Amigos con derecho a roce (capítulo 4)

Mar y yo habíamos llegado a un punto de no retorno, ambos sabíamos que estaba mal, pero alentados por mi propia esposa, parecíamos destinados al abismo.

Amigos con derecho a roce

CAPITULO 4

Ya era casi de noche cuando llegamos al alojamiento y todos habíamos pasado un buen rato, Tere maquinando su plan, Sergio pateando por esos caminos tan chulos, mientras que Mar y yo nos calentábamos por momentos.

-        Me ha encantado la rutilla - comentó Sergio.

-        ¡Qué bien cariño! - dijo Mar - Mañana por la mañana podríamos madrugar para hacer otra. ¿Qué os parece?

-        Buena idea, Mar - añadió mi mujer. - y luego nos metemos en el Spa y veréis que relajados nos quedamos los cuatro.

-        Genial, ahora hagamos algo de cena, que estoy que muerdo - comenté yo.

-        Eso nos lo dejas a Sergio y a mí que somos los cocineros oficiales – dijo Tere guiñándome un ojo.

-        Eso, así me ayudas a subir las maletas a las habitaciones - apuntó Mar mirándose entre ellas con toda la complicidad.

Mi polla volvía a ponerse morcillona por el solo hecho de volver a estar a solas con mi amiga.  Subí los bultos a las habitaciones ayudado por ella, tal y como las chicas tenían planeado y Mar se puso delante de mí meneando ese trasero en el que los pequeños shorts de lycra apenas podían tapar del todo. Mientras ascendía por las escaleras tras esa preciosidad, mi polla se despertó del todo con la visión de su culito en esa prenda tan ceñida y que se colaba por sus pliegues, marcando perfectamente cada nalga, y viendo por detrás claramente el dibujo de su vulva. Cuando llegamos arriba y nos metimos en el baño para dejar los utensilios de aseo, me aseguré de que no se nos veía desde abajo, pegándome a ese cuerpo al que dibujé nerviosamente con mis dedos en sus caderas, para luego sobarle bien el culo, como cuando lo hiciera en el árbol, pero esta vez con todas mis ganas. Nuestros ojos se cruzaban a través del espejo del baño.

-        ¡Qué bien te sienta ese pantaloncillo Mar! - dije en un susurro acariciando todo su contorno y pegando mi cuerpo al suyo por detrás haciendo que mi dureza quedase entre sus glúteos.

-        Ya me he dado cuenta. - me sonrió a través del espejo.

-        Es que me tienes loco. - añadí pegando aún más mi polla de nuevo a ese culito.

-        Pero hay que tener cuidado. – dijo pasando su mano por detrás de mi cuello en clara señal de la excitación de mi bulto en la fina tela de sus shorts y el hecho de saber que no llevaba nada más debajo me ponía cardíaco.

-        ¿De verdad te gustan? - dijo en un movimiento de caderas para restregarse más contra mí.

-        Mucho, y me encantaría ver lo que esconden.

-        Para eso tendrás que esperar a verme con el bikini que he traído para el spa, espero que también te guste. - me dijo con aire felino.

-        ¿Ah sí ?, ¿cómo es? ¡Me muero de ganas por verlo! - le anuncié aferrándome a su cintura.

-        No te puedo dar pistas, pero te diré que apenas tapa nada, es un micro bikini que me ha conseguido tu mujer.

-        ¡Dios Mar!, ¡Me vas a matar!

-        Espero que Sergio también reaccione como tú.

-        Si no lo hace es que no tiene sangre.

-        Eso por no hablar de cuando me vea el chochito depilado

-        ¿No me puedes dar un adelanto a mí?  - dije bajando con mi mano a su tripita y acariciando su monte de venus sobre la fina lycra.

-        ¡Ay Carlos!, ¡Somos amigos!, ¡estamos casados! - suspiraba ella cerrando los ojos al sentir mis dedos jugar en el pliegue de sus labios vaginales.

-        Lo sé, preciosa, pero no me puedo resistir. Yo también me siento mal, pero eres tan increíble.

Su sonrisa se hizo resplandeciente a través del reflejo del espejo, sin duda que eso le gustó y tanto tiempo sin levantar la pasión a su marido había hecho mella en mi amiga, hasta el punto de no creerse lo suficientemente atractiva, pero ahora conmigo había descubierto no solo lo equivocada que estaba, sino que además su sensualidad se había multiplicado.

-        Enséñame un poco ese coño sin pelos, anda...- le rogaba yo...

-        ¿No tuviste bastante con comértelo?

-        Nunca tendría suficiente contigo.

-        Eres un cielo. - añadió ella volviendo a acariciar con sus dedos los pelitos de mi nuca.

-        Tú eres un cielo. – le dije con nuestras miradas clavadas en el espejo.

-        ¿Sabes?, aún sigo teniendo tu bolita dentro… es como si fuera una parte de ti.

Todo mi cuerpo se estremeció al oírla decir eso y sabiendo que la famosa bola seguía dentro de su coño.

-        Me gustaría que tuvieras otra cosa ahí dentro en lugar de esa bolita. – dije apretando mi pelvis contra su culo.

-        ¿En serio, Carlos?

-        Mar, si yo fuera tu marido estaría follándote todo el día.

De nuevo la sonrisa de Mar, complacida y excitada a través del espejo. La lujuria de ambos se veía reflejada.

-        ¿Me follarías, Carlos? - dijo ella poniéndose más seria, como queriendo entender que no era ninguna broma.

Tardé unos segundos en reaccionar y de hecho en ese mismo momento hubiera sido capaz de bajarle el pantaloncillo y follármela por detrás, pero intenté no pasarme.

-        Ya sé que no debemos, Mar, pero nada me gustaría más en mi vida. - dije acariciando su tripita y el comienzo de su pubis de nuevo.

-        ¡Ay...Carlos! ¡Qué fuerte es todo esto!

-        Mucho.

-        Y me estás ayudando mucho y nunca podré compensártelo.

-        Te aseguro que se me ocurren mil maneras. - dije para que ella riera, sin dejar de rozar con la yema de mis dedos el dibujo de los labios de su precioso chochito.

Abajo se escuchaban las voces de nuestras respectivas parejas que continuaban preparando en la cocina la cena, mi deseo empezaba a desbocarse, a medida que mi polla se endurecía contra su culo, sin pensar en las consecuencias… sólo soñando en bajarle ese pequeño short y meterle mi polla directamente en su coño... ¡sin importarme nada más!

-        Tendremos que pensar en bajar – le dije recobrando al fin la compostura.

-        Bueno, no te preocupes, hablando con Tere, me sugirió que nos tomásemos un tiempo aquí arriba.

-        ¿Ah sí?

-        Claro, para seguir dándole celos a Sergio. Supongo que ella le estará diciendo que podríamos estar aquí arriba metiéndonos mano o algo peor. Aunque él no la creerá, claro...

-        ¡Dios, Mar.… si lo supieran! - le dije apretando mi pelvis una vez más contra su culo.

-        Naturalmente ella no sospecha que lo que sucede es lo que le está contando a Sergio y él menos todavía. - apuntó besándome en el cuello.

Era alucinante, pero el hecho de saber que Tere le estaba poniendo celoso a Sergio, sugiriéndole que aquí arriba podríamos estar liándonos, era aún más excitante y morboso.

-        Entonces tampoco podrán sospechar que estoy tocando las tetas. - dije en el momento en el que mis manos empezaban a acariciar sus turgentes pechos con total descaro por encima de la camiseta, sin dejar de ver sus carrillos encarnados en el espejo.

-        ¡Carlos, qué gusto! - gemía ella meneando su culo y recibiendo mis caricias con toda su entrega.

-        ¿Te imaginas que subiera ahora tu marido?  le pregunté al tiempo que metía mis manos bajo su camiseta y le pellizcaba ambos pezones directamente.

-        ¡Uf, Carlos...!, ¡No … esto es peligroso...! - suplicaba al tiempo que no dejaba de restregar su culo contra mí y mis manos sobaban acompasadamente la fina piel de sus pechos.

Tenía a Mar de espaldas a mí y atrapada contra la encimera del lavabo, me miraba con una cara llena de deseo, se veía claramente, aunque quizás también de arrepentimiento, de culpa... Mis manos no dejaban de acariciarla, no podía dejar de hacerlo y ella tampoco ponía ninguna oposición a mis caricias.

-        Tus dedos son más increíbles que las pinzas que me regalaste – me decía ella entre suspiros.

-        Y mi polla también será mejor que la de goma... - le dije mordiéndola en el cuello.

-        ¡Ah, Carlos, joder, sí!

Sus gemidos me pusieron tan caliente que la volteé de inmediato y agarrándola por su estrecha cintura la subí a la encimera, sentándola sobre ella. Nuestras miradas se cruzaron de frente, sus labios temblaban...

Levante su camiseta hasta el cuello y me quedé contemplando un segundo esos maravillosos pechos que aparecían ante mis ojos, con su piel chinita y esos dos pezones como dos bombones que iba a devorar allí mismo sin importarme lo que sucedía en la planta inferior.

-        ¡Carlos, uf!, ¡qué bueno… no, no sigas..., nos van a pillar... para, para...! - gemía entrecortada mientras al mismo tiempo y al contrario de lo que decía con sus palabras, me apretaba con sus manos contra sus tetas, dirigiendo mi cabeza alternativamente de una a la otra para que mis labios y mi lengua las devorasen.

Mi boca luchaba por abarcar lo máximo en el mínimo tiempo ante la premura que nos imponía la situación, mi lengua dibujaba sus aureolas en círculos para terminar centrándose en sus pezones atrapados entre mis labios primero y mis dientes traviesos después.

-        ¡Joder, qué bien lo haces, Carlos... chúpalas así...!, ¡sí...  así... Carlos si...uf, comételas, uh, son todas para ti, síii…! - sus gemidos eran cada vez más intensos.

Mi mano libre se introdujo en el pantaloncito tirando hacia abajo y empezando a descubrir su pubis libre de vello, pero justo cuando parecía querer asomar su rajita, ella me empujó.

-        No Carlos, no sigas, por favor, esto es muy peligroso... - me rogaba

No estaba muy seguro de si lo decía porque nos pillaran o el peligro estaba en que no íbamos a poder parar ese tren descarrillado al que ambos parecíamos haber subido. Ella volvió a apretar mi cara contra sus tetas que devoré nuevamente, mordiendo ligeramente esos duros pezones.

-        Perdóname Mar, pero estoy que exploto.  - dije en un momento que separé mi cara de sus preciosas redondeces.

-        Lo entiendo... déjame aliviarte. - me dijo.

En ese instante sin que casi me diera cuenta, y con gran habilidad una de sus manos había desabrochado mi pantalón para atrapar y masturbar frenéticamente mi polla entre sus dedos. Al sentir sus manos, solté un largo gemido, mientras ella me miraba y se mordía el labio.

-        ¡Qué gorda! - Me dijo admirando mi polla que estaba más pletórica que nunca.

-        ¿Más que la de tu marido? - pregunté sin poder evitar la comparación.

-        Muchísimo más y la tersura es increíble, mejor que la de goma. Está durísima.

-        Todo por tu culpa. - dije sonriendo al tiempo que me alucinaba ver esos deditos rodeando el tronco que ella mecía como los ángeles.

-        ¡Me encanta, Carlos! Es increíble su tersura, su dureza… esas venas marcadas…- dijo pasando su lengua por sus labios, como si se relamiera.

La escena era tan fuerte, que no podía controlar absolutamente nada. Mi preciosa Mar, subida sobre la encimera, con sus tetas fuera, su pantaloncito dibujando una deseable vulva abultada, haciéndome la paja más dulce y divina que jamás me habían regalado.

-        Me voy a correr, Mar...  -  anuncié buscando la boca de mi amiga para besarla.

Nuestras bocas se entremezclaron, al mismo tiempo que nuestras lenguas, mis manos iban de sus pechos a sus piernas y ella no dejaba de pajearme, cada vez más deprisa, sabiendo que mi orgasmo estaba cerca... ¡hasta que exploté!

-        ¡Me corro, Dios...!, ¡Mar.., me corro! - dije casi gritando mientras incipientes chorros saltaban sobre su pecho, sobre su lisa barriguita y su mano seguía meciendo mi polla exprimiendo hasta la última gota de mi semen que seguía escurriéndose a borbotones por su puño.

Me separé de ella para observar su piel manchada y estaba preciosa. Me hubiese gustado fotografiar ese momento. Ni me creía lo que acababa de vivir con mi amiga. Volvimos a intercambiar las miradas que parecían reflejar el intenso deseo mutuo.

De un saltito Mar se bajó de la encimera, limpiando con la punta de sus dedos el semen que había salpicado sus tetas y su vientre, acercando después su mano a sus labios para lamer parte mientras me sonreía. Luego se lavó para desaparecer al momento y marcharse a su habitación dejándome con los pantalones abiertos y mi polla morcillona y goteante.

Casi un instante después, como si todo estuviera medido llegó una voz de la planta inferior

-        ¿Chicos que hacéis ahí arriba?, ¡venga bajad, que la cena ya está lista! - increpaba mi mujer desde el inicio de la escalera, porque nuestro retraso estaba siendo excesivo.

Me quedé mirándome al espejo, con una mezcla de felicidad y temor, y es que el fin de semana ni siquiera había empezado...

La cena fue de lo más divertida, como siempre, pues hacía mucho tiempo que no estábamos los cuatro juntos en una excursión, alejados de la ciudad, del trabajo y en esa cabaña tan lujosamente equipada y tan chula se aventuraba un fin de semana de lo más sorprendente. Sin embargo, yo casi no prestaba atención a la conversación y solo tenía ojos para Mar, observando como hablaba, como se servía la ensalada, como comía... todo me encantaba de ella.

De vez en cuando ellas cruzaban sus miradas y se reían, en un plan que parecían tener trazado, pero lo que mi mujer no podía imaginar era hasta donde habíamos dejado llevar nuestro juego. Estoy seguro de que si hubiésemos estado solos Mar y yo, habríamos follado como locos.

Mar hizo un gesto con sus dedos oliéndose la punta sin dejar de mirarme fijamente y luego se los lamió, incitándome de nuevo. Lo hizo con tanta lascivia...

-        Ya tengo ganas de usar el jacuzzi y las saunas – dije, pero sin poder apartar mi mirada clavada de sus tetas y en sus bien definidos pezones que minutos antes me había comido.

-        Yo también - dijo de pronto Tere – y veréis que sorpresa os lleváis con el bikini de Mar.

Mi amiga se puso colorada cuando todas las miradas se dirigieron a ella, pero creo que ella estaba pensando lo mismo que yo...

-        No me habías contado nada, cariño. - dijo Sergio desconociendo ese tema del micro bikini.

-        Era una sorpresa, pero esta boba lo ha chafado. - dijo Mar riendo.

-        Así que nos vais a sorprender – intervine siguiendo el juego.

-        Bueno, mi bikini es más pequeñito de lo normal también, pero el de esta... - dijo Tere señalando a su amiga.

-        Tu sigue chafando sorpresas - añadió Mar riendo.

-        Perdona, guapa, es que tenía ganas de contarlo y te aseguro que la sorpresa se la va a llevar igual, bueno y creo que mi marido también, jajaja...

Ambas rieron y Sergio parecía estar ajeno a todo lo que le estábamos ocultando, por un lado, en el plan del cumple organizado por nosotros tres, pero por otro mi propio juego explosivo con su esposa. Lo mejor de todo es que Tere parecía ponérnoslo todo en bandeja sin saberlo. Tan jovial y tan natural contándolo, que no parecía verlo como nosotros dos, de algún modo su plan ayudaba a provocar más, como si estuviera echando gasolina al fuego.

Durante toda la velada, bebimos más de la cuenta y las conversaciones fueron subiendo de tono, incluso llegué a pensar que Sergio pudiera sospechar algo, pero él era uno de los que más había bebido y precisamente hubo un momento en el que anunció que se subía a la habitación.

-        ¿Te vas cariño?  - preguntó Mar a su esposo.

-        Sí, estoy agotado, pero tú quédate. - añadió él subiendo las escaleras dándonos las buenas noches.

Cuando los tres nos quedamos solos, fue Tere la que saltó de pronto sin cortarse:

-        Nena, hoy tampoco follas... jajaja...

-        ¡Mujer! - la dije.

-        Es verdad, Carlos, hoy tampoco me van a follar.  - añadió Mar, pero con sus ojos clavados en los míos.

-        Bueno, mejor, como estaba previsto, así no tendrás que fingir nada y así será mañana en su fiesta de cumpleaños, ¿no? - intervino mi mujer.

-        Ya, lo que pasa es que llevo un calentón - añadió mi amiga volviendo a cruzar nuestras miradas, aunque yo disimulaba para que mi esposa no sospechase nada.

Mar rellenó las copas y seguimos charlando animadamente los tres entre risas.

-        Bueno, ya verás cuando Sergio te vea ese chochito sin pelo.  - comentó Tere.

-        Tengo ganas de enseñarlo. - dijo Mar mirándome de reojo una vez más.

-        Verás que sorpresa se lleva. Le va a encantar... como a Carlos, ¿verdad cariño? - dijo mi esposa mirándome y dejándome un poco en shock

-        Esto... sí claro. - dije.

-        Es que tenías que haber visto que bonito le ha quedado, cariño, con ese cuerpo y desnuda, está para comérsela, Sergio se va a infartar. - añadió Tere.

Mi cuerpo temblaba con cada frase de mi mujer, que queriendo hablar con normalidad, no dejaba de echar más leña al fuego y calentarme, hasta llegar a ponérseme dura de nuevo bajo la mesa. Tuve que disimular mi turbación y mi calentura en más de una ocasión mientras Mar se daba cuenta de mi apuro, porque con hábil disimulo, me miraba y me lanzaba miradas, guiños y besos para vacilarme todavía más.

Después de otra ronda de copas subimos todos a dormir. Tere se metió en el cuarto de baño y justo cuando yo iba a meterme en mi habitación, Mar me detuvo sosteniéndome de la muñeca.

-          Espera Carlos, quiero darte algo. – dijo mi amiga con sus ojos brillantes.

En ese momento metió su mano dentro de los pequeños shorts y tirando de un pequeño cordel sacó la bolita que había estado alojada toda la jornada dentro de su coño. Brillaba intensamente aquella bola, lo mismo que sus ojos y su blanca sonrisa. Recogí su sorprendente regalo que metí inmediatamente en mi boca, degustando con deleite de nuevo su increíble sabor, porque no podía pasar más tiempo sin sentir de nuevo algo tan íntimo de mi amiga. Ella me sonrió y se metió en la habitación con su esposo y yo hice lo propio adentrándome en la mía, no sin antes esconder la bolita en mi bolsillo y sacar mi polla a la que di unas cuantas sacudidas pensando en mi amiga, en su cuerpazo, sus tetas, soñando con su chochito depilado, en la bolita que acababa de degustar o la paja magistral que me hizo en el baño...

De pronto Tere, mi esposa, apareció en la habitación ataviada únicamente con unas braguitas. A toda prisa guardé mi “herramienta” y ella miró el bulto bajo mi calzoncillo riendo.

-        ¡Cómo eres Carlos!, ves unas tetas y se te pone dura. - dijo meciendo sus pechos provocándome.

Yo le devolví la sonrisa y por suerte no adivinó que mi erección no era por ella sino por su amiga. Nos tumbamos en la cama y metiendo su mano bajo mi slip empezó a tocarme la polla y yo hice lo propio dentro de sus braguitas acariciando su rajita, mientras seguimos charlando, como hacíamos tantas veces.

-        Bueno, estos tienen que follar este fin de semana, ¿no? - me dijo de pronto.

-        Sí, claro, no puede fallar. - añadí rozando su coño húmedo.

-        Además, con lo guapa y dispuesta que esta Mar, ¿verdad?

-        Eh... si claro..., - respondí desentendido, aunque ella notó como mi polla se tensó.

-        Anda no te hagas el tonto, que me he fijado como la mirabas, capullo – Tere me auscultaba con una media sonrisa, me conocía bien, eran ya unos cuantos años juntos.

Me limité a seguir tocando su chochito y ella seguía pajeándome bajo el slip.

-        Cuando habéis estado arriba le estaba contando a Sergio que igual estabais liados vosotros.

-        ¿En serio? - dije con la voz temblorosa pero la paja que me hacía me ayudaba a disimular.

-        Claro, le iba calentando, que a saber qué estabais haciendo allá arriba tanto rato.

-        ¿Y él se mosqueaba?

-        No mucho, porque estaba seguro de que no pasaba nada.

-        ¡Claro!

-        Aunque Mar es mucha Mar.… y no sería extraño que te cegara ese cuerpito. - apuntaba ella apretando mi polla.

-        No seas boba mujer, que es nuestra amiga - negué, pero ella apretó más mi capullo, a modo de castigo.

-        Ya, ya..., pero es una amiga que está buena, eso no lo puedes negar y es toda una tentación.

-        Si, bueno... mujer...

-        No disimules Carlos, es normal, es preciosa, es lógico que te fijes en ella y te calientes.

-        Que pesadita te pones a veces. - le dije dándole un pellizco a su pezón.

-        Pero si es natural. También Sergio me mira a mí, ¿qué te crees?

Aquello me pilló totalmente por sorpresa, pero ella se limitó a reír.

-        Huy que se pone celoso y todo... - decía riendo mientras ya había sacado mi miembro de su escondite y lo empezaba a pajear con más energía.

-        No, celoso no, pero tienes mucha imaginación. Nosotros tenemos ojos y nos fijamos en las mujeres. Supongo que yo me fijo en la suya y él...

-        Ya. Pero yo no me mosqueo, ¿eh?  - me interrumpió ella - Que me gusta que mi amiga sea este finde el centro de atención. Ni me molesta que la mires, ni que te excites mirándola.

-        ¡Mujer!

-        Que sí, verás en cuanto aparezca con el bikini, vas a alucinar y se os va a poner dura a los dos. - añadió agitando más deprisa mi polla.

-        ¡Tere!  - dije yo totalmente excitado.

-        Verás como Sergio se la folla ahí mismo, y tu no podrás decir que no te fijas... jajaja.

Su paja iba en aumento y yo también acariciaba más deprisa su coño, imaginando que el de Mar debía estar así de mojado y sin pelitos, tan parecido y tan diferente a la vez al de Tere. En ese momento mi esposa se quitó las braguitas quedándose totalmente desnuda y yo la imité haciendo lo mismo.

Observé a Tere detenidamente por todo su cuerpo y me sentí orgulloso de ella una vez más. Soy afortunado, con una mujer increíble y preciosa. Lo cierto es que se conserva muy bien, siempre ha sido delgada con unas curvas muy marcadas que junto con un rostro de facciones algo duras realza un atractivo que no suele pasar desapercibido. La idea de que Sergio se fijara en ella, me sorprendía, pero al mismo tiempo me parecía lógico. Tere es atractiva y sexy, además ¿Quién no desea a la mujer del prójimo? ¡Que me lo digan a mí con su mujer!

-        Creo que todo esto nos está poniendo muy calientes, ¿no crees? - me preguntó mimosa.

-        Un poco. - dije intentando disimular.

-        Pues yo estoy cachonda perdida.

A continuación, me besó y con su cuerpo desnudo sobre el mío fue rozándose moviendo sus tetas por mi pecho y juntando nuestros sexos, luego lentamente bajó hasta colocarse entre mis piernas y sin soltar mi polla empezó una lenta y profunda mamada.

-        ¡Ves como todo esto te calienta?, ¡La tienes durísima! - me dijo sacándola de su boca un instante y masturbándome.

Mi mujer me sonrió y continuó con la felación, entregándose de lleno y no le faltaba razón, todo esto era muy cachondo, pero mi mente solo pensaba en Mar, en su cuerpo, en su boca, en sus tetas... en ese coño delicioso... La boca de Tere hacía maravillas, lo cierto es que la chupa muy bien, siempre se esmera y se concentra a tope, pero creo que esta vez, excitada por la situación, incluso más. Lo hacía con tantas ganas que por un momento llegué a pensar que se la tragaría por entero, aunque ciertamente, nunca lo ha conseguido. Se metía más de la mitad y salía agitada a recuperar aire.

-        ¡Pobre Mar, si tuviera una polla como esta! - dijo Tere para continuar mamando...

Era increíble todo lo que decía mi mujer, pero al tiempo de tenerme excitado con su habilidosa mamada, yo no dejaba de pensar en que la estaba traicionando y que Mar ya había podido masturbarme y tener entre sus dedos esa misma polla que ella se comía.

De pronto oí ruido en el pasillo y luego unos pasos, pero mi mujer no parecía darse cuenta, porque seguía concentrada mamando y solo se escuchaba el “chof, chof” de su garganta chupándomela, esmerándose en su gran trabajo y haciendo lo posible y más bien lo imposible por querer tragarla entera, algo que no conseguía.

De repente, entró la luz del pasillo por la puerta que se abrió despacio y pude contemplar la silueta del cuerpo de Mar que se asomaba por ella. Llevaba un fino camisón blanco muy cortito que transparentaba un tanga del mismo color. ¡Estaba impresionante!

Tere seguía sin enterarse, totalmente afanada en su felación, cada vez más frenética y notando que cada vez se me ponía más dura mi polla dentro de su boca, mientras yo observaba a Mar que a la vez que ella nos miraba extasiada, en aquella postura, tumbados, desnudos, mientras mi esposa me la chupaba con aquella devoción.

Mar se empezó a tocar por encima de las braguitas, se notaba que estaba muy excitada con aquello y yo me iba calentando por momentos, aunque me sentía mal, por tener a mi mujer chupándomela y yo a mi amiga delante y pensando en ella, pero verla allí en la puerta con aquel camisoncito tan sexy, una mano acariciando su rajita y la otra sus tetas, era demasiado para mí.

La luz de la luna llena entrando por la ventana iluminó aún más el precioso rostro de Mar, ambos permanecíamos estáticos con nuestras miradas fijas y llenas de excitación mientras duraba la mamada. Hasta que entre el buen trabajo de la felación y la contemplación de la diosa de mi amiga masturbándose en la puerta, me corrí de repente dentro de la boca de Tere sin tiempo para avisarla, pero ella, muy displicente, se lo tragó todo. Tras abrir los ojos y contemplar a mi mujer limpiándome los restos de semen, alcé mi vista a la puerta para dirigirme a Mar:

-        “Ha sido pensando en ti “. - moví los labios musitando y mirando a los ojos de mi amiga, que recibió el mensaje agradecida y cerrando la puerta lentamente.

¡Dios!, ¿hasta dónde llegaba mi locura por Mar?

Tere se incorporó y poniéndose de rodillas me dijo.

-        Vaya corrida te has pegado, ¿no? - me dijo limpiándose restos de semen de sus labios.

-        Sí, lo siento, cariño, no me dio tiempo...

-        Tranquilo, ya te dije que todo esto nos tiene calientes, te has corrido como nunca. Ya sabía yo que este fin de semana iba a ser explosivo.

A reglón seguido, la tumbé tirando de sus piernas y devoré su coño con todas mis ganas. Ni que decir tiene que me esmeré al máximo en compensación de su buen trabajo, pero tampoco pude quitarme de la cabeza la imagen de mi amiga y me zambullí en el delicioso coño de mi esposa, pensando que lo hacía en el de Mar. Chupé y lamí aquella rajita deliciosa de mi esposa, pero en mi mente era la de Mar la que estaba chupando. Mis dedos jugaban con su rajita, al tiempo que mi lengua devoraba su botoncito arrancándole uno tras u otro un montón de gemidos. Naturalmente Tere se corrió como nunca y volvió a achacarlo a nuestra calentura del fin de semana y bueno, no le faltaba razón. Ambos nos quedamos dormidos y satisfechos.

Por la mañana un agradable olor a café me despertó y bajé a la cocina, pero mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme allí a Mar ataviada con el mismo camisón corto y una, también corta, bata encima. Todo de un tejido semi transparente, a través del que se adivinaba casi todo lo que había debajo. Yo vestía con mi pantalón corto de pijama, y en cuanto me agarré a esa preciosidad por detrás, mi bulto en aumento se ubicó en sus posaderas.

-        ¡Huy, qué susto!

Mis manos no se limitaron a acariciar su cintura sobre la fina tela que cubría ese cuerpo si no que me dirigí directamente a sus tetas que amasé con ganas.

-        ¡Uf me matas, Carlos! - decía ella pegando su culo bien atrás, notando mi dureza aplicada con ganas a esas posaderas ¿Ya la tienes dura?

-        Totalmente dispuesta.

-        ¡Como debe sentirse dentro! - suspiró ella.

-        ¡Ay, Mar, ¡no me digas eso! - le susurré en su oído.

-        Carlos, nos pueden sorprender, ten cuidado. - me dijo cuando apreté sus pezones

-        ¡Es que no aguanto más sin tocarte!

-        Anoche parecías aliviarte, jeje. - respondió volviendo su cara y nos besamos en los labios.

-        Te juro que no dejé de pensar en ti. - añadí.

-        ¿De verdad?

-        Te lo juro... fue la boca de Tere, pero eras tú en mi mente la que me chupaba.

-        Carlos. Cuantas veces he soñado con chupártela así.

-        ¡Ah, preciosa, como sigas me corro aquí mismo!

-        ¡Todo esto es una locura... Carlos!

Me limité a clavar mi pelvis contra ese culo, quedando atrapado mi miembro entre sus glúteos que ella movía arriba y abajo, haciéndome una especie de paja con su culito. Era como estar en el paraíso.

-        ¡Ah, qué gusto por favor! - susurraba ella, notando mi miembro cada vez más firme.

Seguidamente se volvió quedando enfrente de mí. Nos miramos a los ojos y mis manos se aferraron a esa cintura primero y después a su culito, que amasé igual que hiciera antes con sus tetas, pegándome bien a su cuerpo. Esta vez con mi polla dura pegada en su bajo vientre, no dejaba de pensar en cómo debía sentirse dentro de esa mujer, en ese momento era lo que más deseaba. Sin embargo, fue ella esa vez la que quiso poner algo de cordura.

-        Carlos, esto no puede ser... Estamos casados, somos amigos, no podemos.... - me dijo con su boca tan cerca de la mía que podía sentir su calor.

Yo actué por los dos sin decir nada, tan solo la besé, acariciando su espalda sobre la fina tela que cubría su cuerpo y luego volví a recrearme acariciando intensamente ese redondísimo culo al tiempo que mi lengua se metía en su boca y buscaba la suya, que acabó jugando con la mía. Ambos nos entregábamos de lleno a ese beso con mi pelvis pegada sobre la suya, teniendo nuestros sexos pegados.

-        ¡Carlos! - gemía ella apretando mi culo para empujarme más contra su cuerpo.

Creo que aparte de nuestra calentura nos ponía incluso más el hecho de hacerlo así, en la cocina, a escondidas... en secreto, con ese riesgo añadido. De pronto ella me miró fijamente a los ojos durante un largo rato y volvió a repetir.

-        Esto no puede ser– me dijo empujándome para que me separara.

Me quedé observando a esa preciosa mujer apoyada en la encimera, con sus piernas ligeramente abiertas, sus pechos marcados en el camisón que transparentaba su piel, cuando de pronto se oyó una voz:

-        ¡Buenos días, qué bien huele a café! - dijo de pronto Sergio que apareció en la cocina apenas unos segundos después de ese intenso beso entre su mujer y yo.

-        Hola cariño. - dijo ella sorteándome y abrazándole, antes de que él se percatara del descarado empalme en mi pijama.

-        ¡Estás muy guapa hoy! - comentó su marido acariciando su culo por debajo de la batita, ese mismo culo que segundos antes había tenido yo entre mis manos.

-        Sergio, no seas tocón, que no estamos solos. - dijo ella retirando su mano y dirigiendo su mirada hacia mí.

-        ¿No vas muy destapada? - dijo él mirándome después a mí, viendo ese atuendo que sin duda estaba despertando los mismos instintos que a mí.

-        Hijo, con Carlos hay confianza... - afirmó ella.

Sergio me sonrió, mientras yo intentaba disimular poniendo mi cara de no haber roto un plato, al tiempo que Mar, aun con sus carrillos encarnados seguía preparando los desayunos mientras nosotros planificábamos en nuestros smartphones la ruta para hacer esa misma mañana.

Al rato bajó Tere con una bata muy parecida a la de su amiga, algo que no pasó desapercibido a Sergio que la echó una buena mirada a su cuerpo.

-        Cariño, qué guapas os levantáis por la mañana - dije.

-        ¡Y tanto! - dijo Sergio, aunque luego se dio cuenta de cómo lo dijo y enrojeció.

Tere se percató de ese detalle y me guiñó un ojo con disimulo, pues su plan estaba saliendo de maravilla.  Nos sentamos los cuatro a la mesa para seguir con nuestras risas y nuestras anécdotas, aunque Mar y yo no dejábamos de mirarnos furtivamente con los ojos cargados de lascivia y deseo mutuo a pesar de tener a nuestras respectivas parejas delante.

Después del desayuno nos preparamos para la ruta programada. Las dos chicas estaban resplandecientes con sus pequeños shorts vaqueros, sus camisetas sin mangas y sus botas de montaña. Sin duda habían elegido muy bien sus vestimentas para calentarnos. Dejarlas pasar delante fue todo un espectáculo y así se lo hice saber a Sergio.

-        ¿No están impresionantes?

-        Ya lo creo. - dijo con su vista clavada en el culo de Tere mientras que la mía era en el de Mar.

De vez en cuando ellas cuchicheaban y reían, seguramente hablando del plan para la noche, que era cuando íbamos a hacer la fiesta especial a Sergio en su cuarenta cumpleaños. Al final del camino elegido, encontramos un pequeño sendero que llevaba hasta el lago que habíamos visto en el mapa y ellas se pusieron muy contentas.

-        ¿Nos bañamos? - le preguntó Tere a su amiga.

-        Pero no hemos traído bikini. - respondió la otra mirándome de reojo con cara de niña buena.

-        No, mujer, desnudas, mientras estos vigilan el camino por si viene alguien.

-        ¡Qué injusticia! - dije yo riendo sin poder quitar esa erótica escena de mi cabeza.

-        Si hombre, no querrás vernos desnudas... - dijo Tere – bueno a mí ya me tienes muy vista, pero a Mar...

Guardé silencio unos segundos acordándome de cuando tuve el placer de contemplarla desnuda y le hice la comida de coño monumental en nuestra bañera... y fue Sergio el que tiró de mi brazo, diciendo:

-        No, tranquilas, que vigilamos desde arriba.

Así lo hicimos. Regresamos unos cien metros sobre el lago por si algún senderista se pudiese acercar a las bañistas desnudas. Desde nuestra posición y en altura veíamos el lago desde lejos y pudimos contemplar a las chicas quitarse la ropa, aunque desde esa distancia no podíamos ver mucho, apenas se distinguía una de otra, pero lo cierto es que desvistiéndose y metiéndose en el agua resultaba bastante morboso y erótico.

-        Son como dos crías - dijo Sergio sin despegar la vista de nuestras dos mujeres en la lejanía.

-        Sí y nos ponen los dientes largos. - añadí para ver su reacción, pero se limitó a sonreír.

Un buen rato después, ellas salieron del agua y se tumbaron para secarse, mientras nosotros seguíamos de vigías sentados al borde del camino, pero sin despegar la vista de aquel lago en el que dos diosas desnudas nos ofrecían aquel espectáculo.

Casi media hora después estábamos de regreso los cuatro hacia la casa, de nuevo ellas delante y nosotros detrás, admirando el paisaje, pero especialmente esos dos culitos meneándose a cada paso. Comimos unos bocatas a mitad del camino, compartimos más risas y al atardecer regresamos a la casita.

-        Bueno, nos preparáramos para una sesión de spa, ¿no? - dijo Tere al llegar.

Todos estuvimos de acuerdo que lo mejor tras la larga ruta era un spa para relajarnos. En la habitación Tere se fue quitando la ropa hasta quedar completamente desnuda y entonces admiré su cuerpo una vez más, y al despojarme yo de la mía, mi polla ya en ristre alegró la visión de mi mujer.

-        Vaya, como andamos – dijo riendo mientras sacaba su bikini de la maleta y ofreciéndome una buena vista de su culo desnudo.

-        Ya ves... te me pones así y uno no es de piedra.

-        No me extraña, todo esto es tan cachondo... ¿verdad?

-        Sí, la verdad.

-        Bueno, ¿Y cómo has visto a Sergio?

-        Bien... yo creo que bien

-        Quiero decir, nos visteis desde arriba desnudas, os calentaríais...

-        Estábamos muy lejos, cariño. Apenas se veía nada.

-        Pues nosotras estábamos con un calentón... pensando que nos mirabais.

-        ¿Ah sí?

-        Claro, no dejábamos de pensar que estaríais cachondos viéndonos allí a las dos

-        Ya, ya... sí que era morboso.

-        Qué bien, porque yo creo que esta noche estos dos van a follar. ¿No te parece?

-        Sí... claro. - dije titubeante sin dejar de admirar el cuerpo de mi esposa e inevitablemente pensando en el de Mar.

Cuando Tere se puso el bikini me quedé alucinado, era blanco, pero con una braguita diminuta, tipo tanga y un sostén muy pequeño también, que había usado solo para algún juego de los nuestros, pero que nunca lo lleva en público. Yo seguía desnudo y con mi polla a tope e instintivamente me la meneé dos o tres veces.

-        Reserva fuerzas para esta noche, toro mío. - me dijo riendo.

-        Estás impresionante. Ese es el bikini de nuestros juegos. ¿Vas a bajar así al spa? - le pregunté.

-        Claro, ya te dije que era el pre calentamiento ¿Te parece muy fuerte?

-        Un poco.

-        Genial, también servirá para calentar a Sergio. Esa es la táctica.

-        Se va a poner las botas, cariño. - dije yo, curiosamente con algo de celos.

-        Pues eso que no has visto el de Mar. Verás que sorpresa.

-        Pues como sea parecido a este...

-        ¡Qué va! ¡es todavía más pequeño! ¡Es un micro bikini!

Mi polla dio un respingo y Tere sonrió tapándose la boca juguetona y aunque traté de disimular, ella se abrazó a mí juntando su cuerpo al mío, entendiendo que todo era fruto del calentamiento.

-        ¿Tienes ganas de verla? - me preguntó susurrante al oído.

-        Bueno, esto... sí, claro.

-        Tranquilo cariño, puedes ser sincero, Mar es preciosa y aunque se la vaya a follar su marido, es normal que te excites con ese cuerpazo, además todo esto, nos llevará a tener una noche loca tu y yo después, ¿no te parece?

-        Si, supongo.

-        Pues eso, que tranquilo que no me mosqueo si te excitas con nuestra amiga y espero que tú tampoco estés molesto porque me vea así Sergio y se ponga cachondo también.

-        No claro. - contesté, pues evidentemente era lo justo.

-        Entre los tres tenemos que ponerle a tope para esta noche, ese es el plan.

-        ¿Entre los tres?

-        Sí, cada uno hará su papel, tú tranquilo. Lo que tenemos que conseguir es que estos acaben follando esta noche porque tú y yo por descontado vamos a follar como animales, no veas lo cachonda que estoy... - comentó apretando mi polla.

-        ¡Sí... Tere! - dije en un suspiro.

Me puse mi bañador y bajamos al spa. Ambos nos sentamos en el jacuzzi y al rato bajó Sergio. Estaba claro que se iba a fijar en Tere, pues ella salió del jacuzzi para ofrecerle una buena vista de su cuerpo, especialmente su culito con ese tanga tan sexy que había elegido para la ocasión. Se metió en la pequeña piscina con el agua muy caliente y después a las duchas escocesas con el agua helada.

-        Impresionante ¿no? - le pregunté a Sergio cuando él recorría con su mirada a Tere, mientras mi mujer pasaba de la piscina a las duchas meneando las caderas con toda su sensualidad.

-        Esto... Sí... - respondió con titubeo

-        Estas dos nos va a matar de un infarto. - dije para que no se sintiera mal mirando a mi esposa y al tiempo me permitiría disfrutar de la visión de la suya y seguramente algo más que eso, aunque esa segunda parte no debía ni sospecharla, claro.

-        Sí, bueno Mar no me ha dejado ver el suyo, quería darme una sorpresa. - comentó.

Ya adivinaba que iba a estar impresionante y unos minutos después entró ella en el recinto del spa, pero tapada con una pequeña toalla. Tere le levantó el pulgar y esa debía ser la señal, pues nuestra amiga se puso enfrente de nosotros y se despojó lentamente de su toalla, dejándola caer a su espalda y ofreciéndonos una imagen difícil de borrar de nuestras retinas. El bikini de color negro, tapaba a duras penas sus pezones, pues los cubría lo justo y cualquier movimiento los podría dejar al descubierto. Para colmo, abajo llevaba una braguita tan fina, que casi se podían ver el comienzo de sus labios vaginales y todas sus ingles libres de vello.

-        ¡Cariño! - dijo Sergio sorprendido ante esa imagen.

-        ¿Qué tal estoy? - preguntó ella girando sobre sí misma y ofreciéndonos un culo redondo al desnudo con un tanga de hilo que se metía entre sus perfectas posaderas.

-        ¡Impresionante, Mar! - fui yo el que habló por los dos y es que no lo pude evitar, viendo a esa impresionante mujer tan sexy.

Tere le indicó que debía seguir el circuito, empezando con una pequeña piscina alargada de agua caliente. Ella lo hizo de forma tan sensual que nosotros estábamos claramente excitados viendo como bajaba las escaleras y se iba introduciendo en esa agua caliente hasta la cintura para acabar en las duchas frías junto a Tere en donde ambas reían juguetonas, provocándonos.

-        ¡Voy a probar eso! - le dije a mi amigo que permaneció inmóvil en el jacuzzi mientras yo seguía los pasos de su esposa con un calentón tremendo.

Entré en el agua caliente que noté enseguida en mis piernas y después hasta mi cintura para luego llegar a las duchas escocesas donde estaban las dos chicas con sus diminutos bikinis, especialmente el de Mar. Ambas miraron mi bulto y rieron, pero esta vez no me sentí mal, sabiendo que era lo que ellas pretendían.

Las duchas eran dos columnas con chorros a presión que estaban dispuestas una frente a la otra en una zona abierta, pero parcialmente oculta por un muro de gran altura para proteger de salpicaduras. Desde allí se podía ver el jacuzzi en el que estaba sentado Sergio, pero en cambio al revés solo se veían nuestras cabezas.

-        ¡Vaya dos pibones! - dije, aunque casi todas las miradas iban hacia el cuerpo de Mar.

-        Ven cariño, métete en las duchas, verás que contraste. - dijo Tere cediéndome el sitio.

-        ¿Lo compartimos?

-        No, me vuelvo con Sergio, tú quédate aquí con Mar, así le daremos algo de celos... -añadió ella sonriente y pasando su mano por el dibujo de mi polla sobre el bañador.

Yo me quedé helado, pero no por el agua que caía por mi cuerpo, sino por el espectáculo que me ofrecía mi amiga con su micro bikini, justo en el cubículo de enfrente. Era impresiónate ver la casi inexistente tela que a duras penas tapaba sus pezones, dejando el resto del volumen de sus senos a la vista. Y la minúscula braguita tanga con sus tiras negras haciendo resaltar sus muslos, cintura y caderas, se amoldaba en el frente a su vulva, marcando el contorno de sus labios al hundirse entre ellos. Era la visión más erótica que había tenido en muchísimo tiempo.

No podía dejar de observarla, desde sus pies hasta su pelo, con ese cabello largo y liso recogido en una coleta que ella se remojaba y atusaba con tanto glamour. Me sonreía sabiéndose observada y sabiendo que me tenía loco.

-        ¡Está fría! - dijo ella retocándose los pezones que se marcaban ostensiblemente en la minúscula tela de su bikini.

-        Yo casi no lo noto. - añadí apretando mi pene que se veía abultado bajo mi bañador.

-        ¡umm! - se limitó a decir ella mirando mi erección.

Aunque las duchas eran abiertas, la disposición del peto nos ocultaba en gran medida de nuestras parejas, dejando a la vista tan solo hombros y cabeza, ella se frotaba con sus dedos por todo el cuerpo especialmente su coño abultado en esa diminuta braguita.

Los chorros de aquellas duchas nos golpeaban, y Mar se giraba constantemente para recibirlos en todo su cuerpo disfrutando de ellos y de nuestro juego de miradas lascivas. El hilo de su tanga encajado entre sus nalgas me estaba volviendo loco, solo deseaba abalanzarme sobre ella, arrancárselo, y hacerla mía allí mismo. Seguía sin entender que su marido no hubiese follado con semejante mujer desde hacía tanto tiempo.

-        ¡Quítatela! - le dije en un susurro para que se bajara la pequeña braguita, pero ella se limitó a mirarme con los ojos muy abiertos como si estuviese loco.

A continuación, con cierto disimulo, pero retándola, bajé mi bañador al suelo y me quedé allí, bajo el agua, completamente desnudo solo para sus ojos. Mi polla completamente empinada apuntando hacia arriba era todo un espectáculo, solo con la visión de su micro bikini se me había puesto así. Y así se la ofrecía a mi amiga como un trofeo solo para ella.

-        ¡Carlos! - dijo ella en un susurro abriendo su boca.

-        ¿Qué, te gusta? - la preguntaba en voz alta, pero jugando con el doble sentido de la frase, por la ducha y por mi erección, mientras nuestras parejas conversaban escuchando en parte también nuestra conversación.

-        ¡Hum, muchísimo... me encanta!, no pensaba que fuera tan buena... - mi amiga me miraba bajo el agua mordiéndose el labio, claramente excitada.

-        Esto es un placer a que si... - la provoqué cogiendo mi polla por la base mientras el agua mojaba mi cuerpo, y moviéndola de un lado a otro para que pudiera ver bien su calibre.

-        Si…, creo que me podría pasar toda la vida sintiéndola … - me interpeló Mar mirándome como hipnotizada.

Sin duda Sergio y Tere estarían escuchando pensando en que nos referiríamos a la ducha escocesa. Pero aquello para nosotros dos era la confirmación de que nuestro juego no tenía ya vuelta atrás.

-        ¿No está muy fría? - nos dijo Sergio desde la distancia.

-        Un poco. - dije riendo mientras mi polla se balanceaba frente a su esposa.

-        ¡¡ Cambio !!, - gritó Tere saliendo del jacuzzi

Me quedé paralizado, lo mismo que Mar, pues no esperábamos que Tere hubiese salido con esa rapidez y pudiera descubrirme desnudo.

-        Si, cambio, me habéis dado envidia quiero probar yo también esos chorros - confirmo Sergio

-        Si, vale, vale, pues os la dejamos libre. - dije apurado mirando a Mar sin saber qué hacer.

Ella con un movimiento ágil me entregó su toalla, que con suerte había dejado cerca y recogiendo mi bañador del suelo, sin tiempo de ponérmelo, rodee mi cintura con la toalla para encaminarme hacia la sauna.

-        Me meto un rato en la sauna. - dije abriendo la portezuela de madera.

-        Carlos espera..., ¡Yo también me pido ahora sauna y así la usan ellos! - dijo Mar que me siguió entrando y cerrando la puerta tras los dos.

Desde dentro podíamos ver lo de fuera a través de un pequeño ventanuco, pero no al revés, lo que nos daba más libertad, así que me despojé de la toalla quedándome desnudo de nuevo.

-        ¡Estás loco! - me dijo ella, comprobando a través del ventanuco que ellos seguían en las duchas escocesas ajenos a nuestros juegos.

Me senté y disfruté de ese cuerpo que acaricié dibujando su contorno con una mano y masturbándome con la otra.

-        Joder, Mar, mira cómo me tienes – le dije.

-        ¿Entonces te gusta mi bikini?... bueno, ya veo que sí.

A continuación, ella se acarició todo el cuerpo sobre esa escasa tela que la cubría, pellizcando sus pezones, contoneando sus caderas y dibujando la rajita sobre la tela de su tanga. Sin duda me tenía a tope, pero aun quería calentarme más jugando a comportarse como una gatita inocente y malvada a la vez. Me tuve que sentar en el banco para no caerme de espaldas.

-        ¡Te follaría ahora mismo! - le dije acariciando su culo sin dejar de pajearme.

-        ¿Tanto te he calentado? - seguía ella juguetona provocándome con sus movimientos lascivos.

-        ¡Si tu marido no reacciona y no te folla hoy no lo entenderé... y si no lo hace, quiero hacerlo yo!

-        Carlos, ¿en serio me follarías?

-        Ni lo dudes.

-        Pero...

-        Lo sé, no deberíamos, ya lo sé, no sé lo que digo, me tienes loco Mar... - añadí amasando ese culo.

Ella volvió a mirar a atrás, a través del ventanuco y teniendo en cuenta que nuestras respectivas parejas continuaban en las duchas, ella se subió a horcajadas sobre mi cuerpo. No me lo podía creer. Mi polla quedó aprisionada entre nosotros y podía notarse su vulva a través de la fina braguita frotándose contra mi duro miembro. Mis dos manos libres se apoderaron de su culo y comencé a sobarlo frenéticamente, enredando mis dedos en la fina tira que se metía entre sus glúteos, mientras nos entregamos a un beso lascivo y lleno de pasión. Nos comimos mutuamente nuestras bocas, jugando con nuestros labios y lenguas, al tiempo que frotábamos nuestros sexos unidos y tan solo separados por la fina tela de su reducido tanga. Si hubiera estado desnuda sin duda ahora tendría mi polla metida dentro de su ansiado coño.

-        ¡Mar, Mar.…! - gemía yo sin dejar de acariciar todo su cuerpo.

-        ¡Me muero porque me folles, Carlos! - mi dijo ella acariciando mi nuca con sus tetas sobre mi pecho.

-        ¡Tu marido!

-        ¡Deja ahora a mi marido... quiero que me folles, Carlos!

-        ¡No, no, Mar!, ¡tu marido, que viene, que viene...! - grité asustado ayudándola para que se separara de mí.

Con un leve empujón logre sacarla de encima y cubrir mi desnudez con la toalla, justo en el momento en el que entraban en la sauna Tere y Sergio entre risas. No nos pillaron por décimas de segundo. Notaba los latidos de mi corazón a toda velocidad, marcados tanto en mi pecho como en mi propio pene. Tere se sentó a mi lado sonriente.

-        ¡Te aseguro que estos dos follan! - me dijo Tere al oído nada más sentarse a mi lado visiblemente excitada por la situación.

Al dirigir mi mirada hacia ellos los vi besarse y entendí que Sergio andaba caliente, tal y como me anticipaba mi esposa, aunque yo tenía los sentimientos encontrados pues sentía celos incluso de Sergio, al no ser mi boca la que besaba a esa preciosa mujer.

Después los cuatro seguimos charlamos dentro de esa sauna finlandesa, animadamente, especialmente Tere que no dejaba de ensalzar el cuerpo de Mar haciendo mención continuamente a su micro bikini, pero desde luego ella no podía sospechar que había estado frotándolo a base de bien contra mi cuerpo desnudo.

-        ¿Y si vamos al baño turco? - dijo de pronto Tere.

-        ¿Al de vapor? - pregunté.

-        Sí, lo que pasa que allí es mejor sin nada de ropa. ¿Te acuerdas de la otra vez, Carlos? - añadió ella guiñándome un ojo.

-        Pero, Tere... ¿todos desnudos? - intervino Sergio sorprendido.

-        Claro, nos lo quitamos allí dentro porque con el vapor apenas se nos va a ver... Os esperamos allí - añadió mi mujer guiñándome de nuevo el ojo, tirando de la mano de su amiga.

Tere y Mar se adelantaron mientras yo alargué un poco más la conversación con mi amigo en la sauna, esperando a que bajase un poco mi erección. Y es que el sobo al que Mar había sometido a mi polla con su chochito mientras la tuve a horcajadas sobre mí, por poco provoca mi eyaculación. Ahora, para colmo, mi mujer proponía ir al baño turco ¡Y todos desnudos!

-        Tu mujer está impresionante Sergio – dije en un momento de silencio pensando en alto.

-        Si es verdad, tengo mucha suerte, a veces me pregunto que pudo ver en mí. Oye, y la tuya también está muy guapa.

-        Pues sí. Están guapísimas las dos. Tenemos suerte.

-        Pues sí.

-        Oye, vosotros... lleváis ya bastante tiempo, ¿cuánto cuatro o cinco años no?

-        Cinco ya. - confirmó él.

-        Ah vaya.

-        Aunque... no sé, no es lo mismo que al principio – dijo algo apesadumbrado - últimamente nos hemos enfriado un poco. ¿sabes a que me refiero?

-        Bueno, sí, te entiendo y no te entiendo... - le dije – porque Mar...

-        No, a ver, tengo muchísima suerte con Mar, nos queremos, pero no sé, quizás el estrés, la monotonía, no sé.

No podía entenderle, ¿monotonía con una mujer ardiente y preciosa como Mar? En cinco años o en cincuenta uno podría aburrirse de Mar.

-        Anda, Sergio, venga... vamos junto a las chicas - comenté a mi amigo para evitar el tema.

Entré detrás de Sergio en aquella sauna e inmediatamente sentí una bofetada de ese calor húmedo, y aunque el vapor velaba la visión se podían vislumbrar los cuerpos desnudos de las dos mujeres sentadas en un banco corrido adosada a la pared, al fondo de esa pequeña sala. Era muy difícil conseguir fijar la vista del todo, debido a esa intensa niebla, pero al cabo de un rato se podían empezar a distinguir algunas cosas o a intuir otras...  entre la bruma.

-        Vamos chicos, ¡todo fuera! - nos exigió Tere entre risas de las dos.

Sergio vaciló un poco hasta que, sorprendiéndome se despojó de su bañador y se fue a sentar junto a las chicas, mientras yo, curiosamente más cortado dejé caer la toalla y me recosté quedando semi tumbado sobre un banco corrido al otro lado, enfrente de ellos. No sabía si entre el vapor se vería mi erección, que aunque había bajado en intensidad, aún mantenía un buen tamaño. Así que, y dadas las circunstancias, como ya no podría ocultar la excitación de mi miembro intenté mostrar naturalidad.

-        No, si este no tiene ningún complejo ya lo veis, “el majo desnudo “- se burló Tere acompañado de las risas de nuestros amigos algo más cortados que ella.

-        Anda venga, vosotras a vuestras cositas, que yo me estoy relajando... - repliqué algo molesto por el cachondeo de la comparación.

-        Si, si, pues no parece que la cosa esté muy relajada. - se le escapó a Mar y adiviné su cara relamiéndose o al menos eso imaginé.

-        A lo mejor es que le pone nervioso algo de lo que ve..., o de lo que no ve. ¿verdad Sergio? - continuaba picando mi mujer a mi amigo que miraba a las dos bastante impresionado y contrariado.

Tere riendo nerviosamente se levantó y tiró suavemente de la mano de Mar hasta llevarla al centro de la sala y exponerla a su marido y por supuesto a mí también. La hizo girar varias veces, haciendo que ambos sucumbiéramos a esa belleza. La visión no podía ser más sensual, entre las brumas del vapor que no dejaban ver con suficiente nitidez, pero en donde se adivinaban los contornos de las curvas de Mar, su boca, su cuello, sus hombros, sus senos con los pezones rosáceos, su vientre liso, sus piernas perfectamente torneadas, y su vulva... levemente abultada y completamente depilada.

-        ¡Mar! - apenas acertó a exclamar Sergio ante la exhibición de su mujer, en una exclamación más de incomodidad que de sorpresa, supongo que todo le parecía excesivamente fuerte.

-        ¿A qué está preciosa? - preguntó Tere a Sergio, aunque también me miró a mí.

En ese momento mi erección volvió de nuevo a manifestarse en su máximo esplendor. Apenas en un instante mi polla volvió a estar completamente erguida, como apenas hacía unos momentos en la sauna, pidiendo entrar en aquella mujer, solo que en esta ocasión ya no estábamos solos y para colmo, estaba mi esposa que pareció dirigir la mirada a ese empalme y lejos de mosquearse, sonrió.

-        ¡Vaya cariño, tu sigue sin cortarte no!, ¡conmigo no se te empina tan rápido! - Tere me lo comentaba divertida, haciéndose la molesta, pero yo sabía que su tono era en broma, aunque también parecía algo sorprendida.

Lo cierto es que mi esposa tenía razón, pues nunca se me ponía así de dura con esa velocidad, lo normal es que tocara calentar un poco antes, pero con Mar todo era distinto. Solo deseaba levantarme, abrirla de piernas allí mismo y follarla hasta reventar.

-        ¿Preparado para la fiesta? - insistió Tere a Sergio.

-        ¿Fiesta? - preguntó él sorprendido pues no había caído que todo ese espectáculo era en su honor, aunque viendo lo visto, casi me sentía yo el protagonista privilegiado de ese show.

-        ¡Claro felicidades! - añadieron las dos chicas y se abrazaron a él, con sus cuerpos desnudos, provocando una considerable erección a mi amigo y por ende a mí también.

Reconozco que me molestó un poco, en el fondo me hubiera gustado estar a mí entre esos dos cuerpazos a la vez, pero esa era parte de la estrategia de calentura, y estábamos allí en honor a la onomástica de Sergio. Viendo la habilidad y la belleza de ambas mujeres, creo que a mi amigo no le costaría llegar a su apoteosis y follarse a su linda esposa esa misma noche, eso... o definitivamente Sergio no tendría remedio.

Ambas se dieron un beso en la boca con total complicidad y luego de la mano salieron corriendo de la sauna dejándonos totalmente alucinados. Sergio y yo nos quedamos un rato más, con nuestras respectivas erecciones intentando que aquello bajara, pero no había manera.

-        ¿Una ducha escocesa bajará esto? - le dije entre risas señalando mi miembro a tope y él también rio.

Así lo hicimos y tras un buen rato bajo la ducha, logramos bajar la calentura y nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones, pues las chicas tenían más ingredientes para la fiesta.

CONTINUARÁ…

Sylke y Kaarlosk

ID: 786531 & 1462535