Amigos con derecho a roce (capitulo 1)

Desde siempre, mi amiga Mar me había atraído muchísimo, lo que no imaginaba es que por una serie de circunstancias y acontecimientos la cosa pasara a convertirse en obsesiva.

Este relato forma parte de un experimento de relatos compartidos con diversos autores & autoras, lectores & lectoras de TR

Amigos con derecho a roce

(Sylke y Kaarlosk)

CAPITULO 1

-        ¿De verdad que no te importa cariño? - me preguntó mi mujer por teléfono.

-        Que no Tere, de verdad, que ahora paso a recogerte.

-        Vale, Carlos, pues quedamos en la cafetería de la plaza. Nos verás a Mar y a mí.

-        ¿Ah estás con Mar?

-        Si hemos quedado para tomar un café y ella se va ahora al gimnasio.

-        Ok.

El hecho de pensar en Mar, conseguía que mi polla se despertase casi de inmediato. ¡Ay, Mar!... bueno, tengo que explicar que conocemos a Mar y a su marido Sergio desde hace un montón de años y solemos ir los cuatro juntos a cenar, de excursión, a la playa... Son buenos amigos, pero es que mi obsesión por Mar es algo que tengo desde que la conozco, a pesar de disimularlo siempre, claro, primero delante de su marido y por supuesto delante de Tere, mi mujer.

No me costó reconocerlas, ya que Tere me saludó nada más verme y acerqué el coche hasta la parada del bus donde estaban. Tere estaba guapa con su falda de tubo y chaqueta, pues se iba a cenar con su hermana, pero Mar... ¡Mar estaba espectacular! Llevaba su ropa de gimnasia... ajustadísima a sus curvas, con top blanco que resaltaba su pecho y su canalillo y unos leggings azules que dibujaban esos perfectos muslos y ese rotundo culazo. Sobra decir que se me puso más dura nada más verla.

-        Gracias cariño, dijo mi esposa abriendo la puerta y sentándose a mi lado.

-        Hola Carlos. - me saludó Mar con su resplandeciente sonrisa asomada a la ventanilla.

-        Hola Mar. ¿quieres que te lleve al gimnasio también?

-        No, no hace falta, está aquí al lado. Pero espera que te doy dos besos.

Mar entonces, bordeó el coche y mis ojos dibujaron su silueta desde que pasó del lado derecho, luego delante hasta llegar a mi ventanilla, alucinando con ese cuerpazo embutido en ropa deportiva. Se agachó ligeramente dejándome ver el hueco que formaban sus dos pechos con ese ajustado top y la forma de su entrepierna que dibujaban sus leggings. La polla me dolía ya dentro del pantalón.

-        ¡Hola guapo! - me saludó con su frescura de siempre plantándome dos besos e impregnándome de su agradable olor.

A continuación, regresó a la acera y volví a hacer un seguimiento de ese bellezón que es mi amiga hasta que desapareció por la esquina... en ese momento crucé la mirada con mi mujer que me miraba sonriente. Sin duda me había cazado escaneando el perfecto culo de nuestra amiga.

-        ¿Qué te parece Mar, Carlos? - me preguntó antes de que arrancara.

-        ¿Qué me parece?... muy maja.

-        Ya, hombre, digo físicamente.

-        Ah, pues está bien. - dije sin que viera demasiado énfasis en mi valoración.

-        ¡Vamos Carlos, sé sincero, por favor!

-        No te entiendo Tere.

-        Es sencillo, ¿está buena o no?

-        ¡Claro, está muy buena! - eso lo dije sin pensar.

-        Bien. ¿Y tú te la follarías?

-        ¡Tere! - respondí atónito como si fuera capaz de leer mis pensamientos.

-        Vamos, responde como hombre... no como amigo, ni tampoco lo hagas como si yo estuviera aquí. Imagina que no estás casado conmigo y que se lo dices a uno de tus colegas. ¿Te la tirarías?

-        Pues... ¡Claro!

-        Bien, eso quería oír.

No entendía nada hasta que Tere me fue contando el porqué de sus contundentes y sorpresivas preguntas. Según me decía, gracias a su complicidad de amigas, Mar acababa de confesarla que Sergio y ella apenas tenían sexo. Aquello me dejó perplejo, porque si había una mujer atractiva y aparentemente fogosa, esa era Mar, cualquier mente cabal lo podía certificar.  Según le confesó Mar, Sergio andaba a tope en el trabajo y ya se sabe, el estrés, volver a casa cansado, se toman una copa juntos, charlan sobre lo vivido en el día, pero en la cama, nada de nada.

-        ¿Pero es desde hace mucho? - pregunté intrigado a mi mujer mientras seguía conduciendo de camino a su trabajo.

-        Pues parece que más de un mes.

-        ¿Un mes sin follar? - dije sorprendido.

-        ¡Qué bruto eres!

Tere me siguió contando que la empresa de Sergio estaba pasando por problemas y él se los llevaba a casa, incluso Mar llegó a pensar si podría tener una aventura, pero sabía que eso no era posible. Antes, según confesó tenían sexo a diario, más o menos como nosotros, pero de un tiempo a esta parte, nada, siempre con excusas, con el “mañana que hoy estoy cansado... “

-        Por eso te pregunté que cómo veías a Mar como hombre. - me comentó Tere.

-        Pues es espectacular, por supuesto.

-        No te pases.

-        Bueno, me pediste sinceridad.

-        Que si, bobo que te estaba tomando el pelo. Ya sé que Mar es un pibón, me doy cuenta de cómo la miráis todos los tíos,

-        ¿La miramos?

-        Qué si, Carlos, es normal, es preciosa, con ese cuerpo y esas tetas...

-        ¡Joder Tere!

-        Es normal que despierte eso... lo que no entiendo es lo de su marido, además ella por lo visto es muy fogosa y en la cama está dispuesta a todo.

Mi erección era cada vez más fuerte y yo hacía todo lo posible porque mi mujer no se percatara, pero seguía excitado pensando en lo bueno que sería poder apagar la sed de sexo de mi amiga, lo alucinante que debía ser follar con esa diosa que además parecía entregarse a lo que fuera.

-        Pues vamos a necesitar tu ayuda. - me dijo Tere.

Yo pensé que, si había que acabar con la sequía yo me presentaba voluntario, pero solo fue un pensamiento impuro.

-        ¿Y cómo la puedo ayudar yo en eso?

-        Pues me ha dicho que lo ha intentado todo, cenas románticas, velas, algún vestido sexy... pero parece que no le ha funcionado del todo.

-        Pero si a ella no le hace falta nada de eso. - dije con sinceridad.

-        Eso mismo la he dicho yo, pero ella se ve hasta fea, creyendo que no gusta ya.

¿Quién no podría fijarse en Mar? Me parecía inaudito. Según me seguía contando Tere, la ayuda que ella proponía para con su amiga, era que le echásemos un cable para preparar algo especial para el cuarenta cumpleaños de Sergio. Un finde romántico, una ropita sexy, algún polvete prohibido y una fiesta que le hiciera olvidarse del trabajo.  Y por eso, debía intervenir yo, porque según decía mi mujer, soy imaginativo en eso del sexo y además ellas necesitaban la aprobación de un tío, ya que no hay nada mejor que otro hombre para saber que puede ofrecer una esposa para sorprender a su marido.

No cabe duda que estaba más que dispuesto a lo que me pedía Tere, pero seguía sin comprender a Sergio, por muy estresado que estuviera, qué mejor que una diosa en la cama para hacerte olvidar las penas, y Mar desde luego no necesitaba ningún aliciente para ser deseada, para comérsela con los ojos y que se te pusiera dura nada más verla, al menos a mí me pasaba.

Tras dejar a mi mujer en casa de su hermana yo me pasé a tomar unas cañas con unos colegas, aunque no me quitaba de la cabeza a Mar y ese plan tan morboso que había preparado Tere para ayudarla.

Nada más llegar a casa empecé a quitarme la ropa, dispuesto a darme una buena ducha y a dedicarle otra de mis buenas pajas al culito de mi amiga Mar y ahí estaba tirando la ropa por encima del sofá y caminando desnudo por toda la casa, algo que me gusta hacer cuando estoy solo, cuando de repente empezó a sonar mi móvil. ¡Era Mar!

-        Hola guapo., ¿qué tal?, ¿cómo te pillo? - me preguntó mi amiga con su agradable voz.

-        Pues ... bueno, ¿qué te cuentas? - respondí porque no me esperaba su llamada, mientras instintivamente me empecé a acariciar la polla al escuchar su voz.

-        Mira... es que te tengo que pedirte una cosa...

-        ¡Arranca, mujer!

-        Es que me da una vergüenza...

-        Creo que sé por dónde van los tiros

-        Entonces ¿Ya te ha contado algo Tere?

-        Pues sí, algo me ha dicho de una fiesta sorpresa.

Naturalmente no le dije lo que en teoría era un secreto de amigas, en eso de que llevaba un mes sin follar.

-        Ah vale. Verás … necesitaba que me echaras una mano con ese tema. No se me ocurre qué hacer y como Tere me dijo que tú tienes mucha imaginación, no sé.

-        Claro, encantado de ayudarte, guapa. De echarte una mano y las dos - repetía yo sin dejar de mecer mi polla en una suave paja.

-        Pero así por teléfono..., bueno dime cuando te viene bien y quedamos para hablarlo...

-        Joder Mar, vaya secretismo, pues no sé. ¿Ya has salido de pilates?

-        Si claro, salgo ahora, podemos quedar aquí al lado ¿te apetece tomar una cañita y te cuento?

-        Pues verás Mar, acabo de subir y llevo ya unas cuantas cañas y no creo que pueda conducir, me iba a dar una ducha ahora.

-        ¿Te importa si me acerco?

-        ¿A casa?

-        Claro.

-        Pero Tere no está.

-        Ya, ya lo sé, se iba a una cena... pero bueno, mejor así me cuentas tus ideas desde el punto de vista masculino. Me gustaría tener una segunda opinión.

No me podía creer que ella fuese a venir a casa, de hecho, creo que nunca habíamos estado solos ella y yo. Mi polla se había puesto dura del todo.

-        Si no te importa, Carlos, ¿eh? No te quiero agobiar con mis movidas.

-        Para nada mujer, te ayudaré encantado y así nos tomamos aquí el botellín.

-        Vale, en 15 minutos estoy.

-        Pues venga, vente – le dije colgando la llamada.

Anduve nervioso y desnudo por toda la casa, sin dejar de meneármela y sin quitarme de la cabeza a Mar, que venía de camino y pensando en que estaríamos los dos solos. La verdad es que Mar y yo éramos buenos amigos desde hace mucho tiempo y con ella siempre había tenido mucha complicidad. Últimamente solo salíamos los cuatro juntos, o sea con nuestras respectivas parejas, aunque lo cierto es que ella y yo teníamos un feeling especial con buen rollo de amigos, que se compenetran, aunque yo pensara en ella como algo más que en una amiga. Seguramente Mar me veía otra forma, pero en cambio yo no podía evitar ese deseo a semejante mujer.

En ese momento me llegó a la mente el recuerdo de cuando nos bañamos en el lago los cuatro, pero Mar y yo nos adentramos en lo más profundo porque ni Tere ni Sergio se atrevían. ¡Qué guapa estaba con aquel bikini verde!  Y también estaba recordando cuando el sábado anterior nos fuimos de copas los cuatro. Ella vestía una faldita de cuadros y una blusa negra con unas botas altas, era de alucinar y el caso que, en algún momento de la noche por lo alto de la música del local, acabamos Mar y yo, juntándonos, hablándonos en conversaciones entre los dos, juntando boca y oreja, en roces continuos de nuestros cuerpos debido a que casi no nos oíamos. Aquello que a ella debía parecerle algo accidental para mí era tocar el cielo cada vez que una parte de mí se juntaba con su cuerpo. Alguna vez tocaba su cintura con mi mano, otras, la apoyaba en el comienzo de su culo, pero todo dentro de lo permitido entre amigos. Yo encantando de esos momentos, cuando coincidíamos solos en nuestras conversaciones cómplices, porque congeniamos muy bien, aunque yo notaba cierta tensión ya que mis pensamientos me traicionaban.

El caso es que casi sin darme cuenta, y recordando esos instantes del último fin de semana que salimos todos juntos, comencé lentamente a masturbarme en el sofá. Permanecía sentado casi al borde, desnudo, con la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados recordando el olor de su pelo, ese pelo moreno que hacía cosquillear mi nariz cuando me acercaba a hablarla al oído. Mi mano se deslizó con más ritmo ya por el tronco de mi polla, cada vez más dura con ese recuerdo... arriba y abajo, abajo y arriba ... ¡Uf!, adquiriendo cada vez más velocidad recordando de nuevo ese cabello largo y liso cayendo desde sus hombros y moldeando el volumen de sus pechos ... ¡uf!... arriba y abajo, abajo y arriba... cada vez más rápido, y más rápido ... y más! ¡A punto de correrme ya … cuando... ringgggg!, ¡suena el telefonillo!

-        ¡Joder ya está aquí! - me dije de pronto en voz alta.

Iba deambulando por toda la casa en pelotas, hasta que nervioso, me metí en mi cuarto y cogí un pantalón de deporte, me lo puse y nada más en la parte de arriba, abriendo la puerta a continuación.

Allí estaba ella, con ese top blanco que resaltaba aquel enorme pecho y esos leggings que eran puro pecado andante. Yo tapé mi erección como pude mientas ella miraba mi atuendo escaso, especialmente mis pectorales.

-        Hola guapa. - la saludé desde la puerta.

-        ¡Hola Carlos! ¡Gracias por echarme un cable! - respondió algo avergonzada.

Enseguida capté el olor de su perfume, aunque creía percibir un olor a hembra caliente también, supongo que de tanto tiempo sin follar. Quizás debía desprender todo tipo de feromonas o al menos eso pensaba yo. Nos miramos durante unos segundos, ella a mi pecho desnudo y yo a su canalillo e incluso se podían ver marcados sus dos pezones, ¡Madre mía!

Otras veces, Mar y yo nos hemos visto con poca ropa en la playa, pero en ese momento yo la deseaba más que nunca. Y por fin la hice pasar. Me plantó dos besos, como siempre y yo puse mi mano en el lugar que su cintura quedaba al aire entre su top y sus ajustadas mallas. Estuve a punto de girar mi cara levemente y sentir sus labios en los míos por primera vez, pero volvió a ser otro de mis pensamientos impuros.

-        ¿Te pillo mal? - me comentó viendo mi indumentaria.

-        No, perdona, Mar, es que me iba a duchar, pero me entró otra llamada.

-        Ah, vale, dúchate si quieres y espero.

-        No, tranquila, te traigo una cerveza y me cuentas. Ponte cómoda. - añadí señalando el sofá y me entretuve en observar cómo se movía ese culito hasta que se sentó.

Me metí en la cocina y tras recolocar mi polla tiesa, disimulándola dentro del pantalón de deporte, cogí dos cervezas de la nevera y volví al salón. Le entregué uno de los botellines, los chocamos y nos miramos mutuamente, ella a mi tórax y yo fijamente en la línea que formaban sus muslos en sus piernas cruzadas.

-        Tú me dirás, preciosa...- le dije.

-        Verás, es que ya te habrá contado Tere que tenía previsto hacerle algo especial a Sergio en su 40 cumpleaños y no lo tengo claro y como tú siempre eres tan resolutivo en eso y tienes tantas buenas ideas.

-        Bueno ¿resolutivo en fiestas?... no sé yo... creo que es mejor Tere que yo en esos menesteres. ¿No lo has hablado con ella?

-        Bueno, sí esa parte sí. Con ella hablé de los preparativos de la fiesta, de qué comida preparar, a que invitados llamar, globos, tarta, copas y todo eso, aunque ella me dijo que lo mejor sería un fin de semana romántico, ¿Qué te parece?

-        Genial.

-        Va a encargarse ella de mirarlo. En eso es muy buena organizadora... Pero... hay cosas... - respondió y no terminó la frase dando un trago a su cerveza sin saber por dónde salir.

-        ¿Qué pasa, Mar? - le pregunté, aunque Tere me había puesto al corriente

-        No, es que me da un corte...

-        No te cortes, mujer. Hay confianza – le dije con la vista clavada en sus empitonados pezones.

-        Pues es que... Sergio y yo últimamente no tenemos mucha... actividad.

-        No comprendo. - me hice el tonto.

-        ¡Jo, me muero de vergüenza, Carlos!

-        Venga. - la animé apoyando mi mano en su rodilla.

-        Es que hace tiempo que no tenemos sexo. - dijo de sopetón, enrojeciendo de inmediato.

Puse mi mejor cara de sorpresa, aunque esa parte me la sabía y luego le sonreí, queriendo quitar hierro al asunto y seguí acariciando su rodilla y también recolocándole un mechón de pelo detrás de la oreja que tapaba parte de su bello rostro. Ella me sonrió agradecida.

-        Entonces ¿necesitas que yo te ayude en algo para animarle en eso? - le pregunté

-        ¡Estoy cortadísima Carlos!

-        Bueno, tú y yo siempre hemos tenido mucha confianza.

-        Ya pero ese tema...

-        Pues no se hable más, tu estate tranquila que te echaremos un capote. - añadí volviendo a colocarme con disimulo el paquete.

-        Gracias Carlos. Con tu mujer hablé de la intendencia, pero necesito que un hombre me diga qué le gustaría que le hiciera su esposa en su cumple, qué debería comprarme de ropa, no sé si teñirme el pelo, llevar tacones, comprar una lencería especial, algo que después de la fiesta le anime y nos vuelva a poner en marcha de nuevo. ¿Me comprendes?

-        Claro, mujer.

Bajó su cabeza avergonzada, pero yo estaba más que dispuesto a ayudarla y de paso conocerla en su parte más íntima.

Me quedé mirando a mi amiga, sin acabar de creerme lo que me estaba pidiendo, en eso de serle de ayuda para seducir, algo que me excitaba enormemente y de repente como un flash y en un solo instante en mi mente se empezaron a entremezclar imágenes de Mar de las formas más diversas, con zapatos de aguja, con botas de caña alta hasta la rodilla, y con toda clase de modelos de lencerías diferentes, a cada cual más sugerente, más atrevida. Tuve que coger un cojín para volver a tapar mi erección.

-        Carlos, ¿puedo preguntarte algo y me respondes con sinceridad? - preguntó algo turbada.

-        Claro mujer, somos amigos.

-        Pero no quiero una opinión de amigo precisamente, si no de hombre.

-        Vale, vale... intentaré ser lo más sincero posible.

En ese momento se puso de pie, estiró sus mallas azules, que remarcaron aún más su culo y su entrepierna.

-        Dime Carlos, ¿Yo que te parezco como mujer? - me preguntó girando lentamente mostrándome su cuerpazo.

-        ¡Joder, Mar!, ¡Muy guapa!

-        Gracias... y ¿crees que estoy follable todavía?

-        ¿Bromeas?, ¿Quieres que te responda con total franqueza?

-        Sí, por favor, Carlos, necesito una respuesta sincera. – dijo poniendo sus dos manos a modo de rezo lo que hizo que su escote se mostrara en toda su intensidad.

En ese momento me quité el cojín de encima, mostrándole la erección que denotaba mi pequeño pantalón de deporte. La cosa era como una tienda de campaña al no llevar nada debajo.

-        ¡Esto es lo que me pareces, Mar! - dije señalando mi bulto con mis dos manos.

-        ¡Carlos! - dijo ella sorprendida, sentándose a continuación, supongo que avergonzada.... ¿quizás excitada?

Hubo un momento de silencio, pero ya no me cortaba a la hora de mostrar mi erección, me gustaba que me viera así... me apetecía animar a mi amiga diciendo lo mucho que atraía a los hombres y en especial a mí.

-        Creo que voy a necesitar otro botellín - dijo abanicando su cara con las manos y sin dejar de mirar mi prominente bulto bajo mi pantalón corto.

-        Claro, voy a por otras dos. – dije.

-        No, espera, mejor deja que se te pase eso y ya voy yo. - añadió señalando mi destacado bulto.

Mar se levantó con una sonrisa pícara en la cara, ofreciéndome otro buen panorama de su culazo caminando hacia la cocina y yo no perdí detalle, incluso podía verla en todo momento desde el sofá.

-        ¡Están en la nevera, abajo! - la indiqué.

Mi amiga agachó su cuerpo, pero sin doblar las piernas, que mantuvo rectas, lo que ensalzó su culo, mostrando nítidamente la forma de su vagina dibujada debajo. Mi polla dio un espasmo al ver eso. Luego regresó caminando sonriente con las dos cervezas.

-        Me has alegrado la tarde, Carlos – dijo ya más tranquila y con sus empitonados pezones marcados en el top.

-        ¿Por mi sinceridad? - dije señalando mi todavía marcada erección.

-        ¿Pues sí! ¡has sido explícito, jajaja! - dijo y ambos reímos.

-        Y yo que pensaba que eso te podría molestar.

-        Al contrario, Carlos, me parece que Tere tenía razón y aun puedo despertar eso en los hombres.

-        Por supuesto. A mí nunca se me ha dormido contigo.

Se quedó un poco sorprendida por mi respuesta y tras sonreírme por ese halago que era totalmente cierto, volvimos a chocar nuestros botellines. Yo seguí disfrutando del cuerpo de mi amiga, esta vez mirándola con más descaro, fijándome en sus tetas embutidas en su top, en sus largas piernas, en sus bonitas caderas. ¿Cómo es posible que Sergio no estuviera loco con esa mujer?

-        Oye Mar, tengo curiosidad. ¿Llevas algo debajo de las mallas?

-        Jajajaja.. ¿Por qué me lo preguntas?

-        Porque te miro y no parece que lleves nada.

-        ¿No se nota verdad? - dijo ella abriendo sus piernas y mostrándome la forma de su inflamada vulva dibujada con esos ajustados leggings.

-        No se nota nada de nada. - afirme en una nueva convulsión de mi polla.

-        Pues sí, llevo unas braguitas transparentes, muy pequeñitas. Bueno, se llaman así, son elásticas y sin costuras. ¿Quieres verlas?

Aquello me dejó totalmente anonado... pues lo cierto es que Mar y yo siempre hemos tenido mucha complicidad, incluso alguna vez hemos bromeado con cosas sexuales, pero esto iba muy en serio y poniéndose de pie, fue bajando lentamente la cinturilla de sus mallas, hasta ponerlas enrolladas en la mitad de sus muslos. La visión era aún más alucinante, de esa entrepierna, con el bultito que forma su pubis, visiblemente marcada por unas braguitas de color marrón claro y una buena porción de su piel que creo no haber visto nunca, justo por encima de su pubis, pues esa pequeña prenda era como un tanga. Otro nuevo espasmo despertó a mi polla y a ella pareció hacerle gracia tapándose la boca con su adorable risita.

-        ¡Estás en forma! - la dije acariciando sus caderas desnudas.

-        Si, ya sabes que me gusta cuidarme. - añadió mordiéndose el labio.

-        ¡Y qué suave eres!

Estaba muy nervioso, pero me lancé un poco más acariciando parte de su muslo, mirando de vez en cuando a sus ojos, viendo en ellos la aprobación a mi tímida exploración, atreviéndome entonces a algo más, llegando a tocar su parte interior del muslo, alcanzando una distancia jamás soñada muy cerca de sus ingles. Ella no parecía protestar, tan solo me miraba tímidamente y de vez en cuando a mi bulto que parecía crecer por momentos. Hasta que de pronto se debió ver algo borrachilla y atrevida por todo eso y retirando mi mano suavemente, volvió a calzarse esos leggings ajustados para sentarse de nuevo a mi lado.

-        Bueno y ¿qué se te ocurre para ese plan de ataque para Sergio? - me preguntó mi amiga aun sonrojada, dando un nuevo sorbo a su botellín.

-        Esto... pues cosas se me ocurren miles..., pero claro para él y si hace mucho que dices que no folláis...

-        ¡Jo, Carlos qué vergüenza!, ¡Oye, ni una palabra a Sergio de que te he contado esto, por favor!

-        ¡Tranki, tronka! - respondí en una frase que solemos usar los dos a menudo - Que sé guardar un secreto, ya lo sabes. Mira podemos empezar por crear un entorno y presentarle algo diferente, algo que rompa la monotonía. Aunque también tiene que apetecerte a ti para que él te vea excitada, eso a su vez nos pone mucho a los hombres.

-        ¿Pero algo como qué ?, estoy dispuesta a casi a todo...

-        ¿Qué tal si para empezar buscamos el sitio? Conozco una pequeña casita rural para 2-4 personas, tiene un mini spa privado y todo, con su sauna, su jacuzzi ... Es algo caro, pero está muy bien.

-        ¡Me gusta la idea! - añadió ella.

-        Tere y yo estuvimos el año pasado, imagínate todo el spa para ti haciendo de todo ahí... Nosotros no dejábamos un sitio sin probar... ¡Uff,  Jaja!

-        ¡Carlos!, ¡Tampoco tienes que contarme todos los detalles de lo que hacéis Tere y tú!

-        Ya, bueno, a lo mejor eso es lo que te hace falta, saber esos detalles...

Los ojazos de Mar se abrían como platos sin entender muy bien a qué me refería.

-        A ver... ¿cómo son tus relaciones sexuales con Sergio?

-        ¡Pero, Carlos!

-        Bueno, si quieres que te ayude...

-        Tienes razón, a ver, hasta hace poco bien, lo normal.

-        Lo normal ¿Qué es?

-        Pues una vez por semana...

-        ¿Eso es normal? Nosotros lo hacemos casi a diario.

Otra vez esa cara de sorpresa de Mar, que me daban ganas de lanzarme y besarla hasta que me dolieran los labios.

-        ¡Me estás tomando el pelo!

-        No, es verdad, ambos somos fogosos, ¿tú no?

-        Bueno, yo sí, lo que pasa que Sergio lo del sexo...

-        ¿No le gusta?

-        Sí, sí que le gusta, pero no sé, no es tan activo como yo... y menos últimamente. Ojalá pudiera hacerlo casi todos los días como vosotros. - añadió frotando sus manos nerviosamente.

De nuevo su cara sonrojada y su vista clavada en mi bulto.

-        Dirás que soy tonta, pero te juro que he llegado a pensar que él era gay o que yo le había dejado de gustar a los hombres.

-        ¡Tú no puedes dejar de gustar a nadie!

-        Gracias, Carlos, eres un cielo... - respondió sonriente – pero creo que hago algo mal, no sé....

-        Bueno, vayamos por partes. Yo iré sabiendo cómo lo has hecho hasta ahora y vamos añadiendo cambios, verás cómo así, vuestra vida sexual será satisfactoria.

-        ¡Cuánto te lo agradezco, Carlos...!

-        A ver, ya sé que te puede resultar incómodo, pero para ayudarte, ¿qué posturas hacéis, sexo oral, anal?

-        ¡Uf, qué corte hablar de esto contigo! - dijo dando otro trago.

-        ¡Venga, mujer!

-        Pues en el último año posturas pocas, en eso tampoco le gusta innovar, de hecho, las últimas veces no había más que algo físico, el misionero y poco más. De hecho, yo me quedé con las ganas varias veces.

-        ¿A lo perrito tampoco?

-        ¡No! - dijo enérgicamente sonrojada.

-        Vale, ¿tampoco tenéis sexo oral de vez en cuando?

Ella guardó silencio unos segundos mirándome cortada.

-        Vamos, mujer, con confianza. - la animé.

-        Pues no, tampoco. Muchas veces se lo propongo cuando vuelve a casa y a mí me encanta hacerlo, pero en cambio él... no sé... quizás yo no lo haga bien...

-        No mujer, no creo que sea eso. ¿Y él a ti?

-        Menos todavía. Al principio sí que lo hacía, pero de un tiempo a esta parte... nada de nada. Creo que se me ha olvidado lo que es eso.

-        ¿Quieres decir que Sergio no te ha chupado últimamente tampoco? - pregunté asombrado.

-        No, no le va, yo creo que le da asco, no sé... hace meses de eso. Pero si ni siquiera me toca, Carlos.

-        ¡Por Dios!

-        ¿Es grave?

-        Bueno, no sé, pero yo te estaría metiendo mano todo el día.

Su sonrisa era de agradecimiento y de vergüenza mientras que mi cara de sorpresa debía ser todo un poema, pero el hecho de saber que últimamente Mar no había probado esas cosas, me daba un morbazo terrible y si antes la deseaba, ahora me moría por ese cuerpo. No quitaba de mi mente el hecho de poderme comer ese coño y arrancarle mil orgasmos, o follarla a lo perrito, sujetándome a ese precioso culo... Notaba mi polla humedecerse y ponerse aún más dura.

-        Me dejas perplejo, Mar, la verdad. - le dije.

-        ¿Vosotros hacéis de todo?

-        Claro, mujer y siempre buscamos innovar, jugar... ya sabes.

Ella debía estar alucinando, pues siendo fogosa, no era correspondida del mismo modo por su marido y viendo que nosotros sí, eso parecía torturarle más y viendo su turbación cambié el tema:

-        Mira, lo de la casita rural podría ser la excusa para dar el cambio coincidiendo con su cumpleaños. ¿No crees?

-        Sí, me gusta más eso que lo de una fiesta con amigos. Quisiera tener momentos íntimos con él, que sea un cumpleaños que no olvide.

-        ¡Genial!

-        Lo que pasa es que no sé si se animaría a que vayamos los dos a esa casa rural, ya sabes que con el agobio del trabajo, está reacio a todo... ¡Está apático!

-        Pues podríamos apuntarnos nosotros e ir los cuatro, si quieres. Y así celebramos la fiesta todos.

-        ¿Los dos matrimonios?

-        Claro, Mar, si a ti te apetece.

-        ¡Sí, me encantaría que vinierais! - respondió efusivamente.

Supongo que tanto tiempo sin tener sexo, sabiendo que nosotros le serviríamos de apoyo, la animó un poco más, pensando que cualquier ayuda externa le proporcionaría esos cambios necesarios en su vida, toda esa nueva transformación. Y añadí:

-        Así le sorprendes más, pues parece un finde normal, como tantos otros, pero se convierte en algo especial. Imagínate los cuatro en el spa..., o si lo prefieres esa parte de la casa sólo para vosotros, ¿eh?, que nosotros nos vamos a hacer alguna ruta mientras...  y así vosotros le dais al tema, jajaja...

-        ¡Carlos, Jo!. ¡No te rías que todo esto me da mucha vergüenza!

-        ¡Pues ya te la estás quitando!, la vergüenza digo.

-        Pero me tendrás que dar ideas para conquistarle. Cosas que te gustaría que te hiciera si fuera tu mujer.

-        Mira, si fueras mi mujer, más de la mitad del trabajo estaba hecho.

-        ¿Por qué? No te entiendo.

-        Mujer con este cuerpo tuyo... a mí con eso ya me tienes conquistado.

-        ¡Tonto! - dijo dándome un manotazo, sin saber que yo lo decía totalmente en serio.

Acerqué mi mano y acaricié su cintura, esperando ver su reacción, pero ella no puso ninguna objeción, bajé entonces por la cadera hasta llegar al comienzo de su trasero. En ese momento Mar observaba el avance de mi mano y la seguía cuando yo dibujaba sus curvas durante un buen rato sin decirme que la apartara. Luego levantó la vista a mis ojos mirándome fijamente. Nos quedamos un instante así, que a mí me pareció eterno, en ese mismo momento me preguntaba qué pensaría mi amiga de mí, si supiera que me acababa de masturbar hacía tan solo unos minutos pensando en ella, justo ahí, donde estaba sentada en ese momento.

-        ¡Eres un cielo, Carlos!, gracias por ayudarme en esto. - dijo ella.

-        Lo hago encantado y tú también eres un cielo, en todos los sentidos.

Noté que eso le gustó y mi mano se entretuvo ahí, en el comienzo de su culete durante un rato, pero no quería que se sintiera incómoda ni acosada debido a su vulnerabilidad. Retiré mi mano y continué con el plan de ayuda:

-        También podemos añadir algo más al spa.

-        ¿Cómo qué?

-        No sé, un cambio de look, que ya te digo que no te hace falta, pero aprovechando lo del spa, pues un bañador deslumbrante, sexy, tipo micro, puedo ayudarte a escogerlo. - dije sin dejar de mirarla a los ojos.

-        ¿Pero, Carlos, crees que le gustará?

-        Pero, ¿cómo no le va a gustar? Seguro que se derrite.

-        No sé qué pensar ya. Sergio ni me toca. Ya te digo que he llegado a pensar que no gusto a los hombres

-        ¿Pero qué dices mujer? - respondí casi enfadado con esa idea de que esa belleza se sintiera culpable- ¡Mírate, estas buenísima, joder!

-        ¿Lo dices de verdad, Carlos?

-        Mar, ¡Te lo juro!, ¡Yo me volvería loco contigo! - dije totalmente desbocado.

En ese momento posé mis dos manos en su cintura, una cada lado, justo donde finalizaba su top, casi abarcándola por completo. Pude sentir su piel caliente, al mismo tiempo que su respiración agitada que se hacía más fuerte. Comencé a morder mi labio inferior sin poder apartar mi mirada de la marca de sus pezones en el top, cada vez más sugerentes, más deseables, más apetecibles... mientras subían y bajaban con su respiración.

-        ¡Carlos...! - escuché casi en un susurro o jadeo mientras sentía posarse sus manos en mis muñecas.

Al darme cuenta de que ella podría sentirse incómoda, retiré mis manos de su cintura, aunque me hubiese quedado ahí eternamente. Ella me devolvió su sonrisa amable de siempre, pero no sé por qué la notaba más sensual que nunca, más ardiente de lo que mi mente de amigo debiera imaginar. Por mi mente pasaba la idea de decirle claramente: “Mar, eres una mujer increíble que no sé cómo el gilipollas de tu marido no te está follando cada día... en cambio yo, no dejo de soñar contigo y me hago mil pajas pensando en ti" - pero eran solo mis sucios pensamientos.

-        Oye Mar, para empezar con la estrategia, creo que deberías de empezar por tu look más íntimo. - dije acariciando su rodilla.

-        ¿A qué te refieres? - me preguntó con esa boquita que pedía ser devorada.

-        Pues no sé, tu forma de vestir, aunque ahora mismo estás divina.

-        Gracias - respondió sonrojándose lo que elevaba todavía más su belleza.

-        Me refiero a algo más rompedor, para que él vaya viendo los cambios, nueva lencería... o tu propio sexo... ¿Lo llevas depilado?

Noté como me miraba completamente cortada y luego mirando al suelo, pero no sé por qué cogí su mano y la puse entre las mías transmitiéndole toda mi confianza y complicidad.

-        ¡Pues no, no lo llevo depilado! - respondió.

-        Entonces ese será uno de los cambios.

-        ¿Totalmente rasurada?, ¿Tú crees que le gustará a Sergio?

-        Estoy seguro.

-        Bueno, a ti supongo que te gusta, porque he visto a Tere en el gimnasio y lo lleva sin vello.

-        A mí me gustaría el tuyo de todas las formas, pero...

Me di cuenta de que mis palabras eran demasiado atrevidas e intenté corregirme.

-        Quiero decir que no es algo que a mí me resulte mejor o peor, eso va con que tú quieras, pero por ejemplo para chuparte ahí... mejor sin pelitos, claro. - añadí.

-        Bueno, eso no creo que cambie para Sergio. Lo de chupar... como que no.

-        ¿Quién sabe? Yo veo un coño depilado y me vuelvo loco y por alguna conversación en plan de chiste con él, creo que también.

-        ¿En serio? vaya, pues Sergio nunca me lo dijo.

-        Ya ves... Pues tenemos un comienzo.  Naturalmente no le debes de contar a tu marido que yo te lo he dicho.

-        ¿Estás loco? Ni siquiera le puedo contar que hablo todo esto contigo.

Me gustaba su sinceridad y ese compromiso de amiga, hasta el punto de contar conmigo para esas cosas tan íntimas y secretas que no le iba a contar ni a su propio esposo.

-        Puedes pedirle a Tere que te ayude con ese tema, ella, como dices, lo lleva depilado del todo. O si quieres te puedo ayudar yo.

Mar se quedó con los ojos abiertos como platos.

-        Es broma, mujer. - añadí después, pero en el fondo yo me ofrecería voluntario con mucho gusto.

-        Como eres, Carlos... - me dijo dándome un golpe en mi brazo.

-        Minifaldas, zapatos de tacón y lencería, eso para empezar es muy importante.

-        ¿Tú crees? Pero ya me conoce demasiado.

-        Bueno nosotros nos fijamos en lo diferente. Si mi mujer es rubia me fijo en la morena, ya sabes.

-        ¿Cambiar?, no sé cómo hacerlo.

-        Por ejemplo, en tu forma de comportarte, no sólo con él, sino con los demás, que vea que has cambiado, incluso dándole algo de celos.

-        ¿Celos?

-        Claro. Los hombres ya sabes, cómo somos, queremos ser un único gallo en el corral.

-        Él precisamente no es muy celoso.

-        Bueno, viéndote sexy y tonteando con alguien, quizás...

Yo jugaba mi doble juego, pues en parte quería ser yo ese con el que pudiera dar celos a su esposo y tiraba la caña a ver si ella, picaba... pero me miraba confundida.

-        Bueno, a ver, empecemos por la lencería ¿tienes algo sexy? - le dije.

-        Alguna braguita y algún tanga, pero nada especial. - respondió algo ruborizada contándole eso.

-        ¿No tienes nada especial para esos juegos íntimos?

-        Sergio no es mucho de jugar... más bien de “aquí te pillo, aquí te mato”.

-        Bueno, preciosa, los hombres somos muy básicos, pero también nos fijamos mucho en eso, en todo lo que rodea el sexo, incluso superar barreras, que no nos lo pongan fácil. No podemos evitar ser fetichistas por naturaleza. Tienes que dar un giro en eso. Que desee conquistarte. Ven conmigo. - le dije.

En ese momento, tiré de su mano, llevándola tras de mí, en dirección a mi habitación, mientras ella caminaba, sin saber muy bien a donde me dirigía, hasta que llegamos a mi dormitorio. Aunque ella ya lo conocía, se quedó mirando la cama. Es posible que pudiera pensar que la traía para desnudarla y follarla ahí mismo, aunque eso era lo que yo realmente deseaba... Sin embargo, abrí la cómoda y empecé a sacar varios modelitos de lencería de los cajones de Tere, enseñándole ligueros, medias, braguitas de encaje, batitas transparentes.

-        ¡Qué de cosas! - decía ella, sosteniendo un pequeño tanga transparente.

-        Sí, a Tere y a mí nos gusta prepararlo todo, jugar con estos modelos.

-        Son bonitos. - añadió cogiendo entre sus dedos un body de transparencias de color negro, con una braguita tipo tanga con encajes.

-        ¿Por qué no te lo pruebas?

-        Pero, Carlos... ¿ahora?

-        Claro y te doy mi opinión de amigo y de hombre...  - añadí expectante.

El body que ella tenía en sus manos era una de mis prendas de lencería favoritas, de las que más me excitaban. De pronto, una mezcla de arrepentimiento y deseo se agolpó en mi interior en el mismo momento en que se lo sugerí, aunque el deseo rápidamente se impuso. Ya me la estaba imaginando con eso puesto y mi polla empezaba de nuevo a despertar.

-        Bueno tía, ¿quieres mi ayuda o no? - la apremié viendo su cara descompuesta.

-        Pero esto es de Tere, ¿no crees que se pueda molestar si me lo pongo?

-        ¡Que va mujer!... pero si siempre os andáis intercambiado la ropa que no os convence antes de devolverla

-        Ya, pero no esta clase de ropa Carlos... esto es muy suyo.

-        Venga no seas tonta, anda cámbiate aquí mientras voy preparando algo de picoteo. Avísame cuando estés y me asomo. - sentencié aparentando normalidad absoluta.

-        Vale Carlos, me lo pruebo, pero con una condición, que no se entere nadie de esto y cuando digo nadie es nadie… Tere tampoco.

-        Claro, no te preocupes, quedará solo entre los dos. - la dije mirándola a los ojos.

Mientras me dirigía a la cocina una agitación que hacía tiempo no experimentaba comenzó a apoderarse de mí. Tere y yo llevábamos juntos casi siete años y aunque en todo este tiempo había fantaseado con otras mujeres e incluso había estado a punto de caer con alguna compañera de trabajo en las cenas de empresa de fin de año, era la primera vez en la que mi razón parecía querer dejarse llevar y sucumbir al deseo y nada menos que con nuestra amiga Mar.

No podía articular ningún pensamiento con claridad, abría la nevera y los cajones de las conservas, y los volvía a cerrar, incapaz de preparar nada dejé el cuchillo sobre la encimera y me dirigí al baño. Metí la cabeza debajo del chorro del lavabo echándome agua por la nuca y el pelo para intentar bajar la calentura. Levanté la vista y me miré al espejo, algunos hilos de agua escurrían desde los mechones largos de mi cabello y caían por mis pectorales y vientre hasta humedecer la goma de mi pequeño short rojo en el que ya se comenzaba a marcar y a ser visible mi excitación.

-        ¡Carlos! - escuche de pronto a Mar sacándome de mis pensamientos, llamando desde mi habitación.

-        ¡Voy! - dije concentrándome, y tratando de poner la mente en blanco para que bajara un poco la hinchazón que empezaba nuevamente a delatarme bajo el pantalón.

Cuando traspasé la puerta me quedé con la boca abierta, sin poder pronunciar ni una palabra. Mar estaba espléndida, fabulosa, arrebatadora, increíblemente tentadora. Cada parte del tejido se adaptaba perfectamente a sus curvas, y las trasparencias potenciaban aún más un cuerpo tan bien definido como el suyo. Sus pechos rotundos, eran sujetados con todo el arte, llenando las copas de esa prenda de una forma que ni yo mismo hubiera soñado jamás. Sus curvas se dibujaban de manera increíble y la braguita semi transparente, encajaba en su entrepierna perfectamente. Era inevitable compararlo con Tere y es que a Mar le sentaba cien mil veces mejor.

-        ¡Qué maravilla! - dije sin poder evitar mi euforia.

-        ¿En serio te gusto? - dijo ella bajando su cabeza echando una mirada a esa lencería tan sexy que llevaba como todo una “show girl”.

-        Te va como un guante Mar.., parece que se hubiera diseñado para ti. - acerté a decir tragando saliva

-        ¿De verdad lo piensas?, me da mucha vergüenza que me veas así. - pronunció casi inaudible, con un hilo de voz.

-        ¡Pues estás para comerte! Te lo digo en serio.

Mis ojos se dirigían a su entrepierna y se podía vislumbrar los pelitos de su pubis.

-        ¿Crees que me iría mejor con medias? - me preguntó

-        ¡Muchísimo mejor!

Alcanzó una media y se la enfundó con su cuerpo ligeramente inclinado en forma de ele, lo que mostraba gran parte de su pecho casi a punto de salir por encima del body y luego poniendo el pie sobre la cama, se enfundó la otra media, ajustándola a su muslo, para después calzarse dos taconazos de aguja que tiene Tere para nuestros juegos y mirándome con sus ojos brillantes me preguntó:

-        ¿Y ahora?

-        ¡Vas a matar a Sergio con esto...!

-        Como siga así, a ti también. - dijo señalando mi entrepierna.

Al mirar mi pequeño pantalón podía verse la evidente erección bajo su fina tela. Mar se cubrió los pechos instintivamente con antebrazo izquierdo cruzado y su mano derecha posada sobre su pubis, en un último y vano intento de ocultar su intimidad viendo que había conseguido ponerme más que nervioso.

-        ¡Por favor, no te cubras, Mar! - le rogué.

-        ¡Es que esto es tan violento! - dijo ella sin despegar su vista de mi bulto.

-        Déjame verte un poco más - la dije envalentonándome mientras me acercaba y suavemente bajaba su brazo, sujetándola por la muñeca con mi mano y mostrando de nuevo su increíble belleza.

Desde cerca se veían claramente sus pezones perfectamente marcados y visibles a través de la transparencia del tejido. Inmediatamente la visión del volumen de sus pechos y sus aureolas me provocaron un nuevo espasmo en mi polla.

-        ¡Date la vuelta! - le rogué

-        ¡Carlos, estoy cortadísima!

-        ¿No querías mi opinión de hombre?  - la dije volteándola yo mismo y poniéndola de espaldas a mí.

Su grandioso culo se veía esplendido con ese pequeño tanga negro que se colaba entre sus glúteos. Mi amiga había formado parte de mis innumerables pajas, pero en ese momento la imagen superaba a cualquier sueño.

-        ¿Qué tal? - me preguntó con un leve movimiento de sus caderas que hacía oscilar su culo.

-        ¡Maravillosa! - dije acariciando sus hombros desnudos y sin dejar de admirar ese redondo culo.

-        Dime la verdad, por favor. ¿De verdad crees que me sienta bien?

-        Te sienta muy bien Mar.., pero que mucho... mucho...

-        ¿En serio?

Y ya sin pensar, posando ambas manos en sus caderas junte mi cuerpo al suyo por detrás, sin importarme que pudiera notar el calor de mi pene entre sus nalgas, separadas de mi tan solo por la fina tela de mi pantalón.

Ella dio un respingo, quedándose en silencio y tensa. Y yo solo alcancé a susurrar en voz alta lo que en ese momento pasaba realmente por mi pensamiento, al tiempo que bajaba la cabeza y la besaba en el hueco de su clavícula junto al cuello.

-        ¡Te sienta incluso mejor que a Tere! - la dije

No sé cuánto tiempo permanecimos así, pero creo que fue bastante, aunque nunca lo suficiente para mí, con mi cuerpo abrazando por detrás el de Mar, embutido en ese sexy body, pudiendo sentir su culo contra mi hinchada polla y ella al parecer debía notar mi dureza. El caso es que yo no quería acabar nunca con ese abrazo y al parecer ella tampoco, algo que me sorprendió. Podía notar su cuerpo temblar entre mis manos y su respiración ciertamente agitada. Me agarré a sus caderas y en un acto instintivo pegué aún más mi pelvis contra su culo, algo que produjo un jadeo por parte de ella. Volví a besar en su hombro, justo en su clavícula, hasta que de pronto ella se separó de mi mirándome de frente durante unos segundos y en especial hacia el bulto que marcaba mi pequeño pantalón.

-        Carlos, yo... - intentaba pedirme explicaciones.

-        ¡Perdóname Mar.… me dejé llevar! - la interrumpí.

Había un halo de misterio en nuestras miradas y ninguno sabíamos muy bien que decir, pero estaba claro que a ambos nos había gustado ese momento.

-        Bueno, creo que mejor me lo quito. - dijo de pronto ella.

-        ¡Mmmm!, eso estaría bien. - respondí acercándome a ella y acariciando su cintura.

-        Pero, no, no me has entendido. Mejor me visto, Carlos. - dijo separándome quedando frente a mí de nuevo.

-        Oh, sí, claro. Te espero en el salón y tomamos algo.

Antes de abandonar mi dormitorio, eché un vistazo a ese cuerpazo de Mar, con esa prenda tan sexy, sus medias con sus largas piernas, sus tacones, su busto alzado, sus transparencias... ¡Dios!

Al salir, apoyado en la puerta por fuera, tuve que sacarme la polla y darle unos cuantos meneos rememorando esa imagen y ese momento tan intenso de nuestro abrazo. Esa mujer es una diosa, siempre me lo ha parecido, pero vestida así, con ese corpiño ceñido a sus curvas, ha sido la experiencia más impactante en mucho tiempo.

De pronto me quedé alucinando, escuchando unos jadeos al otro lado de la puerta. Pegué mi oreja sin dejar de masturbarme, se podía escuchar claramente que Mar estaba gimiendo. ¡Madre mía! Estuve a punto de abrir esa puerta, porque seguramente me la encontraría desnuda masturbándose y apagando el fuego que durante tanto tiempo llevaba dentro y que yo le había despertado.  De repente un largo silencio y un gemido ahogado, seguramente apagado por la almohada de mi cama en un claro orgasmo intenso, que acabó con entrecortadas respiraciones.

Entonces me dirigí a la cocina, porque no quería que viese que estaba ahí escuchando. Yo mismo estaba aturdido con todo y mis sentimientos estaban encontrados. ¿Me estaba comportando como un mal amigo por ponerla en esa situación?, ¿ahora encima por escucharla? O al contrario ¿Estaba sacando todo su placer y haciéndole un gran favor?, ¿Qué me estaba pasando?

Toda esa tormenta de sensaciones me invadía mientras preparaba algo de picoteo en la cocina sin poder bajar mi calentura ni mi erección. Al rato Mar salió de mi dormitorio y yo regresé al salón con los platos del picoteo y dos botellines fresquitos, mostrando mi mayor naturalidad, pues no quería que se sintiese incómoda con todo ese lío. De nuevo su cuerpo estaba esculpido en esas mallas ceñidas que yo admiré una vez más.

-        Qué vergüenza, Carlos. - dijo, sentándose en el sofá.

-        No pasa nada mujer, ha sido todo algo impetuoso...

-        No, ya lo sé, pero es que además... tenemos un problema... - dijo colorada.

-        ¿Por?

-        Creo que el bodi se ha manchado un poco. - me comentó mostrando la prenda en su mano.

Lo recogí y pude comprobar cómo se había impregnado con sus fluidos la parte baja de las braguitas con una considerable mancha, estuve a punto de llevármelo a mi nariz, pero me contuve.

-        ¿Qué hacemos ahora? - preguntó intranquila.

-        Ah, no te preocupes por eso, que tengo que poner cosas a lavar.

-        Pero... ¿Y Tere?

-        Ni se enterará, además cuando lo vea lavado, creerá que es un despiste mío.

-        Ten cuidado es una prenda muy delicada.

-        Tranquila. Soy un experto en lavados delicados. - añadí.

A continuación, dejé la prenda sobre el sofá quitándole importancia al asunto. Chocamos nuestros botellines y Mar se fue sintiendo más tranquila, aunque aún se la veía muy nerviosa. Y eso que no sabía que yo había escuchado sus gemidos al otro lado de la puerta.

-        Bueno, cuéntame, preciosa, ¿cómo te has sentido con esa prenda?

-        Bien... no sé, rara, diferente...

-        Claro mujer. Ese es nuestro objetivo, que te veas distinta y sobre todo que te vea Sergio distinta y lo más sexy posible.

-        ¿Te gustó entonces como me quedaba? - me preguntó

-        ¿Bromeas? Lo llenaste con ese cuerpazo y de qué manera. ¡Para flipar contigo! - dije sonriente.

-        ¡Calla, tonto!

-        ¡Es verdad, Mar! Estás preciosa con eso. Le das cien mil vueltas a Tere con él puesto. Si te presentas así ante Sergio, te come seguro. Yo... porque eres mi amiga y estoy casado, si no...

Reímos como si aquello fuera parte de una de nuestras bromas o de una travesura sin más, pero estaba claro que ese momento había marcado algo mucho más intenso entre nosotros.

-        Por favor, no le digas nada a Tere de que me probé su... y mucho menos lo de la mancha en la braguita... ¿vale?

-        Que no mujer, que esto es cosa nuestra. Queda entre tú y yo.

-        Gracias, Carlos. Estoy tan apurada - añadió poniendo su mano sobre la mía.

-        Creo que estamos avanzando mucho, Mar. - dije esto en todo el sentido de la frase.

-        Sí y no sé cómo agradecerte tu ayuda.

-        Tranquila mujer. - respondí, aunque se me ocurrían mil maneras.

Apoyando mi mano en su rodilla y acariciando el comienzo de la parte interna de su muslo, me quedé una vez más admirando su cuerpo. Pero ella tragando saliva, se sintió intranquila y se levantó.

-        Bueno, creo que tengo que irme. - dijo de pronto una vez de pie.

Mi amiga se había levantado como un resorte y caminaba hacia la puerta. Me dirigí tras ella sin poder apartar mis ojos de sus nalgas perfectamente marcadas en sus mallas, pero salí corriendo, aunque cuando la pude alcanzar ya estaba llamando al ascensor.

-        Mar, pero quédate un poco más - la dije sujetándola suavemente por la muñeca

-        Carlos, tengo que irme – me contesto ruborizada mientras miraba mi entrepierna que aún estaba a tope.

Se acercó a mí y me plantó un beso de despedida en mi mejilla derecha, pero justo cuando su boca cruzó para besarme en la otra mejilla, mis labios se encontraron con los suyos. No sé muy bien quién beso a quién realmente, o si fuimos ambos, el caso es que nuestros labios se juntaron en un leve piquito. Fue quizás un segundo, pero maravilloso.... Nos miramos algo aturdidos y excitados, casi podría asegurar que sentía los latidos de Mar cada vez más fuertes en su muñeca.

Entonces sucedió, nos dimos otro piquito, y otro, y otro más... hasta enzarzarnos en un beso más largo y profundo, con nuestras lenguas enredadas buscándose cada vez con más ansia. Posé mis manos sobre esas nalgas que se habían clavado en mi deseo hace un minuto y la atraje hacia mí, juntando su pelvis contra la mía mientras nos besábamos ya desenfrenadamente. Mi cuerpo presionaba al suyo contra mí bajo el umbral de la puerta, sentí como mi amiga elevaba una pierna y la pasaba por detrás rodeando la mía mientras así frotaba su vulva contra mi paquete totalmente empalmado, podía sentir el calor de su coño a través de esas mallas y de mi pantalón.

Justo cuando baje a buscar su cuello con mi boca, la puerta del ascensor se abrió y Mar pareció despertar de un extraño trance.

-        Carlos, …, por favor, por favor..., me voy - susurró al tiempo que se deshacía de mis brazos y me empujaba levemente para meterse rápidamente en el ascensor.

Tardé unos segundos en reaccionar, allí plantado en el rellano y entré de nuevo en casa, completamente excitado y también algo avergonzado por lo que acababa de ocurrir. Entonces recordé el bodi sobre el sofá, lo recogí y me dirigí a mi cuarto. Inmediatamente lo llevé a mi nariz y pude aspirar la parte de la braguita, justo donde el coño de mi Mar había depositado esa pequeña mancha. ¡Que delicia de aroma!...  Olía a hembra caliente, a mujer necesitada de una buena polla... y la saqué de su prisión para empezar a masturbarme sentado a los pies de mi cama. Al girar mi cabeza, pude ver la cama algo revuelta y pensé que seguramente ella se habría tumbado allí, incluso pude apreciar varias manchas de humedad sobre la colcha y entonces entendí que ella había estado tan excitada como yo...

-        ¡Joder Mar, como me has puesto! - dije en voz alta arrodillándome en la cama, ya totalmente desnudo, sobre las manchas de la colcha, oliéndolas, mientras con una mano sostenía el corpiño de Tere mojado por los flujos de mi amiga y con la otra me sacudía la polla desesperadamente.

La paja era apoteósica, llenando mi mente con los momentos vividos y con la imagen en mi mente de Mar enfundada en esa misma prenda de lencería que ahora tenía entre mis dedos. Aspiré con mi nariz el aroma de los flujos de mi amiga sobre la colcha y los que había depositado en la braguita.

-        ¡ufff... Joder... Mar.…! - pronunciaba su nombre embriagado por su olor y su sabor, mientras mi mano iba y venía cada vez más rápido..., y más rápido...

El sonido de mi polla completamente lubricada con cada movimiento de muñeca invadía la habitación por completo. Totalmente excitado, vencido por la lujuria y el deseo multiplicado por mi amiga, envolví el tronco en la parte de la tela que había ocupado antes el coño de Mar y ¡ufff...! me corrí como un loco, vaciándome por completo, hasta la última gota, el mismo lugar de esa prenda en la que se había corrido antes ella.

Observé la tela durante unos segundos, viendo que había una buena cantidad de mi semen, en una corrida de las más abundantes, con una enorme mancha que ocupaba la parte baja de esa liviana prenda.

Entonces, hice algo sin pensar muy bien las consecuencias, fotografié ese body trasparente completamente calado por mi eyaculación y acto seguido le envié la foto por WhatsApp a Mar.

Sylke y Kaarlosk

ID: 786531 & 1462535