separarme, pues a pesar de que era lo que más quería en ese momento, al igual que ella, algo me hacía pensar que no debíamos traspasar ese muro. Nuestras parejas estaban al otro lado de la pared. Habíamos llegado demasiado lejos...

-        No podemos, Mar. - le dije acariciando su dulce rostro, pero sin dejar de sentir su coño caliente rozando mi erección.

-        ¡Carlos..., estoy a mil, necesito tu polla dentro de mí! - gemía al tiempo que rodeaba mi cuello con sus brazos atenazándome la cintura con sus piernas, para comerme la boca… cada vez con mayor desenfreno.

-        ¡Mar.… yo también quiero follarte, pero todo esto...!

-        ¡Carlos me matas...!, ¡mmm! ¡aahhh! - repetía moviendo sus caderas haciendo que el tronco de mi verga quedara atrapado entre sus labios vaginales, pero sin penetrarla.

-        ¡Joder, Mar.…!, ¡quiero follarte ya! - hablaba mi demonio queriendo acallar al ángel de mi cabeza que no sabía qué hacer.

-        ¡Siii...Carlos...siiii...!, ¡hazlo, yo quiero que seas tú... que sea tu enorme polla la que me folle... ummm! - empezó a mover más rápido las caderas mientras sus manos enredadas en mi pelo dirigían mi cabeza obligándome a mirarla

-        ¡Cielo… este juego... se nos va de las manos!  -me quejé con mi voz entrecortada.

Su clítoris en un vaivén cada vez más constante y rápido se rozaba sin parar contra mi tronco, joder si mi amiga seguía así iba a hacer que me corriera antes de metérsela ... o iba a hacer que nos pillaran con sus gritos y gemidos.

Era increíble pero no me podía creer que estuviéramos ahí abrazados, desnudos, sobre la encimera y a punto de follar. La boca de Mar me besaba ardientemente y sus labios vaginales parecían hacer lo mismo con mi glande en acompasados movimientos de sus caderas. Parecía que estuviéramos follando, aunque sin tenerla dentro.

Se oían voces en el comedor, podrían descubrirnos, pero mi polla por fin iba a entrar en ese lugar soñado... cuando de pronto mi glande se introdujo en esa cuevita y noté su irradiante calor y una especie de escalofrío recorriendo mi espalda.

-        ¡Uh!, ¡sí! ¡métela Carlos! - rogaba ella juntando sus labios casi pegados a los míos.

Solo tenía que dar un golpe de cadera para penetrarla... por fin mi amiga tendría su ración de polla... esa polla enorme que estaba pidiendo a gritos y por fin tendría mi sueño que era partir ese chochito en dos... pero de pronto algo cruzó por mi mente, algo de cordura, de sensatez, de responsabilidad...

-        ¡No podemos!  - le dije sacando esa punta que había entrado y quedando con un hilo de fluidos que unía nuestros sexos

-        ¡Carlos! - decía ella con la boca abierta, intentando volver a agarrarme y atraerme hacia ella.

-        ¡No, preciosa, no!

-        ¿No quieres follarme, Carlos? - peguntaba casi enfadada, agarrando de mi polla y acercándola de nuevo hasta contactar con su sexo.

-        No... sí... es lo que más deseo en el mundo, pero Tere... Sergio...

De pronto ella dejo de forcejear y de agarrar mi verga que quedó tambaleante y huérfana de su mano. Supuse que se había molestado. Me miró a la cara, lentamente recreándose en mis ojos y en mis labios.

-        ¿Te preocupa eso? - me preguntó.

-        Sí, ¿a ti no?

-        ¡Ayúdame a bajar! - me pidió.

Agarré por la cintura a ese increíble cuerpo desnudo que, a pesar de pegarse al mío, parecía esfumarse por mis miedos y mi cabeza que no dejaba de dar vueltas sin saber qué estaba bien, que estaba mal y si aquella era mi oportunidad perdida, notando un vacío extraño por todo mi cuerpo. Cuando ella quedó a mi altura, pues gracias a sus tacones estábamos cara a cara, me dio otro tierno beso.

-        Carlos, ¿de verdad te preocupa en este momento, Tere y Sergio? - volvió a preguntarme.

Volvió a agarrar de mi polla, pero esta vez para tirar de ella, comenzando a andar en dirección a la puerta de la cocina.

-        ¡Ven conmigo! - dijo.

-        ¡Mar! ¿Qué haces? - pregunté asustado cuando vi que salíamos de la cocina desnudos, ella tirando de mí... mejor dicho de mi polla tiesa.

Estaba totalmente noqueado, porque esa preciosa mujer iba caminando desnuda pero decidida delante de mí. Yo iba tras ella con mi vista clavada en el balanceo de su redondísimo culo y atrapado en el sonido de sus tacones, hasta que me condujo al salón, sin soltar mi enhiesto miembro en ningún momento.

La imagen que me encontré allí me sobrecogió, porque era la que menos me esperaba en ese preciso momento. Sobre la mesa, tumbada boca abajo, estaba Tere, desnuda y nuestro amigo Sergio, también desnudo se la estaba follando por detrás como un perro, gimiendo y golpeando sus caderas contra el culo de mi mujer que rebotaba como un flan, con cada embiste de mi amigo, mientras ella gemía y se agarraba al borde de la mesa gimiendo:

-        ¡Sí, sí, Sergio, joder, sí, párteme el coño!

No sé si parpadeé, si dejé de respirar o si toda la Tierra se paró de repente, pero solo sé que esa imagen era la última que espera encontrarme y cuando giré la vista a la cara de Mar, esta me sonreía y arqueaba las cejas como diciendo... ¿Qué es lo que te preocupaba exactamente?

Mi amiga volvió a tirar de mi polla y yo caminé tras ella, hasta posicionarnos al lado de la pareja que se detuvo en seco al vernos junto a ellos. Sergio tragó saliva con su polla totalmente insertada en el coño de mi mujer y esta con su cara de lujuria, su cuerpo sudado y desnudo apoyado contra la mesa me lanzaba una especie de sonrisa.

Sin que me dejara pensar por más tiempo, Mar se tumbó junto a Tere, aunque a diferencia de esta, mi amiga se puso boca arriba, con sus piernas colgando y su coño al borde de la mesa. De pronto Sergio, viendo a su mujer más que preparada para la fiesta sorpresa, continuó con su particular bombeo, follándose a lo perrito a Tere que empezó a jadear, cerrando los ojos sintiendo esos pollazos intensos de nuestro amigo. Yo miraba alucinado como su polla desaparecía una y otra vez en el coño de mi esposa y no era capaz de creérmelo, a pesar de estar a su lado, ni cuando crucé la mirada con Sergio y este forzó otra sonrisa. Pero lejos de amilanarse siguió embistiendo como un poseso, para luego sonreír a su mujer que seguía tirando de mi polla en dirección a su coño queriendo ser penetrada.

-        ¡Ahora, ya puedes follarme, Carlos! - dijo Mar tumbada esperando que por fin taladrara su coño.

Curiosamente mi polla no había bajado un ápice, a pesar de ese shock mental en el que me encontraba y casi se podría decir que, al contrario, me excitaba la idea de ver a mi amigo follándose a mi mujer. Mar volvió a tirar enérgicamente de mi polla y ayudada por sus pies, pude notar sus tacones contra mi culo, obligándome a juntarme a ella. Llegó a pegar mi glande a la entrada de su sexo unos segundos y nuestras miradas lo decían todo.  La posición era muy parecida a la que se quedó a medias en la cocina, cuando mi glande entró de nuevo en ese calorcito que despedía el coño de esa diosa. Mi vista iba del culo bamboleante de mi mujer al sexo abierto de Mar que me invitaba a entrar al paraíso. Solo tuve que respirar profundamente y dejarme caer por fin sobre mi amiga que gimió al sentir mi polla totalmente insertada en su matriz.

-        ¡Ah, sí, sí, Carlos, me llenas, joder, es enorme! - gemía ella acariciando mi espalda al sentirse empalada.

Saqué mi polla lentamente sintiendo como ese estrecho conducto la oprimía con todas las ganas hasta volver a dejar el glande a la entrada. Tere giró su cara para ver en un primerísimo plano como la polla de su marido, es decir yo, estaba a punto de volver a desaparecer en el coño de su amiga y entre hipidos pude escucharla.

-        ¡Fóllatela, Carlos! - me animó.

Esta vez mi pelvis no necesitó ayuda de los pies de mi amiga, pues con toda mi fuerza penetré hasta el fondo ese coñito babeante y estrecho.

-        ¡Joder, me partes en dos!... ¡qué gusto! - gritaba Mar arañando mi espalda.

-        Ya te dije que te iba a gustar - añadió Tere que seguía siendo follada por Sergio cada vez más rápido sin dejar de mirar como yo mismo me estaba follando a su esposa y seguramente excitado con la escena.

Los músculos vaginales de Mar se aferraban a mi polla en cada metida y las palabras de Tere me trastocaban más, sin entender nada, ¿también eso estaba planeado?, ¿todo esto no era fruto de la casualidad?

Los gemidos de mi amiga en cada una de mis acometidas eran cada vez más intensos y ese coño que se aferraba con fuerza a mi tronco, potenciaron mis embestidas, cogiendo cada vez más velocidad, follándome ese chochito soñado y sin importarme que mi esposa a mi lado estuviese follando con otro. Saqué mi miembro de ese coño caliente, deteniéndome una vez más a la entrada. Los ojos de ella eran de ruego para volver a sentirla bien adentro.

-        ¡Joder Mar, eres un sueño! - dije y volví a clavarlo hasta el fondo arrancando otro largo suspiro de mi amiga y un grito ahogado de mi garganta.

La locura era máxima, al igual que la lascivia de los cuatro, entregados a un sexo intercambiado que nos estimulaba aun más de lo que ya estábamos, invadiendo aquel salón con nuestros gemidos.

-        ¡Si, Sergio, joder, párteme el coño, sí, sí...! - era la inconfundible voz de Tere a mi lado que parecía excitarse con nuestro propio polvo.

Escuchar aquello me desconcertó por un segundo, pero al mismo tiempo con un sentimiento encontrado me calenté más, si es que se podía estar más caliente aún que sintiendo mi cipote en el interior de mi amiga. Volví a mirar a los ojos a Mar, me apoyé sobre ella, juntando nuestros pechos y nuestras lenguas, sin dejar de follarla despacio pero profundamente y esos hipidos que hacía cada vez que estaba en su interior me extasiaban. Estar en el cielo debía ser algo parecido a sentir la lentitud de mi miembro en su interior, percibiendo cómo avanzaba entre las paredes calientes de su vagina. Era delicioso sentir como se iba abriendo paso por la estrechez de su coño, y ver al mismo tiempo como se abrían y adaptaban a mi tronco los labios de esa rajita de mi soñada amante.

-        ¡Ahhhhhhhh! – un gemido prolongado de Mar llenó la estancia.

Empujando muy despacio la metí de golpe toda mi polla, hasta la base, permanecí así unos segundos dentro, quieto, en silencio. En ese breve pero intenso momento, con toda mi verga dentro, mis manos recorrieron sus tetas, luego sus caderas y cintura, para volver a sus hombros, y bajar luego por sus brazos, hasta sus manos y entrelazar sus dedos con los míos.

-        ¡Uff... ¡Mar …, he deseado tanto esto…! - dije esta vez totalmente concentrado en ella, como si realmente estuviésemos solos.

La icé levemente tirando de sus manos, al tiempo que me incliné y la besé tiernamente en la base del cuello, junto a la clavícula.

-        ¡Carlos yo también, pero por Dios… no pares, sigue follándome... me matas, joder!

-        ¿Si ..., quieres que te folle cariño?, ¿Quieres que te dé polla …? - la susurraba al oído hincando con vehemencia mi tronco en su interior llegando a mover hasta la mesa sobre la que ella estaba tumbada.

Podía sentir el corazón de Mar latir con fuerza, mientras sacaba mi verga lentamente al igual que la había metido, dejando la cabeza dentro y volviendo a parar un instante. Quería aguantar al máximo y estar así siempre, eternamente...

-        ¿La quieres cielo? - le pregunté sacándola hasta la punta.

-        ¡Sí, joder, sí, párteme el coño!

Soltando sus manos y sujetándola firme de las caderas, entonces embestí con todas mis fuerzas una sola vez... para volver a sacarla lento dejando de nuevo el glande en su interior, y repetir una vez más la misma pregunta sin esperar recibir respuesta.

-        ¡Dime cielo, la quieres o no...?  - ¡Y de nuevo volví a repetir la misma embestida, dura y enérgica...

A cada acometida bruta, un gemido sordo de Mar retumbaba cada vez más alto en la habitación, volviendo a hacerse el silencio cada vez que la volvía a sacar lentamente. Poco a poco, fui aumentando la cadencia de mis empujones, cada vez con mayor rapidez, y mayor ritmo... para llegar a una velocidad de locura haciendo subir el volumen de nuestros gemidos hasta apagar los jadeos rítmicos y entrecortados de mi mujer contra la mesa.

-        ¡Si, Carlos si!, ¡Dame polla, así, dámela toda!!  ¡La quiero entera!! - repetía mi amiga.

El golpeteo ahora furioso de nuestros cuerpos era frenético. Las tetas de Mar se bamboleaban a toda velocidad ofreciendo un espectáculo pornográfico, con nuestros gemidos convertidos en gritos desesperados. Ya no parecían estar su marido ni mi mujer a nuestro lado, éramos dos amantes entregados sin freno.

-        ¡Joder, me encanta metértela!, sí, ¡sí...! - la golpeaba con mi pelvis a tope.

-        ¡Si, así Carlos así, dame duro, sí, sigue así, sí! - me pedía con lascivia

-        ¡Ahhhh, Mar ... Dios... quiero follar tu coño toda la vida, ¡joder!

-        ¡Sí Carlos, sí, dale, dale, dale bien !, ¡es tuyo, es para ti!

Nuestros gemidos y voces habían interrumpido a Tere y Sergio, que por un momento habían parado su folleteo y expectantes miraban atónitos nuestra brutal follada a su lado.

-        ¡Mar, que bueno joder, que bueno!, ¡estoy a punto! -resoplé sin mirarlos, absorto en el placer de ese polvo.

-        ¡No pares, no pares!, ¡sigue, sigue! - jadeaba Mar.

-        ¡Joder Mar, estamos a pelo!, ¡no voy a aguantar!, ¡¡me voy a correr!! - yo ya tenso bufando

-        ¡¡Córrete, sí, vamos, córrete dentro mi amor!!

Justo al pronunciar esas palabras, yo me tensé vencido comenzando a eyacular; y la visión de Mar se encontró con la de su marido y su amiga. Miró fijamente a los dos y luego a mí para gritarme:

-        ¡¡Carlos, lléname!!, ¡¡ Lléname las entrañas!! - ordenó, manteniéndoles la mirada.

Mi pelvis fue alcanzando cada vez más velocidad, sabiendo que iba a correrme irremediablemente dentro de mi preciosa amante, llegando a acompasar los vaivenes que la otra pareja volvía a mantener a nuestro lado, pues ellos querían llegar al orgasmo también. No me parecía estar allí, no me acababa de creer que, a mi lado, Sergio estuviese penetrando el coño de mi esposa. Todo era mareante, confuso, ardiente, loco... y no sé lo que ocurrió primero, pero solo sé que descargué todo mi semen en el coño apretado de Mar a la que follaba con todas mis ganas. Mientras, ella se corría pronunciando mi nombre. y la otra pareja se corría igualmente, casi equilibrados, casi al unísono, uno detrás de otro.... hasta que solo quedaron las respiraciones agitadas de los cuatro sobre aquella mesa, que aguantó estoica nuestros frenéticos polvos en esa noche mágica y loca.

Cuando miré a mi izquierda, pude ver la polla babeante de Sergio saliendo del coño de mi mujer, a la que también había inundado y había dejado exhausta. Su pene no era tan grande como el mío, aunque sí bastante ancho y por las palabras de Tere, no parecía hacerlo nada mal.

-        ¡Qué bien Sergio, que ganas de sentirte adentro! - dijo cuando mi polla todavía estaba dentro de Mar y escuchar eso hizo que diera un pequeño espasmo soltando el último chorro en su interior.

Minutos más tarde, estábamos los cuatro desnudos en el sofá tomando una copa intentando contestar mil preguntas que bombardeaban mi cabeza, buscando aclarar lo que acababa de suceder.

-        ¿Qué es esto? - pregunté observando a Tere, una vez serenos, que acariciaba dulcemente mis huevos.

-        Cariño, esto es lo que todos queríamos. - respondió ella.

-        ¿Cómo? - Pregunté esta vez buscando los ojos de Mar, que se había subido a horcajadas sobre su esposo y frotaba su coño en su entrepierna.

El curvilíneo cuerpo de nuestra amiga era acariciado por su esposo y yo volvía a sentir mi erección viendo esa imagen y ayudado por la habilidosa mano de Tere que se había aferrado a mi polla en una paja lenta e intensa.

-        Carlos, esta era la sorpresa de cumpleaños de Sergio y de paso otra para ti...

-        Pero, no entiendo. - volví a mirar uno tras otro a sus ojos.

-        Mira... – explicaba Mar – es sencillo, Sergio estaba loco por follarse a Tere desde hace mucho tiempo y cuando me enteré lo hablé con ella y me dijo que a ella le pasaba igual.

Miré a los ojos a Tere y afirmó con su cabeza sin dejar de masturbarme. No dejaba de recibir noticias que me dejaban en shock y a pesar de ello mi erección no bajaba. ¿Mar me estaba explicando que Sergio estaba loco por follarse a Tere y que ella también? Tras mi cara de sorpresa, fue Tere la que habló:

-        Siento que todo sucediera así, cariño, ya sé que ha sido muy fuerte, pero creo que era la única manera. Cuando Mar me dijo que Sergio estaba loco por follarme casi me da algo, porque había fantaseado un montón de veces con él.

-        ¿En serio? - la dije.

-        Totalmente.

-        Pero, ¿todo esto?

Tere me miró fijamente a los ojos para preguntarme:

-        ¿Hubieras aceptado que Sergio me follara, así en frío?

Estaba claro que, dicho así, no... no hubiera aceptado un intercambio, no al menos, de buenas a primeras, sin haberlo asimilado. Mi amigo de hace muchos años, soñando con follarse a mi esposa y yo sin enterarme, como tampoco debía pensar él lo que yo sentía por su mujer, claro.

-        Tu estabas igual de loco conmigo, Carlos, - intervino Mar - bueno, para serte sincera, nosotras llevábamos tiempo esperando el momento de hacer un intercambio. Incluso lo proponíamos para alguno de nuestros viajes, pero no creíamos que ni Sergio ni tu estuvierais dispuestos a compartir a vuestras mujeres.

Miré a Sergio y afirmó lo que su mujer estaba contando. Lo que me dejaba alucinado es que fueran ellas las que quisieran hacer el intercambio y yo no me hubiese enterado de nada. Mar continuó:

-        Hasta que de casualidad me enteré que Tere le traía loco a este y tras interrogarle, en una noche de pasión, acabó confesándomelo.

-        Estoy todavía alucinando - dije mirando a Sergio.

-        Es lógico - intervino él - por eso cuando Mar empezó a  tirarte la caña y fuiste cayendo poco a poco supimos que estabas igual de loco por ella.

-        ¿Supimos? - pregunté.

-        Sí, claro, lo hablamos y planificamos todo.

Era increíble... yo pensando en estar traicionando y resulta que todos menos yo, tenían un plan trazado. Volví a mirar a Sergio que se limitó a sonreírme de nuevo, mientras los hábiles dedos de Tere seguían con su paja consiguiendo esa dureza de mi miembro al máximo. No me lo podía creer, ahora el tonto era yo, que pensaba que sabía más cosas que nadie y resulté ser el último en enterarse de todo. Le volví a preguntar a Mar:

-        Entonces, ¿lo de todo este tiempo sin sexo con tu marido?

-        Fue una pequeña mentira – dijo mordiéndose la punta de su dedo como una niña traviesa.

-        Claro amor, teníamos que buscar una excusa creíble. – intervino Tere como parte importante de ese complot.

-        Es que parecía tan real, que yo pensé que Mar no cataba el sexo desde hacía tiempo.

-        Es que es muy buena actriz - comentó Tere riendo

-        Ya lo creo, además me costaba creer que Sergio y tú... dije mirando a la pareja.

-        Claro mi amor – intervino Tere – pero ¿tu crees que nadie quisiera follarte a este bomboncito? - preguntó dándole un azote a la otra.

-        Espero que nos lo perdones. - añadió Mar acariciando su posadera que había quedado roja con el manotazo de mi mujer.

A pesar de estar calmado, intentando asimilarlo todo, me resultaba como un sueño, como algo que no estaba pasando realmente.

-        Es todo tan increíble - dije acariciando la barbilla de mi esposa que seguía pajeándome lentamente hasta lograr ponérmela bien dura.

-        Yo creo que deberíamos seguir en las habitaciones – dijo ella de pronto, poniéndose en pie.

-        ¡Buena idea! - apuntó su amiga, saltando del cuerpo de su esposo que también tenía una notable erección.

Todo seguía siendo confuso para mí, pero en cambio tenían razón, no había reproches, no había celos, no había malos entendidos... yo no podía sentirme mal, como estos días, al contrario, parecía haberme liberado de un gran peso y ser totalmente feliz, porque en el fondo, era solo el deseo mutuo, Sergio con Tere... Mar conmigo... pero sin dejar de amar a nuestras respectivas parejas.

Escaleras arriba, los cuatro desnudos, llegamos a las habitaciones y justo en la puerta cuando me disponía a entrar tras mi mujer, aun con un shock tremendo en mi cabeza, Mar me separó de ella.

-        ¿Qué haces Carlos?... No, no, tú vienes a la mía - dijo tirando de mi polla de nuevo y llevándome a su dormitorio lanzándole un besito al aire a su esposo.

Antes de cerrar la puerta vi como Tere y Sergio entraban en la nuestra besándose frenéticamente, y sin tiempo a nada ni a querer entenderlo, mi amiga me empujó de espaldas sobre su cama, para subirse a continuación sobre mí.

-        Ahora quiero esa enorme polla otra vez bien adentro. - ordenó subiéndose sobre mí, ubicándola con sus dedos a la entrada de su chochito y dejándose caer a continuación hasta clavársela del todo.

-        ¡Uf!, ¡Joder Mar!, ¡Eres un sueño!

Mi amiga volvió a besarme y a continuación cabalgó sobre mí, como toda una amazona, gimiendo y haciendo botar sus enormes tetas a cada salto, haciéndome sentir mi polla aprisionada en su estrecho coño, mientras de fondo se oían los gemidos y gritos de Tere, que lejos de molestarme me encendieron más y esta vez apreté al mismo ritmo mi pelvis para sentir a mi amiga totalmente empalada... en otro polvo increíble.

No sé la de veces que follamos, ni de cuantas maneras diferentes, ni las veces que nos corrimos, se puede decir que me resarcí con ese cuerpo perfecto de mi amiga y ella también pareció disfrutar conmigo. Por otro lado, esperaba que mi esposa y Sergio también lo hicieran y de hecho por sus gritos, frases y gemidos, no debieron pasarlo nada mal. Era increíble lo que estaba experimentando y todavía me parecía estar soñando, dándole vueltas a todo, hasta que ya exhausto me quedé dormido de madrugada, abrazando el cuerpo desnudo de Mar a mi lado.

A la mañana siguiente me desperté al notar una boca lamiendo mi miembro que ya había conseguido ponerse tieso de nuevo. Cuando fui abriendo los ojos, adaptándome a la luz, me encontré desnudo en la cama, boca a arriba y a mis pies, Tere y Mar igualmente desnudas, arrodilladas a cada lado de mis piernas. Mientras una me chupaba los huevos la otra lamía mi tronco y se iban alternando.

-        Este estaba más dormido. - decía Mar riendo con mi esposa.

-        Sí, le has dado mucha caña esta noche - respondió la otra.

-        Bien, ahora tienes que conseguirlo con esta polla. - añadió Mar agarrando mi tiesa daga por la base y ofreciéndosela a Tere.

-        Ya, pero esta es muy grande. La otra nos resultó más fácil.

¿La otra? - pensé.

-        Vamos, como yo te he enseñado antes con la de mi marido, lo has conseguido, Tere... - alentaba Mar a su amiga.

Por sus palabras, entendí que habían despertado a Sergio de la misma manera que estaban haciendo en ese momento conmigo. Un segundo más tarde la boca de mi mujer se abría paso rodeando mi miembro y se lo fue tragando poco a poco hasta pasar de la mitad y sacarla a continuación... como solía hacer casi siempre.

-        ¡Joder, no puedo! - dijo Tere entre arcadas.

-        Tienes que relajarte, Tere. Mira, así. - apuntó su amiga, respirando profundamente antes de tragarse hasta lo más profundo mi polla mientras yo hacía un gurruño con las sábanas bajo mi puño al sentir como se colaba entera dentro de esa preciosa boca sin dejar de mirarme a los ojos.

-        ¡Guau! - grité.

Mar la sacó lentamente y le cedió el turno a mi mujer que lo volvió a intentar en varias ocasiones, mientras yo notaba como estaba a punto de explotar con esa alternancia de lenguas, bocas y gargantas.

-        ¡Ahora o nunca, Tere! - le dijo Mar a mi esposa – respira por la nariz, relaja la garganta y haz como si tragaras algo para comer, como hiciste antes con la de mi marido...

-        ¡Joder Mar, esta es muy grande! - insistía esta.

-        Pues con Sergio lo has conseguido fácilmente y le has hecho correrse en nada. - contestó nuestra amiga. - ¡Vamos, tú puedes, saca la putita que llevas dentro!

Así lo hizo, mi mujer apretó sus labios contra mi cilindro que se fue perdiendo dentro de su boca hasta lograr inexplicablemente colarla hasta el fondo de su boca por primera vez. Cuando sentí su nariz en mi pubis y oyendo las palabras de mi amiga, que desnuda acariciaba mis huevos, solté innumerables chorros dentro de su garganta de Tere que ella fue tragando, mientras la otra, le acariciaba la espalda animándola y enseñándola el ritmo de su respiración.

-        ¡Así, así, así, traga...! - le indicaba.

-        ¡Joder, joder, qué pasada! - gritaba yo corriéndome como nunca, pues Tere no había logrado nunca pasar de la mitad.

Al fin la sacó lentamente, arrastrando tras ella innumerables hilos de babas y restos de mi semen que Mar fue limpiando con su propia lengua, dejándome alucinado de nuevo. La imagen de las dos mujeres besándose y limpiando los restos de mi corrida sobre la cara de Mar, era la imagen que jamás hubiera soñado.

Media hora después, tras el desayuno, estábamos en el jacuzzi los cuatro intercambiando la experiencia vivida y yo intentando asimilarlo todo, pues me costó creer que todo, absolutamente, estaba planeado desde un principio y solo era yo el único que creía estar haciendo algo malo, cuando era lo que deseábamos los cuatro. Incluso allí, bajo el agua follamos con nuestras respectivas parejas e hicimos intercambios, con una extraña naturalidad, como si de un baile se tratase.

El resto del fin de semana pasó volando, pero se puede decir que fue el más intenso de nuestras vidas y lo aprovechamos a tope, porque apenas dormíamos diez minutos, seguíamos teniendo sexo sin parar en aquella casita, unas veces en la cama, otras en el sofá del salón, algunas otras en el spa, en ocasiones con nuestras respectivas parejas y en otras con un nuevo intercambio, pero en todas ellas disfrutando de la experiencia que nunca olvidaríamos...

Cuando regresábamos a casa en el coche, aun con mi polla dolorida de tanto follar, Mar dijo:

-        ¡Mirad, he encontrado una casita muy mona en la costa del Sol!... ¿La reservamos para el mes que viene? - dijo señalando su móvil.

Todos reímos porque ninguno puso pegas a una nueva aventura entre los cuatro.

Sylke y Kaarlosk

ID: 786531 & 1462535

FIN

Este relato forma parte de un experimento de relatos compartidos con diversos autores & autoras, lectores & lectoras de TR