Amigos con derecho a roce (capítulo 2)

Todavía ni me creía haber enviado la foto de mi corrida a Mar, ni si por ello dejara de hablarme para siempre. ¿Me había vuelto loco?

Amigos con derecho a roce

CAPITULO 2

Me quedé un buen rato asimilando lo que acababa de hacer y casi arrepintiéndome al mismo tiempo por mi extraño comportamiento. ¿Cómo había sido capaz de enviarle esa foto a Mar? Miré mi cuerpo desnudo reflejado en el espejo y luego esa mancha que había dejado en la ropa interior de mí mujer. Mis ojos estaban clavados en esa prenda recordando los momentos en los que el cuerpo de Mar estaba ahí embutido. Volví a rememorar cuando la abracé por detrás, sintiéndola por completo, y cuando me mostró avergonzada esa manchita en el tanga, y luego ese beso, un beso intenso en la puerta de casa que ambos nos dimos con tantas ganas. Recordándolo me sentí cachondo y al mismo tiempo sucio, como si la hubiera provocado por haberla llevado a ese callejón sin salida, abusando de su confianza en mí. Seguramente acabaría pensando que era un cerdo, por haberla besado y luego enviándole esa foto con mi regalito... llegué a pensar que no merecía ser su amigo.

Todo esto me torturaba en el baño de mi dormitorio mientras metía la prenda en el lavabo y tras echarle jabón especial para prendas delicadas, frotaba con ganas sobre esa mancha para evitar sus posibles consecuencias. No dejaba de pensar en la foto y querer limpiar también mi desafortunado comportamiento, ¿Estaba loco?, ¿Qué podría pensar Mar de mí?, ¿Qué era un depravado?, ¿Iría a contárselo a Tere?

En ese momento pensé que lo mejor era borrar la foto antes de que ella la viera. Encendí el móvil busqué el mensaje y cuando me disponía a eliminarla, me di cuenta de que ella ya la había visto. ¡Dios!

Traté de calmarme mientras le daba a la prenda con el secador y la dejaba doblado nuevamente en el cajón de las prendas íntimas de Tere. Me vestí y me puse a ver la tele en el sofá, pues no quería seguir pensando en la locura de la foto. Aun así, no paraba de darle vueltas para llamar a Mar, disculparme, rogarle que me diera otra oportunidad. Lo mejor era coger el toro por los cuernos y decírselo, sí, estaba decidido, cuando de pronto oí que me entraba en el móvil un mensaje de mi mujer.

-        Hola cielo, estoy con Mar, llegaré un poco tarde, que le he comprado cositas, ya te contaré.

Menos mal que no la llamé justo unos segundos antes, aunque pensándolo bien, quizás sí debería estar llamándola y pedirle que por Dios no le dijera nada a Tere.

El resto de la tarde me lo pasé torturando mi cabeza, hasta que oí las llaves de casa, Tere entró con sus saludos de siempre y me dio un beso que afortunadamente yo noté también de los habituales.

-        ¡Hola cariño! - me saludó Tere efusivamente.

-        Hola... ¿cómo te fue con Mar? - le pregunté con unos nervios tremendos, que intenté disimular con todas mis fuerzas.

-        ¡Genial!, por cierto, ¿y tú qué tal con ella?

Esa pregunta me dejó totalmente paralizado y casi no lograba articular palabra, hasta que solo dije un:

-        Bien...

-        ¡Qué soso!... Ya me dijo que ha venido a verte y que la has orientado mucho. Ya sabía que podía confiar en ti. - sentenció haciéndome sentir un vacío en mi estómago.

No sabía dónde meterme sin que se me notara el nerviosismo, pues estaba en un “tierra, trágame” pero en el fondo, viendo el comportamiento de mi mujer, ella no debía saber toda la verdad, al menos Mar no le debió contar lo del beso, ni lo del body y ni mucho menos que yo me corriera encima.

-        Mira todas las cosas que le he traído para probar para la fiesta de Sergio. - me dijo.

A continuación, empezó a sacar de unas bolsas toda clase de “trapitos” de lo más sugerentes con los que por lo visto había estado trasteando y probando con Mar en su casa. A cada cual, todas las vestimentas eran de reclamo total, en las que había varios conjuntos de lencería, algunos muy parecidos a los que usa Tere, pero todavía más atrevidos, había botas altas de cuero, minifaldas, blusas que se ciñen a tope, sandalias de altísimo tacón, medias, tangas, vestidos de lycra...

-        ¿Cuál te gusta más para Mar? - me preguntó Tere sosteniendo un corset de cuero negro.

-        Bueno, me gustan todos. - respondí

-        ¡Lo sabía! Eso mismo dije yo. Pero ella sigue reacia... me tienes que ayudar a que se vaya soltando y animando, ¿eh, Carlos?

-        Esto... sí, claro.

-        ¿Quieres ver cómo le queda todo esto? La estuve haciendo fotos con cada cosa. - me dijo sacando su móvil del bolso.

No me podía creer que Tere me pusiera todo en bandeja y nada menos que ver a Mar con cada una de esas prendas.

-        Por favor, no le digas que te las he enseñado, ¿eh amor? - me advirtió antes de empezar.

-        No, tranquila.

La primera foto de la galería que me enseñó mi mujer era la de Mar vestida de colegiala, con una faldita de cuadros y una blusa blanca que potenciaba aún más su pecho, luego otra vestida de lycra con un vestido blanco ajustado y las últimas con lencería, especialmente la última con una prenda muy parecida a la que ella misma se había probado en vivo delante de mí durante su última visita a nuestra casa.

Mi erección fue inmediata y volví a taparme con el cojín, con la esperanza de que Tere no se hubiese dado cuenta, pero sorprendentemente no fue así.

-        ¡Te ha puesto nervioso Mar con esos modelitos!, ¿A qué sí? - me dijo sonriente.

-        Tere... yo.

-        Es normal, Carlos, ¡está arrebatadora!

-        Sí, lo está.

-        ¡Mira en esta que cara de putón! - me dijo señalando una con un corset negro y botas altas.

-        Está muy guapa. - dije yo siendo menos efusivo.

-        Vamos, no seas remilgado. Si me ha puesto cachonda hasta yo, haciéndole las fotos. Reconoce que está para comérsela.

-        Bueno, sí...

-        Vamos, si tú siempre lo dices que a los tíos os pone mucho que en la cama seamos unas zorras, ya verás como Sergio no la deja se levante de la cama ni a mear en cuanto la vea en su cumple así. ¿No te parece?

-        Supongo que sí...

-        Pues de eso se trata, cariño, de que despierte por fin a su marido, que a ti veo que te ha despertado ya, jeje...  - comentó señalando mi bulto, que yo trataba de ocultar totalmente apurado.

Mi corte era total, sin embargo, Tere estaba feliz y terminó de recoger todo en las bolsas, pero sin presentar ningún tipo de celos, ni reproches conmigo tras mi reacción incontrolada, al revés, parecía contenta de que yo también me excitara viendo a nuestra amiga. Luego se volvió para recordarme:

-        Tienes que ponerte con ella ya ¿vale, amor?, que quedan pocos días y seguro que a ti se te ocurren un montón de cosas para prepararla a tope.

-        ¿Tú crees?

-        Claro, Carlos, tú eres muy imaginativo, además la visión de un hombre es vital, tú sabes lo que te gusta, lo que le puede gustar a Sergio. ¿La echarás una mano con eso?

Una y dos manos. Se me ocurrían miles de cosas que me podrían gustar a mí y supongo que, a la mayoría de los mortales, pero la primera que me gustaba por encima de todo era la propia Mar.

-        No sé qué puedo aportar yo... - comenté con disimulo ante mi esposa.

-        Pues mira, yo la iba a llevar a comprar más lencería y luego quería llevarla a un sex-shop, pero supongo que eso mejor contigo, así veis qué disfraces y qué juguetes podría incorporar para esa noche.

No me lo podía creer, pero mi mujer estaba incitándome a llevar a Mar ¿a un sex-shop?

-        ¿Y tú no vienes a ayudarnos? - le pregunté.

-        ¡Huy no cariño!, después del trabajo salgo como un cohete para Alcalá, he quedado con mi hermana tenemos bastante lio con el tema de la herencia, a ver si cerramos todo eso de una vez. Pero no te preocupes, tú te mueves como pez en el agua en esas tiendas, ya sabes lo que me gusta a mí, seguro que a ella también...

Tere se me quedó mirando un rato y tras morderse el labio inferior me dijo.

-        ¿Te ayudo a bajar esa tensión? - comentó señalando el bulto que yo trataba de ocultar bajo el cojín.

No me dio tiempo a réplica, Tere se arrodilló delante de mí, apartó el cojín y sacó mi polla que estaba durísima. Tras mirarme a los ojos y lanzarme una de sus sonrisas picaronas, se introdujo mi rabo hasta que prácticamente desapareció en su boca. En eso Tere es una auténtica campeona y sigo sin saber cómo es capaz de meterse hasta el fondo de su garganta toda mi polla. Yo estaba en shock, no solo por la mamada, que como siempre Tere sabe ponerme a tope, sino que ella me la estaba chupando tras haberme puesto cachondo viendo las fotos de nuestra amiga. Sin embargo, eso a ella también parecía ponerle y yo, aunque miraba su cabeza bajar continuamente tragándose mi verga, no dejaba de pensar en Mar ataviada con cada una de aquellas sugerentes prendas que Tere me había mostrado en la pantalla de su móvil.

Tardé muy poco en correrme debido a mi tensión acumulada, derramando un montón de disparos de mi semen que la llenaron su cara por completo, embadurnada, en sus pómulos, cejas y algunos regueros que se escurrían por su barbilla. Ella tras sonreírme, salió corriendo al baño para limpiarse. ¡Joder, me había corrido como nunca!

Esa noche follamos Tere y yo, como solíamos hacer a menudo, pero lo que ella no sabía es que cada momento, cada beso, cada penetración, era pensando en Mar, en sus tetas, su cuerpo, su lindo rostro... me costó conciliar el sueño tras hacer el amor con mi esposa y a la mañana siguiente me costaba también concentrarme en el trabajo, cuando me entró una llamada de ella... ¡de Mar!

-        Hola... Mar. - dije con apuro sin saber cómo podría reaccionar mi amiga.

-        Hola Carlos. ¿Tienes un rato para tomarte un café?

-        Claro. Cuando quieras.

-        ¿Puedes ahora?, Te espero en la cafetería de enfrente.

A pesar de bajar a toda prisa por la escalera con ganas de volver a encontrarme con ella, en el fondo no dejaba de pensar que seguramente me iba a llevar la bronca del siglo, tras la famosa foto de mi corrida. Busqué mil excusas, cualquier tontería que se me ocurriera, pero no quería perder su amistad por nada del mundo.

No me costó encontrarla sentada al fondo, en una mesa apartada. Su blusa mostraba un precioso busto con su sugerente canalillo y unos vaqueros ceñidos, dibujaban sus endiabladas curvas. Me acerqué y me sonrió tímidamente saludándome desde lejos. Me senté frente a ella en la mesa tras pedir dos cafés. Nos quedamos mirándonos un largo rato. Luego ella bajó la mirada a su taza de café que acababa de dejar el camarero.

-        Yo... Mar.… quería disculparme – le dije al fin.

-        ¿Por qué, Carlos? - me preguntó levantando de nuevo su linda mirada.

-        Por lo de la foto. Me pasé mucho... no sé qué tenía en la cabeza.

-        ¿Lo dices por tu corrida? - me dijo de sopetón.

-        Sí, lo siento mucho.

-        Carlos... ¡Me encantó!

Tardé unos segundos en reaccionar, pues no entendía que ella no me hubiese mandado directamente a la mierda y ahora me estaba diciendo que le encantaba ver esa foto con mi semen embardunando el body, justo en el punto donde había estado la mancha de su coño.

-        Sí, Carlos... no me atreví a llamarte, porque estaba muerta de vergüenza y me sentía culpable por haberte provocado. Incluso llegué a pensar que te habías mosqueado, pero al ver esa foto me sentí tan feliz...  extrañamente complacida.

-        ¿Haberme provocado?

-        Bueno, me pareció que te calenté, luego te besé... No sé. Pero desde luego me sentí mejor al recibir tu foto. Me encantó sentirme tan atrayente para ti.

-        ¿En serio, Mar?

-        Te lo juro. Hacía tiempo que alguien no se excitaba conmigo y menos que me lo quisiera demostrar así, como lo has hecho tú sobre esa prenda.

Agarré sus manos entre las mías, sin creerme lo que decía, pero me fue tranquilizando según me lo iba contando y le mostré una gran sonrisa de complicidad.

-        Mar, eres una mujer impresionante. No entiendo como Sergio no haya mostrado lo que yo no pude reprimir...

-        Ni yo tampoco, por eso me sentí tan deseada, tan admirada, al ver esa foto. Gracias, Carlos.

Hubo otro silencio en el que ambos parecíamos estar recopilando toda la información y se demostraba una vez más nuestro buen feeling.

-        He estado con Tere esta tarde. Me ha estado ayudando con ropa... sexy. - me dijo.

-        Sí, lo he visto - confesé a pesar de prometer no contarlo.

-        ¿Lo has visto?

-        Sí, Tere me enseño las fotos. ¡Estabas alucinante en todas!

Mar se sorprendió, poniéndose aún más colorada, algo que le hacía ser más deseable. Se sentía avergonzada, seguramente porque Tere le debió prometer que no las enseñaría.

-        Me encantaron todas y especialmente la foto del bodi, aunque ya tuve la gran suerte de verte con otro en vivo. - le dije sin soltar sus manos.

-        Sí, tonto, no me lo recuerdes...

-        La de colegiala también me gustó mucho y la del corsé negro con botas altas.

-        Yo con esas me veía como una zorra...

-        Bueno, estabas preciosa y ya sabes lo que nos gusta a los tíos... ¡una dama en la mesa y una zorra en la cama!

Ambos reímos por ese comentario mío y la conversación se hizo mucho más distendida, en la que me contó lo que ya sabía, que Tere se había empeñado en que yo la ayudara en un sex-shop.

-        Entonces ¿En serio no te molesta acompañarme, Carlos? - me preguntó.

-        No, si tú te sientes cómoda.

-        Contigo siempre... - dijo volviendo a ponerse colorada por su comentario, que a mí por cierto me encantó.

Nos dio tiempo a tomar un segundo café y charlar amigablemente, cuando la conversación derivó a unas confesiones que debió hacerle Tere.

-        ¿Te puedo preguntar algo muy íntimo, Carlos?

-        Claro, mujer.

-        Es que Tere me fue informando, ya sabes, para estar preparada con Sergio y me contó que en la cama os gusta jugar, emplearos a fondo y todo eso.

-        Pues sí, a veces nos disfrazamos, ella se pone pelucas... nos comportamos de forma diferente, representando un rol distinto a nuestra vida cotidiana.

-        Sí, eso me dijo y que incluso os gustaba fantasear con hacer tríos e intercambios con terceras personas.

Creo que fui yo el que se puso colorado en ese momento pues Mar formaba parte de muchas de aquellas fantasías íntimas. Algunas confesables a Tere y otras evidentemente no.

-        Vaya, veo que te ha contado muchas cosas. Pues sí, nos gusta fantasear con eso. ¿Vosotros nunca jugáis a eso? - le pregunté.

-        No, Carlos... nosotros lo hacemos más al estilo tradicional.

Mar infló su pecho cargado de aire en sus pulmones para acabar diciendo:

-        ¡Puf!, ¡Creo que Sergio no estaría por la labor de usar esos juegos y fantasías! - me confesó.

Me hubiera gustado confesarle que ella formaba parte de mis fantasías, estando con Tere y sobre todo estando solo, pues me he hecho mil pajas pensando en ella, pero no fui capaz, aunque mis experiencias le debieron gustar y poner algo cachonda a tenor de la presencia sus pezones marcados bajo su blusa. Miré después a su boca, sin poder evitar imaginarla devorando mi polla... soñando con sentir esos labios rodeando mi glande... y entonces noté que se me había puesto durísima bajo la mesa.

Tuve que desviar la conversación a temas más banales, para así dejar de excitarme con mi amiga y al final quedamos para vernos esa misma tarde y visitar un sex shop en busca de material para la famosa fiesta de cumpleaños de su marido.

El resto de la tarde en la oficina estuve tremendamente excitado, no era capaz de concentrarme y por fin acabé la jornada, pues lo único que quería era volver a ver a Mar.

Habíamos quedado en la puerta de portal de mi casa, porque el sex-shop estaba relativamente cerca y esperé arriba hasta que ella llegase. Sonó el timbre y recordé que mi amiga siempre es muy puntual.

-        Hola Carlos, ya estoy aquí - contestó al otro lado del telefonillo.

-        Hola Mar.… sube un momento.

-        Pero no habíamos quedado aquí abajo.

-        Sí, anda, sube...

Reconozco que estaba nervioso, pero quería urdir un plan que había estado pensando toda la tarde en la oficina.

Al abrir la puerta de casa y encontrarme a Mar, fue de nuevo un cosquilleo por todo mi cuerpo difícil de controlar y es que mi amiga cada vez despertaba más deseo en todo mi ser. A pesar de ir vestida con la misma ropa de la mañana, volvió a parecerme muy sexy, pero yo quise probar mi estrategia.

-        Hola Carlos - entró dándome dos besos impregnándome de su delicioso aroma.

-        Hola preciosa.

-        ¿Para qué me has hecho subir? - preguntaba algo azorada, pues después de su anterior visita parecía algo inquieta en mi casa.

-        Me gustaría que fueras al sex shop con una de las prendas que te consiguió Tere.

-        ¿Perdona? - me dijo ladeando su cabeza en busca de mi mirada.

-        Creo que, para ir avanzando de cara a la fiesta de Sergio, deberías ir ensayando tu nueva indumentaria. Yo había pensado en la de colegiala, la de la faldita.

La cara de Mar era de sorpresa e incredulidad por la propuesta que le acababa de hacer.

-        Pero Carlos... ¿cómo voy a ir así por la calle?

-        ¿Y por qué no? Quizás sea la manera de probarte a ti misma y ver si superas tus miedos.

Mi amiga permaneció callada durante unos cuantos segundos, hasta que yo le insistí.

-        Mira, tú entra en mi habitación y allí encontrarás las bolsas, te lo pruebas... y si no te convence pues nada, nos olvidamos de ello, de verdad.

Eso pareció convencerla y más decidida se metió en mi dormitorio, tras unos largos cinco o seis minutos la puerta se abrió de nuevo. La imagen de mi amiga no podía ser más impactante: La blusa blanca era muy sugerente, de alguna talla menos a la suya se ceñía endiabladamente a sus curvas, mostrando el canalillo de su generoso escote. La minifalda tableada de cuadros rojos y negros, era tan corta, que cualquier movimiento la podría dejar con el culo al aire “literalmente”, y de remate sus larguísimas piernas se ensalzaban con unos botines de mucho tacón con unos calcetines vueltos de colegiala que, acompañado a sus trenzas, le daban el aspecto más inocente y erótico del mundo.

-        ¡Dios, Mar, qué cambio!, ¡estás alucinante! - la dije admirando su cuerpo que era más que un reclamo.

-        ¿En serio?, ¿No parezco una furcia?

-        ¿Qué dices? ¡Eres un pibón! - añadí cogiendo sus manos y haciendo girar su endiablado cuerpo que se tambaleaba en esos finos tacones.

-        Entonces, ¿en serio te gusto? - dijo de entrada y luego corrigió - ... ¿Crees que esto le gustará a Sergio?

-        Le vas a matar porque yo tengo taquicardias ahora mismo. - añadí con una evidente erección que ella notó rápidamente pues el rubor en sus mejillas la delataban.

-        Pero no sé si me voy a atrever a salir así, Carlos... ¡Qué vergüenza!

Mis ojos devoraban esas piernas que ella cruzaba a la altura de sus tobillos en una pose que le daba todavía más feminidad de la que ella desbordaba siempre.

-        ¿No me has dicho siempre que crees que no gustas a los tíos? - la pregunté directamente.

-        Sí, pero...

-        A mí me has matado. ¿Por qué no te pruebas a ti misma si despiertas eso en los demás?

Tras dudarlo unos segundos y mirarme varias veces se agarró de mi brazo y salimos de casa con paso decidido.

Podíamos haber ido en mi coche, pero yo preferí ir caminando al lado de ese bombón que era mi amiga Mar, con su vestimenta de lo más sexy. Los ojos de los tíos alucinaban viendo caminar a esa preciosa mujer a la que temblaban los muslos a cada paso que daba, haciendo sonar sus tacones sobre la acera, algo que hacía sentirme orgulloso y excitado. De vez en cuando ella me miraba y encogía los hombros. Se notaba que estaba apurada, pero al mismo tiempo el brillo de sus ojos denotaba cierta picardía.

Por fin llegamos a la puerta del sex shop y observé como inflaba su pecho, tras haber pasado con ciertos apuros, por ese primer obstáculo, que era el de salir decidida y vestida de una forma mucho más provocativa de lo que ella jamás había ido. Mar, siempre ha sido muy sexy en su vestimenta y luce como nadie prendas ajustadas, vestidos, minifaldas, shorts... pero vestida de esa manera, de niña traviesa e inocente, no lo había hecho nunca y la verdad a mí me costaba no mostrar mi erección cada vez que mis ojos se perdían en su escote, o en la largura de sus piernas que dejaba a la vista esa faldita tan corta.

-        ¿Y bien? - le pregunté justo antes de entrar, mientras ella seguía colgada de mi brazo.

-        ¡Uf, estoy apuradísima, Carlos!

-        ¿Supongo que te habrás fijado en las miradas de los tíos? Te comían con los ojos...

-        Sí, ha sido increíble, nunca me había sentido tan...

-        ¿Deseada?

-        Sí, supongo.

-        ¿Y qué te ha parecido eso?

-        Pues para serte sincera, que eso me ha excitado bastante - concluyó enrojeciendo en su confesión y apretando mi brazo con su mano.

El hecho de que me confesara aquello hizo que mi polla diera otro pequeño respingo y ella pareció notarlo al dirigir su mirada hacia mi bragueta y sonreírme después.

Entramos por fin en la tienda y el hombre que atendía, que parecía enfrascado en el ordenador en un principio, levantó la vista en cuanto vio entrar a Mar, para observar detenidamente a ese angelito que es mi amiga. Su mirada lasciva lo decía todo, recorriendo el cuerpazo de ella desde los tobillos hasta la cara, regodeándose en ese atuendo tan llamativo de colegiala malota. Mar intentaba en vano estirar su falda y yo saludé al hombre y me adentré por los pasillos para que ella se sintiera más cómoda.

En nuestro recorrido por la tienda, Mar no se separaba de mí, mientras yo curioseaba por los pasillos, viendo las ofertas, juguetes, películas, disfraces y las últimas novedades.

-        ¿Ves algo que te atraiga? - le pregunté cuando me di cuenta de que estaba leyendo muy concentrada las especificaciones de un dildo anal.

-        Uf, Carlos, no sé si es buena idea esto, estoy empezando a dudar de lo que vaya a pensar Sergio si me presento con cualquiera de las cosas que veo aquí.

-        Pero tía, se va a poner como una moto hoy en cuanto te vea, así como vas, y encima con un regalito de estos.  Bueno que, ¿ves algo interesante?

-        Jo, Carlos, no tengo ni idea, ayúdame, quiero que le guste a él no a mí. ¿Tú ves cosas que te atraigan que yo podría usar? - me preguntó volviendo a agarrarse a mi brazo.

-        Mar, me atraes con lo que te pongas, pero te imagino con mil cosas que hay por aquí. - dije de sopetón.

Me di cuenta de que lo había soltado sin pensar, pero ella no pareció enfadarse, al contrario, me sonrió y me dio un suave beso en la mejilla. Intenté disimular mi nerviosismo y continué diciéndole:

-        A ver, lo primero debe de gustarte y excitarte a ti, a los tíos nos pone a mil ver a una tía cachonda. ¿Qué tal si empezamos por algunos complementos en los que te veas atrayente?

De uno de los estantes cogí algunos collares y muñequeras con hebillas, los había de muchas clases, finalmente me decidí por un collar de cuero negro compuesto de una gargantilla fina de la que colgaba a modo de correa unas tiras muy finas también de cuero.

-        Mira este me gusta, es elegante y casi lo podrías llevar puesto por la calle con esa blusa.

Sin esperar respuesta lo abroché a su cuello y acomodé las tiras entre la apertura del escote rozando su piel levemente con el envés de la palma. En ese momento pude comprobar como comenzaba a ponerse su piel chinita y sus pezones aumentaron su volumen marcando unos protuberantes botones que iban a atravesar su blusa en cualquier momento. Desde luego se veía claramente que no llevaba sostén.

-        ¿Te gusta cómo me queda? - me preguntó moviendo los hombros para que viera ese adorno sobre su cuello y el nacimiento de sus senos.

Ni que decir tiene que aquello me encantaba y mi vista iba de su lindo rostro, pasando por su nuevo collar de sado que tanto le favorecía para acabar deleitándome con los pezones bien marcados bajo su blusa, algo que a ella no le pasó desapercibido, pues me pilló en plena observación.

-        ¡Puf!, Me gusta muchísimo, Mar… - dije eufórico y ella volvió a notar mi erección.

-        ¿Entonces me sienta bien el collar ?, ¿me lo quedo?

-        Yo no hablaba del collar.  - dije otra vez, sin pensar.

Se hizo un breve silencio y vi cómo le empezaban a subir los colores a mi amiga. Creo que a partir de ese momento se creó un vínculo mucho más íntimo entre los dos y no hacía falta que dijéramos nada, pero sentíamos prácticamente lo mismo, una conexión mutua que no habíamos vivido entre nosotros hasta entonces, yo admiraba a esa belleza y ella parecía sentirse muy halagada con esa admiración mía. Se notaba en nuestra forma de mirarnos, de sonreírnos. Nunca hasta entonces habíamos estado apurados, excitados... no al menos con tanto descaro, pero ya no me importaba mostrarlo, solo quería hacerle ver a Mar que estaba poderosamente atractiva y deseable ante cualquier hombre, si no que yo era el primero al que atraía.

-        ¡Mar, eres preciosa! - le dije sujetando sus manos y acercando mi boca a la suya a muy pocos centímetros.

Esta vez fue ella la que se estiró, dándome un piquito en mis labios sonriente, para después seguir trasteando entre los estantes, tratando de comportarse de forma natural, aunque ambos sabíamos que había algo más, que ella se sentía tan poderosamente sexy.

Yo también seguí rebuscando entre varios juguetes, hasta llegar a una zona en donde encontré varios complementos más, casi todos para juegos de sado light, como máscaras, cuerdas, correas, esposas, látigos...

-        Mira, que chulas estas máscaras venecianas y unas esposas de acero, para jugar en esa noche especial ¡escoge alguna!

-        ¡mm.. me gusta esta! - dijo llevándose la máscara a su rostro y fijando su mirada en la mía a través de ella.

Vi entonces delante de mí a una Mar casi desconocida, con la máscara, la gargantilla, esa blusa a punto de reventar y esas piernas que se elevaban desde los taconazos hasta su minúscula faldita de cuadros. Mi polla reaccionó nuevamente con descaro y ya no hice nada por ocultarlo, es más, quería que ella lo viera, que notara lo excitado que estaba mirándola.

-        Me quedo esta que veo que te ha gustado mucho. -  me comentó sobre la máscara que acababa de probarse sin despegar la vista de mi abultada bragueta.

La rodeé con mi mano por la cintura y tiré de ella hasta el siguiente stand lleno de dildos y vibradores.

-        Aquí ya escoges tú, - dije manteniendo su cintura contra la mía con mi mano en su cadera, jugando con mis dedos traviesos.

En ese estante, había multitud de, dildos, vibradores y consoladores, de todas clases, colores, tamaños, de un motor, doble motor, multitud de velocidades y posibilidades. Mar cogía y pasaba de uno a otro sin decidirse y sorprendida de tanta variedad y tamaños.

-        ¿Y tú cual escogerías para mí, si fueras mi chico? - me preguntó con ese aire inocente y travieso.

-        Yo, pues la más natural...  mira toca esta - respondí entregándole un gran pene de silicona con las venas marcadas y el glande bien definido.

Mar lo palpó tocando esa polla por todas partes y levantando las cejas viendo lo natural que parecía.

-        Parece de verdad. - dijo al tocarla. - aunque algo grande.

-        Se parece a la mía. - solté yo.

-        ¿En serio? A ver...  -

En ese momento Mar comenzó a pasar sus dedos por el tronco de silicona mientras mantenía la mirada fija en mi bulto y se mordía ligeramente su labio inferior, palpaba ese enorme falo de arriba abajo y de vez en cuando cruzábamos las miradas, parecía estar llamándome y diciéndome. “Carlos, llévame tras ese estante y fóllame de una vez”, pero esto solo pasaba en mi mente.

Ella miraba otros vibradores que había expuestos, pero yo le apremiaba para que se decidiera por alguno en concreto.

-        Venga, escoge uno. Que yo te hago otro regalo.

-        No te lo vas a creer Carlos, pero hace tanto que no toco una de verdad...  - me dijo acariciando ese miembro artificial y haciendo como si estuviera masturbándolo.

-        ¿Con cuál te quedas entonces?

-        Me quedo con esta que tú me has dado.   – dijo con una mirada entre vidriosa y algo lasciva.

Mi amigo Sergio tenía que ser un imbécil, porque no me podía creer que ese monumento de mujer estuviera diciendo eso de no tocar una en mucho tiempo, de no saber lo que era tener sexo a diario con ese bomboncito, sabiendo que ella, además de preciosa, parecía tan ardiente...

Seguimos mirando más cosas por toda la tienda y yo estaba obnubilado con Mar, sin cortarme a la hora de observar su cuerpo, sus ojos, su boca... Cada vez tenía más claro que mi atracción por mi amiga estaba sobrepasando la línea de no retorno, que deseaba de veras abrir esa puerta prohibida, aunque ello significara luego ya no poder volver a cerrarla. Ya no sentía miedo a su rechazo, porque sabía que, de su parte, ese juego era mutuo.

-        Toma pon este también en la bolsa, es mi regalo. Lo disfrutarás ya verás, son unas bolas chinas que vibran al andar.

-        ¿Vibran?

-        Sí, además de fortalecer toda la zona pélvica y tus músculos vaginales, te darán gustito al caminar.

-        ¡Vaya, cómo controlas del tema!

-        Bueno, tú pruébalas y ya me dirás.

Ella me sonrió y al fin pagamos toda la compra y salimos de la tienda, los dos ya sujetos de la cintura caminando por la calle como si fuéramos una pareja. Mi cabeza no paraba de dar vueltas, de pensar en Tere y Sergio, pero al mismo tiempo en mi amiga, en lo que debería ser tener sexo con ella, como algo más cercano a una de mis fantasías, al menos me parecía ver en ella con la invitación a una puerta abierta, eso quería ver mi mente calenturienta. Lo cierto es que me había puesto cachondísimo allí dentro y mi único pensamiento, lo que en realidad deseaba con todas mis ganas, era abrir esas hermosas piernas de mi amiga y clavarla mi polla dura como una piedra.

Mi mano cada vez más insolente bajó desde la cintura hasta palpar levemente su trasero y apreté con descaro la nalga, caminamos así varias calles en silencio hasta llegar a mi casa.

-        Bueno, ¿te vas a cambiar o te llevo a casa con tu nuevo atuendo? - le pregunté.

-        Creo que voy a ir así, aunque Sergio debe estar todavía trabajando. - respondió ella.

-        Vale pues bajemos al garaje, cojo el coche y te llevo a casa con tus nuevos juguetitos.

Nos metimos en el parking de mi casa y allí sonaban los tacones de amiga con más fuerza, debido al silencio de ese subterráneo, algo que me encantaba escuchar y de algún modo se reproducían en mi mente las mil y una fantasías que había tenido siempre con ella. Llegamos por fin a mi coche, dejamos las bolsas en el maletero y al llegar a la altura de la puerta, no pude remediarlo y apoyando su espalda contra el cristal me quedé frente a ella mirándola fijamente a los ojos en total silencio. Mar se mojó los labios y ese gesto parecía una invitación a pecar. No lo dudé, agarré una de las tiras de cuero que colgaban del collar que acabábamos de comprar y la atraje hasta mí. Inmediatamente después, nuestras bocas se juntaron y nos fundimos en un beso largo, mientras mis manos dibujaban sus caderas y las suyas se agarraban a mi nuca. Nuestro beso era de entrega total, no era un simple morreo, era algo totalmente voraz y lujurioso…

En ese momento en el que nuestro beso estaba siendo tan intenso como entregado por ambas partes en la intimidad relativa de aquel parking subterráneo, unos pasos nos alertaron, haciendo que nos separásemos bruscamente, poniéndonos en nuestro sitio. Mar se metió rápidamente por su puerta y yo por la mía sin dejar de mirarnos a los ojos durante un buen rato y oyendo como aquellos pasos que nos alertaron se iban alejando sin prestarnos atención.

-        Yo... Mar...  perdona ese ímpetu. - le dije, intentando buscar una disculpa por ese beso, pero al mismo tiempo mi vista estaba clavada en su canalillo y un nuevo botón desabrochado dejaba a la vista su hermoso escote.

Mar estaba apurada, pero no arrepentida precisamente y fue ella la que me animó ante mi turbación.

-        Tranquilo, hombre, eso quiere decir que mi atuendo y mis juguetes han hecho su efecto en ti, ¿no? Espero que a Sergio le cause lo mismo.

-        Si no le gusta todo esto es idiota. - dije de pronto – bueno... perdona. - corregí.

-        No, no pasa nada, Carlos, es la verdad. Si con todo esto no logro despertar a Sergio, ya no sé qué podré hacer.

Su mirada y la mía parecían decirlo todo, pero nuestra relación de amistad y de respeto nos mantenía todavía con cierta distancia y con un grado de sensatez, que yo al menos, estaba deseoso de romper de una vez por todas.

-        Mar, me gustaría pedirte algo muy especial. - le dije de pronto.

-        Dime, lo que quieras.

-        ¿Me puedes enseñar las tetas?

-        ¿Cómo?

Hubo otro silencio largo en el que ella parecía estar intentando encontrar explicación a mis palabras, que hasta a mí me sonaron fuertes, entendiendo que mi amiga podría mandarme a la mierda definitivamente y a no querer saber más de mí, pero yo intenté explicarme.

-        Sí, perdona, es que... dicho así, suena fuerte, verás, quiero enseñarte algo. - respondí con un evidente nerviosismo.

-        ¿Qué es? - preguntaba ella totalmente desorientada.

En ese momento me estiré y saqué una pequeña caja de mi bolsillo.

-        ¡Ábrelo! Quiero que luzcas esto de mi parte.

Ella nerviosamente abrió el paquete sacando una fina cadena de unos 30 centímetros y dos pincitas, una en cada extremo.

-        ¿Te gusta? - le pregunté

-        No sé lo que es. - respondió sorprendida.

-        Son unos pendientes para pezones. Lo cogí en el sex-shop sin que te dieras cuenta, pero quería regalártelo... bueno que te lo probaras.

Ella estaba aturdida, así que cogí un extremo de la cadena y apretando la pinza le di a entender que era una especie de colgante plateado, que unía los pezones con dos brillantes enganches y una cadena finita entre ellas.

-        Pruébatelo. - le dije decidido.

-        Pero... ¿Ahora, Carlos?, ¿En serio quieres que me lo pruebe aquí?

-        Claro, a ver cómo te queda.

Ella se me quedó mirando y yo sin saber cuál iba a ser su reacción, pues desde luego era una locura que yo le estuviera pidiendo a mi amiga que me enseñara las tetas allí mismo, metidos en mi coche.

-        Creo que eso puede ser más que un reclamo, ¿no crees? - añadí animándola.

Ella suspiró y tras unos segundos, empezó a desabrocharse la blusa, abriéndola de par en par y observando en mi mirada cuanto pudieran atraerme esos increíbles pechos. Creo que abrí la boca y me quedé sin respiración al ver por primera vez sus tetas al natural. Eran redondas, muy bien puestas, del tamaño ideal y esos pezones grandes y erectos. Solo por eso notaba como toda la excitación recorría mi cuerpo por entero y creo que el de ella también. Mar estaba allí medio desnuda, con aquella faldita cubriendo lo mínimo y el resto de su piel al aire, sobre todo esas tetazas tan perfectas.

-        Vamos, pónmelas. - me retó ella sonriente, dejándome alucinado.

Mis manos temblorosas se acercaron a esas dos preciosas tetas y abriendo una pinza atrapé el primer pezón, haciendo que un largo suspiro saliera de su boca y cerrando levemente los ojos. Estiré la cadena y me fui a por el segundo, pero se me resistía debido a los nervios llegando a rozar ese otro pezón con la punta de mis dedos, así como la piel suave de sus pechos. Esta vez Mar soltó un gemido claro y evidente de excitación. Aprovechando la situación me hice el torpe y toqueteé con más descaro esa protuberancia que parecía endurecerse con mis caricias. Incluso llegué a pellizcarlo ligeramente observando como ella se mordía el labio y suspiraba largamente con mis dedos apretando ese pezón hasta que por fin ensarté la segunda pinza en él.

-        Perdón. - dije queriendo disimular mi atrevimiento y ella dirigió nuevamente su vista a mi bulto que denotaba lo cachondo que me tenía.

A continuación, la invité a ponerse la máscara veneciana. La imagen no podía ser de lo más atrayente, con la blusa de mi amiga abierta de par en par, sus pezones adornados con las pinzas, con su cadena plateada y en su cuello la gargantilla de cuero. ¡Dios qué maravilla!

-        ¿Puedo hacerte una foto? - pregunté y viendo su cara le aclaré - tranquila, Mar, que queda entre nosotros y además no se te ve la cara con esa máscara.

Eso pareció tranquilizarla y viendo que esa máscara la mantenía en el anonimato, se dejó fotografiar con mi móvil desde distintos ángulos. Ella cada vez más animada, ponía poses sugerentes y gestos que la hacían más sensual, estirando su espalda y sacando su pecho desafiante ante mi mirada y mi nerviosismo. En una de ellas se agarró las tetas con sus manos ofreciéndome sus pezones en un primer plano.

De pronto se oyeron pasos de nuevo en el parking y mi amiga se quitó la máscara y se abotonó precipitadamente la blusa, aunque se dejó la cadena puesta con las pinzas pellizcando sus pezones. Arranqué el coche, aunque me hubiera gustado desnudarla del todo y follármela allí mismo, pero la cordura imperó una vez más.

Al llegar a su casa, todavía con mi corazón a tope, me bajé del coche para invitarla a salir caballerosamente y disfrutar una vez más de la visión de esa colegiala juguetona. Mis ojos se clavaron en su escote adivinando esas pinzas oprimiendo sus pezones y ella se acercó a mí para plantarme un beso en los labios. Por un momento nuestras lenguas llegaron a rozarse unos segundos y luego nos separamos en una mirada cargada de deseo.

-        Carlos, siento ponerte en todo este aprieto. - me dijo con esa mirada tan brillante que luego dirigió a mi paquete para acabar sonriendo.

-        Tranquila, no pasa nada, para eso tengo unas fotos con las que me aliviaré.

Mordiéndose el labio por ese comentario, se dirigió al portal caminando con un movimiento de caderas de lo más sensual.

Durante el camino a casa no pare de acomodarme el paquete en cada semáforo, iba a reventarme en cualquier momento después de todo lo sucedido en el parking. Y para rematarlo, Mar me acababa de dar la puntilla con su último comentario y ese contoneo de caderas, ¡Guau!

En cuando llegué a casa me eché sobre la cama y me desnudé completamente, abrí sus fotos y las miré, reflejaban lo más deseable y excitante que había experimentado en muchísimo tiempo. Rememoré el momento en el que me había pedido que le pusiera la cadena con las pinzas, sin poder evitar entonces entreabrir mis dedos y atrapar levemente entre ellos su pezón izquierdo. Ese pezón que ya había tocado y que ahora me encantaría lamer a todas horas, cada día, y cada noche.

Tere y Sergio habían desparecido de mi mala conciencia, solo había deseo por Mar en mis pensamientos. Inicié una masturbación sin remisión con las imágenes de la fina cadena, las pinzas y los pezones de mi amiga, nublando cualquier entendimiento en mí.

Se agolpaban mil imágenes de ella en mi mente, cerraba los ojos y la imaginaba allí conmigo, yo tirando ligeramente de la cadena, ella sujetando mi polla y pasando sus dedos por mi falo tal y como había hecho antes en el sex-shop con ese gran consolador. Deseaba que esa boca de las fotografías de mi móvil se materializara, bajara y pasara su lengua suavemente por mi glande. Ensalivé mis dedos y me acaricié en círculos sintiendo el calor de mi saliva como si fueran los labios y la lengua de Mar. Comencé un movimiento lento con mi muñeca, quería durar, que mi paja fuera la más larga que hubiera disfrutado nunca... deseaba gozar de todo esto que me había sucedido hoy con ella. Con la otra mano empecé a masajear mis huevos al mismo tiempo, fantaseando que se rozaban de plano contra una de sus tetas durante el movimiento de felación que me estaba practicando mi amiga en mi imaginación

Estaba a mil, sí..., con mis ojos cerrados veía a Mar oculta tras la máscara, dirigiendo la punta de mi polla hasta rozarla en varias pasadas contra sus pezones atrapados por las pinzas, mientras su mano me pajeaba sin apartar su mirada de la mía.

-        “Joder Mar ... siiiii .. sigue asi.. asiiiii …” - mascullaba ya en voz en alta con mi respiración cada vez más fuerte - Te gusta...eh?, te gusta chuparme la polla Mar .. ?, dime si te gusta? - preguntaba al aire sin recibir respuesta en mi soledad - “Así que sientes ponerme en este aprieto, ¿eh?” - decía repitiendo la frase de mi amiga en el coche, al tiempo que seguía con mi masturbación a ritmo medio ya “Uf... ¡¡que zorrón te has puesto hoy por dios Mar!!, “¡Joder cielo .., que buena estas.., pero que buena estás, joder! “- Continuaba en voz cada vez más alta en mi monólogo.

Seguía absorto en mi paja, vencido por mi agitación cuando escuché un bip, un mensaje de Mar:

-        “Gracias por tu ayuda Carlos”

Sin haberme repuesto y acariciando mi polla, me llegó otro bip,

-        ” Ah y otra cosa, me encanta tu regalo …"

Y entonces no pude remediarlo, impulsivamente sujeté mi polla por la base, la fotografié y se la envié a Mar sin ponerla nada más.

Estaba tan caliente y tan desbocado que no pensaba ni lo que hacía, ni si Mar podría sentirse mal, pero me había dejado tan alucinado en el coche que no era capaz de pararlo y decidido marqué su número de móvil con una videollamada.

Al cabo de unos segundos que me parecieron eternos Mar respondió a la llamada. Su imagen apareció reflejada en movimiento en mi pantalla. Aun llevaba su look de colegiala, al menos la blusa, que es lo que yo alcanzaba a ver. Ella también veía mi busto, que en este caso era sin nada de ropa, porque de hecho estaba completamente desnudo, aunque solo enfoqué la parte de arriba, desde mi pecho a mi cara.

-        Hola Carlos. - me saludó con su linda sonrisa.

-        Hola Mar. ¿Cómo estás?

-        Bien, ¿Me has enviado otro regalo? - dijo ladeando su cabeza y con un gesto claro de que le había sorprendido esa foto de mi polla en primer plano.

-        Sí, ¿Cuál te ha gustado más, las pinzas o el segundo? - respondí.

-        Pues no sé los dos regalos me gustan... pero el primero me parece más tuyo, el segundo no sé si es tuyo - soltó de forma provocadoramente inocente.

Hice una gran pausa, pues por lo que ella comentaba, parecía que no creía que aquello fuera mío o realmente ¿era una provocación?

-        ¿Acaso crees que el segundo regalo no es mío? - le dije algo herido en mi orgullo.

-        No sé, puede que me estés tomando el pelo.

-        Pues te aseguro que ese es más mío que el otro, de hecho, este me pertenece de lleno, aunque es tuyo para cuando quieras.

Noté como el calor aumentaba en mis mejillas y ella se tapó la boca, en un gesto que me pareció que le atraía la idea y ese hecho produjo que mi polla se endureciese por verla así, tan entregada a ese loco juego.

-        ¡Qué malo eres y cómo me tomas el pelo! - me dijo como si todo fuera una broma.

-        Mar, no te tomo el pelo. Es totalmente cierto.

-        Los tíos sois un poco fantasmas, ya sabes y a lo mejor me quieres provocar... – me dijo claramente para picarme.

-        Si quieres te demuestro que no miento y te la enseño en directo ahora mismo. - contesté sonriente esperando su reacción y ella tardó en hablar.

-        ¿Y te atreves a eso? - dijo al fin muy sonriente, desafiante, sorprendiéndome una vez más.

Esta vez fui yo el que tardó unos cuantos segundos en responder.

-        ¿Si te enseño eso, qué me enseñarás tú? - pregunté echando más leña al fuego.

Mientas esperaba su nueva reacción, bajé ligeramente la cámara por mi cuerpo, recorriendo mi pecho hasta llegar a mi ombligo, para luego continuar muy despacio hasta alcanzar la altura de mi pubis, y allí me detuve en seco.

-        ¿Estás desnudo, Carlos? - me preguntó con sus ojos muy abiertos.

-        Claro, entero para ti.

-        ¡Carlos!

-        ¿Entonces no estás intrigada y quieres ver el resto?

-        No... esto, sí, pero... Esto es muy fuerte.

-        Tu eres la que has apostado. ¿No te gusta el juego? Yo te enseño algo, tú me enseñas algo...

-        Ya te enseñé las tetas y en vivo.

-        ¡Touché! - dije.

Tras reír los dos con notable nerviosismo, ella añadió.

-        Aunque si te portas bien y no has mentido con la foto, te compensaré. Lo prometo.

-        Gracias Mar. - respondí muy excitado con esa respuesta – pero, para empezar, necesitaría un estímulo para que lo veas en plenitud

-        ¿Cómo qué?

-        ¿Qué tal tus preciosas tetas de nuevo?

Ella pareció dudar, pero tras unos segundos, colocó su teléfono apoyado en algún sitio y pude contemplar su cuerpo arrodillado sobre la cama. Estaba preciosa, con su pelo recogido en dos trenzas, su blusa tan ceñida, y su faldita de colegiala tan corta que dejaba a la vista sus preciosos muslos arrodillados en primer plano. Lógicamente mi polla se tensó de nuevo y aparecieron las primeras gotitas en la punta.

-        ¿Preparado? - me preguntó.

-        Sí.

En ese momento ella se desabotonó lentamente la blusa, con parsimonia y con todo el arte de una showgirl a través de su cámara y abriendo de golpe su blusa aparecieron sus hermosas tetas y la cadenita enganchada a sus dos pezones.

-        ¡Guau, Mar! ¡Que pasada! ¡Y veo que aun llevas la cadenita! - dije ilusionado observando esos perfectos pechos, atrapados con esas pinzas y la gargantilla de cuero adornando su cuello, tal y como la pude contemplar en el garaje de mi casa.

-        Claro, me la dejé puesta, ya te dije que me gustó mucho tu primer regalo.

-        Espero que el segundo también te guste. - le comenté desafiante.

-        ¿Estás estimulado, Carlos? - me preguntó mordiéndose el labio y estrujando con su mano la teta derecha y moviéndola para que la viera en primer plano, en especial ese duro pezón engarzado con la pinza.

-        ¡Joder, Mar! - dije al tiempo que acariciaba mi polla lentamente - ¡Me encantan tus tetas Mar…, uf...  son preciosas!

-        ¿Sí?, de verdad lo piensas? - preguntaba mi amiga con una voz aniñada y melosa, aunque sabía de sobra la respuesta.

-        Claro que sí, cariño, claro que sí... - respondía yo siguiendo lentamente mi paja mientras veía cada vez más excitado la mano de mi amiga poniendo su teta más cerca de la cámara para volver a estrujarla entre sus dedos, calentándome así al máximo.

-         ¿Ah sí?, ¿...y te gustan tanto como las de Tere? - volvía a preguntar con el mismo tono de voz inocente sin dejar de estrujárselas.

-        Me gustan más, mucho más, cariño ... ¡Son perfectas!

-        ¡Vaya!, Pues tendrás que enséñamelo Carlos, demuéstrame lo mucho que te gustan. - pedía ahora cambiando a un tono de voz provocativo, sabiendo que yo estaba dispuesto a todo.

Giré el teléfono, para bajarlo directamente y enfocar mi miembro, duro como una barra de acero por lo excitadísimo de la situación y las palabras de Mar. La cosa estaba totalmente descontrolada y aunque separados aún por una pantalla, sentía como ya empezaba a ceder el muro de contención que la razón impone a una relación de amistad.

Con la polla bien erguida, sujetándola por la base realicé un pequeño vaivén para que mi amiga pudiera admirarla en su totalidad. Coloqué el móvil detrás de mi falo enfocándome de forma que ambos nos pudiéramos ver.

-        ¿Lo ves?, ¿ves ya lo mucho que me gustan?  - le dije pajeándome lentamente delante de la pantalla.

-        ¡Uf, Carlos, que fuerte!, ¡Es muy gorda!

-        Te dije que no mentía.

-        Ya lo creo que no. Es la de la foto. No has mentido. - dijo estrujando de nuevo su pecho.

-        Bueno, como no te he mentido... ahora quiero mi compensación - le dije.

Mar me devolvió la sonrisa y soltó su teta, parecía estar buscar algo fuera de cámara, hasta que volvió a aparecer con el gran pene de silicona que habíamos comprado juntos esa tarde.

-        Carlos tenías razón, su tacto es muy realista y se parece a la tuya... - dijo jugando con sus tonos de voz, sujetando en su mano ese cilindro de goma y haciendo cómo si lo masturbara.

-        Pues ya sabes... -dije sin terminar la frase y volviendo a menear mi verga que seguía soltando gotitas preseminales.

-        También tiene marcadas muchas venas, como la tuya. - dijo aproximando el juguete a su boca mientras humedecía sus labios.

Con la punta de la lengua inició un tenue movimiento sobre esa cabeza de plástico, simulando que lo hacía con la mía, para luego pasar al tronco mirándome de la forma más insinuante en que la había visto nunca. Descubría en mi amiga a una mujer totalmente desconocida hasta ahora, rebosante de sensualidad y erotismo.

Deslizó el glande de silicona bajando por su cuello y pechos hasta rozarlo sobre los pezones en varias pasadas intercalando uno y otro. La respiración de ambos era cada vez más fuerte, y a mí me estaba volviendo loco ver como la humedad de su saliva hacia brillar sus aureolas al tiempo que su mano apretaba ese consolador.

-        Cielo, tira un poquito de la cadena anda... - le pedí.

-        ¿Como dices?, ¿así...? - un ostensible gemido salió de su boca cuando sus pezones sintieron la tensión provocada por la cadena.

-        ¡Joder Mar... Dios..., como me gustaría estar ahí y comerte las tetas ahora mismo

-        Si a mí también Carlos, tenías que haber aparcado y haberte subido - volvió a tirar y un nuevo gemido salió a través del móvil.

Ambos estábamos desatados, sin importarnos nada en ese momento, sin importarnos que fuéramos dos amigos que se habían entregado a un juego sin salida. Mar cerró entonces los ojos he inició un golpeteo con el vibrador sobre sus tetas, cada vez más enérgico, haciendo que la mezcla del sonido de la cachetada y sus suspiros invadieran mi cabeza y mi deseo.

Imitando su ritmo comencé a golpear la pantalla del móvil con mi polla, ansiando hacerlo sobre su cuerpo.

-        ¡Carlos esto es una locura! – repetía Mar con su mirada clavada en la pantalla, sin dejar de pasar ese vibrador por sus tetas y en un momento dado soltó un gemido más profundo pues debió intensificarse el pinzamiento de uno de sus pezones.

-        ¿Y te gusta? - le pregunté, aunque era obvio.

-        ¡Demasiado, Carlos y es que tu polla es preciosa! - dijo sin cortarse.

-        Si estuvieras aquí, me gustaría que la vieras en vivo.

-        Y yo... incluso me gustaría ver cómo te corres y si es la misma cantidad que vi sobre el body.

-        Creo que incluso sería más si te tuviera delante.

-        ¿Más? - preguntó mordiéndose el labio, algo que hizo que mi verga se tensara imaginando el momento de ver como expulsaba todo el contenido de mis huevos.

-        ¡Joder Mar, contigo ahí, mirándome...!

-        ¿Si me desnudo del todo te correrás para mí? - dijo de forma melosa

-        ¿En serio Mar?, ¿Lo harías?

No me lo podía creer, pero si yo estaba caliente, ella no parecía estarlo menos. Yo seguía meciendo mi polla, mientras el cuerpo de Mar se alejaba ligeramente de la pantalla, para permitirme una visión completa de su cuerpo arrodillado.

-        ¿Me ves bien? - me preguntó.

-        De maravilla.

Meneó ligeramente sus caderas y tras echarme una mirada juguetona, se soltó el broche de su pequeña faldita, quedándose con tan solo un pequeño tanga negro. Volvió a sonreírme y tras menear su cuerpo en una danza inexistente, moviendo sus caderas, se deshizo de su última prenda, arrastrándola por sus muslos y sacándola por sus pies, con tremenda habilidad. El cuerpo de Mar se me ofrecía desnudo por primera vez.

-        ¡Joder Mar!, ¡Eres alucinante! - dije de inmediato, notando las primeras gotitas transparentes saliendo de mi glande.

-        ¿Te gusta? - me preguntó dibujando sus curvas con sus manos.

-        Sí, sí, sí... ¡Eres preciosa Mar!

-        ¿Cómo esperabas?

-        ¡Mucho más! No puedo entender que Sergio no esté follando contigo todo el día.

Mi amiga soltó una pequeña risita nerviosa.

-        Quizás no le guste mi coño. - dijo acariciando picarona, su suave vello ensortijado.

-        ¿Qué dices?, ¡Es precioso!

-        ¿De verdad? - preguntó con otra risita nerviosa

-        ¡Es alucinante! ¡Déjame verlo de cerca! - le dije sin dejar de masturbarme.

Casi me da algo cuando vi acercarse a Mar gateando hasta quedar en mi pantalla un primer plano de su coño... Se veía claramente inflamado y húmedo a pesar de que esos pelitos que lo tapaban ligeramente. Mi paja se aceleraba y la imagen de mi amiga, era demasiado, por lo que notaba que no duraría mucho sin correrme.

-        ¿Te gustaría verlo rasurado? - dijo ella acariciándose su rajita con descaro.

-        Me gusta de cualquier forma, es una maravilla, pero si quieres que te ayude con eso cuenta conmigo. - respondí jadeante.

-        ¡Eres un cielo! - dijo en un largo suspiro que me encantó.

Dejándome aún más alucinado, cogió entonces la polla de plástico, esa que se asemejaba tanto a la mía y empezó a jugar con ella en la entrada de su coño, metiendo solo la punta. Nunca había visto a Mar así, ni creo que la imaginé así, tan ardiente en ninguna de mis pajas y eso era algo que me encantaba.

-        ¡Ay Carlos! - suspiraba acariciándose.

Ese pene artificial, que parecía la continuación del mío se iba colando en su vagina que se iba abriendo y adaptando a su grosor, hasta que de pronto desapareció completamente en su interior, haciendo que ella arqueara la espalda y soltara un largo gemido.

-        ¡Dios, Mar, ¡me corro! - grité desesperado viendo esa imagen de mi amiga, con el consolador clavado a tope en su coño.

Hice un último esfuerzo para intentar no correrme presionando el glande con mis dedos con la fuerza justa para detener el inminente orgasmo, y prolongar, aunque fuera brevemente el placer que me provocaba el momento y esa increíble mujer.

-        ¿Así que te gustaría ayudarme con mis pelitos?, ¿seguro que quieres? - me miraba Mar desafiante a través de la pantalla con un brillo intenso en sus ojos.

-        Claro que quiero, ¿para eso están los amigos no? - acerté a decir irónicamente mientras seguía presionando la cabeza de mi verga, aunque mi corrida se veía inminente.

-        ¿Y cómo crees que se lo tomará tu mujer si se entera que me ayudas así con mi cosita ¿eh?

-        Bueno, no tendría por qué enterarse..., ni Sergio tampoco -dije resoplando, mientras ella metía y sacaba el consolador de su vagina.

-        Entonces toda esta locura... ¿será nuestro secreto Carlos? - preguntó, pero en un tono de voz que indicaba total afirmación y seguridad.  Yo me limité a asentir, absorto.

Aunque debería estar pensando en mi mujer y en que aquello ya no formaba parte de una ayuda a nuestra amiga, la imagen de Mar era tan alucinante como maravillosa. Esa mujer, tan distinta a la Mar que conocía, había iniciado un mete saca sutil, aunque guardaba cada vez menos reparos y hacía sus movimientos más ostensibles según avanzaba nuestro dialogo y nuestras lascivas caricias a través de nuestra video llamada. Sus caderas habían empezado a moverse con la penetración auto infligida de su nuevo juguete. Sus tetas se balanceaban con cada embestida del cilindro de plástico en su coño.

-        ¡Uf, Mar!, ¡no aguanto más! - decía yo jadeante.

-        Vamos Carlos, venga, ahora hazlo ya para mí ... ¡Y déjame ver esa leche ... por favor ...!

-        ¿Quieres que me corra para ti cielo?

-        ¡Si Carlos, si quiero!  Enséñame lo que me pierdo...

-        ¡Claro que sí preciosa, lo que me pidas, soy todo tuyo, me voy a vaciar para ti! - solté mi glande y amartillé mi verga con más fuerza y velocidad, siguiendo el ritmo de la penetración de su vibrador

Durante unos instantes se entremezclaron nuestros jadeos y se acompasaron nuestros movimientos. Parecía que estábamos realmente el uno con el otro, juntos en la habitación de cualquiera de nuestras casas. Me volvía loco ver como entraba y salía de su vagina el juguete empapado por sus flujos... Era alucinante observar cómo desaparecía y aparecía rítmicamente, cada vez más rápido, sin poder evitar que ese coño era taladrado por mi polla, por entero, ¡hasta la base!

-        ¿Quieres mi leche cariño? - le decía yo obscenamente, alzando la voz.

-        ¡Si, Carlos, si, dámela!... ¡dámela toda! - suplicaba Mar igualmente desbocada, mientras aceleraba su mete saca.

-        ¡Te la voy a dar si, …!  ¡uff , te la voy a dar toda ... joder!, ¿Dime donde la quieres?

-        ¡¡ En las tetas, tíramela en las tetas!! - gemía ella también ya fuera de sí.

Escuchar hablar así a mi amiga, me hizo estallar irremediablemente como nunca.

-        ! Uffff, Joder, joder, ¡joder …!, ¡me corro Mar, me corro!... ¡sí!

De mi polla saltaron multitud de lefazos descontrolados, salpicando y poniendo todo perdido de semen a mi alrededor. Aquel surtidor no parecía terminar nunca y ella me miraba con los ojos desorbitados y su boca totalmente abierta. Ante esa visión, Mar cambió su posición, puso una rodilla en el suelo y la otra levantada clavándose así al máximo el vibrador, claramente excitada. El choque del aparato contra su vulva hacia chasquear su flujo en un sonido maravilloso.

-        ¡Puf...!, ¡Yo también, Carlos, yo también me corro! - gritaba convulsionando sin dejar de meterse ese cilindro de goma, desesperadamente.

Unos segundos después, el precioso cuerpo desnudo de Mar, yacía tumbado en su cama, jadeante, sudoroso y temblando tras ese intenso orgasmo.

Ya en calma los dos nos miramos y reímos cómplices. Permanecimos así en silencio unos instantes sin apartar nuestras miradas, hasta que Mar enfocó su rostro, para comentarme:

-        Entonces tendremos que quedar pronto Carlos, para que me ayudes con el rasurado ...  quiero estar lista para el cumple.

-        Nada me complacería más.

Nos despedimos todavía con jadeos, pero ante la inminente llegada de Sergio a casa, no quisimos arriesgarnos.

Sylke y Kaarlosk

ID: 786531 & 1462535