Amigos con derecho a roce (capítulo 3)
Mar y yo estábamos estábamos desatados y quizás yendo demasiado lejos en ese juego, inocente en un principio, pero que se nos iba de las manos.
Amigos con derecho a roce
CAPITULO 3
El resto de la tarde no pude quitarme a mi amiga de la cabeza, cada uno de sus movimientos, todas sus curvas, recordando ese loco y desbocado juego en el que ambos habíamos caído irremediablemente. En el fondo me sentía mal, por traicionar a Tere, por traicionar a Sergio, pero sobre todo por abusar de Mar, sabiendo que estaba demasiado sensible, especialmente a cualquier momento libidinoso...
Salí a tomar unas cañas con los amigos, intentando borrar de mi mente ese juego más que prohibido con Mar y con el firme propósito de hablarle con calma y decirle que aun estábamos a tiempo de parar ese tren sin frenos al que nos habíamos subido. ¡Ante todo... éramos amigos!
Llegué a casa por la noche y nada más abrir, la voz de mi esposa me hizo sentir un pequeño vacío en el estómago. Mi traición estaba servida y Tere no se merecía eso y por supuesto que Mar tampoco.
- ¡Hola Cari! - gritó Tere desde la cocina.
- ¡Hola! - respondí.
- ¡Pon platos y cubiertos para tres, amor, tenemos invitada! - añadió.
No entendí, hasta que de pronto, me quedé alucinado cuando apareció Mar sonriente por la puerta de la cocina con una bandeja en sus manos. ¡Estaba impresionante! Su vestido floreado, corto a medio muslo, de gran escote y algo de vuelo, le daban un aspecto juvenil, además de resaltar su canalillo y sus largas piernas.
Nuestras miradas se mantuvieron durante unos segundos fijas, hasta que por fin la saludé:
- Hola Mar.… yo... - intenté buscar las palabras que sirvieran de excusa, de algún tipo de explicación a lo sucedido.
- Hola Carlos. - se limitó ella a saludar con una sorprendente sonrisa.
Mi amiga dejó la bandeja sobre la mesa y a continuación, tras echar una ojeada hacia la cocina, me plantó un tierno beso en los labios. Aquello me cogió igualmente por sorpresa, pero ella solo se limitó a mirarme y a sonreír. Yo me quedé embobado mirando su escote y adiviné por el movimiento de sus tetas, que no llevaba sujetador. Mi polla se fue endureciendo por momentos.
- Carlos, me dejaste muy caliente... todavía lo estoy – me soltó en un susurro.
- Y yo preciosa...Pero ¿todo esto? - pregunté aún confundido queriendo poner sensatez ante tanta locura.
- No te sientas mal. Ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. - añadió mordiéndose el labio inferior.
- Para mí, también lo fue, Mar, pero...
- No hemos hecho nada malo, Carlos. - añadió ella acariciando mi brazo.
- No estoy seguro de eso, aunque malo, desde luego no ha sido precisamente.
Los dos sonreímos y ella, tras mirar de nuevo a la cocina, me dijo:
- Creo que he metido la pata con Tere.
- ¿Con Tere? - pregunté enrojeciendo, notando un sudor en las manos temiéndome que todo o parte de nuestro juego secreto se hubiese destapado.
- Tranquilo, que no es eso, jeje... - añadió Mar leyéndome la mente, es que le conté lo del rasurado y me invitó a cenar y luego me ayuda ella con eso.
- Ah, vale. - respondí algo aliviado.
- Ya sé que te hubiera gustado ayudarme tú.
Mi amiga no parecía tan confusa como yo esperaba, de hecho, se la veía decidida a seguir con nuestro juego. Para colmo, su mano se dirigió a mi paquete y lo apretó. Mi polla reaccionó al instante endureciéndose... y en décimas de segundo la soltó, justo cuando Tere apareció en el comedor con una nueva bandeja.
- Hola amor – me saludó Tere- ¿has visto qué sorpresa?
- Sí, ya lo creo... - respondí titubeante, mientras mi amiga me miraba de aquella forma tan nuestra.
Cenamos tranquilamente, bueno, yo no tanto, pues tener enfrente a Mar era demasiado, sobre todo con sus gestos y sus miradas, que me parecían tan lascivas como provocadoras. En un momento ella se fue al servicio y fue Tere la que me habló.
- Cariño ¿Cómo ves a Mar?
- ¿A Mar? - pregunté todavía aturdido.
- Si, hombre, bueno aparte de que está guapísima, si la ves mejor con lo del cumple de Sergio.
- Ah eso, sí. - añadí comiendo con disimulo, pero mi polla seguía dura bajo el mantel.
- Sí, me comentó lo de depilarse y no quería, pero me empeñé, ¿cómo no la iba a ayudar en algo así?
- ¿Depilado? - me hice el distraído.
- Si, hombre, el chichi... ya sabes, sin ningún pelo, para darle una buena sorpresa a su marido, que me imagino que le encantará como a ti. ¿A que a ti te encanta?
Yo inmediatamente imaginé el chochito de Mar depilado y desde luego, aunque Tere debía referirse al suyo, yo no dejaba de pensar en el de mi amiga. Luego Tere me siguió hablando:
- Estaba apurada, supongo por estar tú aquí, pero le dije que con total confianza... - me decía mi esposa.
- Claro.
- Pero ella venía con la idea de hacerlo con cuchilla, pero se lo he quitado de la cabeza. Le he dicho que de eso nada. Ya sabes que yo uso la crema depilatoria, esa tan buena, porque si no, luego salen disparados los pelitos y pica un montón. Así le quedará suavecito y le durará más... ya sabes... piel de terciopelo, como te gusta a ti.
- Ya... - respondí carraspeando.
- Hace un rato le he dado la primera crema para que los pelitos de su pubis se ablanden y por eso va sin braguitas.
- ¿Sin braguitas? - pregunté y creo que enrojecí de nuevo.
- Si, tonto, pero no le vayas a decir que te lo he contado, se cortaría la pobre. Bastante apuro tiene encima.
Si ella supiera... Pero desde que me dijo Tere que nuestra amiga no llevaba nada bajo el vestido, ni arriba ni abajo, mi polla parecía latir a tope, sabiendo que estaba así... ¡desnudita bajo esa única prenda! Un segundo más tarde, Mar regresó a la mesa.
La cena transcurrió con normalidad, menos para mí, que no podía evitar sentir mi polla a tope, teniendo a esa mujer cachonda enfrente, mirándome de aquella forma y sabiendo que su hermoso cuerpo estaba apenas cubierto por su vestidito floreado.
En un momento dado en el que Tere fue a la cocina a por el postre, miré fijamente a mi amiga, para decirle entre susurros:
- ¿En serio que no llevas nada debajo?
- No. ¡Compruébalo! - me dijo indicándome que me asomara bajo la mesa.
Así lo hice, tiré un tenedor, para disimular y levantando levemente el mantel miré hacia la silla de Mar, que me ofrecía sus piernas totalmente abiertas y su coño brillante. Me quedé pasmado mirando esa rajita que iba a ser depilada en breve. ¡Cuánto me hubiese gustado depilarla yo mismo! En cualquier caso, me gustaba esa rajita de cualquier manera y viéndola ahí, tan voluptuosa, tan mojada, parecía estar pidiendo a gritos ser devorada.
- ¡Te como! - la dije cuando volví a recuperar mi posición y ella se limitó a reír tapando su boca, pero visiblemente excitada.
Aunque ambos disimulábamos, había un morbo implícito en cada una de nuestras miradas, estaba claro que ya no era un simple juego, era un deseo mutuo.
Tras el postre, Tere se fue con Mar al baño de nuestra habitación, para preparar la depilación de su pubis y yo me quedé viendo la tele, aunque sin dejar de pensar que quería verla yo, que deseaba ver su cuerpo desnudo, acariciarla por todas partes, comerme ese coño brillante...
- ¿Te aburres cariño? - me preguntó Tere una de las veces que pasó por el salón a buscar alguna cosa.
- No, tranquila. ¿Qué tal vais? - pregunté con curiosidad.
- Pues nada, la he dejado en un baño relajante de unos cinco minutos, para que se le abran los poros, luego le aplico la crema y en otros cuatro quedará con su chochito libre de vello. No tardaremos mucho.
- Ok.
- ¡Verás que sorpresa se va a llevar alguno! - añadió evidentemente refiriéndose a Sergio, pero estaba seguro de que yo también lo vería.
Sonreí a mi esposa, pero me tuve que tapar con un cojín para que no notara la empalmada que me había provocado esa explicación.
De pronto me llegó un mensaje al móvil, era de Mar.
- Hola Carlos. Aquí estoy desnudita en el baño, pensando en lo dura que se te ha puesto viéndome, aunque si me vieras aquí ahora, seguro que se te ponía aún más dura.
Tragué saliva y evidentemente mi polla dio otro respingo.
- ¿Me quieres torturar? - la respondí.
- ¿No bobo, pero podías hacer algo para que Tere salga y me puedas ver desnuda... no te gustaría? ¡Estoy tan cachonda!
Casi se me cae el móvil de las manos al leer ese mensaje e inmediatamente me puse a pensar, intentando pensar en algo que pudiera sacar a mi mujer del baño, a pesar de que aquello fuera una locura, una barbaridad y una traición directa, pero es que imaginar a Mar en mi propia bañera desnuda, invitándome a contemplarla...
Necesitaba verla, quería admirar su cuerpo en la bañera, quería comerme ese coño, no podía aguantar más, así que recurrí a mi ingenio, con lo primero que me pasó por la cabeza y llamé a la puerta de nuestro baño.
- Cariño, tienes que salir. - le dije a Tere desde la puerta.
- ¿Qué pasa? - contestó ella al otro lado.
- Creo que tu coche se lo va a llevar la grúa. - dije en una absurda excusa.
- ¿Qué?, ¿Cómo es posible?
- Si, lo dejaste en la esquina.
- Ya, pero como otras veces...
- ¡Date prisa, antes de que se lo llevan! - le inquirí.
- Pero, Carlos, ¿no puedes bajar tú y moverlo? Ahora no puedo.
- Tere, está a tu nombre y tendré que dar explicaciones a los polis. - añadí con celeridad, además he bebido en la cena... - añadí y ni yo mismo me tragaba esa excusa tan absurda.
Tras unos segundos oí a través de la puerta cómo Tere le daba instrucciones a Mar, para que se mantuviera bien mojada para el depilado y que ella regresaría en unos minutos.
- Carlos, quédate aquí fuera por si Mar necesita algo. Muevo el coche y en cinco minutos estoy de vuelta. - me dijo mi esposa y yo intenté disimular mi sonrisa mientras ella cogía su bolso y salía precipitadamente de casa.
En cuanto oí cerrar la puerta de casa, entré en el baño sigilosamente, para encontrarme a Mar allí tumbada, en mi bañera. Me acerqué para observar su cuerpo. No me lo podía creer, estaba ahí, desnuda, sumergida bajo el agua. ¡Era una Diosa...! ¡Qué maravilla de mujer!
- ¡Carlos! - dijo ella con sus ojos abiertos y su gran sonrisa al verme.
- ¡Schsss! - la dije mientras me agachaba para ver su cuerpo desde más cerca.
Sus pezones se veían duros, coronando sus grandes tetas que brillaban por la humedad y bajo el agua se dibujaban sus curvas, sus muslos y los pelitos negros de su deseado pubis.
- ¿Qué tal me ves? - dijo ella con toda la sensualidad.
- ¡Quiero comerte, Mar! - dije acariciando su pecho con suavidad.
Ella abrió su boca al sentir el contacto de mis dedos y a continuación solté el tapón de la bañera y el agua se fue escapando lentamente por el desagüe. Luego acaricié la tersura de sus piernas y tirando de ellas las situé colgando por fuera del peto, al pie de la bañera, lo que le obligó a alzar su culo y ofrecerme un primer plano de su coño. ¡esta vez en vivo y desde un increíble primer plano!
- Todo tuyo, Carlos… - me dijo alzando aún más su culo y dejando su sexo totalmente disponible, al borde muy cerca de mi cara pues yo estaba agachado al borde.
- ¡Mar.…qué maravilla! - dije admirando esa fruta prohibida.
- ¡Date prisa, cómemelo!
- ¿Estás segura? - yo lo estaba, al menos quería hacerlo, pero ni siquiera sabía si todo era fruto de su desesperación.
- Como me lo hagas pensar mucho me voy a arrepentir... ¡Por favor, Carlos, cómeme ya! - suspiró.
Mi polla dio un respingo ante las palabras de mi amiga. Había fantaseado en tantas ocasiones con un momento así, con ella, y ahora estaba allí, en mi baño, desnuda, sus piernas abiertas, ofreciéndome su coño brillante para que se lo devorase.
Mis dedos recorrieron la cara interna de sus muslos, notando la suavidad que había dejado el agua tibia y las sales sobre su piel. Estiré mi mano y pasé mi pulgar por esa rajita inflamada, mientras ella cerraba los ojos y suspiraba profundamente. Luego con ambas manos toqueteé sus ingles y sus labios vaginales, jugando con ellos, abriéndolos delicadamente como pétalos de flor, al tiempo que su respiración se iba haciendo cada vez más agitada. Se veía claramente el brillo de esa rajita, con una humedad que delataba su excitación y a medida que mis caricias se hacían más intensas, más se incrementaban sus gemidos mientras ella se sobaba sus tetas totalmente excitada.
- ¡Ah, Dios! - gemía ella.
Levanté entonces el capuchón que envolvía su hinchado clítoris, liberándolo. Me detuve un instante admirándolo, descubriendo la respiración agitada de mi amiga y como su pecho subía y bajaba, hasta que ya no pude más y mis labios se abalanzaron sobre ese dilatado botoncito, lamiéndolo mientras lo mantenía atrapando entre mis labios y mis dedos seguían jugando con su rajita.
- ¡Si, Carlos, joder! - gemía ella, cada vez que mi lengua o mis labios chupaban ahí, en ese punto que tantas veces había soñado con tener en mi boca.
- ¿Te gusta?
- ¡Sí, cómetelo todo …! así... así... - repetía contoneando las caderas, salpicando tras su espalda la poca agua que aún quedaba en la bañera.
- ¡Qué rica sabes, Mar! - la decía yo y ella se mordía su labio, totalmente cachonda.
- ¡Pero qué bien...! ¡qué bueno, Carlos… siiiiiii! – decía ella gimiendo, al tiempo que empujaba su pelvis contra mi boca, para no perderse cada roce de mi lengua en su clítoris.
Mis manos fueron dibujando sus curvas, hasta llegar a sus tetas y pellizcar sus pezones, mientras Mar levantaba su culo de la bañera para no dejar de sentir mi boca atrapando su coño por todas partes.
- ¡Carlos, joder, me corro, sí, qué gusto.... qué gusto, Dios!
Las piernas de Mar se aferraron a mi cabeza y entre convulsiones pude notar cómo de su coño emanaban deliciosos fluidos que yo absorbía y tragaba deleitándome en su extraordinario sabor y solo se escuchaba su respiración, mi lengua contra su encharcado chochito y sus innumerables gemidos.
En ese momento se abrió la puerta de entrada de casa, y sonó la voz de Tere desde el fondo.
- ¡Holaaaa, ya estoy aquí! anunció en alto con el sonido posterior de sus llaves en la entrada.
Mar, todavía con una respiración agitada me miraba asustada y yo con mi vista clavada en el coño que me acababa de comer, en silencio durante unos segundos mientras se oían los pasos de Tere acercándose. Entonces con ligereza la ayudé a salir de la bañera y rodeé su cuerpo con una toalla, justo en el preciso momento en el que Tere aparecía por la puerta del baño.
- Cariño, ¿Qué haces aquí dentro? - me preguntó Tere viéndome allí junto a nuestra amiga.
- Nada mujer, que no encontraba la crema depilatoria y me la ha acercado.... - intervino mi amiga echándome un capote.
Tere me miró y luego me fue empujando del baño en un claro signo de que allí sobraba, aunque afortunadamente no le dio tiempo a ver nada raro y no parecía sospechar nada.
- Anda, sal de aquí, que esto es cosa de chicas. - me dijo mientras me empujaba hacia la puerta y me guiñaba un ojo.
Me sentí mal por mi esposa y por mi engaño con nuestra mejor amiga.
- Claro, claro... os dejo solas. - añadí saliendo del baño.
- Oye, por cierto, la grúa no estaba cuando bajé. - comentó Tere.
- ¿Ah sí? - pregunté con cara de bobo.
- Sí, seguramente fueron a por otro. Pero lo he cambiado de sitio por si acaso.
Me sonreí a mí mismo al saber que todo el plan había salido demasiado bien, a pesar del riesgo que habíamos corrido, pero todo fuera por comerme ese coño, que todavía saboreaba en mi paladar tras ese intenso orgasmo de Mar.
Estuve en el sofá esperando a que terminasen, pero esa espera se me hizo interminable, hasta que Tere salió del baño.
- Bueno, ya está. Ha quedado perfecta... - dijo mi esposa.
- ¿Ah sí? - pregunté tragando saliva.
- Como el mío, ya sabes... aunque no lo puedes ver, lo tienes que imaginar, jajaja... - dijo dicharachera, Tere.
- Sí, claro.
- Está preciosa, Carlos, sin nada de vello. Si este fin de semana Sergio no se come ese coñito, es para matarle. Estoy segura de que a él le gustan así, sin vello, como el mío. dijo y a continuación se abrió el pantalón flojo que llevaba y al mismo tiempo sus braguitas, mostrándome su coño libre de vello, que yo conocía de sobra, pero ella sabe lo que me encanta.
Mi turbación me impedía comportarme con serenidad y estaba realmente nervioso porque Tere me notara algo raro. En todos nuestros años de matrimonio nunca le fui infiel y ahora con su amiga... con mi amiga...
En ese instante salió Mar del baño con su vestido floreado y su gran sonrisa en su rostro. En su mirada se notaba que estaba feliz, pero además el brillo de sus ojos parecía anunciar la mayor de las lujurias como si pensara en lo sucedido entre ella y yo, minutos antes, al menos así quería yo leer su mente. Cruzamos las miradas, unas sonrisas cómplices y nos despedimos hasta el fin de semana que era por fin nuestra escapada a la casa rural con spa.
Los días que faltaban hasta nuestro plan de fin de semana, estuve dándole vueltas a la cabeza y cada vez que ponía en mi mente esos labios vaginales sonrosados de Mar, su sabor, su embriagador olor... y ahora sabiendo que se vería aún más espléndido, mi polla se endurecía, pero lo peor de todo es que cada vez que lo hacía, venía mi ángel bueno, se ponía sobre mi hombro derecho y me recordaba a Tere, mi mujer, a la que siempre fui fiel y totalmente sincero. Pero ahora... ahora estaba la locura de Mar.
Al fin llegó el viernes. Estaba conduciendo a casa de nuestros amigos sin dejar pensar, una vez más, en el precioso coño de Mar, su aroma y ese sabor que todavía parecía tener en mi paladar, cuando por fin llegamos, descubriendo a la pareja esperándonos. Sergio me saludó, pero casi no le hice caso pues mi vista se dirigió rápidamente al cuerpo de su mujer. Mar llevaba una camiseta blanca muy ceñida con unas letras de colores, su pecho se veía rotundo y a mi parecer sin sostén, pues se movían con mucha ligereza esas tetas. Llevaba sus deportivas blancas y su pelo recogido en una coleta, dándole un aspecto muy juvenil, pero lo más alucinante era un pequeño short de lycra azul, tan pequeñito que sus glúteos apenas podían ser cubiertos queriendo sobresalir por los costados. Y lo más alucinante, su coño, que ya imaginaba lampiño, se dibujaba claramente en la forma de sus labios y su abultado pubis. Mi polla dio otro de sus respingos e intenté disimular todo lo posible metiendo las maletas que traían en mi coche.
- ¡Estás impresionante Mar! - dijo Tere a su amiga.
- Gracias - respondió ella, pero con su mirada clavada en la mía.
Las mujeres se sentaron detrás y Sergio, a mi lado, fue dándome palique durante todo el viaje, hablándome de cosas de su trabajo, en una conversación bastante aburrida, pero además yo no le prestaba demasiada atención porque no dejaba de pensar en el cuerpo de su esposa y corroborándolo de vez en cuando a través del retrovisor, con esas tetas que se movían como flanes y esas piernas largas y suaves que deseaba tocar de nuevo.
Yo mientras, conducía por las interminables curvas que nos acercaban a nuestro destino, ajeno a la animada conversación que me estaba dando mi amigo, hasta que paramos en la gasolinera para cargar combustible. Sergio se dirigió a la tienda para comprar alguna bebida para el viaje y yo me puse a repostar, pero al estar la ventanilla trasera del coche abierta pude escuchar a las chicas perfectamente.
- Estás guapísima Mar, seguro que Sergio habrá alucinado. Estás rompedora con ese atuendo- oía la voz de mi esposa.
- Gracias, Tere.
- Es la verdad. ¿Y ese chochito depilado? ¿Ya te lo ha visto Sergio?
- No.
- ¿Aun no lo ha visto?
- Pues no, seguí tu consejo y lo quería reservar para la noche de mañana que es su cumple.
- Estarás cachonda perdida...
- No lo sabes bien, tengo el coño palpitante.
- Jajajaja... Pues intenta aguantar, así tendremos tiempo para irle calentando todo el fin de semana, ¿no te parece?
- A ver si así se fija.
- ¿No te ha dicho nada de tu indumentaria?
- ¡Qué va! Yo creo que ni se ha dado cuenta.
- No me puedo creer que no se haya fijado. Estás rompedora.
- ¿En serio?
- Estás alucinante, Mar
- Pues ya ves, mi marido no me ha dicho nada y eso que voy sin nada debajo para que se me marquen los pezones y el chochito.
- ¡Esa es mi Mar! - añadió Tere y entendí que debieron darse un abrazo.
- Pues yo sé de uno que sí se ha fijado – dijo de pronto Tere.
- ¿Quién? - preguntó mar con la voz temblorosa.
- Carlos, ¿quién va a ser?
Tuve que tragar saliva al escuchar decir eso a Tere y pasaron otros cuantos segundos sin que me diera cuenta de que el surtidor ya había llenado el depósito.
- ¿Lo dices de verdad? - preguntó Mar al rato.
- Totalmente, creo que le has puesto nervioso. Yo creo que esta noche la que va a ser follada soy yo, por tu culpa.
- ¡Qué suerte! - respondió Mar
Después hubo un nuevo silencio, supongo que mi amiga lo dijo sin pensar, pero Tere no parecía encontrar nada raro, de hecho, su risa denotaba lo contrario.
- Tenemos que explotar eso este fin de semana, calentar a Sergio, ponerle celoso, ya sabes.
- ¿Y cómo?
- Pues aprovechándonos de Carlos, acercándose a ti, piropeándote, no sé... poniendo nervioso a Sergio y así se dará cuenta de la mujer deseable que tiene en casa
- Y a Carlos... ¿Le parecerá bien?
- Déjalo de mi cuenta, pero ten por seguro que nos echará un cable. - añadió Tere.
En ese momento se cortó la conversación cuando apareció Sergio con bolsas de patatas y refrescos para el viaje. Al fin nos pusimos en marcha hacia la casita que habíamos alquilado, que precisamente Tere y yo ya habíamos disfrutado meses atrás en un fin de semana romántico y que fue bastante ardiente, por cierto, por eso ella iba explicando lo bien que estaba equipada la casa, con la pequeña sauna y jacuzzi privado, bastante apartada del mundo, aunque relativamente cerca de Madrid, llena de senderos y bosques por los que caminar y ambos creímos que podría ser una buena opción para hacer una escapada a cuatro, como solíamos hacer antes, con la excusa de preparar el terreno para el cumple de Sergio y ponerle a Mar en bandeja. Mi mujer se encargó de alquilarla y organizar el fin de semana con nuestros amigos. Ella lo iba explicando a medida que nos íbamos acercando.
- Ya veréis chicos, que casita más mona solo para los cuatro. Tenemos que aprovechar este fin de semana a tope, celebrar el cumple de Sergio y darnos un homenaje los cuatro. ¿No os parece? - preguntó Tere dirigiéndose a mí, esperando mi respuesta.
- No me recuerdes lo del cumple, que llevo fatal lo de los cuarenta – intervino Sergio.
- Bueno pero muy bien llevados, hijo, seguro que estás hecho un toro - añadió Tere con toda su intención.
- Se hace lo que se puede - respondió él, en una frase hecha, aunque los demás sabíamos cosas suyas que él, desde luego ignoraba.
- Pues olvídate de los cuarenta y disfrutemos los cuatro de este sitio, que verás cómo es mágico. ¿Verdad Carlos?
- Sí, claro. Espero que lo pasemos bien, como la otra vez que estuvimos y además ahora los cuatro. - añadí.
- Y tanto, chicos Carlos lo dio todo.
- Bueno mujer...
- Es verdad, cariño, el sitio te calentó un montón en el otro viaje, bueno nos calentamos mucho los dos en aquel fin de semana - seguía relatando Tere con sus ojos brillantes.
- ¿De verdad? - preguntaba Mar con curiosidad, intercambiando su mirada con la mía a través del espejo.
- El sitio es una monada... – continuaba Tere - apartado del mundo, muy chulo, en medio del bosque, el lugar más romántico que os podáis imaginar. Y luego la sauna-spa que es pequeñita pero que da mucho juego... y está muy bien, ya sabes el calor atrae al calor, el agua, las burbujas, la sauna, la de horas que se pasó en ella aquí vuestro amigo, - añadía señalándome.
- ¿Y se os abrieron mucho los poros...? - comentó Mar con doble sentido.
- Los poros y otras cosas - comentó mi esposa y todos reímos.
Estaba deseando volver al Spa, que ciertamente fue un lugar muy cachondo, pero ahora con un aliciente nuevo, ver a Mar, con la máxima calentura y el máximo glamour preparada para su esposo. Yo aprovecharía para poder admirarla de nuevo, estar cerca de ella y quien sabe si volver a disfrutar de su chochito abierto, como cuando la tuve allí tumbada en mi bañera, algo que lograba endurecer mi polla por momentos, manteniéndome en tensión y tremendamente cachondo durante aquella última parte del trayecto.
- ¿Y también dices que hay varias rutas chulas? - preguntaba Sergio a quien siempre le encanta patear
- Si, ya verás, estamos en plena naturaleza, hay varias, y aunque no son de mucha dificultad el entorno merece la pena. - le explicaba mi mujer pasándole el móvil para enseñarle.
A medida que nos acercábamos a nuestro destino, yo no para de darle vueltas a que quizás no había sido tan buena idea lo de este finde, por una parte, tenía enormes deseos de estar cerca de Mar y volver a tocarla... pero por otro comenzaba a asustarme la idea de que todo se pudiera descontrolar y de que Tere o Sergio se pudieran dar cuenta de algo de lo nuestro o ¿en realidad no había pasado nada? Tendría que ser sensato y no abusar de la debilidad de mi amiga, que al fin y al cabo llevaba tanto tiempo sin sexo. Debería ponerme firme conmigo mismo, aunque quizás no pasase nada más y al fin y al cabo ese juego secreto de Mar y yo, quedase solo en esa preparación previa de días atrás...
- ¡Carlos!, ¡Carlos hijo! - Tere me reprendía algo enfadada
- ¿Eh... qué?
- ¿Dónde estás?, Llevas todo el viaje en las nubes. ¡Te has pasado la entrada! - me gritó.
- Lo siento... es que estaba con mi cabeza en otro sitio. - dije mirando por el retrovisor a mi amiga que me devolvía su mirada con un guiño.
Di la vuelta para encauzar la entrada y allí estaba, la bucólica casita al pie de la sierra y una pick-up en la que debía estar esperándonos el propietario. Cuando paré a su lado y me dispuse a bajar me di cuenta que yo seguía con mi polla super dura; cerré los ojos y resoplé, tratando de relajarme y pensar en otra cosa que no fuera Mar, pero cada vez me daba más cuenta de que ese finde iba a ser de todo menos relajado.
Tras explicarnos el encargado cómo funcionaba un poco todo, el hombre se fue, no sin antes echarle una buena ojeada al culito de Mar y después al de Tere y no era para menos, porque las dos estaban muy sexys, pero especialmente Mar con esa redondez perfecta de su culo rematada en un short de lycra. Otra vez mis malos pensamientos me aturdían y otra vez volvía a maldecirme a mí mismo, pensando en mi esposa, que, desde luego, no se merecía esa traición, ni que yo pensara ni actuara de esa manera.
Enseñamos la casita a nuestros amigos, que alucinaban con todos los detalles y equipamientos de que disponía. Con dos amplias habitaciones y un solo baño arriba, mientras en la planta baja se disponían una pequeña cocina y un amplio comedor desde donde se accedía a un cuerpo anexo donde, sin duda, aparecía lo mejor del alojamiento. Desde el comedor se daba paso a una pequeña sauna finlandesa, con un conjunto de dos columnas de duchas escocesas de chorro y una pequeña piscina o pileta de hidromasaje. Después de enseñarles toda la casa, las chicas se repartieron las habitaciones. Lógicamente, la más grande se la quedaron Sergio y Mar, porque la noche del sábado iba a ser su noche y solo recordar que ese chochito iba a ser penetrado después de tanto tiempo me ponía realmente nervioso y excitado.
- Oye, qué os parece si nos hacemos una rutilla corta, todavía es pronto. - comentó Sergio en el pasillo.
- Sí, anochecerá en un par de horas, podemos aprovechar – comenté yo.
- Vale, metamos a enfriar la comida y la bebida que hemos traído. - apuntó Mar - ¿me echas una mano, Carlos?
Naturalmente que ayudé a esa preciosidad a meter en el frigorífico unas cuantas cervezas, las botellas de vino y toda la comida que habíamos preparado previamente y de paso sentirla de cerca, admirar sus curvas y su precioso rostro.
- ¿Cómo estás Carlos? - me preguntó en ese momento.
- Bien. - respondí con mi mente dando vueltas, pero con intención de decirle que debíamos parar cuanto antes todo aquello.
- ¡Pues yo estoy cachondísima! - añadió apretando mi brazo.
La miré a los ojos y ella acercó su boca a la mía para darme otro besito corto pero intenso, haciéndome sentir la blandura de sus carnosos labios contra los míos.
- Además, llevo un regalo tuyo. ¿Sabes? - añadió acariciando mi nuca con suavidad, aprovechando que nuestras respectivas parejas estaban sacando maletas del coche.
- ¿Un regalo mío? - pregunté confuso.
- Sí, la bolita china... esa que vibra a cada paso.
- ¿De verdad? - dije y mi polla se volvió a tensar.
- ¡Uf, Sí!... ¡me está matando de gusto... y me encanta tener algo tuyo dentro de mi coño!
Su frase hizo que toda mi piel se erizase y justo en ese momento, se oyó la voz de Tere entrando en la casa.
- ¡Venga pesados, que se nos hace de noche! - gritó.
Dos minutos más tarde estábamos de marcha por un pequeño bosque al que bordeaba un arroyo. Las chicas iban delante y nosotros hablábamos, casi siempre del trabajo de Sergio, aunque mi pensamiento y sobre todo mis ojos estaban clavados en el culo de Mar... Su movimiento oscilante resultaba hipnótico. Ella de vez en cuando miraba para atrás y nos sonreía, pero aquella mirada parecía decirme “este culito es tuyo... cuando quieras”. Me fijaba en ese perfecto trasero y también por detrás cómo se adivinaba ese bulto que formaba su sexo en el que debía estar insertada aquella bola que compré especialmente para ella en el sex-shop. Sólo con imaginar esa esfera impregnada con sus juguitos, vibrando dentro de su coño, me ponía malo. Mi amigo seguía hablándome, pero yo apenas le prestaba atención.
En un momento de la marcha Tere le indicó algo a nuestra amiga y ambas se pararon. Mi esposa se volvió y agarrándose a mi cuello, me plantó un beso, mientras que Mar hacía lo propio con su marido, aunque él parecía más cortado.
- ¿Y eso? - pregunté sorprendido después de que la boca de Tere devorara la mía.
- Pues que este finde es romántico, ¿no? - comentó mi mujer.
- ¡Y cachondo! - comentó Mar riendo en un plan que parecían tener montado entre las dos.
A renglón seguido se agarró al cuello de su esposo y de un salto se aferró a su cuerpo abrazándole también sus piernas alrededor de la cintura de este, plantándole un largo beso. Es curioso, pero sentí celos...
- ¡Cariño, no estamos solos! - comentó él.
- Eso tiene arreglo. – intervino Tere.
Inmediatamente tiró de mi mano y nos fuimos alejando para dejar a la pareja a solas, mientras Mar demostraba lo caliente que estaba y de paso me lo estaba poniendo a mí. ¡Cuánto hubiese deseado que me abrazase a mí de esa manera y tener ese cuerpito pegado al mío y su sexo apoyado en el mío!
Más alejados, Tere me quiso contar su plan.
- ¡Has visto lo cachonda que está la pobre? - me comentó mi esposa refiriéndose a nuestra amiga.
- Esto... sí, ya he visto. - respondí titubeante.
- Es que lleva tanto sin follar... pobrecilla.
Esa frase martilleó mi cabeza y volvía a dibujar en mi mente ese chochito tan lindo y cómo debía ser la cosa de ser perforado. Soñaba con sustituir esa bolita vibradora por mi polla dura. Maldecía a Sergio, me maldecía a mí, pero estaba claro que si su marido no se la follaba ese fin de semana yo me ofrecería voluntario. Esa mujer era la invitación a follársela sin parar.
- Pero no sé si Sergio está muy por la labor. - dije porque veía que él no estaba tan entregado a ese juego.
- Ya, por eso tenemos que ir allanando el terreno. - me comentó ella.
- ¿Para esta noche?
- ¡No, qué va! Hoy estos dos no van a follar, Mar sólo lo está calentando, poco a poco. Espero que lo consiga.
- Ya... pero entonces. - dije sin entender.
- Lo está reservando para mañana que será el gran día o la gran noche.
- Pues como siga así, seguro que le calentará.
- Bueno contigo ya lo ha conseguido. - dijo señalando mi entrepierna.
En ese momento me di cuenta de que mi bulto era considerable y Tere sonreía al verme tan apurado.
- No pasa nada, es normal, cariño... Es lógico que con todo esto que estamos preparando desde hace días, estés excitado. ¿Sabes?... Yo también lo estoy.
- ¿Ah sí?
- Claro, es lo más natural del mundo. Lo raro es que no se excite Sergio, pero todos los demás...
- ¿Entonces no te molesta? - dije.
- ¿El qué? ¿Qué te pongas cachondo con Mar? Para nada, amor, es normal, está buenísima, con ese cuerpazo y ese atuendo, que además solo lleva lo que ves... - soltó esa frase, que, aunque yo sabía, parecía querer ver mi reacción - y ese cochito depilado, creo que levantará a un muerto y es normal que a ti te la ponga dura. - sentenció.
La sinceridad y rotundidad de Tere eran sorprendentes, pero es que además conseguían excitarme más de lo que ya estaba todavía, añadiendo más pólvora al hecho de ver ese cuerpo que no llevaba braguitas, ni sostén bajo su ajustada vestimenta y yo notaba como mi polla palpitaba, sabiendo algo que seguramente Tere ignoraba, que además tenía metida en su coño la famosa bolita que yo le regalé, así que gran culpa de la calentura de Mar, era mía...
Al cabo de un rato, tal y como ellas habían programado, volvimos a su encuentro y las chicas volvieron a adelantarse en el camino de regreso a la casa, pues estaba empezando a anochecer. Ellas bajaban riendo y susurrando, pero en cambio Sergio parecía más callado.
- ¡Qué suerte tenemos con estos dos bellezones! - le comenté a mi amigo.
- ¿Cómo?
- Con nuestras chicas, digo. ¿Acaso no te ha puesto a cien la tuya? - pregunté con curiosidad.
- Sí, la verdad. - dijo, aunque parecía incómodo por mi pregunta.
Me costaba creer que esa mujer no despertara al máximo la pasión en él, sobre todo siendo una preciosidad y estando tan cachonda... Mar se la levantaría a un muerto y en cambio Sergio parecía metido en otro mundo...
- Vamos a hacernos una foto artística – propuso Tere cuando las dos chicas se pararon frente a un gran árbol.
- ¿Artística?
- Si, nosotras arriba, subidas a esa rama. - dijo mi esposa señalando el lugar - Vete preparando la cámara mientas Carlos nos ayuda a subir. - le comentó a Sergio que se alejó del árbol para encuadrarlo todo, colocando la cámara sobre una gran piedra.
Tal y como mi esposa indicaba, la sostuve por la cintura y la aupé hasta la primera rama de ese enorme árbol, pero tuve que empujar su culo para que quedara sentada y no se cayera, de tal modo que quedó con sus piernas colgando.
- Ahora ayuda a Mar, ¿vale cariño? - me dijo desde arriba con un gesto cómplice.
- Claro.
- Y tócale bien el culo. - añadió moviendo sus labios para que Sergio no pudiera oírla.
Arqueé las cejas y ella, tras asegurarse de que Sergio seguía ajeno a la conversación, volvió a susurrar.
- Tócale bien el culete para ponerle celoso, que te vea, a ver si así despertamos a la bestia. - comentó de nuevo.
La bestia ya estaba despertada y era yo, con una empalmada brutal y tras mirar a mi esposa y luego a Mar, entendí que todo parecía premeditado, ya que ella sonreía cómplice con su amiga. Me puse tras su precioso cuerpo, agarrándola primero por la cintura para empezar a subirla al árbol, pero ella sacó un poco su culo, supongo que todo, dentro del plan, aunque se la veía más lanzada de lo normal. Esas perfectas posaderas rozaron mi paquete, una y otra vez en el intento de ayudarla a subir, lo que provocó un chispazo por todo mi cuerpo.
- ¡Qué dura está, Carlos! – me dijo a modo de suspiro con su mejilla pegada en la mía sin que nos pudiera oír ni Sergio ni mi mujer.
Ella apretó aún más su culo contra mi bulto y se restregó intencionadamente, aunque yo ya no sabía si era cosa del plan o es que estaba totalmente desbocada. Mis manos subieron hasta posarse debajo de sus tetas, pudiéndolas tocar ligeramente, lo que provocó un suspiro por parte de mi amiga y un nuevo rozamiento de su pequeño short contra mis vaqueros. Luego terminó de subir al árbol, pero tras mirar a Tere y que esta me hiciera el gesto, yo empecé a manosear ese culo, con la idea de ayudarla, pero también de meterle mano a base de bien, de hecho, no me limité solo a tocar el pandero, al que le di un tremendo repaso. Mis dedos juguetones parecían querer más guerra, rozando su rajita abultada, y una de las veces apreté incluso mis dedos en su ano haciendo que ella soltara una risita nerviosa. ¡Dios, estaba loco, pero me la hubiese follado allí mismo!
Una vez arriba, todos repuestos, yo me puse al pie del árbol y Sergio corriendo a mi lado, quedando las chicas arriba. Hicimos varias fotos tipo selfie y en la bajada volví a bajar primero a Tere, que me sonrió diciéndome al oído.
- Le has dejado con la mosca detrás de la oreja con ese toqueteo.
- ¿Me he pasado? - dije yo también en voz baja.
- No, para nada... al contrario... ¡has estado genial!
Luego me ofrecí a ayudar a Mar a bajar de la rama del árbol y esta vez de frente, la sostuve por las caderas y ella se apoyó en mis hombros para después pegarse a mí como una lapa, rozándome intencionadamente a medida que yo la bajaba lentamente pasando todo su hermoso cuerpo contra el mío, rozando la blandura de sus tetas desde mi cara hasta mi pecho, hasta que en un momento nuestros sexos quedaron pegados y ella se mordió el labio y me soltó al oído.
- Me muero por esa polla dura.
Mar salió corriendo con Tere de camino a la casita y yo intenté disimular la erección que me había provocado para que su marido no notara nada extraño.
CONTINUARÁ...
Sylke y Kaarlosk
ID: 786531 & 1462535